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De hecho, ya lo están haciendo: Cassini, Huygens, y muchas otras anteriores y posteriores son la prueba “rústica” de esos primeros pasos que artilugios robotizados estan dando para suplir a los humanos en un ámbito que le es hostíl. Allí donde el hombre no pueda llegar, un robot podrá hacerlo sin ninguno de los inconvenientes que tendrían los seres vivos. También tenemos entre nosotros a otros tipos de robots que, sin que nos demos cuenta, se están haciendo los dueños de nuestra forma de vida y, el día que eso pudiera fallar, sería un terrible caos.

La Humanidad para ir avanzando utiliza todo aquello que pueda tener al alcance de sus conocimientos y no deja de inventar aparatos cada vez más sofisticados que hagan el trabajo por nosotros: La computación (en este ámbito sería imposible olvidar el teorema de Gödel que, aunque posteriores a las de Alan Turing, son de una importancia extraordinaria para todo lo que signifique fundamentos matemáticos y computación, la fuente de la robótica).

En un congreso celebrado en 1930, en Könisgberg, el joven y brillante matemático Kurt Gödel sorprendió a un grupo de los matemáticos y lógicos más destacados del mundo con lo que iba a convertirse en su famoso teorema. Inmediatamente fue aceptado como una contribución fundamental a los cimientos de las matemáticas -probablemente la más fundamental nunca descubierta. Sin embargo, al establecer su teorema, Gödel dio también un gran paso adelante capital en la filosofía de la mente. El teorema establece otras cosas importantes de las que no hablaré aquí ahora pero, también nos dio las bases para construir una sólida argumentación según la cual sus resultados mostraran y estableceran que la intuición y la comprensión humanas no pueden reducirse a ningún conjunto de reglas computacionales.

Si estudiamos a fondo el teorema de Gödel, podríamos llegar a la conclusión de que en el pensamiento humano hay mucho, muchísimo más de lo que pueda alcanzar nunca un ordenador.

Las sombras de la mente del emperador y la Nueva mente del emperador, dos libros de Roger Penrose, nos hablan de manera amplia de todo esto. En lo que conocemos como la máquina de Turing (pionero de los ordenadores y la computación), los diferentes estados inteerrnos permitidos son finitos en número, y el número total de marcas en la cinta también debe ser finito, aunque la cinta tenga una longitud ilimitada. Sabemos que un ordenador corriente, sólo hará aquello que nosotros le hayamos podido posibilitar por medio de un programa que seerá el que dirija la amplitud de sus acciones.

Claro que, en este campo, cada día que pasa el avance que podemos observar es tan increíble que, nos hace dudar de hasta donde podrán llegar esas máquinas. Se habla de computadoras cuánticas que desarrollaran millones de operaciones en segundos o fracciones de segundo y, por ese mismo camino, algunos dicen que máquinas robotizadas podrán llegar a “tener sentimientos”, que se replicaran ellas mismas, que podrán realizar funciones que ahora sólo están supeditadas a la inteligencia del hombre.

¿Hasta dónde podría aprender un robot y tomar decisiones por sí mismo? Eso dependerá de nosotros mismos y, como digo al principio, nuestra curiosidad unida a nuestra impaciencia por conseguir objetivos, nos llevaran, de manera irremediable, a construir robots cada vez más sofisticados que nos saquen las castañas del fuego allí donde nosotros estamos, físicamente impedidos para llegar.

El peligro es real, no pocas veces ha sido representado ese peligro en novelas de ciencia-ficción o peliculas del género pero, ¿qué es lo que creemos nosotros en realidad? ¿serémos tan idiotas como para traspasar el poder a las máquinas y quedarnos al servicio de ellas?

¡Que comience el debate!

 

  1. 1
    emilio silvera
    el 11 de marzo del 2010 a las 15:42

    Desde luego, amigo Kike, lo que no podemos negar es que aquí, con estos ejercicios mentales (como le gustaba decir a Einstein cuando entre amigos escogían temas de discusión) hacemos trabajar a nuestras mentes y, nos hace discurrir por caminos que, no pocas veces, resultan ser originales y, ni nosotros mismos podíamos pensar que podríamos exponer.

    Creo que hemos elegido un mejor entretenimiento que el de perder el tiempo mirando a las musarañas. Pensar regenera las neuronas y, si eso es así, sigamos debatiendo.

    Un abrazo amigo.

    Responder

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