Ene
30
La Imagen del día
por Emilio Silvera ~ Clasificado en La Imagen del día ~ Comments (0)
“Esta foto de la derecha, nos muestra un conducto de material que fluye entre dos galaxias. El conducto, una cinta oscura de materia, comienza en la galaxia de la izquierda (NGC 1410), cruza 23.000 años-luz de espacio intergaláctico, y se enrolla alrededor de la galaxia de la derecha (NGC 1409). Estas dos galaxias residen en la constelación de Tauro, a unos 300 millones de años-luz de la Tierra.
Los científicos no están seguros de por qué NGC 1409 empezó a vaciar gravitatoriamente a su compañera. Especulan que el gas que fluye en NGC 1409 está demasiado caliente para colapsarse y formar estrellas, por eso sigue fluyendo. Estiman que NGC 1409 sólo ha consumido un millón de masas solares de gas.
Los brazos de NGC 1410, una galaxia espiral activa, rica en gas, clasificada como un Seyfert, tienden al azul, el color de las regiones donde se forman estrellas. La barra de material que también corta el centro de NGC 1409 es un subproducto típico de las colisiones entre galaxias. Los astrónomos esperan más fuegos artificiales en el futuro, puesto que las galaxias se encuentran sólo a 23.000 años-luz, la mitad de la distancia entre la Tierra y el centro de la Vía Láctea.”
La fusión de galaxias es un suceso bastante natural en la inmensidad del Universo donde, al parecer, existen más de cien mil millones de ellas, y, aunque el espacio es enormemente grande, estos objetos astronómicos (las galaxias) se reúnen en grupos o cúmulos y supercúmulos que las mantiene unidas por los hilos invisibles de la fuerza de Gravedad, y, en ocasiones, como ocurre en la imagen, dos o más galaxias pueden terminar su historia fusionándose para formar una galaxia mucho mayor. Por ejemplo, la galaxia peculiar elíptica e intensa radiofuente Centaurus A se cree que es el resultado de la fusión de una galaxia elíptica con una galaxia espiral muy rica en gas y algo menor.
Ene
30
Algo sobre los Mayas
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Cosmología ~ Comments (0)
Aislada de las culturas del viejo mundo, la civilización maya, ubicada en lo que es actualmente el sur de México y Guatemala, surgió alrededor de la época del nacimiento de Cristo, floreció y, luego, desapareció abrupta y misteriosamente. Aparte de las pirámides y las estelas de piedra talladas con unos elaborados glifos, su historia se conserva en unos pocos códices, entre los que figura el libro de la creación escrito en lengua maya-quiché, el Popol Vuh. Sin embargo, la cosmología maya tiene muchos aspectos parecidos a las cosmologías de otras culturas: a la cosmología hindú se parece en lo relativo a los ciclos alternos de destrucción y creación, y en los enormes intervalos de tiempo en que se sitúan estos ciclos; a la cosmología de la antigua Mesopotamia, en el seguimiento meticuloso de los cuerpos celestes, que son manifestaciones de los dioses; a la cosmología moderna, en la cuidadosa experimentación y revisión de los dioses, y en la igualmente implacable condena de las teorías anticuadas.
Antes de la aparición de los seres humanos, el universo maya se desarrolla de una manera muy homogénea y continua. Como muchas otras cosmologías, comienza con un mar original. El Popol Vuh empieza diciendo: “Ahora todavía se ondula, ahora todavía se oyen sus murmullos…todavía susurra…y está vació bajo el cielo”. El traductor Dennis Tedlock se refiere a esta escena diciendo que es una especie de “ruido blanco”; el sonido que precede al sonido. Sólo están presentes los dioses del mar y de la tierra, llamados colectivamente Corazón del Lago y Corazón del Mar: el Hacedor, el Modelador, el Portador, el Procreador y la Serpiente Emplumada Soberana. A éstos se unen el Corazón del Cielo y los primeros dioses celestes, llamados Huracán, Rayo Recién Nacido y Rayo Repentino. Después de negociar, los dioses de las aguas y del cielo acordaron crear la tierra y la vida en una sucesión que se parece a la “sopa original” de la biología del siglo XX: una tierra cubierta por el océano y sometida a un violento relampagueo, que contribuye a producir los primeros aminoácidos. Así se producen las divisiones cósmicas, siendo la primera de ellas la separación preexistente de los dioses de las aguas y de los cielos, y la segunda la separación activa de la tierra y las aguas, y del cielo y la tierra. Acto seguido se lleva a cabo la siembra del Sol, la Luna y las estrellas. Los antiguos mayas concebían esta actividad como “la siembra” o el “amanecer”, porque la asociaban a la plantación de semillas, que empujan desde el subsuelo para crecer, y a la salida de los cuerpos celestes, con respecto a los cuales creían que recorrían el inframundo antes de salir por el este.