Dic
17
Está claro… ¡Si no sabemos… Conjeturamos!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Astronomía y Astrofísica ~ Comments (5)
Recreación de un agujero blanco – Archivo
¿Hemos detectado ya agujeros blancos y no los hemos reconocido?
Según el físico Carlo Rovelli, la materia oscura podría estar hecha de esos fenómenos cósmicos (hasta ahora teóricos) que expulsan materia
A principios de la pasada década de los setenta, casi nadie creía en la existencia de los agujeros negros. Ni siquiera las numerosas detecciones indirectas (materia cayendo dentro de ellos) lograba convencer a los científicos de su existencia. Físicos de la talla de Steven Weinberg se negaban en rotundo a admitir que esas “aberraciones teóricas” pudieran ser reales, incluso después del descubrimiento, en 1964, de Cisne X1, objeto de encendidas polémicas y también de la famosa apuesta entre Stephen Hawking, que a pesar de sus creencias optó por sostener que no se trataba de un agujero negro, y su colega Kip Thorne, que apostó lo contrario. Tuvieron que pasar varias décadas hasta que se pudo probar con total certeza que, efectivamente, en el sistema binario Cisne X1 había un agujero negro, que se convirtió así en el primero descubierto por el hombre. Hoy en día, existen numerosas evidencias de que el Universo está repleto de ellos.
En su libro el Orden del Tiempo llega a preguntarse ¿Y si el Tiempo no existiera?
Y ahora, según explica en un magistral artículo divulgativo en New Scientist el físico teórico Carlo Rovelli, de la Universidad francesa de Aix-Marseille, podría estar sucediendo lo mismo con unos objetos, si cabe, aún más extraños que los agujeros negros: los agujeros blancos. Algo que, en esencia, sería casi idéntico a sus “hermanos negros”, pero a la inversa.
Lo cierto es que en la actualidad, igual que sucedía en los setenta con los agujeros negros, nadie o casi nadie cree en la existencia de agujeros blancos, que se consideran poco más que un simple ejercicio matemático sin contrapartida alguna en el mundo real. A diferencia de los negros, los agujeros blancos no absorben materia, sino que la expulsan. De este modo, igual que nada de lo que entra en un agujero negro puede volver a salir, tampoco nada de lo que sale de un agujero blanco puede volver a entrar.
Se supone que los agujeros blancos (si existen), en lugar de engullir materia la expulsan
A pesar del rechazo general, sin embargo, algunos grupos de físicos, entre ellos el de Rovelli, han empezado a investigar una posibilidad de la Mecánica Cuántica que permite una vía para que los agujeros blancos se formen realmente y de que el cielo, por lo tanto, pueda estar repleto de ellos, a pesar de no haber detectado todavía ninguno.
“La razón para sospechar que existen agujeros blancos -escribe Rovelli en New Scientist– es que podrían resolver un misterio abierto: lo que sucede en el centro de un agujero negro. Vemos grandes cantidades de materia en espiral alrededor de los agujeros negros, y luego cayendo dentro.Toda esa materia atraviesa la superficie del agujero, el horizonte de sucesos o punto de no retorno, cae en picado hacia el centro y… luego? Nadie lo sabe”.
No parece razonable pensar que podamos entrar, algún día, en un agujero negro
Según la teoría general de la Relatividad de Einstein, la mejor descripción que existe hasta ahora de la gravedad, la materia que entra en un agujero negro se concentra en un único punto central de densidad infinita, algo que los físicos han llamado “singularidad”. En ese punto, la realidad misma dejaría de ser lo que es, el tiempo se detendría y todo lo que existe se desvanecería en la nada. Sin embargo, y debido precisamente a esas condiciones tan extremas, la singularidad se sitúa fuera del ámbito de las teorías de Einstein, por lo que Rovelli considera que no son fiables. De hecho, en la singularidad la gravedad sería tan fuerte que estaría dominada por los efectos cuánticos. “Para entender lo que sucede -explica el científico- necesitamos una teoría cuántica de la gravedad”.
