May
13
¡Qué historias!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (0)
Considerada como una pseudo-ciencia, la alquimia se practicó aproximadamente desde el siglo IV a. C. hasta el surgimiento de la química y las ciencias naturales, a comienzos del XVII. Es cierto que su época de esplendor, se sitúa en la Europa medieval. Sin embargo, la verdadera historia de la Alquimia, nos dice que deberíamos irnos mucho más atrás en el tiempo y mirar en culturas y civilizaciones antiguas como la egipcia o la china -entre otras-.
A veces nos pasan cosas que no sabemos explicar
“En cada átomo hay un sol aparente
y en cada gota un poderoso mar.
Si cortas un átomo y penetras en su interior,
podrás descubrir en su corazón un sol.”
Este pensamiento pertenece al poeta místico islámico Al-Attar.
La Tabla Esmeraldina
“Es verdad, sin mentira, cierto y muy verdadero. Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para hacer los milagros de una sola cosa. Todas las cosas vinieron y vienen del Uno, y por mediación del Uno, así todas las cosas han nacido de esta cosa única por la adaptación. El Sol es el padre; la Luna, la madre; el viento la ha llevado en su vientre, la Tierra es su nodriza. El Padre de toda la Perfección de todo el mundo está aquí. Su potencia está entera si se convierte en tierra.”
Os cuento:
Aquel era un viaje de los muchos que por aquellos tiempos realizaba a Madrid por cuestiones laborales. Fue un día del crudo invierno del año 1.978. Aquella mañana hacía frío y pronto se desencadenó una furiosa tormenta nevada que, en aquella calle del Madrid antiguo, me obligó a buscar algún refugio. Miré el espacio que mi vista podía abarcar y, algo más adelante, en la acera de enfrente, vislumbré una vieja librería en la que me pude cobijar atravesando su estrecha puerta y lúgubre entrada.
La luz, dentro del establecimiento era escasa y sólo en un rincón, encima de una pequeña mesa, lucían dos bombillas que alumbraban algunos libros o documentos encima de la mesa y que, dejaba en casi total penunbra el resto del local. Los estantes de libros muy viejos, llenaban todas las superficies del lugar. El librero, hombre muy delgado con traje algo raido por los años y una vieja bufanda de lana enrollada al cuello, relacionaba en una libreta una pila de libros que tenía encima de un viejo mostrador.
El hombre me miró, y, sin decir palabra, con un gesto de la cabeza, me indicó que podía pasar a echar una mirada. Por la ventana acristalada y sin visillos, a través de una capa de polvo adherido a los cristales, podía vislumbrar la calle en la que el temporal arreciaba.
No teniendo otra cosa que hacer y, con la única intención de dejar pasar el tiempo para que la tormenta pasara, me puse a curiosear por los estantes a los que, una buena limpieza, los habría podido liberar de un peso considerable en forma de una espesa capa de polvo que por todas partes había. Pero lo cierto es, que estar allí me transportó a otro mundo, a otro tiempo ya pasado que los lectores de historias antiguas llevan gravado en su memoria.
Basilio Valentin
Monje Benedictino y Filósofo Hermético
En una de aquellas interminables hileras, el lomo de un viejo libro, llamó poderosamente mi atención: “Las doce claves de la Filosofía”, lo saqué de su lugar de reposo y, la polvareda me produjo un ataque de tos. El libro, tenía una portada de aspecto medieval adornada con símbolos para mí desconocidos.
La lectura de antiguos manuscritos, de lo que decían aquellos filósofos naturales (casi todos ellos anteponían las virtudes medicinales de la piedra a sus propiedades transmutativas). Tanto es así que, Basilio Valentin, en las Doce claves de la filosofía que alguna vez hemos podido ojear, recomienda a sus lectores la “utilización” de la Piedra Filosofal para “proteger su salud”. En otro pasaje, el autor hace la siguiente observación:
“Así, pues, mediante este tratado he querido hacerte ver la piedra de los antiguos, proveniente del cielo, para salud y consuelo de los hombres en este valle de lágrimas, como el tesoro terrestre más preciado y, para mí, también el más legítimo.”
