Jul
11
Curiosidades
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Curiosidades ~ Comments (0)
Catorce cosas que no sabías del Museo Británico de Londres
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- REPORTJE: MERITXELL-ANFITRITE ÁLVAREZ
Además de albergar dos millones de años de historia, el museo de antigüedades más famoso del Reino Unido (y del mundo) guarda cantidad de secretos. No desvelamos los enigmas de Tutankamón, pero sí unas cuantas curiosidades
1. Más antiguo que Estados Unidos
Declaración de Independencia antes de aprobar la
Constitución de EE. UU. en 1.787
El Museo Británico se fundó en 1753 -cuando un naturalista británico donó su colección privada al rey- y abrió sus puertas tres años después. Es decir, antes de que se inventara la máquina de vapor, de que naciera Napoleón y de la Declaración de Independencia de EEUU. Antes, incluso, de que el Conde de Sándwich se comiera el primer emparedado de la historia de Inglaterra. Desde el principio, la entrada fue (y sigue siendo) gratuita, aunque restringida a todas aquellas “personas estudiosas y curiosas”, que acreditaran su buena compostura y educación solicitando un ticket de admisión. Así, hasta que este sistema se abolió en 1810, el acceso estuvo limitado a intelectuales bien posicionados.
2. La atracción británica más famosa
Samson and Delilah
El Museo Británico tiene más visitas que la National Gallery y la Tate Modern Y muchísimas más que el Palacio de Buckingham -donde se barajó ubicar el museo, por cierto-. De los 5.000 visitantes anuales que se recibían en el siglo XVIII se ha pasado a 6,5 millones. Incremento favorecido, entre causas sociodemográficas varias, por la ampliación horaria: si antes solo abrían tres días a la semana, y en agosto y septiembre cerraba, hoy abren de lunes a domingo, de las 10 a las 17.30 horas (los viernes, hasta las 20.30).
3. De los primeros con luz eléctrica
Tener abierto hasta estas horas hubiera sido impensable en el siglo XIX, porque el museo se alumbraba solo con luz natural; a la que oscurecía o se les echaba la niebla encima, desalojaban las galerías. No utilizaban velas ni lámparas de aceite ni de gas. ¡menuda desgracia si el papiro de Hunefer se llegara a incendiar! En 1879 llegó la electricidad, primero de forma experimental, con unos arcos voltaicos instalados en la Reading Room y en el hall. No es que fueran mucho de fiar, pero deslumbraron a los usuarios de la biblioteca, que pudieron leer hasta las 19.00 sin problemas.
4. ‘Celebrities’ y guerra de sexos
Arthur Conan Doyle
Lectores habituales fueron Lenin, Marx, Oscar Wilde, Arthur Conan Doyle, Bram Stoker, Kipling, Gandhi, Mark Twain, Orwell… Lectoras hubo menos (George Eliot, Eleanora Marx, Virginia Woolf, Isadora Duncan…), pero porque únicamente tenían dos filas de mesas reservadas para ellas: la A y la T, donde cabían unas 16 mujeres (el aforo era de 168 personas en total). Mezclarlas con los hombres hubiera sido una promiscuidad. Los gentleman se quejaban: no había quién se concentrara, las ladies estaban siempre de cháchara, leían novelas y dibujaban, comían fresas a escondidas y hacían ruido con el raso de sus vestidos. Las damas contraatacaban: ellos eran unos cascarrabias, a menudo se quedaban dormidos y roncaban. Se armó la guerra de sexos bajo la cúpula del museo.
En 1997, la sala de lectura dejó de usarse como tal: la biblioteca había crecido demasiado (150 millones de publicaciones, más los tres millones que se incorporan cada año). La Biblia de Gutenberg, el cuaderno de Da Vinci, los manuscritos de Brönte, de Byron, de Austen… están ahora en el barrio de St. Pancras. También partituras de Mozart, otra de las celebridades que visitó los tesoros de Great Russell Street, a pesar de que tenía 9 años y los niños (sin prodigios) estaban prohibidos.
5. Plaza pública cubierta de récord
Donde antes se hallaba la Biblioteca Británica ahora se encuentra el Gran Atrio de Isabel II, un recinto de paso que mide 7.100 metros cuadrados y está techado con 3.312 paneles de cristal. A Norman Foster le pitan los oídos cada vez que los tienen que limpiar: ¡tardan dos semanas!
6. Tienda de recuerdos centenaria
Es de visita obligada -después de la piedra Rosetta y de los mármoles sueltos del Partenón de Atenas-. No todo el mundo estuvo conforme cuando en 1912 se inauguró; hubo quien lo vio como una intrusión, y eso que solo vendían fotografías y postales en un mostrador. La tienda ha ido creciendo y ha pasado por emplazamientos diversos, desde el hall de entrada al pasillo donde ahora están los guardarropas.
