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En el futuro sabremos comprender la Materia
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física Cuántica ~ Comments (4)
En estos momento, aunque muchos han sido los avances y los misterios que hemos podido descubrir sobre la materia y sus propiedades según en qué estado se pueda encontrar, en realidad nos falta mucho por saber y descubrir. Sabemos de los elementos naturales que la conforman, y, hemos descubierto otros artificiales que podemos fabricar en el Laboratorio. Sin embargo, muchos son los secretos que la materia nos esconde y que, cuando podamos desvelarlos, nos llevaremos muchas sorpresas. La materia es siempre la misma, en ésta Galaxia nuestra o en esa otra que, a miles de millones de años-luz, nos envía su luz para que sea captada por el Hubble y la podamos admirar.
Lo único que puede diferir, es la forma en que se utilice, el tratamiento que se le pueda dar, pero, la materia, es la misma en todo el vasto Universo, y, para poder obtener de ella todo lo que en realidad nos puede dar, es, sobre todo, el poseer el conocimiento y la tecnología necesarios para poder obtener, el máximo resultado de las propiedades que dicha materia encierra. Porque, en última instancia ¿es en verdad inerte la materia?
Tiene y encierra tantos misterios la materia que estamos aún y años-luz de saber y conocer sobre su verdadera naturaleza.
Nos podríamos preguntar miles de cosas que no sabríamos contestar. Nos maravillan y asombran fenómenos naturales que ocurren ante nuestros ojos pero que tampoco sabemos, en realidad, a que son debidos. Si, sabemos ponerles etiquetas como, por ejemplo, la fuerza nuclear débil, la fisión espontánea que tiene lugar en algunos elementos como el protactinio o el torio y, con mayor frecuencia, en los elementos que conocemos como transuránidos.
A medida que los núcleos se hacen más grandes, la probabilidad de una fisión espontánea aumenta. En los elementos más pesados de todos (einstenio, fermio y mendelevio), esto se convierte en el método más importante de ruptura, sobre pasando a la emisión de partículas alfa.
¡Parece que la materia está viva!
Son muchas las cosas que desconocemos y, nuestra curiosidad nos empuja continuamente a buscar esas respuestas.
El electrón y el positrón son notables por sus pequeñas masas (sólo 1/1.836 de la del protón, el neutrón, el antiprotón o antineutrón), y, por lo tanto, han sido denominados leptones (de la voz griega lentos, que significa “delgado”).
Aunque el electrón fue descubierto en 1897 por el físico británico Josepth John Thomson (1856-1940), el problema de su estructura, si la hay, no está resuelto. Conocemos su masa y su carga negativa que responden a 9,1093897 (54)x10-31kg la primera y, 1,602 177 33 (49)x10-19 culombios, la segunda, y también su radio clásico: no se ha descubierto aún ninguna partícula que sea menos cursiva que el electrón (o positrón) y que lleve una carga eléctrica, sea lo que fuese (sabemos como actúa y cómo medir sus propiedades, pero aun no sabemos qué es), tenga asociada un mínimo de masa, y que esta es la que se muestra en el electrón.
Lo cierto es que, el electrón, es una maravilla en sí mismo. El Universo no sería como lo conocemos si el electrón (esa cosita “insignificante”), fuese distinto a como es, bastaría un cambio infinitesimal para que, por ejemplo, nosotros no pudiéramos estar aquí ahora.
¡No por pequeño, se es insignificante!
Recordémoslo, todo lo grande está hecho de cosas pequeñas.
En realidad, existen partículas que no tienen en absoluto asociada en ellas ninguna masa (es decir, ninguna masa en reposo). Por ejemplo, las ondas de luz y otras formas de radiación electromagnéticas se comportan como partículas (Einstein en su efecto fotoeléctrico y De Broglie en la difracción de electrones.
Esta manifestación en forma de partículas de lo que, de ordinario, concebimos como una onda se denomina fotón, de la palabra griega que significa “luz”.
El fotón tiene una masa de 1, una carga eléctrica de 0, pero posee un espín de 1, por lo que es un bosón. ¿Cómo se puede definir lo que es el espín? Los fotones toman parte en las reacciones nucleares, pero el espín total de las partículas implicadas antes y después de la reacción deben permanecer inmutadas (conservación del espín). La única forma que esto suceda en las reacciones nucleares que implican a los fotones radica en suponer que el fotón tiene un espín de 1. El fotón no se considera un leptón, puesto que este termino se reserva para la familia formada por el electrón, el muón y la partícula Tau con sus correspondientes neutrinos: electrónico, muónico y tauónico..
Existen razones teóricas para suponer que, cuando las masas se aceleran (como cuando se mueven en órbitas elípticas en torno a otra masa o llevan a cabo un colapso gravitacional), emiten energía en forma de ondas gravitacionales. Esas ondas pueden así mismo poseer aspecto de partícula, por lo que toda partícula gravitacional recibe el nombre de gravitón.
La fuerza gravitatoria es mucho, mucho más débil que la fuerza electromagnética. Un protón y un electrón se atraen gravitacionalmente con sólo 1/1039 de la fuerza en que se atraen electromagnéticamente. El gravitón (aún sin descubrir) debe poseer, correspondientemente, menos energía que el fotón y, por tanto, ha de ser inimaginablemente difícil de detectar.
