Oct
12
Sí, somos parte del Universo
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo misterioso ~ Comments (3)
Una parte de la ciencia estudia la estructura y la evolución del Universo: La cosmología.
La cosmología observacional se ocupa de las propiedades físicas del Universo, como su composición física referida a la química, la velocidad de expansión y su densidad, además de la distribución de Galaxias y cúmulos de galaxias. La cosmología física intenta comprender estas propiedades aplicando las leyes conocidas de la física y de la astrofísica. La cosmología teórica construye modelos que dan una descripción matemática de las propiedades observadas del Universo basadas en esta comprensión física.
La cosmología también tiene aspectos filosóficos, o incluso teológicos, en el sentido de que trata de comprender por qué el Universo tiene las propiedades observadas.
La cosmología teórica se basa en la teoría de la relatividad general, la teoría de Einstein de la gravitación. De todas las fuerzas de la naturaleza, la gravedad es la que tiene efectos más intensos a grandes escalas y domina el comportamiento del Universo en su conjunto.
El espacio-tiempo, la materia contenida en el Universo con la fuerza gravitatoria que genera y, nuestras mentes que tienen conocimientos de que todo esto sucede.
De manera que, nuestro consciente (sentimos, pensamos, queremos obrar con conocimiento de lo que hacemos), es el elemento racional de nuestra personalidad humana que controla y reprime los impulsos del inconsciente, para desarrollar la capacidad de adaptación al mundo exterior y tratar de comprenderlo.
Al ser conscientes, entendemos y aplicamos nuestra razón natural para clasificar los conocimientos que adquirimos mediante la experiencia y el estudio que aplicamos a la realidad del mundo que nos rodea.
Claro que, no todos podemos percibir la realidad de la misma manera, las posibilidades existentes de que el conocimiento de esa realidad responda exactamente a lo que ésta es en sí, no parece fácil.
Descartes, Leibniz, Locke, Berkeley, Hume (que influyó decisivamente en Kant), entre otros, construyeron una base que tomó fuerza en Kant, para quien el conocimiento arranca o nace de nuestras experiencias sensoriales, es decir, de los datos que nos suministra nuestros cinco sentidos, pero no todo en él procede de esos datos. Hay en nosotros dos fuentes o potencias distintas que nos capacitan para conocer, y son la sensibilidad (los sentidos) y el entendimiento (inteligencia). Esta no puede elaborar ninguna idea sin los sentidos, pero éstos son inútiles sin el entendimiento.
A todo esto, para mí, el conocimiento está inducido por el interés. La falta y ausencia de interés aleja el conocimiento. El interés puede ser de distinta índole: científico, social, artístico, filosófico, etc. (La gama es tan amplia que existen conocimientos de todas las posibles vertientes o direcciones, hasta tal punto es así que, nunca nadie lo podrá saber todo sobre todo). Cada uno de nosotros puede elegir sobre los conocimientos que prefiere adquirir y la elección está adecuada a la conformación individual de la sensibilidad e inteligencia de cada cual. Állí, en alguna parte, está el germen del interés-curiosidad de cada cual.
También se da el caso de personas que prácticamente, por cuestiones genéticas o de otra índole, carecen de cualquier interés por el conocimiento del mundo que les rodea, sus atributos sensoriales y de inteligencia funcionan a tan bajo rendimiento que, sus comportamientos son casi-animales (en el sentido de la falta de racionalidad), son guiados por la costumbre y las necesidades primarias: comer, dormir…
Formamos parte del misterio que tratamos de descubrir
El polo opuesto lo encontramos en múltiples ejemplos de la historia de la ciencia, donde personajes como Newton, Leibniz, Einstein, Riemann, Ramanujan y tantos otros (cada uno en su ámbito del conocimiento), dejaron la muestra al mundo de su genio superior.
Pero toda la realidad está encerrada en una enorme burbuja a la que llamamos Universo y que encierra todos los misterios y secretos que nosotros, seres racionales y conscientes, persiguen.
A veces, ni en el sueño nos abandona
Todo el mundo sabe lo que es la conciencia; es lo que nos abandona cada noche cuando nos dormimos y reaparece a la mañana siguiente cuando nos despertamos. Esta engañosa simplicidad me recuerda lo que William James escribió a finales del siglo XIX sobre la atención:”Todo el mundo sabe lo que es la atención; es la toma de posesión por la mente, de una forma clara e intensa, de un hilo de pensamiento de entre varios simultáneamente posibles”. Más de cien años más tarde somos muchos los que creemos que seguimos sin tener una comprensión de fondo ni de la atención, ni de la conciencia que, desde luego, no creo que se marche cuando dormimos, ella no nos deja nunca.
