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Griegos primitivos en la Península Ibérica

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (5)

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      Marsella hoy es una bonita ciudad costera del Sur de Francia

Los colonizadores griegos llegaron a la Península Ibérica y se instalaron en una nueva colonia costera en el golfo de Rosas poco después de fundar su anterior asentamiento en Mesalia (Marsella). El nuevo asentamiento de los griegos en la Península Ibérica tomó el nombre de Emporión (“emporio”), lo cual dio al lugar un significado específico como centro de comercio e intercambio.

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Se cree que los primeros colonizadores llegaron a Emporion (Ampurias o Empuréis) a comienzos del s. VI a. C. (entre 600 y 570 a. C.). A Pesar de la connotación efímera del nombre, Emporion fue una colonia duradera que floreció en el período helenístico, como ciudad griega. El general romano Cneo Cornelio Escipión desembarcaría con dos legiones en Emporion para empezar la conquista de la Península Ibérica en 218 a. C.

Además de la historia interna –y externa- de la ciudad griega de Emporion (que sería objeto de otro debate), el asunto de los griegos en la Península Ibérica surge cuando se habla de varios aspectos de la Hispania prerromana: el mito de Tartessos; la competencia entre los fenicios y los griegos; la aportación griega a los cimientos de la cultura y el arte ibéricos; la conquista final por parte de los cartagineses; y así sucesivamente.

Como es natural, toda la interpretación del papel que desempeñaron los griegos en la Península Ibérica depende de su propia historia en Grecia y sus colonias en el Mediterráneo occidental.

 

 

 

 

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La llegada de los colonizadores fenicios y griegos marcó el devenir histórico de la Península Ibérica a lo largo del primer milenio antes de Cristo. Ambas culturas llegaron atraídas por las riquezas de nuestros territorios, pero su presencia en la Iberia protohistórica también estuvo marcada por su percepción de que estas eran tierras de leyenda, donde lo sobrenatural y lo fantástico formaban parte de lo cotidiano.

“Platón ha descrito la capital de la Atlántida y su comarca con arreglo a Tartessosy al mismo tiempo ha proporcionado una imagen poética de la rica y próspera Tartessos, situada en la desembocadura del Guadalquivir». Quien así se expresaba, hace ya más de 60 años, era el célebre erudito e hispanista alemán Adolf Schulten.El especialista germano pasó buena parte de su vida obsesionado con Tartessos y su posible localización –esperando que la suerte le sonriera como a Schleemanncon Troya–, e incluso llegó a excavar en el Coto de Doñana, descubriendo unas ruinas romanas que identificó, hasta su muerte, con sillares reutilizados procedentes de la escurridiza capital del reino del sudoeste peninsular. Pero sigamos.

 

 

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Los coceos (afines a la comunidad griega de Mesalia) eran conocidos como navegantes excelentes que asombraban a los otros marineros con su capacidad para navegar en formidables barcos de guerra (pentecóntoras): “Fueron ellos quienes descubrieron el mar Adriático, y Tirrenia, e Iberia, y Tartessos, no navegando en barco de carga, sino en naves de cincuenta remos” (Herodoto 1, 163). Mesalia ya era una colonia focea en c. 600 a.C. (“ciento veinte años antes de la batalla de Salamina”, según Timeo), cerca del estuario del río Ródano. Los coceos también estaban bien asentados en la isla de Córcega, donde fundaron la colonia de Alalia en 560 a. C.

Para entonces, según dicen, ya conocían bien las riquezas legendarias de Tartessos, donde fueron colmados de regalos, “así que los coceos se dispusieron a zarpar con rumbo a Cyrnus (Córcega), donde por orden de un oráculo veinte años antes habían construido una ciudad llamada Alalia.

Para entonces Argantonio ya había muerto” (Herodoto 1, 165), y, llegados a este punto, volvamos cabía atrás en el tiempo y hablemos de…

LA MÍTICA TIERRA DE TARTESSOS

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La idea de la tierra occidental de Tartessos aparece en uno de los mitos helénicos más extendidos. El geógrafo Estrabón (escritor romano de la época de Augusto) relata el viaje de Hércules al lejano oeste, donde llevó a cabo su décimo trabajo. En esta región de Tartessos construyó Hércules dos columnas como monumento a su arduo viaje; y en la isla de Eritia, situada en aguas costeras, se le pidió que vigilase el ganado de Gerión (Estrabón 3, 5, 4; 2, 11).

