Ene
20
Nuestro entorno, la vida, el futuro
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Futuro incierto ~ Comments (8)
Somos, eminentemente, seres sociales, y, aprendemos con los demás y de los demás. Observamos nuestro entorno, sentimos curiosidad por el por qué de las cosas, nos planteamos preguntas y tratamos de contestarlas.
Los seres humanos, durante toda la vida están aprendiendo y desarrollando su inteligencia. Sin embargo, generalmente, la mayor actividad intelectual se desarrolla desde niño hasta los 35-40 años. Después remite para perder interés y continuar avanzando más pausadamente que en la juventud.
Claro que me estoy refiriendo a los casos de las personas estudiosas y comprometidas con el saber que, en muchos casos, no son todos los que quisieran. Hay muchos de los seres de la Tierra que por sus condiciones sociales, su lugar de nacimiento e incluso el seno de la familia en la que el destino lo trajo a este mundo, aun queriendo, no tendrá nunca la oportunidad de saber, de prepararse, de conocer sobre aspectos de la naturaleza que le inquietan o de poder acceder al conocimiento científico de las cosas.
Emon Hawlader tiene 13 años y trabaja nueve horas diarias reparando motores desde hace dos años. Seguramente se hará un hombre de provecho y estará fuera del foco de la droga y otros ámbitos que pudren nuestro mundo. Sin embargo… ¿Por qué no ha tenido la oportunidad de elegir lo que quería ser?
Estamos en un claro caso (de los millones que existen en nuestro injusto mundo) de desigualdad. No respetamos un mínimo de dignidad para que todos, de partida, tengan las mismas posibilidades de demostrar su valía.
El ser humano es curioso por naturaleza y su curiosidad le empujó siempre a preguntar y tratar de saber por qué ocurrían las cosas, tales como:
- ¿Por qué la Luna se sostenía en el aire y no caía?
- ¿Qué eran los rayos y cómo se producían los truenos?
- ¿Cuál era el origen de la lluvia?
- ¿Quién encendía aquella inmensa “lámpara” que llamamos Sol que nos daba el día, la luz y el calor?
- ¿Cómo se formaban las estrellas y de qué estaban hechas?
Nunca se dejó de hacer preguntas que la falta de conocimiento contestaba valiéndose de las divinidades, inventándose un dios o una diosa para cada situación y, claro está, la falta de conocimiento les producía temor que les llevaba a los sacrificios a los dioses para procurar tenerlos satisfechos y evitar su furor.
Así, la Humanidad caminó por el planeta Tierra durante milenios. El tiempo inexorable pasaba, y con él las generaciones, las distintas culturas y sociedades humanas.
Empédocles nos habló de elementos, y, la tierra, el aire, el agua y el fuego, mezclados en la debido proporción formaban todas las cosas. Está claro que las cosas no eran de esa manera pero… ¡Qué intuición!
Como el hombre no cejaba en su empeño de saber, lo observaba todo y procuraba aprender de todo lo que acontecía, de tal forma que, un día, dejó de lado la mitología y a los dioses para comenzar a emplear la lógica y darse cuenta de que todo cuanto ocurría, tanto en la Tierra como allá arriba en los cielos, era la consecuencia de algo que ocurrió con anterioridad.
Cuando el cielo se oscurecía y se llenaba de nubarrones, la lluvia y la tormenta no tardaban en aparecer. La noche les traía la oscuridad, el frío y el peligro, mientras que el día les llenaba de la luz y el calor del Sol fulgurante. Los ríos arrastraban las piedras y la arena del lecho fluvial y formaban las playas en las orillas. Una fuerza invisible se llevaba el agua del mar y la volvía a traer seis horas más tarde.
Poco a poco, aquellos misterios se fueron desvelando y se encontró el origen de todos los fenómenos que, en un principio, sólo eran insondables misterios.
Tales de Mileto, en la antigua Grecia, fue el primero en descubrir la importancia que tenía el agua para la vida; él también empleó la lógica para explicar las cosas.
Empédocles, otro pensador griego de aquella época floreciente del saber, nos dijo que todo lo que vemos, todas las cosas estaban formadas por cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, que mezclados en la debida proporción lo podría conformar todo. Aunque algo rústico no deja de ser una buena intuición el hablar de elementos.
