Jul
8
La Curiosidad y ese espíritu aventurero…
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Hacia el futuro ~ Comments (0)
“Lo que me preocupa no es simplemente comunicar al lector lo que tengo que decir, sino, por encima de todo, transmitirle las razones, subterfugios y afortunadas casualidades que me condujeron a mis descubrimientos. Cuando Cristóbal Colón, Magallanes y los portugueses relatan como se perdieron más de una vez en sus viajes, no sólo debemos perdonarles, sino agradecerles que nos hayan dejado su narración, porque sin ella nos hubiéramos perdido lo más fundamental e interesante. Así que espero que no me culpen si, movido por idéntica consideración hacia el lector, sigo el mismo método.”
Johannes Kepler
Así comienza el Capítulo XI del Libro Los Enigmas del Cosmos de Vicente Aupí, quien nos cuenta aquella vieja historia del planeta X que comienza de esta manera:
Varias décadas después del descubrimiento de Urano, obra de William Herschel en 1781, la Academia de Ciencias de Paris decidió revisar las posiciones exactas de los planetas. Alexis Bouvard, el científico encargado de hacer los cálculos, no tuvo problemas con Júpiter y Saturno, pero halló en Urano extrañas anomalías que daba a entender que el planeta no se movía en las posiciones que le correspondían de acuerdo con las leyes gravitatorias. Fue en ese momento, recien entrado el siglo XIX, cuando se forjaron los grandes enigmas que envuelven los confines del Sistema Solar cuya resolución sigue pendiente en la actualidad.
El hallazgo de Urano por parte de Herschel supuso la frontera cronológica que abrió una era científica de más de dos siglos en busca de los extraños y supuestos objetos que presumiblemente habitan las regiones remotas del dominio del Sol, cuya luz y calor no llegan hasta allí más que en una ínfima proporción.
Las naves ‘Voyager’ surcan un océano magnético
‘Burbujas’ en los confines del Sistema Solar
Recreación artística de las ‘burbujas’ magnéticas (en rojo). | NASA.
- Las sondas gemelas de la NASA ‘Voyager’ fueron lanzadas en 1977
- Son las naves que más lejos han llegado en la exploración del Sistema Sol
El primer episodio del extraordinario abanico de exploraciones iniciadas desde entonces (a comienzos del siglo XIX) lo protagonizaron el francés Urbain Jean Joseph Le Verrier y el inglés John Couch Adams. Los dos calcularon con acierto, aunque de manera independiente, la posición de Neptuno, el octavo planeta en orden de distancia al Sol, que gracias a ambos fue localizado en 1846 desde el Observatorio de Berlín por Johann Galle. Las propias anomálias observadas en Urano propiciaron deducir cómo era el nuevo planeta y en qué parte del cielo debía ser buscado, por lo que Le Verrier y Adams sólo tuvieron que recurrir a su inteligencia para predecir la posición de Neptuno.
Todo aquello despertó el ánimo astronómico para la búsqueda de nuevos mundos. De la misma manera que Urano mostró anomalías en sus movimientos, pronto se comprobó que el problema también afectaba a Neptuno, de forma que se dio por hecho que tenía que haber algún planeta más allá de él que influía gravitatoriamente en su órbita. Y así comenzó, en la segunda mitad del siglo XIX, la búsqueda de un mundo transneptuniano que explicara las alteraciones sobre Urano y Neptuno, una búsqueda que se creyó terminada en 1930 con el descubrimiento de Plutón, pero que en realidad, no se ha terminado ni en la actualidad, puesto que Plutón sólo tiene un diámetro de 2300 km y, por tanto, su masa no es suficiente para causar las supuestas alteraciones gravitatorias sobre planetas que le superan en tamaño.
Pero otras muchas cosas extrañas están presentes en el abismno del Sistema Solar, en sus confines perduran misterios que no hemos sabido desvelar y, se sigue investigando para conocer nuestra propia casa, antes de que, un día lejano aún en el futuro, podamos sumergirnos en los abismos del Cosmos.
Han aparecido “Cordones” magnéticos que nos pueden llegar a afectar. Aunque los mapas del cordón (ver abajo) parecen mostrar un cuerpo luminoso, el cordón en sí no emite luz. En cambio, se hace notar a través de partículas llamadas “átomos neutrales energéticos” (energetic neutral atoms o ENAs, en idioma inglés), los cuales son en su mayoría átomos de hidrógeno comunes y corrientes. El cordón emite estas partículas, que son recogidas por la sonda IBEX en órbita alrededor de la Tierra.
Arriba: Comparación de las observaciones llevadas a cabo por la sonda IBEX (izquierda) con un modelo de reflexión que incluye un campo magnético tridimensional (derecha). Son hechos reales y no pensamientos salidos de una calenturienta imaginación. Nuestro Sistema Solar nos enconde cosas.
Buscando pistas sobre el tema, en www.paleoastronáutica.com La tercera Vía, encuentro algún dato (más o menos relacionado) que pongo a continuación:
En 1.976, el escritor e investigador Zecharia Sitchin proponía una hipótesis revolucionaria en su libro “El Duodécimo Planeta. En él exponía, como los sumerios, primera civilización conocida de la antigua Mesopotamia, hacían referencia a un gran planeta conocido con el nombre de “Nibiru” (planeta del cruce), bautizado posteriormente por los babilonios con el nombre de su principal deidad, Marduk.
En su obra, Sitchin argumenta el conocimiento de los antiguos pueblos de Mesopotamia de la existencia de doce planetas o cuerpos celestes principales, que conformaban también los doce dioses principales de sus panteones. A los nueve planetas comúnmente aceptados en la actualidad, Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, añadían hasta formar el número de doce, al propio Sol, la Luna y el planeta principal de sus dioses “Nibiru – Marduk”.
