Oct
15
Entrevista en relación a un Físico Español
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Misterios del Universo ~ Comments (2)
Enrique Fernández: “El problema de la energía oscura (y también de la materia oscura) es fascinante”.
Publicado por Juan José Gómez Cadenas y Antonio Dobado
Fotografía: Lourdes Peguero
Sería sencillo y políticamente correcto presentar a Enrique Fernández (Sietes, Villaviciosa, 1948) como uno de los líderes de la física de partículas en España, citando su papel destacado en la fundación y dirección del IFAE (uno de los mejores y más competitivos centros de excelencia del campo), o la miríada de importantes cargos relacionados con la política científica europea que ha ocupado. Sencillo… pero, en cierto modo, tan insatisfactorio como presentar al Che Guevara con el título de presidente del Banco Nacional Cubano. En ambos casos nos quedaríamos cortos. En ambos casos, la primera palabra que salta a la pluma es «insurgente». Una insurgencia que este asturiano de modales calmosos y talante sereno ha mostrado a lo largo de toda una carrera en la que no ha dudado en llevar la contraria al sistema para perseguir sus ideales.
Se dice que cambiaste tu intención inicial de estudiar Matemáticas por la Física debido a la lectura de un libro que se llamaba La búsqueda del cero absoluto. ¿Has encontrado ese cero absoluto?
La verdad es que todavía no [risas]. Por otra parte, creo que lo sustancial de la anécdota es que, en efecto, la física te conecta con lo real, el cero absoluto no es solo una abstracción matemática, es la descripción de un estado de la naturaleza. Creo que mi motivación para estudiar Física es el hecho de que ofrece una descripción objetiva de la realidad.
Te marchas de tu pueblo a los once años, cuando muere tu padre que fue maestro y tuvo que sufrir represalias durante la posguerra. ¿Cómo viviste aquella experiencia?
Mi padre se hizo maestro antes de la guerra y pasó gran parte de la misma en la cárcel de Oviedo (que fue una ciudad sublevada). Tras la contienda, salió pronto de la cárcel gracias a la mediación de una persona influyente en aquellos momentos. Como a muchos de su gremio le hicieron la vida difícil, por ejemplo al no permitirle acceder a una escuela en propiedad, lo cual hizo que acabara por abandonar la enseñanza. Es curioso, pero yo mismo desconocía muchos detalles relacionados con esto, hasta que hablé con la persona que contactó a la persona influyente antes mencionada. Esta conversación ocurrió al final de los años noventa, es decir, sesenta años después de los hechos. No obstante, en mi niñez se dieron otras muchas circunstancias, que la convirtieron, creo, en bastante singular. Mi madre venía de una familia acomodada y vivíamos en una casa muy grande, que todavía conservamos. Allí mi padre tenía muchos libros que estuvo leyendo constantemente hasta el final de su vida. Creo que su biblioteca jugó un papel muy importante en mi visión del mundo. De alguna manera ya daba por sentado, desde muy pequeño, que me dedicaría a algo intelectual. Por otra parte, la pérdida del padre a esa edad deja una huella que no se borra con el tiempo, al contrario de lo que dice la frase popular.
El padre y su biblioteca, un pueblo que se nos queda pequeño. ¿Ingredientes de la personalidad de un científico?
Supongo que algo de eso hay. Nuestra profesión requiere un cierto espíritu nómada, independiente de nuestros vínculos con patrias chicas (el pueblo o incluso el país del que uno viene). Pero, al mismo tiempo, para mí al menos, la conexión con esas raíces, los libros de mi padre, la casa de mi niñez, los amigos de la adolescencia, son muy importantes. Es el famoso conflicto, que no tiene por qué ser tal, entre lo local y lo universal.
Estudias en la Complutense. ¿Tienes profesores que te marcan?
Antes estudié en Oviedo (un año), en Zaragoza (dos) y después en la Complutense. La influencia más notable entre los profesores universitarios fue la de Alberto Galindo. Sus clases de Mecánica Cuántica eran un modelo de claridad. Y también Juan Manuel Rojo, un magnífico profesor, que enseñaba Estado Sólido en la Complutense y luego jugaría un papel esencial en la revolución científica de los ochenta. Pero también me influenciaron de manera decisiva algunos profesores del Instituto Jovellanos de Gijón, donde estudié y viví entre los once años antes mencionados y el comienzo de la universidad. De hecho, tuve mejores profesores en el último año de instituto que en el primer año de universidad. Recuerdo en especial al profesor Caso (padre de la escritora M.ª Ángeles Caso), quien enseñaba Literatura Española y cuya fuerte personalidad era notable. Y también a los profesores de Matemáticas y Física, también me influenciaron mucho.
Al terminar la carrera das clase en la Autónoma de Madrid durante un año.
Durante el último año de carrera, entré en contacto con el entonces incipiente grupo de física de partículas del CIEMAT, que entonces se llamaba la Junta de Energía Nuclear, la JEN. Me ofrecieron una tesina, acepté. Y parte de la manera de pagarnos en aquellos tiempos fue como profesores-ayudantes en la UAM. Yo daba clase de problemas de Física General a un grupo, cuyo profesor era nada menos que Javier Solana.
