May
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¿Leyendas?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (2)
Claro que, a lo largo del proceso evolutivo, algunos seres humanos han tenido la habilidad de adquirir códigos y mecanismos morales interesados y egoístas para canalizar sus juicios de valor sobre las distintas situaciones, y para ellos, sólo prevalece el YO.
Lo peor de todo esto es que en ese grupo de los YOS, están los que decides y mandan, pues precisamente por ser de esa condición egoísta han procurado colocarse en los lugares de primacía, mientras que la gente normal, menos egoísta, han quedado a sus expensas. ¡¿No haremos nada?!
Cambiemos de tema…
Me maravilla la riqueza que atesoramos y la experiencia que la Humanidad ha podido tener a lo largo y a lo ancho de sus milenarias vivencias sobre este planeta.
Mi debilidad está en leer y enterarme de las cosas, sin límite de cuestiones a tratar, aunque sí con preferencias. Lo he tocado todo de manera más o menos profunda, y una vez pude leer (no recuerdo ahora dónde) que la mitología y los escritos antiguos nos hacen saber que el último día de la Atlántida se vio marcado por una inmensa catástrofe. Olas tan altas como montañas, huracanes, explosiones volcánicas… sacudieron el planeta entero. La civilización sufrió un retroceso y la Humanidad superviviente quedó reducida a un estado de barbarie.
Las tablas sumerias de Gilgamés hablan de Utnapichtiun, primer antepasado de la Humanidad actual, que fue, con su familia, el único superviviente de un inmenso diluvio. Encontró refugio en un arca para sus parientes, para animales y pájaros. El relato bíblico del Arca de Noé parece ser una versión tardía de esa misma historia.
El Zend-Avesta iranio nos proporciona otro relato de la misma leyenda del diluvio. El dios Ahuramazda ordenó a Yima, patriarca persa, que se preparara para el diluvio. Yima abrió una cueva, donde durante la inundación, fueron encerrados los animales y las plantas necesarias para los hombres. Así fue como pudo renacer la civilización después de las destrucciones ocasionadas por el diluvio.
El Mahabharata de los hindúes cuenta cómo Brahma apareció bajo la forma de un pez ante Manú, padre de la raza humana, para prevenirle de la inminencia del diluvio. Le aconsejó construir una nave y embarcar en ella “a los siete Rishis” (sabios) y todas las distintas semillas enumeradas por los brahamanes más antiguos y conservarlas cuidadosamente.
Manú ejecutó las órdenes de Brahma y el buque, que le llevó con los siete sabios y con las semillas destinadas al avituallamiento de los supervivientes, navegó durante años sobre las agitadas aguas antes de atracar en el Himalaya.
La tradición hindú designa a Manali, la ciudad de Manú, en el valle de Kulu, como el lugar posible en el que se vio desembarcar a Manú. La región es generalmente conocida por el nombre de Aryavarta, país de los ríos.
La semejanza del relato de Noé y el de Manú no parece deberse a una simple coincidencia. Es un hecho conocido que en todas las evocaciones del gran diluvio, se atribuye a ciertos personajes elegidos un conocimiento previo de la proximidad de la catástrofe mundial (en este punto, algunos han apuntado la posibilidad de que seres extraterrestres intervinieron para impedir la extinción de la Humanidad en aquel momento trágico).
Según algunos estudiosos, la salida del país condenado de la Atlántida fue realizada en barco y por los aires. De apariencia fantástica, esta teoría se apoya en numerosas tradiciones históricas.
Existe entre los esquimales una curiosa leyenda, según la cual habrían sido transportados al norte glacial por gigantescos pájaros metálicos. ¿No es pasa pensar en la existencia de una especie de aviones en aquella época prehistórica? ¡Qué locura!
Los aborígenes del territorio septentrional de Australia tienen también una leyenda del diluvio y de los hombres-pájaro. Karan, jefe de la tribu, dio alas a Waark y a Weirk cuando “el agua invadió los brazos del mar, cuando el mar ascendió y recubrió el país entero, las colinas, los árboles, en una palabra, todo”. Entonces, el propio Karan levantó el vuelo y se instaló a lo largo de la Luna, observado por los hombres-pájaro.
