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Desde la materia inerte a los pensamientos

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en La Mente - Filosofía    ~    Comentarios Comments (23)

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Una parte de la ciencia estudia la estructura y la evolución del Universo: La cosmología.

La cosmología observacional se ocupa de las propiedades físicas del Universo, como su composición física referida a la química, la velocidad de expansión y su densidad, además de la distribución de Galaxias y cúmulos de galaxias.  La cosmología física intenta comprender estas propiedades aplicando las leyes conocidas de la física y de la astrofísica.  La cosmología teórica construye modelos que dan una descripción matemática de las propiedades observadas del Universo basadas en esta comprensión física.

La cosmología también tiene aspectos filosóficos, o incluso teológicos, en el sentido de que trata de comprender por qué el Universo tiene las propiedades observadas.

La cosmología teórica se basa en la teoría de la relatividad general, la teoría de Einstein de la gravitación.  De todas las fuerzas de la naturaleza, la gravedad es la que tiene efectos más intensos a grandes escalas y domina el comportamiento del Universo en su conjunto.

El espacio-tiempo, la materia contenida en el Universo con la fuerza gravitatoria que genera y, nuestras mentes que tienen conocimientos de que todo esto sucede.

De manera que, nuestro consciente (sentimos, pensamos, queremos obrar con conocimiento de lo que hacemos), es el elemento racional de nuestra personalidad humana que controla y reprime los impulsos del inconsciente, para desarrollar la capacidad de adaptación al mundo exterior.

Al ser conscientes, entendemos y aplicamos nuestra razón natural para clasificar los conocimientos que adquirimos mediante la experiencia y el estudio que aplicamos a la realidad del mundo que nos rodea.

Claro que, no todos podemos percibir la realidad de la misma manera, las posibilidades existentes de que el conocimiento de esa realidad responda  exactamente a lo que ésta es en sí, no parece fácil.

Descartes, Leibniz, Locke, Berkeley, Hume (que influyó decisivamente en Kant), entre otros, construyeron una base que tomó fuerza en Kant, para quien el conocimiento arranca o nace de nuestras experiencias sensoriales, es decir, de los datos que nos suministra nuestros cinco sentidos, pero no todo en él procede de esos datos.  Hay en nosotros dos fuentes o potencias distintas que nos capacitan para conocer, y son la sensibilidad (los sentidos) y el entendimiento (inteligencia).  Esta no puede elaborar ninguna idea sin los sentidos, pero éstos son inútiles sin el entendimiento.

A todo esto, para mí, el conocimiento está inducido por el interés.  La falta y ausencia de interés aleja el conocimiento.  El interés puede ser de distinta índole: científico, social, artístico, filosófico, etc.  (La gama es tan amplia que existen conocimientos de todas las posibles vertientes o direcciones, hasta tal punto es así que, nunca nadie lo podrá saber todo sobre todo). Cada uno de nosotros puede elegir sobre los conocimientos que prefiere adquirir y la elección está adecuada a la conformación individual de la sensibilidad e inteligencia de cada cual. Állí, en alguna parte, está el germen del interés-curiosidad de cada cual.

También se da el caso de personas que prácticamente, por cuestiones genéticas o de otra índole, carecen de cualquier interés por el conocimiento del mundo que les rodea, sus atributos sensoriales y de inteligencia funcionan a tan bajo rendimiento que, sus comportamientos son casi-animales (en el sentido de la falta de racionalidad), son guiados por la costumbre y las necesidades primarias: comer, dormir…

El polo opuesto lo encontramos en múltiples ejemplos de la historia de la ciencia, donde personajes como Newton, Einstein, Riemann, Ramanujan y tantos otros (cada uno en su ámbito del conocimiento), dejaron la muestra al mundo de su genio superior.

Pero toda la realidad está encerrada en una enorme burbuja a la que llamamos Universo y que encierra todos los misterios y secretos que nosotros, seres racionales y conscientes, persiguen.

Todo el mundo sabe lo que es la conciencia; es lo que nos abandona cada noche cuando nos dormimos y reaparece a la mañana siguiente cuando nos despertamos.  Esta engañosa simplicidad me recuerda lo que William James escribió a finales del siglo XIX sobre la atención:”Todo el mundo sabe lo que es la atención; es la toma de posesión por la mente, de una forma clara e intensa, de un hilo de pensamiento de entre varios simultáneamente posibles”.  Más de cien años más tarde somos muchos los que creemos que seguimos sin tener una comprensión de fondo ni de la atención, ni de la conciencia que, desde luego, no creo que se marche cuando dormimos, ella no nos deja nunca.

La falta de comprensión ciertamente no se debe a una falta de atención en los círculos filosóficos o científicos.  Desde que René Descartes se ocupara del problema, pocos han sido los temas que hayan preocupado a los filósofos tan persistentemente como el enigma de la conciencia.

Para Descartes, como para James más de dos siglos después, ser consciente era sinónimo de “pensar”: el hilo de pensamiento de James no era otra cosa que una corriente de pensamiento. El cogito ergo sum, “pienso, luego existo”, que formuló Descartes como fundamento de su filosofía en Meditaciones de prima philosophía, era un reconocimiento explícito del papel central que representaba la conciencia con respecto a la ontología (qué es) y la epistemología (qué conocemos y cómo le conocemos).

Claro que tomado a pie juntillas, “soy consciente, luego existo”, nos conduce a la creencia de que nada existe más allá o fuera de la propia conciencia y, por mi parte, no estoy de acuerdo.   Existen muchísimas cosas y hechos que no están al alcance de mi conciencia.  Unas veces por imposibilidad física y otras por imposibilidad intelectual, lo cierto es que son muchas las cuestiones y las cosas que están ahí y, sin embargo, se escapan a mi limitada conciencia.

Todo el entramado existente alrededor de la conciencia es de una complejidad enorme, de hecho, conocemos mejor el funcionamiento del Universo que el de nuestros propios cerebros.

¿Cómo surge la conciencia como resultado de procesos neuronales particulares y de las interacciones entre el cerebro, el cuerpo y el mundo?

¿Cómo pueden explicar estos procesos neuronales las propiedades esenciales de la experiencia consciente?

Cada uno de los estados conscientes es unitario e indivisible, pero al mismo tiempo cada persona puede elegir entre un número ingente de estados conscientes distintos.

Muchos han sido los que han querido explicar lo que es la conciencia.  En 1.940, el gran neurofisiólogo charles Sherrington lo intento y puso un ejemplo de lo que él pensaba sobre el problema de la conciencia.  Unos pocos años más tarde también lo intentaron otros y, antes, el mismo Bertrand Russell hizo lo propio, y, en todos los casos, con más o menos acierto, el resultado no fue satisfactorio, por una sencilla razón: nadie sabe a ciencia cierta lo que en verdad es la conciencia y cuales son sus verdaderos mecanismos; de hecho, Russell expresó su escepticismo sobre la capacidad de los filósofos para alcanzar una respuesta:

“Suponemos que un proceso físico da comienzo en un objeto visible, viaja hasta el ojo, donde se convierte en otro proceso físico en el nervio óptico y, finalmente, produce algún efecto en el cerebro al mismo tiempo que vemos el objeto donde se inició el proceso; pero este proceso de ver es algo “mental”, de naturaleza totalmente distinta a la de los procesos físicos que lo preceden y acompañan.  Esta concepción es tan extraña que los metafísicos han inventado toda suerte de teorías con el fin de sustituirla con algo menos increíble”.

Está claro que en lo más profundo de ésta consciencia que no conocemos, se encuentran todas las respuestas planteadas o requeridas mediante preguntas que nadie ha contestado.

Al comienzo mencionaba el cosmos y la gravedad junto con la consciencia y, en realidad, con más o menos acierto, de lo que estaba tratando era de hacer ver que todo ello, es la misma cosa.  Universo-Galaxia-Mente.  Nada es independiente en un sentido global, sino que son partes de un todo y están estrechamente relacionados.

Una Galaxia es simplemente una parte pequeña del Universo, nuestro planeta es, una mínima fracción infinitesimal de esa Galaxia, y, nosotros mismos, podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes.  Sin embargo, toda forma parte de lo mismo y, aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras.

Pocas dudas pueden caber a estas alturas del  hecho de que poder estar hablando de estas cuestiones, es un milagro en sí mismo.

Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las conciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad que, podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.

La conciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras.  Como mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.

Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos y, aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que, de momento, los avances son muy limitados.  Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el Universo.

Si eso es así, resultará que después de todo, no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y solo se trata de tiempo. En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas.  Para entonces, sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del Universo que ahora presentimos.

El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso y que, desde este punto de vista, puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.

La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros dominios de la ciencia.  En la Física y en la Química se suele explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes.  Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al menos en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica.  Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo.  Ambos niveles de descripción) el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente.)

En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría.  Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se puede explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca.  No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada.  Lo que realmente queremos hacer es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes.  Intentamos meternos en el interior o, en la atinada ocurrencia del filósofo Tomas Negel, saber qué se siente al ser un murciélago.  Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que nos hace ser como somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales.

En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía.

emilio silvera

 

  1. 1
    Isabel
    el 6 de junio del 2010 a las 0:15

    Carl Sagan decía que “somos la forma que tiene el cosmos de conocerse a sí mismo”, es decir, nosotros somos la conciencia del universo, o en otras palabras, el universo hecho consciente… Muchas gracias por su artículo, que me ha recordado por qué elegí la física como profesión: tal vez era inevitable, estaba en mi naturaleza… Un saludo.

    Responder
    • 1.1
      Emilio Silvera
      el 7 de junio del 2010 a las 10:24

      Estimada amiga, Isabel, eres una privilegiada, ¿que hariamos sin la Fisica? La Fisica lo es todo y esta en todas partes y, desde luego, no podriamos alcanzar a conocer el Universo si no tuviesemos esas nociones profundas de la comprension de la Fisica que, aunque aun nos esconde muchos de sus secretos, poco a poco vamos pudiendo ir desvelando para saber, lo que la Naturaleza es.

      ¡La Fisica! Esa maravilla.

      Un cordial saludo.

      Responder
  2. 2
    abdel majluf
    el 6 de junio del 2010 a las 5:39

    Emilio, se te ocurre, como escribir algo que describa este título ” Nuestro cerebro un pequeño universo” o quizas ” un pequeño universo llamado cerebro”, quizas un buen titulo bastante relacionado con lo que indicas en articulo, pero por favor, me lo podrías desarrollar para poder visualizarlo como yo te lo expongo.

    saludos.

    Responder
  3. 3
    Emilio Silvera
    el 7 de junio del 2010 a las 10:29

    Estimado amigo, espero que todos esos eventos que me anuncias sean un autentico exito cientifico y de publico, ya que, precisamente lo que hace falta es que personas desinteresadas y amantes de las Ciencias la puedan divulgar a gente que, no teniendo facilo acceso a ella, son dejadas al margen de los conocimientos necesarios para saber en que clase de Universo estamos inmersos.

    Un pequeño Universo llamado cerebro” es, es si mismo, algo tan sujestivo que te hace pensar en todas las muchas y compljejas implicaciones que conlleva el desarrallor una idea de ese calibre.

    Me gustaria colaborar contigo en algo de lo que apuntas y, mi limitado sera el que mande en si sera o no posible. De todas las maneras tratare de ver como se soluciona.

    Un abrazo.

    Responder
  4. 4
    abdel majluf
    el 7 de junio del 2010 a las 16:21

    Amigo Emilio; desde ya gracias, como te comentaba, este será un gran evento con todo lo, quizas emulando a los grandes mueseos interactivos que existen en algunos lugares de  Europa, pues son precisamente estos, los que nos muestran a nosotros la diferencia en la entrega de la información
    a la que aca estamos acostumbrados ( aca se acostumbra a pegar con cinta adhesiva unos póster y punto , esos es todo), mi proyecto fue mucho mas ambicioso, y como te explicaba va con todo, con charlas, proyectores de cine, muestra de sonidos, actividades para los pre-escolares, un gran set de imagenes, en distanta performans, y muchas otras novedades, con la participàción  de dos universidades y una parte de museo, entre otros.
    Pero usted amigo a de ser mi profe y gran respeto y mucha admiración a de sentir este alumno suyo por usted, por lo que en mi muestra no puede faltar. te trate de enviar un correo pero nunca salio, a ver si puedes y tienes un video de alguna charla tuya que me envies y por otro lado debo dar una charla de inauguración, y la verdad con tantas reuniones y programaciones, pues el evento se me viene encima antes de fin de mes, que mi cabeza anda un poco en blanco, espero de tus comentarios. saludos.

    Responder
  5. 5
    Guillermo
    el 13 de mayo del 2011 a las 22:12

    Una explicacion para la Consciencia
     

    LA CONSCIENCIA

    Trol, mi perro pastor alemán de 4 años, se alegra cada vez que recibo visita. Reconoce a medio centenar de personas. En su cerebro están almacenadas muchas experiencias de vida relacionadas con quienes me visitan. Su cerebro sabe diferenciar una persona de otra. Cada vez que alguien, conocido por él, me visita, se activan en su cerebro las memorias asociadas con la persona en cuestión, generándose, a partir de la particular experiencia de vida que tenga lugar en ese momento, nuevas asociaciones neuronales a la par de reforzarse asociaciones neuronales pre existentes.
    En su cerebro, cada persona constituye una particular entidad, muy bien diferenciada de las restantes. Por supuesto, la entidad de quien más información almacena es de mi. Lo recibí siendo un cachorro de 2 meses y transita libremente por mi casa a toda hora. La representación mental que tiene Trol de mi persona abarca una extensa experiencia de vida. Cuando llego molesto a casa reconoce en mis gestos y actitud mi estado de ánimo, y actúa conforme a ello. Esto es, su cerebro selecciona, a partir de lo que percibe y en función de su experiencia de vida, lo que pretende ser la mejor representación de la realidad que está viviendo para actuar conforme a ello.
    Del cúmulo de información almacenada en su cerebro relativa a sus experiencias de vida conmigo, ha generado una entidad que representándome in extenso, se comporta de diferentes maneras conforme a las particulares condiciones que se estén dando en el presente que vive Trol.
    Esta capacidad de generar en su cerebro entidades no es un atributo exclusivo de mi perro. Todos los seres vivos dotados de cerebro cuentan con ella, y resulta ser esencial para la supervivencia. La vida opera en el Presente, de ello no hay duda, sin embargo el desafío que enfrenta el Individuo es seguir con vida al instante siguiente en el particular medio en el que se encontrará situado, medio que se caracteriza por ir variando permanentemente. Disponer de una adecuada representación del estado en que eventualmente e encontrará el medio relevante en un instante próximo, sin lugar a dudas constituye para el individuo una poderosa herramienta para la supervivencia, y esta capacidad de proyectar la obtiene el ser vivo con cerebro a partir de su experiencia de vida. Por supuesto no solo experiencias de vida relacionadas con entidades con vida están representadas en el cerebro, y si he hecho referencia al almacenamiento de información en el cerebro de entidades con vida, se debe al rol fundamental que juegan los seres vivos con los que se relaciona un individuo.

