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Velocidades inimaginables
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Física Cuántica ~ Comments (9)
El núcleo tiene dimensiones muy reducidas. Ocupa la parte central del átomo; en él reside toda la carga positiva y casi la totalidad de la masa atómica. Está formado fundamentalmente por protones y neutrones. Los protones tienen una carga positiva cuantitativamente igual a la del electrón (1,602 x 10-19 culombios).
En el centro del átomo se encuentra un pequeño grano compacto aproximadamente 100.000 veces más pequeño que el propio átomo: el núcleo atómico. Su masa, e incluso más aún su carga eléctrica, determinan las propiedades del átomo del cual forma parte. Debido a la solidez del núcleo parece que los átomos, que dan forma a nuestro mundo cotidiano, son intercambiables entre sí, e incluso cuando interaccionan entre ellos para formar sustancias químicas (los elementos). Pero el núcleo, a pesar de ser tan sólido, puede partirse. Si dos átomos chocan uno contra el otro con gran velocidad podría suceder que los núcleos llegaran a chocar entre sí y entonces, o bien se rompen en trozos, o se funden liberando en el proceso partículas subnucleares. La nueva física de la primera mitad del siglo XX estuvo dominada por los nuevos acertijos que estas partículas planteaban.
Pero tenemos la mecánica cuántica; ¿es que no es aplicable siempre?, ¿Cuál es la dificultad? Desde luego, la mecánica cuántica es válida para las partículas subatómicas, pero hay más que eso. Las fuerzas con que estas partículas interaccionan y que mantienen el núcleo atómico unido son tan fuertes que las velocidades a las que tienen que moverse dentro y fuera del núcleo están cerca de la velocidad de la luz, c, que es de 299.792’458 Km/s. Cuando tratamos con velocidades tan altas se necesita una segunda modificación a las leyes de la física del siglo XIX; tenemos que contar con la teoría de la relatividad especial de Einstein.
Esta teoría también fue el resultado de una publicación de Einstein de 1905. en esta teoría quedaron sentadas las bases de que el movimiento y el reposo son conceptos relativos, no son absolutos, como tampoco habrá un sistema de referencia absoluto con respecto al cual uno pueda medir la velocidad de la luz.
Pero había más cosas que tenían que ser relativas. En este teoría, la masa y la energía también dependen de la velocidad, como lo hacen la intensidad del campo eléctrico y del magnético. Einstein descubrió que la masa de una partícula es siempre proporcional a la energía que contienen, supuesto que se haya tenido en cuenta una gran cantidad de energía en reposo de una partícula cualquiera, como se denota a continuación:
E =mc2 La ecuación nos dice que masa y energía son la misma cosa.
Como la velocidad de la luz es muy grande, esta ecuación sugiere que cada partícula debe almacenar una cantidad enorme de energía, y en parte esta predicción fue la que hizo que la teoría de la relatividad tuviese tanta importancia para la física (¡y para todo el mundo!). Para que la teoría de la relatividad también sea autoconsistente tiene que ser holista, esto es, que todas las cosas y todo el mundo obedezcan a las leyes de la relatividad. No son sólo los relojes los que se atrasan a grandes velocidades, sino que todos los procesos animados se comportan de la forma tan inusual que describe esta teoría cuando nos acercamos a la velocidad de la luz. El corazón humano es simplemente un reloj biológico y latirá a una velocidad menor cuando viaje en un vehículo espacial a velocidades cercanas a la de la luz. Este extraño fenómeno conduce a lo que se conoce como la “paradoja de los gemelos”, sugerida por Einstein, en la que dos gemelos idénticos tienen diferente edad cuando se reencuentran después de que uno haya permanecido en la Tierra mientras que el otro ha viajado a velocidades relativistas.
Einstein comprendió rápidamente que las leyes de la gravedad también tendrían que ser modificadas para que cumplieran el principio relativista.
La formulación de newton es bien conocida, en la segunda imagen que se representan en este esquema dos partículas que se acercan entre sí siguiendo un movimiento acelerado. La interpretación newtoniana supone que el espacio-tiempo es llano y que lo que provoca la curvatura de las líneas de universo es la fuerza de interacción gravitatoria entre ambas partículas. Por el contrario, la interpretación einsteiniana supone que las líneas de universo de estas partículas son geodésicas (“rectas”), y que es la propia curvatura del espacio tiempo lo que provoca su aproximación progresiva.
