May
17
Somos materia evolucionada hasta el nivel de la consciencia
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y... ¿nosotros? ~ Comments (0)
Una Galaxia es simplemente una pequeña del Universo, nuestro planeta es, una mínima fracción infinitesimal de esa Galaxia, y, nosotros mismos, podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes. Sin embargo, toda forma parte de lo mismo y, aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras. ¡Ah! Nada es pequeño ni grande, las dimensiones son relativas y dependen del contexto en el que las podamos medir.
Sí, en nuestro universo si algo cambia, muchas otras cosas serán distintas. La formación de una nueva estrella puede traer consigo un nuevo sistema planetario.
Pocas dudas pueden caber a estas alturas del hecho de que poder estar hablando de estas cuestiones, es un milagro en sí mismo. Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las conciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad que, podían ser capaces de construir una escena mental, con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.
La conciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras. mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.
Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos y, aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que, de , los avances son muy limitados. Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el Universo.
Si eso es así, resultará que después de todo, no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y solo se trata de tiempo. En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas. Para entonces, sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del Universo que presentimos.
El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso y que, este punto de vista, puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.
La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros de la ciencia. En la Física y en la Química se suele explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes. Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al menos en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica. Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo. Ambos niveles de descripción) el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente.)
En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría. Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se puede explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca. No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada. Lo que realmente queremos es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes. Intentamos meternos en el interior o, en la atinada ocurrencia del filósofo Tomas Negel, saber qué se siente al ser un murciélago. Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que nos hace ser como somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales. En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía.
Ninguna descripción, por prolija que sea, logrará nunca explicar cabalmente la experiencia subjetiva. Muchos filósofos han utilizado el ejemplo del color para explicar este punto. Ninguna explicación científica de los mecanismos neuronales de la discriminación del color, aunque sea enteramente satisfactorio, bastaría para comprender cómo se siente el proceso de percepción de un color. Ninguna descripción, ninguna teoría, científica o de otro , bastará nunca para que una persona daltónica consiga experimentar un color.
En un experimento mental filosófico, Mary, una neurocientífica del futuro daltónica, lo sabe todo acerca del sistema visual y el cerebro, y en particular, la fisiología de la discriminación del color. Sin embargo, cuando por fin logra recuperar la visión del color, todo aquel conocimiento se revela totalmente insuficiente comparado con la auténtica experiencia del color, comparado con la sensación de percibir el color. John Locke vio claramente problema hace mucho tiempo.
Pensemos por un momento que tenemos un amigo ciego al que contamos lo que estamos viendo un día soleado del mes de abril: El cielo despejado, limpio y celeste, el Sol allí arriba esplendoroso y cegador que nos envía su luz y su calor, los árboles y los arbustos llenos de flores de mil colores que son asediados por las abejas, el aroma y el rumor del río, cuyas aguas cantarinas no cesan de correr transparentes, los pajarillos de distintos plumajes que lanzan alegres trinos en sus por el ramaje que se mece movido por una brisa suave, todo esto lo contamos a nuestro amigo ciego que, si de pronto pudiera ver, comprobaría que la experiencia directa de sus sentidos ante tales maravillas, nada tiene que ver con la pobreza de aquello que le contamos, por muy hermosas palabras que para hacer la descripción empleáramos.
La mente humana es tan compleja que, no todos ante la misma cosa, vemos lo mismo. Nos enseñan figuras y dibujos y nos piden que digamos (sin pensarlo) la primera cosa que nos sugiere. De diez personas solo coinciden tres, los otro siete divergen en la apreciación de lo que el dibujo o la figura les sugiere.
Esto nos viene a demostrar la individualidad de pensamiento, el libre albedrío para decidir. Sin embargo, la misma prueba, realizada en grupos de conocimientos científicos similares y específicos: Físicos, matemáticos, químicos, etc., hace que el de coincidencias sea más elevada, más personas ven la misma respuesta al problema planteado. Esto nos sugiere que, la mente está en un estado virgen que cuenta con todos los elementos necesarios para dar respuestas pero que necesita experiencias y aprendizaje para desarrollarse.
¿Debemos concluir entonces que una explicación científica satisfactoria de la conciencia queda siempre fuera de nuestro alcance?
¿O es de alguna manera posible, romper esa barrera, tanto teórica como experimental, para resolver las paradojas de la conciencia?