    Los humanos, al igual que los restantes seres vivos con cerebro, almacenamos en nuestro cerebro experiencia de vida a partir de la cual proyectamos el estado del medio relevante para el instante siguiente de vida, todo ello, conforme a lo que estamos percibiendo en el Presente que estamos viviendo. Instante a instante nuestro cerebro dispone de un correlato mental del medio relevante en el que estamos situados en el presente que estamos viviendo a partir de la información que capturamos por medio de nuestros sentidos y que adquiere significado conforme a la experiencia de vida.

    Los seres vivos llevan a cabo acciones como si conocieran estados probables en los que se encontrarán algunos segmentos de su medio material relevante en el futuro. En los seres vivos que disponen de cerebro conocemos los mecanismos que permiten proyectar estados probables que adoptará su medio material relevante en determinados futuros momentos.

    En el cerebro se almacena experiencia de vida, en lo que conocemos como “memorias”. El proceso de adquirir memoria consiste básicamente en la modulación de las sinapsis, los contactos entre neuronas, que conducen a asociaciones entre neuronas. La información que contienen las memorias viene definida por relaciones entre ellas. Cuando una neurona es excitada y activada, colabora en la excitación y eventual activación de aquellas con las que se encuentra conectada. Una experiencia que se está viviendo, se incorpora a través de nuevas conexiones a la red preestablecida, o redes, que activa. Lo nuevo evoca a lo antiguo y por asociación y consolidación se convierte en parte del mismo sustrato de memoria. Con dicho mecanismo se relaciona el “antes” con un “después” consiguiéndose así que en una próxima oportunidad, al situarse el Individuo en escenarios similares a otros ya vivenciados, haga uso de su experiencia de vida, para configurar en el presente, potenciales estados futuros del medio. En la década del noventa del siglo diecinueve, Pavlov formuló lo que se conoce como la ley del reflejo condicionado, la que deja en claro la existencia del mecanismo descrito.

    Esto de relacionar un “antes” con un “después” viene siendo como contar con una bola de cristal para leer en ella el futuro. Por supuesto que en muchos aspectos ésta es una herramienta precaria, puesto que su potencia anticipatoria está restringida por una parte a la experiencia de vida del Individuo y por otra a las condiciones que presenta el estado de su medio material relevante en el momento que está viviendo. Lo anterior queda en evidencia cuando prestamos atención al conocido experimento realizado por Pavlov, consistente en hacer sonar una campana justo antes de dar alimento a un perro. Pavlov observó que cuando el perro tenía hambre, comenzaba a salivar con tan solo oír el sonido de una campana. Sin duda que fuera del laboratorio y sin una adecuada experiencia previa, un perro no saliva al oír una campana, sin embargo la reiterada experiencia de vida del perro empleado en el experimento daba lugar a que en su cerebro se asociaran los eventos temporalmente diferenciados, “sonido de campana” con “alimento”, por lo que con posterioridad, al escuchar el sonido de la campana, se activan las memorias relacionadas con el acto de alimentarse, suceso que en ese momento aún no ocurre, esto es, tiene lugar una auténtica “lectura del futuro”.
    En este punto hay que hacer un pequeño pero importante paréntesis. La “experiencia de vida” del Individuo a la que me refiero y referiré en lo sucesivo, considera no solo a lo vivido por el Individuo durante su existencia, sino que incluye un amplio, condensado y conveniente repertorio de información contenida en su genética, que dice relación con experiencias de vida de antecesores y que opera apuntando hacia similar finalidad al que observamos tiene la experiencia de vida que almacena en sus memorias durante su existencia el Individuo. Un polluelo que corre a buscar refugio cuando observa en el suelo la sombra de un predador aéreo, sin que haya vivido previamente experiencias de ese tipo, es una clara manifestación de una muy conveniente información vivencial de sus ancestros, heredada a través de la genética que porta.
    No obstante la mencionada precariedad con que opera el mecanismo descrito en el afán de disponer de una representación mental de aquello que está por suceder, sin duda resulta vital para la supervivencia esta auténtica “proyección del futuro” que realiza la maquinaria cerebral. El trabajo de Pavlov vino a explicar los fundamentos de algo que a través de la observación los seres humanos conocían desde hace siglos. Descorrió un velo y permitió observar algo que previamente había recibido diversas explicaciones.

    Sin embargo, no solo los seres vivos con cerebro disponen de la capacidad para percibir un segmento de su medio relevante y llevar a cabo acciones en concordancia con estados futuros del medio. Una simple semilla de un árbol también realiza una lectura del estado de algunos parámetros de su medio relevante y lleva a cabo convenientes acciones que podemos observar apuntan a su supervivencia. En efecto, nos encontramos por ejemplo con que la semilla de un árbol, al percibir específicas condiciones de humedad, temperatura, etc. lleva a cabo la acción de germinar, lo que permite que cuando los primeros brotes emergen del suelo encuentran condiciones favorables para la supervivencia. De haber germinado unos meses antes, o después, probablemente el brote habría encontrado condiciones hostiles y eventualmente habría sucumbido. No está de más hacer mención que el medio material relevante de un Individuo incluye, en todas las formas de vida, en forma destacada, y por razones obvias, su propio cuerpo. Y no puede ser de otra forma, pues el cuerpo es, ni más ni menos, que el portador de la vida.
    Según se observa, aspectos esenciales nos hermanan a los humanos con una simple semilla de árbol.

    La información que de su medio relevante capturan los seres vivos con cerebro en el momento que están viviendo, la incorporan como agrupaciones asociadas de neuronas activas, en lo que conocemos como memorias, memorias que permanecen activadas un conveniente lapso de tiempo. La información percibida permite que en el cerebro se construya un correlato mental del medio relevante para el instante que el Individuo está viviendo, donde por supuesto no solo está integrado aquello que está siendo percibido en el momento que se vive, sino también está incorporado aquello que habiendo sido percibido un momento atrás y se dejó de percibir, permanece representado en el cerebro como consecuencia de que persisten activadas las memorias asociadas a lo que entonces fuera percibido, como sucede por ejemplo cuando por mirar a la derecha se deja de ver lo que sucede a la izquierda. El “panorama mental” del que dispone un cerebro para representar el medio relevante del Individuo se vería severamente limitado de incorporar sólo aquello que se está percibiendo en el momento que se vive.
    La dinámica del medio material da como resultado que el correlato mental del medio relevante del Individuo vaya siendo permanentemente actualizado conforme a las memorias que se activan en función de lo que se va percibiendo.

    Los mecanismos y estructuras que posibilitan la construcción del correlato mental del medio relevante, -conjunto de memorias activas en definitiva, asociadas a lo que se está percibiendo – que construye el ser vivo dotado de cerebro, además permiten que se lleve a cabo una permanente y conveniente actualización en el tiempo, de aquello que, sin estar siendo percibido, sí lo fue en momentos previos. No es necesario esperar a que las neurociencias cartografíen la diversidad de procesos y estructuras cerebrales que intervienen en este proceso, para reconocer su existencia. Para entender a qué me refiero con esta auténtica “actualización del presente”, veamos un ejemplo. Si un momento atrás un perro me enfrentó, y me encuentro ahora corriendo, pues el perro, que me ladra cada tres o cuatro segundos trata de alcanzarme, es decir, está tras de mi a una decena de metros, sin que lo esté percibiendo en todo instante, entonces en el correlato mental de mi medio relevante estará representado aquello que está sucediendo a mis espaldas en este momento, donde tiene cabida el perro en forma muy destacada. No estoy corriendo por nada, para mi cerebro, en el correlato mental de mi medio relevante un muy real perro está tras de mí, que no desaparece ni queda inmóvil entre ladrido y ladrido. Evidentemente, es elevada la incertidumbre implícita en esta suerte de proyección en el tiempo de un segmento de mi medio relevante que se encuentra tras de mí, que no estoy percibiendo sino muy parcialmente cuando escucho los ladridos. Si se tratara de una fotografía el correlato mental de ese segmento de mi medio material relevante, sin duda es una foto muy poco nítida, con algunas zonas más borrosas que otras. El perro puede estar a un metro tras de mi o a 10. Por cierto, si giro mi cabeza y miro al perro disminuirá notoriamente la mencionada incertidumbre y conseguiré proyectar de mejor forma mis acciones futuras. Esta “actualización del presente” es permanente, es decir, instante a instante va evolucionando la incierta representación mental de este particular segmento relevante de mi medio, en el cual destaca en mi cerebro la interacción de mi cuerpo con el Individuo perro. Cada ladrido que escuche permitirá que tenga lugar un reposicionamiento del “Individuo perro” en mi correlato mental del medio relevante. Por supuesto que la representación mental descrita no es una suerte de fotografía borrosa localizada en una zona específica del cerebro; centros neuronales, funcional y espacialmente diferenciados, participan activamente a través de la química del cerebro para sostener y actualizar esta particular y conveniente representación del medio, que resulta ser difusa e incierta en muchos aspectos.

    Lo percibido rescata información de la experiencia de vida del Individuo, a través de la activación de las memorias asociadas con aquello que se percibe, información que a su vez incluye la carga emocional asociada a la experiencia de vida. El nivel de carga emocional condiciona, hasta donde sabemos, el nivel de activación de las memorias involucradas. Las neurociencias aun no terminan de mostrarnos la diversidad de información contenida en una experiencia de vida que se encuentra almacenada en el cerebro, latente, disponible al momento en que son activadas las memorias que hacen referencia a ella. De allí que el término “carga emocional” que empleo debe entenderse que excede a aquello que logramos distinguir conscientemente cuando somos capaces de darnos cuenta de que sentimos una emoción.

    Cuando percibimos por ejemplo una pelota, ésta adquiere un “significado” que está condicionado por múltiples experiencias de vida previa en las que han intervenido una pelota. Cada experiencia de vida previa –esa suerte de fotografía que representa el estado del medio relevante en el instante que se está viviendo- ha estado asociada a una específica carga emocional. La carga emocional asociada al “ahora” que estamos viviendo, cuando observamos la pelota, dice relación con el conjunto de las particulares condiciones que en este instante se están percibiendo del medio, las que por su parte darán lugar a la activación, en grado variable, de las diversas experiencias de vida en las que ha intervenido el “elemento pelota”. Las condiciones del medio relevante pueden dar lugar a activar fuertemente una muy antigua experiencia de vida que estuvo asociada a un evento traumático que entonces tuvo lugar, en el que jugó un rol sustantivo una pelota, pudiendo adquirir mayor relevancia dicho significado que el que le fuera asignado en otras experiencias de vida. Es importante hacer mención a que no existe, como experiencia de vida, una pelota que esté ajena a otros componentes. Una pelota que se observa, siempre es un componente más, que se integra al correlato mental del medio relevante del Individuo.

    Los mecanismos que operan en lo que llamara la “actualización del presente” permiten que se mantenga incorporada en el correlato mental de mi medio relevante la silla que se ubica un par de metros tras de mi, en mi oficina, en el mismo sitio, algunos minutos después de que la he percibido por medio de la vista, adquiriendo relevancia mi interacción con ella cuando por ejemplo deba retroceder un par de pasos sin volver hacia atrás la cabeza. Al llevar a cabo esta acción, adquiere mayor relevancia la silla, al potenciarse la activación del conjunto de memorias activas que configuran en el cerebro la representación mental del segmento de mi medio material relevante situado a mis espaldas. Previo a esta potenciación, la representación mental del segmento del medio en el que está situada la silla, incluía a dicho elemento, sin embargo su participación jugaba un rol mas bien secundario en la proyección de mis acciones. Es decir, el grado de activación de las memorias que participan en el correlato mental del medio relevante, en lo que se refiere a aquello que no está siendo percibido pero que forma parte de la “actualización del presente” por haber sido previamente activadas dichas memorias a través de la percepción, posee una dinámica que dice relación con el rol que le asigne el cerebro en la “proyección del futuro” a los específicos segmentos del medio relevante que intervienen en dicha proyección del futuro. Si una persona se encuentra en una habitación leyendo un libro y su mujer hace lo propio en silencio a unos metros de distancia, fuera de su campo visual, no le llamará la atención si su mujer le habla. Sin embargo, si se sabe solo en dicha habitación, leyendo desde hace un par de horas, y de pronto escucha que su mujer le habla como si estuviera a unos metros de distancia, se sobresaltará. El “panorama” que registra su actualización del presente no la incluía en el lugar desde donde provino el sonido de su voz, y su sobresalto constituirá un llamado de atención al mecanismo de proyección que opera en la actualización del presente, el que ha evidenciado una falla. Indudablemente no puede haber surgido de la nada su mujer, ello no es permitido en el mundo material.

    Es evidente que es limitada la capacidad de percepción, limitación que es enfrentada por los seres vivos con cerebro por medio de un mecanismo conocido como la Atención, el que posibilita seleccionar específicos segmentos del medio de los cuales obtener un más acabado grado de información a través de la percepción. Fijar la atención en un particular segmento del medio implica prestar menos atención a otros segmentos. Obtener mejor información de lo que está sucediendo a una docena de metros de distancia puede ser valorado como más relevante que disponer de un más acabado detalle de lo que sucede a un metro de distancia. El cerebro, operando instante a instante, dispone hacia que/donde orientar la atención.
    La capacidad del cerebro para almacenar y procesar información sin duda alguna es sorprendente. Una persona al saludar en la mañana a un amigo al cual no veía desde hace meses se percata con facilidad que se cortó el bigote que lucía hasta la última vez que lo vio. La representación mental que del rostro de su amigo tiene hasta antes de saludarlo, almacenada en su cerebro como memorias, es la de cómo lucía hace unos meses, y al percibirlo hoy, algo no calza con dicho patrón de representación, lo que llama su atención.

    El cerebro está creado por los genes. El mismo hecho de ser una herramienta diseñada para ser modificada por la experiencia está escrito en los genes. El significado que se le otorga a la experiencia de vida se adquiere y almacena en el cerebro conforme a procesos y estructuras cerebrales dispuestos en un programa genético. No obstante la dependencia descrita, la experiencia de vida establece nuevas condicionantes para el accionar de los seres vivos con cerebro, que sin estar presentes en la genética, respetan sus patrones.

