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Abrir nuevos caminos no siempre ha sido fácil

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Curiosidades    ~    Comentarios Comments (0)

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Si conociéramos las historias que nos llevan al origen de las cosas… Así lo prueba la costumbre china de llamar “balsas estelares”  a sus juncos de mar abierto y la leyenda de que Jasón el argonauta fue el primer hombre que recurrió a las constelaciones para memorizar el cielo nocturno. Cuando Magallanes cruzó el Pacífico, su flota siguió una estrella artificial que consistía en una antorcha encendida colocada en la popa de su barco, y navegó por aguas que habían atravesado miles de años antes los colonizadores de Micronesia, Australia y Nueva Guinea, aventureros tripulantes de canoas que llevaban sus mapas estelares en su cabeza. Virgilio puso de relieve la importancia de observar las estrellas en su relato de la fundación de Roma por Eneas

 

“Y todavía la noche, impulsada por las horas,
No había llegado a la mitad de su curso: de su lecho
Se levanta Palinuro, siempre vigilante,
Examina todos los vientos y capta en su oido
Las brisas; en los cielos silenciosos
Observa las estrellas que los atraviesan,
Arturo, y las lluviosas Híades.
Y las Osas gemelas y Orion cubierta de oro.
Y cuando todo lo que ve está en calma en el cielo despejado,
Da desde la popa la clara señal.
Levantamos el campo, reiniciamos nuestro camino
Ydesplegamos nuestrasa velas.
Y ya el Alba el cielo
Enrojecía mientras huían las estrellas,
Cuando a lo lejos contmplamos las sombreadas colinas
Y abajo Italia. “¡Italia!”

 

En otros comentarios he hablando de los viajes de Marco Polo por la ruta de la seda que de niños nos fascinaron a todos, aquellas aventuras en el imperio chino tan exótico para nuestra imaginación.  Sigamos con otros aventureros de épocas pasadas.

Ibn Battuta

Ibn Battuta (1304-entre 1368 y 1377) figura desde siempre en la nómina de “galácticos” del mundo musulmán. Su crónica viajera, Rihla (título original, Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos), supone el más alto exponente del género en una cultura en gran medida en el contacto y ósmosis con gentes y paisajes absolutamente dispares. Además de la reverencia que le otorga el mundo islámico como héroe, aventurero y sabio, modernamente en Occidente se ha enriquecido su fama con la fascinación que ejerce la patria chica de Ibn Battuta, Tánger.

Fue un  gran viajero de la Edad Media fue el árabe Ibn Battuta, que partió de su casa de Tánger en 1.325 con el objetivo, en primera instancia, de Peregrinar a la Meca.  No obstante, una vez alcanzada su meta, Ibn Battuta decidió ir más lejos.

Ibn Battuta

El más famoso de los viajeros árabes. Viajó a lo largo de la costa oriental de África y llegó luego a Asia Menor, antes de adentrarse en Asia central en dirección a Afganistán y la India, país en el que fue muy bien recibido (era un cadí), como hombre culto y educado.

Ibn Battuta vivió durante siete años en la India, y como ya le ocurriera a Marco Polo, se convirtió en embajador del gobernante del país, el Sultán de Deli, en cuyo nombre realizó un viaje a China. Durante el camino tuvo muchas aventuras, fue asaltado, robado y abordonado por los bandidos que lo dieron por muerto, pero finalmente consiguió llegar a China en 1.346 o 1.347.

En los puertos chinos, Ibn Battuta encontró a muchos musulmanes, a los que en ningún sitio sorprendió su llegada.  Tras regresar a su hogar, el siguiente viaje que realizó fue a España; luego partió para África Occidental y llegó hasta el río Níger, donde una vez más fue bien acogido, en esta ocasión por musulmanes negros. El relato de sus viajes se convirtió en la base de los estudios geográficos, astronómicos y marítimos en los centros de aprendizaje musulmanes de Córdoba y Toledo.   Estas tradiciones contribuyeron en forma importante a las ideas que inspiraron los viajes de Colón.

