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Repasando ideas y pensamientos
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Divagando ~ Comments (4)
¡Me falta tiempo! Quisiera hacer tantas cosas, quisiera aprender tantas cosas, quisiera arreglar tantas cosas, quisiera contaros que…, quisiera que supierais…, quisiera ir con todos vosotros a visitar aquel… Son tantos deseos conglomerados en múltiples ideas y deseos que, una sola persona nunca podrá ver cumplidos, y, siendo así (que lo es), lo único que puedo hacer es contar cosas, traer aquí historias que os despierte la imaginación, que os haga pensar y que, de alguna manera, no deje tranquila a vuestras mentes que, ante tanta información, se vean obligadas a efectuar trabajos mentales y a mantenerse despiertas.
¿Dónde comienza la realidad?
“Todos tenemos dos mentes: una mente despierta y una mente dormida. Nuestra mente despierta es la que piensa, habla y razona. Pero la mente dormida es más poderosa. Ella ve en lo más profundo de las cosas. Es la parte de nosotros que sueña. Lo recuerda todo. Nos proporciona intuición. Tu mente despierta no entiende la naturaleza de los nombres. Pero tu mente dormida sí. Ella ya sabe muchas cosas que tu mente despierta ignora.”
Patrick Rothfuss. (El nombre del viento)
El jardín de las Hespérides
Las referencias de las Hespérides en los documentos antiguos suelen estar relacionados con el séptimo de los trabajos que el rey de Micenas, Euristeo, impuso a Hércules durande los doce años que lo tuvo a su servicio. Este trabajo consistía en robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides.
Algún día, cuando me sienta con ánimo, os hablaré de los muchos mundos que existen dentro de este mundo nuestro, todos ellos salidos de las mentes prodigiosas que, deseosas de ir más allá, imaginaban otros mundos, otros lugares y a otras gentes que, de una u otra manera, saciaban sus ansias de aventura, de ver lo desconocido, de visitar y conocer cosas y gente maravillosa y, sobre todo, de desvelar los secretos que el Universo nos mantiene ocultos.
Os contaré cómo fue la primera batalla de la historia y os podré hablar del Jardín de las Hespérides. En más profundidad de la Atlántida y de cómo se formó el Estrecho de Gibraltar, de los gigantes y los ligures, de Lug y Lusina, de la Espiral del dios Lug, de nuestra civilización y de la Civilización, la Diáspora que nos cuenta que, como todas las cosas, las civilizaciones son mortales.
Se dice que el Château Meung-sur-Loire es el mas grande y antiguo del Valle del Loira. Cumplió un papel protagónico por su ubicación estratégica en el conflicto entre los ingleses y los franceses durante la Guerra de los Cien Años, fue Juana de Arco quien lo entregó después de su victoria en Orleans. ¡Si nos contara todos los secretos y los sucesos de los que fue testigo! ¿Cuántas intrigas no se engendraron aquí?
Hablaré de Isoré, cuyo nombre subsiste en estado puro en un solo lugar: rancun castillo cerca de la confluencia del Vienne y del Loire en Francia. Podré hablaros de la leyenda de Osiris… o de lo que le ocurrió al labrador Fradin en 1.924 en Bourbonnais (la aldea de Glozel, no lejos de Vichy). En ese mismo trabajo que tengo más que pensado, incluiré lo que sé sobre los dólmenes y los druidas (muy sabios), todo ellos enlazado con Liguria y las invasiones célticas, allá por el 1.700 a. de C.
Según Pomponio Mela, quien sí visitó las islas “ había en la alta Caledonia mujeres sacerdotisas llamadas bandruidh que, al igual que los druidas varones, están divididas en tres categorías: las de menor autoridad permanecen reclusas y deben observar voto de virginidad perpetua, son las que se encargan de alimentar los fuegos perennes en honor a Dana y Bilé, sus dioses mayores.
En la segunda categoría, las sacerdotisas pueden casarse, pero deben permanecer encerradas en el santuario al que están consagradas, y sólo pueden abandonarlo unos pocos días al año, para cumplir con sus deberes conyugales; sin embargo pueden alternar con las gentes, a las que dicen la buenaventura , y leen su futuro en las hojas de muérdago.”
