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Sí, todo cambia y nada permanece
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (2)
La Naturaleza juega con el paso del Tiempo para cambiar las cosas utilizando “herramientas” como la Temperatura y otras fuentes de energía. En el agua, tenemos un ejemplo cercano y cotidiano de esos cambios que se producen merced a diversas circunstancias. Así, podemos constatar que, en la Naturaleza, nada permanece para siempre, todo cambia y se transforma en algo diferente a lo que fue.
Inmensas Nebulosas formadas en explosiones de supernovas, estrellas que “mueren” y, con sus materiales, por medio de mecanismos celestes y anomalías gravitatorias, vuelven a surgir, de ese material nuevas estrellas y nuevos mundos, y, ¿quién sabe si también nuevas formas de Vida?
Las transiciones de fase se producen cuando la energía libre termodinámica de un sistema no es analítica para una selección de variables termodinámicas. Esta condición generalmente se deriva de las interacciones de una gran cantidad de partículas en un sistema y no aparece en sistemas que son demasiado pequeños.
¡El libro llegó tal como se describe! Ver en el idioma original. Traducido … Pasajes de Gail Sheehy
Las transiciones de fase no son nada nuevo. Trasladémoslo a nuestras propias vidas. En un libro llamado Pasajes, el autor, Gail Sheehy, destaca que la vida no es un flujo continuo de experiencias, como parece, sino que realmente pasa por varios estadios, caracterizados por conflictos específicos que debemos resolver y por objetivos que debemos cumplir.
“Comienzo de Trabajos y días (folio 3Av/4Ar). Trabajos y días (en griego antiguo Ἔργα καὶ Ἡμέραι, referida a veces por el nombre latino Opera et Dies) es un poema de unos 800 versos escrito por Hesíodo en torno al 700 a. C. La obra está compuesta a partir de géneros poéticos preexistentes que la tradición oral griega había incorporado del mundo oriental: sobre todo, variantes del “catálogo” (cuyo ejemplo homérico es el canto II de la Ilíada): los “calendarios” y los “días”; y de colecciones de consejos, instrucciones y proverbios (como el Ahikar asirio)”
Todo, hasta la acción y los pensamientos del hombre a lo largo de la Historia son cambiantes.
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Se puede persuadir a las personas para que “recuerden” eventos que nunca les sucedieron.
Lo cierto es que, a lo largo de toda nuestra vida estamos experimentando cambios de fase que se producen hasta en la manera de pensar, de ver las cosas y el mundo que nos rodea. Nosotros, al igual que todo en el Universo, somos objeto de cambios continuados que se están produciendo desde nuestro nacimiento hasta nuestro final.
El psicólogo Eric Ericsson llegó a proponer una teoría de estadios psicológicos del desarrollo. Un conflicto fundamental caracteriza cada fase. Si este conflicto no queda resuelto, puede enconarse e incluso provocar una regresión a un periodo anterior. Análogamente, el psicólogo Jean Piaget demostró que el desarrollo mental de la primera infancia tampoco es un desarrollo continuo de aprendizaje, sino que está realmente caracterizado por estadios discontinuos en la capacidad de conceptualización de un niño. Un mes, un niño puede dejar de buscar una pelota una vez que ha rodado fuera de su campo de visión, sin comprender que la pelota existe aunque no la vea. Al mes siguiente, esto resultará obvio para el niño.
Esta es la esencia de la dialéctica. Según esta filosofía, todos los objetos (personas, gases, estrellas, el propio universo) pasan por una serie de estadios. Cada estadio está caracterizado por un conflicto entre dos fuerzas opuestas. La naturaleza de dicho conflicto determina, de hecho, la naturaleza del estadio. Cuando el conflicto se resuelve, el objeto pasa a un objetivo o estadio superior, llamado síntesis, donde empieza una nueva contradicción, y el proceso pasa de nuevo a un nivel superior.
Los filósofos llaman a esto transición de la “cantidad” a la “cualidad”. Pequeños cambios cuantitativos se acumulan hasta que, eventualmente, se produce una ruptura cualitativa con el pasado. Esta teoría se aplica también a las sociedades o culturas. Las tensiones en una sociedad pueden crecer espectacularmente, como la hicieron en Francia a finales del siglo XVIII. Los campesinos se enfrenaban al hambre, se produjeron motines espontáneos y la aristocracia se retiró a sus fortalezas. Cuando las tensiones alcanzaron su punto de ruptura, ocurrió una transición de fase de lo cuantitativo a los cualitativo: los campesinos tomaron las armas, tomaron París y asaltaron la Bastilla.
