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El Misterio Continúa
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Astronomía y Astrofísica ~ Comments (7)
Los habitantes de este mundo, el planeta Tierra, hemos logrado construir un cuadro plausible del Universo (mucho) mayor. Podemos describir todo el proceso, del recorrido realizado hasta llegar hasta aquí, punto en el que podríamos decir que hemos “entrado en la edad adulta”, con lo cual podemos significar que, a través de siglos de esporádicos esfuerzos y relámpagos de descubrimientos que han realizado mentes elegidas en los distintos ámbitos del saber, finalmente hemos entrado a comprender algunos de los hechos fundamentales del universo, conocimiento que, presumiblemente, es un requisito de la más modesta pretensión de madurez cosmológica.
Sabemos, por ejemplo, dónde estamos, que vivimos en un planeta que gira alrededor de una estrella situada en el borde de una galaxia en espiral, que a su vez está cerca de las afueras de un supercúmulo de galaxias, cuya posición ha sido determinada con respecto a varios supercúmulos vecinos que, en conjunto albergan a unas cuarenta mil galaxias extendidas a través de un billón de años-luz cúbicos de espacio.
También sabemos, más o menos, cuando hemos entrado en escena, hace cinco mil millones de años que se formaron el Sol y sus planetas, en un universo en expansión que probablemente tiene una edad entre dos y cuatro veces mayor. Hemos determinado los mecanismos básicos de la evolución en la Tierra, hallado pruebas también de evolución química a escala cósmica y aprendido suficiente física como para investigar la Naturaleza en una amplia gama de escalas, desde los saltarines quarks hasta el vals de las galaxias.
Hay realizaciones de las que la Humanidad puede, con justicia, sentirse orgullosa. Desde que los antiguos griegos pusieron el mundo occidental en el camino de la ciencia, nuestra medición del pasado se ha profundizado desde unos pocos miles de años a más de diez mil millones de años-luz del Universo observable. Tenemos razones para esperar que nuestra época sea recordada (si queda alguien para recordarlo) por sus contribuciones al supremo tesoro intelectual de toda sociedad, su concepto del Universo en su conjunto.
Sin embargo, cuanto más sabemos sobre el Universo, tanto más claramente nos damos cuenta de lo poco que aún sabemos. Cuando se concebía el Cosmos sólo como un pulcro jardín, con el cielo como techo y la Tierra como suelo y su historia en simbiosis con la extensión del árbol genealógico humano, aún era posible imaginar que podíamos llegar algún día a comprenderlo en su estructura y detalles. Ya no se puede abrigar esa ilusión. Con el tiempo, podemos lograr una comprensión de la estructura cósmica, pero nunca comprenderemos el Universo en detalle; es demasiado grande y variado para eso. Si poseyésemos un Atlas de nuestra Galaxia que dedicase una sola página a cada sistema estelar de la Vía Láctea (de modo que el Sol y sus planetas estuvieran comprimidos en una sola página), tal atlas tendría más de diez millones de volúmenes de diez mil páginas cada uno. Se necesitaría una biblioteca del tamaño del Escorial para poder alojar el Atlas, y solamente ojearlo al ritmo de una página por segundo requeriría más de diez mil años. Añádanse los detalles de la cartografía planetaria, la potencial biológica extraterrestre, las sutilizas de los principios científicos involucrados y las dimensiones históricas del cambio, y se nos hará claro que nunca aprenderemos más que una diminuta fracción de la historia de nuestra Galaxia solamente, y si como dicen, hay cien mil millones de galaxias más, ¿Hasta dónde podríamos llegar? El físico Lewis Thomas nos dejó dicho: “El mayor de los logros del siglo XX ha sido el descubrimiento de la ignorancia humana.”
Nuestra ignorancia, por supuesto, siempre ha estado con nosotros, y siempre seguirá estando. Lo nuevo es nuestra conciencia de ella, nuestro despertar a sus abismales dimensiones, y es esto, más que cualquier otra cosa, lo que señala la madurez de nuestra especie que, ha llegado a conocer y reconocer lo que no sabe (y, sobre todo, admitirlo).
Karl Popper nos lo dejó dicho de una manera muy clara:
“Cuanto más aprendamos acerca del mundo y cuanto más profundo sea nuestro aprendizaje, tanto más consciente, específico y articulado será nuestro conocimiento de nuestra ignorancia. Pues, en verdad, la fuente principal de nuestra ignorancia es el hecho de que nuestro conocimiento sólo puede ser finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita.”
