Ago
7
Un breve sobre la búsqueda de vida estraterrestre
por Emilio Silvera ~ Clasificado en AIA-IYA2009 ~ Comments (0)
Europa, la hermosa hija de Agenor, el rey fenicio de Tiro que invadió Grecia y se hizo rey de Argos. Para nosotros hoy, Europa es una pequeño “planeta helado”, o luna de Júpiter, que podría contener alguna forma de vida en su secreto mar océano.
Los icebergs, esas enormes montañas de hielo desgajado que flotan en el mar y que adquirieron la fama a través de la tragedia del Titanic, ya no son el patrimonio exclusivo de nuestro planeta Tierra, también en Europa, gracias a la nave Galileo, desde 1997, sabemos que existen.
Aparte del planeta Marte, no existe otro lugar próximo a la Tierra sobre el que la ciencia tenga depositas tantas esperanzas de encontrar alguna forma de vida, y, aquí tenemos un aliciente extra, ya que en esta luna joviana ha ocurrido un proceso opuesto al del planeta rojo merced a su exploración. Mientras que los ingenios espaciales enviados por el hombre revelaron que la naturaleza marciana es mucho más hostil para la vida de lo que insinuaban los telescopios, las sondas Voyager y Galileo han encontrado en Europa el mejor candidato del Sistema Solar para albergar vida extraterrestre.
Para los exobiólogos, los científicos que estudian la existencia de vida en otros lugares del Universo, Europa ha sido la gran revelación de finales del siglo XX, y Titán, una luna de Saturno que es la segunda más grande del Sistema Solar, constituye una gran incógnita que se desvelará cuando podamos, físicamente, enviar allí los ingenios que nos puedan contestar a la gran pregunta: ¿Existe vida en Europa? En lo que a Titán se refiere, la misión espacial Cassini-Huygens, ya nos ha proporcionado muchos y valiosos datos.
Así que, de momento, estos dos satélites de Júpiter y Saturno (sin olvidar a Encelado)conforman, junto a Marte, los principales puntos de atención en la búsqueda de vida extraterrestre, claro que, al cien por cien no podríamos decir que la encontremos en esos lugares en primer lugar, ya que, la ciencia en lo referente al Universo, de vez en cuando, nos suele dar algunas sorpresas.
Antes me refería a Europa, Titán, Encelado y Marte, como los más probables lugares (al margen de la privilegiada Tierra) de encontrar vida dentro de nuestro Sistema Solar. No sabría decir el motivo pero, de todos estos sitios exóticos, el que más me llama la atención, el que más mensajes me envía es, ¡el planeta Marte!
Seguramente será por el simple hecho de que será allí donde antes encontremos esas formas de vida que, de una vez por todas nos confirmen que no estamos solos en el vasto Universo. Hay veces que, pensando en esto, llego a sentir una especie de angustia que me lleva a pensar en el hecho de que la Humanidad esté absolutamente sola en el inmenso Universo, y, más tarde, la razón se impone. Con los datos que tenemos en las manos, con los conocimientos que poseemos de las leyes que rigen en el Universo, el pensar en el hecho de la soledad universal sería, ¡una locura!
En lo concerniente a Europa, pocas fotografías entre las centenares de miles logradas desde que se inició la era espacial han dejado tan atónitos a los científicos como las transmitidas en 1.997 por la nave Galileo. Desde 1.979 se sospechaba, gracias a las imágenes de la Voyager 2, que la superficie del satélite de Júpiter estaba formada por una sorprendente costra de hielo. Su predecesora, la Voyager 1, llegó al sistema de Júpiter en marzo de ese año, pero no se aproximó lo necesario a Europa, por lo que únicamente envió fotografías que mostraban una corteza en apariencia lisa como una bola de billar surcada por una extraordinaria red de líneas oscuras de naturaleza desconocida.
En Julio de 1979, pocos meses después, la Voyager 2 obtuvo imágenes más detalladas, que desconcertaron a los científicos porque sugerían que la helada superficie podría ocultar un océano líquido, un paisaje inédito hasta el momento en el Sistema Solar.
Pero lo más asombroso estaba por ver y transcurrieron 18 años hasta que una nueva misión espacial les mostró a los científicos que Europa es una luna tan extraordinaria que incluso parece albergar escenarios naturales capaces de albergar alguna clase de vida.
Pero, todo esto me lleva a pensar en la lentitud de nuestros avances y en las muchas dificultades que encontramos para “saber” y “conocer” sobre lo que ahí fuera ocurre. No es nada fácil llegar a esos lugares. Cualquier misión, cualquiera de la que hemos sido testigos privilegiados, es, en sí misma, un universo. La enorme cantidad de operaciones y sincronizaciones que hay que tener en cuenta, la ingente cantidad de inteligencia humana que es necesario volcar en cada uno de estos proyectos, la enorme cantidad de dinero que es necesario aportar, y, sobre todo amigos, la infinita cantidad de esperanza que cada una de estas misiones genera…¡Es maravilloso!