¿Acabas la tesis doctoral en el CIEMAT?
El CIEMAT, la ciudad universitaria
No, me fui con la tesis casi terminada a Estados Unidos, donde empecé de nuevo como estudiante de posgrado en Purdue University, Indiana. Hice experimentos de neutrinos en los laboratorios nacionales de Argonne y Fermilab. Mi tesis fue en el primer experimento de antineutrinos contra protones, un tema completamente diferente del que había casi acabado en España. Creo que soy la tesis número 98 de las miles de tesis doctorales que se han hecho desde entonces en experimentos de Fermilab.
¿Con una tesis casi acabada en España das un portazo y empiezas de nuevo?
Vista aérea del Fermilab. El anillo en primer plano es el Inyector Principal, y el anillo posterior es el Tevatrón.
No fue un portazo, sino una reorientación de la carrera. Tenía motivaciones científicas, le había dado muchas vueltas a la posibilidad de continuar mis estudios en Estados Unidos, tal como habían hecho algunos compañeros de curso en Madrid, pero también se dieron circunstancias personales. Mi compañera de entonces, que era norteamericana, también buscaba un lugar para hacer un doctorado (en literatura hispana) y el encontrar un lugar donde nos pagasen a los dos fue un motivo importante.
¿Te lanzaste a la aventura, sin más?
No fue una aventura sin más. Pero es verdad que en aquella época había muy poca gente española que estuviese en Estados Unidos por libre. Había bastante gente que estaba allí con becas españolas o Fulbright, mientras yo estaba por mi cuenta en el sistema de allí. Pero esto también era una ventaja. Recuerdo que me extrañaba cuando al conocer a gente nueva, a nivel profesional, rara vez me preguntaban de dónde era, a pesar del acento al hablar inglés. Cuando terminé la tesis me ofrecieron un trabajo en Argonne National Lab, para empezar la preparación de un experimento en SLAC (Stanford Linear Accelerator Center, en Stanford, California) y allí me fui. Estuve un total de seis años en SLAC, durante los cuales también trabajé, desde allí, para la Universidad de Colorado, aunque nunca residí en Boulder. Por otra parte, cuando estaba a mitad de mi tesis americana, volví un verano a Madrid y me las compuse para terminar mi tesis española. Así que me doctoré dos veces. Pero, desde luego, la tesis que cuenta para mí a nivel científico es la americana, mi trabajo en el experimento de antineutrinos en Fermilab se publicó en Physical Review Letters, en diciembre de 1979. Es uno de los trabajos de los que más orgulloso estoy, entonces era novedoso.
Después de doctorarte, ¿cómo ves tu futuro y cómo ves España?
SLAC National Accelerator Laboratory
Cuando estaba en SLAC pensaba que no volvería. Paco Ynduráin (catedrático de Física Teórica en la Universidad Autónoma y personaje muy influyente en la revolución científica de los ochenta en España) me animaba a hacerlo, en concreto a solicitar la llamada «idoneidad», pero no lo vi claro y no la solicité. De hecho, por esa época también surgió la posibilidad de irme a trabajar a Bell Labs, como hizo la mitad del grupo de Argonne. Me ofrecieron un trabajo que doblaba mi salario, pero finalmente decidí continuar como investigador. Y un par de años más tarde surgió la posibilidad de regresar a España y crear un grupo de física de partículas que contribuyera a los experimentos del CERN (España acababa de entrar en el CERN). Me contactaron desde Barcelona. El propio rector de la UAB me mandó una carta, sin duda a instancias de Ramón Pascual (Ramón Pascual y su hermano Pedro, los dos físicos teóricos, fueron los impulsores de que en Barcelona se crease un grupo experimental y también han tenido un papel muy relevante como promotores de la ciencia en Cataluña y España). Hay siempre un elemento de azar en estas cosas, unas llevan a otras y muy a menudo no sabes qué decisiones son importantes y cuáles no.
Háblanos de tu regreso.
El Consejo Europeo de Investigación Nuclear (CERN) ha aprobado hace unas semanas la solicitud de integración de España en su seno.
Cuando España entró en el CERN, Juan Antonio [se refiere a Juan Antonio Rubio, que fuera director del CIEMAT y director de división en el CERN] con Carlo Rubbia, Manolo [Manuel Aguilar Benítez, que sería director de la división de física de partículas del CIEMAT y representante español en el CERN] y Paco [Francisco Ynduráin] jugaron un papel esencial en planificar todo el proceso. En particular, Juan Antonio convenció al Secretario de Estado, Juan Rojo, de crear tres cátedras: una en Valencia, otra en Madrid y otra en Barcelona. Esas cátedras las ocupamos tres físicos que nos hallábamos en ese momento en el extranjero. Antonio Ferrer, que estaba en Francia, fue a Valencia, Fernando Barreiro, que estaba en Alemania, fue a Madrid y yo fui a Barcelona (de esto iba la carta del rector de la UAB).
