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¿Un Tiempo Cíclico? Bueno, era una idea.

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Cosmología    ~    Comentarios Comments (8)

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“La idea principal que está presente en todas nuestras investigaciones

y que acompaña a toda nuestra Observación,

el sonido que en el oído del estudioso de la naturaleza

parece resonar continuamente en toda parte de su obra es:

¡Tiempo! ¡Tiempo! ¡Tiempo!”

George Scrope

La concepción del Tiempo que predominaba en la antigua Grecia era cíclica, y tan cerrada como las esferas cristalinas en las que Aristóteles aprisionaba el espacio cósmico. Platón, Aristóteles, Pitágoras y los estoícos, todos ellos, sostenían la idea, heredada de una antigua creencia caldea, de que la historia del universo consistía en una serie de “grandes años”, cada uno de los cuales era de un ciclo de duración no especificada que terminaba cuando todos los planetas estaban en conjunción, provocando una catástrofe de cuyas cenizas empezaba el siguiente ciclo de nuevo.

                                                            El Universo era infinito y se renovaba cíclicamente a partir del Caos destructor surgía el Nuevo

Se pensaba que este proceso tenía lugar desde siempre. Según el razonamiento de Aristóteles, con una lógica tan circular como el movimiento de las estrellas, sería paradójico pensar que el Tiempo ha tenido un comienzo en el tiempo, de modo que los ciclos cósmicos deben reproducirse continuamente.

La concepción cíclica del Tiempo no carecía de encantos. Expresaba un hastío del mundo y un elegante fatalismo del género que a menudo atrae a las personas con inclinaciones filosóficas, un tinte conservado en forma indeleble por el historiador Islámico Ahmad ibn Ábd al- Ghaffar, quien relató una parábola del eterno retorno.

Una y otra vez, en nuestro Universo, se repiten las mismas transiciones o cambios de fase que lo regeneran una y otra vez: Estrellas que al final de sus vidas explotan como supernovas, Dejando Nubes estelares gigantes de las que vuelven a surgir nuevas estrellas que, de nuevo, vuelven a brillar durante millones o miles de millones de años para empezar otro ciclo. Esa es, la verdadera dinámica del Universo:  la Destrucción-Creación de la que se vale para luchar contra la Entropía. Es decir, ¿vida después de la muerte?

Claro que, en aquellos tiempos, el Universo cíclico era tomado literalmente y les sugería una especie de inmortalidad. Como Eudemo de Rodas, discípulo de Aristóteles, decía a sus propios discípulos: “Si creéis a los pitagóricos, todo retornará con el tiempo en el mismo orden numérico, y yo conversaré con vosotros con el bastón en la mano y vosotros os sentaréis como estais sentados ahora, y lo mismo sucederá con toda otra cosa.” Por estas o por otras razones, el tiempo cíclico aún es popular hoy, y muchos cosmólogos defienden modelos del “universo oscilante”, en los que se supone que la expansión del universo en elgún momento se detendrá y será seguida por un colapso cósmico en los fuegos purificadores del siguiente big bang. Sin embargo, la Densidad Crítica observada, no avala tal pensamiento.

Con relativa frecuencia, un científico determinado, o un grupo de ellos, nos advierten que nos dirigimos irremisiblemente al colapso, mientras que otros, por el contrario, vislumbran un mundo feliz.

No parece, que ninguna de las dos opciones estén basadas en una realidad científica en la que podamos confiar. La primera, la del colapso, no viene apoyada por los datos obtenidos en las observaciones del Universo que, siendo múltiples y obtenidas por distintos medios y en distintas regiones del espacio interestelar cosmológico, parecen coincidir en el hecho cierto de que, la Densidad Crítica, es decir, la Densidad Media de materia requerida para que la Gravedad detenga la Expansión y se produzca el “colapso” del Universo, no es tan alta como para que eso sea posible. La Densidad crítica es de alrededor de 10-29 gramos por cm3, es decir, se ajusta al Modelo que tiene justamente la Densidad Crítica necesaria para que se esté expandiendo para siempre, es el Modelo de Einstein- De Sitter.Parece que nuestro Universo, se expandirá sin ninguna parada, sino que, por el contrario, cada vez lo hará más rápidamente hasta que, el frío del cero absoluto, lo haga un universo muerto, sin vida.