Para el investigador, los efectos cuánticos podrían evitar que se forme una densidad infinita en el centro del agujero negro. Y, al final, en lugar de concentrarse en una singularidad, “la materia podría hacer lo que comunmente hace después de una caída: rebotar”. Aunque no podría rebotar dentro del agujero negro, donde las cosas solo pueden caer y moverse hacia abajo.
La inmensa conjetura que hace aquí Rovelli nos habla de la gran imaginación que tiene
“Pero aquí está la magia -escribe Rovelli-: la gravedad cuántica permite que rebote no solo la materia, sino toda la geometría espacio-tiempo del agujero negro, es decir, que continúe a través del punto central del agujero negro en una región separada y nueva del espacio-tiempo, donde no solo la materia, sino también todo el espacio-tiempo está rebotando. Esto es lo que llamamos un agujero blanco. Una pelota que rebota sigue una trayectoria que parece una película de su caída proyectada hacia atrás. Un agujero blanco es como una película de un agujero negro proyectado hacia atrás. Desde el exterior, no sería muy diferente: tiene una masa como un agujero negro, por lo que las cosas se atraen y pueden orbitar a su alrededor. Pero mientras que un agujero negro está rodeado por un horizonte a través del cual es posible entrar pero no salir, un agujero blanco está rodeado por un horizonte a través del cual es posible salir pero no entrar”.
Según el investigador, la posibilidad teórica de que tales objetos existan está prevista por la relatividad general, y para ellos existen “soluciones exactas de las ecuaciones de la teoría”. Soluciones que, sin embargo, siempre se han visto como puros artificios matemáticos sin conexión alguna con el mundo real. Precisamente, ironiza Rovelli, lo mismo que sucedía con los agujeron negros hace no tanto tiempo.
Hay veces que cuando leemos declaraciones como esta del físico Rovelli, nos transportan a un plano de fantasía en el que pueden aparecer… ¡Hasta los unicornios! (Las imágenes y el comentario que va debajo no son del reportaje).
Algunas ideas alrededor de los agujeros blancos sugieren que estarían conectados a los agujeros negros a través de un túnel espaciotemporal, un agujero de gusano. De forma que la materia entraría por el agujero negro y saldría después, en otro lugar del Universo o incluso en otro Universo, a través de un agujero blanco.
Pero Rovelli opina que no se necesitan “especulaciones tan extravagantes”, y que el agujero blanco se encontraría exactamente en el mismo lugar en el que estaba el agujero negro, solo que en su futuro. En otras palabras, el “otro lado del centro” de un agujero negro puede estar, sencillamente, “en el futuro del agujero. Esto es difícil de visualizar, pero el resultado es simple: en la primera parte de su vida, el agujero es negro y la materia cae; pero durante la segunda, después de la transición cuántica, es blanco y la materia rebota”.
La transición: de negro a blanco
“Diagrama de Kruskal, en que se muestra la región de agujero negro (zona blanca adyacente a la zona gris superior), la región de agujero blanco (zona blanca adyacente a la zona gris inferior), y las dos regiones asintóticamente planas en blanco, a izquierda y derecha, las cuales describen el campo gravitatorio en los alrededores de un cuerpo esférico.”
En este punto, es importante fijarse en el momento de transición en el que un agujero negro pasa a ser un agujero blanco. “Aquí, nuevamente, es la teoría cuántica la que permite que esto suceda, gracias a un fenómeno conocido como tunelización cuántica”. Hoy en día, el “efecto tunel” está bien estudiado e incluso se aplica a la construcción de microscopios y otros instrumentos científicos. “Una partícula atrapada dentro del núcleo atómico -explica Rovelli- no podría escapar según la mecánica clásica, pero la teoría cuántica le permite ‘hacer un túnel debajo’ de la pared potencial que la atrapa, y por lo tanto irradiar fuera del núcleo”.
Ahora bien, la vida de los agujeros negros puede ser extremadamente larga. ¿En qué momento un agujero negro pasa a ser un agujero blanco? Hace ya varias décadas, en 1974, Stephen Hawking aventuró la idea de que, después de todo, los agujeros negros no lo eran tanto, ya que emitían una cierta cantidad de radiación, hoy conocida como radiación Hawking en honor al genial físico británico. Es decir, que con el paso del tiempo y a través de esa emisión lenta pero continua de radiación, los agujeros negros van reduciendo su tamaño y finalmente se evaporan.
