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Pensando en todo aquello que nos interesa

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

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Ya sabemos que la exploración del cosmos nos ha descubierto objetos misteriosos e inimaginables, como supernovas, púlsares o estrellas supermasivas convertidas en agujeros negros, capaces de destruir o engullir cuanto le rodea que se atreva a pasar la línea prohibida conocida como horizonte de sucesos.

La verdad es que, aunque estos objetos estelares nos fascina, lo que más llama nuestra atención (científicos y aficionados) es el encontrar mundos parecidos al nuestro, quizá con la esperanza oculta de que alguno de ellos esté habitado para no sentirnos tan solos en el universo.

Recordemos la sorpresa que nos produjo, en junio 2.005, el equipo estadounidense que anunció el descubrimiento de un pequeño planeta rocoso parecido a la Tierra y orbitando una estrella parecida a nuestro Sol (antes se habían encontrado junto a estrellas de neutrones moribundas). Este nuevo mundo, que fue denominado el primo mayor de la Tierra, resultó tener siete veces y media la masa de nuestro planeta, y fue detectado gracias a la acción gravitatoria que ejercía sobre su estrella, llamada Gliese 876.

Unos meses más tarde, otro equipo descubrió otro planeta rocoso que sólo tenía 5’5 veces la masa de la Tierra. Esta vez se utilizó el efecto microlente gravitacional, descubierto en su día por A. Einstein.

El Corot, con el que se espera encontrar cuerpos de hasta sólo dos veces el tamaño de la Tierra, tendrá la ventaja de ser el primer observatorio dedicado en exclusiva a buscar planetas desde el espacio, por lo que estará libre de aberraciones provocadas por la atmósfera terrestre, con lo que verá multiplicada su eficacia. También analizará la composición y características físicas de las estrellas.

El Corot cambiará su área de investigación y observación cada dos años. En verano, escudriñará el centro de la Vía Láctea, y seis meses después, cuando tenga al Sol encima y no pueda ver con claridad, dará media vuelta y quedará mirando a un punto opuesto de nuestro galaxia.

¡Suerte!

Todos hemos oído historia de cometas o de grandes asteroides que pueden impactar contra el planeta Tierra y complicarnos gravemente la existencia. Existen novelas y películas que recrean este hecho que, desde luego, podría ser real.

Todos los indicios indican que hace muchos millones de años, un pedrusco enorme impactó en el Yucatán en Méjico, y los efectos devastadores liquidaron a los dinosaurios.

Ahora, la NASA está estudiando enviar una misión tripulada preparada para desviar de la órbita terrestre aquellos cometas o cuerpos que puedan impactarnos con peligro serio de extinción.

Primero enviarán, en convenio con la Agencia Espacial Europea, dos sondas espaciales para el estudio de los asteroides. Las dos naves espaciales distintas – Sancho e Hidalgo – lanzadas en diferentes trayectorias hacia un asteroide para examinarlo y analizar su estructura, enviará los datos a la Tierra y, al final, se estrellaría contra el asteroide para desviar su trayectoria.

El objeto que representa mayor amenaza es el Apophis, que pasará en 2.029 junto a la Tierra. Sin embargo, no olvidemos que la Tierra cuenta con un buen aliado natural para evitar (en parte) problemas de ese tipo: nuestro vecino Júpiter que, con su enorme masa atrae hacia él objetos errantes de este tipo.

De todas maneras, un programa serio de este tipo no es tan fácil, y requeriría diseñar un proyecto para llevar cargamentos y astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS), la Luna y, eventualmente, Marte. Si se hace así, la misión de desviar pedruscos de la trayectoria de nuestro planeta Tierra sí podría tener éxito.

Einstein era muy aficionado a los ejercicios mentales (como él los llamaba). Planteaban un problema y se pensaba en cómo solucionarlo. Es un buen ejercicio para tener despierta la mente.