Fue este último nuevo planeta, el que según siempre su cosmogonía, puso el orden existente actual en nuestro Sistema Solar. Con una gigantesca órbita elíptica en torno a el Sol, penetró en el Sistema Solar, creando grandes perturbaciones en los planetas, y tras una gran colisión, creó la Tierra al desgajar un antiguo planeta que orbitaba alrededor del Sol, cuyo nombre era Tiamat, en la actual posición del cinturón de asteroides existente entre Marte y Júpiter, y que diferencia a los planetas interiores de los exteriores. Del mismo modo liberó a uno de sus satélites, “Kingu”, que tras la colisión quedó atrapado en la órbita del nuevo planeta creado, La Tierra, pasando a ser desplazados ambos a su posición actual, siendo “Kingu” desde entonces nuestra conocida Luna.
Los asteroides son cuerpos cósmicos rocosos o metálicos que tienen diámetros desde unos pocos metros hasta el mayor conocido con 1000 Kilómetros (Asteroide 1 Ceres). Giran alrededor del Sol como parte del Sistema Solar. Se conocen varios miles, la mayoría girando entre Marte y Júpiter en el llamado Cinturón Principal.
La imagen corresponde al asteroide tipo “S” Ida, y su pequeña luna Dáctil, observación realizada por la sonda Galileo. [Cortesía JPL/NASA] |
Es de destacar que dentro del cinturón de asteroides se encuentra el mayor de los asteroides conocidos del Sistema Solar, Ceres, con un diámetro de 930 kilómetros, su masa equivale a una cuarta parte del total de las decenas de miles de asteroides que conforman el cinturón, y donde los científicos apuntan la existencia de abundante agua, un 25% del total de la masa de Ceres, unos 200 millones de kilómetros cúbicos, frente a unos 1.400 millones de kilómetros cúbicos estimados para la Tierra. Del mismo modo, la mitología sumeria hablaba del desaparecido planeta Tiamat, como un planeta acuoso. ¿Es quizá Ceres una clara evidencia del choque planetario entre Nibiru y Tiamat y que terminó por configurar nuestro planeta Tierra?
Ésta hipótesis explica algunos de los misterios que la ciencia aún no ha terminado de aclarar, tales como las cavidades oceánicas sobre la Tierra, la devastación observada sobre la Luna, las órbitas invertidas de los cometas y el fenómeno enigmático de Plutón. El nuevo orden creado por la irrupción del duodécimo planeta sería la causa de la enigmática excentricidad de Plutón, que tiene la órbita más extensa y elíptica de todos los planetas conocidos del Sistema Solar, por lo que también es el único planeta que atraviesa la órbita de otro planeta, Neptuno. Mientras el resto orbitan casi dentro del mismo plano, Plutón se encuentra desviado diecisiete grados. El tamaño de Plutón, que como decíamos anteriormente fue recientemente desposeído del “título de planeta”, sería una señal inequívoca que en su momento fue victima de las perturbaciones que le hicieron ser expulsado de la órbita de Saturno al paso de “Nibiru”, del que era un simple satélite mas, hasta ocupar su posición actual.
La gran colisión con Tiamat, a la vez que aclara la existencia del cinturón de asteroides, aclararía también el fenómeno de los cometas, que no obedecen a ninguna de las reglas normales de desplazamiento del resto del cosmos. Mientras que como explicábamos antes, las órbitas de los planetas son casi circulares y discurren en el mismo plano, excepto Plutón, la de los cometas son alargadas y en muchos casos muy pronunciadas, con periodos que abarcan de los cientos a los miles de años. Además, mientras la totalidad de los planetas orbitan en dirección contraria a las agujas del reloj, muchos de los cometas se mueven en dirección inversa.
Sitchin llega a la conclusión de que la órbita del planeta “X” o Nibiru alcanza los 3.600 años y que, millones de años después de los cataclismos que configuraron el actual Sistema Solar y que aportaron “la chispa de la vida” a nuestro planeta Tierra, continuó orbitando en torno al Sol, repitiendo una y otra vez en su paso más próximo a la Tierra, es decir, el antiguo emplazamiento del desaparecido Tiamat (actual cinturón de asteroides). Y fue precisamente desde Nibiru donde llegó a la Tierra una antigua civilización que la colonizó, mucho antes de que el hombre moderno apareciese, porque fueron ellos quienes a través de la modificación genética, quienes impulsaron evolutivamente a los antiguos homínidos pre-humanos. Ellos fueron los dioses de la antigüedad, quienes crearon al hombre “a su imagen y semejanza”.
Pero, ¿es posible que un planeta como Nibiru, tan lejano al Sol, pueda tan siquiera albergar un mínimo de vida?
Hace más de 33 años que iniciaron su aventura espacial. Tras su largo viaje, las naves gemelas ‘Voyager’ de la NASA están alcanzando los confines del Sistema Solar. Allí, acaban de descubrir un fenómeno que ha dejado boquiabiertos a los científicos y que acaba de ser publicado en la revista ‘Astrophysique’: una zona de turbulencias llena de ‘burbujas’ magnéticas.
‘Voyager 1’ es la nave que más lejos ha llegado, pues ha logrado situarse a unos 17.000 millones de kilómetros del Sol. Los vehículos, desarrollados en California, en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA (JPL, por sus siglas en inglés), son las naves que más tiempo han permanecido en el espacio
A pesar de que cada vez disponemos de más información sobre el Sistema Solar, éste sigue sorprendiendo a los científicos. Prueba de ello es el último gran hallazgo de las naves gemelas. Los científicos encargados de la misión han revelado que las naves han enviado información de lo más sorprendente… y burbujeante.
Una sorpresa efervescente
Las naves han detectado la presencia de burbujas, confirmando que nuestro Sistema Solar está, nunca mejor dicho, en constante ebullición. Utilizando un nuevo modelo informático para analizar los datos transmitidos por las sondas los investigadores han calculado que el campo magnético solar mediría unos 160 millones de kilómetros de longitud. Algunas de las burbujas tienen una anchura similar a la distancia entre la Tierra y el Sol, por lo que harían falta semanas para atravesar una de ellas.
Voyager 1
‘Voyager 1’ penetró la ‘zona burbujeante’ en 2007 y ‘Voyager 2’ lo logró aproximadamente un año después. Al principio, los investigadores tuvieron dificultades para entender qué era lo que las naves mostraban. Ahora, creen haber resuelto parte de sus dudas.
