Nov
21
Las grandes ideas nunca mueren
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (0)
TRANSCRIPCIÓN DE ALGUNOS DE LOS ESCRITOS DE OVIDIO PRACILIO
¨Las realidades más altas son, para nuestra opaca inteligencia, muy oscuras.¨
Aristóteles
¨Cuentan que Jorge Washington Carver, el notable hombre de ciencia de raza negra que logró hacer maravillas con el humilde cacahuete, contaba la siguiente anécdota:
¨Siendo aún muy joven, le dije a Dios: ¨Revélame, Señor, el misterio del Universo¨.
Mas el Todopoderoso me contestó: ¨Ese conocimiento me lo reservo exclusivamente para mí¨. Dijele entonces: ¨Señor, dame a conocer el misterio del maní¨. Y el Omnipotente me dijo: ¨Eso, amigo mío está más de acuerdo con tu tamaño¨. Y así fue como me lo reveló.¨
También yo cuando era muy joven, ante las maravillas celestes que aparecieron a mi espíritu con el estudio de la Cosmografía, y resultándome mecánicamente incomprensible el movimiento elíptico atribuido a los astros por las leyes de Kepler, creo que tuve el atrevimiento, similar al de Carver, de pedir a Dios que me revelara los secretos del Universo.
Johannes Kepler y las leyes del movimiento planetario
En esa vana pretensión empleé largos años de estudios y profundas meditaciones, me formulé a mí mismo, muchísimas hipótesis, pese a que Newton había dicho que las hipótesis no debían tener acceso a la filosofía experimental, hipótesis para las que obtuve, al parecer, plausibles soluciones. En fin, hasta publiqué modestamente de varios modos algunas afirmaciones sobre teorías que parecían explicar misterios de la Naturaleza y que a la postre no fueron sino espejismos que el tiempo y otros descubrimientos se encargaban de desvanecer.
Por último, caí en la cuenta de que, a través de ello, tal vez como le ocurre a la mayoría de los investigadores, Díos me estaba contestando lo mismo que le había contestado al doctor Carver, y reconocí humildemente que mi tamaño intelectual, como ser humano era muy pequeño para pretender descifrar los misterios del Universo.
Entonces me apresuré a reducir mis pretensiones a algo más modesto: a poder descifrar el misterio de las órbitas planetarias; es decir, verificar si realmente los movimientos de los planetas alrededor del Sol son elípticos como afirmó Kepler y acepta la Astronomía, o pueden ser circulares en la realidad de la mecánica sideral y elípticos solamente en las apariencias de la observación debido a la perspectiva. Como esta pretensión estaba más de acuerdo con mi ¨tamaño intelectual¨, creo que Dios me ayudó, y aprovechando y reajustando los frutos de los esfuerzos anteriores, pude obtener una solución que, si no es realmente la exacta, al menos se conforma con mis deseos y con el planteamiento del problema. Entonces supe también que ese mismo problema ya se lo había planteado Platón hacía 2500 años y que un discípulo suyo trató
de resolverlo y logró una solución.
Platón atribuye a las ideas el verdadero ser de las cosas
No obstante, si mi solución al ¨problema de Platón¨ resultara aceptable, contrariamente con lo que ocurrió con la solución dada por Eudoxio, ello me haría temer que, si realmente Dios me ayudó en mi trabajo no lo habrá hecho de muy buenas ganas siendo verdad lo que primero le había dicho a Carver, porque el problema de Platón, mucho más que los problemas inherentes al maní, es, como si dijéramos, una ranura pequeñísima, desde luego, pero suficiente como para que a través de ella pueda el hombre colarse a la intimidad oculta del Universo y comenzar a descubrir los secretos de su maravillosa planificación.
Ello me hizo caer en la tentación de asomarme un poco al interior del Gran Misterio, prohibido hasta ahora para el hombre y el contenido de este trabajo, en aquello que no se refiere específicamente a la solución del problema de Platón, no es otra cosa que lo poco que creí ver.
La ecuación de Dirac que, sin él saberlo, predecía la existencia del positrón
Pero es obvio decir que la importancia de cualquier pretendido descubrimiento científico no radica en la interpretación que pueda darle su autor, ni en lo que el deduce o imagina. El historial científico de la humanidad abunda en descubrimientos y teorías respecto de los cuales sus autores estuvieron muy lejos de imaginar que llegarían a ser lo que fueron después, cuando la ciencia se abocó a su estudio y a su perfeccionamiento, así como tampoco pudieron imaginar todas las consecuencias tan distintas de las iniciales que luego se lograron con ellos al cabo de laboriosos y exhaustivos análisis, estudios y desarrollo de todas sus posibilidades.
Si los espíritus de los primitivos atomistas griegos, superviviendo a la destrucción de sus cerebros físicos ven desde el mundo invisible en que moran lo que la moderna física nuclear ha hecho de su rudimentaria teoría sobre el átomo, estarán seguramente asombrados y admirados de que sobre tal teoría la ciencia haya podido levantar el actual edificio de la Microfísica, que transformó la infinitesimal partícula de materia concebida por el genio de los filósofos antiguos en su verdadero universo en miniatura, y que, lo que es más extraordinario, ha logrado ponerlo parcialmente en evidencia utilizando instrumentos perfectísimos, y más aún, ha logrado desintegrarlo aprovechando las grandiosas fuerzas energéticas contenidas en el mismo.
