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Radiación electromagnética, antimateria…¡tántas cosas!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física ~ Comments (13)
El universo de las partículas es fascinante. Cuando las partículas primarias chocan con átomos y moléculas en el aire, aplastan sus núcleos y producen toda clase de partículas secundarias. En esta radiación secundaria (aún muy energética) la que detectamos cerca de la Tierra, por los globos enviados a la atmósfera superior, han registrado la radiación primaria.
Aurora boreal
El físico estadounidense Robert Andrews Millikan, que recogió una gran cantidad de información acerca de esta radiación (y que le dio el nombre de rayos cósmicos), decidió que debería haber una clase de radiación electromagnética. Su poder de penetración era tal que, parte del mismo, atravesaba muchos centímetros de plomo. Para Millikan, esto sugería que la radiación se parecía a la de los penetrantes rayos gamma, pero con una longitud de onda más corta.
Las partículas primarias chocan con átomos y moléculas en el aire.
Otros, sobre todo el físico norteamericano Holly Compton, no estaban de acuerdo en que los rayos cósmicos fuesen partículas. Había un medio para investigar este asunto; si se trataba de partículas cargadas, deberían ser rechazadas por el campo magnético de la Tierra al aproximarse a nuestro planeta desde el espacio exterior. Compton estudió las mediciones de la radiación cósmica en varias latitudes y descubrió que en realidad se curvaban con el campo magnético: era más débil cera del ecuador magnético y más fuerte cerca de los polos, donde las líneas de fuerza magnética se hundían más en la Tierra.
Las partículas cósmicas primarias, cuando entran en nuestra atmósfera, llevan consigo unas energías fantásticas, muy elevadas. En general, cuanto más pesado es el núcleo, más raro resulta entre las partículas cósmicas. Núcleos tan complejos como los que forman los átomos de hierro se detectaron con rapidez; en 1.968, otros núcleos como el del uranio. Los núcleos de uranio constituyen sólo una partícula entre 10 millones. También se incluirán aquí electrones de muy elevada energía.
Ahora bien, la siguiente partícula inédita (después del neutrón) se descubrió en los rayos cósmicos. A decir verdad, cierto físico teórico había predicho ya este descubrimiento. Paul Adrien Dirac había aducido, fundándose en un análisis matemático de las propiedades inherentes a las partículas subatómicas, que cada partícula debería tener su antipartícula (los científicos desean no sólo que la naturaleza sea simple, sino también simétrica). Así pues, debería haber un antielectrón, salvo por su carga que sería positiva y no negativa, idéntico al electrón; y un antiprotón, con carga negativa en vez de positiva.
En 1930, cuando Dirac expuso su teoría, no llamó demasiado la atención en el mundo de la ciencia. Pero, fiel a la cita, dos años después apareció el antielectrón. Por entonces, el físico americano Carl David Anderson trabajaba con Millikan en un intento por averiguar si los rayos cósmicos eran radiación electromagnética o partículas. Por aquellas fechas, casi todo el mundo estaba dispuesto a aceptar las pruebas presentadas por Compton, según las cuales, se trataría de partículas cargadas; pero Millikan no acababa de darse por satisfecho con tal solución.
Anderson se propuso averiguar si los rayos cósmicos que penetraban en una cámara de ionización se curvaban bajo la acción de un potente campo magnético. Al objeto de frenar dichos rayos lo suficiente como para detectar la curvatura, si la había, puso en la cámara una barrera de plomo de 6’35 mm de espesor. Descubrió que, cuando cruzaba el plomo, la radiación cósmica trazaba una estela curva a través de la cámara; y descubrió algo más. A su paso por el plomo, los rayos cósmicos energéticos arrancaban partículas de los átomos de plomo. Una de esas partículas dejó una estela similar a la del electrón. ¡Allí estaba, pues, el antielectrón de Dirac! Anderson le dio el nombre de positrón. Tenemos aquí un ejemplo de radiación secundaria producida por rayos cósmicos. Pero aún había más, pues en 1.963 se descubrió que los positrones figuraban también entre las radiaciones primarias.