Entendiendo la estructura del campo magnético solar, los astrónomos pretenden explicar cómo los rayos cósmicos galácticos penetran en nuestro Sistema Solar y cómo el Sol interactúa con el resto de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
“El campo magnético del Sol se extiende a lo largo del Sistema Solar y se retuerce y contrae porque el sol gira”, explica Merav Opher, investigador de la Universidad George Mason. Opher hace una bonita metáfora, comparándolo con la falda de una bailarina. Concluye que “muy lejos del Sol, donde ahora están las naves ‘Voyager’, los pliegues de la falda se juntan”.
Como la falda de una bailarina
Cuando un campo magnético se dobla de tal manera, pueden suceder cosas muy interesantes, ya que las líneas de fuerza magnética se cruzan y vuelven a conectar. Los pliegues de la falda se reorganizan por sí mismos, a veces de forma explosiva y así nacen las burbujas magnéticas.
“Nunca pensamos que podríamos encontrar esta espuma en uno de los rincones más lejanos del Sistema Solar, pero ahí está!”, señaló entusiasmado el físico Jim Drake, colega de Opher, de la Universidad de Maryland.
El Sistema Solar sigue sorprendiéndonos, y los nuevos descubrimientos incluso ponen en entredicho una teoría de los años 50 que proponía un escenario muy distinto.
Inesperados intrusos
Los científicos aún deben evaluar las implicaciones de este nuevo hallazgo y desentrañar los misterios de esta zona del Sistema Solar. “Esto no es más que el principio, presiento que nos esperan más sorpresas”, concluye Opher.
Voyager 1 y Voyager 2 fueron lanzadas al espacio en 1977. Han sobrevolado Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Los abundantes datos recopilados por los nueve instrumentos que llevan a bordo cada una de ellas han convertido su misión científica del Sistema Solar en la más exitosa de toda la historia espacial.
El Planeta X, Hercóbulus, El 12º Planeta, Nibiru, son diferentes nombres que existen desde antiguo para designar a un extraño y destructor cuerpo celeste, que forma parte del Sistema Solar vecino de Tylo, pero que sin embargo su órbita tan elíptica y tan larga le lleva a cruzarse con nuestro Sistema Solar cada 3660 años.
El paso del planeta X, cruzándose por dentro de nuestro Sistema Solar, crearía unos efectos devastadores en La Tierra, encendiendo volcanes, terremotos, tsunamis, lluvias de fuego, etc… pues tendría que acercarse a unos 14 millones de millas de La Tierra, que astronómicamente se puede considerar como una distancia peligrosamente próxima.
La órbita elíptica de Nibiru, un planeta rojizo, más grande que Júpiter, le lleva a atravesar nuestro sistema solar, causando desequilibrios apocalípticos en la Tierra.
Hercóbulus tiene un tamaño bastante grande, entre 2 y 5 veces mayor más que Júpiter, con lo que la fuerza de este planeta gigante altera electromagnéticamente y gravitacionalmente, a todos los niveles, a nuestro planeta; su polo norte ejerce una gran infuencia magnética al acercarse al polo norte de La Tierra, momento en el que ambos cuerpos se repelen magnéticamente y se produce una gran sacudida geo-magnética que cambia los polos en La Tierra.
Esto explicaría que la civilización humana transcurre y evoluciona en el tiempo mediante periodos cíclicos, de aproximadamente cada 4 milenios, siendo una de las visitas indeseables de Nibiru la causante de la desaparición del continente de la Atlántida.
Se calcula que el paso de Nibiru cerca de La Tierra, hacia el año 2012, podría ocasionar la muerte de 2/3 de la población mundial. (Ya tenemos aquí “hecha realidad” la predicción maya). ¡qué gente!
El Planeta X se acerca a La Tierra
El máximo secreto sobre el Planeta X, “Ajenjo”, ha sido ordenado en todos los gobiernos del mundo siguiendo las directrices del Vaticano. Dicen que “para no causar el pánico”.
Este asunto está clasificado en la comunidad de países occidentales de la Nato-Otan como “Cosmic Top Secret”, es decir, un secreto al más alto nivel. En el Vaticano, el caso “Hercobulus” está clasificado como “Secretum Omega” con nivel 1, que es el máximo nivel de secreto, es decir, igualmente el mayor nivel de encubrimiento hacia la población civil mundial.
De todos modos, muchos astrónomos conocen perfectamente acerca de la realidad del Planeta X, puesto que se deduce científicamente que las irregularidades orbitales de Urano, Neptuno y Plutón, solamente se explican satisfactoriamente mediante la órbita del 12º planeta, Nibiru.
Supuestamente, Observatorios de todo el mundo como el de Neuchatel en Francia ya han fotografiado y hacen seguimiento del planeta X, en aproximación a La Tierra. Pero como es habitual, una cortina de silencio gubernamental cae sobre las direcciones de los observatorios astronómicos.
El encubrimiento se articula mediante mentiras gigantescas como “El cambio climático”, que se dice que es causado por la contaminación industrial, cuando en realidad podría explicarlo la llegada de Hercóbulus. A medida que el Planeta X se acerque, los desequilibrios en la Tierra serían mayores.
Otra idea sospechosa, similar a la anterior, es la supuesta conversión de Júpiter en un Sol. Ahora les ha dado por decir que Júpiter se va a poner a arder como una tea, y que se convertirá en un segundo sol, cuyo proceso sería uno de los causantes de los desequilibrios geo-climáticos que están teniendo lugar en La Tierra. Un proceso que nunca podría ir tan rápido.