Hay una difundida y errónea suposición de que la ciencia se ocupa de explicarlo todo, y que por lo tanto, los fenómenos inexplicados preocupan a los científicos al amenazar la hegemonía de su visión del mundo. El técnico en bata de laboratorio, en la película de bajo presupuesto, se da una palmada en la frente cuando se encuentra con algo nuevo, y exclama con voz entrecortada¨” ¡Pero…no hay explicación para esto!” En realidad, por supuesto, cada científico digno se apresura a abordar lo inexplicable, pues es lo que hace avanzar la ciencia. Son los grandes sistemas místicos de pensamiento, envueltos en terminologías demasiado vagas para ser erróneas, los que explican todo, raramente se equivocan y no crecen.
La ciencia es intrínsecamente abierta y exploratoria, y comete errores todos los días. En verdad, este será siempre su destino, de acuerdo con la lógica esencial del segundo teorema de incompletitud de Kurt Gödel. El teorema de Gödel demuestra que la plena validez de cualquier sistema, inclusive un sistema científico, no puede demostrarse dentro del sistema. En otras palabras, la comprensibilidad de una teoría no puede establecerse a menos que haya algo fuera de su marco con lo cual someterla a prueba, algo más allá del límite definido por una ecuación termodinámica, o por la anulación de la función de onda cuántica o por cualquier otra teoría o ley.
Y si hay tal marco de referencia más amplio, entonces la teoría, por definición, no lo explica todo. Resumiendo, no hay ni habrá nunca una descripción científica completa y comprensiva del Universo cuya validez pueda demostrarse. Ahí está la incertidumbre que, al parecer, prevalecerá para siempre: Nunca podremos saberlo todo sobre todo, al menos en su conjunto, y, nos debemos conformar con los conocimientos parciales que el mismo Universo nos permita adquirir.
Siempre buscaremos las respuestas pero, la Mente, con sus limitaciones intrínsecas, forma un marco dentro del cual nuestras ideas pueden juguetear; hasta la teoría más amplia está “enmarcada” en un vocabulario matemático, verbal o visual específico. Luego ponemos a prueba nuestras ideas comparándolas con una parte del mundo externo, que sin embargo, tiene a su vez un marco a su alrededor. Este proceso es útil mientras no lleguemos a un campo sin marco, sin límites. El teorema de Gödel indica que esto nunca ocurrirá, que una teoría, por su misma naturaleza, requiere para su verificación la existencia o contemplación de un marco de referencia mayor. Es la condición límite, pues, la que brinda la distinción esencial entre la Mente y el Universo: los pensamientos y los sucesos están limitados, aunque la totalidad no lo esté.
Ideas similares aparecieron muy temprano en el pensamiento griego, como cuando Filolao de Tarento escribió, alrededor de 460 a.C.: La Naturaleza, en el Cosmos, armonizó lo Ilimitado y lo Limitado, el orden de la totalidad y de todas las cosas dentro de ella.”
¿Y de dónde provienen los límites? Muy posiblemente de la ruptura de simetrías cósmicas en el momento de la génesis. Contemplamos un paisaje cósmico hendido por las líneas de fractura de simetrías rotas, y tomamos de sus esquemas metáforas que aspiran a ser tan creativas, si no siempre tan agrietados, como el universo que se propone describir. (Todas las metáforas son imperfectas, decía el poeta Robert Frost, y en esto reside su belleza.)
Puede ser, pues, que el Universo sea comprensible porque es defectuoso, que gracias a que renunció a la perfección del no ser por el revoltijo del ser existimos nosotros, percibimos la embrollada e imperfecta realidad y la sometemos a prueba con el fantasmal espectro del pensamiento de la simetría primordial que la precedió.
José Luis Borge, nos dejó dicho: “Pese a uno mismo, uno piensa.”
La Ciencia es un proceso, no un edificio, y se despoja de los viejos conceptos a medida que crece. Como decía Ernst Mach: “Las teorías son hojas marchitas, que caen después de haber permitido al organismo de la ciencia respirar por un tiempo.”