Abandonado a sus propios medios, el positrón es tan estable como el electrón (¿y por qué no habría de serlo si el idéntico al electrón, excepto en su carga eléctrica?). Además, su existencia puede ser indefinida. Ahora bien, en realidad no queda abandonado nunca a sus propios medios, ya que se mueve en un universo repleto de electrones. Apenas inicia su veloz carrera (cuya duración ronda la millonésima de segundo), se encuentra ya con uno.
El Universo está lleno de electrones por todas partes
Así, durante un momento relampagueante quedaron asociados el electrón y el positrón; ambas partículas girarán en torno a un centro de fuerza común. En 1.945, el físico americano Arthur Edwed Ruark sugirió que se diera el nombre de positronio a este sistema de dos partículas, y en 1.951, el físico americano de origen austriaco Martin Deutsch consiguió detectarlo guiándose por los rayos gamma característicos del conjunto.
Pero no nos confundamos, aunque se forme un sistema positronio, su existencia durará, como máximo, una diezmillonésima de segundo. El encuentro del electrón-positrón provoca un aniquilamiento mutuo; sólo queda energía en forma de radiación gamma. Ocurre pues, tal como había sugerido Einstein: la materia puede convertirse en energía y viceversa. Por cierto, que Anderson consiguió detectar muy pronto el fenómeno inverso: desaparición súbita de rayos gamma para dar origen a una pareja electrón-positrón. Este fenómeno se llama producción en pareja. Anderson compartió con Hess el premio Nobel de Física de 1.936.
Para el hombre de la calle la idea de antimateria es enigmática, posiblemente misteriosa e incomprensible pero, ahí está.
Poco después, los Joliot-Curie detectaron el positrón por otros medios, y al hacerlo así realizaron, de paso, un importante descubrimiento. Al bombardear los átomos de aluminio con partículas alfa, descubrieron que con tal sistema no sólo se obtenían protones, sino también positrones. Cuando suspendieron el bombardeo, el aluminio siguió emitiendo positrones, emisión que sólo con el tiempo se debilitó. Aparentemente habían creado, sin proponérselo, una nueva sustancia radiactiva. He aquí la interpretación de lo ocurrido según los Joliot-Curie: cuando un núcleo de aluminio absorbe una partícula alfa, la adición de los dos protones transforma el aluminio (número atómico 13) en fósforo (número atómico 15). Puesto que las partículas alfa contienen cuatro nucleones en total, el número masivo se eleva 4 unidades, es decir, del aluminio 27 al fósforo 31. Ahora bien, si al reaccionar se expulsa un protón de ese núcleo, la reducción en una unidad de sus números atómicos y masivos hará surgir otro elemento, o sea, el silicio 30.
Puesto que la partícula alfa es el núcleo del helio, y un protón es el núcleo del hidrógeno, podemos escribir la siguiente ecuación de esta reacción nuclear:
aluminio 27 + helio 4 = silicio 30 + hidrógeno 1
Nótese que los números másicos se equilibran:
27 + 4 = 30 + 1
Adentrarse en el universo de las partículas que componen los elementos de la tabla periódica, y en definitiva, la materia conocida, es verdaderamente fantástico.
Materia y antimaria que se encuentran
Tan pronto como los Joliot-Curie crearon el primer isótopo radiactivo artificial, los físicos se lanzaron en tropel a producir tribus enteras de ellas. En realidad, las variedades radiactivas de cada elemento en la tabla periódica son producto de laboratorio. En la moderna tabla periódica, cada elemento es una familia con miembros estables e inestables, algunos procedentes de la naturaleza, otros sólo del laboratorio. Por ejemplo, el hidrógeno presenta tres variedades: en primer lugar, el corriente, que tienen un solo protón. En 1.932, el químico Harold Urey logró aislar el segundo. Lo consiguió sometiendo a lenta evaporación una gran cantidad de agua, de acuerdo con la teoría de que los residuos representarían una concentración de la forma más pesada del hidrógeno que se conocía, y, en efecto, cuando se examinaron al espectroscopio las últimas gotas de agua no evaporadas, se descubrió en el espectro una leve línea cuya posición matemática revelaba la presencia de hidrógeno pesado.
