jueves, 21 de noviembre del 2024 Fecha
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Pero, ¿Sabemos?

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

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¿Cómo sabemos las cosas que pensamos que sabemos?

¿A qué se refieren los científicos cuando dicen que ellos “conocen” lo que hay dentro del un átomo, por ejemplo, o lo que pasó en los tres primeros minutos de vida del Universo?

Se refieren a que tienen lo que ellos denominan un modelo del átomo, o del universo temprano, o lo que sea en que ellos estén interesados, y que este modelo encaja con el resultado de sus experimentos, o sus observaciones del mundo. Este tipo de modelo científico no es una representación física de la cosa real, del mismo modo que un modelo de avión representa un avión de tamaño natural, sino que es una imagen mental que se describe mediante un grupo de ecuaciones matemáticas.

Los átomos y las moléculas que componen el aire que respiramos, por ejemplo, se pueden describir en términos de un modelo en el que imaginamos cada partícula como si fuera una pequeña esfera perfectamente elástica (una diminuta bola de billar), con todas las pequeñas esferas rebotando unas contra las otras y contra las paredes del recipiente.

Ésa es la imagen mental, pero es sólo la mitad del modelo; lo que lo hace un modelo científico es describir el modo como se mueven las esferas y rebotan unas contra otras mediante un grupo de leyes físicas, escritas en términos de ecuaciones matemáticas. En este caso, estas son esencialmente las leyes del movimiento descubiertas por Isaac Newton hacen más de 300 años.

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Teorías del futruro

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Física    ~    Comentarios Comments (0)

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La teoría M de cuerdas es una teoría muy adelantada a su tiempo, incluso las matemáticas necesarias para desarrollarla al completo, nos son desconocidas.  Por otra parte, como me he cansado de escribir en otros trabajos anteriores, la energía necesaria para verificarla, no está a nuestro alcance. Y, sin embargo, podríamos tener alguna sorpresa al llegar a ella por otros medios.

La fuerza del argumento a favor de la teoría de cuerdas parace residir en varias relaciones matemáticas notables entre “situaciones físicas” en apariencia diferentes (normalmente, algo alejadas de la física del mundo real de la Naturaleza).

¿Son una “coincidencia” estas relaciones, o hay alguna razón más profunda tras ellas? Si hablamos de matemáticas, las coincidencias sin una razón determinada, suelen ser más bien escasas.  Me inclino y apuesto por el hecho de que, para muchas de estas “coincidencias” hay realmente una razón, todavía no descubierta. Aunque yo, personalmente, aconsejaría no perder de vista el número mágico, 24, de Ramanujan.

Algunos, generalmente mediocres y sin ilusiones, guiados por la envidia hacia sus compañeros más lúcidos, han llegado a decir que, los que están a vueltas con las teorías de cuerdas, no es seguro que estén haciendo física.  O, si la hacen, ¿qué área de la física están explorando realmente?

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Siempre queriendo descubrir los secretos de la Naturaleza

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Física    ~    Comentarios Comments (0)

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Hacia principios de siglo se hizo una serie de observaciones desconcertantes, que condujeron al esclarecimiento.  El inglés William Crookes (el del “tubo Crookes) logró disociar del uranio una sustancia cuya ínfima cantidad resultó ser mucho más radiactiva que el propio uranio.  Apoyándose en su experimento, afirmó que el uranio no tenía radiactividad, y que esta procedía exclusivamente de dicha impureza, que él denomino “uranio X”.  Por otra parte, Henri Becquerel descubrió que el uranio purificado y ligeramente radiactivo adquiría mayor radiactividad con el tiempo, por causas desconocidas.  Si se dejan reposar durante algún tiempo, se podía extraer de él repetidas veces uranio activo X. Para decirlo de otra manera: por su propia radiactividad, el uranio se convertía en el uranio X, más activo aún.

Por entonces, Rutherfor, a su vez, separó del torio un “torio X” muy radiactivo, y comprobó también que el torio seguía produciendo más torio X. Hacia aquellas fechas se sabía ya que el más famoso de los elementos radiactivos, el radio, emitía un gas radiactivo, denominado radón.  Por tanto, Rutherford y su ayudante, el químico Frederick Soddy, dedujeron que, durante la emisión de sus partículas, los átomos radiactivos de transformaban en otras variedades de átomos radiactivos.

Varios químicos, que investigaron tales transformaciones, lograron obtener un surtido muy variado de nuevas sustancias, a los que dieron nombres tales como radio A, radio B, mesotorio I, mesotorio II y Actinio C.  Luego los agruparon todos en tres series, de acuerdo con sus historiales atómicos. Una serie de originó del uranio disociado; otra, del torio, y la tercera, del actinio (si bien más tarde se encontró un predecesor del actinio, llamado “protactinio”).

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