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Sólo nosotros, seremos reponsables del futuro.

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

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Es necesario que nos paremos a pensar antes de continuar especulando sobre el futuro de la Humanidad, sobre el propio peligro que supone la Humanidad para sí misma. Me explico: existen decenas y cientos de ejemplos que podríamos mencionar aquí para demostrar que los humanos somos seres muy peligrosos para nosotros mismos (lo que hacemos por el planeta; el trato que le damos es el mejor ejemplo). Fuimos capaces de fabricar la bomba atómica y aún peor; fuimos capaces de experimentar con ella sobre la población japonesa de Hiroshima, con el nefasto resultado que todos conocemos.

No dejamos de investigar (los países más poderosos) buscando el arma que nos sitúe a la cabeza del poder militar, y poder dominar de este modo a las demás naciones. Barbaridades como las del Proyecto Starfish en 1.962, que trataba de experimentar en la ionosfera para alterar la forma de los cinturones de van Allen. Con el SPS (Solar Power Satellite Project, 1.968), se pretendía generar una constelación de geoestacionarios capaz de interceptar la radiación solar y transmitirla en rayos concentrados a una estación de la Tierra para su uso posterior. Este proyecto se rehizo para adaptarlo a fines militares mediante satélites que podrían usar y concentrar la radiación solar para ser utilizada mediante potentísimos rayos de energía que, lanzados desde el espacio exterior, destruyeran instalaciones claves del enemigo; o bien, alterar sus comunicaciones utilizando la ionosfera como pantalla reflectora.

Y muchos otros experimentos donde la alteración local de las capas de la atmósfera mediante una sofisticada combinación de satélites guiados desde estaciones remotas terrestres, podrían dejar sin lluvias a grandes comarcas del planeta, o por el contrario, inundarlas arrasándolo todo.

Lo más inmoral de todo esto, es que la presentación para obtener los presupuestos ha tenido como objeto fundamental una serie de experimentos encaminados a conseguir, mediante estudios científicos, un mejor conocimiento de la atmósfera para poder aprovecharlos en beneficio de la Humanidad: impedir los cambios climáticos, el incremento destructivo de la capa de ozono, y procurar una mejor salud de nuestro mundo.

Otro de estos proyectos para desconfiar es el conocido por las siglas HAARP y que forma parte de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) “Star Wars“. Este proyecto es tan controvertido como peligroso. Se enmascara con un sin fin de ventajas científicas, geofísicas, militares, etc. Sin embargo, detrás de todas esas bondades se vislumbran funestas consecuencias para el propio planeta que podría ver transformada su ionosfera, incluso el resultado obtenido podría ser el conseguir manipular las mentes humanas.

Parece que todo comenzó con un invento de Nikola Tesla que, adoptado por los militares, enviaban haces de partículas desde la superficie de la Tierra hacia la ionosfera. A este proyecto se le dio el nombre de High-frecuency Active Aural Research Program (programa de investigación de la aurora activa de alta frecuencia). El 20 de noviembre de 1.994, en un periódico de Alaska, el Anchorage Daily News, hizo mediante la publicación de una carta, alusión a este peligroso proyecto.

El objetivo perseguido por tal proyecto (HAARP) era modificar las condiciones de la ionosfera introduciendo cambios químicos en su composición (lo que llevaría consigo un cambio climático), o bien bloquear las comunicaciones mundiales.

Aquella información impresionó al científico Nick Begich, quien con la periodista Jeanne Manning se puso inmediatamente manos a la obra para realizar una profunda investigación sobre la certeza de tal noticia y del proyecto. La investigación conjunta les llevó a la publicación del libro “Los ángeles no tocan este arpa”, en el que ambos autores plantean inquietantes hipótesis. Una de las cuales es que de ponerse en marcha, el proyecto HAARP podría tener peores consecuencias para nuestro planeta que las pruebas nucleares.