¿Por qué decides volver? ¿Es personal, es profesional, son las dos cosas, es una apuesta?
Ambas cosas, pero en este caso creo que pesó más lo profesional. Se trataba de una apuesta interesante: crear un grupo en España, pero integrándonos en el programa científico del CERN. De hecho, cuando regresé me encontré con que Juan Antonio tenía ya preseleccionado mi equipo y mi proyecto. Juan Antonio fue un gran líder y un visionario, pero a la que te descuidabas te explicaba lo que tenías que hacer [risas]. Así que tuvimos una pequeña confrontación durante una reunión en Santillana del Mar. De hecho, ni Barreiro ni yo aceptamos los planes que nos proponían y tuvimos que sacar un poco de músculo, pero al final Juan Antonio y los demás nos dejaron hacer.
En mi caso me empeñé en integrarme en el experimento ALEPH del CERN, después de escuchar un seminario en SLAC de Jack Steinberger [director de ALEPH y quien posteriormente, en el 89, recibió el premio Nobel de Física por el descubrimiento del neutrino muónico]. Finalmente todo cuadró, pero no fue un camino de rosas. Para darte una idea: nunca es fácil hablar con Jack, así que imagínate hablar por teléfono a las 2 de la mañana (por la diferencia horaria), sin haberlo hecho nunca antes y sin conocerse directamente. Y como esto muchas otras anécdotas de cómo integrarse en Europa, desde España pero viniendo de EE. UU.
España, en ese momento, está muy por detrás del resto de sus socios del CERN. ¿Cómo te las compones para causar un impacto en ALEPH?
En efecto, España estaba bastante por detrás en física experimental de partículas con respecto a los socios fuertes del CERN. Además, o esa era mi impresión, nos miraban un poco por encima del hombro. Así que nuestra estrategia fue, para ponerlo en palabras llanas, «entrar a saco». En ALEPH encontramos dos nichos, uno relacionado con la instrumentación del detector (un proyecto pequeño, como correspondía a la capacidad de nuestro grupo por la época) y otro de tratamiento de datos, mucho más importante, el proyecto Falcon. Con Falcon introdujimos en el CERN (a través de ALEPH) algunas ideas novedosas de SLAC. Previamente yo había convencido de que viniera a Barcelona a Manuel Delfino (originalmente de Venezuela, pero licenciado y doctor por la Universidad de Wisconsin), a quien conocía de SLAC y quien después lideró Falcon. Manuel pronto entendió que, para nuestro tipo de computación, era mucho más eficiente repartirla en muchos procesadores relativamente pequeños que llevarla a cabo en un gran ordenador main-frame (como se hacía entonces). Nuestros procesadores más pequeños eran de hecho doce «estaciones de trabajo» sin las consolas correspondientes. Hoy gran parte de la computación está distribuida en miles de procesadores, pero entonces no era evidente que el futuro iría en dicha dirección, por lo que Falcon llamó la atención de las personas que se ocupan de esos aspectos. Estamos hablando de mitad de los ochenta.
El físico Francisco Indurain
«La revolución de los ochenta», que se extiende a lo largo de la década de los noventa, transforma la manera de hacer ciencia en España y en particular el campo de la física de partículas da un salto gigantesco hacia delante con la entrada en el CERN. Asociados con esta revolución hay una serie de nombres propios, algunos de los cuales ya han sido mencionados en esta entrevista. Pedro Pascual, Juan Rojo, Juan Antonio Rubio, Paco Ynduráin. ¿Cómo valoras a estos científicos? ¿Cómo los sitúas en ese momento? ¿Eran una consecuencia inevitable del cambio o son ellos los que hacen el cambio inevitable?
Jugaron un papel importantísimo, son insustituibles. Su éxito se debe, creo, a la enorme coherencia que demostraron, a pesar de que sus personalidades e intereses científicos eran muy diversos. Por otra parte, date cuenta de que la diferencia de edad entre ellos no es muy grande, son todos casi de la misma promoción. Creo que puede hablarse de un efecto generacional. Se trata de un grupo de personas profesionalmente competentes y políticamente motivadas, que se encontraron con la capacidad de cambiar las cosas y no dudaron en hacerlo. En ese sentido, quizás la persona que mejor representa a todos ellos fue Juan Rojo, por la época secretario de Estado, cuyo rol fue esencial en la modernización de la ciencia en España.
Fundas el Instituto de Física de Altas Energías (IFAE) en Barcelona y lo conviertes en uno de los centros de referencia en ese campo tanto a nivel nacional como internacional. ¿Cómo se monta el IFAE, un centro de excelencia? Y, una vez más, ¿hay un plan o es todo una gran improvisación que va saliendo bien?
