Ago
18
¿Tiene algún sentido nuestra presencia en el Universo?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (3)
Universo y la Mente
No es que estemos conectados con el Universo, formamos parte de él
¿Quién nos observa? No podríamos negar que esté sucediendo
No todos los planetas que alberguen alguna clase de vida, ni en nuestra Galaxia ni en otras lejanas, tienen que ser como la Tierra. Existen planetas en los que se nos encogería el corazón por su aspectos terrorífico y de inhabitable naturaleza, mientras que otros, nos parecerían una fantasía sacada de esos cuentos de hadas que de ñinos podíamos leer, tal es su belleza natural. En la Tierra tenemos muchas imágenes de lugares que hacen honor a ese pensamiento. Nos asombraría poder descubrir que, en lugares que nos parecerían imposibles para la vida… ¡Allí estaría!
De la misma manera que existen estrellas de diferentes tipos, así ocurre con los mundos que podemos encontrar repartidos por el universo dando vueltas alrededor de estrellas que los atrapa y de cuya fuerza gravitatoria no pueden escapar. Si nos fijamos en nuestro planeta que ha hecho posible nuestra presencia aquí, en el que junto a miles de otras especies hemos evolucionado, veremos que se han dado unas condiciones específicas para que todo eso sea posible.
Antes en otra entrada que titulé “Observar la Naturaleza… da resultados”, comentaba sobre los grandes números de Dirac y lo que un personaje llamado Dicke pensaba de todo ello y, cómo dedujo que para que pudiera aparecer la biología de la vida en el Universo, había sido necesario que el tiempo de vida de las estrellas fuese el que hemos podido comprobar que es y que, el Universo, también tiene que tener, no ya las condiciones que posee, sino también, la edad que le hemos estimado.
Los filamentos de un remanente de Supernova que, mirándolos y pensando de donde vienen… Te hacen recorrer unos caminos alucinantes que comenzaron con una inmensa aglomeración de gas y polvo que se constituyó en una estrella masiva que, después de vivir millones de halos, dejó, a su muerte, el rastro que arriba podemos contemplar.
Para terminar de repasar la forma de tratar las coincidencias de los Grandes Números por parte de Dicke, sería interesante ojear restrospectivamente un tipo de argumento muy similar propuesto por otro personaje, Alfred Wallace en 1903. Wallace era un gran científico que, como les ha pasado a muchos, hoy recibe menos reconocimiento del que se merece.
Fue él, antes que Charles Darwin, quien primero tuvo la idea de que los organismos vivos evolucionan por un proceso de selección natural. Afortunadamente para Darwin, quien, independientemente de Wallace, había estado reflexionando profundamente y reuniendo pruebas en apoyo de esta idea durante mucho tiempo, Wallace le escribió para contarle sus ideas en lugar de publicarlas directamente en la literatura científica. Pese a todo, hoy “la biología evolucionista” se centra casi porm completo en las contribuciones de Darwin.
Wallace tenía intereses muchos más amplios que Darwin y estaba interesado en muchas áreas de la física, la astronomía y las ciencias de la Tierra. En 1903 publicó un amplio estudio de los factores que hace de la Tierra un lugar habitable y pasó a explorar las conclusiones filosóficas que podrían extraerse del estado del Universo. Su libro llevaba el altisonante título de El lugar del hombre en el Universo.
Wallace propuso en 1889, la hipótesis de que la selección natural podría dar lugar al aislamiento reproductivo de dos variedades al formarse barreras contra la hibridación, lo que podría contribuir al desarrollo de nuevas especies.
Wallace, Alfred Russell (1823-1913), naturalista británico conocido por el desarrollo de una teoría de la evolución basada en la selección natural. Nació en la ciudad de Monmouth (hoy Gwent) y fue contemporáneo del naturalista Charles Darwin. En 1848 realizó una expedición al río Amazonas con el también naturalista de origen británico Henry Walter Bates y, desde 1854 hasta 1862, dirigió la investigación en las islas de Malasia. Durante esta última expedición observó las diferencias zoológicas fundamentales entre las especies de animales de Asia y las de Australia y estableció la línea divisoria zoológica -conocida como línea de Wallace- entre las islas malayas de Borneo y Célebes.
