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¡Es tan bonito saber!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física ~ Comments (6)
Cuando los físicos trabajan con las matemáticas de la nueva teoría de supercuerdas, Einstein, sin que nadie le llame, allí aparece y se hace presente por medio de las ecuaciones de campo de la relatividad general que, como por arte de magia, surgen de la nada y se hacen presentes en la nueva teoría que todo lo unifica y también todo lo explica; posee el poder demostrar que todos los sorprendentes sucesos que se producen en nuestro universo (desde la frenética danza de una partícula subatómica que se llama quark hasta el majestuoso baile de las galaxias o de las estrellas binarias bailando un valls, la bola de fuego del Big Bang y los agujeros negros) todo está comprendido dentro de un gran principio físico en una ecuación magistral.
Esta nueva teoría requiere conceptos nuevos y matemáticas muy avanzados y nos exige cambiar nuestra manera actual de entender el espacio, el tiempo y la materia. Llevará cierto tiempo adaptarse a ella hasta instalarnos en un nivel en el que resulte cómodo su manejo y su entendimiento. No obstante, vista en su propio contexto, la teoría de cuerdas emerge como un producto impresionante pero natural, a partir de los descubrimientos revolucionarios que se han realizado en la física del último siglo. De hecho, gracias a esta nueva y magnifica teoría, veremos que el conflicto a que antes me refería existente entre la mecánica cuántica y la relatividad general no es realmente el primero, sino el tercero de una serie de conflictos decisivos con los que se tuvieron que enfrentar los científicos durante el siglo pasado, y que fueron resueltos como consecuencia de una revisión radical de nuestra manera de entender el universo.
El primero de estos conceptos conflictivos, que ya se había detectado nada menos que a finales del siglo XIX, está referido a las desconcertantes propiedades del movimiento de la luz.
Isaac Newton y sus leyes del movimiento nos decía que si alguien pudiera correr a una velocidad suficientemente rápida podría emparejarse con un rayo de luz que se esté emitiendo, y las leyes del electromagnetismo de Maxwell decían que esto era totalmente imposible. Einstein, en 1905, vino a solucionar el problema con su teoría de la relatividad especial y a partir de ahí le dio un vuelco completo a nuestro modo de entender el espacio y el tiempo que, según esta teoría, no se pueden considerar separadamente y como conceptos fijos e inamovibles para todos, sino que por el contrario, el espacio-tiempo era una estructura maleable cuya forma y modo de presentarse dependían del estado de movimiento del observador que lo esté midiendo.
El escenario creado por el desarrollo de la relatividad especial construyó inmediatamente el escenario para el segundo conflicto. Una de las conclusiones de Einstein es que ningún objeto (de hecho, ninguna influencia o perturbación de ninguna clase) puede viajar a una velocidad superior a la de la luz. Einstein amplió su teoría en 1915 – relatividad general – y perfeccionó la teoría de la gravitación de Newton, ofreciendo un nuevo concepto de la gravedad que estaba producida por la presencia de grandes masas, tales como planetas o estrellas, que curvaban el espacio y distorsionaban el tiempo.
Tales distorsiones en la estructura del espacio y el tiempo transmiten la fuerza de la gravedad de un lugar a otro. La luna no se escapa y se mantiene ahí, a 400.000 Km de distancia de la Tierra, porque está influenciada por la fuerza de gravedad que ambos objetos crean y los mantiene unidos por esa cuerda invisible que tira de la una hacia la otra y viceversa. Igualmente ocurre con el Sol y la Tierra que, separados por 150 millones de kilómetros, están influidos por esa fuerza gravitatoria que hace girar a la Tierra (y a los demás planetas del Sistema Solar) alrededor del Sol.
Así las cosas, no podemos ya pensar que el espacio y el tiempo sean un telón de fondo inerte en el que se desarrollan los sucesos del universo, al contrario; según la relatividad especial y la relatividad general, son actores que desempeñan un papel íntimamente ligado al desarrollo de los sucesos.
El descubrimiento de la relatividad general, aunque resuelve un conflicto, nos lleva a otro. Durante tres décadas desde 1.900, en que Max Planck publicó su trabajo sobre la absorción o emisión de energía de manera discontinua y mediante paquetes discretos a los que él llamo cuantos, los físicos desarrollaron la mecánica cuántica en respuesta a varios problemas evidentes que se pusieron de manifiesto cuando los conceptos de la física del siglo XIX se aplicaron al mundo microscópico. Así que el tercer conflicto estaba servido, la incompatibilidad manifiesta entre relatividad general y mecánica cuántica.