Es difícil delimitar la frontera entre planificación e improvisación. Lo más importante es quizás el mantener el equilibrio entre las dos cosas, si lo planteas de esa manera. En España en particular, el planear demasiado es peligroso, sería una fuente de frustración constante [risas]. Inicialmente el grupo en Barcelona se creó como grupo universitario, con capacidad de trabajo y mucha ilusión, pero recursos muy limitados, sobre todo teniendo en cuenta que yo quería involucrarme en todos los aspectos de los experimentos en física de partículas, incluida la construcción de detectores. Esto requiere recursos materiales (talleres, por ejemplo, que sí teníamos) pero también humanos (personal técnico de alto nivel, casi imposible de reclutar en el marco universitario). El golpe de suerte vino cuando a Juan Antonio Rubio y a Ramón Pascual se les ocurrió invitar aJordi Pujol al CERN. Pujol es un político nato y se dio cuenta inmediatamente de la escala del CERN, comprendió que se trataba de investigación muy avanzada, nada que ver con lo que se esperaba. Poco tiempo después de esa visita, Ramón (Pascual), Josep Laporte (por la época Consejero de Educación) y yo nos entrevistamos con Pujol. Queríamos proponerle la creación de un Instituto de Física de Partículas, pero no teníamos del todo claro cómo articularlo. Así que Pujol, que ya debía de haber pensado en ello, se volvió hacia Laporte y le dijo: «¿Cuánto nos va a costar?» [risas], y Laporte dijo: «Unos cien millones de pesetas al año». Mi intuición me dice que a Pujol le pareció poco, en todo caso le dijo que adelante. Ese fue el momento en que se creó el IFAE. Esto era febrero de 1991, y en agosto salió el decreto que nos declaraba un instituto con personalidad jurídica propia.
¿Cuál es la diferencia fundamental con lo que había antes?
Teníamos libertad de contratar tanto a científicos como a técnicos. Los puestos científicos titulares son contratos laborales indefinidos (hay varias categorías, similares a las que hay en la universidad). La otra gran diferencia es la flexibilidad del procedimiento. Para contratar a una persona para un nuevo puesto en el IFAE recurrimos a una comisión de expertos internacional y sin conflicto de intereses, que le propone al director el candidato que le parece más apropiado. El director toma la decisión y hace una propuesta al consejo de gobierno, quien formalmente la aprueba. Todo esto es bastante ortogonal al sistema que imperaba y aún impera en la Universidad. Fuimos creciendo muy poco a poco, escogiendo al personal científico y técnico de manera muy cuidadosa y procurando diversificar en todos los aspectos, incluyendo la edad. Para que te hagas una idea, desde 1991 hasta ahora hemos ofrecido unos doce puestos (me refiero a científicos) permanentes, menos de uno al año (a esto tendríamos que añadir a los investigadores del programa ICREA).
Sin duda el IFAE de hoy en día es muy diferente al de hace veinticinco años. En retrospectiva, ¿qué te gusta y qué no? ¿Qué habrías hecho mejor? ¿Qué suscribes?
No creo que haya cambiado tanto en veinticinco años, sí en cantidad y calidad, pero no en los conceptos básicos. Algunos temas: el IFAE sobre el papel es una institución muy top down. El director lo nombra el Consejo de Gobierno sin que en principio tenga que preguntar a nadie, podría incluso ser una persona que viniese de fuera. A nadie se le ocurre aquí que haya elecciones a director. Tampoco tenemos claustros o comisiones de esto y lo otro. El director forma su propio equipo de dirección (es su responsabilidad) y tiene también una comisión de asesoramiento, también nombrada por él mismo. Esto, que es sustancial, no ha cambiado desde el principio. También creo que es muy importante que el ambiente científico y social sea bueno, he visto a grupos enteros fracasar por rencillas internas. En el IFAE no ha habido problemas graves nunca (o, digamos, que se han apagado los fuegos antes de que empezase algún incendio). Además hemos procurado, y aquí el trabajo del director es crucial, consensuar en qué actividades participamos y creo que todo el mundo se siente comprometido con todo el programa del instituto. Sin duda que muchas cosas se podrían haber hecho mejor, y algunas decisiones erróneas también las hemos tomado. Pero globalmente el concepto ha funcionado muy bien.
Háblame del programa ICREA.
ICREA es una idea fantástica, que posiblemente va a contribuir a transformar (para mejor) la ciencia en Cataluña más de lo que nos imaginamos hoy en día. La clave del éxito del programa está en su capacidad de inyectar investigadores excelentes en el sistema, saltándose las reglas del propio sistema. Como bien sabes, atraer a un científico puntero para que trabaje en España es muy difícil si se pretende hacer a través de los conductos normales de la Universidad o el CSIC. Simplemente esas instituciones no son competitivas, ni en salario, ni en incentivos, ni en flexibilidad. Pues bien, el programa ICREA soluciona todos esos peros: ofrece contratos con salarios negociados directamente con los investigadores, libertad para integrarse en los grupos que más les atraigan, flexibilidad, etcétera. En resumen, es un programa subversivo. Y gracias a él se ha atraído mucho talento a Cataluña (una prueba, la cantidad de ERCs obtenidas por miembros de ICREA). En el IFAE tenemos a siete investigadores ICREA, a nosotros nos ha beneficiado mucho.