En fin amigos, que cualquier hallazgo nuevo desata la imaginación de muchos y surgen historias que, no pocas veces, aunque no estemos seguros de ello, tienen una semilla de realidad que, no sabemos ni podemos explicar como floreció pero, sin embargo, debemos estar ojo avisor…¡por si acaso!
emilio silvera
Jul
8
Nuestra vecindad y lo que puede contarnos
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Conociendo el Sistema Solar ~ Comments (0)
Como mencioné otras veces, la evolución de nuestro Sol, con el paso del tiempo, lo llevará de manera irremediable primero a expandirse como Gigante Roja hasta alcanzar los límites de la Tierra y, segundo a contraerse más y más para ganar la densidad de una estrella enana blanca y, sólo podrá evitar su propio colapso por la presión de degeneración de los electrones. La densidad que alcanzará la enana blancaserás de 5×108 Kg/m3.
Desde la secuencia que el gráfico nos enseña, finalmente, el Sol puede quedar como la imagen de arriba, es decir, una Nebulosa planetaria qwue podría ser como esta o diferente -las versiones son muy variadas-, en la que, en el centro, reluce una caliente enana blanca que emite una fuerte radiación ultravioleta que ioniza todo el gas circundante.
En su fase anterior, la de gigante roja, crece varias veces su tamaño original, y en el caso de nuestro Sol su órbita sobrepasará al planeta Mercurio, al planeta Venus y probablemente al planeta Tierra, que para entonces, por lo elevado de las temperaturas reinantes, habrá visto evaporarse el agua de los ríos y océanos hasta dejarlo seco y yermo, sin posibilidad de vida.
Para cuando todo eso ocurra, ¿quién estará aquí?; faltan varios miles de años y, si la Humanidad no se ha destruido a sí misma, espero que para entonces tenga preparado todos los medios necesarios para instalarse en otros mundos, preferiblemente fuera de nuestro Sistema Solar, ya que los planetas vecinos, una vez desaparecido el Sol, no creo que reúnan las condiciones idóneas para acoger la vida, y las lunas de esos planetas tampoco parecer suficientemente acogedoras: Io, el tercer satélite más grande de Júpiter, sólo tiene un diámetro de 3.630 Km y es una caldera volcánica donde la radiante lava fluye de sus muchos volcanes. Toda la superficie de Io tiene un color amarillento debido a los depósitos de azufre u óxido de azufre. Existen extensas llanuras y regiones montañosas en Io, aunque no cráteres de impacto, indicando que su superficie es muy joven geológicamente.
La densidad de Io, 3’57 g/cm3, sugiere que tiene un núcleo de hierro-azufre de unos 1.500 Km de radio y un manto de silicatos. Las actividades volcánicas de Io son el resultado del calor liberado por las fuerzas de marea, que distorsionan el satélite a medida que se acerca o se aleja de Júpiter en su órbita.
Europa, el cuarto satélite más grande de Júpiter y el segundo de los cuatro satélites galileanos en distancia al planeta, conocido también como Júpiter II, tiene un diámetro de 3.138 Km, ligeramente menor que nuestra Luna. La densidad de Europa es de 2’97 g/cm3 indicando que está compuesta fundamentalmente por rocas de silicio, mezcladas con, al menos, un 5% de agua.
La superficie es brillante y helada con un albedo de 0’64, dominada por redes de fracturas oscuras y lineales, algunas de más de 1.000 Km de longitud. Se han identificado en Europa al menos una docena de cráteres de impacto.
Ganímedes, el satélite más grande de Júpiter y el mayor del Sistema Solar, con un diámetro de 5.262 Km, conocido como Júpiter III y es el más brillante de los satélites galileanos. La densidad de este satélite es de 1’94 g/cm3 y posee una superficie helada llena de contrastes con regiones de alto y bajo albedo, cubiertos por complejos sistemas de surcos, indicando la existencia de varias fases de actividad en la corteza en el pasado. Algunos de los cráteres de impacto más grandes sobre la superficie se han convertido en palimpsestos debido al lento flujo del hielo, como en un glaciar.
Titán, el satélite más grande de Saturno y el segundo más grande del Sistema Solar, con un diámetro de 5.150 Km; también conocido como Saturno VI. Fue descubierto en 1.655 por C. Huygens. La composición más probable de Titán es rocas e hielo en partes iguales aproximadamente. Es el único satélite del Sistema Solar que tiene una atmósfera sustancial. La atmósfera está compuesta principalmente por nitrógeno, con un 2/10% de metano, un 0’2% de hidrógeno (porcentajes moleculares) y trazas de etano, propano, etino, cianuro de hidrógeno y monóxido de carbono. Su temperatura es de -180 ºC y pueden existir lloviznas de metano en la superficie y posiblemente nieve de metano. A unos 200 Km de altura abundan espesas nubes anaranjadas de hidrocarburos y existen además capas de neblina atmosférica hasta los 500 Km.
Las sondas Voyager revelaron un casquete polar norte en las nubes de Titán, con un collar ligeramente más oscuro a su alrededor. Además, el hemisferio norte era marcadamente más oscuro que el sur. Ambos son probablemente efectos estacionales.
Otras muchas lunas acompañan a nuestros planetas vecinos: Phobos y Deimos en Marte; Callisto, Amalthea, Leda, etc. en Júpiter; Pan, Atlas, Prometheus, Pandora, etc. en Saturno; Cordelia, Ophelia, Bianca, Ariel, etc. en Urano; Galatea, Larissa, Tritón, Nereid, etc. en Neptuno; Charon en Plutón… hasta formar un conjunto aproximado de más de 60 lunas.
Mercurio y Venus
De los planetas vecinos, Mercurio y Venus están descartados para la vida, y Marte con su delgada atmósfera compuesta (en volumen) por alrededor del 95% de dióxido de carbono, 2’7% de nitrógeno, 1’6% de argón, 0’1% de monóxido de carbono y pequeñas trazas variables de vapor de agua, con unas temperaturas superficiales de entre 0 y -125 ºC, siendo la media de -50 ºC.
Es relativamente frecuente la presencia de vapor de agua en nubes blancas o de dióxido de carbono en dichas nubes cerca de latitudes polares. Existen dos casquetes de hielo de agua permanentes en los polos, que nunca se funden y que en invierno aumentan de tamaño al convertirse en casquetes de dióxido de carbono congelado, hasta alcanzar los 60º de longitud.