“Una bandrui de la clase más alta, jerarquía a la que sólo se accede después de años de estudio y dedicación y un completo rito de pasaje, puede circular libremente, y se dedica a servir al pueblo, y mantener vivas las tradiciones religiosas; narran las leyendas de los guerreros y los dioses, practican la astrología y adivinan el porvenir por la lectura de las víctimas de los sacrificios humanos, que son practicados exclusivamente por los druidas varones”.
“Se dice, aunque no he podido comprobarlo personalmente, que las banfilidh más poderosas, como las llaman en su lengua, residen en la isla de Saina, en el Mar interior (mar de Irlanda), tienen poder sobre las tempestades, que pueden convocar a voluntad, pueden convertirse en aves y curar las enfermedades más atroces… Estas mujeres son altamente reverenciadas por el pueblo, pues dominan la magia de las piedras y las hierbas curativas, son las que preparan a los moribundos para el bien morir, preparan hechizos de amor y se ocupan de los nacimientos”, afirma Pomponio Mela.
Estas historias me fascinaron y sobre ellas escribí hace muchos años, cuando aún vivía en casa de mis padres. No sé dónde fueron a parar tantos folios emborronados con mi imaginación; ahora me gustaría conservarlos. Nadie los leyó nunca; mi pudor a descubrir mis pensamientos era muy elevado en mi corta edad (tendría entonces 20 – 22 años). Así que, si me armo de valor, repetiré todo aquello.
Creo que podré hacerlo.
Al investigador:
Quienes piensen que la alquimia es de naturaleza terrestre, mineral y metálica, que se abstengan.
Quienes piensen que la alquimia es estrictamente espiritual, que se abstengan.
Quienes piensen que la alquimia es sólo un símbolo utilizado para desvelar analógicamente el proceso de la “realización espiritual”, en suma, que el hombre es la materia y el atanor de la obra, que abandonen sus propósitos.
Claude d’Ygá
El arte hermético, los principios de la alquimia, su historia y los contactos de la alquimia con la ciencia moderna. Los alquimistas licenciados por la universidad de Montpellier en el s. XIII, Alberto Magno, Arnau Vilanova y Raimundo Lulio, Roger Bacon y más tarde Michael de Nostre-Dame (más conocido por su pseudónimo Nostradamus), Rebelais y Erasmo, además de médicos árabes y judíos, todos ellos adictos a la filosofía hermética, y todos interesados por la alquimia y las transmutaciones metálicas.
Más tarde me topé con la física que me enlaza directamente con las matemáticas (que por desgracia no domino como me gustaría,) la biología, la astronomía y la cosmología, en fin, con todo lo que realmente importa, la vida misma y el universo.
Antes de llegar a la física pasé por innumerables recorridos del saber humano: los clásicos griegos, los filósofos, Platón, Sócrates, Aristóteles, pero sin dejar a Kepler y Galileo, ni tampoco a Newton y Darwin. Mi avidez de saber era ilimitada y más de una noche, sobre las 3 ó las 4 de la madrugada, mi madre (una santa mujer que murió hace dos días, a los 103 años de edad, rodeada de todos sus hijos vivos) apagaba la luz de mi mesita de noche y cerraba el libro abierto sobre mi pecho o caído en el suelo. El sueño me impedía seguir; además, muy temprano había que cumplir en el trabajo. ¡Qué tiempos!
Alternaba el dar clases de matemáticas comerciales y contabilidad con mi preparación a las oposiciones de Diplomado en Derecho Tributario paras Asesor Fiscal; dos pruebas en Madrid, una escrita (la primera), y otra oral (la segunda). Todo aquello quedó muy atrás formando algunos de los escalones de la larga escalera recorrida hasta llegar al primer piso…
Camille Flammarion.
Pero entre libros de estudios y ratos libres, nunca dejaba otras clases de lecturas como a William Shakespeare, Dante, Goethe, Descartes, Beltran, Rusell, Flanmarion, Julio Verne, Voltaire, Isaac Asimov, y en realidad, todo lo que pillaba, hasta tostones de Homero como la Iliada y la Odisea o los de docenas de clásicos, tanto rusos como de otras nacionalidades que caían en mis manos. De los siete sabios de Grecia a los pensadores Buda o Confucio; todo para mí era saber más cosas.