Cuesta creer que esto se convierta en… esto otro
Y a medida que reducen su tamaño, según Rovelli, “aumenta la probabilidad de que se conviertan en agujeros blancos. Cosa que en algún momento, sucede”. Este escenario, sin embargo, contiene un aspecto desconcertante: la evaporación de un agujero negro es un proceso que se produce con extrema lentitud y que puede durar muchos millones de años, mientras que la materia que cae en el agujero negro llega a su centro en pocos segundos, por lo que su “rebote” debería ser casi inmediato. Por lo tanto, ¿cómo podría la materia salir tan pronto a través de un agujero blanco cuando ese mismo agujero blanco tarda tanto tiempo en formarse?
La respuesta, para Rovelli, radica en “la increíble flexibilidad del tiempo”. Sabemos, por ejemplo, que el tiempo transcurre más lentamente al nivel del mar, más cerca del centro de la Tierra, que en lo alto de una montaña. Y a medida que nos acercáramos a un agujero negro, el tiempo se ralentizaría aún mucho más. Por lo tanto, “un tiempo muy corto dentro del agujero negro sería equivalente a un tiempo muy largo fuera de él. Si pudiéramos ver el “rebote” de la materia desde fuera, parecería estar sucediendo a cámara super lenta. Por lo tanto, escribe Rovelli “los agujeros que vemos en el cielo podrían ser sencillamente objetos que colapsan y rebotan hacia fuera”, pero percibidos por nosotros en una cámara exageradamente lenta.
Lo que entra no sale
Una ventaja añadida de tal escenario es que resuelve la famosa paradoja de la pérdida de información en el interior del agujero negro, algo que la naturaleza prohíbe. En efecto, si dentro de un agujero negro el tiempo llegara a su fin, la información de la materia que entrara en la singularidad se perdería para siempre. Pero si esa materia termina rebotando y saliendo de nuevo al exterior a través de un agujero blanco, la información no se perdería.
Un escenario teórico que, en su artículo, Rovelli califica de hermoso. Ahora bien, Significa esto que “el cielo está realmente lleno de agujeros blancos? Y si es así ¿Podemos verlos?
¿Dónde están los agujeros blancos?
Hipótesis de cómo se forman los agujeros blancos… ¡Las hay!
El investigador opina que la respuesta “depende de cosas que aún no comprendemos totalmente”. Entre ellas, el tiempo que puede llegar a durar un agujero negro. Se cree que los agujeros negros que se han formado tras el colapso de una estrella son aún demasiado jóvenes y grandes como para convertirse en agujeros blancos. No así la miriada de agujeros negros microscópicos que podrían haberse formado durante el Big Bang, y que podrían haberse trasformado ya, o estar transformándose ahora, en pequeños agujeros blancos que estarían virtualmente por todas partes.
“Sin embargo -escribe Rovelli en New Scientist- tenemos un límite bastante firme entre una vida ¨larga¨, limitada por el tiempo de evaporación de Hawking, y una vida ¨corta¨ mínima requerida por el inicio de los fenómenos cuánticos. Lo cual nos permite sacar algunas conclusiones preliminares”.
Me viene a la memoria la puesta en marcha del LHC y recuerdo a los muchos agoreros que predecían que el funcionamiento del ingenio y la utilización de esas energías y los grandes imanes, harían aparecer a los microagujeros negros que se tragarían la Tierra. Claro que nada de eso sucedió u ahora se piensa en llegar a los 100 TeV de potencia para encontrar las cuerdas vibrantes.
“Si la vida útil resulta ser larga -razona el investigador-, entonces solo los pequeños agujeros negros primordiales se habrían vuelto blancos. Lo cual implicaría que todos los agujeros blancos que hay actualmente en el cielo deben tener un tamaño muy pequeño”. El peso de cada uno de estos agujeros blancos diminutos sería del órden de un microgramo, que es el peso de un fragmento de cabello humano de apenas 1,2 cm.
