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Rumores del saber IV

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (0)

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Rumores del saber 4 (recordemos el final de ayer)

¡Ser libre puede tener un alto precio!

Aunque mi única política es el querer la justicia para todos, la abolición de privilegios, la igualdad en todos los ámbitos de la vida, está claro que, pensar así, puede resultar molesto.

Puede que seamos muchos los que así pensamos pero, al no ser ambiciosos ni maliciosos, estamos desacoplados, desorganizados, e inconexos, lo cual, nos hace presa fácil para los otros, aquellos que, por ambición y malicia, si se organizan para quedarse la mayor parte de los bienes, aunque sea a costa de que otros muchos lo pasen mal.

Será el tiempo (tal como lo concebimos) el que arregle ese problema que aún pesa como una losa sobre la Humanidad.

Esperemos que todas las cosas terribles*, poco a poco sean sólo un mal recuerdo.

La realeza en Babilonia, no era enterrada sola, junto al rey y a la reina, en una cámara (según descubrió el arqueólogo británico Woolley), yacía una compañía de soldados – junto a sus huesos hallaron cascos y lanzas de cobre- y en otro recinto estaban los  esqueletos de nueve damas de la corte, todavía luciendo sus intrincados tocados.  Aunque se trataba de una práctica espeluznante, es una muestra de las creencias antiguas.

No se pudo encontrar texto alguno que mencionara a este entierro, lo que hace pensar que, cuando sucedió, aún no se conocía la escritura.

Antes me refería a los orígenes de la escritura (una cuestión muy polémica sobre uno de los pasos más importantes de la Humanidad), y, propiamente reconocida como tal, tiene más de un candidato, y en éste momento, son al menos tres.   Durante muchos años se dio como seguro que la escritura cuneiforme de Mesopotamia era la más antigua.  Había, sin embargo, un inconveniente.  El cuneiforme se compone de signos más o menos abstractos, y son muchos los que opinan que la primera escritura primera estaba relacionada con vínculos más fuertes e incuestionables con la pintura y los pictogramas, signos que son en parte dibujos de objetos y en parte símbolos.

En ese punto, hay que referirse a la obra de la arqueóloga Denise Schamndt-Besserat que, a finales de la década de los sesenta, esta investigadora advirtió que por todo Oriente Próximo se habían encontrado miles de “objetos de arcilla bastante prosaicos” que la mayoría de los arqueólogos habían considerados insignificantes.   Ella, pensaba lo contrario: que dichos objetos podían haber conformado un antiguo sistema que los estudiosos habían pasado por alto.  Visitó y estudió varias colecciones de estos “especimenes”, como los llamaba, en Oriente Próximo, el norte de África, Europa y América.

En el curso de sus estudios, descubrió que aquellos especimenes tenían, algunas veces, formas geométricas (esferas, tetraedros, cilindros) mientras que otras tenían forma de animales, herramientas o embarcaciones.  Además comprendió que se trataba de los primeros objetos de arcilla endurecidos por el fuego: fueran lo que fueran, su fabricación había requerido mucho trabajo y esfuerzo, y, desde luego, no eran prosaicos.

Finalmente, Dense tropezó con una descripción de una tablilla ahuecada encontrada en Nazi, un yacimiento del segundo milenio a. de C. al norte de Irak.  La inscripción cuneiforme decía: “Cuentas que representan ganado pequeño: veinte ovejas, seis borregas, ocho carneros adultos…” y así sucesivamente.

Cuando se abrió la tablilla, se encontraron dentro cuarenta y nueve cuentas, exactamente el número de animales escrito en la lista.

Para Schmandt-Besserat, aquello fue “como una piedra Rosetta”.  Durante los siguientes quince años examinó más de diez especimenes y concluyó que estos constituían un sistema primitivo de contabilidad y, en particular, uno que conduciría a la invención de la escritura.

Según el historiador H.W.F.Saggs, “ninguna invención ha sido más importante para el progreso humano que la escritura”.  Por su parte, Petr Charvát la llamó “la invención de las invenciones”.

Por tanto tenemos aquí otra idea capital que poner junto a la agricultura como “la más grandiosa de todos los tiempos”.  Pero, no podemos pararnos ahí.  Los sumerios inventaron también el carro, un hecho básico para la historia del progreso de la humanidad.  La cuestión es que si hacemos una lista de los logros que este formidable pueblo realizó antes que cualquier otro, sería difícil saber cuando parar.

En 1946, el erudito estadounidense Samuel Noah Kramer empezó a dar a conocer sus traducciones de las tablillas de arcilla sumerias, en las que identificó no menos de veintisiete “primeros históricos” logros conseguidos, descubiertos o registrados por primera vez por los antiguos iraquíes.  Entre ellos tenemos las primeras escuelas, el primer historiador, la primera farmacopea, los primeros relojes, el primer arco arquitectónico, el primer código jurídico, la primera biblioteca, el primer calendario agrícola y el primer congreso bicameral.  Los sumerios fueron los primeros que utilizaron los jardines para proporcionar sombra y frescor, los primeros en recoger proverbios y fábulas y los primeros en tener literatura épica y canciones de amor.

