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El hombre que quiso ser inmortal

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Imaginación    ~    Comentarios Comments (1)

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Él se sentía frustrado al darse cuenta de que el Tiempo transcurría, año tras año, y no conseguiría ver lo que en unos pocos siglos se avecinaba en los campos científicos de la Física y la Astronomía que juntos, desembocaban en la Astrofísica que tantos secretos tenía pendiente de desvelar del Universo inmenso. Y, de la misma manera, en Biología y otras disciplinas del saber científico. Buscó con ahínco la manera para frenar los efectos del paso del tiempo a través del estudio de los mecanismos moleculares del envejecimiento, rama en la que era un experto mundial, el reconocido Stanley Griman, poseedor de todos los premios.

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La persecución de la Inmortalidad le llevó a probar (a escondida) todos los experimentos que podamos imaginar, y, algunos de ellos, no serían muy bien vistos por la comunidad científica. Sin embargo, no se paró en remilgos de ética y buscó la manera de no envejecer hasta que, un buen día, en su lugar de trabajo, le anunciaron la visita de un tal Señor Isatel, nombre que no le decía nada y, a punto estuvo, ocupado como estaba de no recibirlo.

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Cuando lo tuvo ante él, le llamó poderosamente la atención su enorme figura. Era fuerte y tenía una altura de poco más de dos metros, su cabeza carecía de pelo y su cara era extraña de finos labios, casi imperceptibles, parecía cincelada por un escultor. Los ojos eran grandes y de pupilas verdes, le miraban fijamente. Cuando le dio la mano, sintió la fuerte presión en la suya y oyó aquella voz poderosamente de extraña entonación pero comprensible.

Resultado de imagen de el viejo profesor obsesionado con la inmortalidad en su laboratorio

    El profesor en su laboratorio

¡Hola, profesor Stanley! Hace tiempo que le estamos observando y seguimos sus trabajos que, aunque precursoras en este tiempo y de ideas nueva para la época, lo cierto es que son viejas y pasadas en mi mundo. Todas ellas quedan muy lejos de la realidad que trata de encontrar sobre el secreto de la vida eterna que, en realidad, reside en la genética pero, que nunca llega a ser Eterna, simplemente la podemos alargar hasta conseguir vivir algunos de vuestros siglos.

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Las palabras del extraño personaje le sonaron como si llegaran desde muy lejos y, a su mente acudió la imagen de una bella galaxia que, de inmediato desapareció. ¿Por qué aquella extraña visión? (Stanley no podía saber que le había sido transmitida por el extraño para enseñarle el lugar donde residía su especie).

Aquel personaje, sin dejarle reaccionar, continuó hablando: “Le diré que no soy de la Tierra y que en mi mundo, ya hemos encontrado lo que usted, con tanta pasión está buscando. Si quiere, le puedo dejar las fórmulas que le llevarán a ser el único hombre de su mundo que alcanzará los 500 años de edad, pero, tengo una condición que ponerle. Sólo será aplicada a su persona y a nadie le dirá nada de este encuentro.

Stanley, que había escuchado las palabras de aquel personaje en el mayor de los asombros, en un principio, no supo que decir, y, después de pasados unos pocos minutos con voz emocionada pudo articular unas palabras:

“Le prometo señor que, si me entrega esas fórmulas, sólo en mí serán empleadas y, el mundo, nada sabrá de su existencia.”

El extraterrestre le entregó un sobre y sin decir palabra, dio media vuelta y antes de que pudiera reaccionar, había desaparecido de su vista.

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Con mano temblorosa abrió el sobre y sacó de él las cuartillas en las que aparecían ecuaciones y esquemas con precisas explicaciones y gráficos, así como nítidas imágenes de moléculas y las distintas reacciones que se producían a medida que las fórmulas químicas eran aplicadas a un ser vivo.

Tras muchos días de estudio y una vez en posesión de todos aquellos datos que se aprendió de memoria, hizo una hoguera y quemó cualquier pruebas de su existencia. Seguidamente, cogió a su equipo y, de manera separada, puso a trabajar a los especialistas, de manera tal que, el uno no sabía lo que el otro estaba haciendo, dejándose él los trabajos más delicados y, de aquella manera, completó todas las fórmulas químicas que le posibilitaron la preparación de medicamentos y las operaciones secretas a las que fue sometido por colegas amigos en un quirófano secreto.