Para poder aplicar el principio de la relatividad a la fuerza gravitatoria, el principio tuvo que ser extendido de la siguiente manera: no sólo debe ser imposible determinar la velocidad absoluta del laboratorio, sino que también es imposible distinguir los cambios de velocidad de los efectos de una fuerza gravitatoria.
Einstein comprendió que la consecuencia de esto era que la gravedad hace al espacio-tiempo lo que la humedad a una hoja de papel: deformar la superficie con desigualdades que no se pueden eliminar. Hoy en día se conocen muy bien las matemáticas de los espacios curvos, pero en el época de Einstein el uso de estas nociones matemáticas tan abstractas para formular leyes físicas era algo completamente nuevo, y le llevó varios años encontrar la herramienta matemática adecuada para formular su teoría general de la relatividad que describe cómo se curva el espacio en presencia de grandes masas como planetas y estrellas.
Einstein tenía la idea en su mente desde 1907 (la relatividad especial la formuló en 1905), y se pasó 8 años buscando las matemáticas adecuadas para su formulación.
Leyendo el material enviado por un amigo al que pidió ayuda, Einstein quedó paralizado. Ante él, en la primera página de una conferencia dada ante el Sindicato de Carpinteros, 60 años antes por un tal Riemann, tenía la solución a sus desvelos: el tensor métrico de Riemann, que le permitiría utilizar una geometría espacial de los espacios curvos que explicaba su relatividad general.
Desde que se puso en órbita el telescopio espacial de rayos gamma Fermi, el 11 de junio de 2008, ha detectado poblaciones enteras de objetos nunca antes vistos. El último hallazgo de Fermi afecta al púlsar J1823-3021A, avistado en 1994 con el radiotelescopio Lovell, en Inglaterra. Un equipo internacional de expertos se ha dado cuenta de que esta estrella pulsante emite rayos gamma y gracias a Fermi ha podido caracterizar sus inusuales propiedades. Los resultados de su investigación se publican en el último número de Science. Lo cierto es que han descubierto el púlsar de milisegundos más joven y con la fuerza magnética más potente
No está mal que en este punto recordemos la fuerza magnética y gravitatoria que nos puede ayudar a comprender mejor el comportamiento de las partículas subatómicas.
El electromagnetismo, decíamos al principio, es la fuerza con la cual dos partículas cargadas eléctricamente se repelen (si sus cargas son iguales) o se atraen (si tienen cargas de signo opuesto).
La interacción magnética es la fuerza que experimenta una partícula eléctricamente cargada que se mueve a través de un campo magnético. Las partículas cargadas en movimiento generan un campo magnético como, por ejemplo, los electrones que fluyen a través de las espiras de una bobina.
Las fuerzas magnéticas y eléctricas están entrelazadas. En 1873, James Clerk Maxwell consiguió formular las ecuaciones completas que rigen las fuerzas eléctricas y magnéticas, descubiertas experimentalmente por Michael Faraday. Se consiguió la teoría unificada del electromagnetismo que nos vino a decir que la electricidad y el magnetismo eran dos aspectos de una misma cosa.
La interacción es universal, de muy largo alcance (se extiende entre las estrellas), es bastante débil. Su intensidad depende del cociente entre el cuadrado de la carga del electrón y 2hc (dos veces la constante de Planck por la velocidad de la luz). Esta fracción es aproximadamente igual a 1/137’036…, o lo que llamamos α y se conoce como constante de estructura fina.
En general, el alcance de una interacción electromagnética es inversamente proporcional a la masa de la partícula mediadora, en este caso, el fotón, sin masa.
También antes hemos comentado sobre la interacción gravitatoria de la que Einstein descubrió su compleja estructura y la expuso al mundo en 1915 con el nombre de teoría general de la relatividad, y la relacionó con la curvatura del espacio y el tiempo. Sin embargo, aún no sabemos cómo se podrían reconciliar las leyes de la gravedad y las leyes de la mecánica cuántica (excepto cuando la acción gravitatoria es suficientemente débil).