La razón para tan extraordinaria explosión de creatividad no es difícil de encontrar: la civilización, lo que hoy reconocemos como tal, sólo apareció después de que el hombre antiguo hubiera empezado a vivir en ciudades.  Las ciudades era el entorno más competitivo y experimental que cualquier otro que las hubiera precedido.  La ciudad era la cuna de la cultura, el lugar en el que nació casi la totalidad de nuestras ideas más preciadas.  Allí se podía mostrar a otros las cosas que éramos capaces de realizar en todos los ámbitos: trabajo, arte, etc.

En algún momento a finales del cuarto milenio a. de C., la gente empezó a vivir en grandes ciudades.  El cambio transformó la experiencia humana, pues las nuevas condiciones de vida exigían que hombres y mujeres cooperaran de formas hasta entonces inéditas.  Fue este estrecho contacto, este nuevo estilo de cohabitación frente a frente,  lo que explica la proliferación de nuevas ideas encaminadas a satisfacer necesidades, ocio, y en definitiva: mejor forma de vida.

De acuerdo con la investigación publicada a finales de 2.004, los primeros centros urbanos fueron Tell Brak y Tell Hamourak al norte de Mesopotamia, en la actual frontera entre Irak y Siria, que se remontaría al año 4.000 a. de C. Pero estos sentamientos eran relativamente pequeños (Hamourak tenía doce hectáreas) y las primeras ciudades propiamente dichas emergieron más al sur hacia 3.400 a. de C.  Entre las ciudades de Mesopotamia se incluyen (el orden cronológico es aproximado) Eridu, Uruk, Ur, Umma, Lagash y Shuruppak.

Uruk, por ejemplo, tenía una población fija de unos cincuenta mil habitantes.  El origen más obvio de éstas grandes ciudades hay que buscarlo en la seguridad.  Sin embargo, hay otras grandes ciudades de la antigüedad -especialmente en países  de África occidental como Malí- que nunca levantaron murallas.  En el mismo Uruk (que significa área amurallada).  Las murallas no se construyeron hasta mucho después de estar, en buena medida construida, aproximadamente hacia el año 2.900 a.C.

Las especiales condiciones dinásticas reinantes en Mesopotamia, donde la irrigación pudo mejorar la forma sustancial los cultivos y donde había suficientemente agua disponible, hizo del lugar un paraíso y las ciudades crecieron en aquellos lugares donde relativamente cerca, tenían piedra, madera, minerales, metales y en definitiva, materias primas.

Los logros de estas ciudades y ciudades-estados fueron asombrosos y perduraron unos veintiséis siglos.  Introdujeron un extraordinario número de las innovaciones que contribuyeron a crear el mundo que conocemos.

Fue en  Babilonia donde se desarrolló la música, la medicina y las matemáticas y donde se inventaron las bibliotecas, donde se pintaron los primeros mapas y donde nacieron la química, la botánica y la zoología.

Los templos eran importantes y en ellos tenemos el primer gran ejemplo de arquitectura monumental.  Estaban construidos sobre enormes plataformas que, con el paso del tiempo,  se dieron elevando cada vez más, hasta finalizar convirtiéndose en torres escalonadas provistas de terrazas y coronadas por santuarios y se denominan zigurats, palabra de origen asirio que probablemente se remonte al término acadio pronunciado zigguaratu, cumbre o cima de la montaña, más antiguo.

Antes nos referíamos a los orígenes de la escritura y nombramos lo que Anise Schmandt-Besserat, llamó especimenes (figurillas de arcilla muy elaboradas y variadas) y cuyas primeros hallazgos se remontan a entre 8.000 y 4.300 años a.C.

En el sureste de Europa, en Rumania y Bulgaria, se han encontrado sistemas de marcas compuesto de líneas más o menos geométricas, volutas y garabatos, perteneciente a lo que conocemos como cultura vinca.  Emparentado a lo que sin duda son pictogramas (cabras, cabezas de animales, espigas de trigo, etc.), este sistema apareció en contextos fúnebres y, aparentemente, sacrificiales, de cerca de 4.000 años a. de C.  La placa Gradesnica, descubierta en Uratsa, al oeste de Bulgaria, en 1.969, es sin duda más antigua y, según las pruebas, tendría entre 7000 y 6000 años.  Los símbolos asociados a la cultura Vinca han aparecido en amuletos, cerámicas, etc.

El análisis minucioso de los expertos muestra que la distribución de signos vincas es consistente y han clasificado un grupo de doscientos diez signos divididos en cinco grupos básicos: líneas rectas, cruces, cheurones, puntos y curvas.  Aunque en ningún sitio forman textos, han aparecido diseños simbólicos, con indudable significado religioso más que económico que, según todos los expertos, constituyen una forma de proto-escritura.

Continuaremos.

emilio silvera


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