Mar
11
Sucesos en Alejandría
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (0)
Su famoso epigrama
“Bien sé que soy mortal, una criatura de un día. Pero si mi mente observa los serpenteantes caminos de las estrellas, entonces mis pies ya no pisan la Tierra, sino que al lado de Zeus mismo me lleno con ambrosía, el divino manjar.”
“Geógrafo, geómetra, matemático, químico, astrónomo o astrólogo (en su tiempo astronomía y astrología eran una misma cosa), Claudio Ptolomeo, conocido entre sus contemporáneos como Kaudios Ptolemaios , entre la romanidad como Claudius Ptolomaeus, y en el ámbito hispánico como Tolomeo a secas, fue uno de los hombres más sabios de la antigüedad, y sobre todo un infatigable recopilador de conocimientos, hasta el punto de poder ser considerado como el primer enciclopedista, diecisiete siglos antes de que Diderot y D’Alambert publicaran su Enciclopedia.”“Páginas del Almagesto (de Claudio Ptolomeo). Manuscrito árabe de 1397 con tablas astronómicas (Biblioteca Bodleiana, Oxford).”
Detalle de la traducción al latín del Almagesto de Jorge de Trebisonda (c. 1451).
“El libro original de Ptolomeo estaba escrito en griego y se titulaba Hè megalè syntaxis (‘composición matemática’, en español). Aunque realmente es un tratado de astronomía, se lo nombró de este modo porque entonces dicha ciencia era una rama de las matemáticas. Las primeras traducciones de esta obra al árabe fueron realizadas alrededor del siglo ix, patrocinadas por el califa Al-Mamún.
El califa Al-Ma’mún, a la izquierda, en un manuscrito medieval. (“Estableció en la ciudad de Bagdad su Casa de la sabiduría (Bayt al-Hikma), combinando en el mismo espacio una academia con una biblioteca. La biblioteca estaba compuesta de libros que tocaban todas las disciplinas conocidas por entonces, incluyendo la literatura, las ciencias naturales y la lógica. La Casa del Saber era un lugar donde se traducían constantemente al árabe todas las obras científicas y filosóficas importantes del mundo antiguo, especialmente provenientes de la antigua Grecia y de Egipto.”)
Los árabes le dieron el nombre Al-Majisti (‘el más grande’, que combina el artículo árabe con el adjetivo griego mégiston), y de aquí derivó el nombre final con el que sería conocido más tarde. En esta época la obra estaba prácticamente olvidada en Europa excepto por vagas referencias en diversas obras astrológicas. Occidente redescubrió el Almagesto a través de las versiones árabes. En el siglo xii se hizo una traducción al castellano.”
Claudio Ptolomeo
El último de los grandes matemáticos helénicos de Alejandría fue Claudio Ptolomeo, activo de 127 d.C. a 151 d.C. Su gran obra denominada inicialmente como Sintaxis matemática, compuesta por trece libros o capítulos, terminó conociéndose como Megiste, “la más grande”. Posteriormente, en el mundo musulmán, surgió la costumbre de llamar a este libro por su equivalente árabe: Almagesto.
Así es conocido desde entonces. Es fundamentalmente una obra de trigonometría, la rama de las matemáticas referente a los triángulos que estudia las relaciones entre sus ángulos y las longitudes de sus lados y cómo todo ello está relacionada con los círculos que los abarcan. A su vez, estos están relacionados con las órbitas de los cuerpos celestes y los ángulos de los planetas respecto de quien los observa desde la Tierra. Los libros siete y ocho de Almagesto ofrecen un catálogo de más de un millar de estrellas, dispuestas en cuarenta y ocho constelaciones.
Hacia mediados del siglo III a. C. Aristarco de Samos había propuesto que la Tierra giraba alrededor del Sol. La mayoría de los astrónomos, Ptolomeo incluido, rechazaban tal idea.
Quiero significar aquí que Alejandría fue por mucho tiempo el centro de las matemáticas griegas:
Menelao de Alejandría Matemático
Euclides
Arquímedes
Menéalo, Hezón, Diofanto, Pappo y Proclo de Alejandría contribuyeron todos a ampliar y desarrollar las ideas de Euclides, Arquímedes, Apolunio y Ptolomeo. No debemos olvidar que la gran era de la ciencia y la matemática griegas se prolongó desde el siglo VI a.C. hasta los comienzos del siglo VI d. C., más de un milenio de gran productividad. Ninguna otra civilización ha aportado tanto durante un periodo de tiempo tan largo.