En realidad no fue Demócrito el que lo descubrio pero, habló de su existencia antes de saber que existía, el hombre intuyó que la materia estaba hecha de infinitesimales objetos.
Demócrito de Abdera, otro sabio de Grecia, nos adelantó (muchos años antes de Cristo) que todas las cosas estaban hechas por partículas diminutas, invisibles e indivisibles, a las que llamó átomos.
Pitágoras y Euclides con las matemáticas, Galeno con la medicina, Sócrates, Platón o Aristóteles en filosofía, matemáticas y astronomía… todos ellos y muchos otros abrieron el camino para que la Humanidad pudiera tomar un camino muy distinto y más racional que el del resto de los seres vivos del planeta.
La distancia que nos separa del Sol hace que el planeta Tierra sea habitable, el agua líquida es abundante, la atmósfera nos permite respirar, el ozono impide la entrada de partículas nosivas, y, los polos magnéticos con el cinturón electromagnético no dejan entrar la radiación ultravioleta y gamma, la vida puede desarrollarse sin problemas
Está claro que hemos tenido el privilegio de venir a caer en uno de los planetas que reúne condiciones para la vida. El Universo es tan grandioso que alberga a cientos de miles de millones de galaxias, y el número de las estrellas que las conforman es de tal magnitud que sería una temeridad creer que sólo en el Sistema Solar al que pertenecemos existe la vida inteligente.
Una inmensa bola de plasma a millones de grados de temperatura donde se fusionan elementos simples en otros más complejos. Enviamos a sus cercanías ingenios que lo observen y nos “hablen” de su comportamiento. El Sol contiene el 99,99% de Todo el Sistema solar.
Nuestro Sol, estrella de segunda generación, es en realidad una estrella mediana clasificada como G2V, amarilla, con una temperatura efectiva de 5.770 K (tipo espectral G2), formada en su mayor parte de hidrógeno (71% en masa), con algo de helio (27%) y elementos más pesados (2%). Su edad se estima en unos 4.500 millones de años y se encuentra en la mitad de su vida como estrella antes de agotar el combustible nuclear y convertirse en gigante roja que, finalmente, explotará lanzando las capas exteriores al vacío estelar y se contraerá bajo el peso de su propia masa (la gravedad sin ninguna fuerza que la contrarreste) para convertirse en una estrella enana blanca.
En el centro de nuestro Sol la temperatura se calcula próxima a los 15’6 millones de K y la densidad en el núcleo de 148.000 Kg/m3. Ahí se produce la fusión de los elementos.
El Sol tiene un diámetro de 1.392.530 Km, su masa total es de 1’989×1030 Kg y su velocidad de escape está cifrada en 617’3 Km/s; si no se alcanza no se puede escapar de él.
El Sol fusiona cada segundo 4.654.600 toneladas de hidrógeno en 4.650.000 toneladas de helio. Las 4.600 toneladas restantes son enviadas al espacio en forma de luz y de calor, energía de la que una pequeña parte llega al planeta Tierra, y gracias a ello es posible la vida tal como la conocemos.
Los seres fotosintéticos son la base de la cadena trófica. De la luz del Sol a la Tierra sólo llegan dos mil millonésimas que son suficientes para que el proceso de la vida sea posible.
Como antes mencioné, la evolución de nuestro Sol, con el paso del tiempo, lo llevará de manera irremediable a expandirse para convertirse en una gigante roja primero y contraerse después hasta alcanzar el tamaño de la Tierra y volverse tan denso como para evitar su propio colapso por la presión de degeneración de los electrones. La densidad que alcanza es de 5×108 Kg/m3. Será una enana blanca y, las capas exteriores eyectadas al espacio interestelar formará una nebulosa planetaria de material ionizado.
En su fase anterior, la de gigante roja, crece muchas veces su tamaño original, y en el caso de nuestro Sol su órbita sobrepasará al planeta Mercurio, al planeta Venus y probablemente al planeta Tierra, que para entonces, por lo elevado de las temperaturas reinantes, habrá visto evaporarse el agua de los ríos y océanos hasta dejarlo seco y yermo, sin posibilidad de vida.