Yo, me parece, tengo la misma tendencia; de cualquier ocasión saco una excusa para hacer ejercicios mentales. Por ejemplo, estoy leyendo (a ratos y pedazos) un libro titulado “La plenitud del vacío”, escrito por Jean Bouchart d’Orval que trata de temas interesantes, sin embargo, contiene conceptos vacíos de contenido y pretenciosos en el fondo y en la forma. Me explico: contiene en sus expresiones un nivel que trata de ser superior, no adopta una forma sencilla de explicar las cosas y puede decir frases como “…estas dimensiones de espacio están unidas a la del tiempo por la noción del intervalo invariable.” (¿?) ¡Qué cosas! ¿Qué quiere decir esto? Mi amigo José Manuel, que me dejó el libro, tampoco comprende el concepto intervalo invariable; así lo tiene anotado en el margen superior. Para su tranquilidad le diré que el autor tampoco lo comprende; lo incluyó creyendo que la expresión quedaba bien y realzaba el trabajo, no obstante, para mí ha obtenido el resultado contrario. Nada puede tener más belleza que la sencillez y la claridad al expresar las ideas.

Otro ejemplo de lo que digo lo encuentro en el apartado que titula “Ni futuro, ni pasado, ni causa ni efecto…”

El pasado y el futuro son visiones del espíritu.

Bonita frase, pero poco real.

El pasado es una visión del recuerdo, mientras que el futuro es una visión de nuestra propia imaginación. Claro que el libro contiene muchos y buenos pasajes sobre muy diversas cuestiones, sólo que el autor adopta un plano de superioridad en la forma de contarlo que, al menos a mí, me choca.

De todas formas tengo que agradecer a mi amigo José Manuel (un espíritu puro) la oportunidad que me ha dado de leerlo, ya que, aparte de compartirlo conmigo, he tenido la oportunidad de aprender algunas cosas.

Como todo me hace pensar, cuando termino este comentario caigo en la cuenta de que no todos los buenos científicos están siempre en lo cierto al exponer sus teorías.

En el comentario anterior hemos nombrado el pasado y el futuro, y ambos términos de lo que pasó y de lo que pasará, siempre llamaron mi atención y he procurado información diversa sobre el tema.

En escritos míos anteriores, me he referido a la teoría expuesta de manera magistral por el reconocido físico teórico Kip S. Thorne. Él cree firmemente que en el futuro será posible viajar al pasado a través de un agujero de gusano.

Nunca he dudado de tal maravilla. Algún día muy lejos en el futuro, puede ser realidad. Sin embargo, hay que puntualizar algunas cosas.

  • Todos hemos oído contar, hemos leído o hemos visionado alguna película en la que el personaje principal viaja al pasado, se encuentra con su abuelo, se pelea con él y lo mata, y así, ni su padre ni él mismo pudieron nacer.
  • También se podría viajar al pasado, matar a Hitler y evitar el holocauso judío.
  • O impedir la crucifixión de Cristo.
  • O…

¡Pues va a ser que no! Los mecanismos del universo no permitirían tal barbaridad.

Si Thorne tiene razón y alguna vez vamos al pasado, a un mundo que fue y que no es el nuestro, creo que las leyes de la física impedirán que nuestra presencia fuese material y que nuestras acciones pudieran incidir en los hechos para cambiar su curso; eso es imposible.

Nuestra presencia allí sólo sería incorpórea; podríamos ver, observar, mirar con fascinación de manera directa lo que allí pasó, ser testigos de hechos históricos (seguramente sería una forma de turismo del futuro), pero no nos estaría permitido intervenir.

Lo que ya pasó es irreversible. No podemos físicamente retrotraer el tiempo para borrar lo que pasó.

Cuando un astrofísico mira una galaxia que está a 1.000 millones de años-luz de nosotros, está mirando el pasado. La galaxia que ve es la galaxia que fue hace 1.000 millones de años, que es el tiempo que ha tardado su imagen en llegar a nosotros viajando a la velocidad de la luz. No estamos capacitados de ninguna manera para poder observar esa galaxia tal y como es ahora; la distancia que la separa de nosotros tiene que ser recorrida, y el viaje duró mil millones de años, así que cuando lleguemos allí, la galaxia habrá evolucionado y será muy diferente a como era cuando iniciamos el viaje.

El rayo de luz que es atraído por un agujero negro y desaparece en la singularidad, no puede volver para que lo podamos ver de nuevo.