Sin embargo, en Alejandría, las matemáticas o, al menos, los números tuvieron otro aspecto muy importante, y también muy diferente. Se trata de los denominados “misterios órficos” y su énfasis místico.
Según Marsilio Ficino, autor del siglo XV d. C., hay seis grandes teólogos de la antigüedad que forman una línea sucesoria. Zoroastro fue “el principal referente de los Magos”; el segundo era Hermes Trismegisto, el líder de los sacerdotes egipcios; Orfeo fue el sucesor de Trismegisto y a él le siguió Aglaofemo, que fue el encargado de iniciar a Pitágoras en los secretos, quien a su vez los confió a Platón. En Alejandría, Platón fue desarrollado por clemente y Filón, para crear lo que se conocería como neoplatonismo.
Tres ideas conforman los cimientos de los misterios órficos. Una es el poder místico de los números. La existencia de los números, su cualidad abstracta y su comportamiento, tan vinculado como el del Universo, ejercieron una permanente fascinación sobre los antiguos, que veían en ellos la explicación de lo que percibían como armonía celestial.
“Los ritos mistéricos surgieron en la Grecia antigua como respuesta a las aspiraciones individuales que la religión olímpica no abarcaba. Estos tenían un carácter secreto, iniciático, voluntario, soteriológico y giraban más en torno al sujeto que a la divinidad. El orfismo contaba como profeta mítico a Orfeo, un héroe que habría vivido en torno al 1.200 a. C., y cuyo dominio prodigioso de la música, su participación en el viaje de los Argonautas y su incursión en el Más Allá en busca de Eurídice, hicieron de él la encarnación más acertada del mediador entre lo humano y lo divino.”
La naturaleza abstracta de los números contribuyó a reforzar la idea de un alma abstracta, en la que estaba implícita la idea (trascendental en este contexto) de la salvación: la creencia de que habrá un futuro estado de éxtasis, al que es posible llegar a través de la trasmigración o reencarnación.
Por último, estaba el principio de emanación, esto es, que existe un bien eterno, una unidad o “monada”, de la que brotaba toda la creación. Como el número, esta era considerada una entidad básicamente abstracta. El alma ocupada una posición intermedia entre la monada y el mundo material, entre la mente, abstracta en su totalidad, y los sentidos.
Según los órficos, la monada enviaba (“emanaba”) proyecciones de sí misma al mundo material y la tarea del alma era aprender usando los sentidos. De esta forma, a través de sucesivas reencarnaciones, el alma evolucionaba hasta el punto en el que ya no eran necesarias más reencarnaciones y se alcanzaba el momento de profunda iluminación que daba lugar a una forma conocida como gnosis, allí la mente esta fundida con lo que percibe. Es posible reconocer que esta idea, original de Zoroastro, subyace en muchas de las regiones principales del mundo, con distintas variantes o matices que, en esencia, viene a ser los mismos.
Pitágoras, en particular, creía que el estudio de los números y la armonía conducían a la gnosis. Para los pitagóricos, el número uno no era un número en realidad, sino la “esencia” del número, de la cual surge todo el sistema numérico. Su división en dos creaba un triángulo, una trinidad, la forma armónica más básica, idea de la que encontramos ecos en santísimas religiones.
Platón, en su versión más mítica, estaba convencido de que existía un “alma mundial”, también fundada en la armonía y el número, y de la cual brotaba toda la creación. Pero añadió un importante refinamiento al considerar que la dialéctica, el examen crítico de las opiniones era el método para acceder a la gnosis.
La tradición sostiene que el cristianismo llegó a Alejandría a mediados del siglo I d.C., cuando Marcos el evangelista llegó a la ciudad para predicar la nueva religión.
Las similitudes espirituales entre el platonismo y el cristianismo fueron advertidas de forma muy clara por Clemente de Alejandría (150-215 d.C.), pero fue Filón el indio quien primero desarrolló esta nueva fusión. En Alejandría habían existido escuelas pitagóricas y platónicas desde hacía un largo tiempo, y los judíos cultos conocían los paralelos entre las ideas judías y las tradiciones Geténicas, hasta el punto de que para muchos de ellos el orfismo no era otra cosa que “una emanación de la Torá de la que no había quedado constancia”.