El canto épico de Gilgamés nos da un cuadro dramático del desastre planetario:
“Una nube negra se elevó de los confines del cielo.
Todo lo que era claro se volvió oscuro.
El hermano no ve a su hermano.
Los habitantes del cielo no se reconocen.
Los dioses temían al diluvio.
Huyeron y ascendieron al cielo de Anu.“
¿Quiénes eran esos habitantes del cielo? ¿Quiénes eran los dioses que temían al diluvio y se refugiaron en los cielos? Si hubieran sido seres etéreos no se habrían sentido aterrorizados por el furor de los elementos. Cabe suponer que estos habitantes no eran otros que los jefes atlantes que tenían ingenios voladores, o incluso astronaves, a su disposición. ¡Una locura!
Según la religión sumeria, el cielo de Anu era la sede de Anu, padre de los dioses. Su significado estaba asociado con las palabras “grandes alturas” y “profundidades”, lo que hoy llamamos “el espacio”. Los hombres del cielo partieron al espacio; tal es nuestra interpretación hoy de este desconcertante pasaje del canto épico.
El libro de Dzyan, recibido hace más de cien años por Hélène Blavatsky en un ermita del Himalaya, podría ser una página perdida de la historia de la Humanidad:
“Sobrevinieron las primeras grandes aguas y devoraron las siete grandes islas. Todo lo que era santo fue salvado; todo lo que era impuro fue aniquilado.“
Un antiguo comentario de este libro explica con perfecta claridad el modo en que se produjo el éxodo de la Atlántida.
En previsión de la catástrofe inevitable, el Gran Rey, “de rostro deslumbrante”, jefe de los hombres esclarecidos de la Atlántida, envió sus navíos del aire a los jefes, sus hermanos, con el mensaje siguiente: Levantaos y preparaos, hombres de la Buena Ley, y atravesad la Tierra mientras todavía está seca.
La ejecución de este plan debió mantenerse secreta a los poderosos y malvados jefes del imperio. Entonces, durante una noche oscura, mientras el pueblo de la Buena Ley se hallaba ya a salvo del peligro de la inundación, el Gran Rey reunió a sus vasallos, escondió su “rostro deslumbrante” y lloró. Cuando sonó la hora, los príncipes embarcaron en vimanas (naves aéreas) y siguieron a sus tribus a los países del este y del norte, a África y a Europa. Entretanto, gran número de meteoritos cayeron en masa, como bolas de fuego, sobre el reino de la Atlántida, donde dormían los “impuros”.
Si bien que, la posibilidad de un éxodo de la Atlántida por vía aérea no debe ser necesariamente aceptada, merece, no obstante, ser objeto de examen profundo y científico.
Es curioso constatar que en la Enciclopedia de los viajes interplanetarios, publicada en la URSS por el profesor N. A. Rynin, una ilustración en la misma refleja a los grandes sacerdotes atlantes elevándose en avión, mientras al fondo, la Atlántida se hunde en los mares.
Los babilonios han conservado el recuerdo de astronautas o de aviadores prehistóricos en la persona de Etana, el hombre volador. El museo de Berlín posee un sello cilíndrico en el que aparece atravesando los aires a lomos de un águila, entre el Sol y la Luna.
En Palenque, Méjico, puede verse el curioso dibujo de un sarcófago extraído de una pirámide descubierta por el arqueólogo Ruz-Lhuillier. Representa, en estilo maya, un hombre sentado sobre una máquina semejante a un cohete que despide llamaradas por un tubo de escape. El hombre está inclinado hacia delante: sus manos reposan sobre una barras. El cono del proyectil contiene gran número de misteriosos objetos que podrían ser parte de su mecanismo. Después de haber analizado numerosos códices mayas, los franceses Tarade y Millou han llegado a la conclusión de que se trata de un astronauta a bordo de una nave espacial, tal como la concebía este pueblo.