En el País Vasco, el programa IKERBASKE sigue los pasos del ICREA en Cataluña. Además, hay más inversión de los Gobiernos autonómicos en ciencia que en el resto del país e incluso algo de inversión privada. ¿Han dado Cataluña y el País Vasco con una fórmula para hacer ciencia superior a la del resto del país?
Buena pregunta, a la que no podría responder con precisión pues desconozco las cifras objetivas. Pero la impresión que tengo es que lo que dices es cierto, tanto Cataluña como el País Vasco parecen disponer de fórmulas más competitivas que otras autonomías para hacer ciencia. Pero ten en cuenta que tanto ICREA como IKERBASQUE son programas que se han desarrollado gracias a iniciativas casi, casi personales. El riesgo entonces es que, si las personas que los impulsan desaparecen, los programas se esfumen o se diluyan. Pero parece que, poco a poco, estos programas se están consolidando como parte del sistema, así que hay razones para ser moderadamente optimista.
Hablando de ICREA, podías haber optado por uno de esos puestos, pero has preferido una cátedra universitaria. ¿Por alguna razón en especial?
No, no es correcto lo que dices. El IFAE se creó mucho antes que ICREA y desde el principio el programa ICREA ha estado diseñado para atraer a gente que está fuera del sistema catalán de I+D. Este aspecto, el que los que ya estamos dentro del sistema no podamos optar, ha creado alguna fricción. En parte por esto ICREA creó un programa llamado ICREA Academia, que consiste en liberar parcialmente de las clases a los profesores que tengan dicha distinción (que son muy pocos, globalmente hablando) durante cuatro años, el programa paga ese dinero a la universidad más otra cantidad, nada despreciable, en concepto de premio. Yo sí que he tenido uno de estos cuatrienios de ICREA-Academia. Por otra parte, aunque la mayoría del IFAE no pertenezca a la Universidad, es importante que haya personas como yo que tengan una conexión muy fuerte con ella. Aunque en cierta manera somos subversivos, no podemos darle del todo la espalda al sistema. La Universidad es un recurso importante, por ejemplo en lo que se refiere a reclutar y formar estudiantes de doctorado. Y al edificio que ocupamos en el campus, por ejemplo. Y, naturalmente, el contacto con otros departamentos es enriquecedor.
¿Tú crees que la Universidad española funciona bien? ¿Hay que cambiarla? Si la cambiaras, ¿cómo la cambiarías?
No, no creo que funcione bien. Cambiaría muchas cosas, pero quizás la más importante, y desde hace muchos años, es la selección del personal académico. Creo que la Universidad necesita un programa similar al ICREA para atraer talento que a su vez permita mejorar el rendimiento. En este punto tan importante, la planificación brilla por su ausencia, las dotaciones de personal se dan ad hoc, para resolver problemas individuales en muchos casos. Sin un cambio radical con respecto al sistema actual creo que no vamos a progresar. Y no es solo por falta de dinero, que también es un programa real grave.
¿Qué se necesita para desarrollar la ciencia en España? ¿O para que, al menos, no retroceda?
Cuando se puso en marcha lo que hoy llamamos Programa Nacional de Investigación supuso un cambio radical con respecto a lo que existía anteriormente, tanto a nivel cuantitativo (aumentó mucho la inversión en ciencia) como a nivel logístico. Por primera vez se conceden subvenciones a los investigadores directamente basándose en proyectos concretos (anteriormente, el poco dinero que había se daba a los departamentos y se solía repartir con la política de café para todos) y se les hace responsables de desarrollar dichos proyectos. Creo que ese paradigma básico, similar al de otros países, ha funcionado bastante bien y debería conservarse. ¿Es posible mejorarlo? Sin duda, por ejemplo haciendo un seguimiento serio de los logros de los proyectos, lo cual ahora mismo no se hace. Por cierto, lo que sí está ocurriendo es que nos piden cuentas de cómo hemos gastado el dinero de los proyectos, pero no del contenido, sino de la forma, que si falta una firma por aquí o por allá, que si tenemos justificantes de pernoctar en los hoteles cuando viajamos, etc. Hemos llegado a extremos grotescos, o más bien vergonzosos. En ese sentido hemos ido hacia atrás muchísimo, y parece ser cada vez peor.
¿Cómo afectaría a la ciencia un catalanexit?
Yo creo que mal, que le vendría muy mal. Y no solo a la ciencia. Aparte del trauma de la ruptura, a largo plazo Cataluña sería un país pequeño con una economía pequeña y España sería también un país más pequeño que ahora con una economía más pequeña. Todo el mundo saldría perdiendo.
Tú has ocupado muchos cargos de influencia en el CERN y en muchas comisiones internacionales y por tanto conoces muy bien tanto la ciencia en Europa en general como en nuestro laboratorio europeo. ¿Cómo valoras el CERN?
