Ago
21
¿Estamos seguros? ¡De ninguna manera!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Catástrofes Naturales ~ Comments (1)
Este archivo es de dominio público porque fue creado por la NASA y, «el material de la NASA no está protegido con copyright a menos que se indique lo contrario». Lo que veis está situado a unos doscientos kilómetros de Port Augusta en Australia del Sur, dentro de la accidentada región interior y en el límite de la llanura de Nullarbor, hay un gran lago seco.
De forma aproximadamente circular, el lago Acraman tiene un diámetro de unos treinta kilómetros. Aunque se parece a otras muchas cuencas saladas en esa parte de Australia, el Lacraman no es un lecho lacustre ordinario. Hace unos seiscientos millones de años un meteoro gigante cayó del cielo y abrió un enorme agujero en lo que ahora es la península Eyre. El agujero original media al menos noventa kilómetros de diámetro y varios kilómetros de profundidad. El lago Acraman de hoy es todo lo que queda de aquella monstruosa cicatriz, un testigo mudo de un antiguo cataclismo de proporciones inimaginables.
La erosión del cráter no ha permitido a los científicos calcular su diámetro exacto aunque las cifras que se manejan hablan de entre 85 y 90 kilómetros. En cuanto a su antigüedad, el impacto se data hace 590 millones de años. Estamos tranquilos en nuestros quehaceres del día a día, o, en nuestras casas ocupados en los más variados menesteres: una lectura, una película, charlando mientras nos tomamos un café… Y, pocas veces pensamos que, estamos expuestos a situaciones que, como la de arriba, pudiera acabar con nuestras esperanzas de futuro.
Hubo un tiempo en que la superficie de la Tierra, en lenta y progresiva formación, fue ametrallada por una lluvia de meteoritos de todo tipo de tamaño, peso y composición. Muchos vestigios de aquella época turbulenta han desaparecido, pero podemos aún ver las huellas que dejaron en la superficie de nuestro planeta.
He aquí una muestra de algunos de los cráteres más grandes de la Tierra.
Cráter Barringer en Flagstaff
En la foto superior podemos ver un cráter que se ubica a poco mas de media hora de coche de la ciudad de Flagstaff en Arizona (Estados Unidos). Pueden verse unos pequeños puntitos sobre su borde izquierdo. Son personas. Así podemos tomar conciencia de la dimensión real de esta herida provocada hace 50.000 años. Se estima que el cuerpo que impactó sobre el terreno medía unos 100 metros de diámetro, pesaba unos 300.000 kilos de hierro y niquel.
Este enorme cráter irregular, de unos 3 kilómetros de diámetro es el Glosses Bluff, en Australia. Se calcula su edad en unos 140 millones de años y su presencia ha despertado sentimientos mágicos en los pueblos originarios de la zona. Hoy está protegido dentro de la Reserva Natural de Tnorala y es un sitio sagrado para el pueblo Arrernte.
Este enorme cráter irregular, de unos 3 kilómetros de diámetro es el Gosses Bluff, en Australia. Se calcula su edad en unos 140 millones de años y su presencia ha despertado sentimientos mágicos en los pueblos originarios de la zona. Hoy está protegido dentro de la Reserva Natural de Tnorala y es un sitio sagrado para el pueblo Arrernte.
El mayor impacto sobre la tierra que se tenga conocimiento, sucedió hace 2.000 millones de años a poco más de 100 kilómetros de la actual ciudad de Johannesburgo (Sudáfrica). Se le llama Vredefort y es tan grande que no puede abarcarse en una sola mirada: 300 kilómetros de diámetro. La ciudad que le da nombre está en su interior, así como bosques, un río y carreteras. Desde el año 2005 es Patrimonio Natural de la Humanidad.
Otros cráteres provocados por impactos de meteoritos son:
El Cráter Popigai en Siberia (Rusia) y el 4to. más grande del mundo, con un yacimiento de diamantes en su interior.
