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Estructuras fundamentales de la Naturaleza

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Las huellas del pasado    ~    Comentarios Comments (1)

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                               Una molécula de Agua y otra de Amoníaco

Hemos llegado a poder discernir la relación directa que vincula el tamaño, la energía de unión y la edad de las estructuras fundamentales de la Naturaleza. Una molécula es mayor y más fácil de desmembrar que un átomo; lo mismo podemos decir de un átomo respecto al núcleo atómico, y de un núcleo con respecto a los quarks que contiene.

La cosmología  sugiere que esta relación resulta del curso de la historia cósmica, que los quarks se unieron primero, en la energía extrema del big bang original, y que a medida que el Universo se expandió, los protones y neutrones compuestos de quarks se unieron para formar núcleos de átomos, los cuales, cargados positivamente, atrajeron a los electrones cargados con electricidad negativa estableciéndose así como átomos completos, que al unirse formaron moléculas.

 

Si es así, cuanto más íntimamente examinemos la Naturaleza, tanto más lejos hacia atrás vamos en el tiempo.   Alguna vez he puesto el ejemplo de mirar algo que nos es familiar, el dorso de la mano, por ejemplo, e imaginemos que podemos observarlo con cualquier aumento deseado.

 

Con un aumento relativamente pequeño, podemos ver las células de la piel, cada una con un aspecto tan grande y  complejo como una ciudad, y con sus límites delineados por la pared celular.  Si elevamos el aumento, veremos dentro de la célula una maraña de ribosomas serpenteando y mitocondrias ondulantes, lisosomas esféricos y centríolos, cuyos alrededores están llenos de complejos órganos dedicados a las funciones respiratorias, sanitarias y de producción de energía que mantienen a la célula.

 

                               Tipos de células y sus características (eucariotas y procariotas)

 

Ya ahí tenemos pruebas de historia.  Aunque esta célula particular solo tiene unos pocos años de antigüedad, su arquitectura se remonta a más de mil millones de años, a la época en que aparecieron en la Tierra las células eucariota o eucarióticas como la que hemos examinado.

Para determinar dónde obtuvo la célula el esquema que le indicó como formarse, pasemos al núcleo y contemplemos los delgados contornos de las macromoléculas de ADN segregadas dentro de sus genes.  Cada una contiene una rica información genética acumulada en el curso de unos cuatro mil millones de años de evolución.

 

 

 

Almacenado en un alfabeto de nucleótidos de  cuatro “letras”- hecho de moléculas de azúcar y fosfatos, y llenos de signos de puntuación, reiteraciones para precaver contra el error, y cosas superfluas acumuladas en los callejones sin salida de la historia evolutiva-, su mensaje dice exactamente cómo hacer un ser humano, desde la piel y los huesos hasta las células cerebrales.

 

Si elevamos más el aumento veremos que la molécula de ADN está compuesta de muchos átomos, con sus capas electrónicas externas entrelazadas y festoneadas en una milagrosa variedad de formas, desde relojes de arena hasta espirales ascendentes como largos muelles y elipses grandes como escudos y fibras delgadas como puros.  Algunos de esos electrones son recién llegados, recientemente arrancados átomos vecinos; otros se incorporaron junto a sus núcleos atómicos hace más de cinco mil millones de años, en la nebulosa de la cual se formó la Tierra.

Si elevamos el aumento cien mil veces, el núcleo de un átomo de carbono se hinchará hasta llenar el campo de visión.   Tales núcleos átomos se formaron dentro de una estrella que estalló mucho antes de que naciera el Sol.  Si podemos aumentar aún más, veremos los tríos de quarks que constituyen protones y neutrones.

 

                                               

 

Los quarks han estado unidos desde que el Universo sólo tenía unos pocos segundos de edad y ahora están en nosotros y en todos los objetos del Universo, chicos o grandes, todo lo material está hecho de Quarks y Leptones desde una bacteria hasta una galaxia. Por supuesto, también nuestro cerebro y las neuronas que crean pensamientos.

Al llegar a escalas cada vez menores, también hemos entrado en ámbitos de energías de unión cada vez mayores.  Un átomo puede ser desposeído de su electrón aplicando sólo unos miles de electrón-voltios de energía.  Sin embargo, para dispersar los nucleones que forman el núcleo atómico se requieren varios millones de electrón-voltios, y para liberar los quarks que constituyen cada nucleón se necesitaría cientos de veces más energía aún.

 

 

Introduciendo el eje de la historia, esta relación da testimonio del pasado de las partículas: las estructuras más pequeñas, más fundamentales están ligadas por niveles de energía mayores porque las estructuras mismas fueron forjadas en el calor del Big Bang.

Esto implica que los aceleradores de partículas, como los telescopios, funcionen como máquinas del tiempo.  Un telescopio penetra en el pasado en virtud del tiempo que tarda la luz en desplazarse entre las estrellas; un acelerador recrea, aunque sea fugazmente, las condiciones que prevalecían en el Universo primitivo.

