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¿Qué nos trajo la Arqueología?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del saber del mundo ~ Comments (1)
La arqueología (un término que se uso por primera vez en la década de 1860) amplió y profundizó el trabajo de la filología, al ir más allá de los textos y confirmar que, en efecto, los hombres tenían un pasado distante anterior a la escritura, una prehistoria.
En 1802, el maestro de escuela Georg Friedrich Grotefend (1775 – 1853) envió tres artículos a la Academia de Ciencias de Gotinga en los que revelaba que había descifrado la escritura cuneiforme de Persépolis, algo que había conseguido principalmente reorganizando los grupos de cuñas (similares a las huellas de los pájaros sobre la arena) y añadiendo espacios entre grupos de letras, y relacionando luego su forma con el sánscrito, una lengua (geográficamente) cercana.
Grotefend consideraba que algunas de las inscripciones eran listas de reyes y que el nombre de algunos de estos era conocido. Las demás formas de cuneiforme, incluida la babilónica, se descifraron algunos años más tarde. En la década de 1820, Champollion descifró los jeroglíficos egipcios, en 1847 sir Austen Layrd excavó Nínive y Ninrud, en lo que hoy es Irak, y descubrió las maravillosos palacios de Assurnasirpal II, rey de Asira (885 – 859 a.c.), y Sennacherib (704 – 681 a.c.). Los enormes guardianes de las puertas encontrados allí, semitoros y leones de dimensiones mucho más grandes que las reales, causaron sensación en Europa, todo aquello popularizó la Arqueología.
Estas excavaciones condujeron finalmente al descubrimiento de una tablilla en cuneiforme en la que estaba escrita la epopeya de Gilgamesh, notable por dos razones: en primer lugar, era mucho más antigua que los poemas homéricos y la Biblia; en segundo lugar, diversos episodios del relato, como el de la gran inundación, eran similares a los que recogía el Antiguo Testamento.
Cada uno de aquellos descubrimientos aumentaba la edad de la Humanidad y arrojaba nueva luz obre las Sagradas Escrituras. Sin embargo, con excepción de la epopeya de Gilgamesh, ninguno de ellos aportaba nada realmente nuevo en términos de datación, en el sentido de que no contradecían de forma significativa la cronología bíblica.
Todo aquello empezó a cambiar hacia 1856 cuando se empezó a limpiar a fondo una pequeña cueva en un costado del valle Neander (Neander Thal en alemán), a través del cual el río Düssel desemboca en el Rin. En ella se encontró un cráneo, enterrado bajo más de un metro de barro, así como algunos otros huesos.
Aquellos huesos fueron a parar a manos del profesor de anatomía de la Universidad de Bonn, Schaaffhausen que, identificó la parte superior de un cráneo, dos fémures, parte de un brazo izquierdo, parte de una pelvis, y algunos otros vestigios de menor tamaño.
En el artículo que escribió sobre aquello, Schaaffausen llamaba la atención sobre el grosor de los huesos, el gran tamaño de las marcas dejadas por los músculos que estuvieron unidos a ellos, el pronunciamiento de los arcos supraorbitales, y la frente pequeña y estrecha.
Concluyo el profesor diciendo que:
“Hay indicios racionales suficientes para sostener, que el hombre coexistió con los animales descubiertos en el diluvio; y muchas razas bárbaras quizá hayan desaparecido antes de todo el tiempo histórico, junto a los animales del mundo antiguo, mientras que las razas cuya organización mejoró continuaron el género.”
El profesor concluyó proponiendo que el espécimen “probablemente perteneciera al pueblo bárbaro original que habitaba el norte de Europa antes de los Germanos.”
Esto no es exactamente lo mismo que hoy entendemos por hombre Neandertal, pero en cualquier caso el hallazgo supuso un gran avance para el conocimiento de nosotros mismos.
Escribiendo sobre estos temas de la antigüedad y de los hechos pasados en los distintos lugares y épocas a distintas culturas, he caído en la cuenta de que el futuro estuvo antes del pasado, me explico:
Real Conservatorio de Música de Madrid
Lo que pretendo decir es que cada uno tenemos nuestro propio pasado, presente y futuro. Si retrocedo unos años en el tiempo, imaginarme a mi hija Maria estudiando en el Conservatorio Superior de Música en Madrid, era el futuro. Sin embargo ahora es presente y, dentro de poco será el pasado. Todo esto nos lleva de nuevo a lo que escribí en otro trabajo: Pasado, presente y futuro. Una ilusión llamada tiempo.
El tiempo es una abstracción de nuestra mente. Algún científico ha dicho (quiero recordar que el Nobel de Física de 2.004 Frank Wilczek) que el tiempo no pasa, es algo que está ahí. Sin embargo, como me ocurre con la luz y con otras cosas, a mí el tiempo me llama la atención y despierta mi curiosidad.
Sigamos con el tema que estaba comentando. Por aquella época, la palabra “ciencia” había empezado a adquirir su significado moderno. (El término “científico” fue acuñado por William Whewell en 1833.) Hasta finales del siglo XVIII, se había preferido el uso de las expresiones “filosofía natural” e “historia natural”. De manera natural y gradual, a medida que diversas disciplinas especializadas fueron surgiendo, primero en Alemania y después en otros lugares, la palabra “ciencia” empezó a ser el término preferido para designar a estas nuevas actividades.
Es curioso ver como, por aquella época también (finales de S.XVIII), algunos empezaron a cuestionar los fundamentos básicos del cristianismo, aunque la mayoría de los hombres de ciencia no se apresuraron a apoyar la idea. Por lo general, los biólogos, químicos y fisiólogos de la época eran todavía hombres religiosos y devotos.
El caso de Linneo es en este sentido ejemplar. Pese a ser una de las figuras de la ilustración (figuras principales) y uno de los padres de la biología moderna, cuyos aportes forman parte de los antecedentes de la teoría de la evolución, Linneo era muy diferente de, por ejemplo, Voltaire. El naturalista John Ray (1627 – 1705) ya había advertido que no todas las especies (miles de las cuales se había encontrado en el Nuevo Mundo y África) podían ordenarse en una jerarquía significativa, y que las formas de la vida variaban de muchas maneras diferentes, una concepción que suponía la ruptura temprana con la idea de una gran cadena del ser.
Me he salido del tema, de Linneo os hablaré otro día.
emilio silvera
el 28 de junio del 2017 a las 10:41
Como nos ha pasado con otros profesionales e investigadores, nunca podremos pagar el trabajo que han realizado, a lo largo de la Historia, los Arqueólogos y los descubrimientos que hicieron para saber, un poco mejor, quiénes somos y de dónde podemos venir.
Estos seres humanos que trabajan en solitario o en equipos en lugares perdidos, buscando los vestigios de lo que fue, de vez en cuando, han encontrado maravillas que asombraron al mundo. Lo que sabemos del pasado, se debe en gran parte a estos adnegados profesionales científicos a los que, la gente corriente, no valora lo suficiente al no tener una idea exacta de lo que nhacen.
Vaya desde aquí un homenaje a su gran trabajo.