  Ibn Battuta es recibido por Mohammed ibn Tughliq

El horizonte mental de Cristóbal Colón estaba de algún modo determinado, por lo menos en parte, por las experiencias y datos dejados por estos andares viajeros.  Por ser muy conocida para nosotros, no haré aquí un resumen de la historia que existe sobre el viaje de Colón que salió buscando una cosa y encontró otra. En realidad Colón (re) descubrió América.

Marco Polo, el viajero veneciano.

Estaba fascinado por Asia y por los pueblos y tesoros exóticos (su libro de la traducción del libro de Marco Polo, realizada a principios del siglo XIV por el fraile dominico Pepino de Bolonia, tenía 366 anotaciones de puño y letra de Colón que, de alguna manera permite reconstruir, en buena medida, el horizonte metal del personaje que, en primer lugar, estaba enfocado hacia los grandes tesoros.

Claro que fue importante lo que hizo.  Claro que los peligros y la audacia de la empresa son dignos de elogio.  Sin embargo, había que profundizar mucho en la incidencia real de la llegada de Colón a aquellas tierras.  Yo preguntaría a los nativos cultos a ver que dicen.

De viajes y exploradores podríamos llenar muchas páginas, pero no puede ser, y, antes de empezar otro tema, si me gustaría dejar constancia aquí de que, la Carta de Navegación más antigua que incluye tanto el Viejo como el Nuevo Mundo es española y fue elaborada en el año 1.500 por el cartógrafo y piloto vizcaíno Juan de la Cosa, que acompañó a Colón en su segundo viaje.

1513_piri-reis

                                                                              1513. Mapa de Piri Reis

El enigma que se ha establecido en torno a este mapa estriba en que también dibuja tierras en la parte sur del mundo y algunos han creído ver en estas tierras una Antártida unida al continente americano, dibujada con exactitud hasta en sus menores detalles. En 1513 no se había explorado aún el extremo sur del continente, y mucho menos la Antártida; además, según los expertos en grandes enigmas, las tierras dibujadas con tanta precisión se hallan miles de metros por debajo del manto de hielo, lo que significa que Piri Reis tuvo que inspirarse en mapas de hace más de 11.000 años, justo cuando la Antártida no era aún un continente helado.

Sin embargo, la explicación más razonable es también la más probable. No son pocos los mapas que conciben el Nuevo Mundo como un continente unido a los demás formando un inmenso anillo que abraza a un océano único. Lo cierto es que los viejos mitos cosmográficos pesaban todavía mucho después del descubrimiento de América. La concepción de la tierra seguía siendo fuertemente medieval y había muchas opiniones respecto a su tamaño, a la disposición de los océanos y a la forma de los continentes. Pero a pesar de toda esta confusión, o quizás por ella misma, fue éste un siglo vertiginoso. Nunca la concepción del mundo, su forma y su tamaño sufrió una convulsión tan grande como la experimentada a lo largo del siglo XVI.

1500_juan-de-la-cosa_detalle

Detalle de las Antillas en el mapa de Juan de la Cosa

 La  Carta Universal de Juan de la Cosa , fechada en 1500, año en que se inicia el gran siglo del reinado de Carlos V. Fue en su tiempo la precursora de la gran expansión americana durante el reinado del Emperador. Esta pintada sobre pergamino, en dos piezas unidas. Fue trazada  por Juan de la Cosa en el Puerto de Santa María. Reúne la representación de todos los conocimientos geográficos de la época, reseñándose ya en ella los descubrimientos realizados por Colón en sus viajes de 1492, 1493 y 1498, los de Ojeda y Vicente Yáñez Pinzón, así como los de Sebastián Caboto en América del Norte. Figuran asimismo, las costas de América del Sur desde el Cabo de la Vela al de San Agustín y una parte de Brasil.

Pero volvamos a comentar sobre cosas fascinantes de sabios y estudiosos que descubrieron y luego revelaron a Europa los logros más destacados y maravillosos de civilizaciones desaparecidas.   Estos descubrimientos pronto fueron ampliados por otros, con lo que el siglo XIX se convirtió en la cuna y la época dorada (en Occidente al menos) de otra nueva disciplina:

                                                                                       La arqueología.