El CERN es sin duda una gran empresa. Todos los países de Europa se unen para poder hacer en común unos aceleradores que son grandes aparatos y que cuestan mucho y necesitan muchos recursos, o sea, que la idea funcional está muy bien. Y ciertamente el LHC ha sido un éxito rotundo. Por otra parte, si tuviese que hacer una crítica al CERN, apuntaría a que se trata de un organismo internacional, situado en uno de los sitios más caros de Europa, y cuenta con una élite muy privilegiada de científicos y técnicos que ganan salarios muy altos. En estas circunstancias es imprescindible ser riguroso a la hora de medir la eficiencia, y creo que en el CERN eso no se hace, o al menos no se hace rigurosamente.
¿Consideras que el CERN es un motor de progreso también para ciencia aplicada?
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El primer gran éxito científico del CERN se produjo en 1984 cuando Carlo Rubbia ySimon van der Meer obtuvieron el Premio Nobel de Física por el descubrimiento de los bosones W y Z.
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En 1992 le tocó el turno a Georges Charpak “por la invención y el desarrollo de detectores de partículas, en particular la cámara proporcional multicables”.
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Y por último el éxito del CERN no es sólo su capacidad para producir resultados científicos de gran interés, sino también el desarrollo de nuevas tecnologías tanto informáticas como industriales. Entre los primeros destaca en 1990 la invención del WWW.
Hombre, el caso de la invención de la WWW es bien conocido. Por otra parte el CERN sufre un poco del síndrome not invented here (si no se ha inventado aquí no nos interesa). Esto ocurre bastante con el software. En física de partículas, y por lo tanto en el CERN, ya no estamos en la frontera de los avances tecnológicos en los que sí están Google o similares. Cuando empecé a trabajar en el experimento ALEPH, allá por 1986, me chocó el hecho de que la división IT (la división informática del CERN) había decidido no utilizar LaTeX y querían seguir con su propio sistema (yo me callé pero… seguí usando LaTeX). Es un ejemplo concreto pero significativo de algo más general. Por otra parte, y esta es una defensa del campo de la física de partículas, del CERN y de otros laboratorios, considero que la gente se forma a muy alto nivel, tanto porque la ciencia misma lo exige como por la tecnología empleada para hacer avanzar esta ciencia básica. Esa formación a alto nivel crea un capital humano de gran valor que en muchos casos se transfiere a la industria. De hecho, las empresas de alta tecnología en EE. UU. lo tienen muy claro y un doctorado en física de partículas es una excelente carta de presentación para ellas. Un problema que tenemos en España no es tanto la formación sino la falta de empresas que realmente la necesiten a muy alto nivel, simplemente esas empresas no existen.
Uno de los problemas de la física de partículas (que empieza a ser común en otras áreas de la ciencia, como la cosmología) es la de asignar crédito a los científicos. La colaboración ATLAS cuenta con unos tres mil físicos, cada uno de los cuales firma todos los artículos que la colaboración produce. Es evidente que es imposible asignar el mismo crédito a uno de esos autores que cuando se trata de un artículo firmado por un equipo pequeño. ¿Hemos encontrado soluciones a este problema?
Es un problema muy complicado y no hay fórmulas mágicas, pero creo que el campo (de la física de partículas) no está intentando solucionarlo seriamente. De hecho hubo un intento, por parte de ECFA, pero no prosperó. Se podrían aplicar diversas fórmulas para tratar de asignar el crédito de una manera más clara. Por ejemplo, en cosmología los primeros autores suelen ser los dos o tres que han liderado el análisis (y a menudo han escrito el artículo), detrás siguen los nombres del grupo de trabajo (a menudo unos diez o veinte científicos) y detrás el resto, por orden alfabético. Por supuesto, algunos artículos fundamentales (como el descubrimiento del Higgs) irían por orden alfabético ya que se trata realmente de un esfuerzo colectivo cuyo crédito específico no se le puede asignar a nadie. Una fórmula como esta no es una solución ideal, pero creo que es mejor que la que se utiliza en partículas. En todo caso tenemos la obligación de hacer algo, so pena de que otros campos no nos tomen en serio.
En los últimos años has liderado varias iniciativas para estudiar energía oscura. ¿Por qué?
El problema de la energía oscura (y también el de la materia oscura) es fascinante. Piénsalo. El 80% de la materia del universo es invisible. ¿Qué es esa materia oscura? ¿Y qué es esa energía oscura que está acelerando la expansión? En cierto sentido creo que es válido decir que no sabemos gran cosa del 95% del universo. Y para saber más hay que hacer experimentos.
Sin embargo, tú estabas confortablemente instalado en la ciencia del LHC. Cambiar a experimentos tan diferentes como los de energía oscura denota un cierto inconformismo…
¡Cierto! Recuerdo que un excolega de ECFA (la Comisión Europea para Futuros Aceleradores de la que fui presidente durante varios años) me dijo: «¿Para qué te metes en líos con lo bien que podrías vivir de rentas?». Ahora me doy cuenta, un poco a posteriori, de que dentro de la cosmología no voy a poder competir con la gente joven, pero me he lanzado por interés científico, que de hecho siempre he tenido, desde que era estudiante, y en ese sentido no me arrepiento en absoluto. Creo además que es una excelente inversión científica para el IFAE el estar en este campo.
