Sep
26
Hechos del pasado, ¡La Humanidad!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (2)
Los orígenes de la escritura (una cuestión muy polémica sobre uno de los pasos más importantes de la Humanidad), y, propiamente reconocida como tal, tiene más de un candidato, y en éste momento, son al menos tres. Durante muchos años se dio como seguro que la escritura cuneiforme de Mesopotamia era la más antigua. Había, sin embargo, un inconveniente. El cuneiforme se compone de signos más o menos abstractos, y son muchos los que opinan que la primera escritura primera estaba relacionada con vínculos más fuertes e incuestionables con la pintura y los pictogramas, signos que son en parte dibujos de objetos y en parte símbolos.
En ese punto, hay que referirse a la obra de la arqueóloga Denise Schamndt-Besserat que, a finales de la década de los sesenta, esta investigadora advirtió que por todo Oriente Próximo se habían encontrado miles de “objetos de arcilla bastante prosaicos” que la mayoría de los arqueólogos habían considerados insignificantes. Ella, pensaba lo contrario: que dichos objetos podían haber conformado un antiguo sistema que los estudiosos habían pasado por alto. Visitó y estudió varias colecciones de estos “especimenes”, como los llamaba, en Oriente Próximo, el norte de África, Europa y América.
En el curso de sus estudios, descubrió que aquellos especimenes tenían, algunas veces, formas geométricas (esferas, tetraedros, cilindros) mientras que otras tenían forma de animales, herramientas o embarcaciones. Además comprendió que se trataba de los primeros objetos de arcilla endurecidos por el fuego: fueran lo que fueran, su fabricación había requerido mucho trabajo y esfuerzo, y, desde luego, no eran prosaicos.
Finalmente, Dense tropezó con una descripción de una tablilla ahuecada encontrada en Nazi, un yacimiento del segundo milenio a. de C. al norte de Irak. La inscripción cuneiforme decía: “Cuentas que representan ganado pequeño: veinte ovejas, seis borregas, ocho carneros adultos…” y así sucesivamente.
Cuando se abrió la tablilla, se encontraron dentro cuarenta y nueve cuentas, exactamente el número de animales escrito en la lista.
Para Schmandt-Besserat, aquello fue “como una piedra Rosetta”. Durante los siguientes quince años examinó más de diez especimenes y concluyó que estos constituían un sistema primitivo de contabilidad y, en particular, uno que conduciría a la invención de la escritura.
Según el historiador H.W.F. Saggs, “ninguna invención ha sido más importante para el progreso humano que la escritura”. Por su parte, Petr Charvát la llamó “la invención de las invenciones”.
Por tanto tenemos aquí otra idea capital que poner junto a la agricultura como “la más grandiosa de todos los tiempos”. Pero, no podemos pararnos ahí. Los sumerios inventaron también el carro, un hecho básico para la historia del progreso de la humanidad. La cuestión es que si hacemos una lista de los logros que este formidable pueblo realizó antes que cualquier otro, sería difícil saber cuando parar.
En 1946, el erudito estadounidense Samuel Noah Kramer empezó a dar a conocer sus traducciones de las tablillas de arcilla sumerias, en las que identificó no menos de veintisiete “primeros históricos” logros conseguidos, descubiertos o registrados por primera vez por los antiguos iraquíes. Entre ellos tenemos las primeras escuelas, el primer historiador, la primera farmacopea, los rimeros relojes, el primer arco arquitectónico, el primer código jurídico, la primera biblioteca, el primer calendario agrícola y el primer congreso bicameral. Los sumerios fueron los rimeros que utilizaron los jardines para proporcionar sombra y frescor, los primeros en recoger proverbios y fábulas y los primeros en tener literatura épica y canciones de amor.
