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¡La Naturaleza! ¿Será la misma en todas partes?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y la Vida ~ Comments (2)
Creo que en lo esencial y aparte de particularidades de cada lugar… ¡Siempre pasan las mismas cosas!
¿Estamos ahora en condiciones de comprender por qué, si existieran animales en otros planetas capaces de moverse a través de sus mares, de su atmósfera o de sus tierras, sería muy probable que, también ellos, tengan simetría bilateral? En otro planeta, igual que en la Tierra, atuarían los mismos factores que darían lugar a la mencionada simetría. La Gravedad produciría diferencias esenciales entre arriba y abajo, y la locomoción originaría marcadas diferencias entre frente y dorso. La ausencia de asimetrías fundamentales en el entorno permitiría que la simetría izquierda derecha de los cuerpos permaneciera inalterada.
No pocas veces contemplamos escenas que son dignas del mayor asombro
¿Podemos ir más allá? ¿Podemos esperar semejanzas más concretas entre la vida extraterrestre y la vida tal como la conocemos? Creo que sí, que de la misma manera que existen planetas como la Tierra que tendrán paisajes parecidos a los que podemos contemplar en nuestro mundo, de igual forma, dichos planetas podrán albergar formas de vida que, habiéndo surgido en condiciones similares a las nuestras de Gravedad, Magnetismo, Radiación… Habrán seguido el mismo camino que tomamos nosotros y los otros seres que en la fauna terrestre nos acompañan.
¡Sorprendente Naturaleza!
En los extraños mares de otros planetas, sin tener en cuenta la composición química, es difícil imaginar que la evolución de lugar a una forma más sencilla de locomoción que la que se produce ondulando colas y aletas. Que la propia evolución encontraría este tipo de propulsión viene avalado por el hecho de que, incluso en la Tierra, esta evolución se ha produción de manera totalmente espontánea e independiente. Los peces desarrollaron la propulsión cola-aleta; después, ellos mismos evolucionaron hasta convertirse en tipos anfibios que se arrastraban por tierra firme hasta llegar a ser reptiles.
Ornitorrinco: ¿Mamífero, Ave o Reptil? Lo cierto es que, sin movernos de aquí, podemos ver los mismos extraños animales que nos podríamos encontrar en cualquier lugar situado en lejanos sistemas planetarios alumbrados por otras estrellas distintas a nuestro Sol. Allí como aquí en la Tierra, las mismas leyes, las mismas fuerzas, los mismos principios y los midsmos ritmos que el Universo impone por el inmenso Cosmos, estarían presentes.
Algunos reptiles fueron evolucionando y dieron lugar a a los mamíferos. Pero cuando algunos de estos últimos regresaron al mar (los que luego han sido ballenas y focas, por ejemplo), sus piernas volvieron a evolucionar hacia las formas de las aletas destinadas a la propulsión por el medio acuatico y a la navegación.
De la misma manera, cuesta imaginarse una forma más sencilla de volar por el aire que no sea utilizando las alas. De nuevo, también en la Tierra ha habido una evolución independiente y paralela de las alas. Los reptiles las desarrollaron a causa de la evolución, y llegaron a volar.
Los Pterodáctilos desaparecieron hace unos 100 millones de años
Lo mismo hicieron los insectos que los podemos encontrar conformados en las figuras más asombrosas y con estremidades y ojos que nublan la imaginación, la Naturaleza los ha dotado para que se defiendan en el medio en el que se mueven y les otorgó los atributos necesarios para ello.. Algunos mamíferos, como la ardilla voladora, desarrollaron alas para planear. El murciélago, otro mamífero, desarrolló unas alas excelentes. Algunas especies de peces, que saltan por encima del agua para evitar ser capturadas, se han provisto de alas de planeo.
¡La Naturaleza! ¿Qué no será posible para ella?
En tierra firme, ¿existe algún modelo más sencillo por el cual un animal puede desplazarse que no sea mediante apéndices articulados? Las patas de un perro, desde el punto de vista mecánico, no se diferencian demasiado de las de una mosca, pese a haber sufrido evoluciones completamente independientes una de otra. Evidentemente, la rueda es también, una máquina muy sencilla, útil para desplazarce por tierra, pero hay buenas razones técnicas que dificultan su evolución.
Recuerdo haber visto con los chicos cuando eran pequeños, aquella película en la que L. Frank Baum, en Ozma de Oz, inventó una raza de hombres, llamada “los rodadores” , con cuatro piernas como un perro pero que, cada una de ellas terminaba con una ruedecilla que les hacía correr velozmente para causar el pánico en la pequeña protagonista de la fantástica historia. Y, de la misma manera, si nos paramos a observar la Naturaleza y las criaturas que en ella han llegado a sugir, el asombro de tan fantástico logro, nos llega a dejar sin habla.