¿La financiación de la ciencia en España te parece suficiente?
Muy insuficiente. En los últimos años ha habido una bajada del 40% en la inversión en ciencia (esto es, en subvenciones directas a la investigación). ¿Te imaginas una empresa que de repente ve sus ingresos reducidos a la mitad? Es casi seguro que quebraría. Pues bien, esa es la situación con la empresa ciencia en España. Los efectos, no te quepa duda, van a ser muy negativos. Además, llegan en un momento en que la ciencia en España estaba a punto de florecer, no solamente no avanzamos, sino que dilapidamos parte de lo conseguido.
Sin embargo, se diría que en los Estados Unidos de la época Trump también se van a dar recortes en ciencia.
Así parece, ciertamente tienen un problema grave con el nuevo presidente. La diferencia es que en Estados Unidos existe un potente sector privado, capaz de mover la economía incluso si atraviesan una racha de bajas inversiones públicas. El dinero que dedican empresas como Apple, Google o Facebook, por nombrar solo unas pocas, a I+D, superar a todo el programa español de ciencia. En España no tenemos nada que se le parezca y si se corta la inversión en ciencia no lo tendremos jamás.
¿Es eso solo culpa de los políticos? Da la impresión de que a la sociedad española no le importa la ciencia y en consecuencia la voz de los científicos pasa desapercibida.
El ejemplo lo tienes en la Marcha por la Ciencia que se organizó recientemente. Movilizó a una parte muy importante de los científicos españoles y ¿cuál fue la cobertura que le dedicó el Telediario? Quizás treinta segundos. Compara con los debates interminables sobre otros asuntos nimios.
Tu amistad con el Premio Nobel Jack Steinberger es bien conocida. Steinberger es uno de los grandes de la vieja escuela, todavía lúcido y activo a los noventa y cuatro años. Háblanos de él.
Es una persona única a la que admiro intensamente. Ha vivido tiempos muy especiales. Nació en Alemania y es hijo de un cantor de una sinagoga. Su familia escapó de Alemania gracias a una asociación de judíos americanos que los sacaron del país justo a tiempo. Se establecieron en Chicago, donde montaron una tienda de ultramarinos. Jack no tenía antecedentes científicos ni demasiados recursos, pero debió de ser un estudiante excepcional, dado lo bien que le fue. Cursó Ingeniería Química en la Universidad de Chicago, donde conectó con el grupo de Fermi (el gran científico italoamericano, autor de la primera teoría sobre el neutrino y padre de la bomba atómica). Jack hizo la tesis con Fermi y el resto, como se suele decir, es historia.
Jack Steinberger
Es cierto que yo he establecido con él una relación personal que va más allá del aspecto profesional, conozco muchas anécdotas. Hay una característica muy conocida de Steinberger y es su capacidad para desarmarte. Una reacción típica suya cuando te lo presentan es interrogarte sobre algún tema que le interesa, te lanza preguntas muy agudas que no sabes cómo contestar y te deja descolocado. Esto me pasó a mí, pero luego averigüé que le pasa con todo el mundo. Lo curioso es que en el fondo no pretende examinarte o ponerte en un compromiso, Jack está obsesionado por aprender y te lanza esas preguntas a ver si te sabes la respuestas. Es su manera de aprender, pero sus preguntas siempre van muy por delante. Cuando se retiró del CERN le dio por aprender cosmología. Yo di por supuesto que se había leído los textos de referencia (todos los que hemos querido aprender cosmología hemos tenido que estudiarlos, más o menos), pero en su caso no se limitó a leer, dedujo todas y cada una de las fórmulas de los textos, incluyendo las más difíciles. Y para ello no dudó en pedirle ayuda a Veneciano (un físico muy teórico del CERN de gran reputación). Lo que quiero decir es que Jack es un científico puro y para hacerte amigo suyo tienes que asimilar esa forma de ser, en la que no hay compromisos que valgan. Yo lo he visto con ochenta años cumplidos participando en un grupo de trabajo en física de oscilaciones de quarks y compitiendo con posdocs cincuenta años más jóvenes que él.
Para apreciar a Steinberger tienes que apreciar también esa mezcla de curiosidad intelectual y espíritu pendenciero (es capaz de enzarzarse en una refriega científica con cualquiera, sea otro premio Nobel o un estudiante de doctorado, y en todos los casos lo que le importa son los argumentos, la ciencia, el estatus le trae sin cuidado). Recuerdo que Alain Blonde (un prestigioso físico de partículas, catedrático en Ginebra) lloriqueaba porque Jack lo machacaba siempre que podía. Y yo le dije: «En realidad tendrías que sentirte orgulloso, contigo le gusta jugar y competir». Alain tiene muy buenas ideas y Jack las huele de lejos.
