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Año Internacional de la Astronomía 2009. En España (AIA-IYA2009)

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en AIA-IYA2009    ~    Comentarios Comments (1)

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Los seres humanos, si miramos hacia atrás en el tiempo, han tenido que realizar un enorme recorrido, pasar un sin fin de calamidades, luchar con sus manos vacías contra los elementos y los demás peligros a los que, su desnudez tecnológica les tenía sometidos, y, se dejaron por el camino grandes pérdidas en vidas que por uno u otro motivo, se perdían al estar desvalídos ante tan insuperables obtáculos. Pero, a pesar de todo eso, hasta aquí hemos podido llegar logrando un nivel de conocimiento que era impensable hace sólo un par de siglos: Grandes telescopios que vigilan el Universo y nos traen imágenes de estrellas y galaxias situadas a miles de millones de años-luz de la Tierra y las poemos contemplar como eran hace mucho, muchisimo tiempo, y, de la misma manera, nuestros ingenios espaciales (naves y sondas) parten desde nuestro planeta con misiones hacia otros mundos lejanos y, tras un largo y peligroso viaje, llegan a su destino, realizan el trabajo encomendado y nos envían los datos físicos del planeta, de la luna o del cometa y el informe es completado con múltiples imágenes que los científicos pueden estudiar para su valoración. No hablemos de adelantos en el campo de la Ingenieria, de la Medicina, de la Biología, de la Genética, de los Materiales…También en Matemáticas y Física han sido grandes los avances que hemos podido lograr.

Huygens en Titán

La Sonda Génesis hacia el Sol

La Cassini hacia Saturno

Y tantas otras hacia Mercurio, la Luna, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano o Neptuno y otros objetivos más lejanos de nuestro Sistema Solar que, poco a poco podemos ir conociminedo.

El conocimiento que actualmente tenemos en las distintas ramas del saber (el conocimiento es un árbol enorme, las raíces que lo sustenta son las matemáticas, el tronco es la física, y a partir de ahí, salen las ramas que corresponden a los distintos disciplinas del saber, tales como química, biología, astronomía, etc), tiene su origen muy lejos en el pasado, en civilizaciones olvidadas que dejaron las huellas de su saber a otras que, como los sumerios, egipcios, chinos, hindúes y los griegos antiguos, hace ahora de ello algunos miles de años a.  de C., aprovecharon esos conocimientos y se dieron cuenta de que el mundo que les rodeaba y los acontecimientos naturales que ocurrían eran totalmente ajenos a los Dioses del Olimpo y a la mitología.

Thales de Mileto, uno de los siete sabios de Grecia, así lo entendió; dejó a un lado a los Dioses y expresó sus ideas empleando la lógica observando la Naturaleza. Él fue el primero que se dio cuenta de la importancia que tenía el agua para la vida. Empédodes, otro pensador, dijo que todo estaba formado por cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego que, combinados en la debida proporción se convertirían en los distintos materiales de los que estaban formados todas las cosas. Demócrito de Abdera nos habló de algo invisible e indivisible como el componente más pequeño de la materia, le llamó a-tomo o átomo. Sócrates, Aristóteles o Platón (y otros) nos introdujeron en el campo de la filosofía, y Anaximandro, Anaxímedes, Pitágoras, Euclides y muchos más, nos enseñaron astronomía, matemáticas-geometría, medicina, etc.

Sería difícil decir, a ciencia cierta, en qué lugar comenzó o se produjo la siembra de esa semilla que llamamos saber, y, seguramente, la siembra se produciría en lugares dispersos y distintos, sin conexión entre ellos, que desarrollaron sociedades y culturas avanzadas que, finalmentese recopiló  en la antigua Grecia  donde comenzó a germinar otra semilla en la que se mezclaban saberes de distintos puntos del globo, y sobre la que está basada y donde están asentados los pilares de la ciencia actual, de la sociología, de las Humanidades, las Artes y las letras de hoy.

Ahora ya en nuestra época, tendríamos que reflejar otros muchos nombres de los que tomaron la antorcha y continuaron el camino emprendido por los griegos clásicos.