El mito de Tartessos se considera paradigma del avance de la humanidad hacia una forma civilizada de vivir. Hay una historia interesante en el Epitome del historiador romano Justino (que en el siglo IV después d. C. resumió la extensa Historiae Philippicae de Pompeyo Trogo).

Mapa de Tartessos

En el bosque de los tartesios, donde abunda el ganado vacuno, había un rey llamado Gárgoris que fue la primera persona que supo como se recogía la miel. Tenía un hijo ilegítimo, llamado Habis, que enseñó a su pueblo (los tartesios) a utilizar el arado; impidió que se convirtieran en esclavos y los dividió en siete tribus (o siete ciudades) (Justino 44, 1, 14).

El oscurísimo mito de Tartessos fue absorbido por la poesía helénica: por poner un ejemplo sacado de la literatura clásica, “Tartessos era conocida de oídas (en tiempos de Homero) como “la más lejana en el oeste”, donde, como dice el propio poeta (Homero), cae en el Océano, “la brillante luz del sol, tendiendo la negra noche sobre la Tierra, el que da grano” (Estrabón 3, 2, 12). También se refiere a su propia fuente, Estesícoro de Himera (poeta griego de Sicilia que vivió en los tiempos de los viajes helénicos a los mares occidentales) para instaurar la tradición, cuyas raíces son muy profundas del “reino” de Tartessos; y aquí el mito de Gerión y su ganado en Tartessos se vuelve más pertinente:

Parece que los antiguos llamaron al río Bateéis “Tartessos”; y que llamaron a Gades y a la isla antigua “Eritia”; y se supone que esta es la razón por la cual Estesícoro habló de aquel modo del vaquero (pastor de ganado vacuno) de Gerión, a saber, que nació más o menos enfrente de la famosa Eritia, junto a las limitadas fuentes con raíces de plata del río Tartessos en una caverna de un precipicio (Estrabón 3, 2, 11).

Estrabón nos asegurará que Tartessos estaba situada más allá de un remoto paso en el sur de la Península Ibérica, y nos advertirá que en la Antigüedad no había unanimidad acerca de los límites geográficos de Tartessos. Y tampoco había opiniones no discutidas acerca de su asociación con un río, con una ciudad, o con ambas cosas, cada una de las cuales, según se consideraba, ofrecía una provisión igualmente favorable de buena suerte y prosperidad:

Dado que el río tenía dos bocas, se dice que en tiempos antiguos se proyectó una ciudad en el territorio intermedio, una ciudad a la que llamaron “Tartéside”… A Eratóstenes le contradice Artemidoro, que dice que esta es otra afirmación falsa de Eratóstenes…y, en realidad, todas las demás afirmaciones que ha hecho confiando en Piteas, debido a las falsas pretensiones de éste (Estrabón 3, 2, 11).

La Tierra de Tartessos se menciona en acontecimientos históricos documentados. Herodoto, historiador griego del siglo V a.C., tomó nota de más detalles del reino de Tartessos. Era gobernada por un rey en la época en que los meceos navegaron hasta el Mediterráneo occidental (c. 630-590 a. C.). El siguiente extracto de Herodoto se refiere a la muralla de Focea:

“Cuando (los coceos) llegaron a Tartessos se hicieron amigos del rey de los tartesios, que se llamaba Argantonio; gobernó Tartessos durante ochenta años y vivió ciento veinte. Los coceos se granjearon tanto la amistad de este hombre, que primero este les instó a irse de Jonia e instalarse en su país donde quisieran; y luego, al ver que no podía convencerles y enterarse por ellos de que el poderío de los medos iba en aumento, les dio el dinero para que con él construyesen una muralla alrededor de su ciudad. Sin escatimar se lo dio; porque el circuito de la muralla mide muchos estadios, y todo esto está hecho con grandes piedras bien ensambladas” (Herodoto 1, 163).