Ahora recuerdo, y no tengo más remedio que reírme, que teniendo media novia aficionada a las plantas me leí un tratado de plantas de interior para poder prestarle ayuda y ofrecerle mis conocimientos. Cuando nos encontramos, muy de tarde en tarde, nos abrazamos con cariño.
Leí a Euclides y sobre los elementos (Autólico de Pitania), obra de la que se editaron bastantes ediciones (1.296 – 1.482 y otras) y la edición de Ratdolt que fue uno de los más bellos de los primeros libros científicos editados impresos y por los que me interesé en su momento.
Esta es la cuna de Arquímedes, Siracusa
Fidias, Arquímedes, Alejandría o Siracusa eran para mí nombres muy familiares. He leído sobre la esfera y el cilindro, sobre la medida del círculo, sobre conoides y esferoides, sobre las espirales, cuadratura de la parábola, sobre los cuerpos flotantes y el Método, obras irremisiblemente perdidas y reconstruidas parcialmente mediante complejas estructuraciones de restos que, seguramente, dieron como resultado un híbrido de distintos autores posteriores que se basaban en el texto original.
También captó mi atención Ptolomeo y su gran síntesis astronómica, Copérnico y su mundo astronómico y, desde luego, me empapé de la civilización romana, guardián de la herencia griega y de su mitología. La Gran Enciclopedia Científico-Técnica de Cayo Plinio segundo, llamado “el Viejo” que reunió el legado de todos los antepasados y recogió el saber para evitar su pérdida.
Todas estas cuestiones me interesaron y de ellos me empapaba con la avidez y la curiosidad sin límite de un niño.
Galeno (129 – 194) es el médico más famoso de la antigüedad. Nació en Pérgamo, hoy en la Turquía occidental. Miembro de una familia de la clase alta urbana del helenismo romano, fue médico de cuatro emperadores. En sus trabajos se apoyó en las enseñanzas de Hipócrates y Aristóteles, pero aportó sus propias ideas.
El siglo XVI vio una revolución científica con Vesalio y Copérnico.
No existe, como frecuentemente oímos o leemos, una época oscura en la historia de la Humanidad que va de los romanos de los primeros siglos de la era cristiana a los europeos del siglo XVI. Lo que hay es ignorancia de que existan otras culturas y civilizaciones de las que llamamos cultura occidental desconocida.
Había otros mundos científicos, tecnológicos y filosóficos de saberes acumulados en el orbe árabe.
Sí, los exploradores del saber se encontraron con nombres como el del matemático y geógrafo Mamad Ibn Musa al-Iwarizmi (800 – 847), del que procede la voz algoritmo, el químico y médico al-Razi (865 – 925), el físico Ibn al-Hatham, Alhazen (965 – 1.038), el matemático al-Biruni (973 – 1.048), el médico Ibn Sina, Avicena (980 – 1.037), el astrónomo al-Zangali, Azarquiel (1.029 – 1.087) o el médico Ibn Rushd, Averroes (1.126 – 1.198), que si la historia hubiese seguido otros caminos acaso habrían figurado de manera prominente en muchos lugares destacados de la historia.
Bueno, como es mi costumbre, mi mente me la jugó de nuevo; estaba hablando de Copérnico y Vesalio. Sin querer, me acordé de la “oscuridad” de la edad media y no pude evitar el nombrar a personajes que, en otra parte del mundo, brillaban con luz propia.
De Nicolás Copérnico, cualquier interesado en la ciencia, como los pocos lectores que yo tengo, poco les puedo contar que no sepan.
En 1.543, el año en el que se publicaron libros (dos) que terminarían convirtiéndose en dos clásicos de la ciencia: De Revolutionibus Oebium Coelestium, de Nicolás Copérnico, y De Humani Corporis Fabrica, de Andreas Vesalio, aunque ninguno de los dos supo nunca desembarazarse de las cargas doctrinales de las disciplinas a las que se referían, Vesalio de Galeno y Copérnico de Aristóteles. Pero ambos, en sus respectivos campos, marcaron una época, un antes y un después.
No me parece oportuno continuar reseñando aquí sus biografías, y con los mencionado lo dejo. Mejor comento algo sobre Tycho Brahe (1.546 – 1.601) y Johannes Kepler (1.571 – 1.630).