Ellos estaban convencidos de que el envío hacia la ionosfera de haces de partículas electromagnéticas orientadas y enfocadas estarían contribuyendo de manera directa al calentamiento. Sin embargo, la versión oficial fue muy distinta. Según dijeron, el proyecto era una investigación académica cuyo objetivo era cambiar la ionosfera para mejorar las comunicaciones mundiales, a lo que Begich y Manning contestaron que el objetivo era muy distinto y meramente militares.

Según la doctora Rosalie Bertell, HAARP forma parte de un sistema integrado de armamentos, que tiene consecuencias ecológicas potencialmente devastadoras.

Todo está relacionado con más de medio siglo de programas intensos y crecientemente destructivos para llegar a controlar la atmósfera superior y utilizarlo como un arma bélica. La capacidad de la combinación HAARP, Spacelab y cohete espacial de producir cantidades muy grandes de energía, comparable a una bomba atómica, en cualquier parte de la Tierra por medio de haces de láser y partículas, es aterradora.

Claro que, cuando finalmente se de a conocer de forma pública, será enmascarándolo como “un escudo espacial” contra la posible entrada de meteoritos en nuestro espacio; incluso se podrá decir que se trata de reparar la capa de ozono deteriorada.

¡La imbecilidad de hombre (en algunos casos) es ilimitada!

Siempre existieron “iluminados” que decían querer salvar el mundo. En 1.970, Zbigniew Brzezinski avisaba sobre la aparición de una sociedad controlada por la tecnología y dirigida por una élite capaz de influir en los votantes gracias a la superioridad de sus conocimientos científicos.

Para algunos, ese futuro “orwelliano” podría estar acercándose (si es que no está aquí ya) peligrosamente. El control de los poderes públicos sobre los ciudadanos es cada vez mayor; nos controlan absolutamente todo y nos facilitan las noticias que a ellos les interesa tratando de dirigir nuestras voluntades y, cuando aparece un medio que informa libremente, tratan de destruirlo mediante el desprestigio y la mentira y poniéndole todas las posibles dificultades “legales” para que puedan cumplir su cometido.

En nuestro país, España, teóricamente nos regimos por una constitución de la que se basan las demás leyes, y en sus artículos 9, 14, 24, 31 y 103 podemos leer que están garantizadas la legalidad y la seguridad jurídica, que todos somos iguales ante la ley, que tenemos derecho a una tutela efectiva de la justicia y que está prohibida la indefensión, que todos los ciudadanos contribuirán a los gastos generales del Estado de manera justa y proporcional a sus bienes, y se ordena a todas las administraciones públicas que se sometan a la Constitución, a la Ley y al Derecho.

¡Es precioso! Pero desgraciadamente no se cumple.

El deterioro de nuestra sociedad es enorme, los valores no se respetan y hemos entrado en una dinámica del aquí vale todo, la prioridad de conseguir el objetivo, el medio para ello, cualquiera.

¿Hacia dónde nos llevará esto?

¿Dónde quedaron la moral, la ética, el respeto, la vergüenza o la honradez? Actualmente habría que hacer como aquel sabio que iba caminando con una lámpara encendida y le preguntaron, – ¿qué buscas?; Busco a un hombre honrado – respondió.

Algo parecido está pasando en nuestra sociedad.

Pero continuemos con la ciencia, con los peligros que nos acechan si no sabemos administrar en la debida forma los adelantos científicos y los conocimientos.

A mí, particularmente, me da mucho miedo un futuro en el que las máquinas sean imprescindibles. En este mismo momento ya casi lo son. ¿Qué haríamos sin ordenadores que mediante sus programas dirigen fábricas, llevan todo el movimiento de las Bolsas del mundo y de los bancos, dirigen los satélites del espacio, llevan a cabo complicadas operaciones quirúrgicas y montan y ensamblan elaborados mecanismos industriales? El mundo quedaría paralizado.