Ocurren esporádicamente tormentas de polvo, pudiendo extenderse hasta cubrir la totalidad del planeta con una neblina amarilla, oscureciendo los accidentes superficiales más familiares. La superficie de Marte es de basalto volcánico con un alto contenido en hierro, que le da al planeta el color característico por el que se le denomina “el planeta rojo”. Existen muchas áreas de dunas de arena rodeando los casquetes polares que constituyen los mayores campos de dunas del Sistema Solar.
Olimpus Mont en Marte
El volcán que da lugar al Monte Olimpo, en Marte, es la mayor cumbre conocida en el Sistema Solar: tiene unos 27 km de altura, tres veces la altura del Everest (8,85 km) Sus dimensiones son tales que una persona que estuviese en la superficie marciana no sería capaz de ver la silueta del volcán, ni siquiera desde una distancia a la cual la curvatura del planeta empezara a ocultarla. El efecto por tanto sería el de estar contemplando una “pared”, o bien confundir la misma con la línea del horizonte. La única forma de ver la montaña adecuadamente es desde el espacio. Igualmente, si alguien se encontrara en la cima del volcán y mirase hacia abajo no podría ver el final, ya que la pendiente llegaría hasta el horizonte…
La actividad volcánica fue intensa en el pasado. Tharsis Montes es la mayor región volcánica, estando Olympus Monts situado en el noroeste, y la vasta estructura colapsada Alba Patera, en el norte. Juntas, estas áreas volcánicas constituyen casi el 10% de la superficie del planeta. No hay volcanes activos en Marte, aunque en el pasado produjeron llanuras de lava que se extendieron cientos de kilómetros.
Muchos de los cráteres de impacto más recientes, como cráteres de terraplén, tienen grandes pendientes en los bordes de sus mantas de proyecciones, sugiriendo que la superficie estaba húmeda o llena de barro cuando se produjo el impacto.
Aunque -según parece- no existe en la actualidad agua líquida en la superficie de Marte, hay indicios muy firmes de que en el suelo si como lo han podido compribar varias de las sonsas allí enviadas como, por ejemplo, La Mars Phoenix. Las huellas halladas en el terreno de Marte, nos habla de que allí antiguamente el planeta tuvo ríos y lagos cuando existía una atmósfera más densa, caliente y húmeda. Uno de los canales secos es Ma’adim Vallis, de unos 200 Km de longitud y varios kilómetros de ancho. También se han hallado huelvas mareales de antiguos mares y océanos.
Muchos son los lugares del planeta Marte en los que están presentes las huellas del agua corriente y cantarina que en otros tiempos, alegró el sonido del planeta. Internamente, Marte probablemente tiene una litosfera de cientos de kilómetros de espesor, una astenosfera rocosa y un núcleo metálico de aproximadamente la mitad del diámetro del planeta.
Marte no posee un campo magnético importante; su diámetro ecuatorial es de 6.794 Km, su velocidad de escape de 5,02 Km/s y su densidad media de 3’94 g/cm3. Dista del Sol 1’524 UA.
Tanto las lunas antes mencionadas como el planeta Marte son objetos de interesantes estudios que nos facilitarán importantes conocimientos de los objetos que pueblan el espacio exterior y de cómo serán muchos de los planetas y lunas que nos encontraremos más allá de nuestro Sistema Solar.
Pero todo de queda ahí, en una interesante experiencia que tenemos que confirmar
Sin embargo, como lugares para vivir e instalarse no parecen, por sus condiciones físicas-ambientales, los más idóneos. Si acaso, en algunos de estos objetos celestes se podrán instalar bases intermedias para el despegue hacia otros mundos más lejanos, para aprovechar sus recursos de materiales minerales, hidrocarburos, etc. que poseen en abundancia pero, desgraciadamente, no son lugares aptos para instalar a la Humanidad que necesitaría crear, artificialmente, costosas instalaciones que simularan las condiciones terrestres, y tal empresa ni económica, ni tecnológicamente es tarea fácil.
Así las cosas, el único camino posible para el futuro de la Humanidad será avanzar en la exploración del espacio exterior, construir naves espaciales mejor dotadas en todos los sentidos, sobre todo: aislante de radiaciones nocivas y peligrosas para la salud de los tripulantes, dispositivo antiflotabilidad que imite la gravedad terrestre, espacios hidropónicos que produzcan cosechas continuas de verduras y tubérculos, plantas de reciclaje que depuren de manera continuada el agua de toda la nave, motones lumínicos de fotones, antimateria, etc. que de alguna manera imite la velocidad relativista, laboratorios con instalaciones tecnológicas de última generación con potentes y sofisticados ordenadores que avancen y mejoren continuamente sobre el conocimiento científico de la física, la química y la biología, y, en fin y sobre todo, una conciencia colectiva de todos los gobiernos del mundo para comprender que su principal cometido es mirar y tratar de conseguir el mayor bienestar y la seguridad de todos los ciudadanos y, de entre otras cuestiones, una importante es la de destinar una parte importante de los recursos para investigar, explorar y preparar el futuro de las generaciones futuras.
No podemos descansar.
emilio silvera
Jul
8
¡Cómo somos! Nuestra Imaginación…sin límites
por Emilio Silvera ~ Clasificado en ¡Imaginación! ~ Comments (0)
Llegará un tiempo en los últimos años en que el Océano aflojará los lazos en los que hemos estado atados, en que se revelará una tierra inmensa…y Tule ya no será el más remoto de los paises. Así se expresaba Séneca y quería significar que los lazos que nos atan a nuestro planeta serán rotos algún día, cuando en posesión del conocimiento necesario, podamos volar hacia las lejanas estrellas, a otros mundos, otras “Tierras”, otras gentes y, el concepto de lo remoto, no tendrá sentido entonces, ya que, todo será lo mismo y el aquí y allí, formarán parte de un todo simplemente más grande y sin limitaciones.