Durante la investigación Wallace formuló su teoría de la selección natural. Cuando en 1858 comunicó sus ideas a Darwin, se dio la sorprendente coincidencia de que este último tenía manuscrita su propia teoría de la evolución, similar a la del primero. En julio de ese mismo año se divulgaron unos extractos de los manuscritos de ambos científicos en una publicación conjunta, en la que la contribución de Wallace se titulaba: “Sobre la tendencia de las diversidades a alejarse indefinidamente del tipo original”. Su obra incluye El archipiélago Malayo (1869), Contribuciones a la teoría de la selección natural (1870), La distribución geográfica de los animales (1876) y El lugar del hombre en el Universo (1903).
Pero sigamos con nuestro trabajo de hoy. Todo esto era antes del descubrimiento de las teorías de la relatividad, la energía nuclear y el Universo en expansión. La mayoría de los astrónomos del siglo XIX concebían el Universo como una única isla de materia, que ahora llamaríamos nuestra Vía Láctea. No se había establecido que existieran otras galaxias o cuál era la escala global del Universo. Sólo estaba claro que era grande.
Wallace estaba impresionado por el sencillo modelo cosmológico que lord Kelvin había desarrollado utilizando la ley de gravitación de Newton. Mostraba que si tomábamos una bola muy grande de materia, la acción de la gravedad haría que todo se precipitara hacia su centro. La única manera de evitar ser atraído hacia el centro era describir una órbita alrededor. El universo de Kelvin contenía unos mil millones de estrellas como el Sol para que sus fuerzas gravitatorias contrapesaran los movimientos a las velocidades observadas.
En el año 1901, Lord Kelvin solucionó cualitativa y cuantitativamente de manera correcta el enigma de la oscuridad de la noche en el caso de un universo transparente, uniforme y estático. Postulando un universo lleno uniformemente de estrellas similares al Sol y suponiendo su extensión finita (Universo estoico), mostró que, aun si las estrellas no se ocultan mutuamente, su contribución a la luminosidad total era finita y muy débil frente a la luminosidad del Sol. El demostró también que la edad finita de las estrellas prohibió la visibilidad de las estrellas lejanas en el caso de un espacio epicúreo infinito o estoico de gran extensión, lo que contestó correctamente al enigma de la oscuridad.
Lo intrigante de la discusión de Wallace sobre este modelo del Universo es que adopta una actitud no copernicana porque ve cómo algunos lugares del Universo son más propicios a la presencia de vida que otros. Como resultado, sólo cabe esperar que nosotros estemos cerca, pero no en el centro de las cosas.
Wallace da un argumento parecido al de Dicke para explicar la gran edad de cualquier universo observado por seres humanos. Por supuesto, en la época de Wallace, mucho antes del descubrimiento de las fuentes de energía nuclear, nadie sabía como se alimentaba el Sol, Kelvin había argumentando a favor de la energía gravitatoria, pero ésta no podía cumplir la tarea.
En la cosmología de Kelvin la Gravedad atraía material hacia las regiones centrales donde estaba situada la Vía Láctea y este material caería en las estrellas que ya estaban allí, generando calor y manteniendo su potencia luminosa durante enormes períodos de tiempo. Aquí Wallace ve una sencilla razón para explicar el vasto tamaño del Universo.
“Entonces, pienso yo que aquí hemos encontrado una explicación adecuada de la capacidad de emisión continuada de calor y luz por parte de nuestro Sol, y probablemente por muchos otros aproximadamente en la misma posición dentro del cúmulo solar. Esto haría que al principio se agregasen poco a poco masas considerables a partir de la materia difusa en lentos movimientos en las porciones centrales del universo original; pero en un período posterior serían reforzadas por una caída de materia constante y continua desde sus regiones exteriores a velocidades tan altas como para producir y mantener la temperatura requerida de un sol como el nuestro, durante los largos períodos exigidos para el continuo desarrollo de la vida.”