Las transiciones de fases pueden ser también asuntos bastante explosivos. Por ejemplo, pensemos en un río que ha sido represado. Tras la presa se forma rápidamente un embalse con agua a enorme presión. Puesto que es inestable, el embalse está en el falso vacío. El agua preferiría estar en su verdadero vacío, significando esto que preferiría reventar la presa y correr aguas abajo, hacia un estado de menor energía. Así pues, una transición de fase implicaría un estallido de la presa, que tendría consecuencias desastrosas.
También podría poner aquí el ejemplo más explosivo de una bomba atómica, donde el falso vacío corresponde al núcleo inestable de uranio donde residen atrapadas enormes energías explosivas que son un millón de veces más poderosas, para masas iguales, que para un explosivo químico. De vez en cuando, el núcleo pasa por efecto túnel a un estado más bajo, lo que significa que el núcleo se rompe espontáneamente. Esto se denomina desintegración radiactiva. Sin embargo, disparando neutrones contra los núcleos de uranio, es posible liberar de golpe esta energía encerrada según la formula de Einstein E = mc2. Por supuesto, dicha liberación es una explosión atómica; ¡menuda transición de fase!
La bomba de uranio es más simple que la de plutonio y funciona cuando a una masa de uranio que aún no ha alcanzado el punto crítico de reacción en cadena descontrolada, se le añade una cantidad del mismo elemento para alcanzar esa masa crítica con la capacidad de fisionarse por sí sola. De forma simultánea, a esa masa se le agregan más elementos que potencian la creación de neutrones libres. Esto produce una aceleración de la velocidad de la reacción en cadena, resultando en la destrucción del área que rodea el dispositivo debido a la onda de choque creada por la liberación de los neutrones.
La mano derecha contacta con la mano izquierda en la imagen especular
Las nuevas características descubiertas por los científicos en las transiciones de fases es que normalmente van acompañadas de una ruptura de simetría. Al premio Nobel Abdus Salam le gusta la ilustración siguiente: consideremos una mesa de banquete circular, donde todos los comensales están sentados con una copa de champán a cada lado. Aquí existe simetría. Mirando la mesa del banquete reflejada en un espejo, vemos lo mismo: cada comensal sentado en torno a la mesa, con copas de champán a cada lado. Asimismo, podemos girar la mesa de banquete circular y la disposición sigue siendo la misma.
Rompamos ahora la simetría. Supongamos ahora que el primer comensal toma la copa que hay a su derecha. Siguiendo la pauta, todos los demás comensales tomaran la copa de champán de su derecha. Nótese que la imagen de la mesa del banquete vista en el espejo produce la situación opuesta. Cada comensal ha tomado la copa izquierda. De este modo, la simetría izquierda-derecha se ha roto.
Así pues, el estado de máxima simetría es con frecuencia también un estado inestable, y por lo tanto corresponde a un falso vacío.
No os equivoquéis, lo que llaman “Vacío de Bootes” también es un falso “vacío” de inmensas dimensiones
Cuando hablamos de falso vacío lo hacemos del estado en teoría cuántica de campos que es un mínimo local, pero no un estado de energía mínima del sistema en su totalidad (lo que se denomina el verdadero vacío). Tarde o temprano ocurrirá un efecto túnel desde el falso vacío al vacío verdadero, que puede ser calculado por técnicas de instantón. El falso vacñio no ha sido nunca observado, pero se predice que existe en varias teorías cuánticas de campo de relevancia para el estudio de las partículas elementales, incluyendo las teorías de gran unificación. En particular, ha sido sugerido que el falso vacío puede ser el responsable de la expansión del universo inflacionario, que pudo haber sido importante en el universo primitivo.