A los espíritus inmortales de Galileo, Mersenno, Zuchhi, Gregory, Cassegrain, Newton, Hadley o Herschell les ocurrirá lo mismo al ver lo que la ciencia moderna hizo de sus pequeños y rudimentarios telescopios, transformados en esos ojos ciclópeos que aumentan millares de veces el alcance visual del ojo humano, y que, por derivación, ha logrado construir esos monumentales oídos electrónicos que son los radiotelescopios, capaces de escuchar vibraciones inaudibles generadas a distancias inconmensurables.
Y si el hombre de ciencia no supiera que jamás habría sido posible llegar a la moderna física nuclear si alguien no hubiera alguna vez concebido, el primero, la existencia del átomo, ni se hubiera llegado a poseer un observatorio astronómico moderno o un radiotelescopio si alguien no hubiera antes fabricado el primer largavista, tanto la concepción griega del átomo como el telescopio de Galileo moverían a risa.
Mientras Edison se dedicaba a perfeccionar sus lámparas incandescentes, notó que al tiempo, en el interior de las bombitas, se advertía una decoloración, lo que evidenciaba que el filamento lanzaba partículas de carbón hacia el cristal. Edison anotó este fenómeno en sus cuadernos. Sobre este ¨efecto¨ descubierto por Edison, Fleming descubrió la causa que lo producía y fabricó su válvula rectificadora. Thomson descubrió el ¨electrón¨ y De Forest inventó el ¨audión¨. ¨La historia del ¨efecto Edison¨ es tan solo un ejemplo de la importancia que tienen los conocimientos científicos básicos para las grandes realizaciones de la ingeniería.
Lo mismo puede ocurrir y ello es lo que me anima a darlo a conocer, con estas ideas sobre la planificación universal y sus esquemas geométricos si a la postre resultaran ser de alguna utilidad porque tampoco hay que olvidar que otras ideas, teorías o presuntos descubrimientos a los cuales se les asignó gran importancia en su época luego no resultaron ser lo que sobre ellos se imaginó.
Me daré por satisfecho con suponer que las ideas y esquemas que desarrollaré en el curso de esta obra puedan ser considerados como el germen de una nueva concepción o simplemente como un nuevo enfoque utilizable como estímulo generador de otros esfuerzos encaminados al propósito de llegar a poseer la verdadera matemática que la Sabiduría Natural ha utilizado en la planificación de todas sus creaciones, lo cual debería ser la meta suprema de la inteligencia humana.
Y así como la teoría atomística de los filósofos antiguos fue el punto de apoyo sobre el cual la ciencia moderna afirmó su palanca para descubrir y desintegrar ese mundo infinitamente pequeño (con los resultados conocidos) y el ¨efecto Edison¨ lo fue para revolucionar la física electrónica con la válvula de Fleming, el ¨electrón¨ de Thomson y el ¨audión¨ de De Forest, ojalá estas ideas y esquemas relativos a la planificación universal sirva como uno de los puntos de apoyo que permitan a la ciencia moderna y
futura captar la técnica matemática de la Naturaleza, que ya busca la Biónica, y, consecuentemente, las leyes que gobiernan el mecanismo de lo infinitamente pequeño, de lo infinitamente grande y todo lo que existe entre ambos infinitos.
En estos lugares de nuestras Mentes están todas las respuestas que buscamos
Como consecuencia de estas reflexiones, destinadas a situar en su verdadero lugar la importancia que asigno a las ideas y esquemas que habré de desarrollar, mi esfuerzo estará compensado si algún día alguien la toma como un punto de partida para un nuevo sistema de trabajo o investigación científica, o como nuevos puntos de apoyo de teorías o hipótesis que habrá que elaborar y comprobar o nuevos instrumentos que habrá que perfeccionar para que puedan lograrse con ellos, en un futuro más próximo o más lejano y en la medida de lo humanamente posible, el descubrimiento de leyes mecánicas fundamentales que gobiernan la Creación.
Muchos son los secretos que la Naturaleza esconde, y, el hombre sabio decía: “Daría todo lo que se por la mitad de lo que ignoro.”
La Naturaleza oculta en forma tan hermética sus secretos, que requiere un esfuerzo mental formidable, inconcebible para la generalidad, poder arrancarle alguno de esos secretos, y cuando ello parece haberse logrado, lo es siempre en forma rudimentaria. La ulterior perfección en el conocimiento de ese secreto, si es que realmente descubierto, exige el concurso de todos los demás conocimientos adquiridos a través del tiempo y el trabajo de años o milenios de los científicos que se consagran a ello.
¿Cuántas veces no hemos pensado en el misterio de nuestra presencia en el Universo?
Con lo expuesto sería inútil que insistiera en aclarar que estas ideas y esquemas relativos a la planificación universal que desarrollaré más adelante se encuentran en su estado embrionario, y aunque quizás contengan potencialmente la solución de alguno de los grandes problemas que confrontan la ciencia y la técnica moderna, para obtener tal solución habrá que perfeccionarlos con la colaboración y buena voluntad de otras inteligencias, mejores que la mía, que generosamente deseen aplicarse a ello.
Pero para eso, conviene recordar (puesto que hubo un precedente) lo que dijo Copérnico en su inmortal obra De revolutionibus corporum celestium en la cual expuso su teoría heliocéntrica del Universo:
¨No dudo que los matemáticos aceptarán mi opinión si se toman la molestia de procurar conocer, no superficialmente, sino de una manera profunda, las demostraciones que daré en esta obra.¨ ¨…..si se toman la molestia de procurar conocer, no superficialmente, sino de una manera profunda…..¨
(Extraído de uno de los escritos del doctor Ovidio Pracilio)
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lacienciadeltercermilenio.laplanficacionuniversal.ovidiopracilio).
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