Hemos llegado a dominar técnicas asombrosas que nos facilitan ver aquello que, prohibido para nuestro físico, sólo lo podemos alcanzar mediante sofisticados aparatos que bien nos introduce en el universo microscópico de los átomos, o, por el contrario nos llevan al Universo profundo y nos enseña galaxias situadas a cientos y miles de millones de años-luz de la Tierra.

 

 

Cuando vemos esos objetos cosmológicos lejanos, cuando estudiamos una galaxia situada a 100.000 años-luz de nosotros, sabemos que nuestros telescopios la pueden captar gracias a que la luz de esa galaxia, viajando a 300.000 Km/s llegó hasta nosotros después de ese tiempo, y, muchas veces, no es extraño que el objeto que estamos viendo ya no exista o si existe, que su conformación sea diferente habiéndose transformado en repetidas transiciones de fase que la evolución en el tiempo ha producido.

 

Partículas elementales - Masterlogística

Todo lo grande está hecho de “cositas” pequeñas

En el ámbito de lo muy pequeño, vemos lo que está ahí en ese momento pero, como se explica más arriba, en realidad, también nos lleva al pasado, a los inicios de cómo todo aquello se formó y con qué componentes que, en definitiva, son los mismos de los que están formadas las galaxias, las estrellas y los planetas, una montaña y un árbol y, cualquiera de nosotros que, algo más evolucionado que todo lo demás, podemos contarlo aquí.

Estas y otras muchas maravillas son las que nos permitirán, en un futuro relativamente cercano, que podamos hacer realidad muchos sueños largamente dormidos en nuestras mentes.

No por pequeño se es insignificante

Emilio Silvera Vázquez

 

  1. 1
    emilio silvera
    el 16 de enero del 2025 a las 17:58

    Claro que, si hablamos de estructuras fundamentales del Universo… ¿Por qué dejar de lado nuestros cerebros? No es que su existencia pueda ser esencial para que el Universo exista pero, si podría ser esencial para que el Universo se contemple así mismo como dijo algún científico.

    Tenemos que pensar que el Universo se ha tomado muchas molestias para que nuestros cerebros pensantes esté presente, que haya tenido a las estrellas fusionando elementos sencillos en otros más complejos para conformar esa endiablada estructura de más de 86.000 millones de neuronas que crean miles de sinapsis cada segundo, haciendo que esa endiablada estructura parezca una feria, mientras que está creando ideas y pensamientos.

    ¡AH! También sentimientos.

    Además… ¿No tenéis la sensación de que el Universo sabía que íbamos a venir? ¿Cómo se ha tomado la molestia de crear esas Constantes universales que hacen posible la Vida. Si la carga del electrón o la masa del protón variara, aunque solo fuese una diez millonésima parte… ¡No existirían los átomos, ni las moléculas, ni las sustancias y cuerpos hechos de materia. No existirían estrellas ni galaxias, y, por supuesto, no existiría la Vida!

    La teoría del ajuste fino dice que hay toda una serie de constantes físicas fundamentales cuyos valores están finamente ajustados como para permitir la emergencia de la vida en nuestro universo. Un leve variación el universo habría evolucionado de una manera distinta y la vida no habría llegado a formarse.

    Nuestro cerebro es la estructura más compleja y enigmática del Universo (seguramente con otros cerebros de habitantes de otros mundos más o menos lejanos). Creo firmemente en la presencia de vida en muchos mundos, y, el que no tengamos la prueba no es prueba de ausencia. “Ellos” podrán estar en silencio por muchas razones de peso:

    Están tan atrasados como nosotros.

    Están tan adelantados que no quieren perturbar su paz complicándose con una civilización que ahora está comenzando a resurgir en el conocimientos del Cosmos.

    Las distancias son tan enormes que, ni a la velocidad de la luz podrían realizar un viaje que les compensara el esfuerzo.

    Sabemos que el Proyecto SETI ha estudiado una porción del Espacio a la búsqueda de formas de vida inteligente, y, esa porción estudiada la podríamos comparar con una piscina olímpica en relación al Océano Pacífico. Lo que nos lleva a pensar que el estudio realizado no es suficiente para decir que no existe vida en otros mundos.

    Sí, no podemos negar que, en los últimos 50 años se avanzó mucho en el conocimiento de la complejidad del cerebro humano, y, a pesar de todo, sigue siendo una estructura misteriosa y cargada de secretos por desentrañar.

    Algunos no dejan de soñar con que, la evolución sigue su curso y, llegará el momento en el que, el cerebro, ese ente de luz, llegue a comprender totalmente al Universo que lo creó, y, en ese instante mágico, dejaremos de hacer preguntas, tendremos todas las respuestas, y, nosotros mismos, nos integraremos con la energía esencial de este universo nuestro que, también evoluciona hacia su fusión con un compañero vecino que lo está atrayendo inexorable.

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