Jun
17
Inmersos en el espaciotiempo
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física ~ Comments (0)
Para el cosmólogo, la única certeza es que el Universo morirá un día. Algunos creen que la muerte final del Universo llegará en la forma del big crunch. La gravitación invertirá la expansión cósmica generada por el big bang y comprimirá las estrellas y las galaxias, de nuevo, en una masa primordial. A medida que las estrellas se contraen, las temperaturas aumentan espectacularmente hasta que toda la materia y la energía del universo están concentradas en una colosal bola de plasma ardiente que será el resultado final de la destrucción del Universo tal como lo conocemos.
Todas las formas de vida serán borradas de la faz de los mundo que las pudieran contener: evaporadas por las enormes temperaturas o aplastadas, ¡qué más dá! No habrá escape.
Científicos y filósofos, como Charles Darwin y Bertrand Russell, han escrito lamentándose de la futilidad de nuestras míseras existencias, sabiendo que nuestra civilización morirá inexorablemente cuando llegue el fin de nuestro mundo. Las leyes de la física, aparentemente, llevan la garantía de una muerte final e irrevocable para todas las formas de vida, inteligente o no, del Universo.
Yo, como Gerald Feinberg, físico de la Universidad de Columbia (ya desaparecido), creo que sí puede haber, quizá sólo una esperanza de evitar la calamidad final.
Él especuló que la vida inteligente, llegando a dominar los misterios del espacio de más dimensiones (para lo que contaba con un poderoso aliado, el Tiempo de miles de millones de años), sabría utilizar las dimensiones extras para escapar de la catástrofe del Big Crunch. En los momentos finales del colapso de nuestro Universo, el Universo hermano se abriría de nuevo y el viaje interdimensional se haría posible mediante un túnel en el Hiperespacio hacia un Universo alternativo, evitando así la pérdida irreparable de la inteligencia de la que somos portadores.
Si algo así es posible, entonces, desde su santuario en el espacio de más dimensiones, la Humanidad, podría ser testigo de la muerte del Universo que la vio nacer y florecer.
Aunque la teoría de campos demuestra que la energía necesaria para crear estas maravillosas distorsiones del espacio y el tiempo está mucho más allá de cualquier cosa que pueda imaginar la civilización moderna, esto nos plantea dos cuestiones importantes:
¿cuánto tardaría nuestra civilización, que está creciendo exponencialmente en conocimiento y poder, en alcanzar el punto de dominar la teoría de hiperespacio?
¿Y qué sucede con otras formas de vida inteligente en el Universo, que puedan haber alcanzado ya este punto?
Lo que hace interesante esa discusión es que científicos serios han tratado de cuantificar el progreso de la civilización en un futuro lejano, cuando los viajes por el espacio sean una rutina en los sistemas estelares o incluso las galaxias vecinas hayan sido colonizadas. Aunque la escala de energía necesaria para manipular el Hiperespacio es astronómicamente grande, estos científicos señalan que el crecimiento del conocimiento científico aumentara, sin ninguna duda, de forma exponencial durante los siglos y milenios próximos, superando las capacidades de las mentes humanas para captarlo (como ocurre ahora con la teoría M, parada en seco, esperando que alguien vea las matemáticas necesarias para continuar su desarrollo).
Cada 10/15 años el conocimiento científico se doblará, crecerá el cien por ciento, así que, el avance superará todas las previsiones. Tecnologías que hoy solo son un sueño (la energía de fusión o en robótica, los cerebros positrónicos), serán realidad en un tiempo muy corto en el futuro. Quizá entonces podamos discutir con cierto sentido la cuestión de si podremos o no ser señores del Hiperespacio.
Viaje en el tiempo. Universos paralelos. Ventana dimensional.
¡Sueños!
Mucho camino nos queda por recorrer antes de que seamos capaces de aprovechar energías gravitacionales de agujeros negros.