Tycho era noble, rico y poderoso, y no seguía las ideas copérnicas. Kepler era de origen humilde, ferviente copérnico, siempre buscando (no con demasiado éxito) el amparo de reyes y aristócratas, no ya para poder trabajar en la ciencia que amaba, sino para simplemente vivir, alimentarse él y su familia, y sin embargo, a los ojos de la historia ambos constituyen un dúo inamovible. No fue porque compartiesen logros científicos, sino porque Brahe hubiera sido, acaso, mucho menos conocido para la posteridad de no haber sido por la relación, breve pero intensa, que mantuvo con Kepler, y porque éste seguramente no habría podido producir lo que fueron sus joyas científicas más preciosas sin acceder a los datos de las observaciones (en especial las de la trayectoria de Marte) de Brahe, el observador astronómico más importante en la era anterior a la invención del telescopio.
Brahe, con la ayuda del rey Federico II, construyó un centro astronómico: uraninburgo, en la isla Hveen de Dinamarca. Le sucedió al frente del mismo su ayudante en Praga J. Kepler que pronto, haciendo uso del material acumulado y sus propias investigaciones, publicó Astronomia Nova en el año 1.609, donde presentaba sus dos primeras leyes del movimiento planetario. En 1.619 publicó Harmonices Mundi y su tercera ley.
Y así llegamos a Galileo Galilei (1.564 – 1.642); la antítesis, en cuanto a estilo literario y método científico, de Kepler. Si este es, cuando se lee, la oscuridad, Galileo es la luz. Con él la fuerza de las ideas copérnicas se hizo tan patente que terminaría desencadenando acontecimientos sociales que arrastrarían con ellos al propio físico de Pisa.
Sus observaciones sacaron a la luz las deficiencias del universo aristotélico-ptolemaico. El que Galileo realizara tales observaciones resulta, en principio, sorprendente, ya que era un físico y su preocupación estaba centrada en el estudio del movimiento, por encontrar las leyes que regían fenómenos como la caída de un cuerpo esférico por un plano inclinado o el tiempo que tarda un péndulo en batir, y no un astrónomo. Sin embargo, todo cambió, su vida y a la postre, en más de un sentido, el mundo, cuando conoció la existencia de lentes (telescopios) que agrandaban las imágenes de objetos lejanos.
Construyó su propio telescopio que enfocó hacia la Luna y descubrió todas sus irregularidades con sus montañas y abismos, lo que describió en su libro Siderus Nuncius (1.610). Ese mismo año estudió Júpiter y detectó 4 satélites y otras muchas cosas. Galilio adquirió una importante notoriedad.
En 1.632 se convirtió en una leyenda con la publicación de su obra inmortal, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, ptolemaico y copernicano, una obra maestra de la literatura científica. Escribió otros grandes libros y, en controversia con la Iglesia, finalizó sus días en arresto domiciliario, ya que la Iglesia negaba el movimiento del mundo alrededor del Sol.
Cuando antes me refería de pasada a mis lecturas, nombré a René Descartes (1.596 – 1.650), una de las grandes figuras del pensamiento de todos los tiempos. Casi todos le conocen por su condición de filósofo, pero se olvidan de que también contribuyó con su talento en el campo de las matemáticas, fisiología y física (especialmente en la dinámica, óptica, meteorología y astronomía), formando parte de la historia de esas disciplinas.
Según sus propias palabras, purificó el alberga, “desembarazándola” de “los múltiples números e inexplicables figuras que la abruman”. Sin duda, la aplicación más conocida de este enfoque fue en la geometría, con las coordenadas cartesianas, o geometría analítica, que presentó en La Géométrie, que apareció – junto a La Dioptrique y Les Météores – como uno de los apéndices de su obra más conocida, Discours de la Méthode (1.637).
Descartes, podemos decir sin ningún temor a equivocarnos que es merecedor de toda nuestra admiración, y con él (como con otros muchos) siempre estaremos en deuda. Me he podido adaptar (mentalmente) en todas mis lecturas a la época del autor, en el tiempo en el que escribió el texto que ahora, muchos años después, podemos leer. Así, se puede comprender mejor lo que estamos leyendo, y sobre todo, resulta más fácil la simbiosis con el autor; lo que nos dice fluye dentro de nuestra mente con diáfana sencillez.