Las galaxias se alejaran las unas de las otras y la temperatura del Universo decaerá hasta el cero absoluto, allí, nada se mueve y la vida, no podría estar presente. ¿Tendremos que buscar otros caminos para preservar la especie? ¿Existen en realidad esos caminos? ¿Habrá Universos paralelos en los que poder refugiarnos? Tantas preguntas denotan nuestra enorme ignorancia. Claro que, el pensamiento principal al que debemos acudir en tales circunstancias es el de si, para entonces, estaríamos nosotros aquí.

Pero sigamos con el universo cíclico de los griegos. Pese a todos sus aspectos felices, la vieja doctrina de la historia infinita y cíclica tenía el pernicioso efecto de tender a desalentar los intentos de sondear la genuina extensión del pasado. Si la historia cósmica sonsistía en una serie interminable de repeticiones inunterrumpidas por destrucciones universales, entonces era imposible determinar cual era realmente la edad total del universo. Un pasado cíclico infinito es por definición inconmensurable, es un “tiempo fuera de la mente”, como solía decir Alejandro Magno. El tiempo cíclico tampoco dejaba mucho espacio para el concepto de evolución.  La fructífera idea de que puede haber innovaciones genuínas en el mundo.

Es cierto, como arriba podemos ver que, de andar arrastrando las manos por el suelo, hemos llegado a la mesa del Ordenador, o, como mas me gusta definir lo ocurrido realmente: Desde la copa de los árboles la evolución nos ha llevado al Espacio exterior, a las estrellas lejanas mediante los pensamientos complejos que hemos llegado a desarrollar.

Los griegos sabían que el mundo cambia y que algunos de sus cambios eran graduales. Al vivir como vivían con el mar a sus pies y las montañas a sus espaldas, se daban cuenta de que las olas erosionan la tierra y estaban familiarizados con el extraño hecho de que las conchas y fósiles de animales marinos pueden encontrarse en cimas montañosas muy por encima del nivel del mar. Al menos dos de los hallazgos esenciales de la ciencia moderna de la geología -que pueden formarse montañas a partir de lo que fue el lecho marino, y que pueden sufrir la erosión del viento y del agua- ya eran mencionadas en épocas tan tempranas como el siglo IV a. C.

Desde un punto de vista científico, la implicación más perniciosa del catastrofísmo fue que cortó el pasado del presente, como la astrofísica de Aristóteles había divorciado lo etéreo de lo mundano. Al relegar los principales cambios geológicos a poderosas fuerzas sobrenaturales que sólo se habían manifestado en la historia temprana de la Tierra, el catastrofismo excluyó la extrapolación a la historia de leyes científicas cosechadas del mundo actual. El geólogo escocés Charles Lyell escribió: “Nunca hubo un dogma más calculado para alentar la indolencia y embotar la curiosidad que este supuesto de la discordancia entre las causas anteriores y las actuales del cambio.” A darwin, cuya lectura eran los escritos de Lyell, le inspiraron estas ideas.

 

 

 

Está claro que con el paso del Tiempo siempre viaja la Evolución, no sólo ya del Universo, sino de nuestras Mentes que pueden imaginar, razonar, inventar y descubrir como hacer cosas nuevas, como crear la tecnología que nos permite llegar hasta lugares imposibles en el ámbito de lo muy pequeño y de lo muy grande, y, no digamos del Arte y de las Ciencias.

Recordemos que el Libro de Lyell convirtió el viaje de Darwin, en el bergantín  Beagle, en un viaje en el tiempo. Darwin comenzó a leerlo inmediatamente, en su litera, mientras sufría los primeros de los muchos mareos que le atormentarían durante los cinco años siguientes. Construir una teoría de base empírica como la que realizó Darwin de la evolución, requiere no solo datos de observación, sino también una hipótesis organizadora, y, esa hipótesis, fue olvidada por aquellos griegos del universo cíclico.