La falta de comprensión ciertamente no se debe a una falta de atención en los círculos filosóficos o científicos. Desde que René Descartes se ocupara del problema, pocos han sido los temas que hayan preocupado a los filósofos tan persistentemente como el enigma de la conciencia.
Para Descartes, como para James más de dos siglos después, ser consciente era sinónimo de “pensar”: el hilo de pensamiento de James no era otra cosa que una corriente de pensamiento. El cogito ergo sum, “pienso, luego existo”, que formuló Descartes como fundamento de su filosofía en Meditaciones de prima philosophía, era un reconocimiento explícito del papel central que representaba la conciencia con respecto a la ontología (qué es) y la epistemología (qué conocemos y cómo le conocemos).
Somos mucho más de lo que podemos imaginar
No siempre somos conscientes de Ser, y, saber el lugar que ocupamos… ¡Es conveniente! En caso contrario, nos podríamos creer más de lo que somos.
Claro que tomado a pie juntillas, “soy consciente, luego existo”, nos conduce a la creencia de que nada existe más allá o fuera de la propia conciencia y, por mi parte, no estoy de acuerdo. Existen muchísimas cosas y hechos que no están al alcance de mi conciencia. Unas veces por imposibilidad física y otras por imposibilidad intelectual, lo cierto es que son muchas las cuestiones y las cosas que están ahí y, sin embargo, se escapan a mi limitada conciencia.
La consciencia, como el Universo, también se expande y sus límites no se vislumbran
Todo el entramado existente alrededor de la conciencia es de una complejidad enorme, de hecho, conocemos mejor el funcionamiento del Universo que el de nuestros propios cerebros.
¿Cómo surge la conciencia como resultado de procesos neuronales particulares y de las interacciones entre el cerebro, el cuerpo y el mundo?
¿Cómo pueden explicar estos procesos neuronales las propiedades esenciales de la experiencia consciente?
Cada uno de los estados conscientes es unitario e indivisible, pero al mismo tiempo cada persona puede elegir entre un número ingente de estados conscientes distintos.
Beltrand Russell decía:
“El problema del mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”.
Muchos han sido los que han querido explicar lo que es la conciencia. En 1.940, el gran neurofisiólogo charles Sherrington lo intento y puso un ejemplo de lo que él pensaba sobre el problema de la conciencia. Unos pocos años más tarde también lo intentaron otros y, antes, el mismo Bertrand Russell hizo lo propio, y, en todos los casos, con más o menos acierto, el resultado no fue satisfactorio, por una sencilla razón: nadie sabe a ciencia cierta lo que en verdad es la conciencia y cuales son sus verdaderos mecanismos; de hecho, Russell expresó su escepticismo sobre la capacidad de los filósofos para alcanzar una respuesta:
“Suponemos que un proceso físico da comienzo en un objeto visible, viaja hasta el ojo, donde se convierte en otro proceso físico en el nervio óptico y, finalmente, produce algún efecto en el cerebro al mismo tiempo que vemos el objeto donde se inició el proceso; pero este proceso de ver es algo “mental”, de naturaleza totalmente distinta a la de los procesos físicos que lo preceden y acompañan. Esta concepción es tan extraña que los metafísicos han inventado toda suerte de teorías con el fin de sustituirla con algo menos increíble”.
Está claro que en lo más profundo de ésta consciencia que no conocemos, se encuentran todas las respuestas planteadas o requeridas mediante preguntas que nadie ha contestado.
Estamos atados por hilos invisibles a todos los objetos que nos rodean: Esa es la Ley del Universo, todo incide en todo, la autonomía es engañosa y, sólo una pequeña parte de libre albedrío está con nosotros que, no siempre, podemos hacer lo que queremos… ¡Muchas cosas nos lo impiden!
