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Las estrellas nos trajeron aquí I
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (3)
Las estrellas brillan en el cielo para hacer posible que nosotros estemos aquí descubriendo los enigmas del Universo y… de la vida inteligente. Sin los materiales que en las estrellas de “fabricaron”, nunca podría existir la vida en mundos como el nuestro. Allí, en las estrellas se fusionaron en sus hornos nucleares todos los elementos necesarios para la Vida, y, aunque todos miran hacia ellas en la noche estrellada, ven como están titilando como queriendo decirles algo, la mayoría no comprende todo lo que ahí está presente y lo mucho que significa para nosotros.
Pero está claro que todo el proceso estelar evolutivo inorgánico nos condujo desde el simple gas y polvo cósmico a la formación de estrellas y nebulosas solares hasta los planetas, la Tierra en particular, en cuyo medio ígneo describimos la formación de las estructuras de los silicatos, desplegándose con ello una enorme diversidad de composiciones, formas y colores, asistiéndose, por primera vez en la historia de la materia, a unas manifestaciones que contrastan con las que hemos mencionado en relación al proceso de las estrellas.
Pudimos descubrir que en otros ámbitos, los objetos eran mucho mayores,que nuestro propio entorno
Desde el punto de vista del orden es la primera vez que nos encontramos con objetos de tamaño comparables al nuestro, en los que la ordenación de sus constituyentes es el rasgo más característico.
Al mismo tiempo nos ha parecido reconocer que esos objetos, es decir, sus redes cristalinas “reales”, almacenan información (memoria) que se nos muestra muy diversa y que puede cobrar interés en ciertos casos, como el de los microcristales de arcilla, en los que, según Cairns-Smith, puede incluso llegar a transmitirse.
Materia “inerte”
Porque, ¿Qué sabemos en realidad de lo que llamamos materia inerte? Lo único que sabemos de ella son los datos referidos a sus condiciones físicas de dureza, composición, etc; en otros aspectos ni sabemos si pueden existir otras propiedades distintas a las meramente físicas.
¿No os hace pensar que nosotros estemos hechos, precisamente, de lo que llamamos materia “inerte”?
Claro que materia “inerte” debidamente evolucionado a través de los Eones. ¡Lo inerte se animó! Alcanzó la Vida
Pero el mundo inorgánico es sólo una parte del inmenso mundo molecular. El resto lo constituye el mundo orgánico, que es el de las moléculas que contienen carbono y otros átomos y del que quedan excluidos, por convenio y características especiales, los carbonatos, bicarbonatos y carburos metálicos, los cuales se incluyen en el mundo inorgánico.
Según decía en páginas anteriores (1), los quarks u y d se hallan en el seno de los nucleones (protones y neutrones) y, por tanto, en los núcleos atómicos. Hoy día, éstos se consideran como una subclase de los hadrones.
Lo cierro es que, el núcleo atómico posee el 99,9% de toda la masa del átomo, y, a pesar de su infinitesimal tamaño 1/100.000 del átomo, posee en sus entrañas los nucleones (protones y neutrones que están hechos de tripletes de Quarks dentro de ellos confinados y retenidos por la fuerza nuclear fuerte que es mediada por Bosones transmisores llamados Gluones).
La composición de los núcleos (lo que en química se llama análisis cualitativo) es extraordinariamente sencilla, ya que como es sabido, constan de neutrones y protones que se pueden considerar como unidades que dentro del núcleo mantienen su identidad. Tal simplicidad cualitativa recuerda, por ejemplo, el caso de las series orgánicas, siendo la de los hidrocarburos saturados la más conocida. Recordad que su fórmula general es CnH2n+2, lo que significa que una molécula de hidrocarburo contiene n átomos de carbono (símbolo C) y (2n+2) átomos de hidrógeno (símbolo H).
El número de protones y neutrones determina al elemento, desde el hidrógeno (el más simple), al uranio (el más complejo), siempre referido a elementos naturales que son 92; el resto son artificiales, los conocidos transuránicos en cuyo grupo están el einstenio o el plutonio, artificiales todos ellos.
Los núcleos, como sistemas dinámicos de nucleones, pertenecen obviamente a la microfísica y, por consiguiente, para su descripción es necesario acudir a la mecánica cuántica. La materia, en general, aunque presumimos de conocerla, en realidad, nos queda mucho por aprender de ella.
Hablemos un poco de moléculas.