Los cielos de nuestros antepasados se cernían a baja altura sobre sus cabezas. Cuando los antiguos astrónomos sumerios, chinos o coreanos subían los escalones de sus anchos y bajos zigurats de piedra para estudiar las estrellas, tenían razón para suponer que de ese modo lograban una visión mejor, no, como diríamos hoy, porque así dejaban atrás un poco de polvo y de aire turbulento, sino porque se acercaban considerablemente a las estrellas.

                                                                                     Zigurats del arte sumerio, para ver las estrellas en un ámbito religioso

Los egipcios, por ejmplo, consideraban el cielo como una especie de toldo de tienda de campaña, apoyado en las montañas que señalaban los cuatro rincones de la Tierra, y como las montañas no eran muy altas, tampoco lo eran, presumiblemente, los cielos; las gigantescas constelaciones egipcias revoloteaban cerca de la Humanidad, tan próximas como una madre que se inclina para besar a su hijo dormido.

File:General Custer - Sphinx and pyramid (by).jpg

la Gran Pirámide y la Esfinge de Giza

El Sol griego estaba tan cerca que Ícaro tan sólo había alcanzado una altura de unos pocos miles de metros cuando el calor del astro fundió la cera de sus alas, arrojando al pobre muchacho al inhóspito Egeo. Tampoco las estrellas griegas estaban mucho más distantes; cuando Faetón perdió el control del Sol, viró hacia las estrellas tan repentinamente como un carro desviado que choca contra un poste indicador, y luego rebotó hacia la Tierra (tostándo a los etíopes en su descenso).

Claro que, de ninguna manera podemos criticar las creencias de aquellos antecesores nuestros que, de alguna manera, nos prepararon el camino a seguir, y, de hecho, muchas de sus costumbres relacionadas con el cosmos y las estrellas que lo pueblan nos dejaron bellas anécdotas:

La gran nebulosa de Orión

“Cuando se eleva el Gran Orión, pon a tus esclavos

A aventar el sagrado grano de Démeter

En la ventosa y desgastada era…

Luego da un repaso a tus esclavos; desunce tu yunta.

Pero cuando Orión y Sirio se desplacen

A la mitad del cielo, y Arturo acompaña

A la rosada Aurora, entonces Perseo, arranca

Las uvas arracimadas y lleva la cosecha a tu casa…

Cuando el gran Orión se sumerje el tiempo ha llegado

De arar, y, oportunamente, muere el viejo año.”

Los cazadores recolectores que precedieron a los agricultores también usaron el cielo como calendario. Todas aquellas civilizaciones antiguas miraban a los cielos y a las estrellas para saber, en cada momento, qué era lo que tenían que hacer. Hasta en sus viajes eran las estrellas sus guías.

                                         El modelo geocéntrico.

 

El modelo geocentrico lo propuso aristoteles y este consiste en lo siguiente: la tierra esta inmovil y aparece en el centro del universo, esta rodeada por ocho esferas concentricas que transportan el sol, la luna, los planetas conocidos y las estrellas fijas; el universo es finito.

Ptolomeo revisó las ideas de Aristóteles y fue el que consagró el modelo geocéntrico que permitía predecir el movimiento aparente de los planetas.

 

 

 

 

La diminuta escala de esos primeros modelos del cosmos era el resultado del supuesto de que la Tierra está situada, inmóvil, en el centro del universo. Si la Tierra no se mueve, entonces deben hacerlo las estrellas: la esfera estrellada debe rotar en su eje una vez al día para llevar a tiempo las estrellas apiñadas sobre nuestras cabezas, y cuanto mayor sea la esfera, tanto más rápidamente debe rotar. Si tal cosmos fuese muy grande, la velocidad requerida para la esfera celeste sería irrazonablemente alta.