La Importancia del Cinabrio en el pensamiento alquímico: Según los alquimistas de la edad media, una sustancia puede transformarse en otra simplemente añadiendo y sustrayendo elementos en las propiedades adecuadas. Se creía que el Mercurio era el elemento el que confería las propiedades metálicas a los elementos y creían que todos los metales estaban formados por diferentes combinaciones de mercurio y azufre, que era el que convertía a las sustancias en combustibles y corroía los metales. A partir de esto dedujeron que agregando y combinando mercurio y azufre en cantidades adecuadas con un metal base como el plomo, éste transmutaría en oro o plata. En la tabla periódica figura con las letras Hg ya que los romanos lo llamaban hidragyrum, que significa plata líquida.
El cinabrio (se decía) es una de las piedras más buena para todo tipo de dolores, se aplica el mineral por la zona afectada y se deja actuar allí por espacio de una hora según el caso. Se ha utilizado desde la antigüedad para conseguir el equilibrio de los pensamientos, canalizarlos, ordenarlos y armonizarlos con el cuerpo físico. alquímicamente se creía que el Cinabrio era el símbolo de la Luz Eterna…
Como hago siempre, levanté la dura y acartonada tapa de aquel misterioso libro y, curioso, comencé a leer el prólogo tratando de atisbar, sobre la esencia del contenido. Aquella presentación estaba escrita por un tal Eugène Canseliet y, lo que allí exponía, me pareció muy complejo para mis escasos conocimientos sobre el tema que trataba, ya que, la erudición que vertía en aquellas líneas escritas superaban, con mucho, las posibilidades de un lego como yo en tratados de Alquimia que era el tema central que allí se podía encontrar.
La Piedra Filosofal… ¡Qué imaginación! Siempre hemos pretendido alcanzar… ¡lo inalcanzable!
El autor, era el Hermano Basilio Valentín de la Orden de San Benito que, nada más que empezar te decía:
“En el contenido de lo que en la mano tienes, ¡oh dilecto amigo apasionado del misterio!, te he proporcionado la esperanza de aprender, mediante el estudio –así como a otros en cuyo interior arde el mismo fuego-, las propiedades de la Naturaleza y, con mayor profundidad, en atención al investigador, las artes, la piedra angular y la roca, tal como me fueron conferidas por lo altísimo.
Me propongo explicarte como confeccionaron su Piedra nuestros antiguos Maestros, la piedra que se les entregara desde alturas sumas, a fin de utilizarla para su salud y la comodidad de esta vida terrenal.”
Aquello aumentó mi curiosidad y traté de seguir leyendo algo más. Sin embargo, el texto que seguía era tan oscuro que (tengo que confesarlo), no entendí absolutamente nada, ni una palabra de aquel galimatías mezclado con dibujos y claves tan misteriosos para mí como el Universo mismo.
El uróboros ha sido un símbolo importante en el simbolismo religioso y mitológico, usado frecuentemente en ilustraciones de alquimia. También se le asocia con el gnosticismo y el Hermetismo, aunque fue bien conocido en Antiguo Egipto y Grecia (pero no únicamente). Al contrario, muchos pueblos parecen haberlo conocido y representado, entre ellos, el nórdico; en la mitología vikinga, la serpiente Jormungand llegó a crecer tanto que pudo rodear el mundo y apresarse su propia cola con los dientes.Igualmente, en México, algunas representaciones de Quetzalcóatl o Kukulkán, lo muestran mordiéndose la cola.En la mitología aborigen de autralia, está la Serpiente del Arcoiris.