Vallace ve claramente la conexión entre estas inusuales características globales del Universo y las condiciones necesarias para que la vida evolucione y prospere en un planeta como el nuestro alumbrado por una estrella como nuestro Sol. Wallace completaba su visión y análisis de las condiciones cósmicas necesarias para la evolución de la vida dirigiendo su atención a la geología y la historia de la Tierra. Aquó ve una situación mucho más complicada que la que existe en astronomía. Aprecia el cúmulo de accidentes históricos marcados por la vía evolutiva que ha llegado hasta nosotros, y cree “improbable en grado máximo” que el conjunto completo de características propicias para la evolución de la vida se encuentre en otros lugares. Esto le lleva a especular que el enorme tamaño del Universo podría ser necesario para dar a la vida una oportunidad razonable de desarrollarse en sólo un planeta, como el nuestro, independientemente de cuan propicio pudiera ser su entorno local:
“Un Universo tan vasto y complejo como el que sabemos que existe a nuestro alrededor, quizá haya sido absolutamente necesario … para producir un mundo que se adaptase de forma precisa en todo detalle al desarrollo ordenado de la vida que culmina en el hombre.”
Hoy podríamos hacernos eco de ese sentimiento de Wallace. El gran tamaño del Universo observable, con sus 1080 átomos, permite un enorme número de lugares donde puedan tener lugar las variaciones estadísticas de combinaciones químicas que posibilitan la presencia de vida. Wallace dejaba volar su imaginación que unía a la lógica y, en su tiempo, no se conocían las leyes fundamentales del Universo, que exceptuando la Gravedad de Newton, eran totalmente desconocidas. Así, hoy jugamos con la ventaja de saber que, otros muchos mundos, al igual que la Tierra, pueden albergar la vida gracias a una dinámica igual que es la que, el ritmo del Universo, hace regir en todas sus regiones. No existen lugares privilegiados.
Ante tanta inmensidad… ¡Qué podemos pintar nosotros!
Siempre hemos tratado de saber, cuál sería nuestro lugar en el Universo, no ya en relación a la situación geográfica, sino referido a esa fascinante historia de la vida que nos atañe a los humanos, la única especie conocida que, consciente de su Ser, libera pensamientos y formula preguntas que, hasta el momento, nadie ha sabido contestar.
emilio silvera
Ago
18
¿El Universo? Siempre nos asombrará
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (2)
Hace algún tiempo que un grupo de científicos descubrieron una galaxia distante hambrienta alimentándose del gas presente en su región. Los expertos observaron que el gas cae hacia adentro, hacia la galaxia, creando un flujo de combustible para la formación de estrellas y las unidades de rotación de la galaxia. ¡Hay tantos sucesos desconocidos en el inmenso Universo!
Acordaos del mes de febrero de 2010, cuando se publicó este hallazgo
“Gracias al telescopio WIYN (Arizona, EEUU), un equipo de científicos han detectado un asteroide con una singular cola de un millón de kilómetros de longitud. Esta dimensión es comparable a la de casi tres veces la distancia entre la Tierra y la Luna.” ¿Cómo pueden tener una cola tan larga un asteroide? Al parecer son conocidos unos diez objetos similares.
Se la conoce como NGC 5189 y es una inusual nebulosa que tiene su origen en una estrella como el Sol perteneciente a un sistema binario. NGC 5189 es una nebulosa planetaria en la constelación de Musca distante unos 3000 años luz de la Tierra.
Esta es la Galaxia anular NGC 660 situada a más de 20 millones de años-luz, nos muestra su rara figura. NGC 660 es un tipo peculiar de galaxia: las galaxias polares contienen una importante población de estrellas, gas y polvo orbitando en anillos.
Conocida como Zeta Ophiuchi, la estrella fugitiva. Como un barco que surca los mares cósmicos, la estrella fugitiva produce la onda de arco o el arco de choque interestelar, que se puede apreciar en esta imagen. Es una estrella 20 veces más masiva que el Sol, que se encuentra cerca del centro de la imagen, moviéndose hacia la izquierda a 24 kilómetros por segundo.
Marte nunca dejará de asombrarnos. Pueden parecer árboles, pero no lo son. Grupos de rayas marrones oscuras fueron fotografiadas por el Mars Reconnaissance Orbiter, en medio de dunas de arenas rosadas con ligeras heladas. En abril de 2008, arenas oscuras de interior de las dunas marcianas se vuelven más visibles con el Sol.
Oculta por la inmensa nube de gas y polvo que ella misma ha eyectado al espacio interestelar para evitar su propia muerte, Eta Carinae, una estrella súper masiva, unas cien veces la masa del Sol que, en cualquier momento podría dar un susto y explotar como Supernova para convertirse en un agujero negro.
