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La Inmensidad del Universo y, la “pequeñez” de los seres…
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (5)
En nuestro sistema solar la vida se desarrolló por primera vez sorprendentemente pronto tras la formación de un entorno terrestre hospitalario. Hay algo inusual en esto. Según todos los datos que tenemos la edad de la Tierra data de hace unos 4.500 millones de años, y, los primeros signos de vida que han podido ser localizados fosilizados en rocas antiguas, tienen unos 3.800 millones de años, es decir, cuando la Tierra era muy joven ya apareció en ella la vida.
La vida ha tenido y tiene un impacto indiscutible sobre la historia geológica de nuestro planeta. Es casi imposible encontrar un lugar en la superficie de la Tierra cuya química no haya sido influenciada por la biología. Pero hubo un tiempo en el que el planeta fue yermo y en el que los fenómenos de formación de minerales fueron distintos a los de ahora. Hemos llegado a saber que, precisamente del tiempo en que la Tierra fue un planeta inane y de la transición desde el mundo mineral a los más primitivos organismos.
Las condiciones del planeta eran inadecuadas para la vida, y, pasados unos 1.200 millones de años, se enfrió, se formaron los mares y los ocános, comenzaron a surgir las primeras plantas y, como si de un milagro se tratara surgieron de aquella química cambiante, la primera célula replicante que daría lugfar al comienzo de la fascinante historia de la Vida.
Y se produjo el cambio en el mayor de los planetas interiores del Sistema Solar
La Tierra es el mayor de los planetas interiores y se creó como todos los planetas restantes del Sistema Solar, hace aproximadamente 4.6 miles de millones de años. La Tierra primigenia se formó por la colisión y fusión de fragmentos de rocas más pequeños, de los denominados planetesimales. Por ello, los elementos de la Tierra primigenia debían estar repartidos de un modo relativamente homogéneo, Pero esta homogeneidad debió cambiar: la Tierra se fue calentando por causa de las desintegraciones radiactivas, por la creciente presión en su interior y, además, por el bombardeo de partículas provenientes del Universo. Esto llevó finalmente a la fusión del hierro, que como elemento líquido más pesado se hundió en el centro de la tierra primigenia y formó el núcleo terrestre. Tras el enfriamiento de la corteza terrestre externa aparecieron los primeros continentes.
El milagro de la vida primigenia
El secreto reside en el tiempo biológico necesario para desarrollar la vida y el tiempo necesario para desarrollar estrellas de segunda generación y siguientes que en novas y supernovas cristalicen los materiales complejos necesarios para la vida, tales como el Hidrógeno, Nitrógeno, Oxígeno, CARBONO, etc.
Parece que la similitud en los “tiempos” no es una simple coincidencia. El argumento, en su forma más simple, lo introdujo Brandon Carter y lo desarrolló John D. Barrow por un lado y por Frank Tipler por otro. Al menos, en el primer sistema Solar habitado observado ¡el nuestro!, parece que sí hay alguna relación entre t(bio) y t(estrella) que son aproximadamente iguales el t(bio) –tiempo biológico para la aparición de la vida- algo más extenso.
La evolución de una atmósfera planetaria que sustente la vida requiere una fase inicial durante la cual el oxígeno es liberado por la fotodisociación de vapor de agua. En la Tierra esto necesitó 2.400 millones de años y llevó el oxígeno atmosférico a aproximadamente una milésima de su valor actual. Cabría esperar que la longitud de esta fase fuera inversamente proporcional a la intensidad de la radiación en el intervalo de longitudes de onda del orden de 1000-2000 ángstroms, donde están los niveles moleculares clave para la absorción de agua.
Nuestra casa a la que no siempre hemos prestado la debida atención
“La tierra es el único planeta del sistema solar que alberga vida (hasta donde podemos saber). Desde el espacio se ve azul y verde con un poco de brillo: el azul es agua, el verde los bosques con su clorofila y el brillo proviene de la luz reflejada en por la atmósfera que la rodea. La existencia de vida en la tierra depende de factores físico-químicos que a su vez son el resultado de la distancia de la tierra al sol y su tamaño, el cual determina su masa. Siendo importante para la Vida la inclinación terrestre de 23 grados y la rotación que, en combinación con la radiación solar hace posible las estaciones y el clima, así como que los seres fotosintéticos sean la base de la cadena trófica”
Este simple modelo indica la ruta que vincula las escalas del tiempo bioquímico de evolución de la vida y la del tiempo astrofísico que determina el tiempo requerido para crear un ambiente sustentado por una estrella estable que consume hidrógeno en la secuencia principal y envía luz y calor a los planetas del Sistema Solar que ella misma forma como objeto principal.