Sin la fuerza de Gravedad, nuestras mentes serían diferentes (o no serían), estamos estrechamente conectados a las fuerzas que rigen el Cosmos y, precisamente, somos como somos, porque las fuerzas fundamentales de la Naturaleza, son como son y hacen posible la vida y la existencia de seres pensantes y evolucionados que son capaces de tener conciencia de SER, de hacer preguntas tales como: ¿de donde venimos? ¿Hacia donde vamos?
Al comienzo mencionaba el cosmos y la gravedad junto con la consciencia y, en realidad, con más o menos acierto, de lo que estaba tratando era de hacer ver que todo ello, es la misma cosa. Universo-Galaxia-Mente. Nada es independiente en un sentido global, sino que son partes de un todo y están estrechamente relacionados.
Una Galaxia es simplemente una parte pequeña del Universo, nuestro planeta es, una mínima fracción infinitesimal de esa Galaxia, y, nosotros mismos, podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes. Sin embargo, toda forma parte de lo mismo y, aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras.
Pocas dudas pueden caber a estas alturas del hecho de que poder estar hablando de estas cuestiones, es un “milagro” en sí mismo.
Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las conciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad que, podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.
La conciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras. Como mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.
Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos y, aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que, de momento, los avances son muy limitados. Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el Universo.
emilio silvera
Oct
12
De vez en cuando, hay que sentir
por Emilio Silvera ~ Clasificado en No solo de pan vive el hombre ~ Comments (0)
Celine Dion & Il Divo I Believe In You
Hay personas que nacen con un don, y éstos cuatro chicos y Celine Dion, con sus maravillosas voces, nos llevan en volandas hacia regiones etéreas, nos hacen sentir sus voces que entran en nosotros hasta lo más profundo del Alma.
IL DIVO SI TU ME AMAS
Céline Dion – I’m Alive
Titanic Theme Song • My Heart Will Go On • Celine Dion
My Top 10 Celine Dion Songs
¿Qué podemos decir de Celine Dion? Esta chica privilegiada por una voz increíble y una personalidad arrolladora, tiene la virtud de transportarnos con sus canciones. Ella consigue de nosotros que sintamos su voz en lo más profundo de nuestros sentimientos. Es lo que define a una buena cantante de otra que no lo es, si te llega al Alma… ¡Está todo dicho!
¡Que lo paséis tan bien como lo pasé yo!
emilio silvera
Oct
12
¿Qué nos enseñará el James Webb?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Universo primitivo ~ Comments (0)
El telescopio que verá la infancia del Universo, por primera vez
El telescopio espacial James Webb estudiará el Cosmos cuando estaba «gateando» para intentar comprender cómo y por qué aparecieron las galaxias y las estrellas y después los planetas
Lo más lejano: parte de una pequeña franja observada por el Campo Ultraprofundo del Hubble. Ahí se acumulan 10.000 galaxias – NASA, ESA, S. Beckwith (STScI), the HUDF Team
Reportaje de Prensa
El Universo es muy, pero que muy grande. Pero, ¿cuánto? Si una noche cualquiera miráramos al cielo a través de la pajita de un refresco, en ese pequeño círculo en teoría podríamos encontrar 10.000 galaxias (cada una con miles de millones de estrellas). No se ven porque son mil millones de veces menos brillantes de lo que el ojo puede captar, pero por suerte hay telescopios capaces de detectarlas. Teniendo en cuenta que supone que el Universo es igual en todas direcciones (se dice que es isotrópico y homogéneo), el número de galaxias, estrellas y mundos totales es genuinamente sobrecogedor.
En 2019, la NASA, en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA), lanzará el telescopio espacial James Webb (JWST), un prodigio de la tecnología que será capaz de ver las galaxias más lejanas en una zona aún más pequeña del cielo que la marcada por la pajita. El JWST llegará con su «vista» más lejos de lo que han llegado nunca los telescopios y observará el aspecto que tenía el Universo cuando apenas estaba gateando y tenía unos 265 millones de años (hoy tiene cerca de 13.700 millones de años). Gracias a esto, el James Webb le permitirá a los científicos estudiar la infancia de las galaxiaspara intentar comprender cómo se forman y cómo evolucionan, como si los astrónomos fueran biólogos estudiando estas «criaturas» del Universo.
«Queremos reconstruir la historia de la formación estelar de cada tipo de galaxia», ha explicado a ABC Pablo Pérez-González, astrofísico en la Universidad Complutense de Madrid y uno de los co-investigadores implicados en un estudio que tratará de reconstruir la «juventud de las galaxias». «Pretendemos centrarnos en una galaxia y tratar de averiguar cómo fue en el pasado, cómo podría evolucionar, cómo podrían ser las galaxias progenitoras».