A unos 2.000 millones de años luz de distancia se encuentra la galaxia elíptica Hércules A, conocida también como 3C 348. Con el uso combinado del telescopio espacial Hubble y el radiotelescopio Karl G. Jansky Very Lare Array, se revelaron dos enormes chorros, que parecen dos grandes llamaradas y que empequeñecen la galaxia.
Los datos de radio del VLA revelan dos enormes chorros, ópticamente invisibles, que con un millón y medio de años-luz de ancho, empequeñecen la galaxia visible desde la que emergen. Los chorros, que parecen dos grandes llamaradas, constan de partículas subatómicas, campos magnéticos y plasma de muy alta energía, disparados a casi la velocidad de la luz desde las proximidades del agujero negro. Las partes exteriores de ambos chorros muestran inusuales estructuras semejantes a anillos. Esto y otros rasgos hacen pensar en diversos episodios de actividad extrema desde las inmediaciones del agujero negro super-masivo como originadores del fenómeno.
En esta imagen aparece el primer grupo compacto de galaxias identificado como Quinteto de Stephan. A unos 300 millones de años luz de distancia, solo cuatro de estas galaxias se encuentran atrapadas en una danza cósmica de encuentros repetidos. Pero la galaxia predominantemente azul, NGC 7320a, está a tan sólo 40 millones de años luz, y no es parte del grupo en interacción. El Quinteto de Stephan se encuentra dentro de los límites de la constelación Pegasus.
La Supernova 1987A nos muestra sus misteriosos anillos. ¿Qué está causando estos anillos impares en la supernova 1987A? Hace veinticinco años, en 1987, la supernova más brillante en la historia reciente se ha visto en la Gran Nube de Magallanes. En el centro de la imagen se ven los restos de la explosión violenta de una estrella. Alrededor del centro son curiosos anillos exteriores que aparecen como una figura plana. A pesar del Telescopio Espacial Hubble para monitorear los curiosos anillos , su origen sigue siendo un misterio.
Con una hermosa apariencia, la nebulosa Sh2-106, también conocida como nebulosa del ángel, se encuentra a aproximadamente 2,000 años luz de la Tierra. Se trata de una gran nube de gas y polvo creadora de millones de estrellas.
Ráfagas sorprendentes: Las espirales de gas fino (miles de millones de veces menos denso que el humo en la atmósfera) de Herbig-Haro 110 son capturadas en esta impresionante observación del Hubble. Los objetos Herbig-Haro son estrellas jóvenes en la agonía de la adolescencia que lanzan chorros de gas a través de sus polos. (Créditos: NASA)
La famosa Nebulosa Orión, M42, contiene a la estrella estrella múltiple conocida como el Trapecium. En el borde de esta mágica nebulosa se halla la estrella doble Iota Orionis. Al norte de esta nebulosa se encuentra otra brillante nebulosa NGC 1977, y más al norte el cúmulo abierto NGC 1981. Este complejo de nebulosidad y cúmulos constituye la Espada de Orión, que cuelga del cinturón de Orión. Sigma Orionis es una impresionante estrella múltiple. Eta Orionis es una estrella doble con sus componentes muy próximos entre sí. Por ahí se encuentra también la oscura nebulosa Cabeza de Calballo que se introduce en una débil banda de luminosidad, IC 434 que llega hasta el sur de Alnitak, una de las tres estrellas que forman el Cinturón de Orión con Alnilam y Alnitak y Mintaka. Tampoco nos podemos olvidar de que por el “barrio” andan las conocidas Betelgeuse, Bellatrix y Rigel, sin que nos olvidemos de Saiph.