La teoría de Einstein nos habla de los planetas y las estrellas del cosmos. La teoría de Planck, Heisemberg, Schrödinger, Dirac, Feynman y tantos otros, nos habla del comportamiento del átomo, del núcleo, de las partículas elementales en relación a estas interacciones fundamentales. La primera se ocupa de los cuerpos muy grandes y de los efectos que causan en el espacio y en el tiempo; la segunda de los cuerpos muy pequeños y de su importancia en el universo atómico. Cuando hemos tratado de unir ambos mundos se produce una gran explosión de rechazo. Ambas teorías son (al menos de momento) irreconciliables.
- La interacción gravitatoria actúa exclusivamente sobre la masa de una partícula.
- La gravedad es de largo alcance y llega a los más lejanos confines del universo conocido.
- Es tan débil que, probablemente, nunca podremos detectar esta fuerza de atracción gravitatoria entre dos partículas elementales. La única razón por la que podemos medirla es debido a que es colectiva: todas las partículas (de la Tierra) atraen a todas las partículas (de nuestro cuerpo) en la misma dirección.
La partícula mediadora es el hipotético gravitón. Aunque aún no se ha descubierto experimentalmente, sabemos lo que predice la mecánica cuántica: que tiene masa nula y espín 2.
La ley general para las interacciones es que, si la partícula mediadora tiene el espín par, la fuerza entre cargas iguales es atractiva y entre cargas opuestas repulsiva. Si el espín es impar (como en el electromagnetismo) se cumple a la inversa.
Pero antes de seguir profundizando en estas cuestiones hablemos de las propias partículas subatómicas, para lo cual la teoría de la relatividad especial, que es la teoría de la relatividad sin fuerza gravitatoria, es suficiente.
Si viajamos hacia lo muy pequeño tendremos que ir más allá de los átomos, que son objetos voluminosos y frágiles comparados con lo que nos ocupará a continuación: el núcleo atómico y lo que allí se encuentra. Los electrones, que ahora vemos “a gran distancia” dando vueltas alrededor del núcleo, son muy pequeños y extremadamente robustos. El núcleo está constituido por dos especies de bloques: protones y neutrones. El protón (del griego πρώτος, primero) debe su nombre al hecho de que el núcleo atómico más sencillo, que es el hidrógeno, está formado por un solo protón. Tiene una unidad de carga positiva. El neutrón recuerda al protón como si fuera su hermano gemelo: su masa es prácticamente la misma, su espín es el mismo, pero en el neutrón, como su propio nombre da a entender, no hay carga eléctrica; es neutro.
La masa de estas partículas se expresa en una unidad llamada mega-electrón-voltio o MeV, para abreviar. Un MeV, que equivale a 106 electrón-voltios, es la cantidad de energía de movimiento que adquiere una partícula con una unidad de carga (tal como un electrón o un protón) cuando atraviesa una diferencia de potencial de 106 (1.000.000) voltios. Como esta energía se transforma en masa, el MeV es una unidad útil de masa para las partículas elementales.
La mayoría de los núcleos atómicos contienen más neutrones que protones. Los protones se encuentran tan juntos en el interior de un núcleo tan pequeño que se deberían repeles entre sí fuertemente, debido a que tienen cargas eléctricas del mismo signo. Sin embargo, hay una fuerza que los mantiene unidos estrechamente y que es mucho más potente e intensa que la fuerza electromagnética: la fuerza o interacción nuclear fuerte, unas 102 veces mayor que la electromagnética, y aparece sólo entre hadrones para mantener a los nucleones confinados dentro del núcleo. Actúa a una distancia tan corta como 10-15 metros, o lo que es lo mismo, 0’000000000000001 metros.
La interacción fuerte está mediada por el intercambio de mesones virtuales, 8 gluones que, como su mismo nombre indica (glue en inglés es pegamento), mantiene a los protones y neutrones bien sujetos en el núcleo, y cuanto más se tratan de separar, más aumenta la fuerza que los retiene, que crece con la distancia, al contrario que ocurre con las otras fuerzas.
La luz es una manifestación del fenómeno electromagnético y está cuantizada en “fotones”, que se comportan generalmente como los mensajeros de todas las interacciones electromagnéticas. Así mismo, como hemos dejado reseñado en el párrafo anterior, la interacción fuerte también tiene sus cuantos (los gluones). El físico japonés Hideki Yukawa (1907 – 1981) predijo la propiedad de las partículas cuánticas asociadas a la interacción fuerte, que más tarde se llamarían piones. Hay una diferencia muy importante entre los piones y los fotones: un pión es un trozo de materia con una cierta cantidad de “masa”. Si esta partícula está en reposo, su masa es siempre la misma, aproximadamente 140 MeV, y si se mueve muy rápidamente, su masa parece aumentar en función E = mc2. Por el contrario, se dice que la masa del fotón en reposo es nula. Con esto no decimos que el fotón tenga masa nula, sino que el fotón no puede estar en reposo. Como todas las partículas de masa nula, el fotón se mueve exclusivamente con la velocidad de la luz, 299.792’458 Km/s, una velocidad que el pión nunca puede alcanzar porque requeriría una cantidad infinita de energía cinética. Para el fotón, toda su masa se debe a su energía cinética.