Cuando hizo acto de presencia en escena Aristarco, cuya cosmología heliocéntrica se adelantó a la de Copérnico en unos mil setecientos años, las cosas cambiaron para mejor y el concepto del universo tomó otros senderos más en consonancia con la realidad. Aristarco era oriundo de Samos, una isla boscasa cercana a la costa de Asia Menor, donde Pitágoras, tres siglos antes,  había proclamado por primera vez que “todo es número”. Discípulo de Estrabón de lampsaco, Jefe de la escuela peripatética fundada por Aristóteles, Aristarco era un hábil geómetra que se sentía atraído por la tercera dimensión, y trazaba en su mente vastas figuras geométricas que no sólo se extendían por el cielo, sino también por las profundidades del espacio.

Las adelantadas ideas de Aristarco nunca fueron reconocidas en su tiempo, y, tuvieron que pasar muchos siglos para que, Copérnico, hiciera suyas sus ideas y triunfara con la idea que antaño dejó Aristarco para las generaciones venideras. Así, el premio Nobel del reconocimiento popular, se lo llevó Copérnico por ideas de Aristarco.

Lástima que no se pueda seguir las teorías de Aristarco por haberse perdido el libro en el que proponía la teoría heliocéntrica. Sabemos de él por un informe escrito alrededor del 212 a.C. por el geómetra Arquímedes que, escribió un artículo titulado “El contador de Arena” y, muchas de sus teorías allí reseñadas, se basaron en las ideas de Aristarco de Samos.

El reportaje que aquí habeis podido leer, ha sido, en realidad, como el ir divagando sin rumbo de un lado a otro, y, al hablar de cuestiones dispersas, parece que, de nada hemos hablado. Sin embargo, ahí quedan las ideas y los hechos comentados que, de seguro, para algunos lectores habrán sido de interés.

Un saludo amigos

 

  1. 1
    Crusellas
    el 14 de agosto del 2011 a las 22:03

    Bueno, amigo Emilio, tus “divagaciones sin rumbo” tienen la virtud de arribar siempre a buen puerto y, casualmente (¿acaso la casualidad existe?), en el camino nos has hecho recorrer las más atractivas playas del saber. Hay dos cuestiones de la Física (de la vida, valga la redundancia) que me obsesionan, son el tiempo y la entropía. Ambas diabólicamente unidas hasta el punto de que es imposible separarlas. ¿Qué es el tiempo? ¿Cuál es la fatalidad insoslayable de la entropía? ¿Es el Big-Bang sólo una etapa del Big-Crunch?
    Hábilmente nos has llevado hacia atrás en el tiempo, rompiendo, por tanto las leyes de la entropía, y nos has presentado un perfecto resumen del concepto que del tiempo tenían los antiguos.
    Perfecta la exposición histórica. Ciencia, Historia, Arte… distintas facetas del mismo diamante.
    Un cordial saludo. 

    Responder
    • 1.1
      emilio silvera
      el 15 de agosto del 2011 a las 6:18