Seguí ojeando las imágenes y pude contemplar diversos personajes ataviados con suntuosidad, algunos animales más o menos fabulosos y ciertos utensilios que parecían (esa fue mi primera impresión) tener una relación directa con la Alquimia, tales como crisoles o retortas. Las elucubraciones de Monsieur Canseliet, tenían, sin duda, por objeto delinear todo aquel simbolismo abstracto, pero se me antojaron destinadas, sobre todo, a lectores ya iniciados. Por ejemplo, su comentario acerca de la primera figura comenzaba así:
“El Rey y la Reina de la Obra, es decir, el oro y la plata filosóficos, están representados, de forma espagírica, por el lobo y el gran botón de retorno sobre la copela. Esa copela y el crisol entre llamas señalan claramente la vía seca, en la que desempeña un papel preponderante el fuego secreto.”
Confieso que tales aclaraciones sirvieron sólo para acrecentar mi perplejidad en lugar de disiparla, no obstante, las extravagancias de Basilio Valentin, empezaron a ejercer lentamente sobre mí una cierta y misteriosa fascinación. Impulsado por el deseo de enredarme cada vez más en aquel mundo oculto, volví a mirar por la ventana y pude comprobar que, la ventisca había pasado y según veía por la acristalada ventana, por la calle, los viandantes, pasaban raudos y tapados tratando de escapar del intenso frío.
Con el libro en la mano, me dirigí hacia el extraño librero y le pregunté el precio. Él, cogió en sus manos el libro y le dio varias vueltas bajo su experta mirada y, sin decir palabra, cogió el lápiz con el que relacionaba aquellos libros y, en un papel escribió la cantidad de 45 pesetas.
¿Quién sabe cuándo y dónde encontrará un tesoro?
Siguiendo su juego y también en silencio, saqué de mi bolsillo aquella cantidad y la dejé encima del mostrador. El libro era mío y, me prometía, para después de la cena, unas horas de descubrimientos y desconocidos misterios que, mi curiosidad, deseaban desvelar.
Salí de aquel lúgubre lugar y, le hice señas a un taxi que por el lugar pasaba en aquel momento. Ya instalado en el Hotel, me dirigí a mi habitación y dejando el libro en la mesilla de noche, al lado de la cama, bajé al comedor.
De regreso, me eché en la cama y comencé la lectura del primer capítulo en el que me pude enterar de que a los alquimistas se les conocía como “filósofos herméticos”. Lleno de impaciencia leí aquellas primeras páginas y, después de todo, aunque no era una obra para principiantes, el autor había sabido expresarse con la suficiente claridad y, por tanto, la primera impresión recibida era infundada, cualquier lector medio, sin problemas, podía entender lo que allí se explicaba.
El viento y la lluvia golpeaban sobre la ventana de la habitación y, a través de las cortinas, se vislumbraba una tarde oscura y nada acogedora. Lo mejor sería no salir y dejar las gestiones para la mañana siguiente. Así que, me dispuse a devorar todo el contenido de aquel misterioso libro que, por casualidad, había llegado a mis manos.
Tabla de Símbolos de Alquimia
Por otra parte, aumentaban el peso del oro, a expensas de su calidad, rebajándolo mediante una amalgama de otros metales. Todas estas prácticas serían descriptas también por los primitivos alquimistas. En los papiros hallados también se explica el proceso de dorado mediante el empleo de una amalgama de mercurio y oro. Así mismo, se hace referencia a diversas fórmulas de barnices o materias colorantes destinados a teñir metales superficialmente.
Pormenorizar aquí sobre hechos y personajes quen han tenido que ver con la Alquimia, sería una tarea compleja y, ni tenemos el tiempo ni el espacio para ello. Hasta Newton estuvo relacionado con esta misteriosa actividad de la Alquimia que, de alguna manera y sin ningún lugar a dudas, es la precursora de la Química, la verdadera ciencia.
Allí, en el interior de la obra, se formulaba una pregunta: ¿Cuál había sido el origen de la Alquimia? Estaba claro que, según pude deducir de la lectura que, la pregunta no se podía contestar y, las posibles fuentes del conocimiento Alquímico, podían haber manado de China, Egipto, Grecia, Oriente Medio, cualquiera de esos lugares se podían atribuir, con el mismo derecho, la paternidad de la Alquimia.
