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Caprichos cósmicos

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Sin categoría    ~    Comentarios Comments (8)

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El concepto de vecindad es relativo e indefinido. Su valor puede variar según sean las distintas medidas de celeridad de los medios habituales de comunicación y según sea la extensión dentro de la cual sirva de medida de relación.

Con el empleo de la expresión “vecina” va siempre implícita o sugerida la idea de que existe una región que no es vecina. La vecina persistente de la Tierra es la Luna; los cometas son sólo visitantes ocasionales. Podemos considerar vecinas del Sol a las estrellas situadas a una distancia comprendida entre los cincuenta y cien años-luz, dejando excluidos a los miles de millones de estrellas de la Vía Láctea. Los planetas y los cometas no son vecinos del Sol, sino miembros de su familia, y los bólidos serían una especie de parásitos cósmicos.

Pero mi intención al comenzar este comentario, era el de exponer aquí alguno de los muchos caprichos cósmicos que en el Universo podemos contemplar y, en este caso concreto, me he decidido por contaros lo siguiente:

Cerca de la famosa estrella Rigel (Beta Orionis), la débil constelación de Lupus (la Liebre) es escenario cada catorce meses de un prodigio de la evolución estelar: R Leporis, la estrella carmesí, cobra vida y regala a los astrónomos toda su belleza al encender en la oscuridad del cielo el resplandor de color rojo más acentuado que puede observarse a través de un telescopio. La encontró el astrónomo inglés John Russell Hind en el año 1845 y dijo de ella, estupefacto, que era como una “gota de sangre”. Desde aquel día, el espectáculo celeste se repite periódicamente cada año y dos meses, cuando R Leporis abandona la oscuridad y resplandece como un candil en un área del firmamento casi vacía de estrellas que contrasta con el fulgor de los soles azules que forman la constelación de Orión.

R Leporis es una estrella de Carbono y constituye uno de esos caprichos cósmicos a los que antes me refería y que han permitido al hombre percibir la magia de los cielos y buscar en ellos la belleza de sus orígenes. La ausencia de colores intensos de las que adolece el firmamento se rompe aquí para deleite del observador nocturno, que asistía a un acontecimiento de la Naturaleza extensivo a miles de millones de estrellas y que en el siglo XVII asombró al científico alemán Johannes Hevelius.

A diferencia del Sol y de las estrellas de su clase, que permanecen estables, el brillo de una gran parte de la población estelar es variable, y en algunos casos su ciclo hace oscilar espectacularmente su intensidad lumínica ante nuestros ojos. En R Leporis, más que sus cambios de brillo, la faceta más hermosa es su tonalidad roja, una de las más intensas que puede observarse en todo el cielo, pero otras variables tienen un ciclo que las hace apagarse y encenderse como si fueran faros en la Vía Láctea. Ese es el caso de Mira, a la que Hevelius llamó “la estrella maravillosa” después de que apareciera en el cielo como por arte de magia.

Mira es el nombre propio que Hevelius le puso a esta estrella, cuya denominación original en el catálogo de Johann Bayer, basado en el alfabeto griego, era Omicrón Ceti, es decir, la estrella omicrón de la constelación de Cetus, la Ballena. Su variabilidad fue descubierta en 1596 por David Fabricius, pero Hevelius se sintió tan atraído por ella que le dedicó un libro, que tituló Historia de la estrella maravillosa. Realmente lo es; el brillo de Mira disminuye hasta la magnitud 11, invisible a ojo desnudo y sólo observable con telescopio como un débil punto de luz, pero al cabo de un tiempo su gigantesca máquina nuclear la hincha vertiginosamente y se convierte en una estrella de segunda magnitud, alcanzando un brillo notable, similar al de la estrella polar. Por eso, cuando está en la parte inferior del ciclo, Mira no puede verse sin ayuda óptica, pero después surge entre las demás estrellas de su constelación, como si se hubiera encendido de repente.