El Universo es igual en todas partes, no importa lo lejos que puedan estar algunas de sus regiones, ni tampoco la situación de los grandes cúmulos de galaxias. En todas ellas, lo que prevalecen son las cuatro leyes fundamentales y las constantes universales que todo lo rigen, y, siendo así (que lo es), lo mismo que la vida surgió en la Tierra, lo habrá hecho en cientos, miles o millones de planetas que reúnan las condiciones adecuadas para ello.
A muchos les cuesta trabajo admitir la presencia de vida en el Universo como algo natural y corriente, ellos abogan por la inevitabilidad de un Universo grande y frío en el que, es difícil la aparición de la vida, y, en el supuesto de que ésta aparezca, será muy parecida a la nuestra.
Sólo estoy de acuerdo con lo segundo, ya que, dado que las leyes del Universo son las mismas en todas partes, lo que pasó aquí también pudo pasar “alli”. Las regiones grandes y frías no son todo el Universo, ya que, como lo demuestra nuestro planeta (con la ayuda del Sol), hay lugares acogedores para la vida
Es cierto que la realidad puede ser mucho más imaginativa de lo que nosotros podamos imaginar. ¿Habrá mundos con formas de vida basadas en el Silicio? Aunque me cuesta creerlo, también me cuesta negarlo toda vez que, la Naturaleza nos ha demostrado, muchas veces ya, que puede realizar cosas que a nosotros, nos parecen imposibles y, sin embargo, ahí están los extremófilos, y, por otra parte, están el “salto cuántico”, “el entrelazamiento cuántico”, “El efecto triple Alfa”, El Principio de exclusión de Pauli”, “El Principio de Incertidumbre”, “La Relatividad”… Por ejemplo. Todo eso nos lleva a que nos cueste negar alguna posibilidad de la existencia de algo “increíble” en nuestro Universo donde, todo lo que podamos imaginar podría ser una realidad.
¿Pueden existir formas de vida basadas en el Silicio…. ¡No podemos negarlo!
Lo cierto es que… ¡No sabemos lo que nos podemos encontrar en otros mundos, en otros climas!
Los biólogos, por ejemplo, parecen admitir sin problemas la posibilidad de otras formas de vida, pero no están tan seguros de que sea probable que se desarrollen espontáneamente, sin un empujón de formas de vida basadas en el carbono. La mayoría de los estimaciones de la probabilidad de que haya inteligencias extraterrestres en el Universo se centran en formas de vida similares a nosotras que habiten en planetas parecidos a la Tierra y necesiten agua y oxígeno o similar con una atmósfera gaseosa y las demás condiciones de la distancia entre el planeta y su estrella, la radiación recibida, etc. En este punto, parece lógico recordar que antes de 1.957 se descubrió la coincidencia entre los valores de las constantes de la Naturaleza que tienen importantes consecuencias para la posible existencia de carbono y oxígeno, y con ello para la vida en el Universo.
Hay una coincidencia o curiosidad adicional que existe entre el tiempo de evolución biológico y la astronomía. Puesto que no es sorprendente que las edades de las estrellas típicas sean similares a la edad actual del Universo, hay también una aparente coincidencia entre la edad del Universo y el tiempo que ha necesitado para desarrollar formas de vida como nosotros.
Para nosotros ha pasado mucho tiempo, y, sin embargo, para el Universo ha sido solo un instante
Si miramos retrospectivamente cuánto tiempo han estado en escena nuestros ancestros inteligentes (Homo sapiens) vemos que han sido sólo unos doscientos mil años, una ínfima fracción de la edad del Universo, trece mil millones de años, o sea, menos de dos centésimos de la Historia del Universo. Pero si nuestros descendientes se prolongan en el futuro indefinidamente, la situación dará la vuelta y cuando se precise el tiempo que llevamos en el Universo, se hablará de miles de millones de años.
