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DAR CERA, PULIR CERA:
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Los Pensamientos ~ Comments (0)
Ricard Jiménez en Física Cuántica,ley de atracción
DAR CERA, PULIR CERA:
Lord Kelvin dijo en 1984 “En física ya no queda nada nuevo por descubrir. Todo lo que resta por hacer son mediciones más y más precisas”. Unos años más tarde Max Planck, guiado por su curiosidad y por ciertos “detalles” que no cuadraban con la física clásica, postuló la tesis de la mecánica cuántica.
Según Planck la energía de un cuanto de luz está directamente relacionada con su frecuencia. Posteriormente Einstein refrendó tan “excéntrica” teoría relacionando la energía de los fotones emitidos con la frecuencia de la luz.
Así pues, en 1906, un año después del descubrimiento de la naturaleza cuántica de la Luz, Einstein estableció firmemente la naturaleza atómica de la materia y formuló la teoría de la Relatividad. La luz, sorprendentemente es, a su vez, una onda y una partícula.
Aproximadamente un par de siglos antes Newton había relacionado dos magnitudes aparentemente diferentes en una formulación que cambiaría el modo de concebir la física: la masa de las partículas está directamente relacionada con la distancia que las separa.
La importancia de estas leyes, aparentemente opuestas (relatividad, gravedad cuántica e incluso física clásica) reside en que todas ellas condensan en una relación diferentes magnitudes (!opuestas!) que observamos en el universo.
La importancia de fondo de todas ellas es que expresan una relación, independientemente de la constante que hagamos servir. De hecho, cualquier formulación que puedas pensar que describa magnitudes universales sigue este comportamiento: compara esencialmente magnitudes opuestas.
Max Planck no fue capaz de encontrar su fórmula basándose en los datos experimentales, así que decidió realizar un camino inverso. Planteó el tema matemáticamente y después elaboró su “alocada” teoría.
Einstein, a su vez, dedujo las leyes de la relatividad partiendo de la observación de la correspondencia matemática. En concreto observando la similitud matemática entre la ecuación del movimiento atómico y las leyes de radiación de Planck.
Las leyes de la física y las matemáticas, bajo este punto de vista, podemos decir que son equivalentes. Aún podríamos ir un paso más allá y afirmar que Matemáticas y Física son exactamente lo mismo.
Porque observa, todo en el universo se basa en relaciones, en relaciones que son, aparentemente, opuestas. A su vez estas relaciones tienen su contrapartida matemática. De hecho, la búsqueda de un patrón universal que unifique todas las leyes físicas, de hecho, lo que significa es que todas las manifestaciones universales pueden ser puestas en una escala (matemáticamente, una formulación única).
Una escala, imagina por ejemplo, un termómetro, relaciona manifestaciones opuestas (frío-calor), pero en el fondo lo que nos dice es que ambas manifestaciones son “esencialmente” lo mismo. Una “Teoría del Todo” nos dirá que Gravedad cuántica y Relatividad son esencialmente lo mismo (aunque cada una de ellas en un extremo de la escala). Si tuviéramos que expresar esto de una forma más filosófica, sin ninguna duda la mejor forma de hacerlo es la siguiente: como es arriba, es abajo. Si lo hiciéramos matemáticamente diríamos que infinito y cero (excepto en esos supuestos extremos) son esencialmente lo mismo (tan solo una cuestión de escala)
Si, matemáticamente intentamos representar, en esencia, a la física, por fuerza (o necesidad) utilizamos los números irracionales. De hecho estos expresan un cociente entre números “opuestos” ya que nunca darán una solución “racional”. Sólo en el infinito podemos suponer que se dará tal convergencia que, básicamente, es lo mismo que decir que el infinito (o el cero) tienen, paradójicamente, una existencia (al menos como conceptos).
Si hablamos de relaciones matemáticas en “estado puro” hemos de referirnos a los números áureos, pi, phi y e, ya que estos expresan, a su vez, y en esencia, relaciones (como la relación entre el arco de una circunferencia y su diámetro).
Richard Feynmann dijo que los físicos no entendían la física cuántica. Y el problema es, precisamente, este. La física cuántica no se puede entender, de la misma manera que no podemos llegar a saber lo que sucede en el infinito. Ahora bien, SI que es posible llegar a entender su patrón, de que forma estas relaciones áureas pueden ser expresadas geométricamente,de que forma relacionamos fractalmente el infinito con el cero, que forma geométrica y holográfica nos permite hacer eso.
Y es que, un patrón geométrico, de hecho es una escala. Lo único que nos falta es entender de que manera una escala puede representar tanto el mundo curvo, como el mundo recto: 2 escalas en una: la circunferencia y el cuadrado o…”metafóricamente” la cuadratura del círculo. Para resolverlo sólo hemos de pensar en tridimensional (en figuras).
La física áurea, basada en la geometría sagrada, o en términos más “matemáticos”, geometría áurea sólo supone un entendimiento diferente de los valores áureos aunque, ciertamente, también modifica el punto de vista de las suposiciones básicas que tenemos en matemáticas. Nunca podemos partir de un sola condición. Si aceptamos una condición vendemos nuestra alma al diablo, porque siempre han de ser dos.
Ahora bien, podemos solucionar esta aparente contradicción de la siguiente forma: si buscamos una condición, que en el fondo sean dos, haz que la condición sea igual a su inversa. Geométricamente hablamos de phi: el señor de las dos tierras o el “Dios” de la dualidad, al que los “antiguos” hacían referencia.
Dicen que la historia se repite. Un buen ejemplo de ello lo tenemos con Faraday cuando los críticos científicos arremetieron contra él argumentando que su ignorancia matemática le obligaba a pensar mediante dibujos: el pensamiento abstracto en contraposición al pensamiento unificado.
Bienvenido al mundo áureo, un mundo con una única condición: subdivide siempre en dos.
Autor: Ricard Jiménez