Ni los conozco a todos ni puedo recordar en este preciso momento a todos los que conozco y, en realidad, mi lista de nombres estaría limitada a las disciplinas que más atraen mi atención, lo que nos lleva a una muy pequeña, que a título de muestra quiero reflejar aquí: Ptolomeo, Copérnico, Galileo Galilei, Covendich, Brahe, Newton, Rutherford, Gauss, Euler, Riemann, Max Planck, Einstein, Niels Bohr, Heisemberg, Foucault, Morley, Dirac, E. Schrödinger, Pauli, E. Fermi, Gell-Mann, etc. (Pido disculpas a todos aquellos hombre sy mujeres que dejo al margen en mi breve lista, toda vez que, siempre reseño aquellos nombres que más me son conocidos y en los que quiero simbolizar a todos los demás que fueron).

Hacer un recorrido pormenorizado de la contribución de cada uno de estos hombres a la humanidad, sería objeto de volúmenes enteros describiendo trabajos y descubrimientos maravillosos que, gracias a un talento y un genio especial, permitieron a estos elegidos elevar el conocimiento del resto; hicieron posible que ahora, en el año 2.006, estemos en un estadio del conocimiento que podríamos denominar como punto de partida para el comienzo de una nueva era. Tenemos las herramientas necesarias para dar ese primer paso.

Adquirir nuevos conocimientos tiene unos efectos curiosos, me explico: han sido muchas las puertas que han sido abiertas desde que, hace ahora 2.500 años, Thales, Empédodes, Demócrito y todos los demás nos cedieron sus ideas. Estas ideas se profundizaron, depuraron y perfeccionaron hasta que han servido de llaves para abrir de par en par las puertas que nos llevarían a desvelar secretos profundamente escondidos en la naturaleza.

¿Qué ha ocurrido cuando hemos abierto estas puertas?

Aquí están los efectos curiosos a que me refería antes. Hemos encontrado otras muchas puertas cerradas de las que no tenemos las llaves para poder abrirlas y continuar el camino emprendido, o dicho de otra manera: adquirir nuevos conocimientos nos posibilita para hacer nuevas preguntas que, antes de tenerlos, no sabíamos ni formular.

Efectivamente es así. Si tenemos los datos y sabemos cosas podremos formular otras nuevas preguntas sugeridas por este conocimiento.

Por ejemplo:

¿Qué pasaría con los pasajeros de una nave espacial que, traspasado el horizonte de sucesos de un agujero negro, se dirigiera hacia la singularidad?

Esta simple pregunta la podemos hacer como consecuencia de que “conocemos” que un agujero negro tiene un espacio a su alrededor que marca un límite de seguridad para evitar ser atraído hacia el centro del agujero. Este límite circular es el horizonte de sucesos, que una vez traspasado, hará imposible el regreso. Conocemos también que allí dentro, después del horizonte, está la singularidad.

Pues bien, antes de Einstein y Schwarzschild no podríamos haber realizado la pregunta del ejemplo; nadie conocía la existencia de los agujeros negros, así que, ¿cómo hacer preguntas sobre lo que no conocemos ni sabemos que existe?

De esta forma tan simple nos damos cuenta que, a nuevos conocimientos, nuevas preguntas. Cada vez que aprendemos cosas nuevas nuestra mente los conecta a las ya conocidas, agranda nuestro horizonte del conocimiento y nos predispone para buscar nuevas incógnitas que resolver, nuevas preguntas que realizar, nuevas puertas que abrir a nuestro entendimiento.

Como antes decía, hacer un recorrido pormenorizado de la contribución y aportación de cada uno de los hombres y mujeres que, con su esfuerzo, genio y talento, han contribuido para hacer posible que ahora, a principio del siglo XXI, tengamos el nivel de conocimiento que tenemos en los distintos ámbitos o disciplinas de la ciencia, sería una ingente tarea de años que llenaría una gran biblioteca con miles y miles de volúmenes que explicaran los muchos pasos dados, los descubrimientos, los inventos, las teorías, y las ideas que, finalmente quedaron como leyes inamovibles como fiel reflejo de la naturaleza misma que, en realidad, es la que esconde todas los secretos que para seguir adelante, necesitaremos desvelar.