El nuevo despertar de la indagación inteligente de la Naturaleza del espacio cosmológico que asociamos con el Renacimiento tuvo sus raíces en una época de exploraciones terrestres que se inició aproximadamente en el tiempo de las aventuras de Marco Polo en China, en el siglo XIII, y culminó doscientos años más tarde con el (re) descubrimiento de América por Cristobal Colón. La Astronomía y la exploración de la Tierra, por supuesto, estaban relacionadas desde hacía tiempo. Durante milenios los navegantes se habían guiado por las estrellas utilizando sus entonces rísticos instrumentos.
Así lo prueba la costumbre china de llamar “balsas estelares” a sus juncos de mar abierto y la leyenda de que Jasón el argonauta fue el primer hombre que recurrió a las constelaciones para memorizar el cielo nocturno. Cuando Magallanes cruzó el Pacífico, su flota siguió una estrella artificial que consistía en una antorcha encendida colocada en la popa de su barco, y navegó por aguas que habían atravesado miles de años antes los colonizadores de Micronesia, Australia y Nueva Guinea, aventureros tripulantes de canoas que llevaban sus mapas estelares en su cabeza. Virgilio puso de relieve la importancia de observar las estrellas en su relato de la fundación de Roma por Eneas
Y todavía la noche, impulsada por las horas,
No había llegado a la mitad de su curso: de su lecho
Se levanta Palinuro, siempre vigilante,
Examina todos los vientos y capta en su oido
Las brisas; en los cielos silenciosos
Observa las estrellas que los atraviesan,
Arturo, y las lluviosas Híades.
Y las Osas gemelas y Orion cubierta de oro.
Y cuando todo lo que ve está en calma en el cielo despejado,
Da desde la popa la clara señal.
Levantamos el campo, reiniciamos nuestro camino
Ydesplegamos nuestrasa velas.
Y ya el Alba el cielo
Enrojecía mientras huían las estrellas,
Cuando a lo lejos contmplamos las sombreadas colinas
Y abajo Italia. “¡Italia!”
Los exploradores terrestres y los indios también se guiaban por las estrellas, cuando perdidos en el bosque, se reconfortaban mirando el cielo cuyas manos eran la gan endidura que divide la región del Cisne y Sagittario, y a los esclavos que huían hacia el norte a través de los pinos achaparrados de Georgia y el Mississippi se les aconsejaba seguir la calabaza para beber, que se refería a la Osa Mayor. Tolomeo usó su considerable conocimiento de la geografía como apoyo de sus estudios en astronomía; su afirmación de que la Tierra sólo es un punto comparada con la esfera celeste se basaba en parte en el testimonio de viajeros que se aventuraron en dirigirse al sur, en África central, o al norte, hacia Tule, e informaron no haber visto ninguna prueba de que sus desplazamientos los hubiera acercado ni en un mínimo grado a las estrellas en esos parajes del cielo.
La latitud ha sido un parámetro el cual tomaban para guiarse a partir de la polaris y junto con el uso del instrumento llamado sextante. Por la noche, la única guía para los marineros la constituía la esfera del firmamento estrellado. Para el observador terrestre, los astros parecen estar situados sobre la superficie de una gran esfera.
Esta “ esfera” era lo que los antiguos navegantes creían una superficie esférica imaginaria sobre la cual situaban los astros. Esta creencia que sostenian los antiguos marineros reforzaba la idea de que nosotros eramos en centro del universo por miles de años. Las estrellas mas importantes en esta bodeda celeste y que ocupaban para guiarse eran la estrella polar, la cruz del sur, kochab y la canope. tuvieron que aprovechar las constelaciones como las únicas acompañantes nocturnas.
Así, aunque el principal motivo de aquella oleada de exploraciones europeas era económico -aquellos aventureros esperaban obtener grandes fortunas y conquistar grandes tesoros- y se lanzaban al océano esperando poder orientarse, navegando por la ruta oceánica hacia el Este guiado por las estrellas -no es sorprendente enterarse de que uno de sus instigadores fue un astrónomo. Era un florentino llamado Paolo Pozzo Toscanelli, quien subrayaba que en el Este se encontraría conocimiento tanto como riqueza-. En Asia, Toscanelli le escribió tentadoramente a Colón:
En su carta, Toscanelli le decía a Colón: “…es digna de ser buscada por los latinos, no sólo porque permitiría adquirir una enorme riqueza en forma de oro, plata, gemas preciosas de toda clase y especias que nunca llegan a nosotros, sino también por los hombres eruditos, los sabios filósofos y astrólogos mediante cuyo genio y artes son gobernados esos poderosos y magnificos paises”
Buena parte del atractivo novelesco que coloreaban la imagen Occidental del Este provenían del extraordinario libro de Marco Polo que relataban sus igualmente extraordinarios viajes en China. Marco venía de Venecia, que no era ningún lugar atrasado, pero nada lo había preparado para algo como Hangzhou, que visitó en 1276 y de cuyo impacto nunca se recuperó totalmente. “La m´ças grande ciudad del mundo” -la llamó- donde pueden encontrarse tantos placeres que uno cree estar en el Paraiso”.
Hangzhou estaba a orillas de un lago y en medio de montañas difusas y brumosas, cuya pintira fiel por pintores paisajistas Sung aún sorprende a los ojos occidentales como algo casi demasiado bello para ser verdadero, Marco Polo informaba.
“En medio del lago hay dos islas, en cada una de las cuales se eleva un palacio con un número increíble de grandes habitaciones y pabellones separados. Y cuando alguien desea celebrar una fiesta matrimonial o dar un gran banquete, solía hacerlo en uno de esos pabellones. Y allí se encontraba todo lo necesario para ello gracias a la contribución de todos los ciudadanos que habían contribuído en la medida de sus posibilidades para que, cuando alguien lo necesitara, los pudiera utilizar en esos bellos palacios.”
El espíritu de ese nuevo epicentro aventurero era Segres, una punta terrestre del extremo suroccidental de Europa que penetra en el Océano como un Cabo Cañaveral del Renacimiento. Alli, en 1419, el Principe Enrique el Navegante creo una especie de puerto espacial. En la Biblioteca de Segres se contenía una edición de Marco Polo (traducida por su vagabundo hermano Pedro) y una serie de otros libros que estimulñaron la creencia de muchos de aquellos navegantes aventureros que llegaron a abrior una rura hacia el Este circunnavegando África y abriendo una nueva ruta marina.