Seguramente, dentro de algunos millones de años, nuestra Sociedad habrá alcanzado cotas de tecnología que nos podrán situar en un plano superior, y, mirando hacia atrás en el tiempo, nos podamos sonreír al ver los pensamientos antiguos de la imposibilidad de viajar más rápido que la la luz, no superándola, sino buscando la manera de burlar los efectos que ésta podría causar en nosotros.
Brandon Carter y Richard Gott han argumentado que esto parece hacernos bastante especiales comparados con observadores en el futuro muy lejano.
Podríamos imaginar fácilmente números diferentes para las constantes de la Naturaleza de forma tal que los mundos también serían distintos al planeta Tierra y, la vida no sería posible en ellos. Aumentemos la constante de estructura fina más grande y no podrá haber átomos, hagamos la intensidad de la gravedad mayor y las estrellas agotarán su combustible muy rápidamente, reduzcamos la intensidad de las fuerzas nucleares y no podrá haber bioquímica, y así sucesivamente.
Hay cambios infinitesimales que seguramente podrían ser soportados sin notar cambios perceptibles, como por ejemplo en la vigésima cifra decimal de la constante de estructura fina. Si el cambio se produjera en la segunda cifra decimal, los cambios serían muy importantes. Las propiedades de los átomos se alteran y procesos complicados como el plegamiento de las proteínas o la replicación del ADN PUEDEN VERSE AFECTADOS DE MANERA ADVERSA. Sin embargo, para la complejidad química pueden abrirse nuevas posibilidades. Es difícil evaluar las consecuencias de estos cambios, pero está claro que, si los cambios consiguen cierta importancia, los núcleos dejarían de existir, n se formarían células y la vida se ausentaría del planeta, siendo imposible alguna forma de vida.
Las constantes de la naturaleza ¡son intocables!
Ahora sabemos que el Universo tiene que tener miles de millones de años para que haya transcurrido el tiempo necesario par que los ladrillos de la vida sean fabricados en las estrellas y, la gravitación nos dice que la edad del Universo esta directamente ligada con otros propiedades como la densidad, temperatura, y el brillo del cielo.
Puesto que el Universo debe expandirse durante miles de millones de años, debe llegar a tener una extensión visible de miles de millones de años luz. Puesto que su temperatura y densidad disminuyen a medida que se expande, necesariamente se hace frío y disperso. Como hemos visto, la densidad del Universo es hoy de poco más que 1 átomo por M3 de espacio. Traducida en una medida de las distancias medias entre estrellas o galaxias, esta densidad tan baja muestra por qué no es sorprendente que otros sistemas estelares estén tan alejados y sea difícil el contacto con extraterrestres. Si existe en el Universo otras formas de vía avanzada, entonces, como nosotros, habrán evolucionado sin ser perturbadas por otros seres de otros mundos hasta alcanzar una fase tecnológica avanzada, entonces, como nosotros, habrán evolucionado sin ser perturbadas por otros seres de otros mundos hasta alcanzar una fase tecnológica avanzada.
La expansión del Universo es precisamente la que ha hecho posible que el alejamiento entre estrellas con sus enormes fuentes de radiación, no incidieran en las células orgánicas que más tarde evolucionarían hasta llegar a nosotras, diez mil millones de años de alejamiento continuado y el enfriamiento que acompaña a dicha expansión, permitieron que, con la temperatura ideal y una radiación baja los seres vivos continuaran su andadura en este planeta minúsculo, situado en la periferia de la galaxia que comparado al conjunto de esta, es solo una cuota de polvo donde unos insignificantes seres laboriosos, curiosos y osados, son conscientes de estar allí y están pretendiendo determinar las leyes, no ya de su mundo o de su galaxia, sino que su osadía ilimitada les lleva a pretender conocer el destino de todo el Universo.
Cuando a solas pienso en todo esto, la verdad es que no me siento nada insignificante y nada humilde ante la inmensidad de los cielos. Las estrellas pueden ser enormes y juntas, formar inmensas galaxias… pero no pueden pensar ni amar; no tienen curiosidad ni en ellas está el poder de ahondar en el porqué de las cosas, nosotros si podemos hacer todo eso y más. De todas las maneras, nsootros somos una parte esencial del universo: La que siente y observa, la que genera ideas y llega a ser consciente de que es, ¡la parte del universo que trata de comprender!
emilio silvera
el 12 de noviembre del 2023 a las 9:57
Sí, a la Inmensidad del Universo.