Los físicos experimentales buscaban partículas elementales en las trazas de los rayos cósmicos que pasaban por aparatos llamados cámaras de niebla. Así encontraron una partícula coincidente con la masa que debería tener la partícula de Yukawa, el pión, y la llamaron mesón (del griego medio), porque su masa estaba comprendida entre la del electrón y la del protón. Pero detectaron una discrepancia que consistía en que esta partícula no era afectada por la interacción fuerte, y por tanto, no podía ser un pión. Actualmente nos referimos a esta partícula con la abreviatura μ y el nombre de muón, ya que en realidad era un leptón, hermano gemelo del electrón, pero con 200 veces su masa.
Antes de seguir veamos las partículas elementales de vida superior a 10-20 segundos que eran conocidas en el año 1970.
Nombre | Símbolo | Masa (MeV) | Carga | Espín | Vida media (s) |
Fotón | γ | 0 | 0 | 1 | ∞ |
Leptones (L = 1, B = 0) | |||||
Electrón | e– | 0’5109990 | – | ½ | ∞ |
Muón | μ– | 105’6584 | – | ½ | 2’1970 × 10-6 |
Tau | τ | ||||
Neutrino electrónico | νe | ~ 0 | 0 | ½ | ~ ∞ |
Neutrino muónico | νμ | ~ 0 | 0 | ½ | ~ ∞ |
Neutrino tauónico | ντ | ~ 0 | 0 | ½ | ~ ∞ |
Mesones (L = 0, B = 0) | |||||
Pión + | π+ | 139’570 | 2’603 × 10-8 | ||
Pión – | π– | 139’570 | 2’603 × 10-8 | ||
Pión 0 | π0 | 134’976 | 0’84 × 10-16 | ||
Kaón + | k+ | 493’68 | 1’237 × 10-8 | ||
Kaón – | k– | 493’68 | 1’237 × 10-8 | ||
Kaón largo | kL | 497’7 | 5’17 × 10-8 | ||
Kaón corto | kS | 497’7 | 0’893 × 10-10 | ||
Eta | η | 547’5 | 0 | 0 | 5’5 × 10-19 |
Bariones (L = 0, B = 1) | |||||
Protón | p | 938’2723 | + | ½ | ∞ |
Neutrón | n | 939’5656 | 0 | ½ | 887 |
Lambda | Λ | 1.115’68 | 0 | ½ | 2’63 × 10-10 |
Sigma + | Σ+ | 1.189’4 | + | ½ | 0’80 × 10-10 |
Sigma – | Σ– | 1.1974 | – | ½ | 7’4× 10-20 |
Sigma 0 | Σ0 | 0 | ½ | 1’48 × 10-10 | |
Ksi 0 | Ξ0 | 1.314’9 | 0 | ½ | 2’9 × 10-10 |
Ksi – | Ξ– | 1.321’3 | – | ½ | 1’64 × 10-10 |
Omega – | Ω– | 1.672’4 | – | 1½ | 0’82 × 10-10 |
Para cada leptón y cada barión existe la correspondiente antipartícula, con exactamente las mismas propiedades a excepción de la carga que es la contraria. Por ejemplo, el antiprotón se simboliza con y el electrón con e+. Los mesones neutros son su propia antipartícula, y el π+ es la antipartícula del π–, al igual que ocurre con k+ y k–. El símbolo de la partícula es el mismo que el de su antipartícula con una barra encima. Las masas y las vidas medias aquí reflejadas pueden estar corregidas en este momento, pero de todas formas son muy aproximadas.
Los símbolos que se pueden ver algunas veces, como s (extrañeza) e i (isoespín) están referidos a datos cuánticos que afectan a las partículas elementales en sus comportamientos.
