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El misterio de nuestras mentes

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en La Mente - Filosofía    ~    Comentarios Comments (3)

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Una galaxia es simplemente una parte pequeña del universo, nuestro planeta es una mínima fracción infinitesimal de esa galaxia, y nosotros mismos podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes. Sin embargo, todo forma parte de lo mismo, y aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras.

Pocas dudas pueden caber a estas alturas del hecho de que poder estar hablando de estas cuestiones, es un milagro en sí mismo.

Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las consciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad, que podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.

La consciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras. Como mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.

Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos, y aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que de momento los avances son muy limitados. Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el universo.

Si eso es así, resultará que después de todo no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y sólo se trata de tiempo. En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas. Para entonces sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del universo que ahora presentimos.

El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso, y que desde este punto de vista puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.

La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros dominios de la ciencia. En la física y en la química se suelen explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes. Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al menos en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica. Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo, ambos niveles de descripción), el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente).

En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría. Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se puede explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca. No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada. Lo que realmente queremos hacer es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes.  Intentamos meternos en el interior, o en la atinada ocurrencia del filósofo Tomas Negel, saber qué se siente al ser un murciélago. Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que nos hace ser como somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales. En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía.

Ninguna descripción, por prolija que sea, logrará nunca explicar claramente la experiencia subjetiva. Muchos filósofos han utilizado el ejemplo del color para explicar este punto. Ninguna explicación científica de los mecanismos neuronales de la discriminación del color, aunque sea enteramente satisfactoria, bastaría para comprender cómo se siente el proceso de percepción de un color. Ninguna descripción, ninguna teoría, científica o de otro tipo, bastará nunca para que una persona daltónica consiga experimentar un color.

En un experimento mental filosófico, Mary, una neurocientífica del futuro daltónica, lo sabe todo acerca del sistema visual y el cerebro, y en particular la fisiología de la discriminación del color. Sin embargo, cuando por fin logra recuperar la visión del color, todo aquel conocimiento se revela totalmente insuficiente comparado con la auténtica experiencia del color, comparado con la sensación de percibir el color. John Locke vio claramente este problema hace mucho tiempo.

Pensemos por un momento que tenemos un amigo ciego al que contamos lo que estamos viendo un día soleado del mes de abril: el cielo despejado, limpio y celeste, el Sol allí arriba esplendoroso y cegador que nos envía su luz y su calor, los árboles y los arbustos llenos de flores de mil colores que son asediados por las abejas, el aroma y el rumor del río, cuyas aguas cantarinas no cesan de correr transparentes, los pajarillos de distintos plumajes que lanzan alegres trinos en sus vuelos por el ramaje que se mece movido por una brisa suave, todo esto lo contamos a nuestro amigo ciego que, si de pronto pudiera ver, comprobaría que la experiencia directa de sus sentidos ante tales maravillas nada tiene que ver con la pobreza de aquello que le contamos, por muy hermosas palabras que para hacer la descripción empleáramos.

La mente humana es tan compleja que no todos ante la misma cosa vemos lo mismo. Nos enseñan figuras y dibujos y nos piden que digamos (sin pensarlo) la primera cosa que nos sugiere. De entre diez personas, sólo coinciden tres, los otros siete divergen en la apreciación de lo que el dibujo o la figura les sugiere.

Esto nos viene a demostrar la individualidad de pensamiento, el libre albedrío para decidir. Sin embargo, la misma prueba realizada en grupos de conocimientos científicos similares y específicos: físicos, matemáticos, químicos, etc, hace que el número de coincidencias sea más elevado; más personas ven la misma respuesta al problema planteado. Esto nos sugiere que la mente está en un estado virgen que cuenta con todos los elementos necesarios para dar respuestas pero que necesita experiencias y aprendizaje para desarrollarse.

¿Debemos concluir entonces que una explicación científica satisfactoria de la conciencia queda para siempre fuera de nuestro alcance?

¿O es de alguna manera posible, romper esa barrera, tanto teórica como experimental, para resolver las paradojas de la conciencia?