Es curioso observar la evolución de nuestros pensamientos, que a medida que adquirimos conocimientos, se van asentando en niveles superiores capaces de procesar en cada momento aquello que necesitamos, y para ello, obtiene múltiples y diversos datos que reúne en un todo para que exprese aquello que deseamos decir.
Llegará un día (si antes no lo estropeamos), en que la evolución nos llevará a convertirnos en pura energía pensante, seremos todo luz que, confundidos con el universo del que formamos parte, habremos completado el ciclo. Sabemos que nuestro origen está en las estrellas; allí nacieron los componentes de nuestros cuerpos, elementos complejos creados a partir de explosiones de supernovas. Desde allí hemos realizado un recorrido largo hasta llegar a ese punto del camino en el que fuimos conscientes de nuestro SER. Ahora continuamos (en un período joven aún) evolucionando para que, en algunos eones, podamos alcanzar la meta que nos aguarda.
Parece mentira que para algunos de nosotros, el tiempo que estamos aquí (lo que duran nuestras vidas) resulte largo o corto en función de la forma de pensar y de ver la vida.
Algunos, con 50 años ya están pensando en jubilarse (son viejos prematuros); se mira el recorrido de lo que han hecho durante toda su existencia y, desde luego, hay poco que contar. Sin embargo, otros de distinto carácter y forma de enfocar su tiempo, ni piensan en ese final o retirada del trabajo; son gente muy activa y creadora. Su recorrido está plagado de actividad y proyectos. Son incansables y, por supuesto, le sacan un buen provecho a sus vidas.
Tengo conocidos que están en los dos niveles, y al observar sus comportamientos me doy cuenta de la diversidad existente entre nosotros mismos que, de morfología y conformación física común y general, estamos divididos en entes muy distintos o dispares a niveles superiores a los de nuestro cuerpo.
Hay pensamientos íntimos que guardamos para nosotros y que, en contadas ocasiones, podemos expresar. En mi caso particular, me ocurre en esos momentos en los que, inmerso en el estudio de las maravillas de la física y del universo en general, siento, literalmente, cómo mi alma está fundida con aquello que, a distintos niveles, llamamos materia y fuerzas fundamentales; paso a formar parte integrante de todo ello y, confundido así con el universo mismo, lo puedo comprender mejor.
Cada uno de nosotros lleva dentro un ser “superior” ¿Sabrás sacar el tuyo al exterior, y, que los demás lo vean?
Podemos alcanzar estadios de inspiración o de espiritualidad que ya nos anuncia lo que será el futuro, cuando evoluciones. Con increíble claridad he podido ver en otros la bondad del SER bueno y puro. Con mucha más frecuencia veo cada día la fealdad maligna de muchos que disfrazan su verdadera condición con falsas sonrisas y actitudes engañosas que sólo buscan confundirnos, ahí agazapados, esperando nuestra distracción y falta de desconfianza para lanzar el zarpazo. Así es, de momento, la condición humana, desgraciadamente en un 90 por ciento.
Esperemos que ese porcentaje cambie algún día.
emilio silvera
el 29 de septiembre del 2011 a las 18:09
Siguiendo en el contecto de las últimas reflexiones, al pronto he recordado que hace ya un tiempo, busacando entre los libros de mi mujer, encontre un libro que me pareció fascinante, por lo novedoso. Y he ido a buscarlo de nuevo.
EL ORIGEN DE LOS VASCOS de Juan Parellada de Cardellac (Arca de Papel /Plaza y Janés/1976)
Ignoro si aún puede encontrarse en las librerías. En Internet sí que aparece.
Realmente de lo que menos habla en él es de los vascos, de una manera concreta, sino de la civilización europea en general. Sorprende por que da una idea distinta a la comunmente aceptada sobre el origen de los pueblos, de los que hace un seguimiento semántico ante todo, y se atreve con el mito de la Atlántida, los Ligures, pueblos germánicos .. etc.
La reseña del libro dice lo siguiente:
“Apoyándose en los trabajos del eminente lingüista Von Humboldt-creador de la lingüistica comparada-,y tras arduas investigaciones, Parellada llega a los resultados que nos presenta en este libro. De su contecto se desprende que la civilización vasca en particular y la europea occidental en general, contrariamente a lo que suele admitirse es origunanaria no de Oriente, sino del propio Occidente. No se trata de negar lo que debemos a Grecia, a Caldea o a Ejipto, si no de preguntarse: ¿De dónde procedían los maestros ejipcios, babilonios y griegos?”