Mira pertenece a la clase espectral M, la misma que Antares y Betelgeuse. Las tres son estrellas muy frías en comparación con el Sol, ya que su temperatura es del orden de los 3000 grados. Sin embargo, Mira, Betelgeuse y Antares son decenas de miles de veces más luminosas que el Sol, puesto que figuran entre las estrellas más grandes conocidas, alcanzando diámetros de unos ochocientos millones de kilómetros, equivalentes a la distancia a la que se halla Júpiter del Sol. Estas tres gigantes, sin embargo, comparten sus atributos relativos a la clase espectral con las estrellas representativas del polo opuesto: las enanas rojas, como la estrella de Barnard y Próxima Centauri. Todas se muestran ante nosotros con el bello color rojizo, pero la gigante Betelgeuse es una estrella inestable a la que los astrónomos consideran una de las mejores candidatas de la Vía Láctea para estallar en cualquier momento en forma de supernova; puede ocurrir mañana o dentro de mil años, pero Betelgeuse está destinada a un final cataclísmico que se observará alguna vez. En cambio Barnard y Próxima, dos diminutos soles rojos, viven en la eternidad, al ser tan frías y pequeñas podrían permanecer en sus condiciones actuales en torno a doscientos mil millones de años, de acuerdo con la teoría aceptada de la evolución estelar para este tipo de bajo consumo de material nuclear.

Mucho antes de que Russell descubriera la estrella carmesí y Johannes Hevelius quedara fascinado por Mira, la estrella maravillosa, los astrónomos árabes se fijaron en una estrella de la constelación de Perseo que cambiaba de brillo cada tres días, con una pauta muy regular y acentuada. Los árabes escribieron una de las escasas páginas destacadas de la astronomía medieval, paliando de alguna manera la importante decadencia que sufrió esta ciencia en ese período en Europa y el Mediterráneo en el periodo comprendido entre Ptolomeo y Copérnico, que duró un milenio y medio.

Bueno, hablar aquí de las estrellas que conocemos bien y de sus historias resulta entretenido y nos enseña un poco de la Historia estelar en objetos individuales y determinados que, por una u otra razón tienen destacadas razones para que los astrónomos se fijaran en ellos. Alguno de estos días, tendremos que hablar de Eta Carinae, otra variable irregular hipergigante, que llegó a ser la segunda estrella más brillante del cielo. Es una variable azul luminosa con magnitud absoluta de -10, y es clasificada oficialmente como una estrella S Doradus. Se encuentra dentro de un cúmulo de estrellas masivas y una masa estimada en 100 masas solares, es probablemente la estrella más masiva de la Galaxia. El único espectro visible es el de la Nebulosa del Homúnculo que la rodea. Eta Carinae es una intensa fuente infrarroja y su importante pérdida se masa (alrededor de 0,1 masas solares por año) tiene asociadas energías próximas a las de algunas supernovas y, teniéndola a unos 8000 años-luz, lo mejor será estar vigilante, ya que, aunque son distancias inmensas…Nunca se sabe lo que un monstruo de ese calibre nos podría enviar.

emilio silvera

 

  1. 1
    ozzy
    el 18 de marzo del 2010 a las 16:05

    Muy interesante pero ¿que podríamos hacer si Eta Carinae estalla?

    Creo que a parte de quedarnos mirando…

    Responder
  2. 2
    emilio silvera
    el 18 de marzo del 2010 a las 19:34

    La distancia que nos separa es de 75.680.000.000.000.000 de Km. Mirando por ahí encuentro:

    “Es la criatura más prodigiosa de la Vía Láctea: una súper estrella azul que brilla como cinco millones de soles juntos. Es tan grande que, si estuviera en el centro de nuestro Sistema Solar, sus bordes tocarían la órbita de Júpiter. Y tan masiva y luminosa, que apenas puede sostenerse. Desde todo punto de vista, Eta Carina es una estrella que vive al límite. Consume su combustible nuclear a un ritmo arrollador, sufre tremendas fluctuaciones de tamaño, sacudidas, y hasta violentísimas erupciones que lanzan al espacio inmensas cantidades de su propio material. Una de esas erupciones, observada a mediados del siglo XIX, la ha marcado de por vida, dejándola rodeada por dos inmensas burbujas de gas y polvo en velocísima expansión. Una terrible e inconfundible marca que acentúa, aún más, su carácter monstruoso. Eta Carina es uno de los objetos más estudiados por la astronomía moderna. Y también, uno de los más misteriosos y desconcertantes.

