Jul
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¡Qué cosas! Recordemos cómo pasó.
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (0)
Detalle de El proceso de Galileo (siglo XVII. Col. particular).
“Yo, Galileo, hijo del difunto Vincenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad, citado personalmente ante este tribunal y arrodillado ante vuestras eminencias, señores cardenales inquisidores generales contra la corrupción herética en toda la comunidad cristiana, teniendo ante mis ojos y tocando con las manos las Sagradas Escrituras, juro que siempre he creído, creo, y con la ayuda de Dios creeré en el futuro todo lo que mantiene, predica y enseña la Santa Iglesia Católica y Apostólica. Pero, considerando que después que este Santo Oficio me hubiera hecho llegar un requerimiento judicial en el sentido de que abandonara completamente la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo…
Por lo tanto, con el deseo de apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todos los cristianos fieles esta vehemente sospecha concebida contra mí con todo fundamento, de todo corazón y con fe verdadera adjuro, execro y abomino los errores y herejías anteriormente citados…, y juro que en el futuro nunca volveré a decir o afirmar verbalmente ni por escrito nada que pueda causar una sospecha similar hacia mí; además, si conociera a alguna persona herética o sospechosa de herejía, la denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor u ordinario del lugar en que me encuentre… Yo, Galileo Galilei he abjurado, jurado y prometido y me he obligado; y certifico que es verdad que, con mi propia mano he escrito la presente cédula de mi abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva este 22 de junio de 1633. Yo, Galileo Galilei, he abjurado por propia voluntad.”
Así, de esta manera humillante, se expresó Galileo ante la “Santa Inquisición” para salvar su vida a cambio de ser confinado en una casa de Arcetri, en las afueras de Florencia. A partir de aquel momento, todo para él fue tristeza y confinamiento.
Cuatro años más tarde Galileo produjo un libro que trataba de “Dos ciencias nuevas”, una que se ocupaba de la mecánica y otra de la resistencia de los materiales. También este libro fue escrito en italiano y adoptó la forma de un diálogo sostenido entre Salvati, Sagredo y Simplicio. Dado que la Inquisición había prohibido todos sus libros, la obra hubo de ser sacada furtivamente del país para que la publicaran los Elzevir en Leyden. Este fue el último libro de Galileo y en él ponía los cimientos sobre los cuales Huygens y Newton construirían la ciencia de la dinámica y, finalmente, una teoría de la gravitación universal.
Pero, dejemos la historia del final de la vida de Galileo que resulta ser bastante triste y, será mejor que, sin olvidarlo del todo, hablemos de cosas más curiosas.
El microscopio y el telescopio fueron ambos productos de la misma era, pero mientras que Copérnico y Galileo se han convertido en héroes populares, en los profetas de la modernidad, Hooke y Leeuwenhoek, sus equivalentes en el mundo microscópico, han quedado relegados al panteón de las ciencias especializadas. Copérnico y Galileo desempeñaron importantes papeles en la tan conocida batalla entre “ciencia” y “religión”; no sucedió lo mismo con Hooke y Leeuwenhoek.
No sabemos quién inventó el microscopio. El principal candidato es Zacharias Jansen, humilde fabricante de anteojos de Midddelburg. Sí sabemos que el microscopio, como las gafas y el telescopio, se usaba mucho antes de que se comprendieran los principios de la óptica, y probablemente su invención fue tan accidental como la del telescopio. No podía haber sido inventado por nadie que ansiara echar un vistazo a un mundo microscópico nunca imaginado hasta entonces. Pero después de que se fabricaran los primeros telescopios, la gente los utilizaba para ver ampliados objetos cercanos. Al principio, el mismo término italiano, occhialino, o el latino perspicillum, servían tanto para el telescopio como para el microscopio. En noviembre de 1614, Galileo le decía a un visitante: “Con este tubo he visto moscas que parecían tan grandes como corderos, y he comprobado que están cubiertas de pelo y tienen unas uñas muy afiladas mediante las cuales se sostienen y andan sobre el cristal, aunque estén patas arriba, insertando la punta de las uñas en los poros del cristal”.