Filón de alejandría
Filón era el típico alejandrino que “nunca confiaba en el sentido literal de las cosas y siempre estaba a la búsqueda de interpretaciones místicas y alegóricas”. Pensaba que podía “conectar” con Dios a través de ideas divinas, que las ideas eran “los pensamientos de Dios” porque ponían orden a la “materia informe”. Al igual que Platón, tenía una noción dualista de la Humanidad:
“De las almas puras que habitan el espacio etéreo, aquellas más cercanas a la tierra resultan atraídas por los seres sensibles y descienden a sus cuerpos”.
Las almas son el lado divino del hombre.
Es interesante reparar los hechos pasados y la evolución del pensamiento humano que, en distintos lugares del mundo y bajo distintas formas, todos iban en realidad a desembocar en el mismo mar del pensamiento.
Cuerpo y Espíritu
La naturaleza humana y el orden universal, el primero unido a un alto concepto cuasi divino, el Alma, el segundo regido por la energía cósmica de las fuerzas naturales creadoras de la materia y, todo esto, desarrollado de una u otra manera por los grandes pensadores de todos los tiempos que hicieron posible la evolución del saber para tomar posesión de profundos conocimiento que, en un futuro, nos podrán permitir alcanzar metas, que aún hoy, serían negadas por muchos.
Para mí, el mirar los hechos pasados y estudiar los logros alcanzados en todos los campos del saber, es una auténtica aventura que profundiza y lleva al conocimiento del ser humano que, según la historia, es capaz de lo mejor y de lo pero, sin embargo, nadie podrá negarle grandeza ni imaginación.
Por ejemplo, el último día del carnaval de Florencia de 1.497 (y lo mismo ocurrió al año siguiente) apareció una construcción muy curiosa en medio de la Piazza Della Signoría, dominada por el Palazzo Vecchio.
(“En el año 1498, en Florencia estalló una rebelión guiada por los frailes franciscanos, rivales de los domenicanos de Savonarola. La Señoría florentina decidió entonces arrestar al fraile, que fue acusado de herejía y fue por lo tanto ahorcado y quemado en la Plaza de la Señoría. Era el 22 de mayo de 1498. Aún hoy en la Plaza della Signoria una placa recuerda el lugar exacto en donde se llevó a cabo la ejecución.”)
Sigamos contando la Historia
Girolamo Savonarola
El centro de la estructura estaba compuesto por varios tramos de escalera que formaban juntos una pirámide. En el escalón más bajo se había colocado distintos disfraces, más caras y barbas postizas utilizadas en el carnaval. Sobre ellos se encontraban algunos libros (tanto textos impresos como manuscritos) de poetas latinos e italianos, entre ellos Boccacccio y Tetrarca. Luego había varios utensilios de adorno femenino (espejos, velos, cosméticos, perfumes) y encima de ellos laúdes, arpas, barajas y piezas de ajedrez.
En la cima de esta extraña edificación había dos niveles en los que había dispuestos algunos cuadros; se trataba de cuadros de un tipo especial, ya que mostraban beldades y en particular beldades con nombres clásicos: Lucrecia, Cleopatra, Faustina, Bencina.
Cuando se prendió fuego a esta “hoguera de las unidades”, los miembros de la Signoria, la asamblea política, contemplaron el acontecimiento desde los balcones de sus palacios. Se tocó la música, se cantó y repicaron las campanas de la Iglesia.
A continuación, toda la gente se trasladó a la Piazza di San Marco donde, para bailar, formaron tres círculos concéntricos. Los monjes ocupaban el central, alternados con niños vestidos como ángeles; después venían otros eclesiásticos y por último los ciudadanos en general.
Todo esto se realizó para satisfacción del profeta dominico fray Girolamo Savonarola, de Ferrara. “Agudo y carismático”, convencido de que Dios le había enviado para propiciar la reforma espiritual de los italianos y de la del predicador, altísima posición “solo inferior a la de los ángeles”. Buscaba regenerar la Iglesia a través de una serie de escenarios como el descrito, y en cada uno de ellos, destruía un mal.
¡Qué cosas! ¡qué tiempos! ¡Qué Humanidad!
emilio silvera