Georg Bernard Riemann, lo empezó todo. Es el responsable del descubrimiento del espacio multidimensional. Anticipando el siglo siguiente de progreso científico, Riemann (como ya he contado en otros trabajos), fue el primero en afirmar que la naturaleza encuentra su ámbito natural en la geometría del espacio multidimensional, y gracias a su visión inicial, pudieron plasmarse en realidad teorías como las de la relatividad general de Einstein, en cuatro dimensiones, la de Kaluza-klein, en cinco dimensiones, o la más reciente teoría de cuerdas de diez y veintiséis dimensiones.
El nombrarlo aquí, es sólo cuestión de justicia. No podemos hablar de espacios multidimensionales sin nombrar a Riemann que, nacido el 10 de junio de 1.854, con su golpe maestro cuándo dio aquella conferencia en l a facultad de la Universidad de Gotinga en Alemania, dejó pasar un rayo de luz a todas las mentes científicas, no ya de su propio tiempo, sino a las del siglo siguiente.
Bien es verdad que, de momento, nuestra mentes solo son capaces de percibir el Universo de cuatro dimensiones: tres espaciales y una temporal, con las que cotidianamente nos desenvolvemos. Esto quiere decir que, solo hemos sido capaces de reproducir las dimensiones más altas en la teoría de los números, y nuestras mentes (al menos la mía), por mucho que lo intente, no son capaces de “VER” un mundo de mas dimensiones, no podemos. Tenemos que evolucionar para poder captar ese nuevo universo hiperdimensional que acogería, sin crear problemas, todas las cuestiones científicos hoy antagónicas como la relatividad general y la mecánica cuántica.
Siempre ocurre lo mismo, podemos tener un genio delante de nuestras narices y no saber verlo. Jacob Bronowski escribió:
“El genio de hombres como Newton y Einstein reside en que saben hacer preguntas inocentes y transparentes que resultan tener respuestas revolucionarias.”
Einstein era un hombre que podía plantear cuestiones tremendamente simples, como por ejemplo: “¿Qué aspecto tendría un rayo de luz si uno pudiera alcanzarlo?
Así de “sencillas” o de complicadas pueden ser las cosas, solo se trata de quién responda la pregunta.
¿Cuántos con mejor o peor fortuna han tratado de explicar lo que es el tiempo?
Lo vemos o sentimos pasar ante nuestros ojos, transcurre incesante, nos trae el día y la noche una y otra vez, pasan los años con el transcurso del tiempo ¿Pero qué es?
¡Hay tantas cosas que no sabemos explicar que, si lo pensamos, terminamos profundamente frustrados!
Ya se ha contado muchas veces (también yo) que, en 1.905, disponiendo de mucho tiempo libre en la oficina de Patentes, Einstein analizó cuidadosamente las ecuaciones de campo de Maxwell, le añadió algunos ingredientes de Lorentz y Poincaré y fue llevado a postular el principio de relatividad especial: la velocidad de la luz es la misma en todos los sistemas de referencia en movimiento uniforme. El principio de apariencia inocente es uno de los mayores logros de la mente humana. Algunos han dicho que, junto con la Ley de gravitación de Newton, se sitúa como una de las más grandes creaciones científicas de todos los tiempos. ¿Quién soy yo para rebatirlo?
Muchos han sido los aspectos interesantes deducidos a partir de la teoría relativista especial, y, el que más ha llamado siempre mi atención es aquel que nos dice que el tiempo es la cuarta dimensión y que las leyes de la Naturaleza se simplifican y unifican en dimensiones más altas.
Fue Minkowski, un antiguo profesor de Einstein, el que, al leer la teoría de éste, introdujo el concepto de cuarta dimensión referida al tiempo y superó así el concepto de tiempo que se remontaba hasta Aristóteles. El espacio y el tiempo quedaron así irremediablemente unidos como : Espaciotiempo.
Así pasamos de un mundo de tres dimensiones a un Universo de cuatro. La mente humana, pasó entonces, a tener una visión más amplia del Universo.
También cambiaron conceptos como los de la masa y la energía que, resultaron ser, la misma cosa. Y, ¿Qué decir de la posibilidad real de frenar el paso del tiempo al viajar a velocidades relativistas?
¡Son tantas maravillas!
emilio silvera