Cuando exclamo que es maravilloso, no me refiero a los resultados en sí, me refiero al hecho increíble de que, en tan poco espacio de tiempo, desde las ramas de los árboles nos hayamos podido trasladar hasta esos lugares increíbles que, sin lugar a ninguna duda, tienen el poder de hacer volar nuestra imaginación que, al fin y al cabo, es casi tan grande como el Universo mismo.
emilio silvera
Europa, la hermosa hija de Agenor, el rey fenicio de Tiro que invadió Grecia y se hizo rey de Argos. Para nosotros hoy, Europa es una pequeño “planeta helado”, o luna de Júpiter, que podría contener alguna forma de vida en su secreto mar océano.
Los icebergs, esas enormes montañas de hielo desgajado que flotan en el mar y que adquirieron la fama a través de la tragedia del Titanic, ya no son el patrimonio exclusivo de nuestro planeta Tierra, también en Europa, gracias a la nave Galileo, desde 1997, sabemos que existen.
Aparte del planeta Marte, no existe otro lugar próximo a la Tierra sobre el que la ciencia tenga depositas tantas esperanzas de encontrar alguna forma de vida, y, aquí tenemos un aliciente extra, ya que en esta luna joviana ha ocurrido un proceso opuesto al del planeta rojo merced a su exploración. Mientras que los ingenios espaciales enviados por el hombre revelaron que la naturaleza marciana es mucho más hostil para la vida de lo que insinuaban los telescopios, las sondas Voyager y Galileo han encontrado en Europa el mejor candidato del Sistema Solar para albergar vida extraterrestre.
Para los exobiólogos, los científicos que estudian la existencia de vida en otros lugares del Universo, Europa ha sido la gran revelación de finales del siglo XX, y Titán, una luna de Saturno que es la segunda más grande del Sistema Solar, constituye una gran incógnita que se desvelará cuando podamos, físicamente, enviar allí los ingenios que nos puedan contestar a la gran pregunta: ¿Existe vida en Europa? En lo que a Titán se refiere, la misión espacial Cassini-Huygens, ya nos ha proporcionado muchos y valiosos datos.
Así que, de momento, estos dos satélites de Júpiter y Saturno (sin olvidar a Encelado)conforman, junto a Marte, los principales puntos de atención en la búsqueda de vida extraterrestre, claro que, al cien por cien no podríamos decir que la encontremos en esos lugares en primer lugar, ya que, la ciencia en lo referente al Universo, de vez en cuando, nos suele dar algunas sorpresas.
Antes me refería a Europa, Titán, Encelado y Marte, como los más probables lugares (al margen de la privilegiada Tierra) de encontrar vida dentro de nuestro Sistema Solar. No sabría decir el motivo pero, de todos estos sitios exóticos, el que más me llama la atención, el que más mensajes me envía es, ¡el planeta Marte!
Seguramente será por el simple hecho de que será allí donde antes encontremos esas formas de vida que, de una vez por todas nos confirmen que no estamos solos en el vasto Universo. Hay veces que, pensando en esto, llego a sentir una especie de angustia que me lleva a pensar en el hecho de que la Humanidad esté absolutamente sola en el inmenso Universo, y, más tarde, la razón se impone. Con los datos que tenemos en las manos, con los conocimientos que poseemos de las leyes que rigen en el Universo, el pensar en el hecho de la soledad universal sería, ¡una locura!
En lo concerniente a Europa, pocas fotografías entre las centenares de miles logradas desde que se inició la era espacial han dejado tan atónitos a los científicos como las transmitidas en 1.997 por la nave Galileo. Desde 1.979 se sospechaba, gracias a las imágenes de la Voyager 2, que la superficie del satélite de Júpiter estaba formada por una sorprendente costra de hielo. Su predecesora, la Voyager 1, llegó al sistema de Júpiter en marzo de ese año, pero no se aproximó lo necesario a Europa, por lo que únicamente envió fotografías que mostraban una corteza en apariencia lisa como una bola de billar surcada por una extraordinaria red de líneas oscuras de naturaleza desconocida.
En Julio de 1979, pocos meses después, la Voyager 2 obtuvo imágenes más detalladas, que desconcertaron a los científicos porque sugerían que la helada superficie podría ocultar un océano líquido, un paisaje inédito hasta el momento en el Sistema Solar.
Pero lo más asombroso estaba por ver y transcurrieron 18 años hasta que una nueva misión espacial les mostró a los científicos que Europa es una luna tan extraordinaria que incluso parece albergar escenarios naturales capaces de albergar alguna clase de vida.
Pero, todo esto me lleva a pensar en la lentitud de nuestros avances y en las muchas dificultades que encontramos para “saber” y “conocer” sobre lo que ahí fuera ocurre. No es nada fácil llegar a esos lugares. Cualquier misión, cualquiera de la que hemos sido testigos privilegiados, es, en sí misma, un universo. La enorme cantidad de operaciones y sincronizaciones que hay que tener en cuenta, la ingente cantidad de inteligencia humana que es necesario volcar en cada uno de estos proyectos, la enorme cantidad de dinero que es necesario aportar, y, sobre todo amigos, la infinita cantidad de esperanza que cada una de estas misiones genera…¡Es maravilloso!
Cuando exclamo que es maravilloso, no me refiero a los resultados en sí, me refiero al hecho increíble de que, en tan poco espacio de tiempo, desde las ramas de los árboles nos hayamos podido trasladar hasta esos lugares increíbles que, sin lugar a ninguna duda, tienen el poder de hacer volar nuestra imaginación que, al fin y al cabo, es casi tan grande como el Universo mismo.
emilio silvera