Debo admitir que todo esto tiene que sonar algo misterioso. Es difícil explicar estos temas por medio de la simple palabra escrita sin emplear la claridad que transmiten las matemáticas, lo que, por otra parte, es un mundo secreto para el común de los mortales, y ese lenguaje es sólo conocido por algunos privilegiados que, mediante un sistema de ecuaciones pueden ver y entender de forma clara, sencilla y limpia, todas estas complejas cuestiones.
Si hablamos del espín (o, con más precisión, el momento angular, que es aproximadamente la masa por el radio por la velocidad de rotación) se puede medir como un múltiplo de la constante de Planck, h, dividido por 2π. Medido en esta unidad y de acuerdo con la mecánica cuántica, el espín de cualquier objeto tiene que ser o un entero o un entero más un medio. El espín total de cada tipo de partícula – aunque no la dirección del mismo – es fijo.
El electrón, por ejemplo, tiene espín ½. Esto lo descubrieron dos estudiantes holandeses, Samuel Gondsmit (1902 – 1978) y George Uhlenbeck (1900 – 1988), que escribieron sus tesis conjuntamente sobre este problema en 1972. Fue una idea audaz que partículas tan pequeñas como los electrones pudieran tener espín, y de hecho, bastante grande. Al principio, la idea fue recibida con escepticismo porque la “superficie del electrón” se tendría que mover con una velocidad 137 veces mayor que la de la luz, lo cual va en contra de la teoría de la relatividad general en la que está sentado que nada en el universo va más rápido que la luz, y por otra parte, contradice E=mc2, y el electrón pasada la velocidad de la luz tendría una masa infinita.
Hoy día, sencillamente, tal observación es ignorada, toda vez que el electrón carece de superficie.
Las partículas con espín entero se llaman bosones, y las que tienen espín entero más un medio se llaman fermiones. Consultado los valores del espín en la tabla anterior podemos ver que los leptones y los bariones son fermiones, y que los mesones y los fotones son bosones. En muchos aspectos, los fermiones se comportan de manera diferente de los bosones. Los fermiones tienen la propiedad de que cada uno de ellos requiere su propio espacio: dos fermiones del mismo tipo no pueden ocupar o estar en el mismo punto, y su movimiento está regido por ecuaciones tales que se evitan unos a otros. Curiosamente, no se necesita ninguna fuerza para conseguir esto. De hecho, las fuerzas entre los fermiones pueden ser atractivas o repulsivas, según las cargas. El fenómeno por el cual cada fermión tiene que estar en un estado diferente se conoce como el principio de exclusión de Pauli. Cada átomo está rodeado de una nube de electrones, que son fermiones (espín ½). Si dos átomos se aproximan entre sí, los electrones se mueven de tal manera que las dos nubes se evitan una a otra, dando como resultado una fuerza repulsiva. Cuando aplaudimos, nuestras manos no se atraviesan pasando la uno a través de la otra. Esto es debido al principio de exclusión de Pauli para los electrones de nuestras manos que, de hecho, los de la izquierda rechazan a los de la derecha.
En contraste con el característico individualismo de los fermiones, los bosones se comportan colectivamente y les gusta colocarse todos en el mismo lugar. Un láser, por ejemplo, produce un haz de luz en el cual muchísimos fotones llevan la misma longitud de onda y dirección de movimiento. Esto es posible porque los fotones son bosones.
Cuando hemos hablado de las fuerzas fundamentales que, de una u otra forma, interaccionan con la materia, también hemos explicado que la interacción débil es la responsable de que muchas partículas y también muchos núcleos atómicos exóticos sean inestables. La interacción débil puede provocar que una partícula se transforme en otra relacionada, por emisión de un electrón y un neutrino. Enrico Fermi, en 1934, estableció una fórmula general de la interacción débil, que fue mejorada posteriormente por George Sudarshan, Robert Marschak, Murray Gell-Mann, Richard Feynman y otros. La fórmula mejorada funciona muy bien, pero se hizo evidente que no era adecuada en todas las circunstancias.
Uno de los protones se transmuta en un neutrón por medio de la interacción débil, transformando un quark “up”, en “down”. Este proceso consume energía (el neutrón tiene ligeramente más masa que..
En 1970, de las siguientes características de la interacción débil sólo se conocían las tres primeras:
- La interacción actúa de forma universal sobre muchos tipos diferentes de partículas y su intensidad es aproximadamente igual para todas (aunque sus efectos pueden ser muy diferentes en cada caso). A los neutrinos les afecta exclusivamente la interacción débil.
