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El agua del planeta Tierra
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Gaia ~ Comments (5)
Siempre que hablamos de volcanes, de inmediato, su relación nos lleva de manera pronta a pensar en catástrofes, nubes tóxicas, magma y en general, a la destrucción de poblados aledaños a estos. Pero hoy, los invito a adentrarnos a una historia distinta, desconocida, una en la cual, quizás estos sean los precursores de todo lo que relacionamos con la vida, nuestros océanos y por cierto la vida misma.
El Comienzo.-
Nuestra historia comienza hace unos 4.600 millones de años atrás, cuando una nébula comenzó a girar y a contraerse por los efectos de la gravitación, hasta formar nuestro sistema solar, en donde nacen, nuestro SOL , los planetas y por cierto el nuestro, la tierra.
En ese tiempo, nuestro planeta debió ser una roca caliente con una atmosfera primigenia muy diferente a la que conocemos hoy , su superficie era constantemente bombardeada por pequeños trozos de rocas que aun quedaban girando del disco de acreación y de los protoplanetas que no alcanzaron a formarse en estructuras mayores, quizás debamos decir que en este planeta ardiendo, la diferenciación hierro cobalto y níquel se constituyeron en nuestro núcleo, junto con otros metales como los sidrófilos, la materia más ligera, la sílice, el carbono y elementos como el grafito, diamante, el azufre elemental y selenio, combinados con los metales como los calcófilos fueron formaron la corteza, en definitiva, la superficie terrestre, todo esto junto con los metales alcalinos, o los llamados litófilos; por su afinidad con el oxígeno para formar minerales.
Los elementos gaseosos y también las moléculas volátiles que abundaban en la tierra en esos tiempos, quedaron ocluidos en el interior del planeta y poco a poco fueron saliendo a la superficie en forma de violentas y sucesivas explosiones volcánicas
Casi con toda seguridad, la atmósfera del planeta primitivo, estuvo constituida mayoritariamente por ese gas primordial que dio Orión al sistema solar, me refiero al Hidrógeno, pero, siendo un gas muy ligero junto al helio, prontamente fueron escapándose de la acción gravitatoria de la atmósfera, quedando en esta, gases más pesados, quizás grandes cantidades de amoniaco, metano y vapor de agua.
Allí, de seguro las placas tectónicas se iban desplazando a velocidades mucho mayores que las de ahora, y la subducción de una capa bajo otra iba produciendo grandes volcanes por donde se iba liberando grandes cantidades de energía que se mantenían almacenadas en su interior, pero no solo eso, bajo la superficie también se encontraban grandes cantidades de hielo y vapor de agua acretado producto de la gravitación de los primeros momentos de formación del planeta.
Con el tiempo, estos volcanes de varios kilómetros de diámetro comenzaron a vomitar no solamente material piroclactico sino también agua y vapor de agua que fue con tal fuerza y cantidad, que fueron formando verdaderos mares a su alrededor, uno tras otro, debiendo haber miles de estos repartidos por casi todo nuestro planeta, día a día, por siglos y siglos, pero fuera allí afuera, una lluvia poco usual nos arremetía, eran pequeños cometas y asteroides que caían a nuestro planeta, quizás como pequeños mensajeros, también nos traían algo, hielo y agua. Pasado el tiempo, todo este proceso fue llenando gran parte de nuestra superficie de agua, haciendo que todos esos mares formados por la gran actividad volcánica fueran uniéndose unos a otros hasta llegar a formar lo que hoy conocemos como los océanos.
Quizás una especie de diluvio, donde millares de lluvias y emanaciones de agua y vapor iban cubriendo y enfriando esta roca que ya no era incandescente.
Pero no solo agua o vapor emanaba de sus bocas, también moléculas orgánica, fosforo, calcio y por cierto aquel vital elemento para nosotros que es el oxígeno, aunque en un porcentaje muy reducido, todo esto fue fluyendo por las aguas pero también formando parte de las nubes que se formaban y que se desplazaban por los sectores secos y las zonas más altas del planeta, allí y luego de la condensación, comenzaros a caer a la tierra en forma de lluvias que con el correr del tiempo fueron creando la vegetación, en los picos más altos, formaron los hielos dulces.