Para cuando todo eso ocurra, ¿quién estará aquí?; faltan varios miles de millones de años y, si la Humanidad no se ha destruido a sí misma, espero que para entonces tenga preparado todos los medios necesarios para instalarse en otros mundos, preferiblemente fuera de nuestro Sistema Solar, ya que los planetas vecinos, una vez desaparecido el Sol, no creo que reúnan las condiciones idóneas para acoger la vida, y las lunas de esos planetas tampoco parecer suficientemente acogedoras: Io, el tercer satélite más grande de Júpiter, sólo tiene un diámetro de 3.630 Km y es una caldera volcánica donde la radiante lava fluye de sus muchos volcanes. Toda la superficie de Io tiene un color amarillento debido a los depósitos de azufre u óxido de azufre. Existen extensas llanuras y regiones montañosas en Io, aunque no cráteres de impacto, indicando que su superficie es muy joven geológicamente.
La densidad de Io, 3’57 g/cm3, sugiere que tiene un núcleo de hierro-azufre de unos 1.500 Km de radio y un manto de silicatos. Las actividades volcánicas de Io son el resultado del calor liberado por las fuerzas de marea, que distorsionan el satélite a medida que se acerca o se aleja de Júpiter en su órbita.
Europa, el cuarto satélite más grande de Júpiter y el segundo de los cuatro satélites galileanos en distancia al planeta, conocido también como Júpiter II, tiene un diámetro de 3.138 Km, ligeramente menor que nuestra Luna. La densidad de Europa es de 2’97 g/cm3 indicando que está compuesta fundamentalmente por rocas de silicio, mezcladas con, al menos, un 5% de agua.
La superficie es brillante y helada con un albedo de 0’64, dominada por redes de fracturas oscuras y lineales, algunas de más de 1.000 Km de longitud. Se han identificado en Europa al menos una docena de cráteres de impacto. Se han detectado que en su interior, Europa puede albergar un océano salado y, de ahí a encontrar en ese océano, alguna forma de vida, sólo va un paso.
Ganímedes, el satélite más grande de Júpiter y el mayor del Sistema Solar, con un diámetro de 5.262 Km, conocido como Júpiter III y es el más brillante de los satélites galileanos.
El primer mapa global de Ganímedes ayudará a buscar vida en la luna de Júpiter
La densidad de este satélite es de 1’94 g/cm3 y posee una superficie helada llena de contrastes con regiones de alto y bajo albedo, cubiertos por complejos sistemas de surcos, indicando la existencia de varias fases de actividad en la corteza en el pasado. Algunos de los cráteres de impacto más grandes sobre la superficie se han convertido en palimpsestos debido al lento flujo del hielo, como en un glaciar.
Con sus océanos de metano y su espesa atmósfera parece la Tierra hace miles de millones de años
Titán, el satélite más grande de Saturno y el segundo más grande del Sistema Solar, con un diámetro de 5.150 Km; también conocido como Saturno VI. Fue descubierto en 1.655 por C. Huygens. La composición más probable de Titán es rocas e hielo en partes iguales aproximadamente. Es el único satélite del Sistema Solar que tiene una atmósfera sustancial. La atmósfera está compuesta principalmente por nitrógeno, con un 2/10% de metano, un 0’2% de hidrógeno (porcentajes moleculares) y trazas de etano, propano, etino, cianuro de hidrógeno y monóxido de carbono. Su temperatura es de -180 ºC y pueden existir lloviznas de metano en la superficie y posiblemente nieve de metano. A unos 200 Km de altura abundan espesas nubes anaranjadas de hidrocarburos y existen además capas de neblina atmosférica hasta los 500 Km.
Las sondas Voyager revelaron un casquete polar norte en las nubes de Titán, con un collar ligeramente más oscuro a su alrededor. Además, el hemisferio norte era marcadamente más oscuro que el sur. Ambos son probablemente efectos estacionales.
Otras muchas lunas acompañan a nuestros planetas vecinos: Phobos y Deimos en Marte; Callisto, Amalthea, Leda, etc. en Júpiter; Pan, Atlas, Prometheus, Pandora, etc. en Saturno; Cordelia, Ophelia, Bianca, Ariel, etc. en Urano; Galatea, Larissa, Tritón, Nereid, etc. en Neptuno; Charon en Plutón… hasta formar un conjunto aproximado de más de 60 lunas.