El Cráter Kebira En el Desierto de Sahara en Libia que originalmente era 25 veces más grande que el de Arizona, pero la erosión y la arena lo han desdibujado.
El Cráter Manicouagan al norte de Canadá, con más de 210 millones de años de edad.
El Cráter Chicxulub en la Península de Yucatán. Se supone que su impacto en la Tierra hace 65 millones de años, pudo haber auspiciado la desaparición de muchas especies, entre ellas los dinosaurios y otras muchas especies que dieron la posibilidad a los pequeños mamíferos para que resurgieran con fuerza.
Son muchos más los cráteres que jalonanla superficie terrestre y, menos mal que, todos se refieren a épocas muy lejanas. Hasta el momento, hemos tenido la gran suerte de que, alguno de esos episodios no se repitiera en épocas recientes. El daño físico causado por un gran impacto cósmico supera todo lo imaginable. El cuerpo incidente, típicamente de varios kilómetros de diámetro, podría pesar unos cien mil millones de toneladas. Viajando a una velocidad (más o menos) de veinte o treinta kilómetros por segundo, provoca una explosión equivalente a al menos cien millones de megatones TNT, muy superior a todas las armas nucleares del mundo juntas.
Cuando entra en la atmósfera, el objeto desplaza una enorme columna de aire, lo que crea una potente onda de choque que viaja alrededor de la Tierra. Al golpear el suelo, el bólido, junto con gran parte del material circundante, se evapora intantáneamente. Enormes cantidades de rocas son extraídas de la zona afectada y proyectadas con extrema violencia hacia el aire, incluso al espacio exterior tal es la velcidad que alcanzan, y, detrás, dejan un cráter gigantesco.
Los grandes fragmentos rocosos expulsados caen de nuevo atraídos por la fuerza de gravedad del planeta, y van a parar a centenares o miles de kilómetros, e inflaman la vegetación con su violenta incandescencia. El temblor producido por el impacto primario supera a los terremotos más violentos y produce aún más daño. Si el bólido cae en el mar, produce Tsunamis de muchos kilómetros de altura que devastan las riberas del océano e inundan inmensas franjas de tierra.
El polvo levantado por todo el horrible acontecimiento llega a cubrir a todo el planeta; la luz del Sol queda oculta al ser bloqueada durante meses y hasta años, y, algunas especies vivas, sobre todo las vegetales, por la falta de luz, languidecen y mueren, con lo cual, desaparece el sustento de otro montón de espcies que dependen de las plantas para vivir. La lluvia ácida es el siguiente acontecimiento que se deriva de todo esto y, ante estas perspectivas, muchas especies vivan no pueden evitar que les llegue la extinción.
Es nuestra casa, nuestro habitad, nuestro refugio y, como tal, la debemos tratar con el esmero que se le debe a quien nos ha proporcionado toda clase de elementos y materiales que nos son necesarios para vivir y, por ello, siempre estaremos con ella en deuda. Sin embargo, como hemos visto a lo largo de este pequeño reportaje, son otros muchos los factores que la amenazan a ella y, de paso, a nosotros. Son situaciones que no podemos controlar y que, en el paso, fueron frecuentes.
Nuestras mentes, máquinas perfectas que están preparadas para inducirnos en todo momento lo mejor para nosotros, nos tiene alejados de esta realidad que pende sobre nuestras cabezas, ya que, aunque estuviéramos pensando todo el tiempo en la posibilidad de que un meteoro gigante nos venía envima, poco podríamos hacer aparte de estar preocupados, o, algo más.
Llegados a este punto, me vienen a la memoria aquellas palabras enardecidas del poeta-filósofo romano Lucrecio que, llevaban la intención de convencernos de que no estamos sólos en el universo. Lucrecio argumentaba que si el universo estaba hecho de átomos idénticos y sujetos a leyes universales de la Naturaleza, entonces los mismos procesos que dieron lugar a la vida en la Tierra deberían también dar lugar a la vida en otros mundos. El argumento, que se remonta al atomista griego Epicuro, es convincente. Pero, algunos preguntan ¿Es correcto?