El mito de la rica tierra de Tartessos fue transmitiéndose a lo largo de los siglos. Estrabón recuerda el pasaje en que Herodoto habla de la abundancia en la Península Ibérica. Dice Estrabón:

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Y cabría suponer que fue por su gran prosperidad que la gente de allí recibió el nombre complementario de “Macroeones” [gente de larga vida] y en particular los jefes; y por esto Anacreonte dijo lo siguiente: “Yo, por mi parte, no debería ni desear el cuerno de Amaltea, ni ser el rey de Tartessos durante ciento cincuenta años”; y por esto Herodoto tomó nota incluso del nombre del rey, a quien llamó Argantonio (Estrabón 3, 2, 13-14).

Las limitaciones de espacio me impiden presentar otras citas y comentarios sobre Tartessos que se encuentran en la literatura clásica. Los que aquí he puesto son algunos de los más sobresalientes y conocidos, los más valiosos para comprender el concepto de Tartessos en la Antigüedad. Como mínimo sirve para resaltar las características principales de Tartessos que, sitúan vagamente en el remoto oeste o –“la más lejana en el oeste”- , la mítica Tartessos transmitía, de forma abstracta, las siguientes percepciones. Era una región accesible desde Gades, que asombraba a los viajeros debido a su abundancia en metales. Era una tierra ocupada por una raza de gente con una identidad conocida y de orígenes reconocibles, y resultó beneficiosa para los extranjeros en lo que se refiere al comercio.

Al tratarse de mi tierra, he buscado los orígenes de Tartessos por todas partes, y, todos los datos, huellas e indicios, me llevan al mismo sitio: Onuba, o lo que es lo mismo, lo que hoy se conoce por Huelva.

                     La imagen de Colón mira hacia el Nuevo Mundo

En los escritos de Homero, Avieno, Estrabón y Herodoto, leyéndolos en profundidad, se concluye que Huelva (y alrededores) era el mítico Tartessos. Sin embargo, otros autores y estudiosos, situan Tartessos en otros lugares.

En el valle del Bajo Guadalquivir se han identificado más de 300 asentamientos que cronológicamente pueden incluirse en el período tartesio, pero ninguno de ellos reúne condiciones para haber sido el emplazamiento real de Tartessos: hasta ahora la búsqueda de la ciudad ha sido infructuosa. Cádiz que a menudo se confunde con Tartessos en la época romana y que probablemente es la más importante de las ciudades del Mediterráneo occidental del siglo VI a. C., es indiscutiblemente la ciudad fenicia de Occidente.

Igualmente, es difícil determinar a qué río deberíamos llamar Tartessos: algunos lectores de Estrabón escogería el río Betis (Guadalquivir), mientras que algunos lectores de Avieno (poeta romano del siglo IV d. C. que escribió un largo poema titulado Ora marítima, siguiendo el texto de un antiguo itirenario geográfico datada generalmente en c. 600 a. C.) optarían por el río Tinto, en Huelva.

De Tartessos es mucho lo que se podría hablar, sin embargo, no podría hacerse aquí, en un lugar algo limitado, toda vez que los datos en mi poder podrían llenar muchas páginas.

Así que, amigos míos, os dejo una simple reseña de aquel Tartessos mítico del que todos hablan y del que nadie sabe dar una razón cierta. Amalgamar la importancia de los mitos antiguos con datos arqueológicos verificables con el fin de construir una crónica digna de confianza es un objetivo muy convincente, pero representa una tarea difícil que requiere mucho cuidado, tiempo y estudio minucioso que, no siempre está acompañado del éxito, toda vez que, habiendo pasado muchos miles de años desde que la época que pretendemos revivir era presente, el tiempo que no perdona, hizo estragos y borró las huellas de aquella que pretendíamos encontrar.

Desmontando un mito: el fantástico reino de Tartessos

                  Si Tartessos es un mito ¿Qué es esto?