    Es el momento para hacer mención a una característica muy poco estudiada, o simplemente no estudiada, que juega un rol relevante para explicar la consciencia, y que denomino el “cómo me ven”.
    La capacidad que cada forma de vida tiene para alterar el estado de su medio relevante y eventualmente afectar al medio relevante de otros Individuos, genera una interacción entre seres vivos que le otorga una particular dinámica al medio relevante del Individuo, lo que implica que se establecen lazos de dependencia entre diversas formas de vida. El éxito reproductivo de una especie vegetal puede depender de las herramientas con que cuente para atraer a un insecto que cumpla la función de polinizarla. Formas, colores, dimensiones, olores, expresiones corporales, sonidos, patrones reproductivos y alimenticios, etc., han ido evolucionando condicionados por la interacción entre Individuos. Notables son por ejemplo los patrones de color, forma y comportamiento que emplean insectos, aves, reptiles, etc., que les posibilitan un conveniente “pasar desapercibido” o ser percibidos y valorados de una forma en particular por otras especies o por Individuos de la misma especie. Hay infinidad de ejemplos, observables en las más diversas formas de vida, a través de los cuales queda en evidencia la importancia de lo que definiera con el término “cómo me ven”. Por supuesto no se trata de que una planta se pregunte “como me ven”, referido esto a los insectos que posibilitan su polinización. La simple observación permite reconocer la existencia en los seres vivos de un mecanismo que opera dando como resultado el “cómo me ven”.
    Entre Individuos de la misma especie el “como me ven” puede llegar a adquirir una especial connotación, toda vez que asociados a gestos, posturas, sonidos, etc., se generan lecturas cuyo significado guarda un elevado y conveniente grado de coherencia con el mensaje que en apariencia se busca transmitir, constituyendo un muy práctico, y en ocasiones extenso lenguaje. Tras el gruñir mostrando los colmillos de un lobo que enfrenta a otro, se evidencia un “no te atrevas, asústate”. En la danza que acompaña al cortejo de una colorida ave macho está el mensaje “elígeme, mi genética es la mejor”. En estos casos, para que la acción resulte efectiva, evidentemente se precisa no sólo que el actor influya sobre el receptor, sino que lo haga con determinadas consecuencias. Reconociendo la utilidad que tiene el “como me ven” para muy variadas formas de vida, desconocemos los fundamentos que los originan. Es todo caso, es un tema interesante de investigar. ¿Acaso el pulpo que al ir desplazándose sobre el fondo rocoso del mar e ir alterando la pigmentación de su piel conforme a los colores y matices del fondo rocoso, “se observa” desde unos metros de distancia para lograr tal hazaña? Sean cuales fueran los mecanismos que operan, es evidente que tras un acto de esta naturaleza hay un manifiesto “ponerse en el lugar de” un eventual observador. Si consideramos que existen infinidad de este tipo de ejemplo en el que están involucradas formas de vida que no posen cerebro, vegetales incluidos, el estudio de este tema promete ser fascinante.

    Sin duda que el “ponerse en el lugar de” adquiere sentido al estar asociado a un “cómo me ven”. Una de las características que los estudiosos del ser humano reconocen como propia sólo de los humanos, es precisamente la capacidad de “ponerse en el lugar de” que poseemos. Evidentemente luego de lo descrito, queda de manifiesto que ésta es una característica que nos diferencia por el grado en que se manifiesta en los humanos y no porque no la encontremos en otros seres vivos. Los humanos hemos tropezado reiteradamente con la misma piedra al querer conocer nuestra particular naturaleza, al ignorar el pasado que nos hermana a todos los seres vivos. Lo que sabemos hasta el momento acerca de lo que hay tras el “cómo me ven” tiene mucho de acto de prestidigitación; admiramos el magistral resultado ignorando el paso a paso que lo explica. No dudo que tendrá una explicación sencilla una vez que conozcamos el particular mecanismo que lo sustenta. Por lo pronto, es suficiente con que reconozcamos la utilidad que para la supervivencia del individuo tiene.

    Las acciones que llevan a cabo los seres vivos con cerebro surgen de procesos que un instante atrás realizó el cerebro a partir de un universo de alternativas de acción factibles de llevar a cabo en un tiempo futuro, en lo que definí como “proyección del futuro” y que en sus aspectos más esenciales opera conforme a lo que vimos cuando hice mención a Pavlov. Vimos que estas expectativas asociadas a una acción no surgen de la nada. La experiencia de vida almacenada en las memorias que están activadas por estar asociadas, directa o indirectamente, con aquellas memorias que se han visto activadas conforme a lo que se percibe del medio relevante, constituye el sustrato del cual obtiene su alimento la proyección del futuro. A mayor activación de una memoria, mayor activación inducirá en las memorias con las que está asociada, y así sucesivamente, en un proceso en cascada. Evidentemente que el éxito de la supervivencia se sustenta en una adecuada capacidad para representar estados futuros del medio, jugando un fundamental rol el correlato mental del medio relevante del Individuo, como agente inductor de eventuales estados futuros del medio relevante.

    Una cosa es el pasado, que está almacenado en el cerebro del Individuo como experiencia de vida, otra es la proyección del futuro que previamente hemos descrito, y otra es lo que en definitiva va a suceder en un instante más en el medio relevante del Individuo.

    A diferencia de los restantes seres vivos con cerebro, los humanos tenemos la capacidad de aprender un extenso y muy particular lenguaje, que nos caracteriza. Y es gracias a este lenguaje que hemos accedido a disponer, de entre una infinidad de entidades almacenadas en nuestro cerebro, una muy particular entidad, el Ser Consciente.

    Los monos verdes de África Oriental habitan en grupos de 10 a 30 Individuos y emiten fuertes gritos de alarma si avistan a un predador. Conforme al tipo de predador, es la llamada sonora que emiten, distinguiéndose tres en particular: para leopardos, para águilas y para serpientes. La alarma que avisa del vuelo del águila, les induce a mirar hacia arriba o a correr hacia los matorrales. Para un mono verde cuya atención esta dirigida a tomar el fruto de un arbusto, en el momento en que escucha el alerta por águila se altera el correlato mental de un segmento de su medio material relevante, segmento en el que está incorporado el entorno aéreo situado tras de sí, esto es, aquel que está fuera de su campo visual. Y se ve alterado pues en su cerebro las memorias que activa ese específico sonido de alerta están asociadas con las memorias que representan experiencias de vida que dicen relación con un águila en el aire. El significado asociado al evento “águila en el aire” consigue inducir un tipo de conducta que sigue una línea muy definida. El predador, que no ha sido sino indirectamente percibido, (fue “percibido” a través del lenguaje) puede estar a diez o a una treintena de metros de su cabeza, dirigiéndose directamente hacia él, o hacia otro de sus congéneres. El significado del llamado de alerta por águila está asociado a un estado emocional que dice relación con peligro, desencadenándose una reacción de estrés en el mono verde que lo escucha. Para él no hay lugar a equivocaciones en cuanto a asignarle un significado distinto a un llamado de alerta del tipo “águila en el aire”. La “calidad” de la representación mental del evento “águila en el aire” de que dispone en su correlato mental del medio relevante el mono que escucha la señar de alerta, evidentemente corresponde a una muy difusa representación de lo que pudiéramos denominar la “fotografía mental” que representa ese segmento de su medio material relevante, zona que de pronto adquirió una importancia vital, razón por la cual se focalizan los recursos perceptivos, dirigiéndolos hacia ese sector, a la vez que adquieren un mayor nivel de activación las memorias que representan el entorno aéreo que no está siendo observado.
    No obstante la difusa representación de que dispone el mono verde en su cerebro del evento “águila en el aire” hasta antes de levantar la cabeza y ver al predador, el aporte a sus expectativas de supervivencia, que obtiene gracias a la señal de alerta escuchada, es evidente, y en tal sentido el uso del lenguaje reporta una elevada utilidad, por supuesto en la medida en que se cumpla un requisito básico del lenguaje que opera entre estos monos, cual es el que el emisor consiga inducir en el receptor del lenguaje un adecuado significado. El mono que dio la voz de alerta “le transfirió” a sus congéneres lo que para él constituye un segmento de su medio material relevante con significado, en el que destaca, como actor principal, un águila. Incompleta e inexacta transferencia de lo que sus ojos veían, incierta, pero potencialmente efectiva para los restantes miembros de su grupo, los que consiguen generar con el llamado de alerta un correlato mental de su medio material relevante acorde con el significado del suceso “águila en el aire”. Lo descrito deja en evidencia la forma como opera el lenguaje, en sus aspectos más generales, en cuanto a transferir información del medio relevante, desde un emisor a un receptor de lenguaje.

    Los chimpancés, cercanos parientes nuestros con quienes compartimos alrededor de un 98 por ciento de la genética que nos caracteriza, disponen de algo más de dos docenas de fonemas en su lenguaje verbal. Cada uno de estos fonemas tiene un determinado significado. Los humanos, con similar número de fonemas construimos infinidad de palabras, y en ello radicaría el mayor distintivo del lenguaje humano, y en definitiva, su potencia.
    Disponer de tan amplio lenguaje nos permite eventualmente darle un nombre a cada elemento del medio, como por ejemplo hacemos con “piedra”, “mesa”, “perro”, etc. y atribuirle específicas características por medio del empleo del verbo y del adjetivo. Como consecuencia de ello, se altera radicalmente el campo de aplicación del lenguaje, como veremos a continuación.

    Para el humano adulto, una palabra como “mesa”, está asociada en su cerebro a experiencias de vida de muy variado tipo, experiencias de vida que han estado asociadas a su vez con una gran diversidad de estados emocionales como consecuencia del particular significado que adquirió la mesa, ya sea como resultado del uso de la palabra “mesa” al momento de ser empleada, o el “elemento mesa” que se encontraba presente en el medio material. Así por ejemplo, el significado que adquiere en el cerebro la frase “mesa de operaciones”, es radicalmente distinto al que adquiere en la frase “mesa del banquete”. La particular especificidad del lenguaje humano (en definitiva la especificidad surge como consecuencia del variado tipo de experiencias de vida en las que ha participado la palabra o el objeto “mesa” y que pueden verse activadas al momento en que se emplea la palabra) le otorga un grado de “neutralidad” a la palabra que no se aprecia exista en ningún otro tipo de lenguaje animal. Para los monos verdes, un muy claro significado está asociado a la palabra que denota al evento “águila en el aire”. Lo anterior no es menor, pues con la mencionada “neutralidad” del lenguaje humano, la palabra puede dejar de hacer referencia a un tipo de experiencia de vida o evento específico, como sucede con la llamada de alerta de los monos verdes, lo que posibilita que adquiera su significado conforme a las particulares condiciones imperantes en el correlato mental del medio relevante de la persona que escucha la palabra, en el instante que es empleada la palabra. En el mono verde, la palabra empleada potencia el grado de activación de las memorias que están siendo utilizadas para representar, en el correlato mental del medio relevante, un vasto segmento del medio material relevante del mono, segmento que adquiere un particular significado –íntimamente asociado con “¡peligro¡” – en tanto que en el ser humano la palabra, por su especificidad y neutralidad, puede llegar a representar un ínfimo segmento de su medio relevante, el que puede adquirir a su vez un amplio potencial de significados, conforme a las particulares condiciones que estén presentes en el correlato mental del medio relevante en el momento en que la palabra se integra a dicho correlato mental. Así por ejemplo, al leer la palabra “coyote”, de seguro que en el cerebro del lector no se integra un coyote a un sector específico de su correlato mental de su medio MATERIAL relevante. Por cierto, estoy asumiendo que en estos momentos en el entorno material relevante del lector no hay un coyote.

    Al romperse el vínculo “una palabra – un significado”, se torna posible, a través del extenso lenguaje humano, generar inéditos escenarios mentales en el correlato mental del medio relevante en el presente que se vive, como veremos luego.

    Las palabras que empleamos los humanos, al igual que en los restantes seres vivos que hacen uso de ellas, adquieren su significado conforme a las particulares condiciones imperantes en el correlato mental del medio relevante de quien las escucha, al momento en que son dichas. Para los restantes animales la palabra solo sabe aludir al “aquí y ahora” de su medio material. Más adelante veremos que los humanos, y sólo los humanos, podemos integrar en el correlato mental del medio relevante entidades y sucesos que claramente están fuera del presente, pudiendo “localizarse” ya sea en un pasado o en un eventual futuro, y explicaré cómo es posible aquello.
    Para conseguir un efecto equivalente al que logra el mono verde con el empleo de tan solo una palabra, los humanos precisamos un grupo de ellas, por la neutralidad del lenguaje humano. Tal vez un “cuidado viene un perro” logre similar efecto, pero evidentemente el tiempo que tardamos en decir las cuatro palabras “cuidado viene un perro” juega en contra de la velocidad de respuesta que tal vez necesitemos para poder eludirlo y sin duda es superior al tiempo que tarda un mono verde en advertir a sus congéneres del peligro que les acecha. Sin embargo, lo que por una parte constituye una evidente limitación, por otra resulta ser una ventaja. En efecto, la neutralidad del lenguaje humano posibilita emplearlo para describir detalladamente lo que se desee y otorgarle, a voluntad, significado a lo descrito.
    Si el lenguaje humano hace la diferencia entre nosotros y las restantes criaturas con vida, es la “neutralidad” del lenguaje humano la que impulsa el cincel que permite darle forma a aquello que conocemos como experiencia consciente, según veremos más adelante.

    Estoy en la cima de un cerro y a mis pies hay un lago. Faltan escasos minutos para la puesta de sol y estoy caminando para ubicarme en un conveniente lugar para contemplarla con el fin de realizar un experimento. Llego allí en el momento preciso en el que el sol comienza a ocultarse, y el panorama que se ofrece a mis ojos es realmente hermoso. Tomo asiento en una roca y luego de diez segundos de observación, cierro los ojos y me propongo describir lo que he visto durante esos segundos. Activo la grabadora que porto y voy haciendo memoria de lo que observé, y lo describo, comenzando la grabación con la frase “El día llega a su fin”. Luego de cinco minutos, pongo fin a la grabación. Días después le entrego la grabación a un amigo para que la escuche, amigo que nunca ha estado en el lugar en el que me hallaba cuando realicé la grabación. En cinco minutos intenté “traducir” por medio de palabras lo vivido en diez segundos. Los distintos tonos de los distintos colores, que describo en la grabación, evidentemente son un pálido reflejo de lo observado. Los cerros circundantes al hermoso lago que estaba frente a mi vista, su forma, el viento que soplaba, su intensidad, etc., etc., todo lo que pueda describir durante los cinco minutos, no representa sino un trazo muy delineado, muy específico, muy detallado en algunos aspectos, pero ciertamente incompleto y radicalmente sesgado en relación a lo observado. Infinidad de información que capturé a través de mis sentidos no fue incorporada a la grabación. Si dispusiera de una prodigiosa “mente fotográfica” –hay quienes la poseen- me habría faltado tiempo para describir lo que percibí durante escasos diez segundos. Con el lenguaje empleado, conseguí destacar algunos aspectos de lo observado, pero definitivamente la descripción que realicé constituye una fotografía plagada de “puntos ciegos”, de huecos sin información alguna, información que sí estaba presente en mis memorias durante ese lapso de cinco minutos que estuve grabando. No pretendo dar a entender con ello que la información contenida en mis memorias abarcaba la totalidad del campo visual observado, con total detalle, sino que, la descripción verbal contiene “puntos ciegos” en zonas que en mi representación mental del medio relevante presentaban segmentos “borrosos”, no destacados por no haber prestado atención suficiente a dichas zonas.
    Apreciamos otra diferencia significativa entre lo observado y lo descrito cuando caemos en cuenta que las palabras empleadas en la descripción de la puesta de sol consiguieron resaltar solo muy particulares segmentos de la representación mental del medio relevante. Cada frase empleada constituía un pequeño “trozo de fotografía”, que se agregaba al collage que había ido formando previamente en la mente, a través de lo que había descrito. Como contrapartida, al momento mismo de comenzar la observación de la puesta de sol, mis ojos veían un panorama que, teniendo zonas borrosas, contenía la totalidad de lo que abarcaba mi campo visual, esto es, no faltaban trozos. Hay que destacar que para mi amigo, que escucha en su habitación las primeras palabras de la grabación, “el día llega a su fin”, no se alteran, como consecuencia de lo escuchado, las condiciones en que se encuentra su habitación. Es decir, la narración expande el correlato mental del medio relevante del Individuo. A su vez, inicialmente mi amigo no sabe que mi relato se refiere a una puesta de sol, por lo que la “fotografía” que representa en su cerebro la frase escuchada no contiene más información que la descrita. Lo que sigue luego de la primera frase, no lo conoce quien escucha la grabación, y bien puede tratarse de un relato que haga referencia a lo que un astronauta observa desde su nave espacial, o a una larga poesía que describe metafóricamente el término de la existencia de una persona, o bien el relato puede continuar describiendo el termino de una jornada laboral, etc, etc. El lenguaje da lugar a que infinidad de potenciales trozos se pueden ir agregando a una fotografía muy bien delineada en lo particular, pero ajena del todo a lo que yo pude observar en tan solo segundos. En los diez segundos observo un panorama general de mi medio relevante, con significado.
    Según se observa, no se trata de que una imagen valga más o menos que mil palabras. Cada una, (la imagen y las palabras) son insustituibles en lo suyo.