Así pues, el texto quedaba ceñido a la tradición y se remontaba al arte hermético hasta el propio Hermes –quien se dice que fue un rey prefaraónico-. A él se le atribuyen varios tratados alquímicos, entre otros, la famosa Tabla esmeraldina, que es, sin duda, el resumen más conciso, si no el más claro, de la Gran Obra. Según la leyenda, los soldados de Alejandro Magno encontraron dicho texto en lo más profundo de la gran pirámide de Gizeh, que sería el sepulcro de Hermes. Al parecer, este mismo empleó un diamante puntiagudo para grabar sobre una placa de esmeralda –de aquí su nombre- las escasas líneas que componen la Tabla.
No pocos opinan que, origen de la alquimia occidental puede situarse en el Antiguo Egipto. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto y, por tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.
No queriendo hacer demasiado largo este pequeño trabajo, quiero terminar reproduciéndola por entero, pues su lectura nos permitirá apreciar mejor la dificultad de los textos alquímicos (he elegido la traducción del adepto contemporáneo Fulcanelli-, por estimarla mucho más clara y precisa que casi todas las demás:
– Es verídico, sin mentira, cierto y muy verosímil:
– Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo; mediante esas cosas se realizan los milagros de una sola cosa, y como todas las cosas son y provienen de UNO por mediación de UNO, resultan que todas las cosas nacen, por adaptación, de esa cosa única.
– El Sol es el padre, la Luna, la madre. El viento lo ha llevado en su vientre. La Tierra es su nodriza y su receptáculo. El padre de todo, el Telemos del mundo universal, está aquí. Su fuerza o su potencia se conservará íntegra si se convierte en tierra. Tú separarás la tierra del fuego, lo sutil, de lo denso, suavemente, con máxima laboriosidad. Él se eleva de la tierra y desciende del cielo, recibe su fuerza de las cosas superiores y de las cosas inferiores. Tú obstendrás por este medio la gloria del mundo, y todas las tinieblas huirán de ti.
– Es la fuerza, fuerza entre las fuerzas, pues ella se sobrepondrá a toda cosa sutil y penetrará en toda cosa sólida. Así se ha creado el mundo. De ahí surgirán admirables adaptaciones, cuyo medio creativo se presenta aquí.
– Por eso se me ha llamado Hermes Trimegisto, y por eso poseo las tres partes de la filosofía universal.
– Todo cuanto he dicho de la Obra solar está completo”
Muchas son las pruebas de la Alquimia egipcia y china
Sí la Alquimia interesó a los egipcios desde la más remota antigüedad, es curioso que haya ocurrido lo mismo en el otro extremo de la Tierra, en el Celeste Imperio. En efecto, los textos chinos más antiguos –el Tsai-y-Chí y el Tao- dejan ya constancia de las especulaciones sobre esa materia y sobre las posibilidades de transmutaciones metálicas. Ahora bien, allá por la época el Tao no se conocía en China el empleo de los ácidos fuertes para disolver los metales, y, por consiguiente, es asombroso que se emprendieran ya entonces operaciones transmutatorias sobre unas bases bastante similares a las utilizadas por los hermetistas de la Edad Media.
Claro que, volviendo a la pregunta del principio, y, según lo que sobre el tema he podido leer, el origen de la Alquimia habría que buscarlo entre los egipcios, griegos, árabes y también en Bizancio. Hacia principios del siglo IV de la Era Cristiana, Zósimo el Panapolitano fundó en Alejandría la principal Escuela del arte hermético.
El libro, el misterioso libro, como podéis comprender, dio para mucho más de lo exiguo aquí expuesto pero, dejaré para otra oportunidad, relatar otros aspectos interesantes que en él están descritos y que, de seguro, os interesará, aunque sólo sea, por dar satisfacción a vuestra curiosidad sobre el misterioso tema:
¡La Alquimia! Precursora de la Ciencia Química que tan valiosa es hoy para el avance de la Humanidad en el conocimiento de la Naturaleza y la materia que en ella, está presente.
emilio silvera