La entropía del universo es irreversible; el deterioro de los sistemas cerrados es imparable. Todo se transforma para convertir las cosas en otras diferentes. Son las leyes del universo, y a nosotros, simples mortales, sólo nos queda tratar de comprenderlas para obtener de ellas “tal como son” el mayor beneficio posible. Cuando la ambición o la inconsciencia nos lleva a querer cambiar las leyes del universo y de su naturaleza, el resultado no puede ser bueno.

Todas estas razones y muchas más que podrían exponerse aquí son las que impedirán algún día muy lejano de nuestro futuro, cambiar el pasado que, según mi opinión, es inamovible. ¡Ah!, y en contra de lo que dice en su libro Jean Bouchart, creo que todo lo que ocurre está causado por lo que ocurrió. Es lo que los físicos llaman causalidad. Nada ocurre porque sí, todo tiene su causa.

  • Si de verdad amas, te amarán.
  • Si estudias, aprenderás.
  • Si eres un vago, te llegará la miseria y la degradación.
  • Si haces lo que te gusta, serás más feliz.

Todo es la consecuencia de lo que hacemos. Igualmente, en nuestro mundo y en nuestro universo, rige la misma ley: si contaminas el planeta, se deteriorará el medio ambiente y morirá la atmósfera que ahora nos da la vida. Si una estrella agota su combustible nuclear, morirá, dejará de brillar y se convertirá en un objeto diferente. Todo es así.

Mi consejo: que nuestro comportamiento no sea nunca causante de males ajenos; que nos conformemos y sepamos valorar lo que tenemos; que tratemos cada día de ser mejores adquiriendo nuevos conocimientos, el verdadero sustento del ser.

Cuanto más sabemos, más podemos ofrecer a los demás.

En mi transcurrir cotidiano, por mi trabajo, veo con mucha pena cómo las personas tratan de engañarse las unas a las otras. Es la forma general, y lo excepcional es el encontrar, muy de tarde en tarde, personas decentes y honradas, mejor o peor preparadas (qué más da) pero nobles de espíritu y limpias de corazón; cuando eso ocurre, es como una ráfaga de aire fresco y perfumado que inunda los sentidos.

Como lo normal es todo lo contrario, la fealdad interior, el engaño, la falsedad, la ausencia de moralidad y de ética, la traición de los “amigos” o familiares, etc., mi remedio es bien sencillo: me encierro en mi mundo particular de la física, la astronomía y, en definitiva, de cualquier rama del saber que esté presente en ese momento en mis pensamientos, y de esa forma, por unos momentos, me olvido de la fea verdad que nos rodea.

Claro que como antes dije, ¡menos mal!, de vez en cuando nos encontramos con ráfagas de aire puro y perfumado que emiten esos espíritus puros, ¡que los hay!

El mes pasado (enero de 2.007), comenzó y se celebró en la India el 20 International Joint Conference of Artificial Intelligence, un encuentro en el que se pusieron al día todos los avances en inteligencia artificial, y donde fue celebrado el 50 cumpleaños de su creación.

El incremento de los resultados en este campo (ya me referí antes a esta ciencia), ha sido asombroso. Internet es una buena prueba de ello en la búsqueda de información por contenido, comercio electrónico, sistemas de recomendación, web semántica, etc. el futuro de Internet, de la industria y del comercio, de las ciudades futuras, de los viajes espaciales, de la medicina, etc., etc., etc., dependerán de los progresos que se realicen en el ámbito de la inteligencia artificial y en la nanotecnología; ahí parecen estar el progreso del futuro.

La inteligencia artificial, entre otras cosas, podrá llevar y facilitar información a países subdesarrollados que, de esta manera, podrá ofrecer educación a sus habitantes, mejorará la salud de la población, su agricultura, etc. la calidad de vida, en definitiva.

Ya se están desarrollando en Japón los ordenadores inteligentes (los llamados de quinta generación), y el entusiasmo de empresas informáticas japonesas y estadounidenses por la inteligencia artificial aconsejó a Europa no quedarse atrás y acometer sus propios proyectos mediante programas de investigación en estas nuevas tecnologías del futuro.