7. Mike, el gato guardián
Hay muchos gatos en el Museo Británico, empezando por el de Gayer-Anderson, pero ninguno tan estimado como lo fue Mike, que vigilaba la puerta principal hasta su muerte, en 1929. Así lo recordaron sendos obituarios en el Times Magazine y en el London Evening Standard. En 1993, el New York Times sacó un reportaje de dos páginas sobre la habilidad de Pippin y Poppet para cazar palomas al vuelo; incluso se daba cobertura a las cenas de Navidad gatunas. Por entonces, la colonia estaba controlada: de siete mininos no pasaba. Pero tiempo atrás llegó a haber más de cien, invasión propiciada por el personal, que no siempre hacía caso al letrero de “prohibido dar de comer a los gatos”. Los hubieran exterminado si no llega a ser por Rex Shepherd, el hombre de la limpieza que creó una Cat Walfare Society y los castró.
8. Un mamut en una cacharrería
Aparte de gatos, también hubo jirafas y rinocerontes, incluso mastodontes, megaterios y ciervos gigantes expuestos junto a las antigüedades. De las 942 especies de mamíferos entonces conocidas, 330 estaban representadas en el museo; otro tanto con los pájaros: 1.831 de los 4.109 descubiertos formaron parte de la colección hasta que, por falta de espacio, se trasladaron al Museo de Historia Natural. 394 viajes en carreta tuvieron que realizar para llevar de Bloomsbury a Kensington todos los esqueletos. Hoy por hoy, las salas de Cromwell Road cuentan con más de 70 millones de preciosidades extrañas: un meteorito marciano, un archaeopteryx fosilizado, la calavera de un homo rhodesiensis… o los especímenes que se trajo de su travesía Charles Darwin.
9. Parada de metro propia
La British Museum Station se estrenó en 1900, pero solo estuvo funcionando 33 años; la chaparon cuando se abrió muy cerca una nueva estación, la de Holborn. Ahora está medio abandonada; la usan como almacén y dicen que está encantada, que se escuchan los gritos de una faraona… Pero no. Los gritos de terror los lanzaron las bombas, que hicieron de este subsuelo un refugio antiaéreo.
10. Evacuación de antigüedades
Entre las paradas de Aldwych y Piccadilly escondieron los mármoles de Elgin. Faltaban semanas para que estallara la II Guerra Mundial. Ante la catástrofe inminente, se afanaron por empaquetar cien toneladas de esculturas, vasijas, monedas, libros… De Exposición Suicida se calificó a la muestra que el temerario Departamento de Prehistoria organizó por esas fechas. El horario de visita se limitaba a los fines de semana. Seis bombas cayeron sobre el museo en total; la última, el 10 de mayo de 1941.
11. Gabinete de obscenidades
Aunque algunos la llamasen sala porno, The Scretum era su nombre formal: una galería que hubo de habilitarse tras la Obscene Publications Act (1957) para albergar unas 200 piezas etiquetadas como “monumentos abominables a la libídine humana”, desde frisos hindús con posturas sexuales imposibles a cirios fálicos y cinturones de castidad. Los interesados requerían de un permiso especial; impensable que una mujer lo solicitara; solo se otorgaba a quien certificara madurez e higiene moral, pues sabido era que cualquier exceso sexual degeneraba forzosamente en el colapso económico de la sociedad. Si bien el gabinete ya no existe, las rarezas que exhibía se encuentran dispersas por toda la colección (quien vaya con prisas que vaya al Departamento de antigüedades medievales, donde se muestra el grosso de objetos eróticos).
12. Furor por las momias
La exposición Los tesoros de Tutankamón es la que mayor número de visitantes ha recibido: 1.694.117 durante los nueve meses que estuvo abierta en 1972, coincidiendo con el 50 aniversario del descubrimiento de Howard Carter. Más de siete mil personas al día hacían colas para plantarse ante la máscara funeraria del faraón. Si quisieran volver a ver aquellas piezas tendrían que ir a El Cairo y a Luxor.
13. Lo más buscado
No es de extrañar que la palabra más buscada en la web del Museo Británico sea “Egipto”, dada la cantidad de momias que tiene de inquilinas. Sorprende más que la segunda palabra en el ranking sea “shunga”… un género artístico japonés con representación del acto sexual que protagonizó una exposición.
14. Hitos en tiempos modernos
En noviembre de 2015 el Museo Británico se convirtió en el espacio interior más grande cartografiado por Google Street View. Gracias a esta tecnología es posible explorar cerca de 5.000 objetos en un tour virtual sin selfies de por medio y hacer zoom en joyas como las Admoniciones de las Institutrices, una pintura de rollo china que tardaron tres días en digitalizar y que solo se expone unos meses al año por su fragilidad. Ahora sí que sí, todas las “personas estudiosas y curiosas” (con acceso a Internet) pueden acceder libremente a las colecciones del British Museum.