¿Sí? a la Pequeñez de los Seres.
Habría mucho que discutir a ese respecto, ya que, todo tiene la medida que debe tener y, no por grande o por pequeño se es más importante. De hecho, no podemos perder de vista que… ¡Todo lo grande está hecho de cosas pequeñas!
https://youtu.be/rvpgxYSqG7E
En Física Fundamental. Un paseo poco convencional por el mundo de las escalas. ¿Qué significan a la luz de la física clásica, las matemáticas, y la física moderna? Eso nos permitirá descubrir su relevancia y sus misterios.
En el Universo nos encontramos con esas grandes estructuras de inconmensurables dimensiones; Galaxias que tienen un diámetro de miles de años luz, Nebulosas que ocupan regiones inmensas que, la nave más veloz tardaría miles de años en recorrer, estrellas al lado de las cuales nuestro Sol casi no se podría ver…
En el otro extremo están las partículas subatómicas, esos pequeños objetos que se distribuyen en las Familias de los Quarks /que forman Hadrones), y de los Leptones, y, que interaccionan con las fuerzas del Universo intermediadas por esa otra familia de partículas de la familia de los Bosones.
En un lugar intermedio estamos nosotros junto a otros seres vivos situados en los distintos ecosistemas (hasta donde conocemos) de nuestro planeta.
Claro que, dichas medidas no pueden ser significativas de su importancia real y, nos tendremos que detener a valorar las funciones que cada “cosa” tiene encomendada por la Naturaleza.
Sin esas partículas (Fermiones y Bosones), no existirían los átomos, sin los átomos no se formarían moléculas, sin moléculas sería imposible conformar células, y, sin estas la materia no podría existir.
Llegados a este punto, si todas esas “cositas” pequeñas son las que dan lugar a la existencia de lo grande… ¿Qué será más importante?
Por otra parte, en medio de todas esas maravillas stamos nosotros (seguramente otras muchas especies inteligentes en distintos mundos), observadores de todos esos acontecimientos que tratamos de valorar y con la posibilidad de estudiar todos y cada uno de los fenómenos que la Naturaleza nos ofrece.
Ante este panorama, podríamos pensar que, efectivamente, el Universo nos creó para poder observarse así mismo.
¿Existirá una Conciencia Cósmica?
el 13 de noviembre del 2023 a las 16:33
Hola muchachada.
Hola Amigo Emilio.
Pues yo creo que sí. Si cuando nuestro cerebro, que es una pequeña parte de nuestro cuerpo, de nosotros, piensa en el Universo, decimos con razón que “nosotros” pensamos en el Universo, del mismo modo cuando una especie pensante y consciente, que forma parte del Universo (como nosotros u otras), piensa en el Universo, por ende se puede afirmar que el Universo se piensa a sí mismo (a través de nosotros).
Abrazo.
el 14 de noviembre del 2023 a las 4:58
Hola muchachada.
Hola Amigo Emilio.
[…] “Desde esta burbuja de conciencia, en la que pienso en el Universo, desde este episodio fugaz de mi vida consciente, tiendo puentes intencionales en todas las direcciones, me identifico con el todo, del que tautológicamente soy parte. El Universo ingente se piensa a sí mismo en nosotros, en mí, en este episodio actual de conciencia. En palabras de Ortega y Gasset: «¿Qué es, como vida, el filosofar? Ya hemos visto vagamente que es un desvivir -un desvivirse por cuanto hay en el Universo- un hacer de sí lugar y hueco donde el Universo se conozca y reconozca».
Más allá de las burbujas humanas de conciencia, quizá haya también otras burbujas conscientes en otros planetas de otras estrellas, perdidos en la inmensidad del cosmos. Quizá haya otras conciencias en otros lugares del espaciotiempo. Si es así, a todas ellas les envío un saludo desde aquí. Aunque lo más probable es que nunca llegue a establecer contacto con ellas, les manifiesto mi simpatía sincera, como copartícipes que somos de la conciencia universal. Posiblemente el universo se piense a sí mismo en muchos otros lugares del espacio tiempo. Y quiza unos pensamientos suyos sean inconmensurables con otros, y ninguno agote la riqueza y el misterio de su último sujeto y objeto. Ni siquiera yo me conozco bien a mí mismo. No es de extrañar que el universo tampoco tenga un conocimiento cabal y completo de sí. Sólo tiene una conciencia parcial y dispersa de sí mismo, como burbujas de luz y vigilia en medio de la oscuridad y la modorra cósmicas.”