La forma geométrica ligeramente curvada del espacio que aparece a partir de la relatividad general, es incompatible con el comportamiento microscópico irritante y frenético del universo que se deduce de la mecánica cuántica, lo cual era sin duda alguna el problema central de la física moderna.
Las dos grandes teorías de la física, la relatividad general y la mecánica cuántica, infalibles y perfectas por separado, no funcionaban cuando tratábamos de unirlas, eran incompatibles.
Entonces llegó la nueva teoría que siguió a la de supersimetría y supergravedad que no dieron la talla. Sin embargo, la teoría de supercuerdas, según todos los indicios, es una candidata muy firme para que de una vez por todas queden unificadas la relatividad general de Einstein y la mecánica cuántica de Planck y otros.
La solución que ofrece la teoría de cuerdas data de mediados de la década de los ochenta. Además, la teoría de cuerdas se construye sobre la relatividad general y sobre la relatividad especial y a partir de la teoría de Kaluza–Klein* que vino a imponer el concepto de más dimensiones; además de las tres de espacio y una de tiempo cotidianas, otras dimensiones permanecen enrolladas como espacios arrugados que no se desarrollaron, como las tras que conocemos en el mundo ordinario, y quedaron retenidos en el límite de Planck. Son como estructuras plegadas del cosmos, dimensiones que existen y que por razones que no conocemos, no llegaron a desplegarse en el instante primero del Big Bang y permanecen ahí ocultas a nuestra vista.
La teoría de cuerdas, en realidad, es la historia del espacio y el tiempo desde Einstein en adelante. Físicos modernos y avanzados como el famoso “cuarteto de cuerdas” de Princeton, capitaneados por Gross, trabajaron en la teoría de cuerdas ya elaborada antes por otros y la perfeccionaron con la versión de la cuerda heterótica, muy bien elaborada y de amplios y nuevos conceptos.
La última versión y más avanzada de la teoría de supercuerdas, es la conocida como la teoría M de E. Witten (también de Princeton), que lleva la M de mágica dada su perfección de planteamientos que han llevado a esta teoría a unas alturas del conocimiento científico de la física y de las matemáticas que están al alcance de pocos el poder comprender plenamente.
La teoría de cuerdas profundiza mucho más en la materia y en las fuerzas fundamentales, llega mucho más allá en el conocimiento de las cosas y en ella están los átomos, los electrones, los protones y neutrones, los quarks… y las “cuerdas”.
En realidad, según esta nueva teoría, si pudiéramos observar con aparatos más perfeccionados de los que tenemos actualmente la verdadera estructura de la materia, veríamos que además de los pequeños quarks, existen otros minúsculos filamentos que como cuerdas vibran, oscilan y bailan como elásticos de goma infinitamente delgados.
En los tiempos de Einstein no se había descubierto aun la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil, pero él opinaba que la existencia de dos fuerzas distintas (la gravedad y el electromagnetismo) era profundamente preocupante. A Einstein le costaba admitir que la naturaleza se basara en un modelo tan extravagante. Esta opinión le llevó a ese viaje de treinta años en los que, infructuosamente, buscó una teoría unificada de campos demostrativa de que todo se basaba en un único principio.
Einstein quedó aislado en esta búsqueda quijotesca que lo apartó de la corriente principal y más viva de la física que, por aquel entonces, estaba más interesada en profundizar en el marco de la mecánica cuántica, surgida con fuerza en aquellos años.
En el comienzo de la década de los 40, Einstein escribía a un amigo: “Me he convertido en un tipo viejo y solitario que es conocido principalmente por no usar calcetines y al que exhiben como una curiosidad en ocasiones especiales”.
Lo que sucedía era que Einstein, sencillamente, como había hecho en otras ocasiones, se estaba adelantando con su visión de futuro a su época. Más de un siglo después, su sueño de una teoría unificada se ha convertido en el Santo Grial de la física moderna. Los físicos-matemáticos más prestigiosos del mundo están convencidos de que en la teoría de cuerdas puede estar la respuesta al sueño de Einstein que él no pudo alcanzar porque, entre otras razones, en su tiempo no se conocían las matemáticas que son necesarias para plasmarla. Incluso ahora, a principios del siglo XXI en que la teoría está muy avanzada, son necesarias matemáticas que aún nadie es capaz de inventar para llegar al fondo de la esperada respuesta final.