    Nadie sabe exactamente por qué es cómo es, ni por qué se porta como se porta. Hasta se sospecha que podría tener una compañera. Lo que nadie duda es que no le queda mucho tiempo. Y que en cuestión de miles de años explotará definitivamente, desatando uno de los fenómenos más extraordinarios en la larga historia de nuestra galaxia.

    Revelaciones del Hubble.

    Desde mediados del siglo XX, la estrella inició una muy lenta pero sostenida subida de brillo, que la volvió a poner, aunque apenas, al alcance de los ojos. Una subida que, como veremos, se acentuó notablemente en estos últimos años. Mientras tanto, los astrónomos no le perdieron el rastro. Sin embargo, las primeras imágenes verdaderamente nítidas de Eta Carina y su “Homúnculo” recién llegaron a mediados de los ’90, y de la mano del Telescopio Espacial Hubble. Y lo que el Hubble mostró fue tremendo: la estrella está rodeada por dos inmensos “lóbulos” de gas caliente y polvo que, de punta a punta, miden 0,7 año luz (unos 6 millones de millones de kilómetros). Y por si fuera poco, esos globos descomunales se están expandiendo a 2 millones de km/hora. Las impresionantes fotos del Hubble también revelaron un enorme disco gaseoso, que se proyecta hacia afuera desde el plano ecuatorial de la estrella. Los lóbulos y el disco son los materiales que Eta Carina lanzó al espacio, durante el explosivo episodio que alcanzó su pico en 1843. Un desparramo alocado de materia que, según los astrónomos, equivale al triple de la masa del Sol. Eso fue la “Gran Erupción”. Sólo un monstruo puede darse el lujo de escupir tres masas solares como si nada. Pero ¿por qué?

    Estrella al Límite.

    Eta Carina es una estrella en un millón. A decir verdad, mucho más que eso: sólo se conocen otras cinco entre las 200 mil millones que forman nuestra galaxia. Y aun en este selecto grupo, por brillo, historia y fama, Eta Carina se lleva todos los laureles. Técnicamente, está clasificada como una “Variable Luminosa Azul” (también conocida como LBVs, su sigla en inglés). En pocas palabras: es una estrella inmensa, supermasiva, muy caliente, joven y altamente inestable. Con unas 120 veces la masa del Sol (prácticamente el máximo posible para una estrella), Eta Carina consume su hidrógeno central a un ritmo alucinante. Y como resultado, emite tanta radiación en unos segundos como la que el Sol produce en todo un año. Esa radiación descomunal (fotones de altísima energía) “empuja” a las capas superiores de la estrella, desafiando alevosamente a la gravedad, que trata de mantenerla unida. Y eso, obviamente, genera una gran inestabilidad.

    Cuando esa tensión “radiación versus gravedad” se acumula hasta extremos insostenibles, la estrella no tiene más remedio que eyectar parte de sus propios materiales al espacio.

    Al igual que sus escasísimas colegas LBVs, Eta Carina juega muy al límite, pero esa liberación de energía (como la “Gran Erupción” de 1843) le devuelve cierta estabilidad. Más allá de que los mecanismos profundos no están claros, los astrónomos creen que estas titánicas estrellas pasan por episodios recurrentes de tensión, erupción y calma. Así durante los 2 o 3 millones de años que pueden vivir. Nada comparado con lo que viven las estrellas comunes y corrientes, como el Sol (que llegan a los 10 o 12 mil millones de años). Vivir rápido y morir muy jóvenes. Ese es el precio que las súper estrellas tienen que pagar por su esplendor desmedido.

    Lo cierto, lo indudable, es que, como toda estrella muy masiva, Eta Carina va derechito a convertirse en una supernova. Un devastador estallido, donde arrojará al espacio buena parte de sus materiales (dejando como residuo, seguramente, un agujero negro). Pero dadas sus proporciones, muchos científicos prefieren hablar de “hipernova”, un fenómeno aún más extremo, energético y luminoso, que podría competir de igual a igual –y hasta superar– el brillo de todo el resto de la Vía Láctea. ¿Cuándo? Todo indica que no le falta mucho en términos astronómicos: tal vez, tan sólo 10 o 20 mil años. Aunque podría el año que viene. O mañana.