Como antes quedó claro, han sido muchas las puertas que han sido abiertas para descubrir detrás de cada una, un misterio tal como el comienzo y formación del universo, el descubrimiento de la existencia de las cuatro fuerzas fundamentales, de las constantes universales, el movimiento de las galaxias por la expansión del universo, el descubrimiento del núcleo en el átomo que forma la materia de la que están hechas todas las cosas, de los quarks, hadrones, y leptones, las matemáticas, la física, la química, la astronomía, y también la filosofía, todo ello formando una ingente y descomunal obra que parece imposible que se llevara a cabo por unos insignificantes seres, habitantes de un insignificante planeta, que dependen para vivir de la luz y el calor de un insignificante Sol (una estrella mediana, amarilla, de la clase G2) que forma parte de un conjunto de cien mil millones de soles que conforman la galaxia Vía Láctea que, a su vez, es una más entre los cientos de miles de millones de galaxias que pueblan el universo.

Si nos comparamos con la inmensidad de nuestra Galaxia (100.000 años luz de diámetro), somos menos que una brizna de polvo. Si nos comparamos con el universo entero… no somos nada.

Sin embargo, en este punto debemos recapacitar un poco, reconocer con humildad la importancia que realmente tenemos en el universo y seguidamente, reconocer también los enormes logros conseguidos desde que, hace escasamente unos doscientos mil años, un animal se levantó para andar erguido y comenzar a pensar en otras formas de vivir, ideando rústicas herramientas para la caza, haciendo fuego y construyendo refugios.

El lenguaje mediante sonidos guturales vino a cambiarlo todo. Allí empezó el entendimiento inteligente de seres que de animales irracionales, evolucionaron hasta llegar a pensar por sí mismos, tener conciencia de SER y preguntarse de dónde venía y hacía dónde caminaba.

Ya quedó escrito en alguna parte anterior de esta libreta, el pensamiento del filosofo científico Karl Popper que decía: “Nuestros conocimientos son limitados, pero nuestra ignorancia es infinita…”. Sin embargo, aunque es verdad que existen millones de preguntas que no sabemos contestar, también lo es que nuestros conocimientos crecen de manera exponencial.

Nadie puede negar que en los últimos doscientos años hayamos avanzado más que en los 10.000 años anteriores. Claro está que nos hemos aprovechado de las experiencias e inventos de los que nos precedieron. Aprendimos de los errores (no siempre) y mejoramos sus descubrimientos que fueron puntos de apoyo que hicieron más fácil el trabajo. Igualmente, los que nos seguirán se encontrarán con buenos puntos de apoyo para seguir avanzando.

De esta manera, cada vez se avanza más en menos tiempo.

Hemos podido saber que en un principio, hace varios miles de millones de años (4.000), las condiciones de la Tierra, la composición enrarecida de su atmósfera, la formación de los océanos y la composición primigenia de sus aguas con abundantes chimeneas marinas de volcanes submarinos que arrojaban hidrocarburos y gases de metano, así como la proliferación de enormes tormentas y caída de rayos, todo ello acompañado de que por entonces la capa de ozono que ahora nos protege de la radiación cósmica no existía, lo cual provocaba la intensa lluvia de partículas ultravioletas y rayos gamma que de manera continuada bombardeaban las aguas superficiales del planeta, además del territorio seco formado por la tierra seca. Todo ello dio lugar a que existieran unas condiciones especiales que finalmente se tradujeron en la formación de la primera célula viva capaz de reproducirse por sí misma, a partir de la materia “inerte”. ¡Un verdadero milagro!, que evolucionó y a lo largo del tiempo nos trajo a nosotros, seres engreídos que se dan más importancia de lo que en realidad tienen. Siempre expreso estas comparaciones en relación al universo, ya que si nos ceñimos al ámbito planetario terrestre, la humanidad tiene una importancia de 1ª magnitud.