Ya pasado un tiempo y con todo el material liberado, las grandes ollas volcánicas, pasaron a ser submarinas y por cierto a formar parte de un cuasi periodo de hibernación, en donde hoy yacen la mayoría de estos mega volcanes submarinos, que con una presión creada del agua de casi 250 veces la presión atmosférica, el agua de mar difícilmente los dejaría vomitar nuevamente y todo lo contrario al menor indicio su lava se apaga y sus flujos se convierten en vidrio
De todo aquello, aun quedaran sus huellas, todo aquello asociado a los ecosistemas que los rodean, los respiraderos hidrotermales o fumarolas negras ubicadas en las dorsales oceánicas de todo el mundo.
Monstruos de la antigüedad o quizás, los verdaderos afluentes de la vida.
Hoy día nuestro planeta muestra una superficie muy diferente a la que tuvo en la antigüedad, con tan solo una cuarta parta parte de su superficie como terreno a la vista, nos esconde sus otras tres cuartas partes bajo sus océanos, si pudiésemos sacar las aguas de estas, observaríamos gigantescos valles, con montañas más altas que el mismo monte Everest y acantilados como el de las marianas de alturas de casi 10 kilómetros, en resumen, toda una geografía diferente y desconocida, que de seguro no llevarían a remontarnos a esos primeros tiempos en donde nuestro sol se encontraba rodeado de un anillo solar compuesto por todo el material sólido y gaseoso que de apoco se fue alejando y dispersando hasta formar lo que conocemos hoy.
Como antecedente importante, podemos destacar que hoy contamos con un mapa detallado del fondo de nuestro océano realizado por sondas espaciales, en donde se muestran la geografía submarina vaciada, allí se puede apreciar que se mantienen en la actualidad más de 5.000 volcanes activos y miles más pasivos, estos, repartidos por todos los lechos oceánicos formando y entrelazando verdaderos cordones volcánicos en las dorsales oceánicas.
La cantidad de volcanes submarinos proporcionalmente a los terrestres es inmensamente superior y por tanto uno de los sustentos a la hipótesis de los formadores de océanos, pues la poca cantidad de volcanes terrestres haría inviable el poder formar y entrelazar mares u océanos y mantener agua líquida en un planeta con una atmosfera más caliente como fue en el pasado.
Otro antecedente importante es el aportado por un estudio de simulación realizado para estudiar la historia del hielo del Sistema Solar, este como conclusión llego a que una fracción significativa del agua de nuestro sistema solar es más antigua que nuestro sol, es decir, que el agua estaba en la nébula antes de la formación del sistema solar, el estudio de la Universidad de Michigan (EE UU)– se centró en el hidrógeno y su deuterio más pesado (un isótopo estable del hidrógeno).
Los isótopos son átomos de un mismo elemento que tienen el mismo número de protones pero un número diferente de neutrones. La diferencia de masas entre isótopos da lugar a diferencias sutiles en su comportamiento durante las reacciones químicas. Como resultado, la proporción de hidrógeno a deuterio en las moléculas de agua puede mostrar a los científicos las condiciones bajo las cuales se formaron las moléculas.
Los investigadores crearon modelos que simulaban un disco protoplanetario en el que todo el deuterio del hielo había sido eliminado por el proceso químico, por lo que el sistema tenía que volver a empezar “de cero” en la producción de hielo con deuterio. Lo hicieron con el fin de ver si el sistema puede llegar a las proporciones de deuterio e hidrógeno que se encuentran en las muestras de meteoritos, el agua del océano de la Tierra, y los cometas. Encontraron que no era capaz, lo que les reveló que al menos una parte del agua en nuestro propio Sistema Solar tiene un origen en el espacio interestelar y es anterior al nacimiento del sol. Eso a la vez presupone que abundante materia orgánica helada interestelar se debería encontrar en todos los sistemas planetarios jóvenes”, se concluye.
Y por último digamos que de la presencia del agua en todas partes de nuestro universo ya se tienen pruebas y una de estas es el encuentro de un cuerpo de agua tan inmenso, que es equivalente a 140 millones de millones de veces mayor a toda el agua contenida en todos los océanos de la Tierra.