La arqueología (un término que se uso por primera vez en la década de 1.860)  amplió y profundizó el trabajo de la filología, al ir más allá de los textos y confirmar que, en efecto, los hombres tenían un pasado distante anterior a la escritura, una prehistoria. Muchos han sido los restos que nos hablan del paso de la Humanidad por este mundo, de las antiguas ciudades que construyeron, de los objetos que inventaron, de…

                                     Georg Friedrich Grotefend.

En 1.802, el maestro de escuela Georg Friedrich Grotefend (1.775-1.853) envió tres artículos a la Academia de Ciencias de Gotinga en los que revelaba que había descifrado la escritura cuneiforme de Persépolis, algo que había conseguido principalmente reorganizando los grupos de cuñas (similares a las huellas de los pájaros sobre la arena) y añadiendo espacios entre grupos de letras, y relacionando luego su forma con el sánscrito, una lengua (geográficamente) cercana.

Grotefend consideraba que algunas de las inscripciones eran listas de reyes y que el nombre de algunos de estos era conocido.  Las demás formas de cuneiforme, incluida la babilónica, se descifraron algunos años más tarde.  En la década de 1.820, Champollion descifró los jeroglíficos egipcios, en 1.847 sir Austen Layrd excavó Nínive y Ninrud, en lo que hoy es Irak, y descubrió las maravillosos palacios de Assurnasirpal II, rey de Asira (885-859 a.c.), y Sennacherib (704-681 a.c.). Los enormes guardianes de las puertas encontrados allí, semitoros y leones de dimensiones mucho más grandes que las reales, causaron sensación en Europa, todo aquello popularizó la Arqueología.

                                Ruinas de Persépolis

Estas excavaciones condujeron finalmente al descubrimiento de una tablilla en cuneiforme en la que estaba escrita la epopeya de Gilgamesh, notable por dos razones: en primer lugar, era mucho más antigua que los poemas homéricos y la Biblia; en segundo lugar, diversos episodios del relato, como el de la gran inundación, eran similares a los que recogía el Antiguo Testamento.

La tablilla cuneiforme más famosa de Mesopotamia, es la Tablilla del Diluvio, relata parte de la epopeya de Gilgamesh.

Cada uno de aquellos descubrimientos aumentaba la edad de la Humanidad y arrojaba nueva luz obre las Sagradas Escrituras.  Sin embargo, con excepción de la epopeya de Gilgamesh, ninguno de ellos aportaba nada realmente nuevo en términos de datación, en el sentido de que no contradecían de forma significativa la cronología bíblica.

Todo aquello empezó a cambiar hacia 1.856 cuando se empezó a limpiar a fondo una pequeña cueva en un costado del valle Neander (Neander Thal en alemán), a través del cual el río Düssel desemboca en el Rin.  En ella se encontró un cráneo, enterrado bajo más de un metro de barro, así como algunos otros huesos.

Cráneo gigante

Aquellos huesos fueron a parar a manos del profesor de anatomía de la Universidad de Bonn, Schaaffhausen que, identificó la parte superior de un cráneo, dos fémures, parte de un brazo izquierdo, parte de una pelvis, y algunos otros vestigios de menor tamaño.

En el artículo que escribió sobre aquello, Schaaffausen llamaba la atención sobre el grosor de los huesos, el gran tamaño de las marcas dejadas por los músculos que estuvieron unidos a ellos, el pronunciamiento de los arcos supraorbitales, y la frente pequeña y estrecha.

Concluyo el profesor diciendo que: “Hay indicios racionales suficientes para sostener, que el hombre coexistió con los animales descubiertos en el diluvio; y muchas razas bárbaras quizá hayan desaparecido antes de todo el tiempo histórico, junto a los animales del mundo antiguo, mientras que las razas cuya organización mejoró continuaron el género.”