El número de especímenes atómicos es finito, existiendo ciertas razones para suponer que hacia el número atómico 173 los correspondientes núcleos serían inestables, no por razones intrínsecas de inestabilidad “radiactiva” nuclear, sino por razones relativistas. Ya antes me referiría a las especies atómicas, naturales y artificiales que son de unos pocos millares; en cambio, el número de moléculas conocidas hasta ahora comprende varios millones de especímenes, aumentando continuamente el número de ellas gracias a las síntesis que se llevan a cabo en numerosos laboratorios repartidos por todo el mundo.
Una molécula es una estructura con individualidad propia, constituida por núcleos y electrones. Obviamente, en una molécula las interacciones deben tener lugar entre núcleos y electrones, núcleos y núcleos y electrones y electrones, siendo del tipo electromagnético.
Debido al confinamiento de los núcleos, el papel que desempeñan, aparte del de proporcionar la casi totalidad de la masa de la molécula, es poco relevante, a no ser que se trate de moléculas livianas, como la del hidrógeno. De una manera gráfica podríamos decir que los núcleos en una molécula constituyen el armazón de la misma, el esqueleto, cuya misión sería proporcionar el soporte del edificio. El papel más relevante lo proporcionan los electrones y en particular los llamados de valencia, que son los que de modo mayoritario intervienen en los enlaces, debido a que su energía es comparativamente inferior a la de los demás, lo que desempeña un importante papel en la evolución.
Desde las moléculas más sencilla, como la del hidrógeno con un total de 2 electrones, hasta las más complejas, como las de las proteínas con muchos miles de ellos, existe toda una gama, según decía, de varios millones. Esta extraordinaria variedad de especies moleculares contrasta con la de las especies nucleares e incluso atómicas.
Sin entrar en las posibles diferencias interpretativas de estas notables divergencias, señalaré que desde el punto de vista de la información, las especies moleculares la poseen en mucho mayor grado que las nucleares y atómicas.
Dejando aparte los núcleos, la información que soportan los átomos se podría atribuir a la distribución de su carga eléctrica, y en particular a la de los electrones más débilmente ligados. Concretando un poco se podría admitir que la citada información la soportan los orbitales atómicos, pues son precisamente estos orbitales las que introducen diferencias “geométricas” entre los diferentes electrones corticales.
Orbital atómico
Justamente esa información es la que va a determinar las capacidades de unión de unos átomos con otros, previo el “reconocimiento” entre los orbitales correspondientes. De acuerdo con la mecánica cuántica, el número de orbitales se reduce a unos pocos. Se individualizan por unas letras, hablándose de orbitales s, p, d, f, g, h. Este pequeño número nos proporciona una gran diversidad.
Hibridación
La llamada hibridación (una especie de mezcla) de orbitales es un modo de aumentar el número de mensajes, esto es, la información, bien entendido que esta hibridación ocurre en tanto y en cuanto dos átomos se preparan para enlazarse y formar una molécula. En las moléculas, la información, obviamente, debe abarcar todo el edificio, por lo que en principio parece que debería ser más rica que en los átomos. La ganancia de información equivale a una disminución de entropía; por esta razón, a la información se la llama también negantropía.
En términos electrónicos, la información se podría considerar proporcionada por un campo de densidad eléctrica, con valles, cimas, collados, etc, es decir, curvas iso-electrónicas equivalentes formalmente a las de nivel en topografía. Parece razonable suponer que cuanto más diverso sean los átomos de una molécula, más rica y variada podrá ser su información, la información que pueda soportar.
La enorme variedad de formas, colores, comportamientos, etc que acompaña a los objetos, incluidos los vivientes, sería una consecuencia de la riqueza en la información que soportan las moléculas (y sus agregados) que forman parte de dichos objetos. Ello explicaría que las moléculas de la vida sean en general de grandes dimensiones (macromoléculas). La inmensa mayoría de ellas contiene carbono. Debido a su tetravalencia y a la gran capacidad que posee dicho átomo para unirse consigo mismo, dichas moléculas pueden considerarse como un esqueleto formado por cadenas de esos átomos.
El carbono no es el único átomo con capacidad para formar los citados esqueletos. Próximos al carbono en la tabla periódica, el silicio, fósforo y boro comparten con dicho átomo esa característica, si bien en un grado mucho menor.
emilio silvera
(1) En el mismo trabajo pero al principio.
el 5 de diciembre del 2023 a las 8:47
“Es común escuchar que los seres humanos estamos hechos de polvo de estrellas. Aunque esta afirmación parece sacada de algún poema, o de alguna canción, constituye un hecho comprobado en forma estricta por la ciencia. Se refiere a que los átomos de nuestro cuerpo, y de todo lo que nos rodea, con excepción de los átomos del elemento químico más ligero llamado hidrógeno, se cocinaron en los centros de las estrellas que existieron hace miles de millones de años. De modo que una frase más adecuada sería decir que estamos hechos de restos de estrellas.”