Herodoto, Euxodo, Cízico, Estrabón…todos nos hablaron de aquellos viajeros que llegaron más allá de las Columnas de Hércules, en la lejana Tule, esa región en la que Platón sitúo a la Atlántida.
Pero eso es otra historia y, me tengo que preguntar cómo he podido llegar hasta aquí…¡Yo sólo quería hablar de Astronomía!
emilio silvera
Jul
8
Partículas, luz, Física… ¡Naturaleza!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física ~ Comments (0)
Decaimiento β– de un núcleo. Se ilustra cómo uno de los neutrones se convierte en un protón a la vez que emite un electrón (β–) y un antineutrino electrónico. La desintegración beta, emisión beta o decaimiento beta es un proceso mediante el cual un nucleido o núclido inestable emite una partícula beta (un electrón o positrón) para compensar la relación de neutrones y protones del núcleo atómico.
Los físicos se vieron durante mucho tiempo turbados por el hecho de que a menudo, la partícula beta emitida en una desintegración del núcleo no alberga energía suficiente para compensar la masa perdida por el núcleo. En realidad, los electrones no eran igualmente deficitarios. Emergían con un amplio espectro de energías, y el máximo (conseguido por muy pocos electrones), era casi correcto, pero todos los demás no llegaban a alcanzarlo en mayor o menor grado. Las partículas alfa emitidas por un nucleido particular poseían iguales energías en cantidades inesperadas. En ese caso, ¿qué era errónea en la emisión de partículas beta? ¿Qué había sucedido con la energía perdida?
En 1922, Lise Maitner se hizo por primera vez esta pregunta, y, hacia 1930, Niels Bohr estaba dispuesto a abandonar el gran principio de conservación de la energía, al menos en lo concerniente a partículas subatómicas. En 1931, Wolfgang Pauli sugirió una solución para el enigma de la energía desaparecida.
Tal solución era muy simple: junto con la partícula beta del núcleo se desprendía otra, que se llevaba la energía desaparecida. Esa misteriosa segunda partícula tenía propiedades bastante extrañas. No poseía carga ni masa. Lo único que llevaba mientras se movía a la velocidad de la luz era cierta cantidad de energía. A decir verdad, aquello parecía un cuerpo ficticio creado exclusivamente para equilibrar el contraste de energías.
Sin embargo, tan pronto como se propuso la posibilidad de su existencia, los físicos creyeron en ella ciegamente. Y esta certeza se incrementó al descubrirse el neutrón y al saberse que se desintegraba en un protón y se liberaba un electrón, que, como en la decadencia beta, portaba insuficientes cantidades de energía. Enrico Fermi dio a esta partícula putativa el nombre de “neutrino”, palabra italiana que significa “pequeño neutro”.
El neutrón es una partícula sin carga presente en el núcleo de los átomos, descubierta por el físico James Chadwick, hace 80 años. Lo cierto es que el neutrón dio a los físicos otra prueba palpable de la existencia del neutrino. Como ya he comentado en otra página de este trabajo, casi todas las partículas describen un movimiento rotatorio. Esta rotación se expresa, más o menos, en múltiples de una mitad según la dirección del giro. Ahora bien, el protón, el neutrón y el electrón tienen rotación de una mitad. Por tanto, si el neutrón con rotación de una mitad origina un protón y un electrón, cada uno con rotación de una mitad, ¿qué sucede con la ley sobre conservación del momento angular? Aquí hay algún error. El protón y el electrón totalizan una mitad con sus rotaciones (si ambas rotaciones siguen la misma dirección) o cero (si sus rotaciones son opuestas); pero sus rotaciones no pueden sumar jamás una mitad. Sin embargo, por otra parte, el neutrino viene a solventar la cuestión.
Supongamos que la rotación del neutrón sea +½. Y admitamos también que la rotación del protón sea +½ y la del electrón -½, para dar un resultado neto de cero. Demos ahora al neutrino una rotación de +½, y la balanza quedará equilibrada.
+½(n) = +½(p) – ½(e) + ½ (neutrino)
Esas partículas (al igual que el protón, el neutrón y el electrón), que poseen espines que pueden medirse en números mitad, se consideran según un sistema de reglas elaboradas independientemente, en 1.926, por Fermi y Dirac; por ello, se las llama y conoce como estadísticas Fermi-dirac. Las partículas que obedecen a las mismas se denominan fermiones, por lo cual el protón, el electrón y el neutrón son todos fermiones.
Pero aun queda algo por equilibrar. Una sola partícula (el neutrón) ha formado dos partículas (el protón y el electrón), y, si incluimos el neutrino, tres partículas. Parece más razonable suponer que el neutrón se convierte en dos partículas y una antipartícula. En otras palabras: lo que realmente necesitamos equilibrar no es un neutrino, sino un antineutrino.
El propio neutrino surgiría de la conversación de un protón en un neutrón. Así, pues, los productos serían un neutrón (partícula), un positrón (antipartícula) y un neutrino (partícula). Esto también equilibra la balanza.
En otras palabras, la existencia de neutrinos y antineutrinos debería salvar no una, sino tres, importantes leyes de conservación: la conservación de la energía, la de conservación del espín y la de conservación de partícula/antipartícula.
Es importante conservar esas leyes puesto que parece estar presentes en toda clase de reacciones nucleares que no impliquen electrones o positrones, y sería muy útil si también se hallasen presentes en reacciones que incluyesen esas partículas.
Las más importantes conversiones protón–neutrón son las relaciones con las reacciones nucleares que se desarrollan en el Sol y en los astros. Por consiguiente, las estrellas emiten radiaciones rápidas de neutrinos, y se calcula que tal vez pierdan a causa de esto el 6 u 8 % de su energía. Pero eso, sería meternos en otra historia y, por mi parte, con la anterior explicación solo trataba de dar una muestra del ingenio del hombre que, como habréis visto, no es poco.