Solo podemos ver tres dimensiones y sentir la cuarta
Con respecto a la teoría de supercuerdas, los físicos suponen (aunque todavía no lo puedan demostrar) que el universo decadimensional original era inestable y pasó por efecto túnel a un universo de cuatro y otro de seis dimensiones. Así pues, el universo original estaba en un estado de falso vacío, el estado de máxima simetría, mientras que hoy estamos en el estado roto del verdadero vacío.
Lo cierto es que, por mucho que nos esforzamos mentalmente para “ver” ese universo de más dimensiones… ¡No conseguimos verlo!
Al principio, cuando el universo era simétrico, sólo existía una sola fuerza que unificaba a todas las que ahora conocemos, la gravedad, las fuerzas electromagnéticas y las nucleares débil y fuerte, todas emergían de aquel plasma opaco de alta energía que lo inundaba todo. Más tarde, cuando el universo comenzó a enfriarse, se hizo transparente y apareció la luz, las fuerzas se separaron en las cuatro conocidas, emergieron las primeras quarks para unirse y formar protones y neutrones, los primeros núcleos aparecieron para atraer a los electrones que formaron aquellos primeros átomos. Doscientos millones de años más tarde, se formaron las primeras estrellas y galaxias. Con el paso del tiempo, las estrellas sintetizaron los elementos pesados de nuestros cuerpos, fabricados en supernovas que estallaron, incluso antes de que se formase el Sol. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que una supernova anónima explotó hace miles de millones de años y sembró la nube de gas que dio lugar a nuestro sistema solar, poniendo allí los materiales complejos y necesarios para que algunos miles de millones de años más tarde, tras la evolución, apareciéramos nosotros.
Las estrellas evolucionan desde que en su núcleo se comienza a fusionar hidrógeno en helio, de los elementos más ligeros a los más pesados. Avanza creando en el horno termonuclear, cada vez, metales y elementos más pesados. Cuando llega al hierro y explosiona en la forma explosiva de una supernova. Luego, cuando este material estelar es otra vez recogido en una nueva estrella rica en hidrógeno, al ser de segunda generación (como nuestro Sol), comienza de nuevo el proceso de fusión llevando consigo materiales complejos de aquella supernova.
Puesto que el peso promedio de los protones en los productos de fisión, como el cesio y el kriptón, es menor que el peso promedio de los protones de uranio, el exceso de masa se ha transformado en energía mediante E = mc2. Esta es la fuente de energía que subyace en las explosiones atómicas.
El tiempo con ayuda de la entropía, lo transforma todo. Hoy es, mañana no es
Así pues, la curva de energía de enlace no sólo explica el nacimiento y muerte de las estrellas y la creación de elementos complejos que también hicieron posible que nosotros estemos ahora aquí y, muy posiblemente, será también el factor determinante para que, lejos de aquí, en otros sistemas solares a muchos años luz de distancia, puedan florecer otras especies inteligentes que, al igual que la especie humana, se pregunten por su origen y estudien los fenómenos de las fuerzas fundamentales del universo, los componentes de la materia y, como nosotros, se interesen por el destino que nos espera en el futuro.
Cuando alguien oye por vez primera la historia de la vida de las estrellas, generalmente (lo sé por experiencia), no dice nada, pero su rostro refleja escepticismo. ¿Cómo puede vivir una estrella 10.000 millones de años? Después de todo, nadie ha vivido tanto tiempo como para ser testigo de su evolución.
Sin embargo, tenemos los medios técnicos y científicos para saber la edad que tiene, por ejemplo, el Sol. Y, como podemos contemplar en la imagen de arriba, sabemos de los cambios que se avecinan. Dentro de unos cinco mil millones de años, cuando se agote el combustible nuclear de fusión, el Sol se convertirá en una gigante roja que crecerá más y más hasta alcanzar 1 UA (ciento cincuenta millones de kilometros) y, engullirá a los planetas Mercurio y Venus y, nuestra querida Tierra, quedará literalmente arrasada por las terroríficas temperaturas de los vientos solares que evaporarán los océanos y hará imposible ninguna clase de vida sobre el planeta.
Nuestro Sol, la estrella alrededor de la que giran todos los planetas de nuestro Sistema Solar es la estrella más cercana a la Tierra (150 millones de Km = 1 UA), con un diámetro de 1.392.530 Km, tiene una edad de 4.500 millones de años y, aunque fusiona 4.654.600 Tn de Hidrógeno en Helio cada segundo, aún le quedan otros cinco mil millones de años de vida.