- Comparada con las demás interacciones, ésta tiene un alcance muy corto.
- La interacción es muy débil. Consecuentemente, los choques de partículas en los cuales hay neutrinos involucrados son tan poco frecuentes que se necesitan chorros muy intensos de neutrinos para poder estudiar tales sucesos.
- Los mediadores de la interacción débil, llamados W+, W– y Z0, no se detectaron hasta la década de 1980. al igual que el fotón, tienen espín 1, pero están eléctricamente cargados y son muy pesados (esta es la causa por la que el alcance de la interacción es tan corto). El tercer mediador, Z0, que es responsable de un tercer tipo de interacción débil que no tiene nada que ver con la desintegración de las partículas llamada “corriente neutra”, permite que los neutrinos puedan colisionar con otras partículas sin cambiar su identidad.
A partir de 1970, quedó clara la relación de la interacción débil y la electromagnética (electrodébil de Weinberg-Salam).
La interacción fuerte (como hemos dicho antes) sólo actúa entre las partículas que clasificamos en la familia llamada de los hadrones, a los que proporciona una estructura interna complicada. Hasta 1972 sólo se conocían las reglas de simetría de la interacción fuerte y no fuimos capaces de formular las leyes de la interacción con precisión.
Como apuntamos, el alcance de esta interacción no va más allá del radio de un núcleo atómico ligero (10-13 cm aproximadamente).
La interacción es fuerte. En realidad, la más fuerte de todas.
Lo dejaré aquí, en verdad, eso que el Modelo Estándar de la Física, es feo, complejo e incompleto y, aunque hasta el momento es una buena herramienta con la que trabajar, la verdad es que, se necesita un nuevo modelo más avanzado y que incluya la Gravedad.
Veremos que nos trae la nueva etapa del LHC.
emilio silvera
el 22 de junio del 2016 a las 0:23
Algunas preguntas:
Los gluones se suponen los transmisores de la fuerza fuerte, pero en que radicaría la fuerza fuerte, cómo se crea o de dónde procede.
La electromagnetica por ejemplo tiene una procedencia más menos clara, la acción de sus movimientos sobre el vacío. Pero las cargas de color, esos tres colores o tonos… ¿son una forma de llamar a las características de movimiento o acción propias de cada uno de los quarks? ¿De ser así, si de tres hay uno desigual y dos iguales o viceversa, cómo sería el equilibrio?
¿Si los gluones fueran los generadores y portadores a la vez de qué se componen los quarks para que puedan emitirlos? Igual podríamos preguntarnos sobre los mesones, si de dos elementos pueden extraerse los tres “colores”. Casi mejor olvidarnos de los quarks y considerar solo partículas gluónicas. A lo mejor sea eso, que las subpartículas quarks sean gluones, y sin masa además…
Del todo, del todo, no hablo en serio. La cosa es más honda de lo que parece.
Saludos.
el 22 de junio del 2016 a las 9:31
Amigo mío, te planteas muchas dudas que, somos muchos los que también de una u otra manera tenemos. He cogido un resumen sobre el tema de El Tamiz, así me evito pensar para contestarte en parte.
La fuerza entre quarks, llamada interacción nuclear fuerte, es representada metafóricamente por el color.
Cada una de las seis clases (o “sabores”) de quarks pueden existir en uno de los 3 colores primarios: rojo, verde y azul.
Los gluones compuestos de un color y un anti-color (cyan, magenta y amarillo) son intercambiados constantemente entre los quarks. Así, aunque los sabores permanecen constantes, un protón (up-up-down) sigue siendo un protón, los colores están cambiando constantemente. Esta es una metáfora de cómo los quarka se mantirnen juntos.
La familia conpleta de gluones consta de 8 miembros, dos de ellos no intercambian color.
Si hablamos, por ejemplo del pión, decimoss que estas partículas son las responsables de la interacción nuclear fuerte residual, que mantiene a los protones y los neutrones unidos en los núcleos de los átomos. Claro que, las verdaderas partículas responsables de la fuerza nuclear fuerte, la más potente de las cuatro interacciones fundamentales, pero no la residual sino “la de verdad”: la que mantiene a los quarks unidos dentro de los hadrones. Esta esquiva pero pegajosa partícula no es otra que el gluón.