Los jeroglíficos existentes en el borde significan el Sol, la Luna y la Estrella Polar, lo que vendría a apoyar la interpretación cósmica. Mas, por otra parte, las dos flechas marcadas sobre la tumba (603 y 663 d. C.) no dejan de generar dudas. Sin embargo, en el caso de que el sacerdote enterrado en la tumba no fuera simplemente un sacerdote astronauta, sino un guardián de la tradición de los “dioses astrales” de la América central, el ornamento podría explicarse como una evocación de viajes espaciales del pasado.
Todo indica que los atlantes llegaron a tener una sociedad de nivel muy elevado.
Si nos sumergimos en historias perdidas en textos muy antiguos, la sorpresa y el asombro están asegurados. Para mi caso también incluyo la fascinación, aunque con cierta reserva. Todas estas historias tienen un origen real que se pasó de generación a generación y, aunque nos puedan llegar alteradas, en los entresijos de esas historias subyace la verdad donde tienen su origen.
Hace muchos años, el doctor Lao-Tsin publicó en un periódico de la ciudad de Shangai un artículo dedicado a su viaje a una extraña región de Asia central. En su pintoresco relato, que prefiguró Horizontes perdidos (James Hilton), este médico describe la peligrosa caminata que realizó por las alturas del Tíbet en compañía de un yogui oriundo de Nepal. En una región desolada, en el fondo de las montañas, los dos peregrinos llegaron a un valle escondido, protegido de los vientos septentrionales y gozante de un clima mucho más cálido que el del territorio circundante.
Este doctor evoca en su relato “la torre de Shambhala” y los laboratorios que provocaron su asombro. Allí, amablemente, además de darles hospitalidad, por su condición de doctor le pusieron al tanto de grandes resultados científicos obtenidos en el valle. También fue testigo, según contaba, de experiencias telepáticas efectuadas a grandes distancias. Decía conocer muchas otras cosas que, haciendo honor a la palabra dada, no podía contar.
La tradición actual cuenta que en Shambhala ocurrieron en el pasado remoto cosas extraordinarias y grandes acontecimientos.
Los mahatmas (grandes sacerdotes de estas comunidades secretas) no quieren ser molestados en su contemplación, y cuando consienten en recibir a visitantes muy especiales es bajo la firme promesa de no revelar lo que allí se les muestre.
Un mahatma en una carta, para definir sus actividades, escribió:
“Durante generaciones innumerables, el adepto ha construido un templo con rocas imperecederas, una torre gigantesca del pensamiento infinito, convertida en morada de un titán que permanecerá en ella solo, si es necesario, y únicamente saldrá al final de cada ciclo para invitar a los elegidos de la Humanidad a cooperar con él y contribuir, a su vez, a la ilustración de los hombres supersticiosos.“
El texto fue escrito por el mahatma Koot Humi en julio de 1.881.
El origen de estas comunidades desconocidas se pierde en el origen de los tiempos. Según toda probabilidad, son nuestros predecesores en el saber de la evolución humana que ordenaron la salida de la Atlántida a los hombres de la Buena Ley.
Es posible que estas colonias secretas conserven todos los documentos y todos los resultados de orden espiritual de la Atlántida, tal como fue en sus días de esplendor, y aunque esa pequeña sociedad no esté representada en las Naciones Unidas, podría ser el único Estado permanente del planeta y el custodio de una ciencia tan vieja como las rocas. Los espíritus escépticos no deben olvidar que los mensajes de los mahatmas se conservan hasta nuestros días en los archivos de ciertos gobiernos.
Todos los rincones y pueblos de nuestro mundo tienen encerrados en sus folklores misterios del pasado que apenas dejan asomar una pequeña parte de lo que en el pasado ocurrió. Pensemos por ejemplo en la cantidad de montañas sagradas y de ciudades perdidas que existen en el ancho mundo nuestro.
emilio silvera
el 20 de mayo del 2010 a las 16:51
La existencia de antiguas civilizaciones avanzadas tecnológicamente son posibles aunque no probables; si partimos de los conocimientos que tenemos de la historia, vemos que no sabemos prácticamente nada más atrás de siete u ocho mil años.