El núcleo de hidrógeno pesado está constituido por un protón y un neutrón. Como tiene un número másico de 2, el isótopo es hidrógeno. Urey llamó a este átomo deuterio (de la voz griega deutoros, “segundo”), y el núcleo deuterón. Una molécula de agua que contenga deuterio se denomina agua pesada, que tiene puntos de ebullición y congelación superiores al agua ordinaria, ya que la masa del deuterio es dos veces mayor que la del hidrógeno corriente. Mientras que ésta hierve a 100º C y se congela a 0º C, el agua pesada hierve a 101’42º C y se congela a 3’79º C. El punto de ebullición del deuterio es de -23’7º K, frente a los 20’4º K del hidrógeno corriente. El deuterio se presenta en la naturaleza en la proporción de una parte por cada 6.000 partes de hidrógeno corriente. En 1.934 se otorgó a Urey el premio Nobel de Química por su descubrimiento del deuterio.
El deuterio resultó ser una partícula muy valiosa para bombardear los núcleos. En 1.934, el físico australiano Marcus Lawrence Edwin Oliphant y el austriaco P. Harteck atacaron el deuterio con deuterones y produjeron una tercera forma de hidrógeno, constituido por un protón y dos neutrones. La reacción se planteó así:
hidrógeno 2 + hidrógeno 2 = hidrógeno 3 + hidrógeno 1
Este nuevo hidrógeno superpesado se denominó tritio (del griego tritos, “tercero”); su ebullición a 25º K y su fusión a 20’5º K. El tritio se descompone por desintegración beta. Puesto que una partícula beta es idéntica a un electrón, podemos escribir:
Como es mi costumbre, me desvío del tema y sin poderlo evitar, mis ideas (que parecen tener vida propia), cogen los caminos más diversos. Basta con que se cruce en el camino del trabajo que realizo un fugaz recuerdo; lo sigo y me lleva a destinos distintos de los que me propuse al comenzar. Así, en este caso, me pasé a la química, que también me gusta mucho y está directamente relacionada con la física; de hecho son hermanas: la madre, las matemáticas, la única que finalmente lo podrá explicar todo.
Estamos hablando de las partículas y no podemos dejar a un lado el tema del movimiento rotatorio de las mismas. Usualmente se ve cómo la partícula gira sobre su eje, a semejanza de un trompo, o como la Tierra o el Sol, o nuestra galaxia o, si se me permite decirlo, como el propio universo. En 1.925, los físicos holandeses George Eugene Uhlenbeck y Samuel Abraham Goudsmit aludieron por primera vez a esa rotación de las partículas. Éstas, al girar, generan un minúsculo campo electromagnético; tales campos han sido objeto de medidas y exploraciones, principalmente por parte del físico alemán Otto Stern y el físico norteamericano Isaac Rabi, quienes recibieron los premios Nobel de Física en 1.943 y 1.944 respectivamente, por sus trabajos sobre dicho fenómeno.
Esas partículas (al igual que el protón, el neutrón y el electrón), que poseen espines que pueden medirse en números mitad, se consideran según un sistema de reglas elaboradas independientemente, en 1.926, por Fermi y Dirac; por ello, se las llama y conoce como estadísticas Fermi-dirac. Las partículas que obedecen a las mismas se denominan fermiones, por lo cual el protón, el electrón y el neutrón son todos fermiones.
Hay también partículas cuya rotación, al duplicarse, resulta igual a un número par. Para manipular sus energías hay otra serie de reglas, ideadas por Einstein y el físico indio S. N. Bose. Las partículas que se adaptan a la estadística Bose-Einstein son bosones, como por ejemplo la partícula alfa.
A bajas temperaturas los bosones tienden a tener un comportamiento cuántico similar que puede llegar a ser idéntico a temperaturas cercanas al cero absoluto en un estado de la materia conocido como condensado de Bose-Einstein.
Las reglas de la mecánica cuántica tienen que ser aplicadas si queremos describir estadísticamente un sistema de partículas que obedece a reglas de esta teoría en vez de los de la mecánica clásica. En estadística cuántica, los estados de energía se considera que están cuantizados. La estadística de Bose-Einstein se aplica si cualquier número de partículas puede ocupar un estado cuántico dad. Dichas partículas (como dije antes) son bosones, que tienden a juntarse.
