viernes, 29 de noviembre del 2024 Fecha
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¿Reactores Nucleares Naturales en las entrañas de la Tierra?

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en General    ~    Comentarios Comments (6)

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Un Reactor Nuclear Prehistórico

Ayer mismo dejaba aquí un reportaje que apuntaba la idea de la existencia de Reactores Nucleares, y, habiendo leído el libro “Las Constantes de la Naturaleza” de John D. Barrow, recordé que en él, por alguna parte, venía recogido tal suceso que paso a transcribiros corroborando así, parte de lo que ayer pudimos leer aquí.

“El 12 de Junio de 1972 el doctor Bouzigues, hizo un descubrimiento preocupante, el tipo de descubrimiento que podía tener incalculables explicaciones políticas, científicas e incluso delictivas. Bouzigues trabaja en la planta de procesamiento de combustible nuclear de Pierrelatte, en Francia. Una de sus tantas rutinas consistía en medir la composión de menas procedentes de minas de Uranio próximas al río Oklo, en la antigua Colonia francesa ahora conocida como la República Africana Occidental de Gabón, a unos 440 km de la costa Atlántica.

Una y otra vez comprobaba la fracción de mineral natural que estaba en forma de isótopo de uranio-235 comparada con la fracción en forma de isótopo de Uranio-238, para lo que realizaba análisis de muestras de hexafluoruro de uranio gaseoso. La diferencia entre los dos isótopos es crucial. El Uranio que se da en forma natural y que extraemos del interior de la Tierra está casi todo en forma de Isótopo 238. Esta forma de Uranio no producirá una cadena de reacciones nucleares autosostenidas. Si lo hiciera, nuestro planeta habría explotado hace mucho tiempo.

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¿Reactores nucleares en la Naturaleza?

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Ciencia futura    ~    Comentarios Comments (2)

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Algunas veces te encuentras con alguna noticia o reportaje que despierta tu curiosidad y hace que el interés por el asunto tratado aumente y te lleve a buscar documentarte sobre el tema para comprobar lo que de cierto pueda tener todo el asunto. Así, hace ya algún tiempo que, me encontré con el reportaje que a continuación os pongo:

“Parece una locura, pero… ¿qué es la Tierra? La astronomía nos dice que es un planeta de tamaño medio que orbita un sol no demasiado especial. Desde nuestro punto de vista es el ejemplo más exacto —obviamente— de lo que se ha bautizado como “planetas del tipo terrestre”. Los indígenas de muchas regiones —y ahora los ecologistas— lo llaman “la madre tierra”. En la literatura se lo ha llamado “el planeta azul”, “el planeta de agua”, “el zafiro celeste”, “el orbe cerúleo” y otros nombres poéticos. Los biólogos saben que —por ahora— es el único lugar conocido que alberga la vida. Una definición más estructural nos dirá que se compone de cierta cantidad de minerales, que tiene una corteza, un manto, un núcleo de hierro, y que lo rodea una atmósfera y su superficie está cubierta en un 75% por agua. Pero la definición más impactante es una que hasta ahora no sospechábamos: la Tierra, afirma el geofísico J. Marvin Herndon, es una gigantesca planta natural de generación nuclear. Nosotros vivimos en su delgada coraza, mientras a algo más de 6.000 kilómetros bajo nuestros pies se quema por la fisión nuclear una bola de uranio de unos ocho kilómetros de diámetro, produciendo un intenso calor que hace hervir el metal del núcleo, lo que produce el campo magnético terrestre y alimenta los volcanes y los movimientos de las placas continentales.

Veamos de dónde surge esta imagen. Hay que imaginar a la Tierra primordial como un horno esférico, una bola recién formada y ardiente de elementos en estado líquido que se condensaron del disco que rodeaba nuestro sol. Los metales más densos se hundieron por la atracción de la gravedad, mientras que los elementos más livianos flotaron y quedaron más cerca del exterior de la esfera y en la superficie. Dentro de nuestro planeta, la densidad depende exclusivamente del número y el peso atómico de los átomos. El uranio es muy denso, 19 gramos por centímetro cúbico, porque tiene el mayor número y peso atómicos en la naturaleza, de modo que, siendo la sustancia más densa en una esfera de materiales fundidos, debió terminar a la fuerza en el centro de ella. En el centro de la Tierra. Las implicaciones de esta hipótesis relativamente nueva del georreactor son muy amplias. No sólo influye en la manera en que vemos a la Tierra y a la formación de planetas en general, sino que hasta habría que revisar el origen mismo de las estrellas.