¿Cuáles son tus planes para los próximos años? ¿Qué problemas científicos te llaman más la atención? Y, sobre todo, ¿te ves capaz de una nueva insurgencia de las tuyas?
Eso va a ser difícil, porque dentro de un año me retiro de la Universidad, al menos técnicamente, aunque pienso seguir activo y contribuyendo, pero me parece que las siguientes insurgencias hay que dejárselas a los jóvenes.
Estás casado con Martine Bosman, una de las líderes de la Física del LHC en España. ¿Es una buena idea casarse con alguien del gremio? En el caso de los científicos, ¿es la única buena idea?
En parte hay muchas posibilidades de acabar con otro científico de pareja, ya que a menudo la gente se conoce en el ámbito laboral. Por otra parte, la complicidad, el entender el trabajo del otro y la dedicación que este trabajo exige creo que ayudan mucho a que la pareja funcione. Pero no creo que sea la única fórmula posible. Tú sabes tanto como yo de esto.
Eres miembro de la Real Academia de Ciencias. ¿Crees que este tipo de instituciones siguen jugando un papel?
Soy académico correspondiente, no soy miembro numerario. Creo que una institución así podría jugar un papel mayor del que juega. El problema no está en la propia Academia, sino en el uso (o la falta de uso) que hace de esta el resto de la sociedad. ¿Por qué el Gobierno, por ejemplo, no la usa para asesorarse en materias de política científica, por qué no se le saca partido a la gente tan valiosa que hay en ella? No se hace porque en nuestro país hay una cultura científica muy escasa y la verdad es que es una pena.
¿No te parece un poco vetusta?
Bueno, pero eso es natural. Es verdad que los miembros de la Academia son bastante mayorcitos, cuando fui a las primeras reuniones me sentí joven [risas].
Sé que tocas muy bien la guitarra, pero siempre te quejabas de que no tenías tiempo. ¿La tocas todavía? ¿Tienes tiempo libre?
La mejor música que toca D. Enrique es la Física
He empezado a tocar el piano hace más de diez años y he progresado bastante. Con la guitarra siempre me pasó lo mismo, tocaba siete u ocho meses y luego pasaba otro tanto sin acercarme a ella. Creo que nunca llegué a ninguna parte, la guitarra clásica es demasiado difícil. Con el piano soy más constante, ahora estoy en una buena época y toco una hora cada día. No haber estudiado música seriamente es una de mis grandes frustraciones. Es curioso, en la casa donde yo me crie había un piano, era de mi abuela materna, y yo lo tocaba de vez en cuando, pero no estudié música porque creía que para ser pianista tenías que ser poco más que un genio. Estoy seguro de que es cierto si quieres ser un profesional bien retribuido, pero desde luego cualquiera con un mínimo de talento y ganas puede tocar bien y yo ya me contentaría con eso. Pero yo no lo sabía y nunca me planteé estudiar. Cuando me fui a EE. UU. me llamó la atención que había estudiantes en la universidad que estudiaban música como una profesión, pero ya era muy tarde para mí.
Hubo una época, durante mi estancia en Stanford, en la que mi pareja me regaló unas lecciones particulares de guitarra. Resultó que el profesor era un alemán que había aprendido a tocar la guitarra en un campo de concentración en Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial. Tenía una tienda que se llamaba Quality Guitars, al lado del Camino Real en Palo Alto. Mi guitarra era buena, la había comprado en Contreras, que estaba en la calle Mayor de Madrid, y a él le llamó la atención que yo tuviera esa guitarra cuya marca conocía, y me preguntó: «¿Y esta guitarra cómo la has conseguido?», y le dije: «La compré en Madrid», y él: «Pues la próxima vez que vayas a España, dímelo, porque te encargo una».
El caso es que el alemán se retiró y traspasó el inventario de la tienda a otra en el Camino, cerca de Kepler’s Books en Menlo Park, llamada Guitars Unlimited. Y también me traspasó a mí, el dealer de guitarras españolas, presentándome a Bill Courtial, que así se llamaba el nuevo dueño. Así que cada vez que venía a España compraba una guitarra para ellos, llegué a comprar una de concierto que me costó entonces casi doscientas mil pesetas, una auténtica fortuna. Bill era un guitarrista de jazz y había entrado en el negocio de la tienda años antes, sustituyendo a un profesor de guitarra amigo suyo que se había hecho famoso. Se trataba nada menos que de Jerry García, el líder de Grateful Dead. La tienda parecía un tugurio, pero tenía una trastienda inmensa con guitarras e instrumentos de todo tipo. Allí compraba guitarras Joan Baez, que vivía bastante cerca, el propio Jerry García, y alguno de los músicos de Janis Joplin, entre otros. Con esto disfruté un montón. Una vez el propio Bill me pidió una guitarra de flamenco y al probarla me dijo: «Esta es para mí, no para la tienda». En fin, quizás debía haber explotado más mi faceta de traficante, pero la cosa se quedó ahí [risas].