    Los niños muestran un elevado interés por aprender palabras y un extraordinario ritmo de aprendizaje. Entre los dos y cuatro años aprenden del orden de una palabra por cada hora que están despiertos, pudiendo llegar a dominar varios miles a los cuatro años.

    En lo que al lenguaje se refiere, inicialmente, el niño es como una hoja en blanco. No interpreta los sonidos; sólo los escucha, retiene, y los relaciona con los restantes componentes que se encuentran presentes en la representación mental de su medio relevante en el presente que está viviendo. Los diversos escenarios que comparten en común sus experiencias de vida en las cuales hayan estado activadas simultáneamente las memorias asociadas al sonido de la palabra “pelota” con el objeto redondo que sus ojos estaban mirando en ese momento, seguramente como consecuencia de que su madre u otra persona le indujeron a dirigir su atención hacia ella, le permiten paulatinamente fortalecer la asociación de la palabra con el objeto, discriminando posteriormente, luego de varias experiencias de vida del tipo descrito, entre la multiplicidad de otros elementos que pudieran estar presentes al momento en que escucha la palabra “pelota”, al “elemento pelota”. En muchas de esas experiencias de vida su atención ha estado dirigida tanto hacia ese elemento en particular como a la palabra pelota que pronunció su madre, por lo que ambas destacan en su correlato mental del medio relevante, esto es, se encuentran debidamente activadas y por ende, asociadas dichas memorias. Múltiples experiencias de vida del menor han ido potenciado esta asociación. A mi perro también le he enseñado varias palabras, entre ellas, la palabra pelota. Con él acostumbro a jugar a diario. Sabe donde guardo la pelota, y basta con que mencione la palabra para que corra hacia dicho lugar y evidencie gran alegría.
    Cuando el niño ya asocia adecuadamente una palabra con el respectivo objeto y escucha por ejemplo a su madre decir la palabra “pelota” en ausencia del objeto, el “elemento pelota” se incorpora en su correlato mental del medio relevante cual si estuviera materialmente. Es decir, lo que para el niño es una muy real pelota se integra a su correlato mental del medio relevante cuando escucha la palabra, aunque no perciba por otros medios al mencionado elemento. Esto último por supuesto no tiene nada de especial, pues responde a un proceso cerebral similar al que tiene lugar en el cerebro de los monos verdes cuando escuchan una señal de alerta. Lo especial está en que las palabras que escucha el mono verde siempre hacen mención a algo o a algún evento que, para quien emite la palabra, forma parte de su correlato mental del medio MATERIAL, en tanto que, en el caso del niño, las palabras que emplea su madre pueden hacer referencia a objetos no presentes, o sucesos de ayer o de un mañana o incluso, pueden “localizarse” indeterminados en el tiempo.

    A diferencia de los monos verdes, los niños viven inmersos en el mundo del lenguaje. Estudios indican que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000 en similar período de tiempo. A su vez, muchas de las palabras que escucha no tienen un efectivo correlato en el mundo material en el momento que está viviendo, palabras que involucran objetos, eventos y entidades, como personas, animales, etc. Es decir, el correlato mental del medio relevante de un niño puede llegar a estar plagado con los significados que su cerebro le asigna a elementos o eventos que se han incorporado a dicha representación como consecuencia de las palabras que escucha, sin que necesariamente esté presente en el medio material relevante el elemento o evento asociado a la palabra.
    Cuando el niño escucha la palabra “pelota” sin que la pelota esté presente, permanecerá el “elemento pelota” integrado en su correlato mental del medio relevante como una actualización del presente. Extenso y difuso panorama mental el del niño si lo comparamos con el de un mono verde. Por una parte, percibe y habita un mundo material, y por otra, su actualización del presente puede llegar a contener un sinnúmero de información que no tiene cabida en el medio material en el que se encuentra situado, proveniente del lenguaje escuchado o empleado. Mi perro conoce el significado de media docena de palabras que denotan objetos o eventos, y para él, cada palabra está asociada a muy particulares experiencias de vida. Las palabras “comida, pelota, correa, auto” están asociadas en su cerebro a específicos tipos de experiencias de vida, y no necesito, al momento de nombrarlas, que estén presentes en el medio material para que en el cerebro del perro surja, como proyección de futuro, la acción de comer cuando le menciono la palabra “comida”. Apenas termino de pronunciar la palabra “comida”, mi perro corre hacia el patio de la casa, lugar donde acostumbro alimentarlo. Hay que destacar que no porque yo no acuda de inmediato a alimentarlo desaparece de un momento a otro de su cerebro la proyección del futuro en la que destaca la acción de comer.

    Hemos visto varias diferencias significativas entre el lenguaje humano y los restantes lenguajes. Por una parte la neutralidad de la palabra, por otra la amplitud del vocabulario que empleamos, y adicionalmente a ello, el significativo grado en el que participa el lenguaje en la configuración de la representación mental de nuestro medio relevante, medio relevante que ya no necesariamente representa sólo al medio MATERIAL relevante en el que se encuentra ubicado el Individuo.
    Al ir siendo aprendidas las palabras van adquiriendo cada vez un más amplio repertorio de potenciales significados, al ir asociándose una misma palabra a diversas experiencias de vida, cada una de las cuales posee sus particulares características.

    Hice mención a que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000, y ahora es momento oportuno para destacar una importante consecuencia que acarrea dicha asimetría. Escuchar 13.000 palabras y emplear solo 400, implica que en esta etapa de la vida, para el niño tiene lugar un auténtico “dejarse conducir” a través de los escenarios generados por el lenguaje que escucha. Su correlato mental del medio relevante se ve plagado con la información que otorgan las palabras que escucha, y si bien muchas de estas hacen referencia al “aquí y ahora” que está viviendo el niño, una no despreciable cantidad de ellas aluden a eventos, objetos o entidades que no forman parte del correlato mental de su medio MATERIAL relevante. No obstante lo anterior inicialmente el niño no discrimina, y toda la acción del lenguaje que escucha la asocia con sucesos que asume están teniendo lugar en el mundo material.
    La proporción entre las palabras que escucha un niño y las que emplea a diario, dejan en evidencia el grado en que participa la acción de terceros en la construcción de su correlato mental del medio relevante en ese período de su vida.

    Cuando, conociendo el significado de las palabras que se emplean, el niño escucha un relato del tipo “caperucita roja se despertó, se vistió y le preparó el desayuno a su abuelita y luego se puso su caperucita roja y caminó hacia el bosque hasta que de pronto se encontró con un lobo”, para el niño, todo va sucediendo a la velocidad con que el relato describe los hechos. El relato adquiere sentido por la capacidad que tiene el cerebro para llevar a cabo una adecuada “actualización del presente” que involucra una dinámica cerebral que sin duda resulta ser descomunal. La dinámica del correlato mental de su medio relevante da cabida para que en los 20 segundos que le toma a su madre el relato, caperucita roja haya llevado a cabo una cantidad de acciones que sabemos no tienen cabida en el mundo de la materia, el que está sujeto a particulares leyes que lo gobiernan. El cerebro del niño precisa llevar a cabo una compleja actualización del presente, que le permite por ejemplo que cuando escucha “caperucita roja caminó por el bosque” se integre, a partir de ese momento en su correlato mental del medio relevante una “caperucita roja que va caminando por el bosque”, hasta el momento en que su madre dice “y llegó a la casa de su abuelita y abrió la puerta”, momento en el cual deja de formar parte de su correlato mental del medio relevante la “caperucita roja que camina por el bosque”, a la par de integrarse a su correlato mental del medio relevante la acción que en ese momento describe el cuento. No necesitamos conocer al detalle la operatoria de los procesos cerebrales que intervienen durante el relato para reconocer su existencia.
    Tanto los conceptos “actualización del presente” y “proyección del futuro” como “correlato mental del medio relevante”, que constituyen el fundamento que da lugar a que el cuento de caperucita roja tenga sentido para el niño, involucran procesos y estados cerebrales que evidentemente existen, y por supuesto existen no solo en la acción del lenguaje A su vez este tipo de procesos no solo suceden en el cerebro de los seres humanos. Solo que, según hemos visto, y veremos, estos mecanismos adquieren, en el uso del lenguaje humano, una particular relevancia.
    Volvamos al relato anterior. Independientemente de que el niño cuenta con suficiente experiencia de vida para como conocer que levantarse y vestirse lleva varios minutos, en su correlato mental del medio relevante tiene cabida esta auténtica atemporalidad e inmaterialidad que caracteriza al relato escuchado. Para el niño, todo está sucediendo a la par del ritmo que le impone el relator al cuento, en un muy particular segmento de su representación mental del medio relevante, segmento al que no consigue acceder con el resto de sus sentidos. Por más que se esfuerce por ver a caperucita roja, ella no forma parte de su medio MATERERIAL relevante.

    El menor, a quien llamaremos Pablito, gracias a su experiencia de vida en la que ha estado involucrado el lenguaje que escucha, se habitúa a habitar en medios que poseen una elevada proporción de entidades y sucesos inmateriales y atemporales (inmateriales y atemporales dado que no están físicamente en el presente que está viviendo, y están situados en un entorno que posee una maleabilidad del tiempo, como vimos en el ejemplo del cuento “caperucita roja”, que no tiene cabida en el mundo material en el que transcurre su vida) pero que su cerebro interpreta como muy reales, formando parte del presente que está viviendo. El niño experimenta un muy real miedo cuando interviene el lobo. Para él, está allí, muy presente, aunque no consiga, por más esfuerzos que realice, percibirlo a través de la vista. Al escuchar el relato, “desplaza” convenientemente a las diferentes entidades que participan en él, a través de los diversos escenarios que va configurando el relato, en los que sin duda constituyen auténticos mundos inmateriales y atemporales, y que por supuesto están cargados de significados y que se van gestado gracias a la acción del lenguaje de terceros. Su madre sabe que el cuento transcurre en un mundo imaginario en tanto que para el menor, “todo está ahí”, formando parte de su presente, en una zona de su entorno material a la que no le es dado acceder por medio de sus sentidos.

    La experiencia de vida que va adquiriendo el niño con la acción del lenguaje va ampliando los escenarios a través de los cuales cada vez le es más común desplazar entidades y vivir las más variadas emociones.
    El niño le asigna a caperucita roja las características con que su madre la ha definido, esto es, en el cerebro del niño tiene cabida, en el presente que está viviendo, una entidad como caperucita roja, la que es buena, se preocupa de su abuelita, etc. La entidad “lobo” o “abuelita” se construyen con similar proceso, al igual que el sinfín de entidades que a esa edad han transitado por su corta biografía infantil. Las características físicas de sus hermanos o de sus padres, junto a variados aspectos de la personalidad de ellos, forman parte del amplio conjunto de memorias que activadas convenientemente conforman la representación mental que les caracterizan como entidades, para cada momento en que intervienen en su representación mental del medio relevante. La reiterada participación de algunas personas en su vida cotidiana le permitirán ir estructurando un cada vez mas amplio y complejo escenario de representación mental para ellas. Así, su madre es mucho mas que un cuerpo material. Múltiples experiencias de vida del niño en las que ella ha intervenido, han ido estructurando a la “entidad” mamá y conforme a las particulares condiciones que tengan lugar en el momento que está viviendo, adquirirá en el correlato mental del medio relevante del Individuo un específico significado su madre.
    La entidad que el cerebro del niño relaciona con la palabra “papá” esta asociada a su experiencia de vida con su padre, y cada vez que escuche la palabra papá o lo observe, se activarán memorias que apuntan a generar la mejor representación posible de la entidad papá para las puntuales circunstancias que está viviendo en ese momento. Así por ejemplo, si su padre ingresa a la habitación en la que el menor se encuentra con una sonrisa de oreja a oreja, rescatará –activará memorias, en definitiva- experiencias de vida asociadas a un padre sonriente, que pueden ser, en muchos aspectos radicalmente distintas a las experiencias de vida asociadas a un rostro del padre que exprese enojo. No distinguir el estado de ánimo de sus padres implica no proyectar adecuadamente el futuro. El desafío de todo ser vivo consiste en sortear adecuadamente el presente que está viviendo, por lo que no debe llamarnos la atención que las acciones que desencadena en el niño observar a una madre sonriente y feliz que acude a su llamado sean distintas a las que tendrán lugar si el rostro o la acción de su madre están asociadas con enojo o tristeza. Y para sortear adecuadamente el presente, es necesario que las acciones que se realizan (las que un instante atrás formaban parte de las expectativas del menor) se sustenten en una adecuara representación de la realidad.