El término de inteligencia artificial, si no me falla la memoria, se acuñó en la reunión de Dartmouth en 1.956, que fue un evento único e histórico. Único porque no se volvió a celebrar, es decir, no fue el primero de un serie como ocurro con los congresos internacionales de lo que, como comenté al principio, se llevan celebrando 20; y fue histórico por el hecho de que allí se acuñó el término que ha prevalecido de inteligencia artificial.

En DartMouth se presentó un único resultado: un programa llamado Logic Theorist, capaz de demostrar teoremas de lógica proporcional contenidos (según leí) en la famosa obra “Principia Matematica” de Bertrand Russell y Alfred Whitehead (la obra más famosa de Newton lleva el mismo título). El programa lo desarrollaron Herbert Simón (que en 1.978 recibió el premio Nobel de Economía), Alan Newell y Clifford Shaw. Sin embargo, en éste de enero en la India, se presentaron 470 resultados seleccionados entre los casi 1.400 que recibieron.

Desde aquella reunión del 56, los hitos alcanzados en el campo de la IA han sido extraordinarios: desde jugar al ajedrez hasta diagnosticar enfermedades, comprender textos sobre temas concretos que implican conocimientos especializados… No obstante, el objetivo de desarrollar las inteligencias artificiales generales que los pioneros de esta ciencia, reunidos en 1.956, propusieron para ser alcanzados, quedan aún muy lejanos.

Pero todo llegará; todo es cuestión de ¡tiempo!

Esta ciencia le debe mucho a las matemáticas. Alan Turing es un ejemplo. Fue un gran matemático que formalizó conceptos tan básicos para la informática como el concepto de algoritmo y el concepto de calculabilidad mediante la denominada Máquina de Turing, lo que nos lleva a considerar a Turing como a uno de los “padres” de la informática y, más concretamente, de la informática teórica. En 1.950 publicó un ensayo, “Computing Machinery and Intelligence”, donde describió su famoso Test de Turing, según el cual se podría determinar si una máquina es o no inteligente. La IA le debe pues el test que lleva su nombre, pero la informática le debe más.

Está claro que la IA se aliará y formará equipo con la biología y la nanotecnología, y de esta unión surgirán avances que ahora ni podemos imaginar en nuestra actual comprensión (limitada) de la inteligencia artificial.

Como siempre me ocurre, cuando me pongo a escribir estoy hablando conmigo mismo y traslado la conversación al papel. En los garabatos quiero expresar lo que recuerdo, lo que he leído, lo que he estudiado del tema que en ese momento ocupa mi atención, y así ocurre que, no siendo infalible, los errores pueden ser muchos y algunas explicaciones o comentarios poco documentados (consulto muy poco escribiendo y me dejo llevar), por lo que pido disculpas. Sin embargo, mis lectores (que son pocos y buenos amigos), ganan en frescura y espontaneidad; el texto es más natural y en él están ausentes las artificialidades. Creo que salen ganando.

Lo que quería decir antes (como otras veces me he ido por las ramas), es que puedo comenzar hablando de una cuestión y terminar hablando de otra muy distinta. Me vienen a la mente temas diversos, y de manera natural, sigo mis pensamientos, y así lo expreso en la hoja en blanco.

¿No resulta más ameno? De todas formas, siempre trato de finalizar los temas. Básicamente soy un insaciable buscador de la razón de ser de las cosas; todo me parece interesante. Mi curiosidad es ilimitada y mi vehemencia y pasión me llevan, a veces, a olvidarme de comer o (más grave aún), de recoger a mi mujer, que en un pueblo cercano espera mi llegada como habíamos quedado. Son cosas corrientes de mi manera de ser, que cuando emprendo una tarea, una lectura, o un proyecto, lo quiero tener terminado antes de empezar.

Leo cualquier titular en un periódico: “Instalan un observatorio bajo el hielo para estudiar los confines del cosmos. Cuando esté en marcha, los científicos esperan que detecte 1.000 colisiones diarias de neutrinos, partículas minúsculas que nos traen información del universo.” No puedo, a partir de ahí, evitar el comprar el periódico o la revista para leer todo el reportaje completo, aunque sé que no dirán nada que ya no sepa sobre los neutrinos y la manera de cazarlos en las profundidades de la Tierra, en profundas minas abandonadas en las que colocan tanques de agua pesada que, conectados a potentes ordenadores, detectan la presencia de estas diminutas partículas (al parecer carentes de masa) que pertenecen a la familia de los leptones.