El mito de Tartessos es un paradigma de esa forma de erudición histórica. Para contar lo que antecede se ha hecho uso de comentarios que aparecen en textos antiguos, del análisis riguroso y meticuloso de hallazgos prehistóricos y de informes procedentes de diversos campos de estudios que estaban encaminados a descubrir, lo que de verdad hay sobre las historias que se cuentan de Tartessos. Mucho ha sido el trabajo dedicado a identificar la situación del río Tartessos (por no hablar del emplazamiento de la ciudad de Tartessos) y por comprender el régimen bajo el que vivían los tartesios y no digamos el esfuerzo realizado para poder describir el gran “reino” de Tartessos.

Afortunadamente, hay cierta veracidad en el mito de Tartessos. Se consideraba que era una región que ofrecía ricos minerales  metalíferos (la Sierra de Huelva está sembrada de ellos. Sobre todo Riotinto, Tharsis, Calañas, El Cerro, y otras zonas muy ricas en cobre y algo de oro y plata entre otros), y se suponía que allí se llegó a crear una fuerte tradición cultural: estas circunstancias se dan en el Sur de la Península Ibérica. Los estuarios de los ríos Guadalquivir, Guadiana, Tinto y Odiel cuadran bien con las descripciones que hicieron los geógrafos antiguos (tales como estrabón y Avieno) de una serie de ríos que pasan por el reino de Tartessos.

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Tartessos, aproximación histórica a un mito desaprovechado.

Pero volvamos a Tartessos, reino misterioso donde los haya.

 

Muchos autores lo han identificado con la Tharsis bíblica que aparece en varios de sus libros, en diferentes etapas.  Curiosamente, tales citas son hechas en fechas que coinciden casi exactamente con las del reconocimiento de Tartessos por parte de la Historia: en el Libro de los Reyes (en relación con Josafat, siglo IX a.C.), Isaías (siglo VIII a.C.), Salmos y Jeremías (siglo VII a.C.), Ezequiel (siglo VI a.C.), Jonás (siglo IV a.C.), Isaías III (hacia el año 475), Crónicas (hacia el 400 a.C.); después desaparecen, como las citas históricas de aquel reino. Sin embargo, como dice Manuel Bendala, las diferentes interpretaciones que se entresacan de ellas, hacen casi imposible extraer datos de verdadero valor histórico.

La mayoría de textos griegos enfocan el tema desde un aspecto mitológico, relacionado con su monarquía proto-histórica, aunque ya lo sitúan más allá de las columnas de Heracles, en el confín extremo del mundo.

Sumergido en todo ésto, y, aunque no a épocas tan remotas, mis recuerdos me llevan a la década de los 60, y, con cierta ternura me pasan por la mente aquellas mañanas en las que, mi padre, viejo marinero, me llevaba en su embarcación de vela latina triangular, por las entonces transparentes aguas del Río Odiel, echaba una nasa de juncos (que él mismo fabricaba con sus manos) en la frontera del puente del Tinto (hermosa construcción que lleva la firma de Eiffel) y, para hacer tiempo y que la nasa hiciera su trabajo de capturar algunos peces (mojarras, roncaores, pargos, chocos y algún pulpo), nos dirigíamos hacia El Monasterio de la La Rábida (en el que Colón y su hijo estuvieron acogidos por los franciscanos)  con la vela llena del viento suave que nos lanzaba veloces por aquellas aguas tranquilas. El olor a marismas, la imagen de la Isla Saltés a nuestra derecha, el Monasterio de la Rábida (sí, ese del que salió Colón para buscar Sipango y se encontró con las Américas), todas esas imágenes llena mi mente que de esa manera nítida puede volver a sentir todos y cada uno de aquellos momentos, y, hasta el olor del río y a marismas es sentido por mí con toda claridad.

Bueno queridos amigos, de una cosa me pasé a la otra y, como siempre ocurre, la imaginación es más poderosa que la misma razón y te puede llevar por caminos por los que al principio, no pensabas transitar.

Un saludo cordial a todos.