Los bosones tienen un momento angular nh/2π, donde n es 0 o un entero, y h es la constante de Planck. Para bosones idénticos, la función de ondas es siempre simétrica. Si sólo una partícula puede ocupar un estado cuántico, tenemos que aplicar la estadística Fermi-Dirac y las partículas (como también antes dije) son los fermiones que tienen momento angular (n + ½)h / 2π y cualquier función de ondas de fermiones idénticos es siempre antisimétrica. La relación entre el espín y la estadística de las partículas está demostrada por el teorema espín-estadística.
Recordemos aquí que las partículas se dividen en dos tipos, los fermiones, que tienen spin semientero y responden a la estadística de Fermi-Dirac, y los bosones, de spin entero y que responden a la estadística de Bose-Einstein. Los fermiones sufren el principio de exclusión y, por tanto, tienen tendencia a “huir” unas de otras. Metafóricamente se comportan un poco como personas en el metro o en un ascensor, colocándose a la máxima distancia unas de otras. Los bosones son, sin embargo, más amistosos entre ellos, al no sufrir el principio de exclusión, y optan todos por formar una única entidad en el mismo estado cuántico: el condensado de Bose-Eisntein.
En un espacio de dos dimensiones es posible que haya partículas (o cuasipartículas) con estadística intermedia entre bosones y fermiones. Estas partículas se conocen con el nombre de aniones; para aniones idénticos, la función de ondas no es simétrica (un cambio de fase de +1) o antisimétrica (un cambio de fase de -1), sino que interpola continuamente entre +1 y -1. Los aniones pueden ser importantes en el análisis del efecto Hall cuántico fraccional y han sido sugeridos como un mecanismo para la superconductividad de alta temperatura.
El principio de exclusión de Pauli introduce el acoplamiento entre las variables espaciales y de spin del electrón como la única forma de expresar el carácter antisimétrico de las funciones de onda y que sea imposible que dos partículas del sistema tengan las mismas funciones de onda (o estado), lo que violaría la precondición de indistinguibilidad de las partículas.
Debido al principio de exclusión de Pauli, es imposible que dos fermiones ocupen el mismo estado cuántico (al contrario de lo que ocurre con los bosones). La condensación Bose-Einstein es de importancia fundamental para explicar el fenómeno de la superfluidez. A temperaturas muy bajas (del orden de 2×10-7 K) se puede formar un condensado de Bose-Einstein, en el que varios miles de átomos dorman una única entidad (un superátomo). Este efecto ha sido observado con átomos de rubidio y litio. Como ha habréis podido suponer, la condensación Bose-Einstein es llamada así en honor al físico Satyendra Nath Bose (1.894 – 1.974) y a Albert Einstein. Así que, el principio de exclusión de Pauli tiene aplicación no sólo a los electrones, sino también a los fermiones; pero no a los bosones.
Si nos fijamos en todo lo que estamos hablando aquí, es fácil comprender cómo forma un campo magnético la partícula cargada que gira, pero ya no resulta tan fácil saber por qué ha de hacer lo mismo un neutrón descargado. Lo cierto es que cuando un rayo de neutrones incide sobre un hierro magnetizado, no se comporta de la misma forma que lo haría si el hierro no estuviese magnetizado. El magnetismo del neutrón sigue siendo un misterio; los físicos sospechan que contiene cargas positivas y negativas equivalente a cero, aunque por alguna razón desconocida, logran crear un campo magnético cuando gira la partícula.
Particularmente creo que, si el neutrón tiene masa, si la masa es energía (E = mc2), y si la energía es electricidad y magnetismo (según Maxwell), el magnetismo del neutrón no es tan extraño, sino que es un aspecto de lo que en realidad es materia. La materia es la luz, la energía, el magnetismo, en definitiva, la fuerza que reina en el universo y que está presente de una u otra forma en todas partes (aunque no podamos verla).
Sea como fuere, la rotación del neutrón nos da la respuesta a esas preguntas:
¿Qué es el antineutrón? Pues, simplemente, un neutrón cuyo movimiento rotatorio se ha invertido; su polo sur magnético, por decirlo así, está arriba y no abajo. En realidad, el protón y el antiprotón, el electrón y el positrón, muestran exactamente el mismo fenómeno de los polos invertidos.