Una civilización tecnológica, pese a que en un principio se desarrolla lentamente, va alcanzando una velocidad creciente hasta que llega el punto de un crecimiento casi exponencial, con lo que en pocos milenios se podría pasar facilmente de una civilización del hierro a la de la era espacial, incluso más desarrollada que la que tenemos.
Posiblemente eso no haya pasado, pero creo que existe una pequeña posibilidad de que en tiempos remotos de nuestro planeta, antes de la edad de piedra, hubiera existido una civilización avanzada en algún lugar, llámese Atlántida o lo que se quiera.
Claro que no se ha encontrado restos de ninguna clase de tecnología avanzada y antigua, si exceptuamos unos cuantos artilugios de los que se ignora su procedencia, pero si esa civilización desapareció por un cataclismo mundial, se supone que todos los posibles vestigios quedaran enterrados para siempre; además sabemos que la corteza de nuestro planeta se encuentra en contínuo cambio, por lo que podrían haber desaparecido esos vestigios en el magma interior o incluso encontrarse en la base de una montaña.
Alguien dijo que todo lo que se pueda imaginar se puede hacer verdad algún día, así que todo es posible.
el 21 de mayo del 2010 a las 11:08
Si, muchas Civilizaciones han sido y, desgraciadamente, de algunas de ellas no podemos tener las pruebas materiales de que pasaron por aqui por haber perdido de una u otra manera lo que hicieron. Sin embargo, la informacion es dificil de ocultar y, sin saber como ni por que, se expande y transmite de unos a otros aun en tiempos en que la comunicacion entre civilizaciones lejanas parecia imposible.
Hemos ido eionando en el saber del mundo y haciendo uso de los descubrimientos de los que nos han precedido, no todos aquellos saberes se perdieron y, gracias a ello, podemos hoy contar con una vasta red de conocimientos en todos los campos del saber.
En este mismo momento la Humanidad esta viviendo una etapa crucial de transformacion mientras la Ciencia esta sufriendo una espectacular transicion. Cada vez hay mas cientificos que perciben que esta tomando forma un nuevo paradigma. Por todas partes vemos fluctuaciones, evolucion, diversificacion. Esto es cierto no solo al nivel de los fenomenos macroscopicos, como en la quimica, sino tambien a nivel microscopico, en la fisica de particulas o en la escala enorme de la cosmologia moderna.
Es po esta razon por la que necesitamos comprender la evolucion de las Civilizaciones que nos precedieron y de la nuestra propia, sobre todo si queremos ser capaces de mantener nuestro lugar en el esquema evolucitoi de las cosas como una especie evolucitva mas. Asi que, el cambio en los hechos presentes tiene que ser comprendido y convencernos del formidable reto que supone para que sepamos aprovecharlo a favor de las generaciones futuras que deberan tener en su poder todos esos logros y conocimientos nuestros y que no se encuentren con espacios vacios que les haga dudar.
¿Tenemos el tiempo suficiente para poder afrontarlo? Espero que si, siempre y cuando que no lo malgastemos. Ahi pudiera estar la clave y el sentido del aumento del interes en los avances y evolucion de nuestro tiempo que, al ser conscientes de ello, puede ser el indicador iluminador que, no solo nos de a nosotros, a nuestra Civilizacion una respuesta, sino que, tambien se la pueda dar a los que vendran detras.
Desde aquellos sumerios, nuestra especie ha andado un largo y duro camino para poder llegar aqui. Sin embargo, todos los comienzos son dolorosos y, por nuestra parte, tendremos que procurar que aquellos esfuerzos sumados a estos puedan facilitar la larga caminata que nos queda a las proximas generaciones.
¿Donde podremos estar dentro de 2.000 años? Con la tecnologia y los descubrimientos que se estan llevando a cabo…cualquier nivel que podamos imaginar podria ser posible y, al decir nivel me refiero a…¡tantas cosas!