    La hipernova de Eta Carina será uno de los episodios más impresionantes en los 13.000 millones de años de vida de la galaxia. Y arrasará con todo sistema planetario en un radio de decenas de años luz. Afortunadamente, estamos lejos, a unos tranquilizadores 7500 años luz. Aun así, en los cielos de la Tierra el final de Eta Carina será impresionante: una bomba de luz más brillante que la Luna Llena. Un destello apocalíptico y cegador. Será el último acto en la vida de una estrella prodigiosa. Y luego, el monstruo, rendido ante sus propias leyes, se apagará para siempre.”

    Parece que, de momento, estamos a salvo.

    Responder
    • 2.1
      kike
      el 18 de marzo del 2010 a las 20:13

      No obstante creo recordar haber leido que esa estrella cuando explote lanzará su materia preferentemente por sus dos polos, lo que hará  que actúe parecido a un cañón, e igualmente que sus efectos puedan llegar mucho más lejos.

      Parece que si en el momento de la explosión de Eta Carinae nos estuviera apuntando uno de los polos, sería muy posible que nos pudiera afectar pese a la tremenda distancia a la que se encuentra; pero lógicamente no se conoce hasta que punto;  por si acaso más vale que no nos apunte….

      Responder
      • 2.1.1
        emilio silvera
        el 18 de marzo del 2010 a las 20:26

        Sí, amigo Kike, también yo conozco esa teoría del cañón que, por otra parte, puede ser muy cierta y, como bien dices…que apunte para otra parte.

        Un abrazo.

        Responder
  3. 3
    Javier
    el 18 de marzo del 2010 a las 20:03

    Seré egoísta, pero me gustaría estar vivo cuando ese estallido suceda.
    Gracias Emilio por presentarnos con tan amena redacción estas tres maravillas del universo: R. Léporis, Mira y Eta Carinae. ¿Será posible para alguien sin experiencia en ello aprender a ubicarlas en el cielo nocturno?  
    Un grato saludo,

    Responder
    • 3.1
      emilio silvera
      el 18 de marzo del 2010 a las 20:24

      Amigo Javier, lo mejor, si se tiene la oportunidad, es engancharse a algún grupo de astrónomos aficionados que, con sus telescopios hacen verdaderas barridas del cielop nocturno y, con ellos, se aprende mucho en la esfera del trabajo de campo.

      Además, con las estrellas pasa algo similar a lo del pescador que, aunque no coja nada una y otra vez, el sigue yendo de pesca. No te puedes imaginar la de nublados que han cogido esos grupos de los que te hablo que, después de hacer muchos kilómetros buscando el sitio ideal, pasar la noche al relente (frío intenso) y, encima, no poder ver nada…es frustrante.

      La Astronomía, tanto la teórica como la práctica, no son fáciles y requieren de muchas horas de estudio en el primer caso y de observación en el segundo. Bueno, con los nuevos y modernos telescopios que se fijan en una determinada dirección del cielo y pasa los datos al ordenador, la cosa es más “fácil”.

      ¡Qué bonito es, el Universo!

      Responder
  4. 4
    Gèminis
    el 18 de marzo del 2010 a las 20:50

    Tal parece que habrà que preocuparse mas por Betelgeuse que por Eta Carinae, de acuerdo a la distancia, o estoy equivocado? No nos afectaria mas la megaexplosiòn de este gigante llamado Betelgeuse?  Voy a tratar de investigar sobre estos 2 colosos del espacio.

    Saludos desde Mèxico.

    Responder
    • 4.1
      emilio silvera
      el 17 de febrero del 2011 a las 8:22

      Aunque tarde, amigo Géminis, te contesto de manera escueta.
      Betelgeuse es mucho más peligrosa que Eta Carinae en el sentido de las distancias y, de todas las maneras, como dice Kike, que cuando ocurra el estallido, nos coja preparados y, sobre todo, que nos lleguen el menor número de partículas posible. El material que sale eyectado de esas estrellas explosivas es muy peligroso y no conviene estar en su línea de tiro.
      saludos

      Responder

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