Es indudable que las antipartículas pueden combinarse para formar la antimateria, de la misma forma que las partículas corrientes forman la materia ordinaria.
La primera demostración efectiva de antimateria se tuvo en Brookhaven en 1.965, donde fue bombardeado un blanco de berilio con 7 protones BeV y se produjeron combinaciones de antiprotones y antineutrones, o sea, un antideuterón. Desde entonces se ha producido el antihelio 3, y no cabe duda de que se podría crear otros antinúcleos más complicados aún si se abordara el problema con más interés.
La primera demostración efectiva de antimateria se tuvo en Brookhaven en 1965
Pero, ¿existe en realidad la antimateria? ¿Hay masas de antimateria en el universo? Si las hubiera, no revelarían su presencia a cierta distancia. Sus efectos gravitatorios y la luz que produjeran serían idénticos a los de la materia corriente. Sin embargo, cuando se encontrasen las masas de las distintas materias, deberían ser claramente perceptibles las reacciones masivas del aniquilamiento mutuo resultante del encuentro. Así pues, los astrónomos observan especulativamente las galaxias, para tratar de encontrar alguna actividad inusual que delate interacciones materia-antimateria.
No parece que dichas observaciones fuesen un éxito. ¿Es posible que el universo esté formado casi enteramente por materia, con muy poca o ninguna antimateria? Y si es así, ¿por qué? Dado que la materia y la antimateria son equivalente en todos los aspectos, excepto en su oposición electromagnética, cualquier fuerza que crease una originaría la otra, y el universo debería estar compuesto de iguales cantidades de la una y de la otra.
Este es el dilema. La teoría nos dice que debería haber allí antimateria, pero las observaciones lo niegan, no lo respaldan. ¿Es la observación la que falla? ¿Y qué ocurre con los núcleos de las galaxias activas, e incluso más aún, con los quásares? ¿Deberían ser estos fenómenos energéticos el resultado de una aniquilación materia-antimateria? ¡No creo! Ni siquiera ese aniquilamiento parece ser suficiente, y los astrónomos prefieren aceptar la noción de colapso gravitatorio y fenómenos de agujeros negros, como el único mecanismo conocido para producir la energía requerida.
emilio silvera
el 11 de mayo del 2009 a las 20:15
Hola Emilio:
Los rayos cósmicos son partículas a velocidades cercanas a la luz que cuando chocan con el detector producen altas energías. Tengo entendido que constituyen una prueba a favor del LHC. La experiencia de aquellas va en favor de la inocuidad de las futuras pruebas en el LHC.
Un abrazo. Ramon Marquès
el 12 de mayo del 2009 a las 6:59
Estimado amigo:
No sabes la alegría que me das al aparecfer por aquí.
En cuanto a lo que dices, es realmente así, y, las pruebas del LHC, serán inofensivas y, lo que pueda surgir es sólo lo que se espera pero, nunca aguejros negros ni nada por el estilo, ya que, las fuerzas que serán empleadas, aunque consideradas respetables, nunca llegan a ese límite que pudiera ser peligroso.
Saludos cordiales.
el 15 de junio del 2010 a las 12:07
Muy interesante.
A continuación os dejo una web sobre radiación electromagnética que, también considero interesante.
<a href=”http://www.radiacionysalud.com”>www.radiacionysalud.com</a>
Un saludo.
el 16 de junio del 2010 a las 9:59
Gracias amigo, todos los datos son pocos para poder llegar a esa verdad que, incansable buscamos. Sin embargo, y, a pesar de nuestro enorme interes, la empresa es demasiado grande para nosotros que, tendremos que esperar muchos años de evolucion para poder comprender este Universo que nos acoje, del que formamos parte y, del que ignoramos aunj, tantas cosas.
Un saludo cordial.
el 28 de julio del 2011 a las 9:28
Gracias a la radiación electromagnética conocemos bien el Universo que nos acoge. La luz que reflejan las galaxias lejanas y las estrellas, además de otros objetos astronómicos como púlsares, etc. viajan por el espacio interestelar a la velcoidad de la luz, y, los telescopios, la recogen en forma de imágenes de esos mismos objetos que generaron la radiación. Es la manera que tenemos de conocer la existencia de galaxias lejanas que, como la nuestra, son pequeños universos en miniatura que contienen todo aquello que en el Universo es.