    Entre las variadas entidades que pueden estar participando en el correlato mental del medio relevante del niño en el presente que está viviendo, cada vez con mayor frecuencia se encuentra a una entidad a la que los demás llaman “Pablito”, que se ha ido gestando y estructurando paulatinamente, como consecuencia del lenguaje que con el niño emplean quienes le rodean para referirse a él cuando mencionan su nombre, lenguaje que en oportunidades hace referencia no solo al “aquí y ahora” de Pablito, sino también a eventos y acciones pasadas o futuras en las que se le involucra. Para el niño no representa mayor dificultad el ir estructurando a esta entidad. De hecho, entre los dos y cuatro años el niño es capaz de generar entidades como el conocido “amigo imaginario”, que incorpora en la representación mental de su medio relevante, y que moviliza convenientemente. Los amigos imaginarios pueden ser de distinta naturaleza, tanto personas como objetos, juguetes o personajes inventados. En ocasiones sus propios sentimientos negativos se los atribuyen a ellos, por ejemplo para evitar un castigo, y no dudan, si valoran que les resulta provechoso, incluso asignarles su mismo nombre.

    Mencionaba anteriormente que inicialmente “Pablito” es una palabra que el niño aprende conforme al uso que hacen de ella quienes le rodean. Inicialmente “Pablito” es solo un sonido y paulatinamente va adquiriendo significado conforme a sus experiencias de vida en las que interviene esa palabra. Pablito es bueno, está llorando, se come toda la comida, etc., infinidad de experiencias de vida van perfilando la diversidad de potenciales significados y características que puede adquirir esta recurrente entidad en un momento dado. El Individuo inicialmente reconoce en la entidad “Pablito” una entidad más, pues se gestó y se ha ido estructurando con similares mecanismos con los que se gesta y estructura una entidad como su hermano, sus padres, el perro de la casa, etc. Sin embargo, para el Individuo, a poco andar, Pablito deja de ser una entidad cualquiera. En efecto, sus experiencias de vida van estableciendo un lazo cada vez más fuerte entre las acciones que lleva a cabo el Individuo y la entidad Pablito. En definitiva, por supuesto dicho lazo no son sino asociaciones entre memorias, que asocian las acciones del Individuo con las de la entidad Pablito, entidad que, como hemos visto no se gesta voluntariamente. Pablito es creado y caracterizado por el lenguaje que terceros emplean para referirse al niño, cuando aluden a él.

    La importancia que llega a tener Pablito a través de la existencia del Individuo, es significativa, pero no nos confundamos, el Individuo, recordemos, es el eje de la vida. No es sólo un cuerpo material, ni un cuerpo material con vida, es, un cuerpo material con vida, que postula a seguir viviendo y que dispone de una utilitaria herramienta llamada cerebro, la que incluso contiene al momento de nacer, en un amplio despliegue de neuronas, la representación del muy material cuerpo del Individuo. Pablito no es el Individuo, ni es el cuerpo del Individuo. Es una muy particular entidad, que está representada en agrupaciones de asociaciones de memorias, inexistentes al momento de nacer. De allí que no puede llegar a existir fusión entre Pablito y el Individuo, y no puede haberla, pues la aparente fusión está limitada a las asociaciones neuronales que van estableciéndose entre la diversidad de memorias y centros neuronales que utilitariamente representan al Individuo y aquellas que representan a la entidad Pablito, como consecuencia de la experiencia de vida del niño en las está incorporada dicha entidad, experiencias de vida que durante los primeros años de existencia del menor se gestan, básicamente, como resultado del lenguaje que emplean quienes le rodean cuando hacen mención a dicha entidad.
    Las acciones y estados emocionales asociados a las acciones que le asignan a la entidad Pablito quienes rodean al menor, el Individuo se las asigna a dicha entidad. Acciones, y emociones que muchas veces guardan estrecha relación con las acciones y estados emocionales del Individuo. El vínculo, la asociación entre ambos, se refuerza día a día a través de la experiencia de vida del menor.

    La “magia” del lenguaje humano se sustenta en el lazo que llega a establecerse entre el Individuo y Pablito y en que el Individuo está “irremediablemente atado” a un cuerpo material y a las leyes que gobiernan a la materia, en tanto que Pablito, como cualquier otra entidad gestada como consecuencia del lenguaje, puede situarse en los más diversos escenarios a los que una entidad puede acceder en el correlato mental del medio relevante del Individuo en el momento que está viviendo, representación mental que, según hemos visto, permite situar por la vía del lenguaje, a entidades en lo atemporal e inmaterial.

    Le puedo enseñar varias docenas de palabras a mi perro, pero jamás podrá llegar a entender el significado de la palabra “ayer”. Para acceder a ello, el Individuo precisa no solo de una abundante experiencia de vida, o activar memorias asociadas a un “ayer”, sino, requiere “movilizar” a una entidad “hacia el ayer”, en y desde el presente que está viviendo el Individuo.

    La “individualidad” está asociada a un muy material cuerpo, sostén de la vida, que está situado en un muy material medio, por lo que evidentemente no le es dado participar a dicho cuerpo en las acciones atemporales e inmateriales que se gestan por intermedio del lenguaje que escucha o emplea el niño, y que hace referencia a la entidad Pablito.
    El cuerpo del Individuo dispone de una representación mental corporal al momento de nacer, que está constituida por un complejo neuronal que está siendo permanentemente monitoreado, fundamental requisito para la supervivencia, en tanto que en el caso de Pablito, durante las primeras etapas de vida del menor, su participación en el correlato mental del medio relevante del Individuo tiene lugar como consecuencia de que alguien que está junto al niño, alude a Pablito. Es decir, inicialmente Pablito no forma parte permanentemente de la representación mental del medio relevante del Individuo. No sólo eso, Pablito no existía al momento de nacer el niño, es una creación de quienes le rodean, que va tomando cuerpo paulatinamente en los primeros años de vida a la par de irse incrementando las conexiones neuronales que asocian al Individuo con la entidad Pablito.
    El Individuo lleva a cabo acciones por medio de su cuerpo material; así ha sido desde los inicios de la vida sobre el planeta. El cuerpo material es el sujeto de la vida, el sostén de la supervivencia. La entidad Pablito, que inicialmente se va gestando por medio del lenguaje que el niño escucha, se construye con similar mecanismo al que emplea el cerebro del niño para generar una entidad como la abuelita en el cuento Caperucita Roja, solo que, paulatinamente se va estableciendo un vínculo cada vez más fuerte entre dicha entidad y el Individuo. La entidad Pablito se llega a convertir en una muy particular entidad, luego de haber comenzado a dar sus primeros pasos como “una más” entre las muchas entidades que en alguna oportunidad han participado en el correlato mental del medio relevante del Individuo, y que por ende formaron parte de una experiencia de vida del Individuo.

    Hemos visto, a partir del ejemplo de los monos verdes, del aporte del lenguaje para la supervivencia. Allí se destacó la transferencia de información que se consigue por intermedio del lenguaje, en ese caso una muy difusa representación mental de un segmento del medio relevante –el águila en el aire- que sin haber sido percibido directamente, lo fue por la vía del lenguaje. El mono que escucha la señal de alerta consigue el equivalente a un “ponerse en el lugar” de quien sí está percibiendo al águila, con las limitaciones ya descritas, esto es, rescata una difusa representación en cuanto a tiempo/espacio en que está ubicada el águila en relación al mono que sí la está percibiendo a través de la vista, pero a su vez completamente definida en lo fundamental que atañe a su supervivencia: que es un águila y que representa peligro.
    Hice mención a que los humanos disponemos de un muy amplio lenguaje, lo que trae como consecuencia que el ser humano pueda integrar en el correlato mental de su medio relevante, en el presente que está viviendo, una significativa proporción de segmentos de dicha representación mental que han sido generados a través del empleo del lenguaje. Cuando se analizó lo que hay tras un cuento como el de caperucita roja, quedó en evidencia que en el escuchar lenguaje hay un “dejarse conducir” y un “ver” lo que pretende transferirme quien habla. Es decir, en el “seguir” una conversación hay un “compartir” escenarios, muchas veces en ausencia de elementos materiales que pudieran operar como referencia común para ambos. Una cosa es “ver” una muralla blanca y otra muy distinta es escuchar a alguien decir “una muralla blanca”. La primera forma parte del medio material y adquiere su significado conforme al particular contexto del medio material relevante del Individuo, en tanto que la segunda forma parte de ese particular mundo al que hemos visto es posible acceder por medio del lenguaje. La frase “una muralla blanca” no necesariamente hace referencia a una muralla que se ubica en el medio material y la neutralidad del lenguaje humano permite que adquiera su significado al momento en que la frase se dice, sin que necesariamente en ese momento “una muralla blanca” forme parte del medio material.

    Este “ir viendo lo que quiere mostrarme”, en el que vive inmerso el niño durantes sus primeros años de vida, evidentemente tiene implícito un “veo lo que los otros ven”, un “ver a través de los ojos de terceros”, un “ponerse en lugar de”, y constituye el pilar de lo que se conoce como Teoría de la Mente. Esta capacidad de ponerse en el lugar de otro, es, y ha sido, como todo lo nuestro, sujeto de evolución. Por ello se entiende que el grado en que la hemos desarrollado a la fecha los humanos dista mucho de permitirnos un real ponerse en el lugar del otro. Sin embargo tampoco corresponde restarle méritos por el grado en que la tenemos desarrollada pues a dicho grado le debemos aquello que nos distingue más radicalmente de los restantes seres vivos.

    Los seres humanos, a la par de la evolución del lenguaje que nos caracteriza hemos ido aumentando la capacidad para configurar complejas representaciones mentales de entidades, en particular de nuestros semejantes. Mejorar la capacidad de proyectar adecuadamente el estado futuro del medio, en el caso particular de los humanos, cuyas acciones en grado superlativo dicen relación con interacciones con otros seres humanos, pasa precisamente por disponer de más fidedignas representaciones mentales de nuestros congéneres. A mayor fidelidad, mayor efectividad potencial de la proyección del futuro en aquellos escenarios futuros en los que interactuaremos con otros seres humanos.

    Desde la atalaya en que nos hemos situado para observar lo atingente al “cómo me ven” y al “ponerse en el lugar de”, es del todo coherente postular que mi perro también posee la capacidad de “ponerse en mi lugar”. La definición que a la fecha impera del “ponerse en el lugar de”, entre los estudiosos del tema, no da cabida para que mi perro posea, en grado alguno, tal capacidad. Sin embargo, es evidente que conforme a la experiencia de vida que tiene mi perro en su interacción conmigo, consigue, con bastante efectividad cuando estoy interactuando con él, realizar proyecciones del futuro muy eficaces en lo que dice relación a su interacción conmigo. Sin ir más lejos, conoce de mis estados de ánimo con mayor efectividad que la que yo reconozco poseer en algunas oportunidades para detectar, inconscientemente por cierto, el estado de ánimo de mis semejantes. Mi perro sabe actuar en consonancia con mi estado de ánimo. Los estudiosos del tema han focalizado su atención en tan solo un particular aspecto del “ponerse en el lugar de”, ignorando lo que subyace tras el

    Responder
  6. 6
    Trol
    el 14 de mayo del 2011 a las 0:42

    ¡Guau! ¡Guau! 🙂

    Responder
    • 6.1
      Zephyros
      el 14 de mayo del 2011 a las 2:13

      Anda!!! un perrito, y babeando…. 😀

      Responder
      • 6.1.1
        Ignacio C, Ignoscere
        el 14 de mayo del 2011 a las 16:02

        Mmmmm, creo que no babea más, debe estar con la pancita llena…. 🙂

        Responder
  7. 7
    Guillermo
    el 14 de mayo del 2011 a las 19:33

    Felicitaciones a quienes en tan corto espacio de tiempo (el que dista entre la publicación de mi trabajo y sus comentarios) consiguieron digerirlo

    Responder
    • 7.1
      kike
      el 14 de mayo del 2011 a las 20:17

      Tremendo y acertado comentario el tuyo Guillermo; si te digo la verdad aún me falta un trozo por leer (literalmente me he quedado sin tiempo), pero lo que he leido es ciencia pura aplicada a la mente humana y animal.  A destacar el hecho comprobado de que con nuestras mentes preveemos el futuro contínuamente para poder desenvolvernos con éxito en un siempre entorno hostil; esa capacidad de anticipación creo que puede ser una de las características más importantes de los seres vivos evolucionados.

       Saludos.

      Responder
    • 7.2
      Ignacio C, Ignoscere
      el 14 de mayo del 2011 a las 21:11

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      Felicitaciones a usted por tratar un tema tan interesante y a la vez tan rico en información para los ignorantes en la materia como yo de la manera en que lo ha hecho, en lo personal todavía no he leído todo el escrito, parece ser que el perrito si y, está ahora muy a gusto echado patas para arriba con su barriguita hinchada y moviendo su rabito. De parte de él (que no sabe hablar) le agradezco la publicación de su trabajo, pero parece ser que el final se corta, no hay manera de seguir leyendo lo que sigue?..

      Responder
  8. 8
    Guillermo
    el 14 de mayo del 2011 a las 21:15

    Gracias por tus comentarios Kike
    La idea es que entre muchos logremos perfilar de mejor forma el escenario de la Realidad en la que transitamos.

    Responder
  9. 9
    Guillermo
    el 14 de mayo del 2011 a las 21:18

    Hola Ignacio

    En efecto, aun no hay un final escrito que logre diagramar no solo lo que somos, sino hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos. Acercarnos a la Verdad es tarea de todos.

    Responder
    • 9.1
      Ignacio C, Ignoscere
      el 14 de mayo del 2011 a las 21:23

      Hola Guillermo
      Pues tiene lógica lo que dice, a por ello entonces!

      Responder
  10. 10
    Guillermo
    el 14 de mayo del 2011 a las 21:21

    Trasladándonos a otro escenario, quisiera compartir algunas ideas que considero tienen mucha relevancia para el ser humano. Se trata de “la batalla del Ser”

    Introducción
    ¿Cómo cree usted que reaccionaríamos, como individuos y como sociedad, si mañana en la mañana la radio y la televisión están centradas en una sola información: que estamos siendo invadidos por seres provenientes de otro planeta quienes pretenden hacer de nosotros serviles instrumentos?.
    Sitúese por un momento en ese escenario imaginario. En medio de la natural desinformación varias preguntas vendrían a la mente, como por ejemplo ¿De qué enemigo se trata? ¿Cuál es el campo de batalla? ¿de qué armas disponen? ¿En que pie nos encontramos?, ¿puede ser el fin del ser humano?.

    Lo cierto es que los medios de comunicación nada tienen para informar acerca de una invasión de extraterrestres. No obstante ello, el ser humano está, sin saberlo, perdiendo una batalla cuya derrota traerá similares consecuencias a las descritas. Esta batalla, por las razones que mas adelante expondré, ha pasado desapercibida para el ser humano. Sin embargo estaba escrito que ocurriera, escrito en nuestra genética.
    Para entender a cabalidad lo anterior es necesario disponer de algunos antecedentes, luego de lo cual podrá cada uno sacar sus propias conclusiones.
    .