Lo cual, según el investigador, abre la interesante posibilidad de que esos diminutos agujeros blancos sean un componente fundamental de la misteriosa materia oscura que los astrónomos han detectado, aunque solo de forma indirecta, en el cielo. Las diversas teorías sobre la composición de la materia oscura no han podido demostrarse hasta ahora, y las partículas que deberían formarla según esas teorías se resisten a ser descubiertas en laboratorio.
LO QUE NOS FALTABA POR ESCUCHAR (En la declaración siguiente)
Pero “la posibilidad de que la materia oscura esté compuesta de pequeños agujeros blancos no requiere nada más que la física establecida, es decir, la relatividad general y la teoría cuántica, y no está descartada por ninguna observación. Si esto es correcto, ya hemos observado agujeros blancos: ¡son la materia oscura!”.
Por otro lado, “si la vida útil de los agujeros negros resultara ser corta, los agujeros negros primordiales que ya se han transformado en blancos deberían tener ahora la masa de un pequeño planeta y podrían explotar violentamente, transformando la mayor parte de su masa en radiación emitida. Este evento debería enviarnos rayos cósmicos extremadamente energéticos y señales cortas y violentas en la banda de microondas o radio. Los últimos son particularmente intrigantes porque ya se han detectado señales similares: las misteriosas y rápidas explosiones de radio observadas recientemente por los radiotelescopios. Una vez más, podríamos haber visto ya agujeros blancos”.
Para Rovelli, “encontrar evidencia de agujeros blancos en el cielo sería un hermoso paso adelante en nuestra comprensión del Universo. Podrían representar la primera observación directa de la gravedad cuántica en acción, y así abrir una ventana al mayor problema de la física fundamental, el problema de comprender los aspectos cuánticos del espacio-tiempo”.
Universo rebotado
El artículo de Rovelli termina con “una última idea muy especulativa. Es posible que nuestro Universo no haya nacido en el Big Bang, sino que puede haber ¨rebotado¨de una fase de colapso anterior. Esta posibilidad está permitida por la gravedad cuántica y otros marcos teóricos. El mecanismo cuántico del rebote cósmico sería similar al rebote del agujero negro al blanco. Y los gujeros blancos microscópicos de hoy podrían haberse formado antes de ese rebote. Si fuera así, la geometría del espacio-tiempo en el rebote no habria sido homoigénea, tal y como sugiere la cosmología convencional, sino llena de ¨arrugas¨, ya que cada agujero blanco sería como un gran pico en la geometria espaciotemporal”.
Para el investigador, ese hecho “podría ser relevante” a la hora de resolver el misterio de la flecha del tiempo, que es la pregunta de por qué el tiempo avanza en una sola dirección. Y es que la flecha del tiempo podría no haber sido causada por un estado ¨especial¨ del Universo (es decir, con muy baja entropía) como se cree comunmente. En su lugar, podría ser una simple cuestión de perspectiva relacionada con la ¨especial¨ ubicación de los observadores: estamos fuera de todos los agujeros”.
“Los agujeros blancos -concluye Rovelli- son una posibilidad plausible, aunque casi inexplorada. Aún tenemos que identificar uno, pero también tardamos mucho tiempo en reconocer los agujeros negros”.
Artículo de Prensa de José M. Nieves
el 17 de diciembre del 2018 a las 10:59
No pocas veces, los físicos, utilizan sus conocimientos para llevar los temas al extremo máximo de lo que podría ser. Por el personal “normal”, gente sencilla, sus declaraciones se pueden ver como algo fantástico que les causa asombro. Por otros, que teniendo alguna idea de los temas tratados, parecen declaraciones excesivas llevadas a una “lógica” con poca o ninguna base científica: ¡Agujeros negros que se convierten en agujeros blancos! ¡Que el Tiempo no existe!
Se puede teorizar y lanzar cuantas conjeturas se nos ocurran pero, con un poco de base, no hablar por hablar tratando simplemente de impresionar al lector o al oyente. Precisamente, por mi parte, no soy de los que por costumbre niegan las cosas que, aunque no demostradas, no podrían ser ciertas y demostrarse en el futuro pero… ¡Todo tiene un límite!