Pienso en un mundo mucho más avanzado, dentro de 500 ó 1.000 años. ¿Qué habrá pasado con los robots?, máquinas cada vez más perfectas que llegaron a autofabricarse y repararse. ¿Cómo evolucionarán a partir de esos procesadores inteligentes de la nanotecnología? ¿Llegarán algún día a pensar por sí mismos? Ahí puede estar uno de los grandes peligros de la Humanidad.

La invención del robot (del checo, robota, trabajo) se debe al esfuerzo de las sociedades humanas por liberarse de las labores más ingratas y penosas a que se ven obligados algunos de sus individuos. En un principio, la apariencia de los robots sólo atendía a las razones prácticas de las funciones que cada modelo tenía que desempeñar, o sea, su morfología estaba aconsejada por criterios funcionales y prácticos.

Una vez superada la primera fase, el hombre trata de fabricar robots que cada vez sean más semejantes a su creador, y aunque las primeras figuras han sido algo groseras y poco hábiles en sus movimientos, poco a poco se va perfeccionando la imitación de los humanos.

Un robot se diferencia fundamentalmente de una máquina por su capacidad para  funcionar de modo automático sin la acción permanente del hombre. Los primeros robots se mostraron especialmente válidos para llevar a cabo aquellos trabajos sencillos y repetitivos que resultaban tediosos y pesados al hombre (al Ser Humano mejor). También son ideales para el trabajo en el que se está expuesto a cierto peligro o se trabaja con materiales peligrosos en lugares nocivos para los seres vivos.

Una de las condiciones esenciales que debe tener una máquina-robot para ser considerada como tal es la posibilidad de ser programada para hacer tareas diversas según las necesidades y la acción que de ellos se requieran en cada situación.

Dentro de algunas decenas de años, por ejemplo, no será necesario que ningún astronauta salga al espacio exterior para reparar estaciones espaciales o telescopios como hacen ahora, con riesgo de sus vidas, con el Hubble.

El miedo a los robots del futuro que antes citaba está relacionado con el hecho de que la robótica es el estudio de los problemas relacionados con el diseño, aplicación, control y sistemas sensoriales de los robots.

Ya van quedando muy viejos aquellos robots de primera generación (en realidad brazos mecánicos), muy utilizados en labores de menos precisión de la industria automovilística. Hoy día, los robots que se fabrican, están provistos de sofisticados sistemas “inteligentes” que son capaces de detectar elementos e incluso formas de vida rudimentarias. El proyecto de la NASA en el río Tinto es un ejemplo de ello; allí han utilizado pequeños robots capaces de comunicar datos científicos de los hallazgos en el fondo de un río. Actúan mediante programas informáticos complejos o no, que hacen el trabajo requerido.

Las necesidades de la industria aeronáutica, poco a poco, han ido exigiendo sistemas de mayor precisión, capaces de tomar decisiones adecuadas en un entorno predefinido en función de las condiciones particulares de un momento dado. Estos ingenios, llamados de segunda generación, poseen instrumentos propios y programación informática dotada de medios de autocorrección frente a estímulos externos variables.

Los sensores utilizados por los sistemas robóticas de segunda generación son, con frecuencia, equipos de cámaras electrónicas digitales que convierten la imagen luminosa recibida desde el exterior en impulsos eléctricos que se comparan con patrones almacenados en un pequeño núcleo de memoria informática. Así mismo, disponen de instrumentos táctiles de alta sensibilidad y de detección de pesos y tensiones.

Los robots de tercera generación emplean avanzados métodos informáticos, los llamados sistemas de inteligencia artificial, y procedimientos de percepción multisensorial (estoy leyendo una maravillosa tesis doctoral de un ingeniero de materiales – hijo de un buen amigo – que es fascinante, y me está abriendo la mente a nuevos campos y nuevos conceptos en el ámbito de la inteligencia artificial. Su nombre es A. Mora Fernández, y tiene la suerte de ser, además, un físico teórico matemático, con lo cual, según lo que puedo deducir de su trabajo, le espera grandes empresas y mi deseo personal es que triunfe en ese complejo mundo de fascinantes perspectivas al que pertenece).