La razón para tan extraordinaria explosión de creatividad no es difícil de encontrar: la civilización, lo que hoy reconocemos como tal, sólo apareció después de que el hombre antiguo hubiera empezado a vivir en ciudades. Las ciudades era el entorno más competitivo y experimental que cualquier otro que las hubiera precedido. La ciudad era la cuna de la cultura, el lugar en el que nació casi la totalidad de nuestras ideas más preciadas. Allí se podía mostrar a otros las cosas que éramos capaces de realizar en todos los ámbitos: trabajo, arte, etc.
En algún momento a finales del cuarto milenio a. de C., la gente empezó a vivir en grandes ciudades. El cambio transformó la experiencia humana, pues las nuevas condiciones de vida exigían que hombres y mujeres cooperaran de formas hasta entonces inéditas. Fue este estrecho contacto, este nuevo estilo de cohabitación frente a frente, lo que explica la proliferación de nuevas ideas encaminadas a satisfacer necesidades, ocio, y en definitiva: mejor forma de vida.
De acuerdo con la investigación publicada a finales de 2.004, los primeros centros urbanos fueron Tell Brak y Tell Hamourak al norte de Mesopotamia, en la actual frontera entre Irak y Siria, que se remontaría al año 4.000 a. de C. Pero estos asentamientos eran relativamente pequeños (Hamourak tenía doce hectáreas) y las primeras ciudades propiamente dichas emergieron más al sur hacia 3.400 a.de C. Entre las ciudades de Mesopotamia se incluyen (el orden cronológico es aproximado) Eridu, Uruk, Ur, Umma, Lagash y Shuruppak.
Uruk, por ejemplo, tenía una población fija de unos cincuenta mil habitantes. El origen más obvio de éstas grandes ciudades hay que buscarlo en la seguridad. Sin embargo, hay otras grandes ciudades de la antigüedad –especialmente en países de África occidental como Malí- que nunca levantaron murallas. En el mismo Uruk (que significa área amurallada). Las murallas no se construyeron hasta mucho después de estar, en buena medida construida, aproximadamente hacia el año 2.900 a. C.
Los especiales condiciones dinásticas reinantes en Mesopotamia, donde la irrigación pudo mejorar la forma sustancial los cultivos y donde había suficientemente agua disponible, hizo del lugar un paraíso y las ciudades crecieron en aquellos lugares donde relativamente cerca, tenían piedra, madera, minerales, metales y en definitiva, materias primas.
Los logros de estas ciudades y ciudades-estados fueron asombrosos y perduraron unos veintiséis siglos. Introdujeron un extraordinario número de las innovaciones que contribuyeron a crear el mundo que conocemos.
Fue en Babilonia donde se desarrolló la música, la medicina y las matemáticas y donde se inventaron las bibliotecas, donde se pintaron los primeros mapas y donde nacieron la química, la botánica y la zoología.
Los templos eran importantes y en ellos tenemos el primer gran ejemplo de arquitectura monumental. Estaban construidos sobre enormes plataformas que, con el paso del tiempo, se dieron elevando cada vez más, hasta finalizar convirtiéndose en torres escalonadas provistas de terrazas y coronadas por santuarios y se denominan zigurats, palabra de origen asirio que probablemente se remonte al término acadio pronunciado zigguaratu, cumbre o cima de la montaña, más antiguo.
Antes nos referíamos a los orígenes de la escritura y nombramos lo que Anise Schmandt-Besserat, llamó especimenes (figurillas de arcilla muy elaboradas y variadas) y cuyas primeros hallazgos se remontan a entre 8.000 y 4.300 años a. C.
En el sureste de Europa, en Rumania y Bulgaria, se han encontrado sistemas de marcas compuesto de líneas más o menos geométricas, volutas y garabatos, perteneciente a lo que conocemos como cultura vinca. Emparentado a lo que sin duda son pictogramas (cabras, cabezas de animales, espigas de trigo, etc.), este sistema apareció en contextos fúnebres y, aparentemente, sacrificiales, de cerda de 4.000 años a.de C. La placa Gradesnica, descubierta en Uratsa, al oeste de Bulgaria, en 1.969, es sin duda más antigua y, según las pruebas, tendría entre 7000 y 6000 años. Los símbolos asociados a la cultura Vinca han aparecido en amuletos, cerámicas, etc.