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Metido en toda aquella vorágine, se pasó los días en el laboratorio, apenas comía y, hasta de la familia se olvidó. No atendía llamadas y su puerta estaba cerrada para todos. “Ya estoy acabando, dejadme y no molestar”. les decía.

Para no cansar al lector les diré que el buen Stanley consiguió lo que quería, y, con el paso de los años, todos envejecían y él seguía igual. Vio todos los adelantos de su tiempo pero también, vio morir a su mujer primero y a sus dos hijos después, se quedó solo en el mundo pero, eso sí, siguió siendo testigo de los adelantos que la ciencia realizaba en todos los campos del saber humano.

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      Fue testigo en directo del primer encuentro del hombre con un agujero negro (Pero echaba de menos a su familia).

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Pudo contemplar la era de los Robots que protagonizaban las primeras y verdaderas excursiones Espaciales visitando otros mundos de los que nos enviaban imágenes a través de agujeros de gusano, un medio encontrado al fín para dejando de lado la velocidad de la luz, poder visitar otros mundos en un tiempo relativamente corto. Pero Stanley… ¡echaba de menos a su familia!

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La crionización Humana fue un un hecho cierto que fue alcanzado y, los pudientes, se metían en aquellos habitáculos para esperar el descubrimiento de la cura de sus enfermedades. Cuando se lograba la cura lo volvían a despertar y… ¡A vivir! (Recordaba con pena a su familia y una intensa nostalgia se apoderaba de él lentamente).

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En el año 3.120 pudo realizar su sueño y fue parte de una excursión a Alpha Centauri pero… Notaba la falta de su familia. Ni el fascinante viaje logró borrar de su memoria la sonrisa de sus hijos y la bella cara de su esposa que le miraba amorosa.

Sí, es cierto que es bonito si pudiéramos estar presente en todas las maravillas que se avecinan y en los adelantos de la Ciencia que cambiará nuestro mundo de hoy pero, en cada momento, a los seres humanos, nos toca vivir el Tiempo que se nos ha dado, y, en ese Tiempo debemos desarrollar todas nuestras empresas y nuestros anhelos, vivir de la mejor manera posible “nuestro tiempo”, ya que, ambicionar otra cosa, no sería natural ni creo que nos hiciera más felices. Además, ¿quién quiere sobrevivir a sus hijos?

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Pienso que estamos dotados de una inmensa imaginación de ilimitado horizonte, con ella, podemos ir a donde nos plazca e imaginar escenarios de increíble belleza en los que podemos estar de manera inmaterial, sin correr ningún peligro y, de esa manera, podemos trasladarnos al futuro que más nos guste o al que podamos pensar que será la realidad por venir dentro de 2.000 años. Otros, preferirán viajar al pasado, es cosa de gustos pero, todos, sin excepción, en algún momento, imaginan sobre lo que podría ser.

Nunca ha sido bueno querer lo imposible, sentir de esa manera es estar abocado al sufrimiento y a la mayor de las frustraciones, ya que, desear lo que nunca tendremos… ¡No es muy racional! Diferente es practicar los juegos mentales de cualquier tipo, sobre todo que nos reconforten.

emilio silvera

 

  1. 1
    Emilio Silvera
    el 16 de enero del 2019 a las 7:58

    No creo que me gustara ser Inmortal, por muchas cosas que pudiera ver siendo testigo directo de acontecimientos muy lejanos en el Tiempo, por muchas maravillas en las que pudiera estar presentes. Me parece que sacar las cosas de quicio nunca es una buena opción. Por otra parte, ¡sobrevivir a tus hijos! ¿Quién podría soportar tanto dolor? Además, el cumplir algunos cientos de años sólo sería a condición de mantener la Mente clara, no perder nuestra innata curiosidad, y, como el primer día querer seguir aprendiendo cosas nuevas, lo cual, a medida que se cumplen años, por lo general, va decayendo en una especie de ¡Vengo de vuelta de todo, ya no tengo interés por nada! Y, si se pierde el interés comienza la decadencia.

    Prefiero durar el Tiempo que la Naturaleza me tenga destinado y, tratar de aprovecharlo lo mejor posible. De lo que venga después de mí… ¡Que se encarguen otros!

    ¿Inmortalidad? ¡No gracias!

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