      Algunas veces me maravilla el hecho de comprobar (como ocurre en esta ocasión), que dos personas alejadas en el espacio, sin haber tenido contacto alguno -aparte del virtual que este sitio permite-, se puedan sentir tan cercas y afines, es gratificante el saber que no estás solo en el sentir profundo de una realidad que la mente ha conformado y que, al mismo tiempo que en tí, también está presente en otros seres.
      ¡Qué bien defines ese divagar! “…distintas facetas del mismo diamante.”
      Si vieras las veces que, sin poderlo evitar, me inunda una inmensa frustración al encontrarme ante un enigma que no puedo resolver. Me pasó durante un tiempo con la dichosa “materia oscura”, de la que elaboré una teoría que incluso registré, y, cuando al fin comprendo que es nuestro destino (menos mal) el no saberlo todo de todo y así siempre tenemos la oportunidad de sentir curiosidad para seguir indagando, que es como decir, nutriendo nuestros sentidos de ese ánsia imparable por hallar las respuestas que están más hallá de nuestro entendidmiento…Siempre será así. Cuando hallamos un nuevo conocimiento, lo “único” que hemos conseguido es poder realizar nuevas preguntas, ya que, antes de ese nuevo conocimiento, no sabíamos ni plantearla.
      ¡El Tiempo! ese preciado y escaso bien del que disfrutamos por tan corto espacio, ha sido, es y será, uno de los misterios más insondables de la Naturaleza, todos han querido saber lo que el Tiempo es, y, desde luego, con más o menos acierto, dieron su definición que, finalmente, nunca llegó a satisfacer a nadie, sobre todo a sus autores. Y, sí, eso que llaman la Flecha del Tiempo y que en Física se define como la dimensión que permite distinguir entre dos sucesos que ocurren en el mismo punto del espacio y que de otra forma serían idénticos. El intervalo entre dos de esos sucesos constituye la base de la medida del tiempo. Para propósitos generales, la rotación de nuestro planeta, la Tierra, sirve para definir las unidades del reloj (el día) y la órbita alrededor del Sol (año) se utiliza para definir las unidades del calendario. Para fines científicos, los intervalos de tiempo son ahora definidos mediante la frecuencia de una radiación electromagnética especificada pero, todo eso, amigo mío, no son más que conveniencias adaptadas a nuestras necesidades, es decir, el tiempo del hombre.
      ¡El Tiempo! es mucho más que todo eso, y, sus misteriosas variantes son infinitas: el tiempo en la relatividad especial, el tiempo del enamorado junto a su amada que pasa “volando”, el del que sufre dolor que será “interminable”, y, en fin, son tantas versiones de la misma cosa que, por eso es relativo, dependiendo de quien lo pueda medir y en relación a qué.
      La Entropía es la hija del Tiempo, este siempre la lleva consigo y, en su transcurrir inexorable, aquella ejerce su función y lleva el deterioro a todo, sean cosas inanimadas o seres vivos, la entropía le quita la energía de manera irreversible, y, su labor, siempre bien hecha, la podemos contemplar (sin que nada podamos hacer por remediarlo), a nuestro alrededor, en nosotros mismos que, considerados como sistemas cerrados, podemos sentir la medida del desorden que se produce en nosotros con el paso del Tiempo.
      Me gusta pensar que, la única manera que tenemos de luchar contra ella es, nuestra descendencia, que renovada y con nuevos brios, continúa la labor de los que los precedieron para que el mundo siga avanzando y burlando (de alguna manera) al Tiempo a a la Entropía, ese binomio destructor imparable que, por otra parte, hace posible la evolución, nada cambiaría sin el transcurrir del tiempo y sin los cambios de fases que la entropía conlleva. Las estrellas estarían brillando eternamente en el cielo, no se habrían producido los materiales esenciales para la vida, y nuestro mundo sería…”diferente”, y, llegados a este punto, nos tendríamos que preguntar: ¿Por qué la Naturaleza sabia, actúa de esa manera?
      Ahora, sólo tenemos que encontrar una respuesta adecuada para al fín comprender, la necesidad, de que tanto la Entropía como el Tiempo, estén aquí. Cuando la encontremos, veremos la racional sencillez con que, la Naturaleza, lo ha dispuesto todo para que, el Universo, sea tal como lo conocemos y no de otra manera.
      Un saludo amigo mío.

      Responder
  2. 2
    RDC
    el 12 de diciembre del 2011 a las 15:14

    Bueno, bueno, bueno… eso de decir que ya los griegos predicaban el eterno retorno cabría discutirlo. Platón por ejemplo, jamás lo hizo: predicó más bien que el mundo sensible experimenta un “progreso” a través de grandes cataclismas. A su ver, el mundo sensible aspira siempre a ser idéntico al mundo de las ideas, y como nunca es capaz de emularlo a la perfección siempre acaba por destruirse intentándolo de nuevo… ad infinitum. Y Aristóteles, aunque en otra forma y otros términos, también defendía un progreso infinito de la naturaleza a través de grandes cataclismas. 