El Sol se convierte en una Gigante roja, la gigante roja en una enana blanca, ésta se enfría para ser una enana negra. De tener más masa, la conversión sería en estrella de neutrones o agujero negro (las estrellas de Quarks no han sido halladas), y, desde luego, me cuesta creer que de agujero negro se convierta en agujero blanco, precisamente todo lo contrario de lo que era.
Claro que, ¿quién soy yo para negarlo?
Pero eso sí, como todos, tengo el derecho de dar una opinión y, en este tema disiento del Señor Físico Rovelli en algunos de sus postulados que tratan de rizar el rizo hasta extremos inconcebibles.
el 17 de diciembre del 2018 a las 12:27
En un momento del reportaje, el físico que lleva la voz cantante, nos llega a decir:
Hay que reconocerle valor y osadía a tales afirmaciones, toda vez que, en primer lugar, sabemos que la Relatividad general y la Mecánica cuántica son incompatibñles, no quieren estar juntas, y, precisamente por eso la Gravedad no está incluida en el Modelo Estándar.
Por otra parte, los físicos andan como locos tratando de dilucidar el enigma de la “materia oscura” (si es que finalmente existe) y, tratan de encontrar las partículas que la conforman en el Acelerador más grande del mundo, ya que, como sabemos, no se deja ver (es transparente o invisible) tiene la rareza de no emitir radiación (lo cual es una gran contradicción para una clase de materia -la que sea-) y, por último si emite Gravedad, lo cual, nos lleva a que tiene masa que la genera y sería la responsable del movimiento de las galaxias que no coincide con el que tendrían si toda la materia del Universo fuese la que podemos observar.
Así, a lo largo de su exposición, el Sr. Rovelli, se toma licencias que, en la Ciencia están prohíbidas y sólo, en escritos de ciencia ficción se pueden permitir, es decir, cuando se expone alguna conjetura de lo que podría ser sin estar debidamente documentada ni probada científicamente.
¿”Materia oscura” igual a Agujeros Blancos? ¿Qué locura es esa.
el 18 de diciembre del 2018 a las 18:20
Para mí que Carlo Rovelli va muy acertado.
Sin embargo no va más allá con respecto a causas primeras.
Lo del rebote de cualquier agujero negro, requeriría explicar algo subyacente.
La materia absorbida por la gravedad dentro del agujero podrá ser muy fragmentada hacia un teórico centro, que será tanto mayor o menor dependiendo de la procedencia del tal agujero, como una aglomeración de aquello de donde procede.
Como ya se dijo otras veces, la gravedad como presión del cosmos o precosmos donde el agujero negro se ha engendrado significa que queda compuesta por el movimiento de esa materia-radiación, formada en lo más pequeño yal fin y al cabo de materia- energía quatiónica. De tal manera que no hay fuerza gravitatoria si estos elementos gravitacionales no son capaces de atravesar la masa (Del agujero en este caso). Así el taquión queda corroborado en:
2-4 La masa impropia o relativista (Pag. 64 y siguientes) UNA CUANTICA RAZONABLE.
Por otro lado, la fragmentación material dentro del horizonte de sucesos será sucesiva en el tiempo, pero no lo necesario para convertirse en taquiones del mismo orden de los del precosmos antecesor.
Cuando esto ocurra, casi todo el material intra-agujero alcanzaría la fragmentación menor, casi violenta, necesaria para emerger transformada por la avalancha oscura.
Éste sería limite para que el agujero negro de absorber y se convierta en emisor. Naturalmente que no todo lo emitido poseería la misma dimensión, pero sí mayoritariamente.
A partir de ahí no habría ni agujero negro ni blanco, sino un universo en marcha., más pequeño o más grande
el 18 de diciembre del 2018 a las 18:26
Por otro lado, que la materia oscura pueda parecerse a pequeños agujeros negros, pudiera ser, siempre que existan procesos que las hagan actuar, ya que no solo nos valdrían como neutras
el 19 de diciembre del 2018 a las 5:33
En la época de oro” de los agujeros negros, cuando Robert Openheimer, Wheeler, Shandrashekar, Anyder, y muchos otros que calcullaron con las ecuaciones de Einstein los agujeros negros y dejaron de considerar que eran simples agujeros pasivos en el espacio, sino más bien como objetos dinámicos que giraraban y creaban grandes movimientos de remolino similares a un tornado en el espacio-tiempo curvo que le rodea. En dicho torbellino debería haber almnacenada una enorme cantidad de energía. Cuando la materia y agujeros más pequeños entraran dentro del agujero negro gigante, éste debería comenzar a latir. El horizonte del agujero debería latir hacia adentro y hacia afuera, como la superficie de la Tierra late hacia arriba y hacia abajo después de un gran terremoto y dichas pulsaciones debenrían de producir ondas gravitatorias: ondulaciones en la curvatura del espacio Tiempo que se propagan a travéz del Universo.