La partícula mensajera, a la que se denominó gluón (porque mantiene a los quarks pegados dentro de los hadrones), era relativamente similar a su hermano del electromagnetismo, el fotón: era una partícula sin masa, sin carga y de espín 1, es decir, un bosón (esto es evidente porque sólo los bosones pueden ser mensajeros de las interacciones). Pero, y aquí es donde la cosa se vuelve algo surrealista… el gluón tiene color.
De hecho, hay varios gluones, que tienen diferentes combinaciones de colores y anticolores: combinaciones de los pares rojo/anti-verde, azul/anti-rojo, etc. Como hay tres colores y tres anticolores, hay nueve posibles combinaciones de color-anticolor, por lo que podría pensarse que debería haber nueve posibles gluones, pero sólo hay ocho: la razón es algo complicada (tiene que ver con la simetría de gauge de la cromodinámica cuántica) y, francamente, no sé explicarla de forma suficientemente sencilla como para entrar en ello aquí. Lo importante es que hay varios gluones con distintas combinaciones de colores. Pero eso no es lo raro:
Piensa en el fotón: es el responsable, por ejemplo, de la repulsión entre cargas del mismo signo. Un protón emite un fotón virtual, que “le pega un golpe” al otro protón y lo empuja lejos de él. Pero el fotón no tiene carga, de modo que dos fotones, por ejemplo, no se afectan para nada el uno al otro, y cuando el protón emite el fotón virtual, no interactúa con él, pues el protón tiene carga, pero el fotón no.
¡Pero un gluón tiene color! El gluón es el responsable de intermediar entre las partículas de color, pero él también lo tiene, de modo que tiene que intermediar consigo mismo intercambiando gluones, que deben intermediar consigo mismos intercambiando gluones, que… Es algo así como lo de “El barbero del pueblo afeita a todos los que no se afeitan a sí mismos. ¿Quién afeita al barbero?” El gluón sufre la fuerza de la que es el mensajero.
Las dos consecuencias más importantes de esta propiedad de que el gluón tenga la misma característica que controla son, por un lado, que la cromodinámica cuántica es muchísimo más complicada que la electrodinámica cuántica; y, por otro, que la interacción electromagnética llega muy lejos, pero la nuclear fuerte no, pero allí donde llega es intensísima.
Esto sigue y sigue y podríamos llegar hasta el “infinito”.
Terminas tus elucubraciones diciendo:
Sí amigo mío, tan onda que no hemos podido llegar hasta el fondo de las cuestiones que planteas y, cuando queremos entrar de lleno en materia, nos damos cuenta, de lo poco que sabemos.
Un abrazo.
el 22 de junio del 2016 a las 13:57
Mi principal discrepancia, respetando la crodinámica en lo que es, viene dada por la emisión incoherente de bosones, que si no masa ¿? sí que tienen energía. Energía que pierde la partícula emisora, y que si permanente sería demasidad perdida. No así una exporádica emisión o absorción de un boson.
Habrá de haber un ciclo compartido entre quarks, por ejemplo, en que emisiones y absorciones se contrarresten. Pero entonces, qué energía queda en juego. No será así si tales bosones creados por la acción de las partículas lo son en el “vacío” o medio en general. Aunque pdiera ser a la inversa que el bosón (Gluon) crease a los quarks en el vacío. Casi nada.
Me inclino mas por la solución que aporta la T. de Cuerdas porque particularmente lo veo más claro.
Y avanzando un poco también concluyo en el origen de la f. fuerte con la atracción gravitatoria con ciertas variantes.
Espero en la lectura del libro de Andrés que estimo muy interesante.
Un abrazo
el 22 de junio del 2016 a las 12:07
Todo esas complicaciones sin resultado que sepamos, y que cuanto más se profundiza más complicado se vuelve, estaría resuelto en gran parte si admitimos que somos una mera recreación holográfica; eso si, muy avanzada, pero no verdaderamente real.
Es que además, eso de la holografía podría solucionar hasta lo de nuestras grandes preguntas: ¿Quien soy?; ¿De donde vengo?, ¿Que hago aqui?, ¿Existe Dios?; pues a todas ellas se podría contestar simplemente con un “no eres nadie, eres una representación de algo que desconocemos; o sea, que somos “unos mandaos”.