    Quien plantea seriamente el tema del eterno retorno es Nietzsche en 1884. Y luego, sobre la hipótesis que usted plantea de que “la idea del eterno retorno” impidió que se desarrollara la visión evolutiva de las cosas es falsa. Sólo cabe leer “la genealogia de la moral” del mismo Nietzsche; si su hipótesis fuera cierta, Sr. Silvera, Nietzsche no hubiera defendido que los valores y juicios morales no nos han sido dados como algo pre-existente, sino que los han creado los hombres y como todo lo creado también éstos han evolucionado al largo de la historia atendiendo a ciertas condiciones y circumstancias. De hecho, Nietzsche en este libro suyo plantea nociones que no se han desarrollado hasta mediados del s.XX: como el tema de la organización de sistemas complejos. Pero en fin, el filósofo usa su propia terminología para explicar tales nociones.

     

    Responder
    • 2.1
      emilio silvera
      el 13 de diciembre del 2011 a las 6:19

      Amigo mío:
      Queda claro que ha leido a Nietzsche. Sin embargo, se equivoca cuando dice: “Quien plantea seriamente el tema del eterno retorno es Nietzsche en 1884”. ¿Que me dice de los mayas y su Popol Vuh? Creo que usted no se sitúa en el contexto adecuado cuando al referirse a mis palabras: “la idea del eterno retorno” impidió que se desarrollara la visión evolutiva de las cosas, que afirma que es falsa. La perspectiva que tiene del tema sí que está equivocada.
      Por otra parte, como antes le decía, ya los mayas “mucho antes que Nietzsche, tenían la visión de ese “eterno retorno”. La Gran Nebulosa (M42), desconocida para los europeos hasta 1610, fue llamada por los mayas la “Cocina cósmica” y, tienen una particular manera de interpretar lo que en el cielo sucede. Según los sacerdotes mayas, los acontecimientos celestes que podían observar, marcaban una nueva era, un registro lineal de los días quem comienza con la cuarta creación maya del año 3.114 a. C. y predice que el final del universo actual tendrá lugar el 23 de diciembre de 2012. Durante este intervalo de vida del universo, que es de unos cinco mil años ellos, clasificaban los ciclos y tiempos que les marcaban los ritmos astronómicos naturales.
      Si eso es así (que lo es -ahí tenemos a historiadores como Linda Schele, Aveni, o, el mismo Tedlock que tradujo el Popol Vuh y trabajó ampliamente con Andrés Xiloj, un lider espiritual maya moderno, para interpretar el antiguo texto.), no parece que fuera Nietzsche el “primero” en plantear esos ciclos que, desde luego, vienen de muy atrás en el tiempo y en otras cicilizaciones.
      Por lo, demás, estamos encantados de leer un comentario tan erudito que, aunque equivocado en alguna de sus afirmaciones, no deja de tener partes muy sabrosas y que hay que tener en cuenta por su profundo mensaje.
      Un cordial saludo amigo.

      Responder
  3. 3
    floren
    el 13 de diciembre del 2011 a las 13:05

    Según creo, lo que se predice en el calendario que acaba en 23 diciembre de 2012, no es el fin del universo lo que representa, es una traduccion agorera como otras, si no el fin de una era, para comenzar otro ciclo distinto, con otra nueva humanidad, creo que marca un ciclo heliacal de 26.000 años, del giro de nuestro sistema solar en nuestra galaxia, ya que existe otro calendario que incluye a éste y abarca hasta no se que año.

    Responder
    • 3.1
      emilio silvera
      el 14 de diciembre del 2011 a las 6:42

      Así resulta ser amigo mío.
      Saludos.

      Responder
  4. 4
    RDC
    el 13 de diciembre del 2011 a las 16:32

    Me parece, señor Silvera, que confunde términos y se me va por las ramas 😉 Pero bueno…

    Responder
  5. 5
    Emilio Silvera
    el 9 de mayo del 2013 a las 5:58

    Lo cierto es que, nuestras mentes han ido evolucionando con el Universo del que forman parte y, cada vez podemos “ver” esa realidad que se nos escapa de entre los filamentos del entendimiento que, sin embargo, es cada vez más amplio y nos lleva a comprender, lo que el Universo es.

    Algún día, lejano aún en el Tiempo, podremos llegar a una comprensión, si no completa, sí aceptable del Universo y de nosotros mismos que, en definitiva, somos el mayor misterio de todos los que el universo nos puede plantear.

    Responder

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