Se está tratándo de conocer ese otro universo que nos podría mostrar las ondas gravitatorias de los objetos masivos como agujeros negros y estrellas de Quarks (si existen) y de neutrones. Cuando dos agujeros negros colisionan y se funden en uno más masivo, envía al espacio un sin fin de ondas de gravedad que, nos podrían hablar de lo que allí pasó, sin embargo, a pesar de algunos proyectos para captar dichas ondas de gravedad, no se ha avanzado mucho en su captación.
El electromagnetismo es importante en el Universo, muchos son los fenómenos que, debidos a esa clase de radiación, se producen en el Universo y, algunos de ellos (como los campos magnéticos que están alrededor de la Tierra, por ejemplo) nos resguardan como un escudo de seguridad contra las radiaciones nosivas que provienen del Sol y de otros sucesos lejanos.
Pensar en que, un infinitesimal electrón, cuando gira a velocidades alucinantes, puede formar un campo magnético a su alrededor, es, en sí mismo, una maravilla que nos hace pensar en lo que, de esa experiencia podemos obtener, y, de hecho, lo hemos obtenido en abundancia: electrónico, fotónica, etc. y, más modernamente, espintrónica que dará mucho juego en el futuro.
Tenemos que observar y aprender de la Naturaleza, en ella, sin duda alguna, están todas las respuestas que necesitamos para completar aquellas preguntas que, sin contestación (de momento) están ahí entre signos de interrogación.
¡Radiación primaria y secundaria, electromagnetismo, rayos X, Ultravioletas y Gamma…Todo un universo digno de ser estudiado para nuestro beneficio y dirigido a conocer los misterios del Universo que, una vez desvelados, pasan a engrosar en esa larga lista de logros que nuestra especie lleva conquistados y que, algún día, nos posibilitará para viajar a ese destino soñado: ¡Las Estrellas!
Un saludo a todos y felices vacaciones (los que puedan disfrutarla).
el 5 de enero del 2012 a las 20:12
Shalom….Otra reflexion que leo muy importante, pero que hay con esas luces polares de varios planetas, son rayos que atraviesan sus aberturas polares ocurre en el caso de nuestro planeta, las luces que irradia son las de la aurora boreal, que no se debe al magnetismo sino al Sol central de la tierra. La tierra es hueca y no una solida esfera como se suele suponer su interior hueco se comunica con al superficie a traves de dos aberturas polares. Entonces los polos norte y sur no existen!!!!?
el 6 de enero del 2012 a las 11:23
Tu imaginación, ante situaciones que te son presentadas, se desboca, corre a la velocidad de la luz e, imagina y construye imágenes en tu mente que, vienen a reflejar tus pensamientos. ¡Qué buen camino eleges! Einstein se refería a lo positivo que resultaba hacer ejercicios mentales y, ¿quién soy yo para rebatirlo?
Sigue amigo mía, llegarás a profundizar en la realidad del Mundo y de la Naturaleza que nos acoge y…de la que, irremisiblemente, formamos parte. ¡La que piensa!
Un saludo cordial.
el 7 de enero del 2012 a las 3:10
Shalom, siempre me llamo la atencion todo lo relacionado con lo de la aurora boreal desde muy pequena. Cada vez que obrservo las diversas y maravillosas fotografias de dicho fenomeno, me convence mas que ella se desprende de esa parte polar norte. Se dice que una aurora boreal o polar se produce cuando una eyeccion de masa solar choca en el polo de la magneosfera terrestre produciendo una luz difusa, pero predominante proyectada en la ionosfera terrestre, bueno, si esa eyeccion de masa no viene directamente del sol que conocemos, viene de otro sol mas cercano, ya que la eyeccion de esta masa es muy cercana, si viniera del sol, el que conocemos, no se percibiera e irradiaria, se perderia gran masa al contactar con la magnetosfera e ionosfera terrestre, no seria de vision tan eficiente!!!!…..A mi me sorprende…..por ello sigo profundizando lo que mi ignorancia me permita entender sobre los misterios sobrenaturales que me acogen, se vuelve natural como ocurre siempre que se comprende un fenomeno o de los detalles que irremisiblemente formamos parte y medio los vamos entendiendo…, a pesar de las innumerables manipulaciones,tergiversaciones de estos temas.