¿Estará la respuesta escondida en las funciones modulares de los cuadernos perdidos de Ramanujan?
Ante todo estos planteamientos que tratan los cerebros más privilegiados del mundo para descubrir el misterio final del universo, la materia, el espacio-tiempo y las fuerzas fundamentales que interaccionan con las partículas fundamentales o elementales de las que todo está hecho, nos podríamos parar a pensar y preguntarnos:
¿Es posible que las maravillas de la vida y del universo sean meros reflejos de unas partículas microscópicas implicadas en una danza sin sentido, totalmente coreografiados por las leyes de la física?
¿Es realmente posible que los sentimientos de alegría, pena, aburrimiento, curiosidad, ansias de saber o de amar no sean más que unas reacciones químicas que tienen lugar en el cerebro, unas reacciones entre moléculas y átomos que, yendo a un nivel aún más microscópico, son reacciones entre algunas de las partículas que llamamos elementales y más profundamente aún, todo sea debido en su origen a unas infinitesimales cuerdas vibrantes?
Yo desde luego no tengo el talento necesario ni los conocimientos requeridos para contestar a estas preguntas de una manera clara y precisa y con todo lujo de detalles. Sin embargo, por lo poco que sé, pocas dudas me pueden acechar sobre una cosa para mí muy cierta.
Formamos parte del universo y estamos hechos por los materiales complejos que sólo se pueden formar en las estrellas. El polvo estelar de supernova que hizo posible nuestra existencia se formaría, seguramente, hace miles de millones de años en estrellas situadas a miles o millones de años luz de distancia.
Toda la materia conocida está formada por los quarks que forman protones y neutrones que forman los núcleos que al ser rodeados por los electrones, componen los átomos, que al unirse dan lugar a células, que juntas conforman la materia.
Así también estamos formados todos nosotros, que con esos materiales complejos y en unas condiciones muy especiales de un planeta Tierra primitivo, bombardeado por enormes tormentas, acribillado por rayos y partículas y radiaciones cósmicas como las ultravioletas y gamma, en los océanos y mares primigenios y en una enrarecida atmósfera, surgió la primera célula que fue capaz de multiplicarse para que miles de años y de millones de años después, tras una larga y penosa evolución, apareciéramos nosotros, unos seres capaces de pensar y de tener conciencia de su propia existencia, buscar en sus orígenes y mirar en su futuro, sentir unos sentimientos muy profundos que nos elevan a una categoría muy por encima de todas las demás cosas conocidas y, en este punto, tras toda esta larga reflexión, yo mismo me digo que sí, la ciencia nos demuestra que aunque nos parezca mentira, aunque lo clasifiquemos como “milagro”, todos nosotros, a pesar de estar dotados de esos sentimientos, estamos hecho de ese mismo ingrediente que llamamos materia formada por partículas diminutas que a partir de algo inanimado e inerte, dio lugar a lo que somos ahora.
¡Nos quedan tantos secretos que desvelar!
emilio silvera
* Teoría de Kaluza de 5 dimensiones, 4 de espacio y una de tiempo. Una de espacio está enrollada en el límite de Planck. Volver
el 14 de diciembre del 2009 a las 21:14
Hola amigo Emilio:
A mi no me parece raro que las ecuaciones de la Relatividad y las de la Física Cuántica no compaginen. Las ecuaciones de la Relatividad son claras y precisas. La ecuación de Schrödinger, que entiendo que representa a la Física Cuántica, utiliza números imaginarios o cálculos de probabilidades. Es que, en realidad, una cosa es la materia,algo muy preciso, y otra el espacio que engendra la materia, algo que se nos escapa a la percepción y al cálculo.
Amigo Emilio, un abrazo. Ramon Marquès
el 15 de diciembre del 2009 a las 9:08
Así es amigo Ramón, son dos universos totalmente opuestos y, de ahí, la dificultad que entraña el unir a las dos teorías que, desde hace varias décadas ya, se resiste al casamiento. Sólo en las grandes teorías unificadas no sólo no se rechazan sino que se necesitan y quedan acoplada como un todo que conforma toda la Física de lo grande y lo pequeño. Claro que, en ese mundo mágico de las dimensiones extras, tampoco se puede entrar desde la vida cotidiana, es como un mundo imaginario pensado para que todo encaje.