Naturalmente que Sí, es tan correcto como el hecho de que, también en esos otros mundos, pueden caer meteoros enormes que acabe con sus especies como, de hecho, sucedio aquí, en la Tierra.
emilio silvera
el 21 de agosto del 2014 a las 9:54
Estamos todo lo seguros que podemos estar, es decir… ¡Que no lo estamos! La Naturaleza nos hace creer que somos muy importantes, cuando en realidad, nos tiene confinados en un pequeño mundo insignificante en el contexto de la propia Galaxia y, si nos medimos al Universo entero… ¡Menos que una mota de polvo seremos! Sin embargo, el postín que algunos se dan no cabe en un campo de futbol, van por el mundo mirando por encima del hombro a los demás y, los pobres, no son conscientes de cuán ignorantes son. Claro que, lo hemos oído muchas veces, la ignorancia los hace felices, ojos que no ven… Corazón que no siente.
Más de 250 millones de años estuvieron por aquí aquellos monstruos, criaturas maravillosas que, al ser descubiertas por nosotros 65 millones de años más tarde entre los fósiles encontrados, fueron el asombro del mundo y esa verdad, desbocó la imaginación de muchos que, incluso se tomaron la licencia literaria de escribir algunas novelas en las que, haciendo una voltereta imaginativa, juntaban a los Dinosaurios con los humanos, cosa que nunca pasó, ya que, nosotros, llegamos más de 60 millones de años más tarde.
Aquel meteorito caído en la Península del Yucatán, en México, acabó con ellos (según todos los indicios) y, el dramático suceso, abrió una gran puerta donde antes sólo había un callejón sin salida. A partir de esa extinción, evolucionaron otros animales, entre ellos los mamíferos y, hace unos doscientos mil años, ya andaba por la superficie de la Tierra lo que podríamos considerar el hombre y la mujer verdaderos.
Incluso nuestro planeta, que en comparación con el entorno es algo no muy grande, es para nosotros inmenso, y, siendo nuestra casa, se producen en él fenómenos que no hemos llegado a comprender. Por ejemplo, la predicción del tiempo es más un acto de magia probabilística que de acieetos, toda vez que, la aleatoriedad y lo impredicible, siempre está presente y, cuando menos se espera… ¡Surge lo inesperado! La caída de un meteorito o un Terremoto, o… quién sabe qué.
Muestras tenemos de sobre en nuestro pequeño mundo para desconfiar de que todo transcurra siempre de manera apacible, la Historia está llena de sucesos que trajeron a nuestro planeta extinciones en masa y grandes transformaciones climáticas y glaciaciones. Podríamos decir que es, casi un lilagro que estemos aquí.
Sin embargo, ese es el ritmo del Universo, en él, todo es dinámico y está “vivo”, todo es cambiante y nada perdura, lo que llamamos Eterno es una simple quimera y, como la NADA, es simplemente una palabra, porque no existe lo infinito ni existe el vacío perfecto: Todo tiene su fin y siempre hay alguna cosa por pequeña que esta sea. La presencia de unas insignificantes partículas impiden la Nada.
Todo eso es así, no hemos llegado a saber lo que la Conciencia es, y, del cerebro, tenemos algunas nociones de como puede funcionar y de la compleja maraña de “cables” y neuronas que ahí, dentro de ese pequeño recinto, pueden configurar tan grandes ideas y pensamientos. Sin embargo, no conocemos, de manera científica, toda la grandeza que esa “maquina” natural contiene en sí misma y el alcance majestuoso a los que, los pensamientos que genera, puedean alcanzar.
Y, así somos, muy pequeños pero… ¡tan grandes!
¡Lástima que no podamos conocer nuestro destino! ¿Estará en nuestras manos?