    Algunas consideraciones acerca de la vida.
    La vida, y con ella el Individuo, habita en un mundo material. A su vez la materia sólo existe en lo que conocemos como el Presente. No obstante que el único escenario donde tiene cabida la vida es el Presente, tenemos certeza de que la vida se desliza a través del tiempo.
    Estar vivo “ahora” constituye una verdadera hazaña de supervivencia, pues implica un nunca interrumpido éxito de supervivencia a través de infinidad de antecesores. Sin embargo, estar vivo “ahora” en caso alguno garantiza que se ha de continuar con vida con posterioridad.
    Toda forma de vida porta en sí lo que conocemos como el instinto de supervivencia, que viene siendo un mandato que le exige al Individuo continuar con vida en el instante siguiente. El sentido de la vida –desconocemos cuál es- se desvanecería sin la existencia del mencionado instinto de supervivencia.

    Continuar con vida implica un auténtico desafío para el Individuo, toda vez que los seres vivos forman parte de un medio material que se encuentra en permanente cambio a través del tiempo y no le resulta posible al Individuo sustraerse de estos cambios, pues su cuerpo está hecho de materia e interactúa con un medio material.
    El instinto de supervivencia, en definitiva tropieza, tarde o temprano, con un escollo insalvable: toda vida terrenal es finita. Se desprende de lo anterior que el “propósito de la vida” –de existir un propósito- excede al afán de supervivencia del individuo. En tal sentido se puede hacer una analogía con una posta atlética, correspondiéndole al Individuo portar el testigo –la vida- durante el breve lapso de tiempo en el que transcurre su finita existencia. El Individuo en caso alguno constituye el propósito de la vida. Siendo el portador de la vida, no es sino una suerte de conveniente carruaje que ésta adopta para transitar a través del tiempo.

    Hace 3 a 4 mil millones de años los procariotas habitaron la Tierra. Durante los siguientes miles de millones de años no ocurrió ningún cambio significativo en la morfología u organización celular en estos individuos. El siguiente cambio sustantivo en la estructura celular lo constituyen los eucariotas, los cuales surgieron a partir de bacterias antiguas, envueltas, esto es, incluidas, en la estructura de los ancestros de las células eucariotas, formando una asociación cooperativa denominada endosimbiosis. Las bacterias envueltas y su célula hospedante iniciaron un proceso de coevolución, por el cual las bacterias originaron las mitocondrias. Según se observa, distintos tipos de individuos, convenientemente asociados a través del tiempo, pueden dan lugar a un nuevo tipo de individuo.
    En la historia de la vida sobre la tierra, los pluricelulares constituyen un reciente invento evolutivo. Prosperaron rápidamente y dieron lugar a muy variadas formas de vida. La asociación de individuos induce la especialización y a su vez la especialización está indisolublemente asociada con la eficiencia. En un planeta donde la supervivencia está permanentemente en juego como consecuencia de la inevitable interacción que todo ser vivo debe llevar a cabo con el medio material, para obtener de él los recursos que precisa para sobrevivir, la asociación (o agrupación), por la ventajas que ofrece, ha tendido a prosperar.
    Me he referido a algunos beneficios de la agrupación, sin embargo es evidente que hay algunos costos para el individuo como consecuencia de la asociación. Así por ejemplo, resulta evidente que los individuos unicelulares que, agrupados en comunidad constituyen un organismo pluricelular, han perdido independencia. Ya no son capaces de prosperar en solitario, como antaño. A lo anterior hay que agregar que su supervivencia está supeditada a la supervivencia del individuo que componen. En efecto, muerto el individuo pluricelular, se extingue la vida de los individuos unicelulares que lo componen.

    Calificamos a un perro o a un árbol como individuos. Ambos están constituidos por infinidad de células, cada una de las cuales, es a su vez un individuo. Evidentemente tanto un perro como un árbol constituyen una muy particular y especializada asociación de células. Visto desde la perspectiva que surge de calificar a un perro como una comunidad de individuos unicelulares, tiene mucho sentido el calificar a esta agrupación comunitaria como una “entidad social”.
    Cada célula del perro es un individuo, y como individuo cada célula porta en sí el mandato de la supervivencia. Sin embargo, este mandato, sin desaparecer, cobra un nuevo sentido en la agrupación de células que dan como resultado a la Entidad Social que conocemos como perro. En efecto, observamos que el instinto de supervivencia de cada célula de un perro, se subyuga a la supervivencia de la agrupación de células que dan como resultado un perro. Es como si cada célula del perro pusiera su vida a disposición de la supervivencia del individuo perro. Lo anterior deja en clara evidencia que “el propósito de la vida” excede al propósito del individuo.

    No obstante que la biología nos ha dejado en claro que tanto una célula como una conveniente agrupación de ellas son susceptibles de ser calificables de “individuo”, en el diario vivir desperfilamos la característica de individuo que posee una célula cuando ésta forma parte de un individuo pluricelular. Ello más bien es el resultado de un muy humano sesgo, que tiene a resaltar el rol del individuo por sobre el rol que les compete a la agrupación de individuos que nos constituye, sesgo que vemos también se manifiesta por ejemplo al momento de calificar como individuo a una agrupación de hormigas. El empleo del término “entidad social” facilita en parte salvar la valla que nos impone el mencionado sesgo. No está demás hacer mención a que la masa corporal de los humanos contiene individuos cuya genética difiere de la nuestra (bacterias, etc) en una significativa proporción. Al momento de colocar sobre una balanza a los individuos que nos conforman, nos encontramos con que alrededor del 90% de la genética que portamos, no nos pertenece. Si el análisis, en vez de considerar a la masa se refiere a los individuos, el porcentaje favorece aun menos a nuestro legado genético. En efecto, si contamos uno a uno a los individuos que componen nuestro cuerpo, nos encontramos con que “nuestras células”, esto es, los individuos que formando parte de lo que somos tienen nuestra genética, no sobrepasa el 1%.
    La vida ha prosperado haciendo un conveniente uso de la agrupación. Así por ejemplo el parasitismo es una interacción biológica entre organismos de diferentes especies, en la que una de las especies (el “huésped” u “hospedador”) ve mermada su aptitud reproductiva. La otra (el “parásito”) se beneficia de la relación lo que se traduce en que obtiene una mejora de su aptitud reproductiva. El parasitismo puede ser considerado un caso particular de depredación o, para usar un término menos equívoco, de consumo. Los parásitos que viven dentro del huésped u organismo hospedador se llaman endoparásitos y aquéllos que viven fuera, reciben el nombre de ectoparásitos. Un parásito que mata al organismo donde se hospeda es llamado parasitoide. Algunos parásitos son parásitos sociales, obteniendo ventaja de interacciones con miembros de una especie social, como son los áfidos, las hormigas o las termitas. El parasitismo es un proceso por el cual una especie amplía su capacidad de supervivencia utilizando a otras especies para que cubran sus necesidades básicas y vitales, que no tienen por que referirse necesariamente a cuestiones nutricionales, y pueden cubrir funciones como la dispersión de propágulos o ventajas para la reproducción de la especie parásita, etc. La estrecha correspondencia entre las evoluciones de parásitos y huéspedes tiene mucho que ver con la especificidad del parasitismo. Los parásitos son generalmente muy selectivos con respecto a sus hospedadores, llegando en un elevado porcentaje de casos a ser exclusivos de una especie. De hecho, no hay apenas especie de planta o animal de cierto tamaño, o incluso microscópica, que no cuente con algún parásito propio y no compartido. Esto, junto con el hecho de que algunos parásitos también puedan ser hospedadores de otros párásitos, hace que la proporción de parásitos en la biota global sea notablemente alta.
    El término simbiosis hace referencia a la relación estrecha y persistente entre organismos de distintas especies. A los organismos involucrados se les denomina simbiontes. Concretamente está definida como «la vida en conjunción de dos organismos disimilares, normalmente en íntima asociación, y por lo general con efectos benéficos para al menos uno de ellos». La definición de simbiosis se encuentra sometida a debate, y el término ha sido aplicado a un amplio rango de interacciones biológicas. Otras fuentes la definen de forma más estrecha, como aquellas relaciones persistentes en las cuales ambos organismos obtienen beneficios, en cuyo caso sería sinónimo de mutualismo.
    La simbiosis suele identificarse con las relaciones simbióticas mutualistas, que son aquellas en las que todos los simbiontes salen beneficiados. Por analogía, en sociología, puede referirse a sociedades y colectivos basados en la colectividad y la solidaridad. El criterio teórico para asignar las etiquetas de parasitismo, comensalismo o mutualismo es el efecto neto sobre la aptitud inclusiva del hospedador.
    Según observamos, es asunto de terminología lo de clasificar. La terminología tiene por afán último representar una realidad, un utilitario extracto de ella, sin pretender ser una fiel copia de la realidad, de allí que su empleo esté circunscrito a la representación de la realidad a determinados aspectos específicos que la caracterizan.
    Es importante, a la hora de modelar, saber reconocer el peso que puede llegar a tener el parasitismo, el comensalismo, la simbiosis, etc.. Cuando lo que se quiere es resaltar y caracterizar a un particular individuo, los humanos hemos tropezado, desde siempre, en asignarle al individuo un carácter de unicidad que a todas luces no corresponde atribuirle. Por cierto ha jugado un rol importante el hecho de que siempre hemos observado al individuo como la entidad última, principal, relegando a un segundo lugar el rol que cumplen los individuos que conforman, a través de la agrupación, al un nuevo individuo.

    Sin duda que la agrupación y asociación de individuos ha resultado ser una exitosa forma de supervivencia, la historia de la vida sobre la tierra así lo demuestra. A su vez, este esquema de supervivencia, que surge de la agrupación, hemos observado que se repite en escalas superiores, encontrándonos con que a su vez convenientes agrupaciones de individuos pluricelulares, hormigas por ejemplo, constituyen la Entidad Social que conocemos como hormiguero.

    La agrupación, o asociación, exige una adecuada comunicación entre individuos, necesario requisito para que tenga lugar un coordinado accionar de ellos en aras del individuo del cual forman parte. Conocemos por ejemplo de variadas formas de comunicación que emplean las células de nuestro cuerpo, y sin duda que con el avance de las ciencias llegaremos a conocer otras tantas maneras que tienen de comunicarse.

    Cientos de hormigas soldados mueren a diario en un hormiguero, en aras de la supervivencia del hormiguero. En beneficio del “individuo hormiguero”, suerte de amorfa e insustancial criatura, que no dispone de cerebro ni órganos materialmente identificables, ni de sentimientos reconocibles, los individuos hormigas sacrifican su existencia. El hormiguero pareciera tener voluntad y con ello capacidad de decidir sobre la conducta y por ende el destino de las hormigas, quienes no tienen voz para reclamar ni se esmeran en llevar a cabo acciones que vayan en contra de los intereses del hormiguero. A través del camino evolutivo de la hormiga, la forma en que opera su instinto de supervivencia ha registrando cambios que han conducido a que el mecanismo de valoración de la hormiga, coloque por sobre su supervivencia, la supervivencia del hormiguero. Si bien a primera vista nos puede llamar la atención y parecernos contradictorio, e incluso aberrante, que aquel a quien comúnmente identificamos como al sujeto portador de la vida -la hormiga- renuncie a vivir por defender los intereses del “individuo hormiguero”, cuando observamos este caso considerando los intereses del gen que portan las hormigas, un diáfano, lógico y natural sentido tiene la inmolación de la hormiga soldado. Lo anterior ha sido descrito, adecuadamente explicado y debidamente justificado por Richard Dawkins en su libro “El Gen Egoísta”. Habría que agregar, que por su parte, el gen, es tan solo un medio de transporte, a través de tiempo, de la vida. En efecto, un antecesor mío, situado algunos cientos de miles de generaciones atrás, portaba genes muy distintos a los que hoy poseo.

    El momento que vive el ser humano.
    El ser humano es una agrupación de “individuos” unicelulares que comparten el mismo gen. A su vez, como humanos, por millones de años hemos prosperado y evolucionado en comunidad de individuos, gestándose de ese vivir en comunidad, una Entidad Social, que comparte con el hormiguero algunos aspectos esenciales. Así por ejemplo, no surge un cerebro como producto de la agrupación de seres humanos, como tampoco un cuerpo material que sustente a la Entidad Social. Por otra parte, al igual que en el caso de las hormigas, la Entidad Social ejerce sobre el comportamiento del individuo humano, un significativo peso, y así como identificamos en las hormigas soldados serviles instrumentos del hormiguero, encontramos por ejemplo en los héroes de la patria serviles instrumentos de una entidad social compuesta por humanos, cuya inmolación valoramos en un grado tal que le construimos estatuas y les recordamos periódicamente. Visto desde la perspectiva descrita, surgen, con toda razón, una serie de interrogantes, como por ejemplo ¿qué tanta autonomía le puede restar al individuo humano una Entidad Social compuesta por seres humanos?; ¿cómo evolucionan, y han evolucionado, dichas entidades a través del tiempo?.
    Es necesario aclarar, que de acuerdo a la definición, constituye una Entidad Social un grupo de amigos, un país, una ciudad, una empresa, etc. Lamentablemente, el prácticamente nulo interés que hasta la fecha ha manifestado la humanidad en el estudio de las entidades sociales que afectan al individuo humano, ha impedido formular una base conceptual que nos permita dimensionar la influencia que ejercen sobre nosotros, en cuanto a individuos que somos.
    Si como individuos las hormigas no tienen forma de alterar su servilismo, los humanos, al disponer de una herramienta como la Razón, conseguimos por su intermedio acceder a una privilegiada atalaya, desde la cual podemos observar una inédita dimensión de la Realidad. Desde allí podemos valorar de mejor forma lo que somos e incluso hacia donde, supuestamente, nos dirigimos. Como fuere, lo cierto es que los humanos no hemos sabido asignarle la importancia que se merece el estudio de las entidades sociales conformadas por humanos.