Desde que puedo recordar, he sido un amante de la Física. Me asombran cuestiones como la luz, su naturaleza de un conglomerado de colores, ondas y partículas, su velocidad que nos marca el límite del máximo que podemos correr en nuestro Universo, y en fin, muchos otros misterios que encierra esa cosa tan cotidiana que nos rodea y lo inunda todo haciendo posible que podamos ver por donde vamos, que las plantas vivan y emitan oxígeno o que nos calentemos. Realmente, sin luz, nuestra vida no sería posible.
La luz que, con sus contrastes nos hacen disfrutar de las maravillas de nuestro mundo
Entonces, ¿qué es realmente la luz? Bueno, en realidad, es una forma de radiación electromagnética a la que el ojo humano es sensible y sobre la cual depende nuestra consciencia visual del universo y las maravillas que contiene, Podríamos decir que sin la luz, no es que no pudiéramos ver los objetos que el universo nos muestra, es mucho más que eso, sin luz, posiblemente nosotros no podr´ñiamos estar aquí, ya que, el último término, ¿qué somos nosotros mismos? Creo que somos luz concentrada y hecha materia evolucionada que ha podido alcanzar el poder de emitir ideas y pensamientos.
Muchos (casi todos) opinan que es algo inmaterial. Los objetos materiales, grandes o muy pequeños como las galaxias o los electrones, son materia. La luz, sin embargo, se cree que es inmaterial, dos rayos de luz se cruzan sin afectarse el uno al otro. ¡Qué gran equivocación! La luz es mucho más y, el día que sepamos su verdadera naturaleza…
Hemos tenido que crear la luz artificial para poder desarrollar todo tipo de actividades
Está claro que, los estudiosos de la época antigua y medieval estaban por completo a oscuras acerca de la naturaleza de la luz. Especulaban sobre que consistía en partículas emitidas por objetos relucientes o tal vez por el mismo ojo. Establecieron el hecho de que la luz viajaba en línea recta, que se reflejaba en un espejo con un ángulo igual a aquel con el que el rayo choca con el espejo, y que un rayo de luz se inclina (se refracta) cuando pasa del aire al cristal, al agua o a cualquier otra sustancia transparente.
En épocas pasadas la única luz era la emitida por el Sol y no se conocía su naturaleza
Cuando la luz entra en un cristal, o en alguna sustancia transparente, de una forma oblicua (es decir, en un ángulo respecto de la vertical), siempre se refracta en una dirección que forma un ángulo menor respecto de la vertical. La exacta relación entre el ángulo original y el ángulo reflejado fue elaborada por primera vez en 1621 por el físico neerlandés Willerbrord Snell. No publicó sus hallazgos y el filósofo francés René Descartes descubrió la ley, independientemente, en 1637.
Los primeros experimentos importantes acerca de la naturaleza de la luz fueron llevados a cabo por Isaac Newton en 1666, al permitir que un rayo de luz entrase en una habitación oscura a través de una grieta e las persianas, cayendo oblicuamente sobre una cara de un prisma de cristal triangular. El rayo se refracta cuando entra en el cristal y se refracta aún más en la misma dirección cuando sale por una segunda cara del prisma. (Las dos refracciones en la misma dirección se originan por que los dos lados del prisma de se encuentran en ángulo en vez de en forma paralela, como sería el caso en una lámina ordinaria de cristal.)
Newton atrapó el rayo emergente sobre una pantalla blanca para ver el efecto de la refracción reforzada. Descubrió que, en vez de formar una mancha de luz blanca, el rayo se extendía en una gama de colores: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, y violeta, en este orden. Newton dedujo de ello que la luz blanca corriente era una mezcla de varias luces que excitaban por separado nuestros ojos para producir las diversas sensaciones de colores. La amplia banda de sus componentes se denominó spectrum (palabra latina que significa “espectro” fantasma), y, llegó a la conclusión de que la luz se componía de diminutas partículas (“corpúsculos”), que viajaban a enormes velocidades.
Le surgieron y se planteó algunas inquietudes y cuestiones. ¿Por qué se refractaban las partículas de luz verde más que los de luz amarilla? ¿Cómo se explicaba que dos rayos de luz se cruzaran sin perturbase mutuamente, es decir, sin que se produjeran colisiones entre partículas?
En 1678, el físico neerlandés christian Huyghens (un científico polifacético que había construido el primer reloj de péndulo y realizado importantes trabajos astronómicos) propuso una teoría opuesta: la de que la luz se componía de minúsculas ondas. Y si sus componentes fueran ondas, no sería difícil explicar los diversos difracciones de los diferentes tipos de luz a través de un medio refractante, siempre y cuando se aceptara que la luz se movía más despacio en ese medio refractante que en el aire. La cantidad de refracción variaría con la longitud de las ondas: cuanto más corta fuese tal longitud, tanto mayor sería la refracción. Ello significaba que la luz violeta (la más sensible a este fenómeno) debía de tener una longitud de onda mas corta que la luz azul, ésta, más corta que la verde, y así sucesivamente.
Lo que permitía al ojo distinguir los colores eran esas diferencias entre longitudes de onda. Y, como es natural, si la luz estaba integrada por ondas, dos rayos podrían cruzarse sin dificultad alguna. (Las ondas sonoras y las del agua se cruzan continuamente sin perder sus respectivas identidades.)
Pero la teoría de Huyqhens sobre las ondas tampoco fue muy satisfactoria. No explicaba por qué se movían en línea recta los rayos luminosos; ni por qué proyectaban sombras recortadas; ni aclaraba por qué las ondas luminosas no podían rodear los obstáculos, del mismo modo que pueden hacerlo las ondas sonoras y de agua. Por añadidura, se objetaba que si la luz consistía en ondas, ¿cómo podía viajar por el vacío, ya que cruzaba el espacio desde el Sol y las Estrellas? ¿Cuál era esa mecánica ondulatoria?
Como veréis, la luz desde siempre, ha venido planteando dilemas y que hemos podido ir desvelando y, algunos, están aún por descubrir.
emilio silvera