Sep
26
La Historia de la estrella que nos alumbra
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Astronomía y Astrofísica ~ Comments (0)
NACIMIENTO, VIDA Y MUERTE DEL SOL
Antes de dar comienzo a la charla sobre el tema propuesto hoy, os quiero decir que estamos rodeados de cosas maravillosas en las que, inmersos en nuestros problemas cotidianos, no prestamos atención.
Viajamos en una “nave espacial” llamada Tierra que se mueve y gira sobre sí misma a 1.700 Km/h., viajando alrededor del Sol a 107.000 Km/h., no sentimos ningún movimiento debido a que estas velocidades son constantes, ni se aceleran ni desaceleran.
Todo en nuestro Universo nace con tiempo determinado de vida que, que de no ocurrir algún percance inesperado, se cumplirá:
Una mosca vive entre 2 y 4 semanas, un elefante 60 años, una tortuga galápago más de 150 años, nosotros sobre los 80 años, y, una estrella (dependiendo de su masa puede vivir millones o miles de millones de años.
Ya lo dijo Einstein, el Tiempo es relativo y no pasa de la misma manera para todos. Una hora no será medida de la misma manera para quién la pase junto a la persona amada al que ese espacio de tiempo le parecerá efímero, y, el enfermo aquejado de dolores en la cama de un Hospital que medirá la misma hora como si fuera eterna.
Nosotros, aunque nunca hemos sabido explicar lo que es el Tiempo, sí que hemos sabido dotarlo de espacios que, en nuestras Sociedades, nos han servido para calcular momentos determinados durante el día y la noche, hora de levantarse, ir al trabajo, comer, ver la tele o hacer las tareas, dormir…
Sobre todo, hemos querido clasificarlo según para qué, y, lo hemos dividido en tres grupos:
PASADO: (El Tiempo que se fue, lo que ya no está, lo que tenemos que rememorar y fijarnos en los aciertos para repetirlos y mejorarlos y en los fracasos para no volver a caer de nuevo en ellos).
PRESENTE: (Que está cargado de ese pasado que fue), es el Tiempo en el que estamos viviendo y, su nombre lo dice, es como un regalo que debemos disfrutar mientras podamos, y, desde luego, sacar de él todo el fruto posible dentro de los límites que marcan las Normas sociales. Lo que no hagamos durante el presente… ¡Nunca podremos hacerlo!
El Tiempo que se va y no regresa
FUTURO: Hablamos mucho de él sabiendo que nunca podremos estar allí. El futuro es lo que aún no ha pasado, lo que está por venir, lo incierto. Como no tenemos ningún elemento de juicio para decir como será, lo que hacemos es conjeturar y teorizar sobre lo que podría ser.
Lo que podría ser y que nunca podremos saber si esas escenas serán realidad “mañana”
Es curioso que durante toda la vida estemos hablando del pasado y del futuro, en uno ya estuvimos y sólo lo podemos recordar, el otro nunca será nuestro. Lo que nosotros llamamos nuestro futuro en realidad, será el Tiempo de otros que detrás de nosotros llegarán pero, para ellos… ¡También será presente!
Estamos condenados a vivir en un Eterno presente. Bueno, se me vino a la mente el Tiempo al estar pensando que, hace ahora 4.600 millones de años que nació el Sol en una Nebulosa molecular gigante.
En una nebulosa como la que arriba podemos contemplar, se formó un disco protoplanetario del que nació el Sol y los planetas, igual que otras muchas estrellas se condensan a partir de ingentes cantidades de material de éstas nebulosas y, con ayuda de la fuerza de Gravedad se condensan inmensos grumos y, en el núcleo llegan a fusionarse los átomos de Hidrógeno formándose la estrella que, a partir de ahí entran en la Secuencia Principal en la que, durante miles de millones de años estarán fusionando elementos sencillos en otros más complejos.
La explicación más aceptada para la formación del Sistema solar es la hipótesis nebular. Según ella, el Sol y los planetas y todos los objetos del Sistema solar se formaron a partir del material nebulosa hace ahora miles de millones de años.
La conjetura que en su momento fue planteada para la formación del sistema solar, es ahora aceptada como pauta general para la formación de estrellas y planetas por todo el Universo.
El Sol está conformado por Hidrógeno y Helio y tiene trazas de Carbono, Oxígeno, Nitrógeno, Neón… Hierro. El 99,86% de toda la masa del Sistema solar la tiene el Sol.
La Tierra, el planeta que nos acoge, está situado a una distancia de 150.000.000 de kilómetros del Sol, en lo que se llama zona habitable.
Dicha distancia hace posible que, la superficie del planeta no esté ni achicharrada ni congelada y, el agua pueda correr líquida para hacer posible la presencia de la Vida.