Las reservas mayores de aguas dulces en nuestro planeta son subterráneas y se encuentran aún almacenadas bajo la corteza del planeta, de la cantidad aun no tenemos certeza, por la dificultad de medir el manto freático y realizar predicciones fiables de disponibilidad y asignaciones juiciosas de agua, pero lo cierto es que deben ser los rezagos de las masas liberadas posterior al proceso de formación de los océanos, hoy la duda se debería centrar en conocer si esta, será dulce o salada.
Por tanto y de acuerdo a todos los antecedentes entregados, podríamos pensar que el agua ya se encontraba repartido en la nebulosa antes de la formación del sistema solar y que una vez formado este, gran parte de este elemento fue absorbido e incorporado por los diferentes cuerpos en formación como cometas, asteroides y planetas rocosos como el nuestro, en el que este elemento quedo ocluido en las capas interiores que se encontraban mucho mas frías que la superficie y que posteriormente fueron vomitadas por una gran cadena de volcanes que se comenzaron a formar en una especie de cordón.
Esta hipótesis no descarta la formación del agua por procesos químicos posterior al proceso de formación de los cuerpos del sistema solar ni tampoco a un posible bombardeo de cometas y pequeños asteroides sobre nuestro planeta que podrían haber traido este elemento, pero si, deja abierta la posibilidad de que la importancia de estos procesos últimos sean de poca relevancia cuando hablamos del volumen de las aguas de nuestro planeta y en cambio nos entrega una fuente mucho mas real de donde se nutrio el planeta de este vital elemento.
Hoy y de acuerdo a lo descrito, podemos suponer que si el agua se encuentra repartida por todos lados en el Universo y en especial en las nebulosas, cunas de la formación de los sistemas solares, entonces planetas como el nuestro, con agua, deben abundar por todas partes.
Abdel Majluf
el 12 de marzo del 2016 a las 5:21
Buen trabao amigo Abdel, La atmósfera primitiva estaba compuesta principalmente por metano e hidrógeno. El oxígeno era muy escaso. Era imposible la vida tal como la conocemos. Todo el proceso que explicas en tu trabajo que nos lleva a la llegada del agua a nuestro planeta, nos sitúa en el lugar idóneo para que aparecieran formas de vida que evolucionaron con el tiempo hasta que, las que se puedieron adaptar son las que hoy conviven con nosotros en la hermosa Tierra que conocemos y disfrutamos.
Un abrazo.
el 12 de marzo del 2016 a las 14:11
Gracias Emilio por publicar en tu sitio este trabajo que hace bastante tiempo lo tenia guardado en uno de mis computadores, desde ya te diré, que existe la segunda parte de este mismo en donde sigo desarrollando lo que vino después. un gran abrazo y como siempre mi reconocimiento para este tremendo sitio.
Abdel Majluf
el 13 de marzo del 2016 a las 5:07
Estimado amigo:
Estamos a tu disposición y, a la espera quedamos de esa segunda parte que parece prometedora. Algunas de las cuestiones que expones en este trabajo son las que realmente pasaron en nuestro planeta y, al fín, llegó el líquido elemento que trajo de su mano esa maravilla que llamamos vida.
Un abrazo.
el 13 de marzo del 2016 a las 17:15
Me permito romper un poco la dinámica de los comentarios con referencia al agua como elemento multifunción en los llamados meteoros.
Quiero hacer un lapsus en la exactitud, por los caminos de la intuición y el sentimiento. Qué mejor que el desatar de una tormenta y nuestras impresiones
La tormenta
El agua siembra cientos de perlas en el terciopelo bicolor de los habitantes del aire.
Las pequeñas gotas golpean como a tambores de hormiga la enana selva de los prados dormidos. Emergen herbajes como árboles pequeños de su recogimiento y forman minúsculos bosques, que apenas levantan del suelo. Insectos asustados, como diminutos nomos, corren a ocultarse bajo los hongos.
Es el preludio del gran espectáculo. Ya se apagan las luces. Se ha oscurecido el cielo, y gruesos nubarrones se atropellan a su aire, hilando abrazos conspiradores con sus miembros de vapor.
