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Los Dinosaurios eran un callejón sin salida para nosotros
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Catástrofes Naturales ~ Comments (1)
Hace 66 millones de años, una roca espacial de 10 kilómetros chocó contra la Tierra causando una explosión equivalente a 7.000 millones de bombas atómicas. El choque levantó una enorme fumarola de roca pulverizada que se elevó hasta cubrir todo el globo y sumirlo en una profunda oscuridad. Tsunamis de más de 100 metros arrasaron las costas del actual Golfo de México, donde cayó el meteorito, y se desencadenaron fuertes terremotos. Parte de los escombros levantados por el impacto comenzaron a llover como diminutos meteoritos y transformaron el planeta en un infierno de bosques ardiendo. Las plantas que no se quemaron se quedaron sin luz solar durante meses. Tres de cada cuatro seres vivos en el planeta fueron exterminados, incluidos todos los dinosaurios no avianos.
Una de las grandes incógnitas sobre el evento de extinción masiva del Cretácico es si existió un refugio donde la vida permaneció más o menos intacta. Algunos estudios han situado ese oasis en el hemisferio sur del planeta, especialmente cerca del Polo.
La Patagonía
Nueva Zelanda
Estudios recientes apuntan a que en Patagonia y Nueva Zelanda la extinción de plantas fue mucho menor
“La mayoría de lo que sabemos sobre la extinción y la recuperación de la vida en tierra después del asteroide viene del Oeste de EE UU, relativamente cerca del lugar del impacto, en Chixculub, México”, explica Michael Donovan, investigador de la Universidad estatal de Pensilvania (EE UU). Se sabe “mucho menos” de lo que sucedió en otras zonas más alejadas, dice, pero hay estudios recientes del polen y las esporas que apuntan a que en Patagonia y Nueva Zelanda la extinción de plantas fue mucho menor.
La Patagonía salvaje
En un estudio publicado hoy en Nature Ecology & Evolution, Donovan y otros científicos en EE UU, Argentina y China exploran la hipótesis del refugio del sur a través del análisis de hojas fósiles de antes y después del impacto encontradas en la Patagonia argentina. En concreto, el equipo de investigadores ha analizado las pequeñas mordeduras dejadas por insectos herbívoros en la vegetación para estimar cuándo se recuperó el nivel de diversidad biológica anterior al desastre.
Los resultados muestran que, al igual que lo que se observó en el hemisferio norte, los insectos del sur prácticamente desaparecieron después del choque del meteorito. Pero los fósiles analizados también muestran que los niveles de diversidad de insectos se recuperaron en unos cuatro millones de años, dos veces más rápido que en el norte.
“También hemos estudiado los minadores, rastros de deterioro en las hojas hechos por larvas de insecto al alimentarse”, explica Donovan. “No encontramos pruebas de la supervivencia de minadores del Cretácico, lo que sugiere que este no fue un refugio para estos insectos”, explica, pero en los restos de después del impacto enseguida aparecen nuevas especies.
Los primeros mamíferos aparecieron al final del triásico, pero eran criaturas pequeñas, parecidas a musarañas. El primer mamífero con placenta de la historia fue la musaraña, así que se podría decir que esta pequeña criatura es nuestro primer antepasado, apareciendo después de la extinción de los dinosaurios hace unos 65 millones de años atrás, mostrando una larga cola peluda, tamaño pequeño, peso de entre seis y 245 gramos y una dieta que incluía insectos. ¡Lo más importante era que ya no ponía huevos!
El trabajo refuerza la hipótesis de que la vida regresó antes a las zonas más alejadas del punto de impacto, “aunque también pudo haber otros factores desconocidos”, advierte Donovan. Las diferencias en el tiempo de recuperación probablemente influyeron en los patrones de biodiversidad hasta la actualidad, comenta.
El trabajo también puede ayudar a explicar por qué otras pequeñas criaturas que se alimentaban de insectos acabaron conquistando la Tierra tras sobrevivir al meteorito que exterminó a los dinosaurios. “Es posible que los cambios en la cadena alimentaria causados por la extinción de los insectos después del impacto, seguidos de la recuperación de los niveles anteriores afectasen a otros organismos, incluidos los mamíferos”, resalta.
Publica: emilio silvera
el 31 de octubre del 2018 a las 8:30
Cuando ocurre alguna cosa indeseada, para tranquilizarnos solemos decir aquella frase: “No hay mal que por bien no venga”, y, aunque sea una perogrullada, a veces, casi está cerca de la verdad. Ese podría ser el caso de los Dinosaurios que reinaron en nuestro planeta unos 150 millones de años, y, se extinguieron hace ahora unos 65 millones de años.
Más de 60 millones de años más tarde, la vida, hizo acto de presencia en nuestro planeta, así lo atestiguan los fósiles hallados en las rocas más antiguas de la Tierra (en Australia). Hubiera sido imposible la convivencia de los grandes lagartos con la raza humana que sólo hubiera servido de alimento a dichos monstruosos animales.
De esa manera, el estar aquí sin los terribles enemigos, posibilitó que pudiéramos evolucionar y andar el camino que nos trajera hasta el lugar que en el presente ocupamos, y, aunque serían muchas las críticas que nuestra especie merece, también debemos reconocer sus méritos, y, los logros conseguidos.
Hemos dado un salto enorme desde la copa de los árboles hasta el átomo y las galaxias, y, entre esas dos dimensiones de lo muy pequeño y lo muy grande, se encuentran una serie de conocimientos que nos sitúan en ese lugar que hace honor al Ser, saber el lugar que ocupamos en el mundo, en la Naturaleza y en el Universo.
Somos conscientes de nuestras carencias, y, sabemos de nuestra insignificancia en el contexto del Universo. Sin embargo, también sabemos que en el ámbito local, podemos ser bastante importantes y, no por lo que podamos generar en el presente, sino por lo que vendrá. Incluso sería posible que nuestros conocimientos limitados de hoy, pudieran incidir en un ámbito mayor en el mañana, y, al decir un “ámbito mayor” me estoy refiriendo a la posibilidad de ir más allá de nuestro propio Sistema solar, y, ¿quién sabe? (con Tiempo por delante) de la Galaxia misma.
Claro que, no se nos debe subir los humos a la cabeza, tenemos que ser conscientes de las limitaciones que están con nosotros, no querer jugar a “ser dioses” tratando de crear a especies artificiales que podrían acabar con la nuestra, y, si tenemos el talento y la cordura necesarios para alcanzar la meta soñada… Será posible, sólo posible que, en un futuro lejano, la Humanidad pueda estar situada en otros mundos que, como la Tierra hoy, nos de cobijo para seguir el camino emprendido hace ya mucho tiempo.