Según ha dicho, harán un trabajo parecido al de «biólogos de galaxias»: «si quisiéramos reconstruir la madurez de una persona, tomaríamos fotos de varios niños, de adultos de 20, 30, 50 y 80 años. Nos fijaríamos en sus rasgos y trataríamos de deducir si un niño rubio se convertirá después en un adulto con el pelo del mismo color», ha dicho.
Pérez-González participará en una observación en la que el telescopio James Webb explorará, con un instrumennto de infrarrojos medios (MIRI, construido por la NASA y la Agencia Espacial Europea), una franja del cielo similar al tamaño de una pajita, llamada «Campo Ultra-profundo del Hubble» (HUDF), y que ha sido estudiada durante años por el telescopio espacial Hubble. Al mismo tiempo, este pedazo de Universo también ha sido observado por el programa «Great Observatories Origins Deep Survey» (GOODS), una alianza de potentes telescopios terrestres y espaciales para sondear el Universo más lejano.
¿Para qué hacerlo? Fundamentalmente, porque en el espacio mirar más lejos es mirar hacia más atrás en el tiempo. Por ahora, apenas se ha comenzado a comprender cómo puedo evolucionar el Universo tras el Big Bang. Cómo se pasó del nacimiento de la materia al nacimiento de las primeras estrellas, los primeros agujeros negros y las primeras galaxias. Así que, de momento y hasta que se descubran otras formas de entender qué pasó cuando el Universo era muy joven, como puede lograrse quizás con las ondas gravitacionales, hay que asomarse a una ventana donde se observa lo más antiguo: «Con el James Webb observaremos una región muy pequeña del Universo distante, pero lo que aprendamos ahí lo extrapolaremos a cualquier otra región del cielo. Según lo que creemos, el Universo cumple el principio cosmológico: es homogéneo e isótropo, igual en cualquier sitio y cualquier dirección».
El James Webb marcará un antes y un después en esta tarea. Mientras que el Hubble tiene un espejo de 2,4 metros de diámetro, el James Webb tiene un espejo de 6,5 con ópticas adaptativas. Gracias a esto, podrá detectar objetos 250 veces menos brillantes que los más débiles que capta el Hubble y logrará una resolución espacial ocho veces mayor. Además, con sus instrumentos espectrográficos, que analizan el color de las estrellas y las galaxias, podrá permitir averiguar cómo es la temperatura, la masa y la composición de los objetos del Universo distante para reconstruir los orígenes de las galaxias, las estrellas y los agujeros negros.
Se espera que el James Webb detecte entre 2.000 a 2.500 galaxias, y que además localice a una población distinta a la observada con el Hubble. Además, los instrumentos de este telescopio están especializados en observar puntos de luz desplazados hacia el rojo, un efecto que se produce como consecuencia de la expansión acelerada del Universo y que se incrementa cuanto más lejos está la fuente (debido a la constante cosmológica).
¿Qué es lo más lejos que se puede ver?
Tal como ha explicado Pablo Pérez-González, hay un límite en la distancia máxima que se puede ver el Universo. «Hay un limite “duro” en unos 300.000 o 380.000 años tras el Big-Bang. Antes de ese momento, el Universo era opaco». Los fotones no podían atravesarlo y viajar de un punto a otro, por lo que tampoco han podido llegar hasta las cercanías de la Tierra.
Lo cierto es que de momento hay muchos misterios abiertos sobre el Universo más antiguo. No se sabe cuáles son las semillas de las galaxias o cuál es la galaxia más pequeña posible, cómo las galaxias barradas adquirieron su barra, cómo era la Vía Láctea cuando se empezó a formar. Otro de los grandes misterios es comprender cuál es el papel de la materia oscura en esa increíble danza de materia y energía.
Lo que se descubra en los próximos años podría cambiar la definición de galaxia, tal como se cambió la definición de planeta hace unos años. De hecho, al echar la vista atrás, sorprende que a comienzos de los años veinte del pasado siglo aún no se supiera que el Universo estaba poblado por otras galaxias más allá de la Vía Láctea, cosa que Edwin Hubble, que le da nombre al telescopio espacial, demostró.