Creo, como bien dices tú, que la Mecánica Cuántica tiene un lugar y la Relatividad General tiene otro, y, ambas regiones se rigen por sus propias leyes que son rechazadas por la contraria de tal manera que, la unión resulta imposible.
Dicen que al principio sólo había una sóla fuerza y que, cuando el Universo se enfrió se dividió en las cuatrro que ahora conocemos, la simetría primera quedó rota y, ahora, nosotros ilusos mortales, estamos tratando de recomponerla a base de matemáticas extrañas de topología que, incluso no están inventadas y, la verdad es que, no hay nadie que sepa llegar al fondo del desarrollo que sería necesario para terminar las ecuaciones que surgen de la teoría de supercuerdas, y, por otra parte, verificar la teoría está fuera de nuestro alcance, no tenemos la energía necesaria para ello y, ni multiplando por 1000 la potencia del LHC, se podría llegar a ese lugar en el cual se cree que están unidas la Mecánica cuántica y la Relatividad general.
De momento, lo único que podemos hacer es especular.
Un abrazo amigo.
el 19 de julio del 2010 a las 21:06
Debo decir que el comentario de Ramón Marques, en realidad me confunde un tanto, ya que si la materia es algo preciso, en tanto que el espacio se nos escapa, ¿la claridad matemática no debiera estar del lado de la mecánica cuántica que es la que parte de la observación de la materia en detalle? En cambio, la teoría de la relatividad es la que se vale, para su éxito, de una redefinición del espacio y el tiempo.
Asi es, al menos, según lo he entendido. En esa línea me digo que Einstein al pensar en el espacio-tiempo piensa mas bien en una suerte de campo en íntima relación con la materia, que en un mero escenario para la materia.
Y a continuación pregunto porque lo ignoro: Dentro de la mecánica cuantica, ¿se define de alguna manera en particular el espacio, o permanece allí la idea clásica de espacio y de tiempo?
el 20 de julio del 2010 a las 9:42
El amigo Ramon nos esta hablando de la funcion de onda (Ψ) de Schor¨odinger que nos habla de las probabilidades que tenemnos de encontrar a una particula y que trata de paliar, dentro de lo posible, el principio de incertidumbre de Hesinberg. De todas las maneras, la mecanica cuantica esta en el limite de lo conocible y, verdaderamente, no podemos explicar muy bien lo que es un proton, un electron o un foton a pesar de que sabemos algunas de las funciones que desarrollan cada uno de ellos y donde lo hacen. El universo de lo infinitsimal es misterioso y tiene aun muchas puertas cerradas para nosotros.
Ramon, cuando habla de la claridad y sencillez de las ecuaciones de Einstein y su Teoria de la Relatividad, tanto especial como general, se refiere a que esta basada en primeros principios y se puede considerar la ultima de las grandes teorias clasicas.
Tu confucion es de lo mas natural, yo estoy confundido casi todo el dia cuando me sumerjo en el laberinto de la Mecanica Cuantica que, tiene unas matematicas bien defindas hasta el borde mismo de nuestr5o saber y, mas alla, una espesa niebla se cierne sobre el “campo” estudiado y deja libre a la imaginacion para que esta pueda determinar (conjeturando) alguna solucion de lo que desconocemos.
Si finalmente la Teoria de Cuerdas es correcta, es posible que nos pueda contestar a muchas preguntas que hemos formulado y que estan ahi, a la espera de respuestas y, si es asi, finalmente podremos ver el feliz casamiento de la Relatividad General con la Mecanica Cuantica (Einstein y Planck al fin juntos) para que, de esa manera, podamos comprender mejor el mundo.
Un saludo amigo.
el 20 de julio del 2010 a las 19:49
Estimado Emilio:
Me has interpretado muy bien. Quisiera aclarar que cuando hablo del espacio yo entiendo que el espacio, lo que hemos calificado como “vacío”, es este componente invisible que nada menos es el que crea la materia que vemos. Pero esto, amigo Javier, es una teoría personal que espero sea confirmada con el tiempo. Y le llamo teoría y no hipótesis porque me resulta muy coherente con todos los datos e informaciones que conozco.
Amigo Emilio, amigo Javier, un abrazo. Ramon Marquès
el 21 de julio del 2010 a las 11:00
Una cosa esta clara: No solo seguimos avanzando, sino que, el avance es exponencial e imparable.