De los planetas vecinos, Mercurio y Venus están descartados para la vida, y Marte con su delgada atmósfera compuesta (en volumen) por alrededor del 95% de dióxido de carbono, 2’7% de nitrógeno, 1’6% de argón, 0’1% de monóxido de carbono y pequeñas trazas variables de vapor de agua, con unas temperaturas superficiales de entre 0 y -125 ºC, siendo la media de -50 ºC.
Es relativamente frecuente la presencia de vapor de agua en nubes blancas o de dióxido de carbono en dichas nubes cerca de latitudes polares. Existen dos casquetes de hielo de agua permanentes en los polos, que nunca se funden y que en invierno aumentan de tamaño al convertirse en casquetes de dióxido de carbono congelado, hasta alcanzar los 60º de longitud.
Ocurren esporádicamente tormentas de polvo, pudiendo extenderse hasta cubrir la totalidad del planeta con una neblina amarilla, oscureciendo los accidentes superficiales más familiares.
La superficie de Marte es de basalto volcánico con un alto contenido en hierro, que le da al planeta el color característico por el que se le denomina “el planeta rojo”.
Existen muchas áreas de dunas de arena rodeando los casquetes polares que constituyen los mayores campos de dunas del Sistema Solar.
La actividad volcánica fue intensa en el pasado. Tharsis Montes es la mayor región volcánica, estando Olympus Monts situado en el noroeste, y la vasta estructura colapsada Alba Patera, en el norte. Juntas, estas áreas volcánicas constituyen casi el 10% de la superficie del planeta. No hay volcanes activos en Marte, aunque en el pasado produjeron llanuras de lava que se extendieron cientos de kilómetros.
Muchos de los cráteres de impacto más recientes, como cráteres de terraplén, tienen grandes pendientes en los bordes de sus mantas de proyecciones, sugiriendo que la superficie estaba húmeda o llena de barro cuando se produjo el impacto.
Es un gran enigma el por qué Marte perdió sus océanos y la atmósfera
Aunque las sondas allí enviadas nos han demostrado la existencia de agua líquida en Marte que parece estar el el subsuelo, hay fuertes indicios de que antiguamente tuvo ríos y lagos cuando existía una atmósfera más densa, caliente y húmeda. Uno de los canales secos es Ma’adim Vallis, de unos 200 Km de longitud y varios kilómetros de ancho.
Internamente, Marte probablemente tiene una litosfera de cientos de kilómetros de espesor (grosor), una astenosfera rocosa y un núcleo metálico de aproximadamente la mitad del diámetro del planeta.
Marte no posee un campo magnético importante; su diámetro ecuatorial es de 6.794 Km, su velocidad de escape de 5,02 Km/s y su densidad media de 3’94 g/cm3. Dista del Sol 1’524 UA.. Si acaso Marte, podría albergar alguna clase de vida bacteriana que, según su historia pasada, sería lo más lógico si se tienen en cuenta todos los factores presentes en el planeta.
Las lunas de marte
Tanto las lunas antes mencionadas como el planeta Marte son objetos de interesantes estudios que nos facilitarán importantes conocimientos de los objetos que pueblan el espacio exterior y de cómo serán muchos de los planetas y lunas que nos encontraremos más allá de nuestro Sistema Solar.
Pero todo de queda ahí, en una interesante experiencia.
Una colonia en Marte sería vivir en la precariedad, y, sólo se puede pensar en ella como base hacia otros planetas lejanos más habitables.
Sin embargo, como lugares para vivir e instalarse no parecen, por sus condiciones físico-ambientales, los más idóneos. Si acaso, en algunos de estos objetos celestes se podrán instalar bases intermedias para el despegue hacia otros mundos más lejanos, para aprovechar sus recursos de materiales minerales, hidrocarburos, etc. que poseen en abundancia pero, desgraciadamente, no son lugares aptos para instalar a la Humanidad que necesitaría crear, artificialmente, costosas instalaciones que simularan las condiciones terrestres, y tal empresa ni económica, ni tecnológicamente es tarea fácil.
Aunque el planeta “habitable más cercano parece estar en Próxima Centauri… No es muy seguro. La radiación fulgurante de esa estrella podría impedir la habitabilidad. Está a 4,2 años luz de la Tierra.