Así que el Sol es la estrella más cercana a nuestro planeta, y, la más próxima a ella es un conjunto llamado Alpha Centauri que está situado a 4.37 años luz de distancia del Sol. Es decir, unos 42 billones de kilómetros.
Un año luz está referido a la distancia recorrida por la luz en el vacío del espacio en un año y marcaría la distancia de 9.460.730.472.580.8 Km.
Para viajar al sistema de Alpha Centauri con la tecnología actual, tardaríamos unos 30.000 años. Precisamente eso es lo que hace imposible (de momento) los viajes espaciales a otros mundos).
Nuestro Sol, la estrella que alumbra al planeta Tierra, lleva 4.500 millones de años fusionando Hidrógeno en Helio a razón de 4.654.600 toneladas de Hidrógeno en 4.650.000 toneladas de Helio, y, las 4.600 toneladas perdidas en el proceso, son enviadas al espacio en forma de luz y calor, de lo que, una pequeña fracción, llega a la Tierra para hacer posible el sustento de casi todas las formas de vida que conocemos a través de la fotosíntesis y determina el clima de la Tierra y su meteorología.
La luz del Sol nos llega al planeta en 8 minutos y 20 segundos. Determina el día y la noche al unísono con la rotación del planeta.
En la Tierra, la energía radiada por el Sol es aprovechada por los seres fotosintéticos que constituyen la base de la cadena trófica, siendo la principal fuente de energía de la vida. También aporta la energía que mantiene en funcionamiento los procesos climáticos.
Como decíamos antes, el Sol supone el 99,86 por ciento de toda la masa del Sistema solar. Aunque sea una estrella enana amarilla de las que, sólo en nuestra Galaxia, la Vía Láctea existen miles de millones como ella, para nosotros, y todos los habitantes del planeta, es la estrella más importante, la que nos suministra la energía y permite que la vida tenga sus hábitats proliferando por los más dispares lugares que imaginarnos podamos.
El Sol lleva brillando en la secuencia Principal 4.500 Millones de años, y, todavía le quedan 5.000 millones de años hasta que agote su combustible nuclear de fusión. Cuando llegue ese momento, la estrella sufre una serie de procesos que la llevan a convertirse en una Gigante roja que, en el caso del Sol llegará a tener un radio de unos 100 millones de kilómetros, es decir, aumentará hasta engullir a Mercurio y Venus y seguramente la Tierra. Cuando eso suceda, las temperaturas subirán tanto que, los mares y océanos de la Tierra se evaporarán y, la vida, tal como la conocemos dejará de existir en nuestro planeta.
El tamaño actual del Sol en comparación con su tamaño máximo (estimado) durante la fase de Gigante roja dentro de unos 5.000 millones de años.
Las capas externas de las gigantes rojas están poco ligadas gravitacionalmente por lo que, expulsa masa para formar (después de un largo tiempo), una Nebulosa planetaria.
Así, las capas externas de la gigante roja son eyectadas al Espacio Interestelar para formar una Nebulosa Planetaria que es una nebulosa de emisión consistente en una envoltura brillante en expansión de plasma y gas ionizado, que, como decimos, ha sido expulsado de la fase de rama asintótica gigante que atraviesan las estrellas gigantes rojas al final de sus vidas. Estas Nebulosas tienen forma de anillo o burbujas y, en su centro, aparecerá un puntito blanco que no es otra cosa que, el resto de la masa de la estrella que, una vez liberada de la fusión nuclear que la hacía expandirse, queda a merced de la Gravedad que la contrae, es decir, la condensa más y más, hasta tal punto que alcanzan los 10 ⁶ g/cm³, varias toneladas por centímetro cúbico.
“A estas densidades entran en juego el principio de indeterminación de Heisenberg y el principio de exclusión de Pauli para los electrones, los cuales se ven obligados a moverse a muy altas velocidades, generando la llamada presión de degeneración electrónica, que es la que efectivamente se opone al colapso de la estrella. Esta presión de degeneración electrónica es un fenómeno radicalmente diferente de la presión térmica, que es la que generalmente mantiene a las «estrellas normales». Las densidades mencionadas son tan enormes que una masa similar a la del Sol cabría en un volumen como el de la Tierra (lo que daría una densidad aproximada de 2 t/cm3), y solamente son superadas por las densidades de las estrellas de neutrones y de los agujeros negros. Las enanas blancas emiten solamente energía térmica almacenada, y por ello tienen luminosidades muy débiles.”
Las estrellas enanas blancas están formadas principalmente de Carbono y Helio viven largo tiempo mientras se enfrían para convertirse en enanas negras.
emilio silvera