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¡La Humanidad! Toda es una

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (0)

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Nuestra especie es muy homogénea en sus características: somos muy similares a pesar de lo que pudiera parecer a causa de las diferencias del color en la piel o en los rasgos faciales de las diferentes poblaciones.  Tanto los datos de la genética homo los de la paleantropología muestran que los seres humanos, como especie, procedemos de un grupo pequeño de antepasados que vivían en África hace unos cuatrocientos mil años.

Hemos logrado determinar con precisión nuestros orígenes como especie mediante precisos análisis genéticos; por ejemplo, los estudios llevados a cabo sobre los genes de las mitocondrias pertenecientes a individuos de todas las poblaciones del mundo y de todas las razas.

Estudiando el ADN mitocondrial de miles de personas se ha llegado a formular la llamada “Teoría de la Eva Negra”, según la cual todos nosotros, los Homo sapiens sapiens, procedemos de una hembra que vivió en algún lugar de África hace ahora unos trescientos mil años.  Otros estudios se han realizado mediante el análisis del polimorfismo del cromosoma Y.

Pero tanto unos estudios como otros han dado el resultado similar.  Los estudios del material genético del cromosoma Y confirman que la Humanidad tuvo un antepasado varón que vivió en África hace unos doscientos mil años.  Seria la “Teoría del Adan Negro”.  Estudios del Gen de la hemoglobina ratifican que todas las poblaciones humanas modernas derivan de una población ancestral africana de hace unos doscientos mil años compuesta por unos seiscientos individuos.

Los hallazgos paleoantropológicos ratifican el origen único y africano de nuestra especie.  Se han encontrado en diversa regiones de África algunos fósiles, de características humanas modernas, con una antigüedad de entre trescientos mil y cien mil años; estos incluyen: el cráneo de kabwe (en Zambia), de 1.285 c.c.; el fósil KNM-ER-3834 del lago Turkan, en Kenia, de casi litro y medio; los fósiles encontrados en los yacimientos de Border Cave y Klassies River Mouth, de África del sur; y los esqueletos y cráneos encontrados en los enterramientos de la Cueva de Qafzeh y del abrigo de Skhul, ambos en Israel y datados en unos cien mil años.

En 1.968 se descubrieron en Dordoña el cráneo y el esqueleto de uno de nuestros antepasados, al que se denominó Hombre de Cro-Magnon.  Hoy sabemos que hace unos cuarenta mil años aparecieron en Europa unos inmigrantes de origen africano, que eran los primeros representantes de la especie Homo sapiens sapiens que alcanzaban estos territorios.  Llegaron con unas armas terribles e innovadoras, conocían el modo de dominar el fuego y poseían una compleja organización social; y por lo que se refiere a las otras especies de homínidos que habitaban por aquel entonces Europa, concretamente los Homo Neandertales, al parecer, los eliminaron por completo.

Los cromañones poseían las características de los pobladores de las regiones próximas al ecuador: poco macizos, muy altos y de brazos y piernas largas; sus huesos eran muy livianos por aumento del canal medular, dentro de la diáfisis.  Los huesos que formaban las paredes del cráneo eran más finos, que los de sus predecesores.  Habían sufrido una reducción de la masa muscular.  El desarrollo de armas que podían matar a distancia con eficacia y sin requerir gran esfuerzo, como los propulsores, las hondas y, más tarde, el arco y las flechas, hicieron innecesarias una excesiva robustez.  En general, eran muy parecidos a nosotros y, hasta tal punto es así que, si cogiéramos a uno de estos individuos, lo lleváramos a la peluquería, le pusiéramos un buen traje, y lo sacáramos de paseo, se confundiría con el resto de la gente sin llamar a atención.

Llegado a este punto, no merece la pena relatar aquí las costumbres y forma de vida de esas poblaciones que, en tantos y tantos escritos hemos podido leer y conocemos perfectamente.  El objeto de todo esto era esbozar un perfil de lo que fuimos, de manera que dejemos ante nosotros la evolución que hemos sufrido hasta llegar aquí, y, a partir de ahora, pensar en la evolución que nos queda hasta convertirnos en los seres del futuro que, seguramente, regirán en el Universo.

La conclusión que se puede obtener leyendo la historia de la Humanidad y la evolución que, junto con el planeta, ha desarrollado, es que tenemos que luchar con dos problemas enormes:

  1. Nuestra ignorancia
  2. La inmensidad del Universo

Está claro que, el punto uno, se va resolviendo poco a poco, a medida que transcurren los siglos y vamos avanzando en los conocimientos del mundo y del Universo que nos acoge.  También, algo más despacio, conocemos de nosotros mismos, de las sensaciones que percibimos y de las fuerzas internas que nos empujan a ciertos comportamientos, no pocas veces inexplicables. ¿Cómo podríamos explicar el comportamiento de un enamorado?  Para bien o para mal, los sentimientos son los que nos mueven.