Ya en 1625, un miembro de la Academia de Lincei, el médico naturalista John Faber (1574-1629), ideó un nombre para el nuevo aparato. “El tubo óptico… que me he complacido en llamar, tomando como modelo el telescopio, microscopio, aunque permite ver las cosas diminutas.”
Las mismas sospechas que hicieron que los críticos de Galileo estuvieran poco dispuestos a mirar por el telescopio y luego se mostraban reacios a creer lo que veían, afectaron también al microscopio. El telescopio resultaba de evidente utilidad en el campo de batalla, pero no existían todavía batallas en las que pudiera intervenir el microscopio.
Al no haber una ciencia de la óptica, la gente “sensata” era especialmente prudente ante las “ilusiones ópticas”. Esta desconfianza medieval respecto a todos los aparatos ópticos era el principal obstáculo para el desarrollo de una ciencia de la óptica. Se creía que cualquier artefacto que se interpusiera entre los sentidos y el objeto a percibir no podía hacer otra cosa que inducir al error de las facultades que Dios le había dado al hombre.
Robert Hooke (1635-1703) publicó en 1665 Micrographia, una atractiva miscelánea en la que explicaba su teoría de la luz y el color y sus teorías sobre la combustión y la respiración, junto con una descripción del microscopio y de sus usos. Pero la extendida desconfianza respecto a las ilusiones ópticas perjudicaría también a Hooke. Al principio, el nuevo mundo que afirmaba ver a través de sus lentes fue motivo de escarnio general.
Lo que el Sidereus Nuncius de Galileo había hecho por el telescopio y sus vistas del cielo, lo hizo la Micrographia de Hooke por el microscopio. Del mismo modo que Galileo no fue el inventor del telescopio, tampoco Hooke inventó el microscopio, pero lo que él declaró haber visto en su microscopio compuesto abrió los ojos de la Europa culta al maravilloso mundo interior. El propio Hooke presentó por primera vez en cincuenta y siete sorprendentes ilustraciones dibujadas por él mismo el ojo de una mosca, la forma del aguijón de una abeja, la anatomía de una pulga y de un piojo, la estructura de las plumas y la similitud con las plantas que presentaba el moho. Cuando descubrió que la estructura del corcho era como la de un panal, dijo que estaba compuesto por “celdas”. Las ilustraciones de Hooke se reimprimieron con gran frecuencia y siguieron apareciendo en los libros de texto hasta el siglo XIX.
De la misma manera que el telescopio había unido la Tierra y los cuerpos celestes más distantes en un solo esquema de pensamiento, las imágenes del microscopio revelaban un mundo minúsculo que se asemejaba de modo sorprendente al que se veía diariamente a gran escala. En Historia Insectorum Generalis, Jan Swammerdam (1637-1680) demostraba que los insectos, como los animales “superiores”, poseían una intrincada anatomía y no se reproducían por generación espontánea. En el microscopio vio que los insectos se desarrollaban igual que el hombre, por epigénesis, o desarrollo gradual de un órgano después de otro. Con todo, sobrevivió la creencia de otras formas de generación espontánea. Ese dogma, no dejó de ser científicamente respetable hasta el siglo XIX, cuando Luis Pasteur realizó sus brillantes experimentos con la fermentación y aplicó en la práctica sus ideas a la conservación de la leche. Pero esa, es otra historia.
Así, Antoni van Leeuwenhoek (1632-1723) fue con su microscopio el primer promotor de esta nueva ciencia de la exploración de otros mundos en ese “universo” de lo infinitesimal, donde existen otras criaturas que, como nosotros, en el macro-mundo, nacen, viven y mueren.
Ambos, el telescopio y el microscopio, han sido de tanta importancia para el saber de la Humanidad que, sin ellos, estaríamos, seguramente, muy retrasados en el conocimiento del Universo y, en general, del mundo que nos rodea.
Me he llevado más de dos horas con este trabajo intentando poner imágenes ilustrativas de los personajes y del mundo microscópico pero, cuando las he querido publicar, surgen los galimatias infinitos de letras inconexas que impiden plasmar las imágenes que, seguramente son de propiedad privada y no se dejan utilizar. Así que, así lo dejo, al menos os resultará curioso.
emilio silvera