El Universo como una burbuja dentro de la cual está, ¡todo lo que existe!
El Universo siempre nos parece inmenso, y, al principio, aquellos pensadores que estuvieron aquí antes que jnosotros y que empezaron a preguntarse cómo sería, lo imaginaron como una esfera cristalina que dentro contenía unos pocos mundos y algunas estrellas, hoy, hemos llegado a saber un poco más sobre él. Sin embargo, dentro de unos cuantos siglos, los que detrás de nosotros llegarán, hablarán de universos en plural, y, cuando pasen algunos eones, estaremos de visita de un universo a otro como ahora vamos de una ciudad a otra.
¡Más transiciones de fase! Ahora de evolución del el conocimiento. ¡Quién pudiera estar allí! En ese futuro en el que, realmente y si nada lo remedia, nos podremos llamar “Señores del Espacio” “Descubridores de Mundos” “Habitantes del Universo”…
¡Sería bonito ser testigo de todo eso!
emilio silvera
el 4 de diciembre del 2023 a las 11:44
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Puente de Diciembre
La previsión de la Aemet anticipa tiempo cambiante para los primeros días
Anuncian una nueva teoría capaz de unir, por fin, la gravedad de Einstein con la mecánica cuántica
Se llama ‘teoría post cuántica de la gravedad clásica’ y sugiere que, después de todo, el espacio tiempo podría ser ‘clásico’ y por tanto no estar gobernado por la teoría cuántica
Descubren un planeta ‘imposiblemente grande’ para su estrella
La imagen ilustra un experimento en el que partículas pesadas (la luna) causan un patrón de interferencia (un efecto cuántico) y al mismo tiempo doblan el espacio tiempo. Los péndulos representan la medida del propio espacio tiempo
La imagen ilustra un experimento en el que partículas pesadas (la luna) causan un patrón de interferencia (un efecto cuántico) y al mismo tiempo doblan el espacio tiempo. Los péndulos representan la medida del propio espacio tiempo ISAAC YOUNG
JOSÉ MANUEL NIEVES
04/12/2023
Actualizado a las 11:02h.
Nuestra comprensión del Universo está basada en dos sólidas teorías que, juntas, conforman los pilares de la física y explican la realidad en que vivimos. Por un lado está la mecánica cuántica, cuyas extrañas reglas sólo funcionan en el reino de lo infinitamente pequeño y gobiernan, por tanto, a todas las partículas subatómicas, los ladrillos fundamentales de todo lo que existe ‘ahí fuera’. Y por otro, la teoría de la Relatividad General de Einstein, que ‘funciona’ a escalas más grandes y explica cómo la gravedad, curvando el mismísimo tejido del espacio tiempo, es capaz de explicar el movimiento de planetas, estrellas y galaxias por todo el Universo.
Ambas teorías son igualmente sólidas y bien comprobadas, pero son contradictorias y aparentemente irreconciliables entre sí. De hecho, las leyes que ‘funcionan’ en nuestra realidad macroscópica y cotidiana dejan de hacerlo en el mundo subatómico. Y viceversa. Ponerlas de acuerdo, unirlas en una única y nueva formulación teórica capaz de explicar por sí misma toda la realidad se ha convertido, desde hace más de un siglo, en una de las principales misiones de los físicos de todo el mundo.
Un planteamiento nuevo
Ahora, un equipo de físicos del University College de Londres dice haberlo conseguido. Y en dos artículos publicados simultáneamente en Physical Review X y Nature Communications, anuncia una nueva y radical teoría que parece capaz de unificar de forma consistente la gravedad y la mecánica cuántica, preservando al mismo tiempo el concepto de espacio tiempo de Einstein.
Desde hace tiempo, la idea predominante es que la teoría einsteniana de la gravedad debería modificarse o, dicho de otra forma, ‘cuantizarse’ para encajar en los supuestos de la mecánica cuántica. Esto significa que, igual que sucede en las otras tres fuerzas de la naturaleza (electromagnetismo y fuerzas nucleares fuerte y débil), también la gravedad debería tener una ‘partícula portadora’, esto es, un hipotético ‘gravitón’ que tranporte la unidad mínima de fuerza gravitatoria igual que el fotón lo hace con la fuerza electromagnética, el gluón con la fuerza nuclear fuerte y las partículas W y Z con la fuerza nuclear débil.