Construidas de material inteligente, datadas de Gravedad artificial… Y muchas otras tecnologías
Así las cosas, el único camino posible para el futuro de la Humanidad será avanzar en la exploración del espacio exterior, construir naves espaciales mejor dotadas en todos los sentidos, sobre todo: aislante de radiaciones nocivas y peligrosas para la salud de los tripulantes, dispositivo antiflotabilidad que imite la gravedad terrestre, espacios hidropónicos que produzcan cosechas continuas de verduras y tubérculos, plantas de reciclaje que depuren de manera continuada el agua de toda la nave, motones lumínicos de fotones, antimateria, etc. que de alguna manera imite la velocidad relativista, laboratorios con instalaciones tecnológicas de última generación con potentes y sofisticados ordenadores que avancen y mejoren continuamente sobre el conocimiento científico de la física, la química y la biología, y, en fin y sobre todo, una conciencia colectiva de todos los gobiernos del mundo para comprender que su principal cometido es mirar y tratar de conseguir el mayor bienestar y la seguridad de todos los ciudadanos y, de entre otras cuestiones, una importante es la de destinar una parte importante de los recursos para investigar, explorar y preparar el futuro de las generaciones futuras.
Si no comenzamos ya a prepararnos para lo que tiene que venir… ¡Mal nos irá!
No podemos descansar pensando que aún falta mucho para que nuestro Sol deje de prestarnos sus servicios, ya que el reto que tendremos que superar cuando eso llegue es tal que necesitaremos todo ese tiempo sin dejar de trabajas para estar preparados cuando el momento llegue.
¡La desaparición del Sol!
Mucho antes, las condiciones atmosféricas y las temperaturas serán insoportables para el ser humano, que el único camino que tendrá será buscar otros mundos parecidos al planeta Tierra para instalarse.
Según algunos estudios realizados, la posibilidad más cercana de encontrar sistemas solares que tengan algún planeta similar a la Tierra, está situada entre 12 y 15 años-luz de nosotros: 15×9’4607×1012Km ó 15×63.240 unidades astronómicas (1 UA = 150.000.000 Km).
Muchos son los percances que nuestra especie tendrá en la búsqueda de otros alojamientos. La aventura que le espera a la Humanidad… ¡Es inimaginable!
Ante tal inmensidad de espacio a recorrer, consiguiendo naves tan veloces como la luz, se tardarían 15 años en llegar, lo que nos puede dar una idea de la complejidad de esas naves, que tendrían que alojar familias enteras y disponer de complejos industriales, de fabricación de productos, de producción de alimentos, centros de enseñanzas, viviendas o habitáculos reducidos pero suficientes con casi todos los servicios colectivos, etc.
¿Cuántas de estas naves harían falta para desalojar a toda la Humanidad? ¿Cómo se hará la selección de los primeros colonos?
Todos querrán su plaza y serán miles de millones de criaturas. El desplazamiento se hará por etapas y con destinos diferentes. Unos tendrán más suerte que otros pero…. ¡Si la Humanidad se salva… habrá valido la pena!
Encontraremos cualquier mundo que podamos imaginar
Si todo eso se consigue, los primeros terrícolas que pongan el pie en esos nuevos mundos, contarán con una avanzada tecnología para adaptar un mundo totalmente salvaje.
Pero la segunda parte, y más peliaguda, será otra muy distinta: si el nuevo planeta es apto para la vida tal como la conocemos, quién puede asegurarnos que no encontrarán allí a los propios habitantes del planeta.
En mi libreta 37, dejé un amplio comentario sobre la posibilidad de vida inteligente en nuestra propia galaxia; y en libretas anteriores aparecen estudios más profundos y documentados sobre la vida extraterrestre, por lo que no me volcaré aquí en ello, al no ser el tema que nos ocupa, puesto que hablamos de cosas más generales y diversas.
emilio silvera
el 20 de enero del 2019 a las 10:43
el 20 de enero del 2019 a las 20:10
Mucho se ha escrito sobre nuetro obligado éxodo hacia otros planetas cuando llegue el fatídico momento en que nuestro sol termine su vida “normal” y comience su etapa de convertirse en gigante roja primero, y despues en enana blanca.