Estos ingenios de tercera generación adoptan algunas características del comportamiento humano al contar con la capacidad para percibir la realidad del entorno desde varias perspectivas y utilizar programas que rigen su propia actuación de modo inteligente. Conscientes de su situación espacial, los robots de tercera generación comprenden directamente el lenguaje humano y lo utilizan para comunicarse con las personas.

La ciencia robótica, basándose en avanzados principios de la electrónica y la mecánica, busca en la constitución y modo de funcionamiento del cuerpo y del cerebro humano los fundamentos con los que diseñar androides de posibilidades físicas e intelectivas semejantes a los del ser humano.

Nada de esto es ciencia ficción; es lo que hoy mismo ocurre en el campo de la robótica. Aún no podemos hablar de robots con cerebros positrónicos capaces de pensar por sí mismos y tomar decisiones que no le han sido implantados expresamente para responder a ciertas situaciones, pero todo llegará. Ya tienen velocidad, flexibilidad, precisión y número de grados de libertad. ¿Qué hasta donde llegarán? ¡Me da miedo pensar en ello!

Mecánicamente, el robot ya supera al ser humano; hace la misma tarea, con la misma velocidad y precisión o más que aquél, y tiene la ventaja de que no se cansa, puede continuar indefinidamente desempeñando la tarea.

Menos mal que, de momento al menos, el cerebro del ser humano no puede ser superado por un robot, ¿pero será para siempre así? Creo que el hombre es un ser que, llevado por sus ambiciones, es capaz de cometer actos que van encaminados a lograr la propia destrucción y, en el campo de la robótica, si no se tiene un exquisito cuidado, podemos tener un buen ejemplo.

Antes de dotar a estas máquinas de autonomía de obrar y de pensar, debemos sopesar las consecuencias y evitar, por todos los medios, que un robot pueda disponer como un ser humano del libre albedrío, como artificial que es, siempre debe estar limitado y tener barreras infranqueables que le impidan acciones contrarias al bienestar de sus creadores o del entorno.

Es muy importante que los sistemas sensoriales de los robots estén supeditados a los límites y reglas requeridas por los sistemas de control diseñados, precisamente, para evitar problemas como los que antes mencionaba de robots tan avanzados y libre pensadores e inteligentes que, en un momento dado, puedan decidir suplantar a la Humanidad a la que, de seguir así, podrían llegar a superar.

Pensemos en las ventajas que tendrían sobre los humanos una especie de robots tan inteligentes que ni sufrirían el paso del tiempo ni les afectaría estar en el vacío o espacio exterior, o podrían tranquilamente, al margen de las condiciones físicas y geológicas de un planeta, colonizarlo fácilmente, aunque no dispusiera de atmósfera, ya que ellos no la necesitarían y, sin embargo, podrían instalarse y explotar los recursos de cualquier mundo sin excepción.

¡Menuda ventaja nos llevarían!

Además, lo mismo que nosotros nos reproducimos, los robots se fabricarán unos a otros.

Ni las famosas tres leyes de Asimos me tranquilizan… ¿Las recuerdan?

Ningún robot puede dañar a un ser humano, ni permitir con su inacción que un ser humano sufra daño, etc., etc.

Pero, ¿quién puede asegurar que con los complejos y sofisticados sensores y elementos tecnológicos avanzados con los que serán dotados los robots del futuro, éstos no pensarán y decidirán por su cuenta?

¡Creo que nadie está en situación de asegurar nada!

La amenaza está ahí, en el futuro, y el evitarla sólo depende de nosotros, los creadores.

¡Es tanta nuestra ignorancia!

emilio silvera

 


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