La solución según el autor es sorprendente pues traslada el origen a unos ancestros más próximos a la Atlántida y a nuestra Bética. Es un libro difícil de leer pues usa una gran cantidad de términos lingüisticos (palabras antiquísimas de muchas lenguas) que son difíciles de retener. Pero se entiende bien.
Saludos
el 30 de septiembre del 2011 a las 5:42
Es verdaderamente curioso como, de vez en cuando, nos topamos con una Joya literaria que nos habla del pasado y nos deja la sensación de que, no todo lo que creemos es tal como nos lo contaron, y, nos queda la sensación del misterio no resuelto que se presta a que podamos pensar sobre el tema.
Por ejemplo, conocemos la Atlántida sólo por dos fragmentos de Platón, uno en el Timeo y otro en el Critias. No son más que recuerdos de la infancia de Critias, quien refiere las manifestaciones de su abuelo, el cual oyó la historia a Solón de Atenas (uno de los 7 sabios de Grecia), que, a su vez, la conocía a través de un sacerdote egipcio del templo de Sais. Y, desde entonces, ¿cuántas historias no habremos oído de la Atlántida? Precisamente ahora mismo, unos investigadores están realizando unos trabajo en busca de la mítica Atlántida en Doñana.
El relato de Critias nos dice que, hace unos nueve mil años antes de Platón (es decir 9 milenios y medios antes de nuestra Era), existió una Isla situada en medio del océano Atlántico, frente al estrecho de Gibraltar, y cuyos habitantes (descendientes del dios Poseidón) habrían creado una civilización particularmente avanzada, puesto que serían ya metalúrgicos, ganaderos y agricultores.Critias, en su relato, explica muchas cosas, y, la historia se extendió hasta nuestros días, incluso Homero se ocupó de contarnos algo sobre el tema.
Según la leyenda, Hércules encontró en Occidente a dos adversarios: gigantes y ligures. Los informes acerca de los primeros son fragmentarios, mientras que los ligures son conocidos. Jullian los ha descrito como si los tuviera delante. A decir verdad, aquellos a quienes describe son posteriores en algunos milenios a los que combatió Hércules. Son habitantes de Liguria, o sea, toda aquella parte de tierra que rodea el golfo de León, desde la Provenza hasta Cataluña.
De acuerdo con la leyenda, estaban allí ya antes del cataclismo. Eran, pues, hombres del Neolítico que subsistirán hasta la invación de los celtas. Claro que, esto no es una certeza, más bien es una hipótesis a la que se podía oponer otra de encontrar algún vestigio arquológico. La historia que cuentan es larga y con todo lujo de detalles y lugares. Hablan de que los ligures ocuparon todo el Oocidente…Córcega les había pertenecido. Llegarían, al parecer, hasta Sicilia, y sin cesar se habla de ellos en España. sus huellas se encuentran aún no lejos de Cádiz, y las marismas que atravesaban las aguas del Guadalquivir se llamaron antaño “Lago ligur”.
En todo lo que podemos leer sobre los ligures, finalmente, te queda una sensación de que, existe algo asó como que, la historia adolece de deficiencias y tiene lagunas que no han sido rehabilitadas con datos que, al parecer, nunca pudieron encontrar.
En la década de los 70, publicaron una selección de libros que se llamó “Realismo fantástico”, en la que se contaban todas estas historias. Quiero recordar que los Editores eran Plaza y Janes, S.A. (los tengo que tener en algún rincón perdido de mi biblioteca imposible). Allí pude leer por vez primera la historia de Gerión, en su isla atlántica y de Argantonio el rey con edad matusalénica que gobernó en un reino muy rico que sitúan en la costa de Huelva y el Algarve Portugués, tal era su amplitud para aquellos tiempos remotos.
Todas estas hitorias han conseguido despertar nuestra imaginación y, nos dieron, una idea de cómo podría haber sido el mundo mucho antes de que llegaran los griegos y todas aquellas civilizaciones del pasado, es como una prehistoria de la Humanidad cuyas huellas han permanecido perdidas y sólo fueron hallados algunos retazos que hicieron posible recomponer, de manera inexacta, lo que podría haber pasado. Sin embargo, aunque aquellas historias o leyendas nos llegaran algo mutiladas, no le quitan el valor central que llevan consigo, el mensaje que nos llegó y que prevalece es el de unos seres que, estuvieron aquí muchísimo antes que nosotros y que, según parece, pudieron hacer muchas cosas.