Parece que estemos condenados a que, nuestras explicaciones de la naturaleza, nunca sean completas y siempre queden, preguntas por hacer, y, para poder plantearlas, necesitamos, irremisiblemente, adquirir, continuamente, nuevos conocimientos.
emilio silvera
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12 de junio del 2015 a las
7:36
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El Misterio Continúa : Blog de Emilio Silvera V….
el 9 de septiembre del 2012 a las 1:03
Ya lo creo, que si el universo prospera y se escapa de su propio espacio tiempo, se diversifica y se extiende, puede cambiar en su evolución porque las constantes no son perfectas. Siempre sobresale algún “ladrillo”, y cuántos en la inmensidad de su construcción, que le da pie para a partir de ellos y en base a ellos seguir construyendo pares nuevas para el edificio. “Ese no salir las cuentas redondas, es como el acicate para ir buscándolas pero sin encontrar su encuadre. Yo siempre me lo digo, ningún cuanto es “redondo”, y claro que no lo son. Si apuramos, ni siquiera lo ha de ser el adimensional alfa. De hecho el número alfa tampoco es redondo. Posee una sospechosa inexactitud de decimales no periodicos.
Si las componentes y partes del Universo fuesen de cuantificación redonda (Perfectas), para que seguir, que ahí terminara todo, ni evolución material ni de ningún tipo. El gran “reloj” se quedaría ahí, si acaso, ensimismado en si mismo. Pero eso es absurdo, una contradición con la esencia de ser, el movimiento, el volumen y el tiempo.
Cordiales saludos.
el 9 de septiembre del 2012 a las 7:10
Esposible que al Universo le pase como a nosotros mismos, que no sea perfecto y, es precisamente ahí, donde radica su encanto, ya que, esa perfecta y monótona igualdad…sería aburrida. Sin embargp, sí que existen mecanismos en la Naturaleza que funcionan siempre de una cierta manera, ya que, de otra manera, esto no sería posible y estaríamos en un universo diferente. Las estrellas brillan en el cielo desde hace miles de millones de años y, el mecanismo, siempre ha sido el mismo y, de la misma manera, se han comportado las fuerzas fundamentales para que existan los átomos, sistemas solares y galaxias y también, los cuerpos radien.
Podríamos decir que el Universo es la Perfecta imperfección. En lo que a las constantes se refiere, las que son verdaderas constantes naturales, pueden en su discurrir encontrar algún accidente en el camino que, en un momento dado, las puedan hacer oscilar en unas décimas casi despreciables pero, por lo demás, siguen siendo “constantes”, es la única manera de que nuestro universo sea tal como lo podemos observar.
Claro que, dentro de todo estos parámetros que llamamos leyes y constantes, existen cuestiones que hemos entendido a medias o que no hemos entendido y, aplicamos lo que hemos podido “comprender” que es una parte más o menos incompleta de lo que es, así, no podemos ver el Universo real en el que estamos instalados, que facilitó nuestra llegada aquí y del que, irremisiblemente, formamos parte.
Saludos amigo.
el 9 de septiembre del 2012 a las 7:58
Ese es es, más o menos, el sentido que yo le doy a mi comentario. Es, gracias a esos flecos por lo que pueden surgir cosas nuevas. La estabilidad de las unidades que funcionan, relativamente estables, vendrán a ser siempre como “nuevos cuantos” debidos a la naturaleza no continua de lo que existe, su no uniformidad. Esa cuantificación iría subiendo en escala según el sentido evolutivo sea, o regresa a las escalas menores a partir de esos mismos “macrocuantos” que pese a tal “regreso” siempre lo hará en un sentido distinto creando formas diferentes. Este segundo supuesto se evidencia, lo que es un decir, en el misterioso agujero negro y en el surgir de “extraños” productos (Astros, u otras manifestaciones), que se descubren continuamente como resultado de la transformación de esos “macrocuantos”. Lo más grandioso es, que el Universo se complica pese a su aparente estabilidad, una estabilidad dinámica, pero el tiempo de su evolución es relativo y se ralentiza o se acelera según esa manera de “seguir y volver al mismo tiempo”. No podría ser de otra forma.
Que fortuna la nuestra de poder estar aquí para vivirlo, amigo Emilio.
el 9 de septiembre del 2012 a las 8:51
Sí, mucha suerte para vivirlo y, poderlo “comprender” para crear en nuestras mentes esas sensaciones de maravillosa aventura que lo es, el poder contemplar la dinámica de este Universo nuestro y de los objetos y las fuerzas que están ahí presente. Somos unos privilegiodos, somos los observadores de algo…que de grande que es, se nos va, no ya de las manos, sino del entendimiento que sólo podemos aplicar de manera parcfial y, así y todo, lo que resulta es…Inconmensurable.
