Ene
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Cometario Sr. Crusellas
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física ~ Comments (0)
Algunas veces, en contestación a mis comentarios, los amigos visitantes del Blog, enamorados de la Ciencia, dejan su parecer y expresan su sentir sobre el tema tratado y, ayer que apareció algo sobre el Tiempo, un asiduo lector, el Sr. Crusellas, me contestó lo siguiente:
“Pero es que, querido Emilio, ni tú ni nadie puede hablar con exactitud sobre el Tiempo. Yo creo que el Tiempo es el eje de cualquier análisis filosófico. Ya los presocráticos lo entendieron así, y lo abordaron con esa clarividencia especial que sólo ellos poseían.
Parménides en el s.VI a.C. ya afirma que no puede haber “cambio”, y por tanto existencia, puesto que todo cambio significa pasar de un estado a otro y para que se posibilite ese cambio ha de surgir algo “nuevo”, debe haber una variación. Y de la Nada, nada puede surgir. Y el elemento básico para que se pueda existir una sucesión de cosas es el Tiempo. Por tanto, tenemos un elemento que es el Tiempo, y su sola existencia ya define, per se, la necesidad de un cambio. Y esta paradoja la solventó Parménides diciendo que no hay cambio alguno, que todo es ilusorio.
Un discípulo suyo, Zenón de Elea, intentó hacer asequible tan metafísica paradoja con la aporía de Aquiles y la Tortuga, de todos conocida, y jamás resuelta, por más que se diga “¡hombre, es evidente que al final alcanza a la tortuga!”, y sin embargo está claro que el razonamiento es impecable, porque en cada movimiento que hacemos transcurre un tiempo infinito y un espacio infinito. “No señor –se me argüirá- tanto espacio y tiempo son infinitamente divisibles, pero son finitos”. Y mi respuesta es que, dejando de lado las teorías que afirman que el tiempo y el espacio no son infinitamente divisibles (habría una especie de “cuantos” espacio-temporales), teóricamente pueden nacer, desarrollarse y desaparecer universos enteros en un milisegundo. Y en realidad eso ocurre en los choques de partículas de gran energía. Si desmenuzáramos todo el proceso que se da en una fracción infinitésima de segundo, veríamos que es tan compleja y rica en acontecimientos como el nacimiento y muerte de un sistema estelar, con sus diez mil millones de años de vida.
Todo es relativo, esa fue la gran verdad que descubrió Einstein, pero no de un modo subjetivo, no porque “nos lo parezca”, sino porque no existe lo grande ni lo pequeño, lo rápido o lo lento, todo depende del sistema de referencia. Un fotón en el vació no tiene tiempo. Para ese fotón que va a la velocidad de la luz (o sea de él mismo, valga el chascarrillo) el tiempo es “cero”. Del mismo modo que alguien que cayese a un agujero negro, jamás acabaría de caer desde su perspectiva, más sí para el que lo ve desde fuera.
Ahí radica el problema del Tiempo, en que es una dimensión más, relativa, y, lo que es más importante, teóricamente se pude recorrer en ambas direcciones: de pasado a futuro y viceversa. Y sin embargo, esto último supone una paradoja infranqueable para la razón.
Todo esto es lo que me fascina del Tiempo. Y realmente fue Einstein quien nos dio la certera visión de lo que REALMENTE es. Todo lo de Bergson es flatus voci.
El hecho, por último, de saber que para que exista tiempo ha de haber espacio (y viceversa), y de que esa misma relatividad del tiempo supone tener claro que todo está detenido y acabado a la vez, es lo que hace que uno se de cuenta que Einstein no hizo otra cosa que dar la razón a Parménides.
Así pues, estamos como al principio, sólo que esta vez sabemos que andamos por el camino correcto.”
Me ha parecido bien dejar la reseña por su indudable interés y las verdades que encierran sus palabras.