    Al revisar la evolución de la vida sobre el planeta nos encontramos con numerosos ejemplos que dejan de manifiesto que no existe una proporcionalidad entre la magnitud de algunos importantes cambios evolutivos que han tenido lugar y el tiempo en que éstos han tardado en producirse. Hago mención a ello, pues es necesario tenerlo muy presente al momento de pretender proyectar la velocidad con que pueden tener lugar, y en la práctica tienen, cambios evolutivos de las entidades sociales que emergen de la agrupación de seres humanos.
    En lo que nos compete a los humanos, observamos que hace tan solo unos diez mil años, nada más que un instante en la historia de la vida, se produjo un cambio radical en la forma en que nos agrupamos, emergiendo la ciudad. Hasta entonces, y por algunos millones de años, la vida comunitaria consistía en agrupaciones que en general no sobrepasaban el centenar de individuos.
    Entre los variados cambios que la ciudad trajo consigo, destacaré uno en particular, el que por si solo justifica, y explica, la proliferación de la vida en ciudad. Este cambio es el aumento de la productividad. En efecto, la alimentación ha constituido el talón de Aquiles de todas las formas de vida desde sus inicios primordiales, por lo que no debe llamar la atención que un esquema de supervivencia que favorezca significativamente el acceso al alimento, tenderá a evolucionar en esa exitosa dirección, caracterizada por la productividad. La Revolución Industrial, esa aparente gema que luce con orgullo la criatura humana, ha permitido que hoy el trabajo de un individuo provea de alimentos a varios centenares de sus congéneres. Previo a dicha revolución, esta cifra se reducía a tres o cuatro individuos. La vida, representada en el gen que portamos los humanos, al igual que cualquier gen, sin disponer de cerebro ni sentimientos, sí cuenta con herramientas para propender a esquemas de supervivencia que le resulten favorables, ya sea conformando una agrupación de unicelulares, como es el caso de los seres humanos, o una agrupación de individuos pluricelulares, como una ciudad.
    Vimos el caso de las hormigas, que es uno más entre infinidad de ejemplos observables, donde queda de manifiesto que el rol del individuo hormiga está supeditado a los intereses de la entidad que surge de la agrupación, esto es, del hormiguero, tanto así como para inmolarse por la entidad hormiguero. Desde la perspectiva que nos ofrece el observarnos como un integrante más de una Entidad Social, no cabe duda del paralelismo que puede establecerse entre una comunidad de hormigas y una comunidad de seres humanos.

    Si hasta hace un par de siglos pudimos soslayar el rol que desempeñan las entidades sociales en los humanos, la evidencia que hoy se presenta frente a nuestros ojos no puede sino obligarnos a dedicar esfuerzos, para dimensionar adecuadamente la situación en que nos encontramos, hoy, como individuos. Si antaño la velocidad de la evolución fue tal que permitió que el sacrificio del individuo se llevara a cabo con su implícita aprobación (hormigas soldado, héroes patrios, etc.) hoy surgen múltiples señales que indican que la criatura humana no se encuentra debidamente adaptada para hacer frente a la velocidad con que están evolucionando las diversas entidades sociales que prosperan en la comunidad humana actual. El tipo, y grado de sacrificios que le impone al individuo en la actualidad el exitoso esquema de supervivencia del gen que le habita, ha dado lugar a entidades sociales que están evolucionando, en particular estas últimas décadas, y muy de la mano del desarrollo científico tecnológico, de manera descomunal y que están gobernando los destinos del individuo humano en grado superlativo. No obstante que no hemos sabido identificar adecuadamente a este auténtico adversario del individuo, hay incipientes, pero potencialmente poderosas corrientes sociales que están pretendiendo que el individuo humano recupere un rol más protagónico. Nuestra ignorancia sobre el tema ha llevado a algunos a focalizar en “las corporaciones”, “el consumismo”, “las grandes potencias”, “los intereses económicos de los más poderosos del planeta”, “el dios dinero”, “el libre mercado”, etc., todas ellas íntimamente asociadas con entidades sociales por cierto, esfuerzos por desperfilar su rol, al reconocer algunos costos indeseables que están ligados a ellas. Sin embargo, ha sido una lucha más bien a ciegas y muy parcelada, desorganizada y ausente de una base conceptual que contenga los aspectos esenciales que tienen en común las entidades sociales con las que hoy convivimos.
    Una aparentemente contradictoria, y evidentemente desigual lucha está teniendo lugar entre el individuo humano y las entidades sociales que han surgido al amparo de la ciudad y de la revolución industrial. Por una parte, los humanos insistimos en fomentar la productividad y por otra, comienza a haber señales de rebelión al momento de cancelar la cuenta que debemos pagar por ello.

    Las diversas entidades sociales constituidas por humanos, que hoy proliferan fecundamente, han traído consigo la pandemia del estrés crónico, el que a su vez es el causante, directo o indirecto, de la mayor parte de las enfermedades humanas que hoy nos aquejan, según lo prueban múltiples estudios científicos de una data inferior a diez años. La epigenética nos está abriendo los ojos a una desconocida realidad. Hasta hace muy poco no lo sabíamos, hoy lo sabemos, o al menos un grupo de especialistas de variadas áreas del saber conocen de ello. Sin embargo de poco sirve reconocer una enfermedad si desconocemos su etiología. La epigenética estudia las modificaciones en la expresión de genes que no se encuentra en la secuencia del ADN, siendo estas modificaciones, heredables. Una de las fuentes de mayores modificaciones de los genes es por el factor ambiental y puede afectar a uno o varios genes con múltiples funciones. Por medio de la regulación epigenética se puede observar cómo es la adaptación al medio ambiente dada por la plasticidad del genoma, el cual tiene como resultado la formación de distintos fenotipos dependientes del medio ambiente al que sea expuesto el organismo. Estas modificaciones que se dan, presentan un alto grado de estabilidad y al ser heredables esto permite que se puedan mantener en un linaje celular por muchas generaciones. Esto es importantísimo, ya que las condiciones del medio pueden generar enfermedades que perduren en una familia por muchas generaciones. Es decir, el estrés no solo está comprometiendo nuestro presente sino que estamos hipotecando el futuro de nuestra descendencia, por generaciones.

    Como individuos queremos contar con una mejor calidad de vida y en lo que a todas luces nos parece una paradoja, estamos sacrificando precisamente nuestra calidad de vida por satisfacer las exigencias que nos imponen entidades sociales cuya velocidad de evolución ha adquirido un ritmo avasallador. Además del estrés y sus nefastas consecuencias, existen muchos otros ejemplos que dejan de manifiesto los diversos y elevados costos que estamos pagando para acceder a beneficios de dudoso monto. He querido mencionar lo del estrés, por el incuestionable desbalance que arroja la relación beneficio/costo para el individuo humano. El estrés crónico en el que estamos inmersos los humanos como individuos, en nuestra sociedad, es una prueba elocuente, de que a la “vida” que portamos, le tiene sin cuidado cómo lo pasamos como individuos. Para ella, desde hace algunos millones de años la comunidad de individuos ha dado claras muestras de ser un más efectivo y eficiente medio de transporte de la vida, de lo que lo es el individuo en soledad. Solo que, muy recientemente, en décadas tan solo, ha tenido lugar una explosión de productividad cuyos beneficios, valorados por “la vida”, son muy superiores a los costos que está pagando el individuo humano. El rol del individuo humano se está reduciendo al de un pequeño y prescindible engranaje de la maquinaria social.

    Lo cierto es que nada tiene de paradojal lo que estamos viviendo como humanidad si lo analizamos considerando los intereses de la vida, ejercicio mental que no es del todo fácil realizar, pues los humanos nos consideramos no solo la entidad más importante del planeta, sino poseedores de una herramienta –la Razón- ante la cual todo adversario no humano se doblega. Al observar la situación en la que hoy nos encontramos, y habida consideración de lo expuesto, no queda sino reconocer que estamos siendo, los humanos, un servil instrumento de entidades sociales que han prosperado recientemente. Hace tan solo veinte mil años, tenía plena validez hacer frente al costo impuesto por las entidades sociales que ejercían su influencia en el comportamiento humano. Recordemos que nuestro instinto gregario afectivo, el que por ejemplo impulsa a una madre a sacrificar incluso su vida por un hijo, es una consecuencia de un exitoso esquema de supervivencia comunitario, instinto que a través de la evolución del ser humano ha ido adquiriendo mayor peso sobre nosotros. Sin embargo, ¿ tiene sentido que hoy un nativo de Norteamérica entregue su vida en Irak, por defender espurios intereses de una inespecífica entidad social?. ¿qué sentido tiene, como individuos, obedecer a la fiebre del consumismo y sacrificar la salud física y mental, propia y de nuestros hijos?. ¿tiene sentido que la mitad de la población de las grandes ciudades del mundo estén con un nivel tal de estrés, que les lleve a vivir en permanente enfermedad?

    El asunto es, ahora que lo sabemos, ahora que reconocemos que la evolución de las entidades sociales, durante estas últimas décadas en particular, ha seguido un patrón exponencial de proliferación y crecimiento, y estamos reconociendo algunos costos que ello trae consigo para el individuo humano ¿cómo nos enfrentamos a este desafío? ¿Seremos capaces de crear un sistema social que logre conjugar los desconocidos intereses de la vida con los del individuo humano, este reconocido servil medio de transporte de la vida?. Y durante el tiempo que tarde su implementación ¿qué tipo de oposición, al ir poniendo a prueba un modelo social distinto al actual, podemos esperar encontrar por parte de aquellas entidades sociales constituidas por seres humanos, que hoy prosperan. En la naturaleza no tienen cabida los insurrectos que contravengan los intereses del hormiguero; ellos son eficientemente silenciados. En tal sentido, los humanos no somos distintos, y cabe esperar una reacción al cambio por parte de las entidades sociales que hoy en grado variable y diverso, y definitivamente adverso y superlativo, gobiernan nuestro destino.
    La aparente irracionalidad que se nos manifiesta cuando observamos que, no obstante que los avances científicos y tecnológicos de que disponemos podrían permitirnos, como humanidad, una sobrevivencia pacífica y disponer de alimentación en abundancia, deja de ser tal cuando reconocemos el rol que a lo largo de la evolución han tenido las entidades sociales, en sus diversas manifestaciones. Aquello que anima a la vida, en lo esencial, en caso alguno reconoce en el individuo algo más que un utilitario medio de transporte de la vida.

    Si las hormigas no se oponen a su destino, ¿porqué habríamos de hacerlo nosotros, los humanos, en circunstancia de que todo indica que el cerebro, nuestra mejor herramienta, está al servicio de la vida y no del individuo que la porta, y que desde hace cientos de miles de años la individualidad ha ido perdiendo, paulatinamente, relevancia en la especie humana?. Lo que estamos viviendo, según hemos visto, no tiene nada de nuevo; data de los albores de la vida sobre la tierra, solo que, la velocidad con que estas últimas décadas han evolucionado las entidades sociales humanas, no han dejado lugar a una adecuada adaptación del individuo humano. Ello sin embargo tiene sin cuidado a la Vida que nos anima. La Vida no piensa, no tiene sentimientos, no sufre, tiene un norte claro y en cada ser vivo ha tenido a un servil y utilitario medio de transporte.

    Cierto es que el cerebro está en definitiva al servicio de la Vida, sin embargo el nuestro no es un cerebro común, tiene algo de especial, algo que lo distingue del cerebro de la hormiga y de todas las restantes formas de vida que lo poseen.

    El Ser, un aliado del individuo.
    Razón, lenguaje y conciencia, son una trilogía que, en el crisol en que se funden, dan lugar al principal distingo humano: el Ser. A través de este último el individuo humano adquiere un particular tipo de experiencia de vida.
    La experiencia de vida almacenada en el cerebro, constituye, para todos los seres vivos que poseen cerebro, el referente para otorgarle sentido a la información que instante a instante capturan de su medio relevante, construyendo a partir de ello una utilitaria representación de la Realidad, la que a su vez se incorpora al cerebro como nueva experiencia de vida.
    En los singulares escenarios, mentales en definitiva, que se generan con la acción del lenguaje humano, adquiere experiencia de vida el Ser, escenarios en los cuales suelen tener lugar sucesos ajenos a la materia y el tiempo. Un “qué harás mañana” consigue movilizar a un Ser, que se posiciona en un eventual “mañana”, en una suerte de instantáneo viaje hacia el futuro. Ello, a través de inmateriales escenarios, gestándose nueva experiencia de vida del Ser.
    Las formas de vida no humana que disponen de cerebro, para la representación de la Realidad, generan un correlato mental de aquello que está sucediendo en “el ahora” que están viviendo en el mundo material. Para ellos, el mundo de la materia es el único escenario donde tiene cabida su experiencia de vida. Literalmente, están atados al presente.
    En el ser humano emerge una inédita criatura, el Ser, y en los vastos escenarios que nos provee el empleo del lenguaje, el actor principal es el Ser, entidad que surgió evolutivamente a la par de la evolución del lenguaje humano. El Ser, es un hijo tan nuestro como de nuestra genética, y como tal, habitan en él los mismos fundamentales condicionamientos que impone la supervivencia del gen, a toda forma de vida.

    He mencionado anteriormente que para la vida, habitar en el presente, esto es, en el “hoy”, es sinónimo de un nunca interrumpido histórico éxito de supervivencia, que se ha venido dando generación tras generación. Un presente que se caracteriza por ser el único “lugar” donde existe la materia y la energía, vitales componentes de la vida, sin embargo, a todas luces el desafío se orienta a contar con vida el instante siguiente, allí donde el futuro se torna Presente. Dicha consigna está impresa en lo más sustancial del gen. Cuando aplicamos este patrón básico, al Ser que nos habita, surge un inédito compromiso del Ser con el tiempo. Ello, como resultado de la particular naturaleza del Ser, el que, como manifestara anteriormente, dispone de escenarios de acción que abarcan no solo el mundo material donde tiene lugar el juego de la vida, en el presente que se está viviendo, sino que es capaz de desplazarse por auténticos mundos atemporales e inmateriales. El ayer, el presente y un eventual futuro son indistintamente “visitados” por el Ser, a voluntad del individuo humano que lo porta. Este particular manejo del espacio-tiempo reconfigura en la criatura humana el compromiso con el futuro que le impone el gen a todo individuo con vida, en lo relativo a la supervivencia, esto es, a continuar con vida el instante siguiente, expandiendo el horizonte del “instante siguiente”, a lo eterno. De allí que la supervivencia, primordial requerimiento que impone el gen a toda criatura que lleva su impronta, en el caso del Ser, a través del individuo humano que lo porta, solo encuentra en lo eterno la satisfacción de dicho compromiso de vida. No es casualidad que los más diversos tipos de culturas y civilizaciones, haciendo un conveniente uso de la razón, han construido, al amparo de cuestionables postulados, un espacio en lo eterno, que decimos nos pertenece.
    El Ser es un comensal que no fue invitado por el gen. Son el Lenguaje y la Razón, por su utilidad y potencia los que fueron invitados a participar en el juego de la vida; solo que, Razón, Lenguaje y Conciencia (y el Ser que esta última implica) conforman en el humano una trilogía inseparable. El gen no sabe, en los términos como nosotros entendemos el saber, pues no tiene cerebro. No piensa, y no necesita hacerlo, pues para ello cuenta con nosotros, que sí lo poseemos.
    Al situarnos, gracias al Ser, por la vía de la razón, en una mas extensa Realidad y conseguir distinguir entre la bruma a esas auténticas criaturas que definiera como entidades sociales, podremos acceder, auxiliados por la Razón, a postular alternativas de acción que impidan, o al menos disminuya, el oneroso servilismo que está significando para el ser humano la vertiginosa evolución que las entidades sociales han estado teniendo estas últimas décadas. No visualizo otra forma de hacer frente al desafío que hoy está viviendo el individuo humano, esa criatura que somos, y que porta en su interior al más cercano hijo de Dios, el Ser
    El Individuo nació para morir. El Ser, por su particular naturaleza, se resiste a morir.