La respuesta a estas y otras preguntas, en mi opinión, radica en reconocer nuestras limitaciones actuales en campo del conocimiento complejo de la mente, y, como en la Física cuántica, existe un principio de incertidumbre que, al menos de momento (y creo que en muchos cientos de años), nos impide saberlo todo sobre los mecanismos de la conciencia y, aunque podremos ir contestando a preguntas parciales, alcanzar la plenitud del conocimiento total de la mente no será nada sencillo, entre otras razones está el serio inconveniente que suponemos nosotros mismos, ya que, con nuestro que podemos, en cualquier momento, provocar la propia destrucción.
Una cosa si está clara: ninguna explicación científica de la mente podrá nunca sustituir al fenómeno real de lo que la propia mente pueda sentir. ¿Cómo se podría comparar la descripción de un gran amor con sentirlo, vivirlo física y sensorialmente hablando?
Hay cosas que no pueden ser sustituidas, por mucho que los analistas y especialistas de publicidad y marketing se empeñen, lo auténtico siempre será único. Si acaso, el que más se aproximar, a esa verdad, es el poeta.
emilio silvera
May
17
¿Vivir en otro mundo?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Noticia comentada ~ Comments (0)
Buscamos un Planeta donde poder refugiarnos.
El telescopio espacial Kepler ha descubierto 21 astros fuera del Sistema Solar de tamaño y condiciones similares a la Tierra
La casualidad ha querido que coincidieran dos noticias que invitan a pensar en el futuro. Mientras la NASA daba cuenta ayer de la existencia confirmada de 1.284 nuevos planetas de tamaño, posición y condiciones idóneas para albergar vida fuera del Sistema Solar, un estudio científico certificaba la desaparición de cinco islas del Océano Pacífico y la pérdida de más del 20% de la superficie de otras seis a causa de la erosión y el aumento del nivel del mar. ¿Podrá algún día llegar a establecerse una relación entre ambas? No lo sabemos. La ciencia ficción explota desde hace tiempo el filón de una Tierra catastróficamente destruida y el éxodo forzoso de la humanidad en busca de condiciones de supervivencia en el espacio. De momento, lo que tenemos son datos inquietantes respecto del cambio climático, y datos poco esperanzadores sobre la posibilidad de encontrar una alternativa habitable fuera del Sistema Solar.
El nivel del mar ha subido 15 centímetros entre 1994 y 2014 en el archipiélago de las Islas Salomón, lo que ha obligado a reasentar por primera vez pequeños núcleos habitados. El problema no es solo que suba el nivel del agua, sino que el cambio climático está produciendo una intensificación de los vientos que erosionan las frágiles superficies de esas islas. El panel de Naciones Unidas sobre cambio climático prevé que el calentamiento continúe elevando el nivel de las aguas. Todos los grandes fenómenos comienzan con un pequeño movimiento. Y pueden tener una evolución muy rápida. La búsqueda de vida fuera de la Tierra se mueve, en cambio, en otra escala. Cualquier posibilidad está a una distancia de años luz. Y cualquier cambio favorable en un planeta próximo, como Marte, requeriría miles de años.
Los científicos de la Nasa han querido hacer inventario de los exoplanetas descubiertos por el telescopio espacial Kepler antes de que llegue al término de su vida activa. Desde su lanzamiento en 2009 ha estado buscando planetas que, por su composición, tamaño y posición pudieran tener condiciones de vida parecidas a las de la Tierra. Solo en la zona observada de la Vía Láctea ha encontrado 1.284 nuevos astros. De ellos, 550 son rocosos y nueve tienen un tamaño y una posición orbital parecidos a la Tierra. Con esta nueva remesa, son 21 los que podrían tener agua. Eso significa que si pudiéramos explorar otras galaxias del universo, podríamos encontrar millones de planetas muy parecidos al nuestro.
¿Y? Pues es muy interesante pero, de momento, poco podemos esperar de tales hallazgos, pues el más cercano se encuentra a 11 años luz. Es muy estimulante que en octubre pasado pudiéramos observar por primera vez la muerte de un planeta por extinción de su estrella, y que poco después lográramos ver cómo se formaba otro en otra estrella naciente. Pero la escala a la que ocurren estos fenómenos solo puede llevarnos a una conclusión: hay que seguir buscando planetas susceptibles de albergar vida, por supuesto, pero mientras tanto, más vale que cuidemos aquel del que ya estamos seguros de que puede seguir albergándola durante millones de años. El nuestro.