Somos una mezcla de elementos como el CARBONO, HIDRÓGENO, OXÍGENO Y NITRÓGENO (CHON), y, todos esos elementos, están en los hornos nucleares de las estrellas, gran parte gracias al efecto Triple Alfa, donde estrellas como el Sol se convierten en Gigantes Rojas para fusionar el Carbono y el Oxígeno.
No resulta nada fácil seguir la pista del por qué, en planetas como la Tierra, existen seres vivos. Hicieron falta 10.000 millones de años para hacerlo posible mediante la fusión nuclear en las estrellas que pusieron en los planetas nuevos la química necesaria para que, el planeta que se situaba en la zona habitable de la estrella, pudiera estructurar todos aquellos parámetros necesarios para que, partiendo de la materia “inerte”, el paso del Tiempo permitiera que la evolución llegara hasta la vida.
Así pudo surgir aquella primera célula replicante de la que venimos todos los seres vivos que en la Tierra fueron, ya que, en el Presente, sólo el 1% sigue vivo, el resto, por una u otra causa se extinguió al no saber o no poder adaptarse al medio cambiante del planeta.
El planeta Tierra, como todos los seres vivos (GAIA), no ha dejado nunca de evolucionar, y, lo que algunos (con intereses bastardos), llaman Cambio Climático, no es más que el normal comportamiento de un planeta que, como la Tierra, tiene sus ciclos de cambio para poder reciclarse, y, en esas funciones naturales, poco tenemos que ver los humanos.
¿Qué si el Universo sabía que íbamos a venir?
Bueno, al menos puso todos los ingredientes necesarios para que así pudiera ser. Ahí están las constantes universales que permiten la presencia de vida en la Tierra y, como el Universo funciona de la misma manera en todas partes… ¡En un sin fin de mundos!
¿Por qué no hemos visto la vida extraterrestre?
Las distancias, amigos míos, las distancias que, para nosotros, son inalcanzables.
el 5 de diciembre del 2023 a las 9:01
¡La Vida!
Ese preciado y fantástico bien que el Universo ha otorgado a millones de especies, unas más afortunadas que otras en el sentido de la Consciencia, es algo que nos debía maravillar, ya que, si profundizamos en ello, podemos llegar a concluir que sólo una fantástica y compleja puesta en escena ha podido permitir que la Vida esté presente en el Universo.
De hecho, aunque con muchas conjeturas y Teorías, nadie ha sido capaz de explicar de manera auto-consistente, la presencia de la Vida en el Universo.
Está muy claro que no hemos podido demostrar la presencia de vida en otros mundos, estando confinados en este pequeño planeta, sin los medios necesarios ni la tecnología adecuada para ello, no hemos podido visitar otros mundos para averiguarlo.
Próxima Centauri b, el planeta más cercano a nosotros, está situado a 4,2 años luz de distancia. Si quisiéramos ir hasta allí en estos momentos con naves que se desplazan a 60.000 Km/h., tardaríamos algunos miles de años en llegar.
¿Qué cuerpos humanos aguantarían tal viaje generación tras generación? Lo más seguro sería que, de no ocurrir una desgracia por el camino, los viajeros viviendo en la ingravidez, finalmente mutarían y, al llegar al nuevo planeta… ¡No serían Humanos!
El tema de los viajes Espaciales habrá que dejarlo de momento, poner los pies en el suelo, dejar de solar y ser conscientes de que no estamos preparados para esa aventura.
Según lo veo, los primeros que harán algún viaje importante a otros planetas para comprobar la existencia de algunos enigmas y poder desvelarlos… ¡Serán los Robots de última generación!
Ellos, que no necesitan dormir, ni comer, no están expuestos a enfermedades, no les afecta la radiación del Espacio… Serán los que finalmente nos podrán abrir el camino, efectuar las instalaciones en aquellos planetas habitables que encuentren y dejarlos preparados para la siguiente misión Humana.
Lo de los motores que viajan a la velocidad de la luz, los agujeros de gusano, el Hiperespacio… ¡Sueños!
el 5 de diciembre del 2023 a las 9:03
Sueños que no son imposible de realizar a muy largo plazo, cuando algunas de esas “puertas” puedan ser abiertas por la inteligencia humana.