En cuanto a la enormidad del Universo, es posible que existan galaxias cuya luz nunca llegue a alcanzarnos. Nuestro límite está en 13.700 millones de años, hemos captado galaxias situadas a más de trece mil años-luz de nosotros pero, ¿qué puede existir más allá?

De momento, no podemos explicar ni el Universo ni a nosotros mismos. Tanto del Universo como de nosotros tenemos una buena fuente de datos que hemos podido conquistar a medida que se ha desarrollado nuestro cerebro y, nuestra inteligencia ha crecido, hasta el punto de ser conscientes del mundo que nos rodea, como funciona éste, y, cuáles son las fuerzas que lo rigen. Sin embargo, aunque sabemos explicar el nacimiento, la vida y la muerte de las estrellas y las transiciones de fase que se producen acorde a sus masas, muy poco podemos explicar sobre nuestro cerebro, sobre lo que llamamos conciencia, y, sobre si en nosotros existe (como creen algunos), una parte inmaterial que conforma, junto con el cuerpo, a cada uno de nosotros.

Sí, sabemos de los órganos sensoriales, esas antenas que captan la información de nuestro entorno y la convierte en impulsos eléctricos que los nervios llevan al cerebro que, a su vez, según cada situación, transmite las ordenes que cada parte de nuestros cuerpos reciben para hacer lo que corresponda en cada circunstancia.

Nuestras conductas, acciones y reacciones vienen dadas por una serie de parámetros que tienen un largo y heterogéneo recorrido y que van desde la biología-química hasta los impulsos sensoriales de los sentimientos.

Somos prisioneros de un metabolismo heterótrofo y necesitamos luz, aire, agua, nutrientes y temperaturas soportables por nuestra anatomía. En el entorno de nuestro Sistema solar, sólo nuestro planeta nos ofrece la seguridad de un habitat idóneo para nuestras condiciones desarrolladas en simbiosis con el planeta que nos vio nacer.

Estamos inmersos en un mundo donde bacterias y otros “seres” diminutos son, en realidad, los que predominan y, son los responsables del Medio Ambiente del planeta y de que, nosotros mismos, podamos, con su ayuda, evolucionar para comprender desde la Materia y el mundo de las Sustancias, con todos los elementos que conforman todas las cosas que vemos a nuestro alrededor, los átomos y las interacciones de las fuerzas fundamentales, los enlaces químicos que hacen posible (cuando los átomos se ponen en contacto, sus capas de electrones interaccionan y se forma un enlace químico que, se clasifican en covalentes, iónicos o metálicos. Sabemos de la estructura de las cosas grandes y pequeñas y, la física puede describir desde un grano de arena hasta una enorme galaxia.

Hemos sabido desarrollar disciplinas que han conformado un gran árbol del saber: La Física es el tronco de ese árbol, y, la Química, la Biología, La Medicina, la Astronomía, la Astrofísica y muchas otras, son las ramas que lo conforman. ¡Ah! Las matemáticas son las raíces sin las cuáles ese árbol no podría vivir.

Como seres evolucionados hemos sido capaces de crear parcelas de pensamientos filosóficos que nos han llevado hasta un nivel más alto. Tales de Mileto y Pitágoras de Samos, Parménides, Heráclito, Empédocles, Leucipo y Demócrito, Sócrates y Platón, Aristóteles, Epicuro, y tantos otros (por no remontarnos a tiempos remotos) que sentaron las bases de nuestras sociedades modernas. Más tarde, llegaron los filósofos de nuestro tiempo: René Descartes, Spinoza y Leibniz, Loke, Hume, Kant, Hegel, Nietzsche, y tantos otros que, con sus pensamientos adelantados a sus propias épocas, hicieron posible que las mentes humanas dieran un gran salto hacia el futuro.

Y, sin desmayo, con penurias algunas veces y con triunfalismos poco fundados en la realidad otras, hemos seguido avanzando a la búsqueda de un futuro que no conocemos. Sabemos que nuestro origen está en las estrellas. Allí, en los astros, se fabricaron los materiales de los que estamos hechos. Nacimos del polvo de estrellas y, algún día, lejano aún en el tiempo, allí tendremos que volver, ya que, la que nos acoge, aunque le queda una larga vida por delante, ésta, como todo en nuestro Universo, está sometida a la entropía del paso del Tiempo que, de momento, no hemos sabido burlar.

¡La Humanidad! Una obra inacabada con un futuro incierto.

emilio silvera

 


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