En realidad, si no ocurre ninguna desgracia planetaria, o es el mismo ser humano el que pone los medios para su auto-eliminación (contaminación, guerras, etc), será muy difícil parar su infinita ambición por saber cosas nuevas, su insaciable curiosidad lo empuja un paso más cada vez. Los problemas agudizan el ingenio y como ha venido sucediendo, el trabajo que unos empiezan es seguido por los que vienen detrás y, en ese sentido, se podría decir que somos una especie inmortal; unos trabajaron para ceder su fruto a otros que a su vez repiten el ciclo indefinidamente. Una especie con tales características es difícil de vencer y tiene pocos problemas que no pueda resolver… a la larga, con mucho tiempo por delante.

Esta especie, la nuestra, es un auténtico privilegio en el inmenso universo que nos ha situado en la galaxia Vía Láctea que, junto con su vecina Andrómeda es una de las treinta galaxias que aproximadamente componen un pequeño conjunto conocido como el Grupo Local. La situación del planeta Tierra no es nada privilegiada, está situado al borde de uno de los brazos espirales a 30.000 años luz del centro galáctico, exactamente en la periferia. Precisamente esta situación es la que hace posible que la vida surgiera en nuestro planeta que, de haber estado en el centro galáctico, seguramente, habría sido diferente.

Los problemas a los que antes me refería, no sé si todos ellos, pero los que tengan solución será de la mano de las matemáticas y de la física, las ramas de la ciencia que son la base de todas los demás.

De lo que no puede haber duda alguna es sobre el destino final del universo, de una u otra forma quedará destruido. Lo mismo será si estamos en un universo abierto que se expansionará eternamente, como si estamos en un universo cerrado que se contraerá sobre sí mismo. En el primero reinará el frío del cero absoluto, todo quedara congelado y muerto. En el segundo será el fuego el que en una enorme bola de feroz temperatura lo arrasará todo.  Tanto en uno como en toro caso, el resultado será el mismo: ausencia de vida.

La entropía no deja de hacer su trabajo en el sistema cerrado que es el universo que irremediablemente verá crecer el desorden y disminuir la energía; es la ley de la naturaleza, y contra dicha fuerza nada podemos hacer, es imparable y lo mismo que no podemos parar el tiempo, tampoco podemos parar los acontecimientos naturales que el paso del mismo conlleva. Las cosas se deterioran, nosotros envejecemos y los terrenos fértiles se erosionan y desertizan. Ricos ecosistemas, con el paso del tiempo, se convierten en parajes yermos donde la vida desaparece.

La mente humana es un prodigio de perfección, es el conjunto más complejo que existe en el universo, personalmente creo que no tiene límites.  El ser humano es capaz de crear todo aquello que su mente pueda pensar que es posible.

Tiene un ingrediente muy importante, la fantasía. Piensa en cosas que en un primer momento parecen imposibles.

  • Aparatos voladores que surcan los aires.
  • Máquinas que fabrican objetos.
  • Luz artificial para alumbrar ciudades y hogares.
  • Calor en invierno y frío en verano.
  • Energía rompiendo el átomo.
  • Viajar al espacio.
  • Ver en directo las imágenes de lo que ocurre en otra parte.

La imaginación de los seres humanos siempre ha sido muy rica y fructífera en inventar cosas para regocijar el pensamiento, y de acontecimientos reales han pasado a su enaltecimiento convirtiéndolos en leyendas, unas veces basadas en hechos reales y otras debidas a una imaginación desbordante

Tenemos actualmente aparatos sofisticados que han descendido sobre planetas o lunas o que, simplemente los sobrevuelan y, tomando imágenes y datos los envian a la Tierra para que aquí, a millones de kilómetros de distancias, conozcamos mejos el espacio exterior y a los planetas y objetos que pueblan el Sistema Solar.

Así debe ser, si queremos avanzar, será necesario que conozcamos el Universo en el que vivímos.

emilio silvera

 


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