La respuesta a estas y otras preguntas, en mi opinión, radica en reconocer nuestras limitaciones actuales en este campo del conocimiento complejo de la mente, y como en la física cuántica, existe un principio de incertidumbre que, al menos de momento (y creo que en muchos cientos de años), nos impide saberlo todo sobre los mecanismos de la conciencia, y aunque podremos ir contestando a preguntas parciales, alcanzar la plenitud del conocimiento total de la mente no será nada sencillo, entre otras razones está el serio inconveniente que suponemos nosotros mismos, ya que con nuestro quehacer podemos, en cualquier momento, provocar la propia destrucción.

Una cosa sí está clara: ninguna explicación científica de la mente podrá nunca sustituir al fenómeno real de lo que la propia mente pueda sentir.

emilio silvera

 

  1. 1
    DJamil
    el 17 de noviembre del 2010 a las 5:40

    Gracias Emilio muchisimo para su inteligencia y pasion del ciencio…
    Creo que podemos, y ahora mismo, estaremos rompiendo la barrera del ciencia moderna  para incluir nuestro experiencia multi-dimensional en todos. Ciencia lo que dice no puede explicar por lo tanto no hay importa no es ciencia autentica o tampoco un servicion de la humanidad. Ciencia  prospera del los misterios. Como puede otra manera?
    Abrazos,
    DJamil Graham

    Responder
  2. 2
    emilio silvera
    el 17 de noviembre del 2010 a las 9:06

    Me quedo con la frase:  La Ciencia prospera de los misterios, ¿cómo podría ser de otra manera?

    Un cordial saludo amigo DJamil

    Responder
  3. 3
    Miquer Alberto Rivera Santiváñez
    el 8 de junio del 2012 a las 3:22

    Con saludo cordial:
    Hablando planetariamente, aún estamos en una etapa semisalvaje, donde la conciencia de sujeto integrado a la totalidad del ser, del verdadero “Hombre Terrestre-Hombre Cósmico” no es una facultad común. Sin embargo sabemos que somos células de un orden viviente, pensante, creativo e inmortal. Sin embargo se arrastran los lastres del caos, el desorden y la muerte. Y peor, se cultivan y mantienes esos residuos de épocas pretéritas. Por ejemplo: la cadena de alimentos, el pez grande se traga al chico. Al mismo tiempo donde se prohíbe la esclavitud obligatoria, se alienta la voluntaria. No se han detenido los crímenes. No basta con aislar a los causantes, los reproducen, intensificando sus cualidades dañinas. Imaginemos: “quienes gozaron durante años explotando del sufrimiento de muchos, no saben que menesterosos con numerosa carga familiar les espera en sus regazos, o peor “los lobos del hombre” convertidos en verdaderos cuadrúpedos perseguidos por cazadores”. La visiones de los enlaces entre seres vivientes, de sus efectos generacionales con  secuencias en las especies, y mil variantes; podrían alertar con lo que sucede al sistema viviente. Solamente algunas tendencias religiosas y esotéricas han puesto cerca del curioso algunas voces de alerta. Efectivamente se deben tener en cuenta más de un sujeto pluralizado con sus enlaces mentales en sinergia consciente,  hacia una potenciación en los espacios y tiempos diversos, una especie de ser multidimensional. Pero la práctica diaria por buscar el sustento, aparecen convierte al sujeto en un elemento limitado a su entorno, a la fábrica, su región, su país. Y el hombre del Universo resulta otro, que hasta parece invisible o imposible. A veces resulta obsoleto la comunicación lingüística, el verbo se hace parcial y acomodaticio. Y buscamos algo que nos pueda elevar, entonces una semiótica extraña, un lenguaje e íconos, de modelos vivientes, de arquetipos que parecen de otros mundos, quizá en otras épocas; y nos damos cuenta que las puertas de las mente se abren actúando en su verdad transtemporal, supraespacial; quizá mística.  En medio de tal anticipo aparecen unos gigantes  desprovistos de las condiciones actuales del hombre.  Seres que recuerdan los avances tecnológicos, de la ciencia del mal y del bien, una historia guerrera cual historia de una especie ajena y perdida en el tiempo. Y el yo individual siente un horror ante la verdad revelada, que quizá decodificadores de los demás no puedan soportar, y menos la sociedades con sus aparentemente  infranqueables murallas. Así ocurre un portento, al darse cuenta uno se sus otros yo en el la Tierra, y el Universo. Y la creencia desaparece, ahora sabemos de un gran plan místico, de un Creador Inmortal…Deseando parabienes , hasta pronto.

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