De todos modos, el físico norteamericano Joseph Weber emprendió en 1957 la formidable tarea de detectar el gravitón. Llegó a emplear un par de cilindros de aluminio de 153 cm. De longitud y 66 de anchura, suspendidos de un cable en una cámara de vacío. Los gravitones (que serían detectados en forma de ondas), desplazarían levemente esos cilindros, y se empleó un sistema para detectar el desplazamiento que llegare a captar la cienmillonésima parte de un centímetro.
Las débiles ondas de los gravitones, que producen del espacio profundo, deberían chocar contra todo el planeta, y los cilindros separados por grandes distancias se verán afectados de forma simultánea. En 1969, Weber anunció haber detectado los efectos de las ondas gravitatorias. Aquello produjo una enorme excitación, puesto que apoyaba una teoría particularmente importante (la teoría de Einstein de la relatividad general). Desgraciadamente, nunca se pudo comprobar mediante las pruebas realizadas por otros equipos de científicos que duplicaran el hallazgo de Weber.
De todas formas, no creo que, a estas alturas, nadie pueda dudar de la existencia de los gravitones, el bosón mediador de la fuerza gravitatoria. La masa del gravitón es 0, su carga es 0, y su espín de 2. Como el fotón, no tiene antipartícula, ellos mismos hacen las dos versiones.
emilio silvera
el 7 de enero del 2011 a las 20:18
Estimado Emilio:
Me parece adecuado el ejercicio de modestia que haces respecto a la Ciencia a pesar de sus logros, al considerar que nos falta mucho para comprender la materia, que estamos a años luz de conseguirlo. Yo además tengo la esperanza que, cuando esto llegue, el espacio vibratorio en expansión y el efecto frenado jueguen un papel importante en ello.
Un abrazo. Ramon Marquès
el 8 de enero del 2011 a las 14:31
_Amigo Ramón, le he dedicado algunos ratos a tu libro y, ahora puedo decir que comprendo algo mejor el efecto frenado al que tanto te agarras y, creo que con razón. Vas muy bien encaminado y tu lógica te puede llevar a la verdadera fuente de las masas de las partículas, aunque, en definitiva, estás diciendo lo mismo que otros buenos físicos, sólo que, con otras palabras.
Precisamente hoy (sabado, día 8/01/2011), he dejado un comentario de Física que, aclara, en parte, esos temas.
Un abrazo querido amigo.
PD. Cuídate.
el 19 de enero del 2011 a las 20:40
Estimado Emilio:
Muchas gracias, amigo Emilio, por la lectura y comentario sobre mi libro. Estoy contigo en lo del lenguaje distinto para a veces expresar lo mismo o más bien parecido en lo que respecta al efecto frenado. La interacción espacio – materia fue ya preconizada, en tiempos de Newton por su amigo Fatio, y luego más tarde por Le Sage, por Sakharov, por Puthoff, Haisch y Rueda, o por Peter Higgs. De todos modos cada uno con sus diferencias especialmente en la forma de entender el gran enigma que es el espacio.
Pero yo todavía me remonto mucho más lejos, me siento identificado con los filósofos griegos presocráticos de hace 2600 años, los llamados filósofos cosmólogos. Por ejemplo, me siento identificado con Anaximandro y Anaxágoras, que preconizaron el éter con aquel principio indeterminado que todo lo origina o la dimensión del orden o nous. Me siento identificado con el método de estos filósofos: la contemplación intelectual para llegar a comprender la esencia de la materia. Claro está, en mi caso sin renunciar a los conocimientos actuales proporcionados por los aceleradores de partículas y las matemáticas, pero es que en cuanto al método resulta que, en realidad, pretendo reivindicarlo.
Muchas gracias, amigo Emilio, y cualquier comentario tuyo (a favor ¡o no!) sobre mi libro, siempre será bien recibido. Un abrazo. Ramon Marquès
el 20 de enero del 2011 a las 10:28
Amigo Ramón, ¡cuánta razón llevas!, si nos trasladamos (mentalmente) a la época de aquellos sabios (sabiendo lo que en la nuestra sabemos), nos daremos cuenta de la grandeza de aquellos personajes que, con tan rudimentarias herramientas (la mente y poco más), vislumbraron la realidad del mundo. Poco importa como la llamaran, si éter o espacio lumínico, ¿que más da? En el fondo de una realidad ahora contrastada, sabemos que estaban en el camino correcto y sólo les faltaba saber explicarlo con más detalles, lo cual, entonces era imposible al desconocerse muchos de los factores físicos que hoy sabemos detectar por medios que a ellos les eran desconocidos.
Ahora estoy en época de mucho trabajo, las empresas tienen que contribuir en la Hacienda Pública al sostenimiento de los Gastos Generales y, tengo que estar atento en las declaraciones para que, la aportación de cada cual, sea la correcta y proporcional a sus ingresos (así lo dice el artículo 31 de la CE).
Ya hablaremos de nuestros océanos de Higgs con su efecto frenado que es el que, en realidad, proporciona la masa a las partículas.
Un abrazo querido amigo.
PD Cuidate.