Una cosa tenemos clara, en estrellas poco masivas como el Sol, al llegar al final de sus vidas se convierten en enanas blancas después de pasar por la etapa de Gigantes rojas, y, no pueden seguir comprimiéndose debido al Principio de exclusión de Pauli que hace que los electrones (que son fermiones) se degeneren y comiencen a moverse a velocidades relativistas, lo cual, hace que la Gravedad que comprime la masa de la estrella se vea frenada y, de esa manera lo que resulta es una enana blanca.
Si la estrella es más masiva, al agotar su combustible nuclear queda a merced de la Gravedad y su ingente masa se ve comprimida más y más, ni la degeneración de los electrones pueden frenarla, así que los electrones se fusionan con los protones para formar neutrones que también, siendo fermiones, están sometidos al Principio de Pauli, así que se degeneran y hace posible que se detenga el efecto de la Gravedad que compimía más y más toda aquella masa, lo que nos queda es la estrella de neutrones.
Pero cuando la estrella es súper masiva, agotado su combustible nuclear de fusión, queda a merced de la inmensa fuerza de gravedad que su propia masa genera y que, sin oposición, la comprime hasta extremos inusitados hasta que, se crea una singularidad, ese “punto” de de masa con una densidad y energías infinitas que distorsiona el Tiempo y hace desaparecer el Tiempo. Es un agujero negro.
Dentro de los Agujeros negros, la imaginación nos ha llevado a pensar que podría ser “un camino hacia otro universo”, “Una singularidad con gravedad de marea infinita?. ¿El fin del espacio y el Tiempo? ¿El nacimiento de la espuma cuántica?
La curiosidad humana apenas queda satisfechas con estos argumentos y, muy especialmente, cuando podemos tener las herramientas que nos den la respuesta correcta mediante las leyes de la física que ya conocemos. Simplemente nos queda ese punto importante de la verificación que, en ese lugar… ¡No parece que resulte fácil! Estamos anclados en la teoría.
Después de aceptar el horizonte, algunos mantenían la convicción de que la comprensión del “corazón” del agujero negro era un Santo Grial digno de ser buscado. Del mismo modo que la lucha para comprender la evaporación de los agujeros de gusano nos ha ayudado a descubrir un matrimonio parcial de la mecánica cuántica con la relatividad general. La lucha por comprender lo que ahí dentro de un agujero negro pueda existir, merece la pena.
Lo que nos queda clara es que una singularidad es una región donde la curvatura del espacio-tiempo se hace infinitamente grande y el espacio-tiempo deja de existir. Puesto que la Gravedad de marea es una manifestación de la curvatura espacio-temporal, una singularidad es también una región de gravedad de narea infinita, es decir, una región en donde la Gravedad ejerce un tirón infinito sobre los objetos, y, precisamente por eso, ni la luz escapa a tal inimaginable fuerza.
Asñi las cosas, podemos especular todo lo que queramos y llevar la conversación en la dirección que m´ças nos interese, como hace el Sr. Carlos Rovelli al que, el único fallo que le encuentro es que, su exposición tenía que haber sido sin afirmar nada y diciendo siempre… Podría ser que… La posibilidad, mientras no se demuestre lo contrario, ahí estará, pero sin dar por hecho lo no verificado, es decir, no hablar de ello como hecho cierto, sino probable.
Algunas cosas hemos llegado a saber pero, otras muchas nos quedan por descubrir y, en este tema que tratamos… ¡Muchas son las incógnitas y los enigmas que nos quedan por desvelar!