Pese a que ningún animal utiliza ruedas para autopropulsar su cuerpo a través del suelo o del aire, sí existen bacterias que se mueven por los líquidos haciendo rodar sus flagelos a modo de propulsores.
Existen mecanismos de rotación en el interior de las células para esparcir filamentos retorcidos de ADN. Algunos animales unicelulares se desplazan a través del agua haciendo que ruede todo su cuerpo. Si estudiamos el mundo microscópico de esos infinitesimales seres, nos quedaríamos maravillados de la inmensa diversidad de mecanismos que utilizan para poder realizar sus actividades cotidianas.
Órganos sensoriales como los ojos y nariz también deben ser como son si la vida evoluciona hacia algún tipo de actividad inteligente avanzada. Las ondas electromagnéticas son ideales para dar al cerebro un cuidadoso “mapa” del mundo exterior. Las ondas de presión, transmitidas por moléculas, proporcionan pistas adicionales de gran valor sobre el entorno, y son captadas por los oídos. Las moléculas emanadas por una sustancia se detectan por la nariz.
Por ahí fuera, cualquier cosa que podamos imaginar… ¡Podría ser posible!
No es imposible que puedan existan culturas avanzadas extraterrestres inteligentes en las que el olfato y el gusto no sean solamente los sentidos dominantes, sino que también sean los que proporcionan los principales medios de comunicación entre individuos. Hasta hace muy pocos años, los biólogos no han descubierto que, en especies animales terrestres, se transmite una gran cantidad de información mediante una transferencia directa de sustancias que ahora se denominan feromonas.
Las formas de vida que existen aquí en la Tierra no son todas conocidas por nosotros y especies que están ocultas a nuestro conocimiento deambulan por el planeta tan ricamente. De la misma manera, en cualquiera de los mundos que son en el Universo, habrá miles de millones de criaturas que, como las de la Tierra, estarán habitando ecosistemas diversos en las mismas condiciones que aquí lo hacen las especies vecinas conocidas o no por nosotros. Un mensaje sí está claro: Todas las criaturas que existen en la Tierra están basadas en el Carbono.
Puesto que tanto la luz como el sonido y las moléculas existen efectivamente en otros planetas, parece que la evolución debería crear también sentidos que explotaran éstos fenómenos como excelente medio de control de las circunstancias de la vida. Aquí en la Tierra, por ejemplo, el ojo no ha tenido menos de tres desarrollos independientes entre sí: Los ojos de los vertebrados, los ojos de los Insectos y los de las diversas clases de moluscos.
¡La Naturaleza! Esa maravilla
El pulpo, por ejemplo, tiene un ojo particularmente bueno (de hecho, en algunos aspectos es mejor que el nuestro); posee párpados, córnea, iris, pupila, retina igual que el ojo humano, ¡aunque ha evolucionado de forma completamente independiente del ojo de los vertebrados! Es difícil encontrar un ejemplo más sorprendente de cómo la evolución, actuando según dos líneas de desarrollo desconectadas, puede llegar a crear dos instrumentos nada sencillos que, en esencia, poseen la misma función e idéntica estructura.
Los ojos, igual que otros órganos sensoriales, tienen buenas razones para constituir un tipo de cara habitual. En primer lugar, constituye una gran ventaja que ojos, nariz y oídos estén situados cerca de la boca, pués así son de utilidad para buscar alimentos. Asimismo, resulta ventajoso que estén colocados en las proximidades del cerebro: la sensibilidad está allí, y debe reaccionar para conseguir alimentos, eludir peligros y atisbar el mundo que nos rodea transmitiendo, por medio de los sentidos al cerebro, lo que pasa a nuestro alrededor.
El propio cerebro, al evaluar e interpretar los impulsos sensoriales, lo hace mediante redes eléctricas: una especie de micro-computador de inmensa complejidad. Los filamentos nerviosos que conducen los impulsos eléctricos pueden ser esenciales para el cerebro de los seres vivos avanzados (de ello hemos hablado aquí con frecuencia).
Si la vida en otros planetas llega a alcanzar el nivel de inteligencia de nuestra especie en la Tierra, parece probable que tendría al menos, algunos rasgos humanoides. La ubicación de los dedos en los extremos de los brazos reporta, evidentemente, indudables ventajas. De la misma manera y para su seguridad, el valioso cerewbro debe estar fuertemente encastado y, además, tan alejado del suelo como sea posible, su seguridad es esencial.