Es fascinante, viajar al pasado remoto siempre ha tirado de mí, una voz interior me llama desde muy lejos, y, me grita que busque, que procure indagar, que lea y estudie sobre todo aquellos vestigios del pasado para poder comprender el presente, y, no pocas veces, la sorpresa y la maravilla, han venido juntas al comprobar que, hace miles de años, ya existían pueblos que, a su manera, llegaron a entender el mundo y…también mucho más allá.
En fin amigo, aquí lo dejo y, posiblemente, en días venideros pongamos algún trabajo con todo esto relacionado que, al comentarlo, me despertó el gusanillo.
Un abrazo.
el 7 de septiembre del 2012 a las 6:06
El aporte “dormido” de tantos que fueron es desdeñado muchas veces por el hombre moderno, que en su triunfo material, porque no ve otra cosa, se cree el culmen, al alfa y el omega de la historia. Menudo engaño. A saber si la racionalidad, la praxis y el buen sentido de los que ya no están, “no nos da cien vueltas”., De qué necesitarían entonces tanta tecnologia si jamás la habían visto. En cambio su fortaleza física y su ingenio les procuraban una estancia en la Tierra más reposada y placentera.
Esto parece una exageración, pero no lo es en absoluto. Podrían vivir menos, que eso depende, pero no lo hacían con la complicación, que no deja de ser un riesgo y un sinvivir permanente, y que ahora se nos presenta. Una cosa si es cierta, tanto entonces como ahora, la especie humana no escarmienta, el dominio de unos sobre los otros siempre ha acarreado injusticias, desalientos y miserias. Las caras de estos estos autoinfortunios, por lo que se ve van impresos en nuestra especie cuya magnanimidad parece oculta y bien oculta. Aflora aveces como una moda, para volver a hundirse y ocultarse casi al compas de los tiempos. Pero eso no puede ser definivo. Como mejor “terapia”, educación y convivencia
Cada época pasada presentaría esta incongruencia “del ser superior” a su manera,, pero el hecho de que podamos conocer el legado de esos antiguos que ya pasaron por ahí, demás es para que aprovechemos sus experiencias.
Pues bueno, todo esto que digo, no dejan de ser ideas, pensamientos. Está claro que las ideas no mueven a los hombres sino los sentimientos. Si la idea no es suficiente para provocar los sentimientos,que es lo común, por lo común de nada sirven. Por ejemplo, escribir un relato donde los sentimientos de sus protagonistas no afloren, o ante un paisaje que se describe, ante la belleza, el humor, la risa… no mueve al lector a enfrascarse en él, y lo olvida con prontitud. No lo mueve la acción,o a considerarlo como una ayuda. Nada saca, o casi nada, que le valga en su camino. Leer o en su caso contemplar imágenes. entendiendo lo que se leer y hacerse complice con el autor y sus protagonistasi, puede camelar al que leer. De más hemos experimentado que los rollos macabeos no solo no atren sino que repelen. Será por eso que en otro orden la Fisica enrevesada solo gusta a unos pocos, a los predispuestos a ser camelados. Y lo mismo que se diga para otra cualquiera de las disciplinas.
Saludos cordiales.
el 4 de diciembre del 2013 a las 7:41
Lo cierto es que, nuestras Mentes, recorren caminos que ni pudimos imaginar que estaban ahí. Basta con que se nos cruce una simple idea, una imagen que nos venga al recuerdo, o, simplemente que unamos dos ideas aparentemente dispares para que en nuestro cerebro se construyan “universos” de inimaginable belleza o de fantásticas conformaciones y criaturas de cuya belleza o fealdad inigualables, sólo tendrá la responsabilidad nuestro estado de ánimo del momento.
Siempre estarremos imaginando lo que podría ser y, a veces, ¡acertamos! Aunque lo imaginado no haya sido encontrado aún en este mundo pero que, sin embargo, está en él sin que supiéramos. Siempre hay más de lo que el ojo ve: ¡Lo que la Naturaleza esconde!
Sigamos imaginando