Lo malo es que el ‘gravitón’ no aparece por ninguna parte y los distintos enfoques de las teorías candidatas más destacadas, como la de la gravedad cuántica, la de cuerdas o la teoría de bucles, no han conseguido, por ahora, el objetivo de conciliar cuántica y gravedad.
¿Y si el espacio tiempo es clásico?
En el primero de los artículos, Jonathan Oppenheim rompe con todo lo anterior y sugiere que el espacio tiempo podría ser ‘clásico’, es decir, no estar en absoluto gobernado por la teoría cuántica. Por lo tanto, y en lugar de modificar el espacio tiempo, la teoría, llamada ‘teoría post cuántica de la gravedad clásica’, considera que éste hace imposible predecir el resultado de cualquier medición. Lo cual da como resultado fluctuaciones aleatorias y violentas en el espacio-tiempo que son mayores de lo previsto en la teoría cuántica, lo que hace que el peso aparente de los objetos sea impredecible si se mide con la suficiente precisión.
En el segundo artículo, dirigido por antiguos estudiantes de doctorado del propio Oppenheim, los investigadores analizan algunas de las consecuencias de la teoría y proponen un experimento para probarla: medir una masa con mucha precisión para ver si su peso, realmente, fluctúa con el tiempo. La teoría, en efecto, quedaría descartada si las fluctuaciones de peso obtenidas al pesar con la máxima precisión, por ejemplo, la masa de un kg que la Oficina Internacional de Pesos y Medidas pesa habitualmente para definir el estándar resultan ser menores de lo que se necesita para mantener la coherencia matemática.
El resultado del experimento, o de cualquier otro que consiga demostrar, como pretenden Oppenheim y su equipo, que el espacio tiempo tiene una naturaleza clásica, y no cuántica, es objeto de una apuesta de 5000 a 1 entre el propio Oppenheim y los profesores Carlo Rovelli y Geoff Penington, principales defensores, respectivamente, de la gravedad de bucle y de la teoría de cuerdas.
Cinco años de pruebas
Desde hace cinco años, Oppenheim y sus colegas han estado poniendo a prueba su nueva teoría y evaluando sus consecuencias. «La teoría cuántica y la teoría de la relatividad general de Einstein -explica Oppenheim- son matemáticamente incompatibles entre sí, por lo que es importante comprender cómo se resuelve esta contradicción. ¿Deberíamos cuantificar el espacio tiempo?, ¿deberíamos modificar la teoría cuántica o se trata de algo completamente distinto? Ahora tenemos una teoría fundamental consistente y en la que el espacio tiempo no se cuantifica, pero por ahora nadie lo sabe«.
Zach Weller-Davies, coautor de la investigación, cree que «este descubrimiento desafía nuestra comprensión de la naturaleza fundamental de la gravedad. Hemos demostrado que si el espacio tiempo no tiene una naturaleza cuántica, entonces debe haber fluctuaciones aleatorias en su curvatura que tienen una firma particular que puede verificarse experimentalmente».
Ahora, claro, se trata de encontrar esa ‘firma’. «Tanto en la gravedad cuántica como en la gravedad clásica -prosigue Weller-Davies- el espacio tiempo debe estar experimentando fluctuaciones violentas y aleatorias a nuestro alrededor, aunque en una escala que aún no hemos podido detectar. Pero si el espacio tiempo es clásico, las fluctuaciones tienen que ser mayores que un determinado valor, y ese valor puede determinarse mediante otro experimento en el que probamos durante cuánto tiempo podemos poner un átomo pesado en superposición*, o lo que es lo mismo, cuánto tiempo es capaz de estar en dos ubicaciones diferentes».