Como siempre contamos aquí, el Universo es grande, grande, muy muy grande, para nosotros infinito, toda vez que nunca lo podremos visitar al completo de manera física y, nos tendremos que conformar con captar objetos lejanos situados en regiones de belleza inimaginable que, por su lejanía nos oculta secretos que desde aquí no podemos desvelar. Fijaos en cuánto hemos podido contemplar en solo unas pocas imágenes captadas por el Hubble y otros ingenios fabricados por nuestra especie para poder, viajar a lugares ignotos en los que nunca podremos poner el pie.
emilio silvera
Ago
18
Los Dinosaurios eran un callejón sin salida para nosotros
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (0)
Hace 66 millones de años, una roca espacial de 10 kilómetros chocó contra la Tierra causando una explosión equivalente a 7.000 millones de bombas atómicas. El choque levantó una enorme fumarola de roca pulverizada que se elevó hasta cubrir todo el globo y sumirlo en una profunda oscuridad. Tsunamis de más de 100 metros arrasaron las costas del actual Golfo de México, donde cayó el meteorito, y se desencadenaron fuertes terremotos. Parte de los escombros levantados por el impacto comenzaron a llover como diminutos meteoritos y transformaron el planeta en un infierno de bosques ardiendo. Las plantas que no se quemaron se quedaron sin luz solar durante meses. Tres de cada cuatro seres vivos en el planeta fueron exterminados, incluidos todos los dinosaurios.
Una de las grandes incógnitas sobre el evento de extinción masiva del Cretácico es si existió un refugio donde la vida permaneció más o menos intacta. Algunos estudios han situado ese oasis en el hemisferio Sur del planeta, especialmente cerca del Polo.
La Patagonia
Nueva Zelanda
Estudios recientes apuntan a que en Patagonia y Nueva Zelanda la extinción de plantas fue mucho menor
“La mayoría de lo que sabemos sobre la extinción y la recuperación de la vida en tierra después del asteroide viene del Oeste de EE UU, relativamente cerca del lugar del impacto, en Chixculub, México”, explicó Michael Donovan, investigador de la Universidad estatal de Pensilvania (EE UU). Se sabe “mucho menos” de lo que sucedió en otras zonas más alejadas, dice, pero hay estudios recientes del polen y las esporas que apuntan a que en Patagonia y Nueva Zelanda la extinción de plantas fue mucho menor.
La Patagonia salvaje
En un estudio publicado hoy en Nature Ecology & Evolution, Donovan y otros científicos en EE UU, Argentina y China exploran la hipótesis del refugio del sur a través del análisis de hojas fósiles de antes y después del impacto encontradas en la Patagonia argentina. En concreto, el equipo de investigadores ha analizado las pequeñas mordeduras dejadas por insectos herbívoros en la vegetación para estimar cuándo se recuperó el nivel de diversidad biológica anterior al desastre.
Los resultados muestran que, al igual que lo que se observó en el hemisferio norte, los insectos del sur prácticamente desaparecieron después del choque del meteorito. Pero los fósiles analizados también muestran que los niveles de diversidad de insectos se recuperaron en unos cuatro millones de años, dos veces más rápido que en el norte.
“También hemos estudiado los minadores, rastros de deterioro en las hojas hechos por larvas de insecto al alimentarse”, explica Donovan. “No encontramos pruebas de la supervivencia de minadores del Cretácico, lo que sugiere que este no fue un refugio para estos insectos”, explica, pero en los restos de después del impacto enseguida aparecen nuevas especies.
Los primeros mamíferos aparecieron al final del triásico, pero eran criaturas pequeñas, parecidas a musarañas. El primer mamífero con placenta de la historia fue la musaraña, así que se podría decir que esta pequeña criatura es nuestro primer antepasado, apareciendo después de la extinción de los dinosaurios hace unos 65 millones de años atrás, mostrando una larga cola peluda, tamaño pequeño, peso de entre seis y 245 gramos y una dieta que incluía insectos. ¡Lo más importante era que ya no ponía huevos!
El trabajo refuerza la hipótesis de que la vida regresó antes a las zonas más alejadas del punto de impacto, “aunque también pudo haber otros factores desconocidos”, advierte Donovan. Las diferencias en el tiempo de recuperación probablemente influyeron en los patrones de biodiversidad hasta la actualidad, comenta.
El trabajo también puede ayudar a explicar por qué otras pequeñas criaturas que se alimentaban de insectos acabaron conquistando la Tierra tras sobrevivir al meteorito que exterminó a los dinosaurios. “Es posible que los cambios en la cadena alimentaria causados por la extinción de los insectos después del impacto, seguidos de la recuperación de los niveles anteriores afectasen a otros organismos, incluidos los mamíferos”.