-Emilio Silvera-

PD. Las fuentes son variadas pero, sobre todo, el Libro la Prehistoria de la Península Ibérica de María Jesús Fernandez Castro, investigadora que, con un impagable trabajo, recopiló de textos antiguos, todos los datos que aquí se han volcado.

 

  1. 1
    Roberto Conde
    el 9 de mayo del 2012 a las 15:39

    Genial el artículo sobre las raíces de nuestra tierra, Emilio. ¡Enhorabuena, y espero ansioso más entregas como esta! 
    Ciertamente es difícil descifrar los textos antiguos, pues habitualmente se entremezclan datos históricos con cuestiones míticas y religiosas.
    Hace no mucho me enteré de que una astrónoma supuestamente “descifró” la Ilíada, en la que cada personaje se correspondía con un objeto celeste, resultando el texto un completo tratado de navegación astronómica.
    Más recientemente, me entero de una nueva hipótesis sobre la localización de la Atlántida que encaja a la perfección con prácticamente todos los aspectos más detallados del relato de Platón, donde otros fallan. Especial mención debe hacerse al hallazgo de tres cráteres en cadena que podrían ser los tres lagos del palacio del rey atlante. El mayor de ellos podría ser del tipo de cráter que tiene una protuberancia en el centro con lo que no resultaría difícil la construcción del mítico palacio. Además el famoso oricalco podría haber abundado en la zona.
    Sin embargo, habría que admitir para ello la posibilidad de una epeirogénesis (elevación del terreno) catastrófica y abrupta, cuestión que choca de pleno con la geología convencional. Aunque encajaría muy bien con el posible final de Tiahuanaco junto al lago Titicaca al otro lado del globo, y quizás en la mismas fechas.

     

    Responder
  2. 2
    emilio silvera
    el 10 de mayo del 2012 a las 6:21

    Amigo Roberto:
    Nuestra historia es muy rica y la pena es que, el tiempo inexorable que pasó, ha borrado las huellas de muchos de aquellos pueblos y civilizaciones que fueron y que, a pesar de la antigüedad, nos podrían haber enseñado muchas cosas.
    Los historiadores atrapan datos de aquí y de hallá en documentos perdidos que aparecen totalmente deteriorados y los arqueólogos nos facilitan algunos fragmentos del pasado que nos hablan de lo que pudo ser, el resto…es mucha imaginación que de eso tenemos de sobra.
    Claro que, nuestra inmensa curiosidad no cesa y, cuanto más grande sea el reto, más aumenta. Así las cosas, no dejamos de perseguir esos vestigios que nos hablan de otros tiempos míticos que, en el fondo, se refieren a una realidad distorsionada por el tiempo.
    Un saludo cordial.

    Responder
  3. 3
    Javier
    el 12 de diciembre del 2013 a las 17:40

    HOla amigos, muy interesante el artículo. Es un tema que me interesa bastante, Les dejo un enlace a un artículo que describe una nueva teoría que quizás haga revisar lo que aquí se ha contado. Según el libro los contactos entre oriente y occidente habrían sido muy anteriores.

    Un saludo y gracias por el artículo

    http://www.salitrerevistacultural.com

    Jvr

    Responder
    • 3.1
      emilio silvera
      el 13 de diciembre del 2013 a las 7:36

      ¡Hola, Javier!
      Gracias por el enlace que, de alguna manera, viene a ensanchar los conocimientos que sobre el tema tenemos y, nos demuestra que es mucho lo que nos queda por descubrir, no es éste, sino en todos los ámbitos del saber tanto del pasado de la Humanidad como de otros que necesitamos conocer para seguir adelante hacia el futuro, sabiendo quiénes somos y también hacia dónde vamos.
      Un cordial saludo.

      Responder
  4. 4
    Emilio Silvera
    el 16 de noviembre del 2019 a las 12:13

    En todas las tierras y regiones de nuestro mundo  existen y tienen sus propias leyendas en las que se entierran sus orígenes y, la mía, no podía ser diferente de las demás. Claro que, en todas ellas se mezclan realidad y fantasía y como la niebla del Tiempo ha borrado las huellas de lo que podría ser… La imaginación queda libre para construir.

    Saludos.

    Responder

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