Un carinoso saludo.
el 7 de enero del 2012 a las 8:03
Amiga Nohra:
A todos nos llaman la atención los fenómenos maravillosos que en la Naturaleza están presentes y, las auroras, no son una excepción. Ya sabes que son emisiones de luz de la alta atmósfera de la Tierra, causadas principalmente por átomos de pxígeno o moléculas de nitrógeno que son excitadas por electrones acelerados en la amgnetosfera. La aurora visible está dominada por emisiones de oxígeno en el verde (longitud de onda de 557,7 nm) y el rojo (630 nm), ocurriendo respectivamente a altitudes de 100 km y por encima de los 400 Km, y emisiones de nitrógeno en el rojo (661-686 nm), a unos 95 km. En ocasiones pueden observarse emisiones de nitrógeno en color violeta o púrpura (391,4 nm) en las zonas superiores de la Aurora iluminada por el Sol a altitudes de 1000 km.
Desde siempre, estas luces “misteriosas” de bellos colores y formas, llamaron la atención de todos aquellos que las vieron y no sabían explicar su procedencia y el por qué de sus apariciones. Sin embargo, la Ciencia avanza, los secretos de la naturaleza son desvelados y, poco a poco, dejamos el “misterio” a un lado para aplicar la lógica que la ciencia nos enseña.
Un cordial saludo amiga.
el 11 de abril del 2013 a las 7:40
Lo cierto es que la materia, la sustancia cósmica, el material del que están hechas todas las cosas, siempre llamó nuestra atención y hemos procurado profundizar en ese conocimiento hasta desmenuzar los más pequeños objetos en otros más pequeños y, seguimos, tratando de llegar hasta el origen primero, la partícula más elemental y, para eso, construimos grandes aceleradores que, utilizando impensables energías, nos llevaran hasta ese lugar en el que, al fin, podremos ver, de qué están conformados los mundos y… nosotros mismos, ya que, al fin y al cabo, todo se trata de la misma cosa.
La pregunta que todo esto sugiere es: ¿Sabremos alguna vez, como se pudo transformar la materia en pensamientos?
Saludos.
el 11 de abril del 2013 a las 18:24
Hola Emilio:
En la Cosmología que yo he confeccionado entiendo que la materia tiene como base el espacio vibratorio en expansión y éste tiene como base el espacio puro. El pensamiento sería la expresión del espacio puro.
Aprovecho la ocasión para saludarte, y para desearte una feliz primavera y enviarte un fuerte abrazo. Ramon Marquès
el 12 de abril del 2013 a las 3:39
¡Hola, amigo Ramón!
“¡Pensamos luego existimos!” Eso está bien y nos da la oportunidad de elaborar en nuestras mentes algún que otro modelo de cómo podrían ser las cosas y, para ello, echamos mano de todos los pensamientos pasados, de todos los descubrimientos realizados y de todas las ideas que, antes que las nuestras, ya salieron a la luz de Civilizaciones desaparecidas y de hombres y mujeres de cuya sabiduría nos quedaron sus pensamientos que fueron el soporte y la semilla de la que floreció el árbol de la sabiduría que hoy podemos contemplar.
Materia y Espacio, sustancia cósmica, o, Ylem -como le llamaron los griegos-, el “vacío” de los pensadores hindúes que también, como se sabe, hablaron del átomo del que más tarde, se apropió demócrito y muchos otros hasta llegar al LHC pasando por el salto cuántico, el principio de exclusión, el efecto fotoeléctrico y tantos y tantos conocimientos adquiridos a lo largo de la historia de la ciencia. Sin embargo, y, a pesar de todo ello, el camino no ha hecho más que empezar.
La Cosmología que tendremos dentro de dos o tres siglos, si la pudiéramos conocer ahora mismo, nos asombraría al contemplar un Universo desconocido con propiedades también nuevas y sorprendentes.
Sigamos aprendiendo amigo mío.
Un abrazo.