Sabemos que, aparte de poder emigrar a otros sistemas solares, cosa aún nada clara, existe la más posible realidad de emigrar a planetas como Marte o mejor aún a satélites como Europa, Encélado o Titán, que reúnen condiciones lo mas parecido posible a nuestras necesidades vitales de supervivencia.
Pero, o no existen o no conozco, estudios que nos indiquen como serían esos asentamientos humanos a lo largo del tiempo; me refiero al tiempo que transcurrirá desde que el Sol vaya aumentando de tamaño y eyectando materia, hasta incluso después de convertirse en enana blanca.
Porque incluso he leido por ahí, que nuestro planeta, si bien se deberá abandonar perentoriamente cuando el Sol se vaya convirtiendo en gigante roja, una vez que termine su metamorfosis y quede definitivamente como enana blanca, la Tierra, que en esos tiempos se hallaría mucho más cerca del astro, volvería a poder ser habitable nuevamente (supongo que primero barriendo algo las cenizas).
Entonces eso podría dar lugar a otro éxodo, esta vez el de de retorno a “La tierra prometida”.
Todo eso parece muy complicado, y lo será, pero creo que menos que lo de emigrar a otros soles, sobre todo por lo de las distancias.
No es que tenga prisa en saberlo; como tampoco en saber si habrá billete para todos, pero es para irme
preparando por si acaso, que a última hora todo se pone más caro…
el 21 de enero del 2019 a las 5:44
Dentro de mil millones de años comenzará el lento proceso mediante el cual el Sol se convertirá en Gigante Roja, y, cuando eso llegue, las temperaturas en la Tierra aumentarán hasta los 100 ºC, temperatura en la que el agua hierve y los seres vivos no pueden sobrevivir. En esa fase, el Sol estará ejecutando el proceso triple alfa fusionando Helio en Carbono. Así que el momento de nuestra partida está mas cerca de lo que algunos suponen.
Está claro que mucho antes de que todo eso llegue, si es que la Naturaleza nos ha respetado como especie (y nosotros mismos no hemos provocado la destrucción total), habremos alcanzado un nivel tecnológico muy avanzado que nos permitirá esa partida hacia otros lugares, primero del propio sistema solar como indicas y, más tarde, para mundos más idóneos para acoger la vida que estarán más lejos pero los asentamientos serán menos costosos por ser más parecidos a la propia Tierra.
Una vez que el proceso a gigante roja y enana blanca comience… ¡Será difícil el retorno al planeta Tierra convertido en un erial inhabitable, y, como Marte, habrá perdido sus océanos y su atmósfera!
Lo cierto es que, la Humanidad no lo tendrá nada fácil y, el tema de los billetes para todos es preocupante… ¿Cuántas naves y de qué tamaño harán falta para evacuar a la Humanidad?
Son situaciones en las que es mejor no pensar y, sin embargo, hay que hacerlo porque el Tiempo es inexorable y… ¡Todo llega! Imaginando el escenario que tendremos para entonces, uno llega a pensar y a preguntarse: Entonces… ¿Para qué tanto dolor y sufrimiento? ¿Ha valido la pena esos momentos de efímera felicidad?
el 21 de enero del 2019 a las 9:07
La mayor esperanza creo que reside en que si en pocos siglos hemos pasado de la mera agricultura y caza a la tecnología espacial e informática, I.A., etc, en mil millones de años bien se podrá avanzar tanto que ni siquiera somos capaces de imaginar; eso si, si no lo evitamos nosotros mismos con nuestras diferencias como bien dices.
Respecto al sufrimiento, ya sabemos que la naturaleza no tiene para nada en cuenta esos parámetros
el 21 de enero del 2019 a las 3:39
Hola muchachada.
Hola Kike.
Creo que no será así. La Tierra, si no es engullida en la fase de gigante roja, “estirará” su órbita hasta más o manos el doble de su radio actual. Entonces, si es así, al contraerse el Sol en enana blanca, la Tierra, para ese entonces despojada de su atmósfera (al menos como la conocemos) se transformará en un mundo lejano y helado, imposible de habitar por nosotros,
Claro que son sólo estimaciones; nadie sabe en realidad lo que ocurrirá.