Parece, o, al menos esa es mi sensación, que poco a poco vamos pidoendo adaptar nuestras mentes al mundo real que la Naturaleza nos presente y, pasando el tiempo, todo se hace más claro, más diáfano, más sencillo de asimilar y, si algún día en el devenir del tiempo, podemos llegar a compredner la Naturaleza de las cosas, de las fuerzas aquí presentes y de todos esos “sucesos misteriosos” que ahora se nos escapan, si todo eso es así, nos daríamos cuenta de cuán sencilla es la Naturaleza y de lo complicado que somos nosotros.
Algunas v3eces no vemos lo que tenemos delante, por el simple hecho de que lo queremos mirar desde la perspectiva más complicada, cuando resulta que, en lo sencillo está la respuesta.
Bueno, ya aprenderemos y evolucionaremos hacia ese plano ideal en el que, nuestras mentes, se clarifiquen.
Un abrazo.
el 9 de septiembre del 2012 a las 9:03
Anoche, me desperté sobre las 3,15 de la madrugada y, una idea de física me rondaba por la cabeza. No pudiendo coger de nuevo el suelo y, como la dichosa idea, me martilleaba la mente, como otras tantas veces me pasa, me levanté y procurando no despertar a nadie, encendí la tenue luz de la lámpara de mi mesda de despacho, en la que, en mesita auxiliar a la derecha, tengo el ordenador, y, me puse a reclear sobre aquella cuestión que me había despertado.
Estuve escribiendo sin parar, ni tener que hacer recesos para pensar, todo era fluido y estaba configurado en mi cabeza con claridad meridiana. Así que, quedaron escritas algo más de veinte páginas que, he dejado guardadas y, cuando pasen unos días, con cierta perspectiva de distancia, volveré a retomar para ver sí, se trata de algo original o, por el contrario, estamos tratando con alguna variante de lo de siempre.
Me puse, seguidamente, a dejar dispuesta la página de hoy para que, el asifuo visitante tenga algo con lo que quebrarse la cabeza y que le haga pensar. Es un trabajo cotidiano y que, se ha hecho una costumbre que, cuando por alguna razón no puede llevar a cabo en esas horas primeras de cada día, me sienrto raro y hecho de menos ese ratito en el que me enfrasco con los comentarios de Astronomía, Físísica, Biología, la Vida, la Mente…y, en definitiva, nosotros y el mundo que nos rodea con todas las implicaciones que todo eso conlleva.
Es cierto, no sólo de Pan vive el Hombre y, este pequeño trqabajo que, por amor a la ciencia me he buscado, es altamente satisfactorio y tiene, aunque a simple vista no lo parezca, muchas compensaciones que, no siendo dinerarias, son mucho más valiosas que aquellas.
Un cordial saludo a todos los amigos del Foro.
emilio silvera
el 12 de junio del 2015 a las 8:46
¡Cómo somos!
Nos sentimos frustrados cuando, nuestro intelecto, es insuficiente para comprender. ¡Son tantas las cosas que no sabemos! Y, de las que creemos que sabemos, no todas se ajustan a la realidad del mundo. Nosotros, los Humanos, desde siempre, cuando no hemos sabido explicar la Naturaleza, nos hemos inventado explicaciones que, con la mitología, la religión, o, inclusos con teorías algo más plausibles, querían significar esa realidad que se nos escapa, el “universo” que no llegamos a comprender, y, desde luego, de todas esas conjeturas más o menos atractivas, con el paso del tiempo, hemos tenido que hacer modificaciones obligados por los nuevos conocimientos y descubrimientos de cómo eran, en realidad, las coas.
Si hacemos un viaje hacia atrás en el Tiempo, quedaremos fascinados por el portento mental que podemos contemplar en las civilizaciones del pasado. Grandes pensadores de esos pueblos, tuvieron la visión de indicar el camino a seguir y, aunque no siempre se reconozca, sin aquellas ideas no existiría la Ciencia actual.
Sumerios, Babilonios, Egipcios, Persas, Hindúes, Chinos, Griegos… Aquellos pueblos del pasado que construyeron el futuro del que ahora nosotros, podemos disfrutar, ya que, los cimientos de éste edificio (Sociedad) nuestro de hoy, lo pusieron ellos, y, ahora nosotros, seguimos aquellos pasos para edificar, mejores estructuras para los que, en el futuro, detrás de nosotros vendrán.
El camino del saber es infinito, no se acaba nunca, siempre habrá cosas que desconocemos, y, en su búsqueda, debemos procurar por todos los medios, hallar lo que nos responda a tantas preguntas formuladas que ahora, no tienen ninguna respuesta.