El análisis minucioso de los expertos muestra que la distribución de signos vincas es consistente y han clasificado un grupo de doscientos diez signos divididos en cinco grupos básicos: líneas rectas, cruces, cheurones, puntos y curvas. Aunque en ningún sitio forman textos, han aparecido diseños simbólicos, con indudable significado religioso más que económico que, según todos los expertos, constituyen una forma de proto-escritura.
La india continúa siendo el candidato con más posibilidades para albergar el honor del nacimiento de la escritura. Tradicionalmente se consideraba que la civilización más antigua de la región era la que tenía su enclave en el valle del Indo, cuyas capitales, Harappa y Mobenjo-Daro se remontan a unos 3.000 años a. de C. y, los indicios y pruebas allí encontrados desplazan a Mesopotamia con la cuna de la escritura.
No soy ningún experto en este tema, sin embargo, si dependiera de mí, dejaría la respuesta en el aire y no descartaría tan rápidamente a Mesopotamia.
Por otra parte, ¿Qué se sabe de China?
El alfabeto más antiguo hasta ahora encontrado fue descubierto en una excavación realizada en Ras Shamra (Cabeza de hinojo), cerca de Alejandreta, extremo nororiental del Mediterráneo, entre Siria y Asia Menor. Allí, donde la colina que domina un pequeño puerto, se encontraba un asentamiento que en la antigüedad recibía el nombre de Ugarit.
Tanto en Mesopotamia como en Egipto el saber leer y escribir era algo muy apreciado, Shulgi, un rey sumerio de 2.100 a. C., se jactaba de que:
“De joven estudié e arte de la escriba en la Casa de las Tablillas, con las tablillas de Sumer y Acad; nadie de noble cuna puede escribir una tablilla como yo puedo.”
Los escribas eran formados en Ur desde por lo menos el segundo del tercer milenio a. de C. El rey Shulgi fundó dos escuelas, acaso las primeras del mundo, en Nippur y Ur.
Después de todo esto, algunos miles de años más tarde, llegó la idea de ciencia (scientia significaba originalmente conocimientos). Por lo general, se cree que este ámbito de la actividad humana, sin duda muy provechoso, nació en Jonia, que entonces abarcaba la franja occidental de Asia Menor (la moderna Turquía) y las islas ubicadas frente a ella. Según Edwin Schrödinger, hay tres razones principales por las que la ciencia haya comenzado allí:
En primer lugar, la región no pertenecía a ningún estado poderoso, que normalmente se mostraban hostiles hacia el pensamiento libre.
En segundo lugar, Jonia era un pueblo de marineros, ubicado entre Oriente y Occidente, y con sólidos vínculos comerciales.
El intercambio mercantil ha sido siempre el principal motor para intercambiar ideas entre pueblos diferentes, y que surgían de la necesidad de resolver problemas prácticos.
Aquí mismo, en mi región que hoy se llama Andalucia y en tiempos remotos se llamó Tartessos, tenemos una muestra de ello, nos visitaron griegos, fenicios y otros pueblos que no solo comerciaron con nosotros, sino que nos trajeron técnicas artesanales, de navegación, y un fin de ideas sobre otros aspectos de la vida en sociedad.
emilio silvera
el 1 de noviembre del 2009 a las 10:32
Amigo Emilio:
Te recomiendo el libro:” El secreto Génesis” en el cual se hace una explicación sobre el yacimiento de Gobekli Tepe, al sureste de Turquía, miles de años anterior a las antiguas pirámides.
Un saludo
el 2 de noviembre del 2009 a las 8:27
Gracias Alex, parece interesante y sugestivo. Lo buscaré.
Un saludo cordial.