Lanzas de agua punzan sin piedad los árboles, los campos, las viviendas… faltos del cobijo que todo bicho viviente se ha procurado. Relámpagos iluminan la escena, y el gran salón reverbera su luz por un instante. Algún pájaro desconcertado, vuela huérfano sin saber a dónde.
Ahora, gruesas gotas van inundando la tierra en pequeños riachuelos, arbolados líquidos que va a morir al río. Éste despierta grueso y amenazador como una serpiente.
Ha bramado el cielo como un gigante enfurecido, y sus estertores han hecho temblar la vida en sus habitáculos.
Y arrecia más y más el elemento, que va cerrando como cortinas, las cristaleras que entraman el aire. Golpea los vidrios, las puertas, los caminos, las calles y los tejados frágiles de las viviendas sin pretensiones.
La tarde se ha hecho noche así de pronto.
¿Dónde estarán los chiquillos?
¿Dónde estarán mis palomas?
¿Se habrá inundado mi huerto?
Y los niños estarán con los niños, jugando a cualquier cosa, medio mojados en el cobertizo o en la casa de un amigo. ¡Pues no tienen talento los niños!
Y las palomas, asustadas, se fueron donde las salvajes, a los huecos de algún cortado, y seguro que entre picotazos y empellones, hasta lograron guarecerse en el mismo agujero.
El huerto sí, a ése no hay quién lo salve, anegado hasta los ojos. Y no es para menos con éste aguacero…
Por fin concluye el trasiego del incoloro vino que emborracha la tierra. Se va encendiendo a retazos la bóveda del gran salón con la luz anaranjada del crepúsculo. En los brazos de las estrellas se han enredado jirones de cielo. Y un olor a tierra fecunda, suave y cálido, se nos aviene, como una mujer que espera confiada la llegada de su hombre.
Palpita dormido el torrente de vida que espera la mañana. Algún batracio trasnochador ronda a su amada, y ronca la noche oscura con fragor de ramas y respiración de vientos tornadizos.
Si al menos la luna alumbrara el camino de los fríos vientos que rastrean por doquier… Pero qué va, la luna no ha venido esta noche.
Para que pensar en nada, si duermes no la vives, si estás despierto la noche te roba el alma.
La almohada se hace cómplice y unas telarañas negras velan la embriaguez indefinida de un sueño. Un cosmos soporífero se hace grande, una gran escena de difusa nitidez. Dueño y señor, vas cabalgando un caballo alado, y realizas proezas, dignas de un héroe mitológico.
Ahora surge una duda, una sombra; algo ha trastocado tu virtual universo, se ha quebrado el hechizo. La acción se torna sin ángel, roja, verde, oscura, grito, improperio… pesadilla.
Y de nuevo se abre la noche frente a dos ojos como platos. La boca sedienta de mascar incoherencias, pide agua, de esa misma agua, que ha derrochado el cielo.
Al abandono plácido del nuevo sueño, le sigue la mañana.
Los primeros rayos de luz, besan la tierra. Una brumilla fresca y difusa surge de los entresijos verdes, y las plantas se desperezan como estremecidas de su vital letargo, presintiendo el implacable sol, que les da energía y les quita vida.
El pueblo, todavía dormido, comienza a espirar ondulantes humos por las chimeneas. Los madrugadores desayunan con el sueño en los ojos, cerca del fuego.
Apenas despuntado el día, el sol calienta, Una franja lúcida, color naranja-tierra, como reloj inmisericorde, va bajando la ladera hasta el río. Es la señal, hay que ponerse en movimiento, el quehacer no espera.
el 14 de marzo del 2016 a las 5:29
Está claro… ¡No sólo de Pan vive el Hombre!
Y, toda esa descripción que nos trae el amigo Fandila, se hace posible, gracias a que nuestro planeta está bañado por los rayos del Sol, tiene una atmósfera respirable, el tesoro con el que contamos y que llamamos !Agua!, es el que hace posible todas esas sensaciones y que la vida, pulule por todo el planeta y esté presente en los lugares más insospechados.
De hecho, tanto el planeta que nos acoge como nosotros mismos, en la mayor proporción, ¡somos agua!
Bonito comentario amigo.