Imaginar podemos todo lo que a nuestras mentes pueda acudir, incluso seres con ojos en las puntas de los dedor pero, la Naturaleza es racional, no pocas veces decimos que es sabia y, si pensamos en todo lo que antes hemos leído y visto, no tenemos más remedio que aceptarlo: ¡La Naturaleza es realmente Sabia! y, lo mismo que aquí en la Tierra, habrá sabido crear criaturas en esos mundos lejanos en los que, la diversidad, será tan abundante como lo es en nuestro propio planeta y, lo mismo que en él, en esos otros mundos estará presente la evolución y la adaptación al medio que, en definitiva, son las reglas que rigen cuando la vida está presente.
emilio silvera
el 8 de octubre del 2018 a las 15:20
Estupenda esta entrada. Muy completa. Yo, en mi modestia, haré un comentario sobre las bacterias, tan simples ellas: Las bacterias son unos seres vivos microscópicos, ubicuos, versátiles, a veces insidiosos y prácticamente eternos; realmente no mueren, sino que se dividen y transmiten ininterrumpidamente parte de su material genético a la siguiente generación en un proceso sin fin que ha llegado a nuestros días tras unos miles de años de actuación. Según parece constituyen con mucho la mayor abundancia de vida existente en el planeta, por mucho que pretendamos menospreciarlas y ningunearlas. Se podría decir que son el origen de la vida compleja, aunque para ello hubieron de confabularse en su momento entre varias de ellas, básicamente a través de la fagocitosis de unas a otras, para dar lugar a la célula eucariota de la que partimos los seres pluricelulares. Es decir que les debemos la vida en cierto modo. Pues bien, yo me he empeñado a lo largo de mi existencia en fastidiarle la suya, al menos a aquellas sobre las que puedo actuar que son fundamentalmente las que dispongo en el interior de mi organismo, mayormente en el tracto digestivo. Sí, entiendo que hacen una labor beneficiosa, incluso indispensable para mi supervivencia y la suya, pero no he podido dejar pasar la posibilidad de proceder como si fuera un pequeño dios fastidiando a los siervos que de mí dependen. Es un raro placer, pero compensa y, por otra parte, peculiaridades más extrañas tiene el ser humano; si fuera un diablo mataría moscas con el rabo. Lo que hago es acostumbrarlas previamente a degustar algunos manjares: chorizo algo picante, salmón ahumado, deleitoso mango, etc. Y, a los pocos días, cuando las tengo ansiosas por esas delicatesen, les cambio al arroz a banda, la escalibada o una esqueixada exquisita para acometer enseguida la ingesta de un chuletón o anchoas, aunque sean del Cantábrico, o, simplemente, unos caracoles a la llauna que están para chuparse los dedos y así sucesivamente. El caso es que creo que las tengo revolucionadas y molestas y un tanto expectantes a ver con qué las sorprendo en los próximos días, momentos en que aprovecho para ayunar durante una semana con lo que, además de mejorar la figura, consigo que se fastidien definitivamente. Las imagino transmitiéndose entre ellas consignas maliciosas para intentar doblegar mi voluntad y ciertamente a veces noto sus intentos en forma de desarreglos intestinales, pero no saben con quién están tratando: aguanto lo que me echen con tal de mostrar la supremacía del ser humano y eso que cuando comencé a proceder del modo descrito ni siquiera sabía de la existencia de un personaje llamado Donald Trump. Menos mal que éste ha venido a justificar mi actitud juiciosa y razonable, aunque ahora, la verdad, me dan ganas, solo por llevar la contraria, de portarme con más empatía, que es lo que ahora se lleva, con esos seres minúsculos y entrañables que nada malo me han hecho. Si las bacterias llegan a leer este escrito confío en que acepten mi arrepentimiento y me digan qué es lo que más les gusta, siempre que sea una comida dentro de un orden, que si me piden angulas o caviar van dadas.
el 9 de octubre del 2018 a las 6:01
Amigo mío, nuestro mundo es como es precisamente, porque esos minúsculos seres están aquí. Ellos cambiaron el planeta y lo hicieron como ahora lo podemos ver. Desde tiempos inmemoriales están en simbiosis con los humanos y hacen posible que en nosotros todo se desarrolle con ormalalidad. ÇSí, también hay germenes nosivos pero, estos los combatimos con antibiotícos. Los otros, los buenos, están con nosotros y nos prestan un gran servicio. De hecho, la masa en seco de nuestros cuerpos, llevan un diez por ciento de bacterias. Sin ellas no podríamos vivir. Al contrario de lo que muchos creen son nuestras compañeras entrañables.