Hay que jorobarse hasta que extremo nos está llevando la ciencia; cada vez en un escalón de menos importancia; pero lo de la holografía ya sería el “sumum”; es que ya no sería que fuéramos una ínfima parte de lo existente, es que no seríamos “NADA”. (Tomate esa…)
el 22 de junio del 2016 a las 13:37
Entonces lo real no estaría aquí sino relativamente lejos o no tanto, de allí de donde surge el holograma. ¿Y esa realidad que nos crea, virtualmente (A la materia en general) sería la base primera?, ¿una dimensión absoluta, pura y sin principio ni fin?
Todo es posible.
Nos encontraríamos de nuevo en la discusión sobre el Dios pagano. ¿Cual sería el origen de unos posibles hologramas endenados hasta llegar a la base primera?
Se puede pensar en una transformación eterna de lo que existe, desde la Nada o en el Todo. Pero también podemos hacerlo en terminos de eterno e infinito aunque no nos cabe en la cabeza: solo somos una insignificante parte del Todo. Tampoco podríamos abarcar un paisaje muy lejos del horizonte o el Universo entero.
Lo real, para nosotros es lo que nuestra mente interpreta a través de los sentidos y a partir de ahí elabora conceptos, no podríamos elaborarlos de algo que nos cabe en la cabeza, pues nos saldría un parcialísimos churro.
el 22 de junio del 2016 a las 14:03
Hombre; pensar que los que, en teoría hubieran creado nuestro holograma, fueran a su vez otro holograma, suena bastante rocambolesco, pero si caemos en la cuenta que nosotros ya estamos empezando a usar esa tecnología, todo podría ser posible; y ya sabes, la realidad es siempre más avanzada que las imaginaciones más calenturientas…
Efectivamente, como dices; en el fondo seguramente daría igual todo, ya que lo importante es lo que nuestras mente nos enseña; y eso que de hecho sabemos que muchas veces nos engaña por nuestro bien.
Un ejemplo claro es lo del “libre albedrío”; pero ya está demostrado que nuestro subconsciente determina nuestros actos unas décimas de segundos antes de que nuestra mente consciente decida algo(lo mismo siempre), lo que en parte demuestra que al menos, respecto la biología existe una clara determinación, pese a que todo parezca estar hecho al azar. (En realidad eso podría ser otra circunstancia a favor del holografismo).
el 22 de junio del 2016 a las 14:13
Porque además, ¿Que es el subconsciente?.
Todos sabemos que tenemos algo dentro de nuestra mente que nos vigila, nos ayuda, guarda nuestra memoria, recuerdos y todo lo que hemos vivido, leído, visto y pensado; en diferentes niveles de acceso por parte de la consciencia. Pero lo que no sabíamos hasta hace poco es que en realidad controla casi todo en nuestra mente; es como nuestro “hermano mayor”, que nos deja hacer alguna que otra tontería, pero que cuando ve peligro nos avisa fuertemente y actúa en consecuencia.
¿No podría ser el subconsciente parte del sistema holográfico?; una memoria que no siendo genuinamente nuestra, controlara nuestras vidas para el fin pretendido?.
Mas vale no seguir por ahí…
el 22 de junio del 2016 a las 22:46
Es difícil concebirse como un holograma, cuando por ejemplo nos tocamos un brazo y nos pellizcamos o cuando un dolor de cabeza nos tortura. De no ser así seríamos marionetas del origen holográfico, y nuestra autonomía ninguna.
Pienso que todos somos actores de nuestra propia obra, aunque dominados por la matería que nos mantiene. Si hay algo más allá de esto, que puede ser, supongo que provenga de dimensiones más sutiles a las que tambien petenezcamos, que las tengamos encima pero acertemos a descubrirlas.
Muy interesante pero difícil de discernir.
Un abrazo
el 23 de junio del 2016 a las 7:02
Lo cierto es que disfruto lo indecible leyendo vuestras elucubraciones sobre esto y aquello, imagináis, aventurais lo que podría ser, a veces, osais afirmar alguna cuestión y, la mayor de las veces, planteáis preguntas que nadie podría contestar y eso, os da un alto índice de conciencia mental, no es fácil saber preguntar y poner “el dedo en la llaga”. De todas las maneras, y, sin negar que vamos avanzando y logrando algunos conocimientos, lo cierto es que, de momento, siguen siendo muchas más las preguntas.
¡Tenemos que saber!