Tal vez la solución más clara sea convertir la Tierra en una nave espacial. Con las tecnologías que se supone que se hayan conseguido en ese futuro distante, se podría crear una atmósfera cerrada y se podría “manejar” la Tierra hacia otras estrellas, ya que también habríamos logrado obtener fuentes suficientes de energía y ya no habría tanto apuro…
Saludos cordiales.
el 21 de enero del 2019 a las 5:53
Cierto amigo Nelson, todo son situaciones posibles que han sido elaboradas tomando datos de estrellas gigantes rojas que, antes eran estrellas medianas amarillas como el mismo Sol, y, estudiando los mecanismos seguidos por ellas han elaborado las posibles situaciones que nosotros podríamos tener en ese marco de cambio estelar.
En cualquier caso, cuando el momento llegue, las cosas serán difíciles y la HUmanidad habrá llegado al límite de lo que no puede evitar, sólo la huida hacia otros lugares puede garantizar la supervivencia de la especie, y, si somos sinceros, las posibilidades no son muchas debido a las distancias que nos separan de otros mundos y, aunque para entonces se habrán conseguidos velocidades muy grandes, espero que, además, también tengamos otras maneras distintas de recorrerlas, ya que, en caso negativo… ¡Lo tenemos muy mal!
Imaginar una nave-ciudad que viaje a 200.000 Km/s, desplazándose hacia mundos situados a 50 años luz… ¡Es un problema!
Como para entonces no estaremos aquí, lo único que podemos hacer es imaginar lo que podrían hacer los que sí estén ante esa descomunal empresa.
Esperemos que sepan resolver tan difícil trance.
el 21 de enero del 2019 a las 8:57
Hola Nelson.
Es cierto que algunos opinan lo que dices, pero otros no. El tema es peliagudo y entran en materia numerosas interrogantes.
Una enana blanca, aunque sea más pequeña posee mucha masa y sobre todo más luz, por lo que la zona habitable (rizitos de oro) se encontraría más lejos que en nuestro actual sol.
De todas formas, la Tierra seguramente ya no nos sirviera para nada, puesto que todo el agua habría desaparecido para siempre.
Y no creo que hayan hecho estudios para determinar lo que pasaría con los diferentes cinturones de asteroides, que al variar las condiciones del actual equilibrio orbital podrían posiblemente convertir todo el sistema en una nueva era de “bombardeo masivo tardio”, lo que impediría la vida en muchos planetas y lunas, quizás en todas.
En realidad las cosas pintan mal, y como no se encuentre la forma de burlar las imposibles distancias existentes parece que la vida en el sistema solar desaparecerá con su estrella, o por lo menos en su mayor parte; quizás quede algún grupo reducido en alguna luna, pero sin muchas posibilidades de permanencia.
Saludos.
el 21 de enero del 2019 a las 12:24
Así resulta ser, y, el pasnorama, se vislumbra negro. Pero como bien dices no, debemos descartar los avances y descubirmientos e inventos que, en unos pocos siglos podamos realizar, ya nque, si miramos lo conseguido hasta el momento y teniendo en cuenta que los avances son cada vez más rápido (AÇa más conocimientos más logros alcanzados), se podría tener una poca de esperanza de que seremos capaces de buscar algunas soluciones plausibles y duraderas para que la especie perdure.
Las estrellas como nuestro Sol son muy comunes en el Universo, sólo en nuestra Gaslaxia existen algunos miles de millones, y, a su alrededor, orbitan planetas de todo tipo, algunos como la Tierra o con parámetros muy similares lo que nos da una esperanza razonable para esperar que, en todo ese Tiempo, podamos haber5 desvelado la manera de busrlar la velocidad de la Luz y poder llegar a e4sos otros mundos en un tiempo razonable y con naves que nada tienen que ver con las actuales.
¿Dónde están los mot0res de curvatura?
La Enana blanca radiará rabiosamente en el Ultravioleta ionizando toda la zona circundante, sobre todo la Nebulosa planetaria que lucir´ña con sus colores originales según los elementos que la conformen. Para e4se entonces, la Tierra, no será el planeta que ahora conocemos.
Tenemos que volar a las estrellas si queremos rehacer las vidas cotidianas y normalizadas de los miembros de nhuestra especie que para aquellas fechas, sigan por aquí. Sería unas lástima que después de tanto trabajo y sufrimiento, tantos estudios y esfuerzos, todo se quedara en nada.