…
“Dando rienda suelta a nuestra curiosidad, indagando las criaturas que nos rodean y los astros lejanos, escrutando el Universo, encendemos en este planeta el fuego de la conciencia cósmica. Cuando en febrero de 1987 llegó a la Tierra la primera luz procedente de la supernova que había explotado 163.000 años antes en la Gran Nube de Magallanes, rápidamente se transmitió la noticia y todos los observatorios del hemisferio Sur apuntaron en esa dirección. Qui´za en ese momento el Universo -a través de nosotros- se dio cuenta de que había sufrido tal explosión. O quizá ya se había enterado antes, a través de otra conciencia que habitase un planeta más próximo a la supernova.
El universo es el máximo individuo, la entidad omniabarcadora; es lo más grande con lo que podemos identificarnos y en lo que podemos intencionalmente integrarnos. El universo es todo, es el todo, y, en la medida en que la palabra «Dios» tenga sentido no superticioso, el universo es Dios. El Universo con el que nos indentificamos, y el que cada vez conocemos mejor desde nuestra ciencia, nos abarca, nos incluye, nos sostiene, nos llena de admiración, reverencia y fervor. Lo que sentimos ante el Universo es un sentimiento panteísta, que es el único tipo de religiosidad compatible con la racionalidad y la ciencia.
Según Spinoza, Dios es lo mismo que la naturaleza. Para conocer a Dios hay que conocer las cosas de la naturaleza: «Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios». Spinoza propugna unir la lucidez y el fervor, el conocimiento y el amor, en lo que él llamaba amor Dei intellectualis. Amar intelectualmente a Dios, sin pretender que Dios nos corresponda, pero participando de la divinidad por el conocimiento, es nuestro más alto objetivo y nuestra mayor fuente de potencial de alegría. «El amor intelectual del alma hacia Dios es el mismo amor con el que Dios se ama a sí mismo», es decir Dios se ama a sí mismo a través de nosotros. En nosotros el Universo se piensa, se conoce y se ama a sí mismo. Si el Universo es Dios, nosotros somos la conciencia divina.
En la lucidez incandescente de la conciencia cósmica se esconde la promesa de la armonía, la sabiduría y la felicidad. Solo en comunión con esa realidad que nos sobrepasa y nos incluye podemos acceder a planos superiores de empatía, alegría y lucidez. Y solo desde ese nivel de sabiduría podemos encarar los problemas de nuestra vida social, de la sociedad humana en general y de la biosfera entera con alguna esperanza de solución fundamental.
La ciencia sin mística corre el riesgo de quedarse en mera gimnasia metodológica. La mística sin ciencia fácilmente degenera en autoengaño y superstición. Solo la jugosa conjunción del conocimiento científico con el sentimiento místico nos permite aspirar a alcanzar aquel estado de exaltación lúcida y plenitud vital en que consiste la comunión con el Universo. SIntonizar con el Universo, sentarnos en el trono de Dios, acompasar el pálpito de nuestro corazón a un latido divino. ¿qué más se puede pedir? También estas posibilidades forman parte de la naturaleza humana, y evocarlas y brindar por ellas es la manera que he elegido de acabar este libro.”
Jesus Mosterin “Naturaleza humana”
el 14 de noviembre del 2023 a las 5:06
Se podrá concordar o disentir con él.
Pero que escribía lindo, escribía lindo.
Un abrazo grande.
el 14 de noviembre del 2023 a las 18:36
Amigo mío, los buenos y profundos pensamientos… ¿Quién puede dudarlo? Siempre serán bien acogidos y, desde luego, nadie podrá dudar de que nos enseña.
Don Jesús será siempre un referente. Sus bellas y profundas palabras siempre estarán ahí indicándonos esa realidad que pocos ha podido presentir y que algunos como él, veían con tanta claridad.
Un abrazo