El profesor concluyó proponiendo que el espécimen “probablemente perteneciera al pueblo bárbaro original que habitaba el norte de Europa antes de los Germanos.” Esto no es exactamente lo mismo que hoy entendemos por hombre Neandertal, pero en cualquier caso el hallazgo supuso un gran avance para el conocimiento de nosotros mismos. Escribiendo sobre estos temas de la antigüedad y de los hechos pasados en los distintos lugares y épocas a distintas culturas, he caído en la cuenta de que el futuro estuvo antes del pasado, me explico:

Lo que pretendo decir es que cada uno tenemos nuestro propio pasado, presente y futuro.  Si retrocedo unos años en el tiempo, imaginarme a mi hija Maria estudiando en el Conservatorio Superior de Música en Madrid, era el futuro.  Sin embargo , después fue presente y ahora, con su reciente licenciatura es pasado.  Todo esto nos lleva de nuevo a lo que escribí en otro trabajos: Pasado, presente y futuro.  Una ilusión llamada tiempo.

          Sí, el Tiempo está ahí mientras que todo surge, está y desaparece

El tiempo es una abstracción de nuestra mente.  Algún científico ha dicho (quiero recordar que el Nobel de Física de 2.004 Frank Wilczek) que el tiempo no pasa, es algo que está ahí.  Sin embargo, como me ocurre con la luz y con otras cosas, a mí el tiempo me llama la atención y despierta mi curiosidad. Creo que el Tiempo es, tan importante en nuestras vidas que sí, debemos prestarle mucha atención y, sobre todo, hacer lo preciso para que pase lo más lento posible…para nosotros.

                                               William Whewell

Sigamos con el tema que estaba comentando.  Por aquella época, la palabra “ciencia” había empezado a adquirir su significado moderno.  (El término “científico” fue acuñado por William Whewell en 1.833.)  Hasta finales del siglo XVIII, se había preferido el uso de las expresiones “filosofía natural” e “historia natural”.  De manera natural y gradual, a medida que diversas disciplinas especializadas fueron surgiendo, primero en Alemania y después en otros lugares, la palabra “ciencia” empezó a ser el término preferido para designar a estas nuevas actividades.

Es curioso ver como, por aquella época también (finales de S.XVIII), algunos empezaron a cuestionar los fundamentos básicos del cristianismo, aunque la mayoría de los hombres de ciencia no se apresuraron a apoyar la idea.  Por lo general, los biólogos, químicos y fisiólogos de la época eran todavía hombres religiosos y devotos.

 

El caso de Linneo es en este sentido ejemplar.  Pese a ser una de las figuras de la ilustración (figuras principales) y uno de los padres de la biología moderna, cuyos aportes forman parte de los antecedentes de la teoría de la evolución, Linneo era muy diferente de, por ejemplo, Voltaire. El naturalista John Ray (1627-17905) ya había advertido que no todas las especies (miles de las cuales se había encontrado en el Nuevo Mundo y África) podían ordenarse en una jerarquía significativa, y que las formas de la vida variaban de muchas maneras diferentes, una concepción que suponía la ruptura temprana con la idea de una gran cadena del ser.

 

 

 

Linneo, por tanto, pensaba que clasificar los distintos organismos del mundo le proporcionaría alguna pista sobre eun plan de más alto nivel.  Aunque nunca afirmó que conociera la mente divina y abiertamente declaró que su sistema de clasificación era una construcción artificial, Linneo sí creía que éste le permitiría tener una noción aproximada de los de signos del Creador.  Lo que resultaría ser crucial, a la larga.

Pero de Linneo (merece la pena)  se hablará en otro trabajo.

Es curioso el discurrir de la mente que, comienza un camino forjados por ideas que nada tienen que ver con ese otro, que al final de los pensamientos, son totalmente dispares o distintos de los que dieron lugar al nacimiento de lo que se estaba contando. Así, en este mismo trabajo, tenemos un buen ejemplo de lo heterogéno que pueden llegar a ser los pensamientos que no tienen límite ni fin. ¿Será que todo, de alguna extraña manera,  está relacionado?

Bueno, de qué nos podemos asombrar si nosotros mismos somos el producto del material creado en las estrellas, y, a nuestra manera, también brillamos al generar ideas que, no pocas veces cambiaron el mundo.

emilio silvera

 


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