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¡Noticias del Universo!

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Astronomía y Astrofísica    ~    Comentarios Comments (0)

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Por mucho que queramos hacer creer que estamos al tanto de todo, en realidad, controlamos muy pocas cosas y, desde luego, son muchas más las que desconocemos que las que, de alguna manera, engrosan nuestro escaso saber.

UN UNIVERSO SIEMPRE EN EVOLUCIÓN
No podía ser de otra manera. El Universo, a pesar de que nuestros conocimientos sobre él aumentan cada día, sigue dando sorpresas. Nuevos y misteriosos objetos cuya mera existencia parece desafiar las leyes de la Física siguen apareciendo, a medida que los medios técnicos permiten a los astrónomos realizar observaciones más y más detalladas. Al mismo tiempo, los cuerpos y estructuras celestes que creíamos conocer mejor demuestran que no era así en absoluto.

Para los miles de investigadores que viven con la mirada clavada en el cielo, el asombro es el estado de ánimo habitual. Lejanas estrellas individuales, a miles de millones de años luz, liberan inexplicablemente más energía que miles de galaxias juntas. Pequeñas galaxias albergan en su centro monstruosos agujeros negros, los máyores jamás detectados; materia y energía oscuras, de las que poco se sabe aún y que dan cuenta del 96% de la masa total del Universo, dejando a la materia ordinaria, la que brilla en forma de estrellas y de la que nosotros estamos hechos, apenas el 4% restante.

Desde hace más de dos siglos, cientos de astrónomos de todo el mundo se reúnen periódicamente en el seno de la Sociedad Astronómica Americana, en Seattle, para hacer público el contenido de sus observaciones. Hoy, después de varios días de debates y ponencias, se clausura la 209 edición de esta histórica reunión, y una vez más se ha cumplido la norma. Reseñamos a continuación algunos de los hallazgos más significativos:

Andrómeda, más grande Los astrónomos han descubierto que Andrómeda, la galaxia vecina a la Vía Láctea, en la que nosotros vivimos, es en realidad cinco veces más grande de lo que se pensaba. Tanto, que las estrellas de su halo llegan incluso a superponerse con las del nuestro, dando lugar a una continuidad estelar que nadie esperaba. Andrómeda, en efecto, se encuentra a más de dos millones de años luz de distancia. De las tres partes fundamentales de una galaxia, un núcleo con una densa población de estrellas, un disco y un halo, la tercera es, sin duda la más difícil de observar.

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¿Estará a la vista la próxima extinción?

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Biologia    ~    Comentarios Comments (19)

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Habiendo leído este trabajo que me pareció de interés, aquí os lo dejo para que, con los datos que él se exhiben, tengáis una idea de lo que se nos puede estar viniendo encima en cualquier momento, ya que, los ciclos y cambios de la Tierra, ocurren cuando algunas circunstancias así lo aconsejan, y, lo mismo que ocurre con una estrella masiva que está al final de su vida (Betelgeuse, Eta Carinae, etc), en cualquier momento, se podría producir un acontecimiento descomunal que influiría en nuestras vidas de manera trágica. Aquí os lo dejo.

Durante los últimos 550 millones de años se han producido cinco extinciones masivas que acabaron con gran parte de la vida en la Tierra. La sexta se está produciendo en la actualidad según diversos expertos que denuncian la velocidad a la que desaparecen las especies. Un acto provocado por los seres humanos. Y aunque el Homo sapiens domine en estos momentos el planeta, en un escenario de extinción masiva no se garantiza su futuro: sus consecuencias son impredecibles, según un estudio publicado en Science. Ahora bien, los ciudadanos pueden contribuir a frenar la pérdida de especies con diversas acciones fáciles de llevar a cabo.