    Responder
    • 10.1
      emilio silvera
      el 15 de mayo del 2011 a las 9:12

      Mi estimado amigo, leyendo su extensa diatriba en la que hace un amplio recorrido por lo que somos y lo que la vida significa y cómo se las compone para seguir en este mundo, abriéndose paso mediante el “truco” de buscar la manera de adaptarse a los cambios y sobrepasar todas las pruebas que la Naturaleza les impone, sea mediante asociaciones o mediante adaptaciones distintas, lo cierto es que, la vida, se abre camino.
      Es cierto que, como remata, hemos llegado a una situación insopòrtable en la que, el ser humano, no sabe administrar su tiempo, se ha metido en una borágine social que, en realidad es nosiva, y, si no sabe poner coto a ese camino emprendido, el resultado no será favorable ni para la especie ni para el planeta que habita.
      Pero, me interesa más comentar sobre puntos que ha dejado sin mencionar a lo largo de su buena y real exposición de los hecho.
      Veamos:
      Sabemos que los organismos vivos más simples son máquinas moleculares extraordinariamente sofisticadas. Las primeras formas de vida tenían que ser muchísimo más sencillas. Necesitamos encontrar una familia de moléculas lo bastantes simples como para formarse por procesos químicos y lo bastante complejas como para poder servir de cimiento de la evolución de las células vivas. Unas moléculas capaces de contener información y estructura suficiente como para replicarse a sí mismas, y, al cabo, para dirigir la síntesis de otros componentes que puedan catalizar la replicación con una eficiencia cada vez mayor. Unas moléculas en fin, capaces de iniciar la trayectoria evolutiva que permitió a la vida emanciparse de los procesos físicos que le dieron nacimiento, sintetizando las moléculas necesarias para el crecimiento en lugar de incorporarlas de su entorno y captando energía química o solar para alimentar el funcionamiento de la célula.
      Hacer ahora aquí un recorrido de cómo empezó y surgió la vida en nuestro planeta, no es el sentido que le quiero dar a mi comentario. Así que, apuntado el pequeño párrafo anterior de ese comienzo, cogeremos otros caminos que nos lleven hacia lo que realmente pretendo decir.
      De la cantidad de pequeños organismos que poblaron y pueblan nuestro planeta y de sus extraordinarias condiciones de supervivencia, por ser un tema bien conocido y suficientemente sabido, tampoco hablaré.
      Todos los expertos saben que las Cianobacterias, son las heroínas microbianas de la vida. Si el oxígeno trajo consigo un cambio revolucionario, las heroínas de la revolución fueron las cianobacterias. Hemos podido localizar fósiles bien conservados en silex de Siberia y otros lugares con más de mil quinientos millones de años de edqad, nos muestran que las bacterias verdeazuladas se diversificaron tempranamente y se han mantenido hasta la actualidad sin alterar de manera sustancial su forma. La capacidad de cambiar con rapidez, pero persistir indefinidamente, compendia la evolución bacteriana.
      Sabemos que las bacterias han evolucionado intercambiando genes, y que, los eucariotas fueron un paso más allá. Los cloroplastos y las mitocondrias, las sedes del metabolismo energético de las células eucariotas, surgieron por transferencia lateral de células completas. La microscopia electrónica y la Biología Molecular iluminan muchos aspectos de la evolución de las células eucariotas, aunque seguimos sin comprender el origen de nuestro propio dominio..
      Más allá de nuestra antorcha de hechos conocidos más remota, se extiende una tentadora oscuridad y todos los científicos se sienten atraídos hacia ella porque saben que allí, están escondidas otras antorchas apagadas que están a la espera de que unas cerillas las prendan para que, entonces, podamos ver y comprender.
      Todos conocemos que las ideas de Darwin sobre la evolución, consistía en un proceso de ramificación, de divergencia: las formas y fisiologías nuevas surgen a medida que los descendientes de un antepasado común se hace cada vez más diferentes entre sí. Lybn Margulis, en cambio, defendía la aparición de nuevas formas por fusión de ramas. Desde este punto de vista, cada célula de nuestro cuerpo refleja la fusión de dos linajes genéticos. Por ejemplo, el rosal que ahora mismo puedo ver en mi terraza, dotado de cloroplastos además de mitocondrias, es el resultado de la combinación de tres líneas de descendencia distintas.
      Creo que, finalmente, se impondrá el postulado de Margulis, ya que, todos los biológos aceptan como un hecho el origen endosimbiótico de clroplastos y mitocondrias. Pero quizá lo más sorprendente sea el descubrimiento de que los cloroplastos contienen ADN, ARN y ribosomas, la maquinaria molecular básica para el crecimiento y la replicación de la célula.
      Explicar ahora quí, cómo puede una célula convertirse en parte integral de otra, además de complejo, sería tedioso para el lector no versado en estos complejos temas. Así que, lo ejamos.
      También sabemos que los organismos eucariotas han evolucionado hacia formas de morfología celular y multicelularidad desconocidas entre las bacterias y las arqueas. Los fósiles de estas características sugieren que los eucariotas surgieron tempranamente, pero que solo se alzaron como participantes de importancia en los ecosistemas marinos hacia finales del eón Proterozoico, ayudados quiza por el renovado aumento del oxígeno en los océanos del planeta.
      Si miramos atentamente en el árbol de la vida, construido a partir de comparaciones entre secuencias de nucleótidos de genes de diversos organismos, las plantas y los animales quedan reducidos a brotes en la punta de una sola rama. La mayor diversidad de la vida, y por extensión, la mayor parte de su historia, es microbiana. Antes de de buscar, explorando en rocas precámbricas la búsqueda de aquellos rastros de las primeras formas de vida, convendría conocer algunas cosas acerca de las bacterias y las arqueas, esos diminutos arquitectos de los ecosistemas de nuestro planeta.
      Pero, a todo esto, ¿qué podemos decir de la coevolución de la Tierra y la Vida? Tanto los organismos como el ambiente han cambiado drásticamente con el Tiempo, a menudo, de forma concertada. Los cambios de clima, la geología e incluso la composición de la atmósfera y de los océanos han influido de forma muy directa en la evolución, del mismo modo que las innovaciones biológicas han influido, a su vez, en la historia del medio ambiente. La impresión general que surge de la larga historia de nuestro planeta es la de interacciones entre organismos y ambientes.
      Es verdad que, como somos grandes animales pensantes, en ocasiones, se nos puede perdonar que tengamos una visión del mundo que tiende a celebrar “lo nuestro”, pero la realidad nos contradice, toda vez que nuestras perspectiva es errónea. Somos nosotros quiénes hemos evolucionado para encajar en el mundo microbiano, y no al revés. Que esto seqa así (que lo es) se debe, en parte, a una cuestión histórica, pero también tiene una explicación en términos de diversidad y funcionamiento de ecosistemas. Si los animales son la guinda de la evolución, las bacterias son el pastel.
      Las plantas, los animales, los hongos, las algas y los protozoos son todos organismos eucariotas, genealógicamente vinculados por un modo de organización celular en el que el material genético aparece encerrado en el interior de una estructura membranosa llamada núcleo. Las bacterias y otros procariotas son distintos: sus células carecen de núcleo. Sin embargo, si nos fijamos por criterio de los metabolismos, son los procariotas los que destacan por su diversidad.
      En definitiva y a modo algo grosero (por su escacez de explicaciones que haría esto muy largo), podemos decir que, nosotros, dependemos de estos pequeños seres para poder vivir, ellos nos proporcionan los ecosistemas del planeta que nos acoge, son los responsables de mantener la atmósfera en la forma idónea para nuestras necesidades y, mucho más cercano aún, tenemos a las mitocondrías que son, nuestros huspedes necesarios y que, realizan funciones sin las cuales no podríamos vivir, entre otras, son las que nos proporcionan la energía del cerebro.
      Las Mitocondrias están cono nosotros desde que venimos al mundo, nos son transmitidas por nuestras madres, y, llevan con los seres humanos más de mil quinientos millones de años.
      Sí, podemos hablar de nuestras Sociedades y del estrés que la vida moderna nos pueda producir pero, sin embargo, si nos centraramos más en saber y comprender el orgien de la vida y cómo funciona ésta, así como los requisitos que requieren y ne4cesitan para que sea lo que consideramos una “vida sana”, nuestros comportamientos serían diametralmente distintos y, adoptaríamos otras formas de vida más en consonancia con la realidad en la que estamos inmersos, ya que, no es extraño constatar que, no pocas veces, hacemos todo lo contrario de lo que nuestro entorno, y nosotros mismos necesitamos.
      ¿Seremos en verdad racionales?

      Responder
      • 10.1.1
        Guillermo
        el 15 de mayo del 2011 a las 19:09

        Hola Emilio.
        Son muy acertadas tus observaciones. Reconozco que dilucidar el sentido de la vida excede mis actuales capacidades y he pensado que tal vez nuestro cerebro no disponga de las herramientas necesarias para hacer frente a ese desafío. De hecho, en nuestro cerebro no tiene cabida la no existencia del tiempo/espacio. Somos “hijos” de una evolución que avanza sometida a leyes estrictas, muchas de las cuales aun desconocemos.
        Por lo anterior es que mi esfuerzo lo he dedicado solo a dar respuesta a qué es, porqué es y cómo es que existe lo que denominamos Consciencia.

        Responder
    • 10.2
      emilio silvera
      el 15 de mayo del 2011 a las 9:16

      Bueno, una pequeña observación sobre su final: Alguien mu listo dijo una vez que…”Mientras haya muerte habrá esperanza”, y, si nos fijamos en la profundidad que la frase conlleva, llegaremos a comprender que ese es el ciclo que hay que cumplir para que todo funcione bien y, los que vengan detrás, puedan hacer su trabajo para los que los seguirán…es siempre la misma historia: nos queremos hacer inmortales a pesar de la muerte.
      Puede resultar paradójico pero, así resulta ser.
      Ahora contesto a su largo comentario de más complejidad y diversidad que, por cierto, resulta fascinante.

      Responder
    • 10.3
      floren
      el 18 de mayo del 2011 a las 7:56

      Plas! Plas! Plas! Plas!  (aplauso)
      Ole peazo de comentario!!
       
      Un soberano comentario sobre la mente, su comportamiento, etc… aunque quizás se acerca más a ser un libro.
      Según lo que leo en esta página, creo que la mayoría estamos de acuerdo en que es necesario una conciencia colectiva para seguir caminando hacia los siguientes pasos de evolución. Lo pensaba hace tiempo, y ahora creo que lo tengo más claro, la naturaleza nos entrega pistas claras para encontrar el camino adecuado para evolucionar, quizás esa sea la respuesta a ¿Qué hacemos aquí? Pues posiblemente estamos inmersos en un juego, en el que tenemos que aprender de la naturaleza para evolucionar, y nuestros comportamientos se asemejan más, no sé si al de una comunidad de hienas jerarquizadas o cualquier otro depredador, que al comportamiento colectivo que se lleva cabo en un hormiguero. _Sinceramente, ¿conocen a algún individuo dispuesto entregar su vida por el bien de esta comunidad o sistema en el que vivimos?.  Creo que gozamos de una capacidad de analisis, que tenemos algo adormecida, y deberíamos aunar nuestras fuerzas para conseguir un mundo así, en el que hubiese tanta satisfación en el vivir, que cualquiera estuviese dispuesto a entregar su vida en bien a la comunidad.
      Aunque sé que no es gusto de todos los lectores, conozco una fábula que resume en 5 minutos lo que vivimos hoy día, que pueden ver en youtube, Mousseland subtitulado en español, y os resumo brevemente para quien no le apetezca verla: Era una comunidad democratica de ratones, que votaban cada 4 años a un gobierno formado por gordos gatos negros, los cuales empezaron a aprobar leyes para gatos, redujeron los limites de velocidad, para que así les fuera más fácil conseguir el desayuno todas la s mañanas, y una serie de normas que empezaron a asediar la vida de los ratones, entonces en las siguientes elecciones, decidieron votar a los gatos blancos que hicieron una gran campaña, prometian ampliar las entradas de las ratoneras, para así ofrecer una más “amplia visión”.  Entonces los ratones, se dieron cuenta de que en vez de una mano, les entraban las dos manos a los gatos en sus ratoneras, con lo cual decidieron sustituirlos otra vez por los negros, que siguieron asediandolos cada vez con más leyes para gatos. Llegaron incluso, a votar a gatos blancos y negros, luego a gatos con manchas, etc… hasta que un dia vino un ratón de fuera y les dijo: ¿no os dais cuenta de que los gatos hacen las leyes para gatos y no para ratones? Entonces, por qué no votamos a un ratón en vez de a un gato? Y dijeron: ¡Oooooh! ¡Un comunista! Y lo encarcelaron.
       
      Por desgracia, los dos  grupos con mayores expectativas y probabilidades, tienen unas lista plagadas de personajes implicados en delitos, interminable lista , que se pueden ver públicamente sólo poniendo: corruptómetro en google.
       
      Bueno, y como en momentos de desolación, siempre se abre una ventana que deja entrar con fuerza un atisbo de luz que nos llena de esperanza, desde aquí envío un fuerte apoyo y aliento de animo, a aquellos que se encuentran en Sol Madrid, integrantes de la plataforma Democracia real, yá, luchando por nuestros derechos, y revindicando un cambio social, que es necesario, y que a todos nos resuena aclamándolo con una fuerza inmensa en lo más profundo de nuestro interior.
       
      ¡Salud y amor a todos/as!

      Responder
      • 10.3.1
        emilio silvera
        el 18 de mayo del 2011 a las 9:22

        Amigo Floren, como tú también creo que debiera perfilar un poco por aquí y otro poco por allí, y, confeccionar un buen libro con todas esas ideas que, bien relacionadas, llegan a decir cosas. Lo cual, hoy día, no es fácil.
        Un saludo.

        Responder
  11. 11
    Abdel Majluf
    el 15 de mayo del 2011 a las 16:02

    Y pensar que todo comienza de la energía, incluso hablando de las celulas, ellas aun son todo un universo,
    de alli para abajo comienza el mundo de lo infinitesimal hasta llegar al mas pequeño idividuo conocido que es el quarks.

    ……Asi y todo seguimos en lo material y llegamos a la energa, pues de esta ha de haber brotado la materia y esta podría tener su siguiente esscala
    energía fotones electrones quarks protones y neutrones núcleos atómicos átomos moléculas macromoléculas… celulas……..y un largo etcetera.
     

    Responder
    • 11.1
      emilio silvera
      el 16 de mayo del 2011 a las 6:32

      Sí, pero a mí me gustaría saber que es lo que puede haber, más allá de los Quarks.
      Sería fascinante poder contemplar esas (menos que…)nano cuerdas vibrantes con sus resonancias produciendo otras cuerdas, en ese universo de lo microscópico, el colorido debe ser segador, ya que, como bien dices amigo Abdel, es la energía el principio de todo.
      Un abrazo

      Responder

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