May
17
Europa clava su bandera en ‘Marte’
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Noticia comentada ~ Comments (0)
Un astronauta ha clavado la bandera europea en un paraje rojizo y ocre que parece Marte, pero es tan terrícola que aquí es donde nació el fútbol en España. Es la comarca de Riotinto (Huelva), un lugar preñado de metales que en 1873 fue vendido a los ingleses por el Gobierno español. Los mineros británicos sacaron el cobre y el hierro y, en sus ratos libres, crearon el Río Tinto Foot-Ball Club para practicar el deporte que se acababa de inventar en su país. Sus lesionados disfrutaron de las mejores tecnologías médicas llevadas desde Londres a Huelva. Hasta el neurocientífico Santiago Ramón y Cajal, único premio Nobel español, acudió en 1906 al hospital de la región para ver con sus propios ojos la primera máquina de rayos X de España.
Hoy, la comarca de Riotinto, bañada por el río Tinto, ha vuelto a ser pionera. Hasta el 30 de abril acoge el proyecto europeo Moonwalk, la simulación de una aventura tripulada al planeta rojo. “Estamos convencidos de que esta misión sería capaz de encontrar rastros de vida en Marte, si los hay”, afirma Víctor Parro, coordinador de la campaña en el Centro de Astrobiología, asociado a la NASA y con sede en Torrejón de Ardoz (Madrid).
Cuentan los veteranos de la investigación en Riotinto, como el microbiólogo Ricardo Amils, que cuando el director de la NASA visitó por primera vez la antigua mina onubense, en 1999, echó la bronca a sus propios científicos por no haberse interesado antes por un análogo terrestre de Marte tan sobrecogedor. Riotinto es lo más parecido al planeta rojo que hay en la Tierra. Su suelo está protagonizado por compuestos de hierro, como la jarosita y los hematites, minerales que también se han hallado en Marte. Y, en el laboratorio, las bacterias de la comarca minera, que sacan su energía del hierro, han demostrado que podrían sobrevivir en las implacables condiciones marcianas, siempre que una capa milimétrica de suelo las protegiera de la radiación ultravioleta y las altas temperaturas.
La simulación de la misión es muy realista. Los asistentes, de siete organizaciones científicas europeas, sienten que están en la superficie de Marte hasta que un rebaño de cabras entra por sorpresa en el paraje. Entre los investigadores hay carcajadas y optimismo. “El tiempo de la exploración robótica de Marte ha llegado a su fin. El robot Curiosity [que recorre el planeta desde 2012] es de lo mejor que se puede enviar. Ahora, si queremos ser más inteligentes, hay que mandar astronautas, acompañados por amigos robots que mejoren sus capacidades”, afirma el ingeniero aeronáutico Javier Gómez Elvira, antiguo director del Centro de Astrobiología.
Uno de los principales objetivos de la misión es poner a prueba, por primera vez, la comunicación por gestos entre un astronauta y un robot, el pequeño rover de exploración YEMO, dotado con aspas en lugar de ruedas para poder trepar por las rampas marcianas. Avanzando en pareja y compenetrados por Riotinto, humano y máquina parecen Tintín y su perro Milú en la Luna.
Cuando el director de la NASA visitó por primera vez la antigua mina onubense, en 1999, echó la bronca a sus propios científicos por no haberse interesado antes por un análogo terrestre de Marte tan sobrecogedor
La operación también ensaya dos instrumentos científicos desarrollados en el Centro de Astrobiología, destinados a encontrar rastros de vida en Marte. El Espectrómetro Láser Raman analiza pigmentos y minerales, mientras que el SOLID hace honor a sus siglas en inglés (Signs Of Life Detector, detector de indicios de vida) y es capaz de captar moléculas generadas por microbios.
El ingeniero electrónico Diego Urbina, de nacionalidades colombiana e italiana, es uno de los astronautas del proyecto Moonwalk. Al igual que el coordinador de la simulación, está convencido de que la bandera europea ondeará algún día sobre la superficie marciana, posiblemente acompañada de la de EE UU. Hace cinco años, Urbina, de la Agencia Espacial Europea, estuvo aislado del exterior 520 días en Moscú con otros cinco astronautas en un simulacro de un viaje a Marte. Todavía da un paso al frente para ir al planeta rojo, una misión que EE UU anuncia para el año 2037. Los responsables del proyecto Moonwalk han lanzado un concurso para que niños de todo el mundo propongan las primeras palabras del primer humano que pise Marte. Y ha ganado esta frase en inglés: “Today Mars, tomorrow the stars” (Hoy, Marte; mañana, las estrellas).