También Carlo Sparaciari y Barbara Šoda, cuyos cálculos analíticos y numéricos ayudaron a guiar el proyecto, expresaron su esperanza de que estos experimentos consigan determinar si la búsqueda de una teoría cuántica de la gravedad es, o no, el enfoque correcto. «Si bien el concepto experimental es simple -dice Sparaciari- el pesaje del objeto debe realizarse con extrema precisión»
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Se me ocurre a este respecto, si todo cuerpo emite radiación, entonces pierde peso con el tiempo, por tanto todo lo expuesto queda invalidado.
el 4 de diciembre del 2023 a las 16:18
La nueva teoría del todo que le da la razón a Einstein es fruto de una apuesta
Dos artículos publicados simultáneamente tratan de unificar la gravedad y la mecánica cuántica sin romper con la teoría de la relatividad de Einstein
El pesaje de masa. Ilustración que representa el experimento propuesto por el grupo de la UCL que limita cualquier teoría en la que el espaciotiempo se trate de forma clásica
El pesaje de masa. Ilustración que representa el experimento propuesto por el grupo de la UCL que limita cualquier teoría en la que el espaciotiempo se trate de forma clásicaIsaac YoungUCL
DANIEL PELLICER@Dani_Pellicer
Valencia Creada: 04.12.2023 14:45
Última actualización: 04.12.2023 14:45
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La física actual tiene un problema. La teoría de la relatividad y la física cuántica no se llevan bien. Explicado de forma un poco más técnica, las ecuaciones que sirven para predecir el comportamiento de las partículas en el mundo real dejan de tener sentido cuando disminuimos lo suficiente el tamaño del objeto de estudio. Por ello, los físicos llevan años tratando de encontrar una teoría que sea capaz de unificar relatividad y cuántica, es decir, una que permita explicar los comportamientos de todas las partículas del universo.
Las teorías del todo que pueden quedarse en nada
Entre las teorías que tratan de unir los dos pilares de la física se encuentran la teoría de cuerdas y la gravedad cuántica de bucles. Se trata de explicaciones muy distintas que han hecho correr ríos de tinta en las universidades. Sin embargo, aunque sus ecuaciones y planteamientos difieren sustancialmente, ambas se basan en un mismo precepto: Las ecuaciones de la teoría de la gravedad de Einstein han de modificarse para que encajen con el mundo cuántico. Es decir, simplificando casi hasta el absurdo, asumen que Einstein se equivocaba y que la gravedad tiene un componente cuántico que no tuvo en cuenta en sus ecuaciones, lo que provoca una brecha insalvable en la física.
Ahora bien, una nueva teoría ha tratado de darle la vuelta a la tortilla y considera que son las ecuaciones del mundo cuántico las que deberían cambiarse. El responsable de esta nueva forma de entender la física es el profesor Jonathan Oppenheim del University College de Londres y defiende una nueva postura denominada . Para Oppenheim y el resto de investigadores de su laboratorio, la teoría de la gravedad de Einstein es correcta, pero el mundo cuántico tiene un efecto sobre el espacio tiempo mucho mayor que lo que predicen las otras teorías del todo. El resultado serían variaciones violentas en el tejido del espacio-tiempo que provocarían cambios aleatorios en la masa de los objetos mucho mayores que lo que predicen los modelos.
Una apuesta entre físicos
Oppenheim está convencido de que su teoría es la correcta y que su explicación podría revolucionar la física como la conocemos. Tanta es su seguridad que ha apostado 5000 a 1 con el profesor Carlo Rovelli y el Dr. Geoff Penington, acérrimos defensores de la gravedad cuántica de bucles y de la teoría de cuerdas respectivamente, que puede demostrar experimentalmente su hipótesis. Sin embargo, el diseño experimental es complejo, y requiere de una tecnología que todavía queda fuera de nuestras capacidades.
La demostración se llevaría a cabo midiendo la masa de un objeto con una precisión extraordinaria. Las básculas digitales que tenemos en nuestros hogares normalmente tienen un error aproximado de 100 gramos. Es decir, que dos personas que pesen 80 kg no pueden asegurar que pesen lo mismo, ya que una podría pesar 80,03kg y la otra 79,94. Aún así, en ambos casos, la báscula reflejaría 80. En las básculas de cocina la precisión es mayor, permite medir hasta gramos, y ciertos laboratorios algunas básculas especiales afinan su precisión hasta los 0,0001 gramos. Algunos instrumentos más precisos permiten añadir todavía más 0 a la izquierda, llegando a pesar partículas subatómicas, pero aun así, no se acercan a la precisión requerida para medir el efecto de las variaciones espaciotemporales.
Variaciones impre