Cada segundo que pasa, billones de estas minúsculas partículas invisibles llamadas neutrinos, atraviesan nuestros cuerpos, en muchos casos, después de haber recorrido de un confín a otro todo el universo.

Los neutrinos, al contrario que los fotones (es decir, la luz) o los rayos cósmicos, viajan sin cesar de un lado a otro del universo sin que ningún campo magnético los desvíe de su camino, y sin ser destruidos tras colisionar con otras partículas, ya que apenas poseen carga eléctrica ni interaccionan con la materia. Por ello, estudiar de cerca un neutrino permitiría descubrir su procedencia y aportaría a los científicos una valiosa información sobre los rincones del universo de los que provienen.

El problema que se plantea es que agarrar un neutrino no es tarea nada fácil, y aunque se cree que el neutrino puede ser el mensajero cósmico ideal, primero habrá que retenerlo para poder hacer la comprobación. Esta partícula fue anunciada o prevista su existencia por Wolfgan Pauli, y su nombre, neutrino (pequeño neutro en italiano), se lo puso el físico Enrico Fermi.

Aunque parezca no venir a cuento, me viene a la mente que el fin de la Edad de Hielo, hace 300 millones de años fue precedido por bruscos cambios en el nivel de dióxido de carbono (CO2), alteraciones violentas del clima y efectos drásticos sobre la vegetación del planeta.

Pero, ¡¿qué estamos haciendo ahora?! La irresponsabilidad de algunos seres humanos es ilimitada.

Hace 300 millones de años, el hemisferio sur del planeta estaba casi totalmente cubierto por el hielo; los océanos del norte eran una sola masa gélida y los trópicos estaban dominados por espesas selvas, pero 40 millones de años después, el hielo había desaparecido; el mundo era un lugar ardiente y árido. La vegetación era escasa y los vientos secos soplaban sobre una superficie donde casi no había vegetación. Sólo un reptil podría sobrevivir en aquellas condiciones.

Ahora parece que estamos decididos a repetirlo. ¿Qué hará Gaia para defenderse? Creo que hará lo que estime necesario para preservar su integridad, y si para ello es preciso eliminar a los molestos bichitos que causaron el mal, no creo que dude en hacerlo, ya que los acogió, les ofreció todos los recursos necesarios para la supervivencia, y el pago no fue, precisamente, el más adecuado.

Lo peor de todo esto es que el comportamiento de unos pocos lo pagaremos todos. Es como cuando un niño molesta en el colegio y el maestro castiga a toda la clase.

Franz Liszt dijo una vez la hermosa frase siguiente:

Nuestras vidas son preludios; preludios de una desconocida canción cuya primera nota es la muerte.

Liszt encabezó su referencia a un poema de Lamartine, en uno de sus más conocidos poemas sinfónicos, con esta memorable definición.

¿Será verdad que la muerte es el comienzo?

Bueno, es mejor ser respetuoso con ciertos pensamientos. Hay ciertos temas sobre los que la ciencia no tiene potestades ni puede legislar. Yo, en este sentido, me parapeto tras mi ignorancia para no pronunciarme sobre lo que desconozco, y sobre temas que la ciencia no está en condiciones de hurgar.

Llegados a este punto, recuerdo las palabras de mi hija María, pianista y clavecinista, que tiene una personal y artística interpretación de las cosas a través de argumentos musicales. Para ella, la música es algo más que un arte; es el todo, una manera de interpretar la vida y de ver las cosas. La música es para ella su esencia, su materia revelada y el camino elegido para vivir en un mundo aparte, de colores, lleno de notas musicales que forman melodías de una belleza infinita. Cuando habla de su música, se transporta y vive dentro de una suerte poética que la eleva a un plano superior y filosófico, casi místico o religioso, que la revitaliza, le da una fuerza especial y, sobre todo, le hace feliz al estar haciendo aquello que más le gusta. El que puede conseguir eso, es un elegido (yo no he podido).

emilio silvera

 


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