Las grandes extinciones en masa producen cambios tan drásticos en la Tierra que afectan incluso a los mecanismos de la evolución. Así lo sugiere un reciente estudio publicado en la revista Science. Su responsable, el paleobiólogo John Alroy, de la Universidad Macquarie en Sydney (Australia), asegura que tras una extinción masiva no se puede predecir cómo quedará la biodiversidad posterior. La situación de las especies en el pasado no sirve para saber cómo será su futuro.

Este trabajo choca con las hipótesis de paleontólogos como Jack Sepkoski, que fuera profesor del propio Alroy y el primero que, en la década de 1980, señaló que la Tierra ha experimentado cinco grandes extinciones masivas en los últimos 550 millones de años, en los que la vida ha dejado registro fósil. Según estos expertos, si se mira la proporción en la que cada grupo produce nuevas especies, se podría predecir a los ganadores y perdedores tras un fenómeno de desaparición extrema.

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¡La Ciencia! Son tantas cosas.

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Ciencia futura    ~    Comentarios Comments (0)

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Nuestro sentido común, que no siempre ve la realidad.

¡Nuestros predecesores! Para ellos, era absolutamente evidente que la Tierra fuera estable y que estaba inmóvil. Éramos el centro del Universo. La ciencia occidental moderna parte de la negación de este axioma derivado del sentido común. Tal negación, origen y prototipo de las mayores paradojas de la ciencia, constituiría nuestra invitación a un mundo invisible e infinito. Llegó un día en que el hombre, se dio cuenta de la desnudez de sus sentidos. El Sentido común, pilar de la vida cotidiana, ya no servía para gobernar el mundo. En el momento en que el conocimiento “científico”, sofisticado, dio lugar a verdades incuestionables, las cosas dejaron de ser lo que parecían.

Las cosmologías antiguas utilizaban mitos pintorescos y convincentes para adornar los veredictos del sentido común y para describir los movimientos de los cuerpos celestes. En los muros de las tumbas de los faraones egipcios del valle de los Reyes encontramos vistosas representaciones del dios del aire sosteniendo la cúpula celeste por encima de la tierra. Asimismo, observamos que el dios del sol, Ra, conduce su barca cada día por el cielo y que, cada noche, en otra barca que surca las aguas por debajo de la tierra, retorna al punto de partida de su viaje diurno, que vuelve a iniciar. Como hemos visto, esta visión mítica no impidió que los egipcios elaboraran el más preciso de los calendarios solares, que fue utilizado durante miles de años. Para los egipcios, tales mitos tenían sentido, no contradecían lo que veían cada día y cada noche con sus ojos.

Con el tiempo, todo aquello cambió, y, la mente humana evolucionó. ¿Por qué se tomó Nicolás Copérnico tantas molestias para desplazar un sistema que era sostenido con firmeza por la experiencia cotidiana, la tradición y la autoridad? Cuánto más nos familiarizamos con la era de Copérnico, vemos con mayor claridad que los que no se dejaban convencer por él simplemente demostraban sensatez. Las pruebas de que disponían no exigían una revisión del sistema. Habrían de pasar varias décadas para que los astrónomos y matemáticos reunieran datos nuevos y hallaran nuevos instrumentos, y al menos un siglo para que los legos se convencieran de lo que era contrario al sentido común. Lo cierto es que, pese a todas las modificaciones ideadas por astrónomos y filósofos, el esquema antiguo no incluía todos los datos conocidos. Pero tampoco lo hizo la simplificación de Copérnico. Parece que no era la fuerza de los hechos sino una preocupación estética y metafísica lo que empujaba a Copérnico. Se le ocurrió que un sistema diferente sería mucho más hermoso. Su mente inquieta y su atrevida imaginación hicieron el resto. Como astrónomo, Copérnico no era más que un aficionado. No se ganaba la vida con la Astronomía ni con ninguna aplicación de esta ciencia. Al menos desde el punto de vista actual, era extraordinariamente polifacético, lo que le sitúa en la línea central del alto Renacimiento. Nació cuando Leonardo da Vinci se encontraba en plena actividad y fue contemporáneo de Miguel Ángel.

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